Experimentando lo prohibido
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Káahan.Touré.
Desde pequeño he sabido mi atracción hacia ambos sexos y no he tenido problema con ello.
El problema viene desde que mi atracción se tornó hacia mi padre.
Un hombre calvo de 43 años, con barriga firme, glúteos duros, brazos marcados y completamente velludo.
Lo he visto desnudo innumerables ocasiones, ya sea mientras se baña o espiándolo mientras se cambia de ropa al llegar de su trabajo.
Lo más que me gusta es lo activo que es sexualmente.
Antes de ir de vacaciones me encontraba solo en la casa; aproveché para divertirme un poco ya que estaría una semana sin mucha o ninguna actividad sexual.
Mi computadora estaba en el taller de reparación por lo que no me quedó más remedio que usar la de mi padre.
Fui a su cuarto y encendí su portátil, al acceder al navegador me percaté que olvidó borrar su historial.
Ya mi pene empezaba a reaccionar.
Tenía la oportunidad de ver lo que le gustaba a mi padre, el material que provocaba sus corridas.
Cuando abro el primer enlace, veo que era un vídeo de sexo anal entre dos hombres a una chica.
Seguí disfrutando del material, hasta que escuché el portón del garaje abrir.
Antes de apagar su ordenador, noté en el historial que había accedido a la sección gay en la página, pero no había visto ningún vídeo (o al menos eso parecía).
Acomodé todo como pude y salí apresurado de la habitación.
Mi familia había llegado, estaban comprando lo que faltaba para el hotel.
Solo era cuestión de empacar e irnos.
No podía dejar de pensar en lo que vi.
¿Qué hacía mi padre en la sección de vídeos gay? No me atrevía si quiera a mirarlo.
Al llegar al hotel lo ayudé a descargar el auto mientras el resto de la familia hacía los trámites en recepción.
Soy de estatura promedio por lo que no pude sacar una de las maletas estaba atascada en la parte trasera del auto; subí a este para tratar de sacarla, pero tampoco pude.
Mi padre, sin darme oportunidad de salirme trepó una pierna al auto e inclinó su cuerpo hacia adelante para ayudarme a tirar.
En ese momento sentí como si toda la sangre fuera de golpe a mi pecho y luego a mi pene.
Su miembro estaba rozando mi trasero, que aunque soy flaco, tengo las nalgas paradas y redondas; mientras más esfuerzo hacía para sacar la maleta, mejor podía sentir su pene ya que solo teníamos puestos unos bañadores.
Cuando por fin desatoramos la maleta, acomodé mi erección mientras mi padre bajaba la maleta del auto.
Al voltearme vi que el pene de mi padre se marcaba más de lo normal, pero quizá era producto de mi calentura, así que no le di tanta importancia.
Una vez instalados, fuimos a la alberca.
Era grande, pero al ser época de verano, había gran cantidad de personas.
Mi padre ya había comenzado con su primera cerveza.
Era costumbre suya beber durante todo el fin de semana siempre que nos quedábamos en algún lugar.
El resto del día transcurrió normal.
Me fijaba más en las mujeres y los hombres que estaban en el hotel, que en mi padre.
Al otro día mi padre había comenzado a beber desde más temprano.
Mi madre quería ir de compras a las tiendas que quedaban cerca del hotel, pero yo prefería quedarme.
Al mi madre no querer ir sola a las tiendas, convenció a mis hermanos a que la acompañaran y yo me quedaría en el hotel con mi padre.
Tras quedarnos solos él y yo, me indicó que iría a comprar más cervezas pues las que había comprado ya las había acabado.
Mientras, me metí en la bañera.
Pretendía llenarla para relajarme un poco, pero aproveché y comencé a masturbarme.
Corría mi prepucio para atrás y luego hacia adelante a un ritmo placentero.
Con mi otra mano me tocaba el ano.
Nunca había sido penetrado por un pene, pero me gustaba la sensación de mis dedos entrar en él.
Estaba a punto del orgasmo, cuando toca mi padre la puerta a decirme que entraría a orinar.
No había dado una respuesta cuando él ya estaba frente al retrete abriendo su bañador.
Me percaté que al tener la luz en el espejo, se podía ver su sombra exacta reflejada en la cortina de baño.
Su cabeza inclinada, su barriga, el bañador abierto, su mano entrando en búsqueda de su miembro hasta que por fin lo saca.
No soy muy bueno con medidas, pero a través de la sombra podía apreciar que era bastante grande para estar flácido.
Vi como lentamente retrocedía su prepucio hasta que se marcó bastante su glande, yo me tocaba rezando que no me sorprendiera en el acto.
Al orinar, su sonido era fuerte y persistente.
