Experiencias en El Seminario Parte 2
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Monstruoculto.
Hola de nuevo.
Me llamo Leonardo y ya les conté la experiencia que tuve con mi compañero Ramiro en un Campo de Misión.
Resulta que después de esa noche con Ramiro, mi compañero Jorge se empezó a portar distante conmigo.
Yo hablé con él al día siguiente y le dije que lo sentía muy alejado, y que me daba mucha pena con él, porque aunque no éramos los mejores amigos, siempre tratamos de apoyarnos en los trabajos que exige el seminario.
Él sólo respondía “Sí”, “Está bien”, “no hay problema”.
Pero yo no quedaba conforme con eso.
Después de la comida, lo vi que se estaba fumando un cigarro y me acerqué a él para acompañarlo.
Encendí mi cigarro también y le dije: “no quiero que lo que pasó anoche entre Ramiro y yo afecte la relación que tenemos nosotros.
Estoy muy apenado y muy arrepentido de lo que pasó.
” Él me miró a los ojos y me preguntó “¿Seguro que estás arrepentido?” Y yo inmediatamente le dije “Sí, estoy arrepentido.
Si pudiera retroceder en el tiempo, te juro que no lo haría.
” Jorge me dirigió una mirada divertida, le dio una fumada a su cigarro y me dijo: “¿En serio? No entiendo por qué.
Ramiro lo hace… muy bien.
” Yo me quedé sorprendido por la respuesta, y con mucha vergüenza le pregunte: “¿Nos viste?” Jorge se me acercó tanto que pude oler su loción mezclada con el cigarro y me dijo “No, hablo por experiencia propia” Tiró su cigarro, la aplastó con su zapato, me acarició la cara y me dio una ligera cachetada.
Luego se dirigió a la habitación.
Estábamos solos porque Ramiro y Luis fueron a otra comunidad y regresarían hasta la noche.
Cuando entré en la habitación vi a Jorge acostado en su cama.
Ya se había quitado los zapatos y tenía los ojos cerrados.
Yo le pregunté “¿Cómo es eso de que hablas por experiencia propia? ¿Ya lo hiciste con Ramiro?” Él me miró divertido y me dijo “Claro, no tienes una idea de con qué facilidad se pone caliente Ramiro.
Lo que más me gusta son ese par de nalgas que tiene.
Y sobre todo que es muy limpio.
” Yo me estaba excitando con la confesión de Jorge, y empecé a tener una erección.
Jorge se dio cuenta y se me acercó.
Me tocó el pene por encima de la ropa con una mano y con la otra me tocó las nalgas.
“Ahora entiendo por qué le gustaste a Ramiro” me dijo en un susurro y empezó a acariciar mis nalgas.
Yo brinqué, principalmente porque no me esperaba eso y también porque Ramiro me había dejado el culo adolorido.
Jorge me dijo “No te preocupes, ya me imagino cómo te has de sentir de tu hoyito.
Si quieres, me puedes penetrar a mí, para que no te duela más.
”
Yo no podía creer lo que me estaba pasando.
No es precisamente que lo hubiera buscado, pero así se dieron las cosas.
Empecé por quitarle la camisa, Debo confesar que me encantaba ver a Jorge sin camisa.
Mientras se la quitaba, él me besaba en el cuello y yo jadeaba de placer.
La sensación de tocar el cuerpo desnudo de un hombre es indescriptible.
Sentir la piel caliente, tocar su pecho y sentir cómo el corazón late con mucha fuerza.
Me quité mi camisa para que el contacto fuera directo.
Nos abrazamos.
Empecé a mordisquear sus tetillas.
Tenía unos pezones erectos que me volvían loco.
Mientras lamía su pecho, le desabroché el cinturón y bajé su pantalón.
Siempre usaba bóxer y tenía un par de piernas increíblemente torneadas.
Le gustaba mucho jugar fútbol.
El también me bajó el pantalón y como pude me quité los zapatos.
Y así quedamos, los dos en calcetines y bóxer, los dos con erecciones firmes.
Entonces lo volteé y la puse contra la pared.
Bajé un poco su bóxer y terminé de bajarlos con mi pie.
