Fermín, el muchacho que odie y ame
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Hola, iniciare por describirme, pues es así como se empiezan regularmente estos relatos.
Mi nombre (ficticio) es Javier, actualmente tengo 19 años y curso la carrera de Economía.
Sin embargo, mi relato toma lugar en la secundaria, cuando apenas tenía 14 años.
En esa época, medía 1.64 m , pesaba 52 kilos y tenía una complexión delgada, pero nada tonificada.
De tez morena, ojos oscuros color marrón, cabello castaño más oscuro que nada, labios carnosos, un culo grande que me causaba ciertas inseguridades, y una verga de 14 cm.
Mi vida era tranquila y feliz.
Soy bisexual, sin embargo, en ese tiempo me consideraba heterosexual, había tenido ya solo unas cuantas novias con las que realmente pase buenos momentos.
Nunca había considerado tener sexo con ninguna de ellas, no porque no quisiera, sino porque me asustaba pensar en el embarazo no deseado y en como eso podría arruinar toda mi vida académica y social.
Mis amigos eran reducidos, pero fieles.
Los maestros me tenían gran aprecio porque siempre participaba en clases y en proyectos extracurriculares y, a decir verdad, era un ñoñazo La vida en la secundaria hubiera sido tranquila, de no ser por Fermín.
Fermín era un adolescente bravucón, de esos que tienen problemas en casa y se despejan molestando a todos en la escuela.
Participaba en banda de guerra y de ahí conocía a varios muchachos que le seguían el juego y le lamían las bolas.
También, practicaba fútbol americano y por ello, estaba mamado.
Pero no tonificado, sino más bien era gordo pero fuerte, tenía musculo y grasa.
Era gordibueno si se puede usar ese termino.
era alto, 1.
77, 80 kilos, moreno y con un peinado militar que lo hacía parecer algo de temer.
Su conducta machista, su misoginia y homofobia, su religiosidad hipócrita y su pavoneo constante, me hacía odiarlo a montones.
No recuerdo que fue lo que denoto nuestro odio mutuo, pero desde inicios de clases, nunca pudimos congeniar.
Era tal vez, porque sus ideales y pensamientos distaban mucho de lo que yo tenía como correcto y honrado.
Durante dos años estuvimos peleados a muerte, el me molestaba cada vez que tenía oportunidad: tirando mis cosas por la ventana, empujándome en las escaleras, insultándome en frente de todos, ya saben, cosas típicas de un adolescente mamón.
Pero yo respondía, insultándolo de vuelta, empujándolo si era necesario (era mil veces más grande que yo, así que eso lo físico lo usaba poco), haciendo artimañas y jugarretas inteligentes para que no salieron al recreo, no participara en banda de guerra o le bajaron puntos (como ya lo dije, los maestros me amaban).
Y así, nos la vivimos peleando.
Pero, como todo, algo cambio el tercer y ultimo año de la secundaria.
Sus acosos disminuyeron dramáticamente al igual que su participación en la banda de guerra.
Algo había cambiado en él, no molestaba a nadie, hablaba poco y no echaba tanto desmadre como antes, me preocupaba de cierta forma.
Íbamos en las primeras semanas de clases cuando note que comenzaba a mirarme más seguido, no me miraba con odio como lo había hecho en su tiempo, sino con un sentimiento que no pude identificar.
Cada vez que mis ojos se encontraban con los suyos, simplemente apartaba la vista, se daba la vuelta y decía algo hostil o pretencioso.
Durante esas semanas notaba también, que se acercaba cada vez más a mi, en las horas de receso lo veía vagar cerca de mi grupo de amigos, como acechando.
En el salón fue moviéndose de poco a poco hasta quedar exactamente tres asientos detrás de mí, supuestamente, porque no veía bien (que mamadas).
Pero lo más extraño, y lo que me mantuvo despierto muchas noches, fue lo que hacía cuando pasábamos al escritorio del maestro a revisar alguna tarea.