Deseaba estar debajo de su orina, sintiendo ese líquido caliente correr mi cuerpo y entrar en mi boca.
Me sentía ardiendo de la excitación; aunque lo mejor estaba por venir.
Una vez terminó, vi como corría su prepucio para sacudir su pene.
Sin embargo, no lo hizo pocas veces como de costumbre; lo retrocedía, volvía a cubrirlo y a retrocederlo de manera lenta y excitante a la vista.
Mi padre se estaba masturbando al otro lado de la cortina.
Podía ver su sombra bien marcada.
Su pene estaba creciendo y no paraba de correr su prepucio por su glande.
Mientras lo observaba, me tocaba mi pene y lo movía a su ritmo, pero al tocar mi ano se me escapó un gemido.
Era imposible que no lo escuchara.
Tras el gemido, se guardó el pene y salió del baño.
Ya había aguantado bastante, entré un dedo a mi ano y luego otro y así, hasta tener cuatro dedos entrando y saliendo mientras me masturbaba.
Fue el orgasmo más intenso que había tenido en semanas.
Al salir, pensé que encontraría a mi padre viendo algún programa en la televisión, pero no fue así.
Me encontraba solo en la habitación.
Cuando fui a echar la ropa sucia donde correspondía, vi el bañador de mi padre junto a su ropa interior.
Quería olerla.
Sabía que siempre encontraba un olor placentero en esas prendas.
Saber que su pene estuvo en esa tela, rozando todo el día era excitante.
Al tomar sus bóxers, noto que estaban húmedos.
Busco el área del pene y veo que un poco más arriba hay una mancha de semen fresco.
Mientras me bañaba, mi padre se masturbaba en la habitación.
La tela no había absorbido por completo el rastro de semen.
Solté mi toalla y dirigí la mancha a mi boca.
Quería sentir el sabor a leche de mi padre.
Su olor.
Me encontraba en el piso pasando su prenda por mi cuerpo.
Lo imaginaba frente a mí pasando su glande por mi rostro.
Corriéndose en mi boca y bebiéndolo todo.
Buscaba en la habitación algún objeto para entrarlo en mi ano, pero sonó la puerta.
Era mi padre.
Al mirar por el lente de la puerta vi que andaba sin camisa, tenía una mano en el marco de la puerta haciendo completamente visible su axila.
No quería dejar de ver esa imagen.
¡Cuánto deseaba comerme esa axila! En el trance de mi calentura, busqué la toalla y ordené todo para que no notara que había tomado su prenda.
Al abrirle lo sorprendí tocándose el pene por encima del pantalón que traía.
Era de algodón; esto provocaba que se marcara hasta el más mínimo detalle.
Al entrar me indicó que mi madre no volvería hasta entrada la noche debido al tráfico.
Seguido a eso, me preguntó si quería comer algo del restaurante o si prefería comprar en un establecimiento de comida rápida.
Opté por el restaurante, así evitaba salir, tomando en cuenta que mi padre estaba bastante tomado.
Mientras buscaba mi ropa en la maleta, sentía que me miraba.
Aproveché la oportunidad para comenzar a probarlo.
Me aflojé la toalla para que “cayera accidentalmente”.
Cuando cayó, mi ano quedó en dirección a mi padre.
Me agaché un poco más para que tuviera una mejor vista y acto seguido me puse mi ropa interior para evitar tener una erección completa.
Al voltearme él cambió su mirada y miré a su entrepierna, pero la tenía cubierta con el edredón.
Mientras planchaba mi ropa, mi padre se levantó y cuando pasó detrás de mí, rozó su miembro con mis nalgas.
Alcé mi mirada e hice contacto visual con él a través del espejo.
Cuando entró al baño no cerró la puerta y pude escuchar todo el proceso desde que comenzó a orinar, hasta que terminó.
Tardó un tiempo en salir del baño y cuando lo hizo pude notar su verga crecida.
Me indicó que me cambiara para irnos a comer.
Mientras me ponía la ropa, él se quitaba la suya.
Como estaba ebrio pasaba un poco de trabajo.
Cuando bajó su pantalón para ponerse uno más presentable, vi cómo su pene brincó como un resorte.
No pude dejar de mirarlo.
Era un pene perfecto: recto, venoso, con un buen prepucio, testículos grandes y buena cantidad de vellos.
Al darse cuenta de mi excitación, mi padre me pregunta:
– ¿Qué? ¿Nunca habías visto una verga?
No supe qué responder.
Solo quería arrodillarme frente a él y mamarle su verga completa.
– ¿A caso eres marica? ¿Te gusta lo que ves pendejo?
Esto último lo dijo con lujuria; no sé si fue el exceso de cervezas o qué.