Él estaba abierto de piernas y la vista era espectacular.
Le dije “quítate los calcetines, porque no son nada sexy” se sonrió y se agachó para quitárselos, dejando a mi vista su hoyito totalmente lampiño, ansioso de recibir estímulo.
Aproveché que estaba agachado y le di un beso en su hoyito.
Él gimió y yo seguí lamiéndolo, tratando de meter mi lengua en esa cavidad tan deliciosamente apretada.
Jorge se apoyaba en la pared con una mano y con la otra repegaba mi cara contra sus nalgas que en una de esas casi me ahoga.
Yo separaba sus nalgas con mis manos, tratando de llegar lo más lejos que pudiera mi lengua.
Escuchar sus gemidos era lo más excitante.
Así estuve un buen rato, hasta que me dijo con voz desesperada “yo no sé qué estas esperando para meterme tu verga, ya me tienes bien caliente.
” Así que me puse de pie, y al igual que Ramiro, escupí en su ano y me eché saliva en mi pene y empecé a metérsela.
No sé por qué pensé que me iba a costar trabajo, pero la verdad es que le entró con mucha facilidad.
“Ramiro”, pensé.
Como nunca lo había hecho, al principio mis movimientos fueron torpes, pero luego fui agarrando el ritmo y el bombeo fue muy excitante.
Jorge me pidió que la sacara, y yo pensé que le hacía daño, pero no.
Se puso frente a mí y me abrazó, luego subió sus piernas a las mías y buscaba mi pene son su culo.
Tuve que agarrarlo por las nalgas para que no se cayera, pero perdí el equilibrio y me fui hacia atrás.
Afortunadamente, caí en la cama, y Jorge cayó encima de mí, ensartándose mi verga.
Yo puse mis ojos en blanco y Jorge gritó porque llegué muy profundo.
Entonces empezó a subir y a bajar sobre mí.
No decía nada, pero su mirada lo decía todo.
Su cara se retorcía y gemía mucho.
Sinceramente me excita un hombre gimiendo, así que yo también empecé a embestirlo salvajemente.
Era una visión increíble ver sus piernas soportando su propio peso dando sentones sobre mí.
Su pene, aunque no era muy grande, se balanceaba y daba vueltas con cada sentón.
Eso me volvía loco.
Agarré su pene y lo empecé a masturbar.
Le agradó, porque vi como hacía su cabeza hacia atrás y jadeaba cada vez más.
De repente sentí cómo su pene se inflaba y aventó chorros de semen caliente sobre mi pecho.
Algunos alcanzaron mi cara y entonces yo no pude más.
Me corrí dentro de él.
Era una sensación maravillosa.
Eso que sólo había visto en películas porno, ahora era una realidad para mí.
Jorge se dejó caer sobre mi pecho, embarrándose su propio semen.
Cuando se dejó caer, mi pene salió de su culo y empezó a aventar el semen por su hoyito.
Con mis dedos tomé mi semen que escurría por su culo y se los metí en la boca.
Él los chupó y me empezó a besar el cuello, agarrándome la cabeza, me abrazaba.
Recorría mi cuerpo con sus brazos y yo hacía lo mismo.
No podía dejar de tocar sus nalgas redondas, fuertes y paradas.
Así nos quedamos, abrazados sobre la cama un rato, mientras me decía cosas al oído como “Esperaba este momento desde hace tiempo, pero te veía tan concentrado en otras cosas que no me animaba a decírtelo.
” “Ha sido maravilloso.
”
Luego nos levantamos y fuimos a bañarnos.
Pudimos abrazarnos y besarnos otra vez.
Me enloquecían sus pezones erectos.
El chorro de agua en nuestros cuerpos, los dos desnudos… no importaba nada más.
Era como un sueño hecho realidad.
Le pregunté si esto lo hacía muy seguido.
Me dijo que no.
La vida en el seminario es muy demandante.
Hay que estar pendiente de los estudios, las actividades.
Sólo hay tiempo para masturbarse, por eso cuando hay salidas por vacaciones o, como en este caso, por campo de misión, es cuando se puede aprovechar para algo más.
Agradecí que ésta vez me tocara a mí.
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