El se ponía detrás o junto a mi, y mientras el profesor revisaba, frotaba lentamente y casi sin querer, su verga contra mi mano, mi pierna o mi culo, debo de admitir que eso me prendía demasiado.
Sin embargo, yo seguía odiándolo.
Era rencoroso en ese tiempo y lo que me había hecho no lo podía olvidar, por eso, cada vez que trataba de acercarse yo lo ignoraba deliberadamente o simplemente le decía algo hiriente y hostil.
Así transcurrió, el tiempo, hasta mitad de año.
Fue en ese tiempo, cuando todo cambio.
Para la clase de química, nos habían encargado un proyecto de parejas sobre la tabla periódica (Hacer una en grande, como siempre) Gracias a que la maestra, detestaba vernos tan separados como grupo, ella misma hizo los equipos a su gusto, tocándome a mí realizar el trabajo con Fermín.
Al principio había decidido hacer el trabajo por mi mismo y luego pedirle el pago de los materiales a el, no sería la primera vez y la verdad, entre menos contacto tuviera con Fermín, mucho mejor.
Pero, Fermín llego un día diciéndome que el iba a participar del proyecto porque necesitaba aprender la tabla periódica para los exámenes (curioso de un chavo que jamás se intereso por los exámenes, pero yo no lo note), a regañadientes acepte bajo la amenaza de dar aviso a la maestra de mi brillante idea.
Así, quedamos de vernos en su casa, esa misma tarde para iniciar el proyecto.
No me sentía muy cómodo de ir a su casa, primero: porque vivían en un barrio que no conocía y que según entendía, era peligroso a morir.
Segundo: no necesitaba pasar horas extras en su compañía, suficientes tenía con las de la secundaria.
Pero, por fin, me decidí a ir con toda la buena vibra que podía.
Resulto que llegar a su casa no fue muy difícil y mucho menos peligroso.
Descubrí, para mi sorpresa, que Fermín vivía en una casa bien acomodada (en un barrio de mala muerte, sí, pero parecía por lo menos una casa de clase media baja, no de clase pobre como yo esperaba siendo tan pendejo como era en esos ayeres) Toque a la puerta cinco veces, perdiendo la paciencia, hasta que por fin, abrió Fermín.
Parecía sucio, no llevaba camisa, dejaba ver sus pectorales junto con sus pezones oscuros y grandes y olía a sudor, aquel olor.
ese olor me erizo los vellos de la nuca y me hizo darme cuenta que Fermín era muy atractivo.
Jamás había sentido eso, solo por mi tío, un amigo y una vez por un policía, pero el sentimiento pasaba pronto y seguía mi vida, sin embargo, aquella vez, el sentimiento no se iba.
– Pasa, anda – me apremio Fermín, algo abochornado.
Supuse que me esperaba más tarde y no se había dado un baño.
Entré rápidamente mientras cerraba la puerta de un portazo.
Parecía sumamente nervioso.
– Mis jefes no están.
Mi jefa ha ido con mi tía, nos ha dejado unos sándwiches y Dario (su padre) , esta del otro lado (EUA).
– ah.
– admito que saber que sus padres no estaban me hizo sentir extraño, no con miedo, simplemente me pareció interesante.
Escrute su casa mientras Fermín se ponía una camisa y escondía unas revistas detrás del sillón.
– eh.
wey, perdón.
Pero no me he bañado y huelo a mierda, me das chance de irme a limpiar, mientras puedes comer
– Si, adelante, esta es tu casa después de todo.
– Fermín salio corriendo a su habitación (era una casa de un solo piso) y pude ver como se encerraba en el baño después de haber recogido ropas y una toalla.
Le tome la palabra y tome unos sándwiches deliciosos.
Mientras esperaba, para matar el rato, estuve caminando por la casa.
Me carcomía de duda saber de que eran las revistas que estaba leyendo y porque se veían tan agitado y sin camisa antes de que llegara.