Mi padre comenzó a tocarse su pene mientras se acercaba a mí.
Retractaba su prepucio y se tocaba sus grandes testículos.
Mis piernas no aguantaban mi cuerpo.
Caí sentado en la cama quedando a nivel de su miembro.
Sentía su olor; era un olor fuerte, a orina mezclado con sexo.
– ¿Te gustó el regalito que te dejé en los bóxers antes de irme? Me he dado cuenta de cómo se desaparece mi ropa interior en la casa, pendejo.
Ya no tienes que oler una tela gastada.
Cuando quieras oler una buena pinga pídeselo a papi.
Ambos estábamos muy calientes, pero yo solo gemía intentando que no me escuchara.
No me atrevía a tocar a semejante dios.
Con mucha seguridad, mi padre tomó mi mano y la llevó a su pene.
Por fin pude sentir esa carne que tanto deseaba; ese órgano que me hizo.
Me armé de valor y acerqué mi boca.
Lamí sus testículos y pude sentir una gran cantidad de vellos recorrerme la cara.
Sentí el sabor a sudor que tenía.
Luego, fui subiendo hasta llegar a la cabeza.
Me sentía fuera de mí.
Estaba extasiado con tanto placer.
Bajé su prepucio nuevamente y pude sentir su olor; no hacía más que aspirar.
Finalmente no tenía la necesidad de oler un pedazo de tela.
Sin embargo, justo cuando iba a colocarlo en mi boca, mi padre me detuvo.
– Quítate la ropa y enséñale ese culito a papi.
En mi estado de sumisión, obedecía cada mandato que de él salía.
Me apresuré para quedar desnudo y me puse en posición de perro en la cama.
El se acerca y siento su barba rozarme.
Escucho cómo aspira, hasta que siento su lengua húmeda y caliente cubrir todo mi ano.
Desde ese instante sentí toda la libertad de gemir.
Quería que mi padre disfrutara todo el proceso.
Sentía sus intentos de penetrarme con su lengua.
Lamía mis testículos hasta llegar a mi ano.
– ¡Qué rico sabes, cabrón! Te quiero comer todo.
Ven, siéntate en la cara de papi.
Su respiración se aceleraba con cada palabra.
Una vez sentado en su cara, pude ver su miembro erecto botando líquido pre-seminal en su barriga.
Me doblé para lamerlo todo.
¡Qué sabor más intenso! Quisiera beber eso el resto de mi vida.
Pasaba mi cara por todos sus vellos púbicos, aspiraba su aroma e introducía mi lengua en estos.
Sin esperar más tomé su miembro y lo introduje en mi boca.
A pesar de no tener tanta experiencia, hice lo mejor que pude para mi padre.
Lo tragaba hasta tener mi nariz pegada en sus testículos.
Al hacer eso, soltó un gemido y me detuvo.
– Maricón, ¿quieres que me venga tan rápido? –dijo mientras se levantaba.
– Espera un momento en lo que voy y orino otra vez.
– Hazlo sobre mí.
–le pedí.
– Eres todo un putito y ni cuenta me había dado.
Lo seguí hasta el baño donde me arrodillé en la bañera.
Esa imagen de mi padre era perfecta.
Mi padre mantenía su erección, su mirada lujuriosa y su porte de macho dominante que tanto me gustaba.
Podía ver sus piernas fuertes y velludas, sus testículos grandes, sus tetillas erectas.
Retractó su prepucio y dejó caer toda su orina sobre mi cuerpo.
El líquido me cayó en todas partes, pero la mejor sensación fue cuando lo tomé en mi boca.
Se sentía caliente y tenía un sabor salado.
Estaba a punto de venirme.
Cuando acabó, me levanté para cumplir otra de mis fantasías.
Alcé su brazo para dejar expuesta su axila velluda.
Lo miré a los ojos buscando su aprobación y solo encontré una cara de placer.
Mi padre deseaba ese encuentro tanto como yo.
Pasé mi lengua desde su costado hasta el centro de la axila.
Permanecí con mi cara dentro de esta, aspirando su olor y sintiendo sus pelos en mi cara hasta que mi padre me despega y me indica de manera serie que me cambie para irnos a comer.
Fue como un balde de agua fría.
Estaba demasiado excitado, quería ser penetrado por mi padre, que pasara su lengua por todo mi cuerpo marcado.
Quería una mamada de mi padre, que experimentara conmigo todo lo que yo quería experimentar con él.
Sin bañarme, con los restos de su orina y olor a pene, me cambié y justo antes de salir se pega a mi oído y me dice: prepárate para cuando estemos solos en casa.
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Copyright © 2016 por Káahan Touré
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