Explícito: El chico de la entrepierna rota
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por ElMarques.
Parte 1
Llegar a los cuarentas, es detenerse, sentarse por un momento, y pensar o recordar estos cuarentas años vividos.
Había sido poco, el cumpleaños número cuarentas. Después de una noche con los amigos, al irse ellos, quede totalmente solo. En un apartamento grande. La melancolía me cogió el corazón, tal vez fue esa noche; pero fue cuando me detuve a pensar, tanto que he logrado y aquí solo sin un ser amado.
Claro que familia es lo que sobra, pero tantas mujeres que he tenido, y cuando he descubierto el gusto por un macho en celo… << ¿Cuántos hombres me han roto el culo? >>.
II
Las vacaciones llegaron pronto. Sin pensarlo he cogido la maleta y emprendí el viaje. Iba rumbo a casa de una hermana, tanto tiempo sin visitarle, casi creía no saber cómo llegar a la dirección de la casa. Me preguntaba en el pensamiento, que será de María; ¿Cuántos hijos tendrán? Como nunca antes iba tan emocionado de irla a ver.
Llegue temprano, casi a la madrugada. Cuando estuve al frente de la casa, con maleta y abrigo en mano, sentí los nervios en mis dedos. Toque el timbre, pero nadie salía, << era muy de mañana >>; pensé.
Grite por el nombre de María, pero nada que salía. Cuando estive sentado esperando, el asomo de alguien por la ventana, imagine que ya alguien se ha dado cuenta de mi presencia. Fue así mismo, lo que no sabía, quien era ese joven, que venía abrirme la reja…
Es un chico delgado y espigado, blanco como leche, con los ojos marrones y de cabello castaño; algo largo y algo enrulados. Mi vista lo estaba detallando, inmediato mi mente lo devoro de pies a cabeza; ese chico solo estaba arropado de la cintura para abajo, con una toalla de baño, y ver ese camino de vellos finos, bajar desde el ombligo; vaya sorpresa que me he llevado.
III
María me ha presentado a su familia. Ella ya está rumbo también a los 40, pero poco ha cambiado desde la última vez que la he visto; vive con un hombre amable, y tiene dos hijos; la hembra que es la menor de 15 años y Juan que es el mayor de 17 años.
El chico se había devuelto a la cama, al fin y al cabo lo he despertado muy temprano, y el resto de la mañana, María mi hermana, me ha acogido y no me ha soltado.
Hemos hablados de tantas cosas, mientras tomamos el café, una y otra vez…
Al medio día, ella cocinaba el almuerzo, en eso que estoy en el pasillo, se ha levantado juan. En la columna de la pared para salir a la sala, se detiene ahí; el espigado muchacho, se estira, dejando ver las peludas axilas, y soltando un bostezo largo que me ha parecido necesario.
Me sentía como una quinceañera estúpida. María me esta presentado al mayor de su dos hijos, y creo que al estrechar mi mano con la de juan, él pudo sentir lo nervioso que estaba.
Lo vi de espalda al entrar al baño, y pensé cuanto daría por seguirlo… << ¡voila! >>, Me percato que es mi sobrino, y el calor que siento en mi cuerpo, se evapora en el instante, en sudor constante.
Me regaño mi moralidad; como puedo pensar en aquello, si eso está mal, pensaba. Después de aquello intentaba no verlo tanto, la vista mia era mi pecado. Pero como no iba a quedarme viendo a ese muchacho; andando por la casa, sin camisa y solo con un short playero…
Parte 2
Llevo una semana de estadía en la casa de María. Si estuviera en la mia, ya me lo hubiese corrido, o mejor; hubiese llamado a un escort, para que me parta el culo en dos. Pero no solo era la hospitalidad de la casa, que me ofrecía mi hermana, también estaba ahí (aunque lo negara) por juan. Me encantaba verlo despertar, y cuando se la pasaba por la casa sin franela, o a veces solo con la toalla de baños, cruzada a la cintura.
II
Hubo una mañana, que me levante temprano; julio estaba por marcharse al trabajo y María le estaba acompañando a la salida de la casa. No quise seguirlos, solo me quede en la sala, esperando…
Por dentro quizá sabía cuál era mi intención. María como que habla aun con julio afuera de la casa, y estado en la sala, comienzo con la idea de buscar algo… y estaba ahí; entre el pasillo de los dos cuartos de los muchachos. A la izquierda estaba el de Andrea, y de mi derecha estaba la habitación de juan.