Así que, moví el sillón y encontré unas revistas porno, yo lo imaginaba, pero en el fondo esperaba ver revistas porno gay, sin embargo, esas eran de heteros y me desilusiono.
Al rato de andar husmeando, me preocupe el largo rato que Fermín había pasado en la regadera.
La verdad, estaba buscando una excusa para verlo desnudo, desde que había percibido su aroma, algo en mí había cambiado, necesitaba verlo, una erección crecía poco a poco en mis pantalones.
Camine hasta el baño donde se escuchaba el sonido del agua que corría, una estela de vapor salía de debajo de la puerta.
Toque, muy quedito a propósito, y abrí la puerta
– Fermín, estas bien? – para mi sorpresa, Fermín ya no estaba en la ducha.
Se encontraba frente al espejo inspeccionando su verga.
Verlo ahí, desnudo, me hizo sentir muy caliente, recordé su olor a sudor y percibí un nuevo olor que no había percibido antes.
el inconfundible olor a semen.
Fermín era grueso, tenían unos brazos morenos grandes y unas piernas fuertes y velludas, repletas de espeso vello oscuro.
Su abdomen era fuerte, pero incluso así, había una panza grande por donde pasaba un camino de vellos, sus pectorales eran firmes y sus pezones estaban erectos.
Todo el era precioso, el color de su piel, su perfil militar y de hombre.
Pero, sin duda, lo que más me impresiono, fue su verga, una verga de 18 cm, morena por donde corrían venas que palpitaban al contacto de su mano .
Sus huevos estaban repletos de espeso vello púbico, y colgaban plácidamente sobre su mano izquierda.
La curvatura de su verga era vertical, como una banana madura.
La cabeza era rosada, a pesar del color moreno del tronco, y corría por ella algunas gotas de liquido pre seminal.
– que pedo, pendejo? – grito Fermín.
No parecía enojado, pero si sorprendido.
Prontamente se cubrió su verga, sin lograr su acometida, pues sobresalía, erecta, de entre sus manos.
– Salte wey! No seas puto!
Si.
– alcancé a decir mientras cerraba de un golpe la puerta.
Un rayo eléctrico corría por mi corazón, sin darme cuenta, tenía una mano en mi verga erecta y babeante.
Necesitaba descargar tanta leche, más bien, necesitaba que descargaran leche en mí.
Mi culo, se abría y cerraba, mientras en el espacio entre el ojete y los huevos sentían una presión deliciosa que me hacía querer sentir a Fermín dentro de mi.
Rápidamente trate de eliminar esa idea y pensar una buena excusa, para decirle a Fermín, no venía nada a mi mente.
Espere sentado en el sillón, cabizbajo, mientras mi mente viajaba y recordaba la forma de su verga, su curvatura, su chorrear, su palpitar lento y tentador.
Pero necesitaba olvidarme, si no, mi verga estallaría y no lo podía permitir.
Escuché la puerta abrir, pasos en el pasillo y vi a Fermín salir, se veía guapísimo.
Iba normal, pero a mis ojos, era hermoso.
Traía puesto un short que dejaba notar una erección y una camisa blanca que marcaba sus pezones erectos.
Olía a perfume y estaba peinado con su corte militar de siempre.
no me veía.
– ¿Por qué entraste? – antes de que pudiera contestar, el hablo – ¿Te gusto? ¿mi verga?
– Mira Fermín, no.
Estas diciendo mamadas.
Esto esta cabrón.
debo de irme – asustado, pero emocionado al mismo tiempo, agarré mis cosas, y tratando de mantenerme tranquilo me dirigí a la puerta.
Pero, sin esperarlo, Fermín me tomo por detrás, pegando su verga dura y caliente contra la raja de mi culo y la comenzó a sobar.
Sus manos recorrían mi cuerpo y apretaban mi verga que ahora buscaba una salida de la prisión en la que estaba.
Me susurro al oído, como solo un amante macho y varonil lo sabe hacer
– sabes porque me tarde tanto? Por que me miraba la riata en el espejo? – sentí como poco a poco me bajaba mi pantalón hasta dejarme sin ellos y sin calzón.
Besaba mi cuello y mis orejas, paso su lengua por mi cuello y una corriente eléctrica recorrió todo mi cuerpo.
– Sabes, puto? Por que me estaba preparando para ti, temían que no te gustara mi riata, pero la manera en que me viste me quito todos los miedos.
te adoro, no puedo dejar de pensar en ti, necesito esa boquita carnosa y rosadita rodeando mi verga! Necesito que estés en mis brazos y nunca te vayas, que seas mi perra y mi hembra, te gustaría, no? – metió de improviso un dedo en mi ano, sentí como entraba con un sonido de succión, y como Fermín comenzaba a jugar con mi culo, lo metía y lo sacaba y lo movía circularmente dentro de mi ano que se abría y abría deseoso de sentir una verga, solo una verga, la de Fermín.
No pude soportarlo y grité – ¡SII!
Fue un grito y un gemido y una declaración.
Fermín había logrado su acometido.
Ahora entendía que su mirada era de amor y estaba cargada de un deseo sexual, una mirada lasciva que me hacía sentir sucio y que me encantaba.
Me di vuelta y le plante un beso al que el respondió.
Nuestras lenguas se entrelazaban en una danza alegre y caliente, sentí su saliva caliente pasar a mi boca y su lengua recorriendo mis labios.
Fue un beso que duro unos cuantos minutos, pero que parecieron horas, lo abrazaba y sentía arder en mi interior un deseo de sentirme uno con él, de tocar todo su cuerpo, necesitaba sentir cada centímetro de su piel y recorrerlo todo, olerlo y saborearlo.
Lo necesitaba tanto.
Fermín me soltó y me tomó por la cintura con sus brazos fuertes y morenos, me guió a su habitación.
Al entrar me aventó a su cama y comenzó lentamente a desnudarse.
Era un espectáculo digno de reyes, ver sus músculos, aunque algo gordos, músculos al fin y al cabo.
Sus piernas velludas, fuertes y firmes.
Sus pectorales firmes y carnosos, y su mirada lasciva y tosca.
Cuando quedo desnudo, excepto por los boxers se acerco y tomo mis manos acercándolas a su bulto enrome y palpitante.
– tócalo, bésalo, siéntelo, siente la verga que te vas a tragar.
Y así lo hice, comencé oliendo su verga, olía a limpio, combinado con orina y precum.
Abrí mi boca y comencé a chupar sobre el boxer, a lamber su verga que se marcaba en su ropa interior.
Me sentía en la gloria.
Baje de un jalón el boxer y su verga salió disparada hacía mi cara, la curvatura como cimitarra me excitaba mucho, pues pensaba la gloria de tenerla en el culo.
Comencé a chuparla, lentamente, besando la cabeza y chupando las bolas, succionandolas mientras Fermín gemía.
– Si mi princesa, si.
así, hembrita!! Complace a tu macho
Subía y bajaba mi cabeza, sentía ganas de vomitar y cada vez que me metía su verga hasta el fondo, sentía arcadas, pero me encantaba.
Saboreaba cada gota de pre cum que salía de su verga, comenzaba a masturbar su verga, después la chupaba y alternaba, metiéndome la verga hasta el fondo de mi garganta y moviendo mi lengua, tratando de abrazarla y sentir todo su sabor.
Fermín empujaba su pelvis y con su mano me acariciaba el cabello, hasta que conteniéndose, alejo mi cabeza de su verga y me levanto.
– la mamas como todo un experto, Javi! Te amo, pero no puedo dejar que que tu boquita se lleve todo el premio, verdad?
Entonces, dándome un beso que me corto el aire y me dejo totalmente anonadado.
Me vuelto y me puso de cuatro patas, mientras acercaba su boca a mi culo.