Al tomar el pestillo de la puerta, creía encontrarla con el pasador puesto, pero grata suerte cuando abre la puerta y estoy entrando, violando su territorio personal…
El corazón, tenía tiempo que no me brincaba tan fuerte. Esta emoción era como la primera vez que lo había hecho con un hombre, pero esto me calentaba mucho más; el culo me palpitaba por el trozo que pueda tener juan.
La habitación estaba, medio oscura. Solo estaba a la entrada y ya veía ropa regada por el suelo. Juan estaba enrollado entre las sabanas y el cobertor. Mire hacia abajo y veía hacia donde estaba acostado él; queriendo seguir mis impulso de ir a su cama y tocarle, la erección que pueda tener en la mañana. Pero no podía, era algo loco y cuando estoy por salirme de su habitación, me doy cuenta que estoy pisando su ropa interior…
Era un calzoncillo blanco y de puntos marrones. Lo cogí con mis manos tan rápido, como si fuese la cartera, que hubiese botado. Lo envolví en mis mano y en el bolsillo de mi pantalón lo he guardado.
Al salir a la sala, fui directo al baño; estando adentro, saque del bolsillo el calzoncillo que he robado. No hacía falta pensarlo, cuando he puesto mi nariz en la prenda; el olor era tenue y fuerte a la vez, me lo he restregado en la cara buscando oler, donde estaba más concentrado, el sudor de su hombría adolecente.
– ¡Rey! ¿Reinaldo estas en el baño? – pregunta María, buscándome.
III
El calzoncillo de juan lo he guardado muy bien, como un recuerdo de viaje, que llevo a mi apartamento. No dejaba de pensar, cuando estuviese allá, para poder olerlo, con toda la tranquilidad.
Aquel día fue de suerte. Todo estaba a pedir de boca. Por la tarde cuando el muchacho fue al baño a bañarse, al salir, me encontraba sentado en el patio de la casa.
Juan salió con la toalla cruzada a la cintura, dejando ver más esa maseta de pelo que debía tener. Estaba leyendo el periódico, y disimulaba no verlo. Cuando el chico salió al patio, estaba cogiendo de las cuerdas, ropa limpia. Pero algo sucedió, la suerte de mis vista presenciar aquello; el chico se le ha desenvuelto la tolla, cayendo al suelo. Él estaba de espalda, cuando se bajó a coger la tolla, las bolas le quedaron guindando, la maseta de guebo quedo colgada y aquellas nalgas duras quedaron prensadas. Es un chico alto y de verga, grande y gruesa, pensé y rápido fingí leer, y no haber visto nada.
La erección que tenía era dura, ni seña de querer bajar. Ya iba para la segunda semana en casa de María, y mi verga estaba a punto de explotar, con el culo abierto pidiendo que los destrozara un buen pedazo de miembro viril.
Parte 3
Me hubiese gustado tener una conversación más amena con juan, pero la cosa no pasaba más de una bendición y ya. Como todo adolescente, de la habitación a la cocina y luego salir a la calle y llegar tarde. Lo mismo sucedía con Andrea, pero con ella hubo más trato.
Era temprano, cuando María me dijo que iba a salir; le dije que no me importaba, y hasta del almuerzo me podía encargar, siempre y cuando me dijera que se iba a cocinar hoy. Quedo María más que satisfecha con la idea, y salió muy temprano de casa.
Al medio día ya tenía todo listo. Andrea se había ido con María y juan aun dormía. La intención estaba latente en mi cabeza, pero era unos nervios que me retenían, no ir a visitar la habitación de juan.
Cuando estuve listo, vacile el camino en la sala, di vueltas y salí al porche. El día estaba con sol sabroso, y la calle parecía tranquila y desolada. He vuelto a entrar, y estoy parado en el pasillo de los dos cuartos; con la mano en la perilla, dudando en abrir o no abrir, y he abierto…
II
Esperaba que estuviera durmiendo, pero no ha sido así. Juan estaba en la cama, con las piernas flexionada y el torso desnudo; solo vestía un pantalón corto de mezclilla. El chico jugaba con una pelota de goma, lanzándola al techo y atajando cuando cayera. Al verme asomado la pelota ha caído en su pecho blanco, espabilo los ojos e hizo el intento de ponerse en pie, pero rápido he entrado; con la cara roja como un tomate, sonriendo y buscando conversación.
El solo sonrió, y siguió lanzando la pelota al techo. Le busque vuelta a la situación y estaba tan cerca de él, y solo preguntas de mi boca ha salido.