Sentí su lengua caliente, recorriendo cada parte de mi ano.
La sentía empujar en mi hoyito, oía como gemía, abría mis nalgas y cubría de saliva mi ano.
Me quite la playera, y gemía.
Fermín seguía con sus embestidas de lengua, era una sensación hermosa.
Sentía mi ano dilatarse y abrirse poco a poco, listo para recibir el amor de mi macho.
Pude sentir sus manos en mi cadera, su aliento agitado en mi espalda.
Sentí como poco a poco se acercaba a mi ano, y pronto, la punta de su verga estaba a la entrada de mi culo.
Fermín apretaba mis nalgas, me nalgueaba y acariciaba mi verga.
Poco a poco iba empujando para que su riata entrara, hasta que entro sin más.
Un dolor recorrió toda mi espalda y las lagrimas comenzaron a salir de mis ojos.
Pero era un dolor limpio, un dolor que cura, lo sentí y comencé a gemir porque sabía que después del dolor venía el gozo.
Pronto su verga entro por completo, sentí un liquido correr por mi culo, era sangre.
Me había desgarrado
– Se que duele bebe, no llores reina – Fermín me seco las lagrimas y me abrazo fuertemente entre sus brazos fuertes y morenos – resiste y pronto los dos vamos a gozar.
Fermín tomo mi verga y la empezo a sobar y a jalar, primero despacio y luego frenéticamente.
A medida que aumentaba su velocidad en la cogida, también lo hacía mientras me masturbaba.
Yo movía mi cadera, metiendo más su verga en mi culo, pronto el dolor se fue y el placer, el gozo y el éxtasis comenzaron a surgir de mí.
Los dos sudábamos y el olor era delicioso, un deseo carnal envolvía el ambiente.
Su verga curva me desgarraba y yo sentía como mi punto g se estaba estimulando, el precum comenzó a salir de mi verga, Fermín lo sintió y el también comenzó a aumentar la velocidad.
Su verga me completaba, llenaba mi culo y así los dos gritábamos y gemíamos "Si, papi, cógeme" "resiste puto, pronto el bebe va a tener su leche" "preñame corazón, preñame" "te preñare y nunca me vas a dejar mami" , estábamos a punto de alcanzar el orgasmo y.
Sentí caliente, viscoso y liquido, mi culo se llenaba de un liquido espeso que estaba caliente y que parecía llenarme hasta las entrañas.
Al mismo tiempo, yo llegue al orgasmo y solté leche como nunca lo había hecho.
Fermín parecía una fuente insaciable, pues no paraba de contraerse y apretarse más a mí mientras gemía y gritaba cuanto me amaba.
Entonces, mi culo se contrajo por el orgasmo y Fermín grito y parecía convulsionarse, la pasión llego aun punto cumbre y los dos nos desplomamos, cansados y doloridos, pero enamorados uno del otro.
Después de aquello, nos quedamos un rato charlando, de cosas pendejadas, del proyecto de química y de lo que diría su mamá cuando viera las sabanas.
Un sueño atroz me embargaba, Fermín me llevo al baño y ahí nos bañamos mutuamente, nos besábamos y durante toda la ducha, ninguno despego los labios de los del otro.
Al final sentía un vacío en mi culo.
supe que de ese día en adelante, iba a necesitar la verga de Fermín para deleznar ese vacío y que, de hecho, nadie más habría podido hacerlo.
Aquel día, deje de odiar a Fermín y lo amé con todo mi corazón, nos cogimos muchas otras veces, disimuladamente, donde sea que la calentura nos tomará.
pero no todo dura para siempre.
Fermín decidió irse como militar, pues eso era lo que quería y yo no iba a retener a mi macho.
Así fue, como Fermín se fue, al terminar la secundaria.
yo me quede solo, sin tener ninguna verga que llenara aquel vacío que mi Fermín, mi macho, mi semental, había dejado en mí, su hembra, su Javier.
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