– ¿tienes hambre? ¡Ya la comida está hecha! – le he dicho. Pero él ha respondido que no. Cuando estuve por darme la vuelta y salir de la habitación, me sorprendió que él me hablo…
Me ha preguntado, como es donde estoy viviendo ahora, me pregunto también si había chicas bonitas, y por ahí todo empezó…
Me senté en la cama, el seguía con la pelota de goma y así estuvimos hablando; reímos y hasta preguntas seria hubo.
El seguía con las piernas abierta y ahí me di cuenta de algo; << ¡juan trae el pantalón roto en la entrepierna! >>.
Enseguida mi entrepierna se puso rígida, y mis pensamientos llenos de morbo y lujuria. Juan cerraba y abría las piernas; mi vista estaba cada vez más inquieta, y falta de pudor, le miraba y tenía puesto un bóxer blanco, en las bolas estaba un desgastado y el contorno de la verga marcada; flácida se veía de un lado.
Como deseaba meter mi mano, por ese roto y sobarle las bolas con mi dedos y toda la palma de mi mano.
III
Solo faltaba que botara la baba, pero la mirada que tiene sobre su entrepierna, juan debió darse cuenta. Cuando el chico me hizo la pregunta, imagine por donde venía, y me olvide de mi hermana, y que él es mi sobrino, como si no existiera un día después…
– ¿Tío y las novias? – pregunto juan.
Le conteste de la mejor forma posible. El dejo de lanzar la pelota al aire, y quedo mirando fijo al techo. Mi voz cambio, como cuando estoy ligando con un hombre; sensual, pausada y con doble sentido.
Pude ver como su pecho descubierto, estaba latiendo su corazón acelerado y cuando vie de nuevo por el roto del pantalón; no hacía falta tener buena vista y saber que mi chico se ha puesto duro y erecto…
Metí la mano por la entrepierna, buscando el gran agujero del pantalón corto; el no hizo movimiento de rechazo, ni si quiera de espanto. Pase mis dedos por las bolas, la presione un poco y luego sobe. Estire la mano al miembro erecto; se puso tan rígido como un palo, grueso y largo de un tamaño uniforme, desde la base hasta el glande.
Lo presione con mis dedos por todo el troco, juan solo cerro los ojos y vi su espasmo en el abdomen, soltando unos leves pujidos de su labios rosados. Tenía al chico en mis manos, y no podía creer que lo había logrado.
Saque la bestia del bóxer blanco, por el mismo hueco del pantalón la he sacado. Estaba este muchacho tan duro, que su verga era un mástil erguido y mirando hacia arriba. Mis ojos estaban tan poseídos que solo al guebo estaba mirando; como esa vara era masajeada por mis manos y como el glande rojo y prensado, palpitaba y lubricaba.
Apreté duro, y de la abertura del glande salió una gota cristal; ese líquido lo necesitaba mi lengua y paladar. Abrí la boca y en cámara lenta he bajado has tenerlo en mis labios; lengüetee el glande, cogiendo mi lengua el sabor de la gota cristalina. Fue dulce en mi paladar y cuando pase de nuevo la lengua por todo el glande, el sabor salado me hizo dar hambre, de verga me he atapuzado, hasta pegar su cabeza en el fondo de mi garganta; a juan le he sacado un suspiro y un espasmo…
Baje y subía, todo ese falo me comía. Mi sobrino veía como goloso me lo tragaba hasta el fondo, busco ponerme la mano en la cabeza, pero el chico era un virgen sin experiencia. Al chocar mis labios en su pubis, me jactaba de su olor adolecente, y cerrando los ojos le mamaba la verga hasta sacarla y chuparle solo el glande… volví a bajar por todo el tronco del guebo, presionando con mis labios, le sobe la bolas, y al subir de nuevo hasta el glande; la dilatación del mismo, exploto en un chorro de semen puberto en mi boca.
Estallo una y otra vez, el semen de mi sobrino era dulce y amargo a la vez. Chorro tras chorros me llenó la boca de leche, delicioso me la he tragado y hasta no limpiarle totalmente su verga con mi boca, de su entrepierna no me había apartado…
IV
Cuando el chico, se dio la vuelta, quedando de lado, la expresión de su rostro me dijo todo. Juan había gozado, pero al darse cuenta de la situación, después de haber acabado en mi boca; sintió vergüenza y enojo a la vez.
Salí de la habitación, cerré la puerta y cuando llego María a casa, le he informado que al otro día debo marcharme. Así fue, con sentimiento María se despidió de mí, recordándome que no pasara años en volver de nuevo.
Solo el recuerdo de su calzoncillo tengo…
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