Fernando
-¡Por favor Pablo!, ¡por favor! -y sus manos, como garfios destructivos, se agarraron a mi cuello. Colocó los codos sobre la cama y la garras comenzaron a apretar, despacio, con suavidad, sabiendo que podría quebrarme el cuello.
Claro que sería con sus normas, ese era el acuerdo, unas veces con cierta violencia y otros a su manera, así comenzaría, luego lograría que me llevara donde yo quisiera, tenía mis artes de guerra y sabía emplearlas muy bien cuando me lo proponía.
Saboreé su jugosa boca obligándole a que bajara la cabeza y tuve que dejarle antes de que mi verga comenzara de nuevo a inflamarse. Anduvo delante de mi por el pasillo hasta la habitación de Tin que no se encontraba allí y siguió hasta la de Javier.
No podía evitar admirar su varonil forma de andar, la anchura de su espalda estrechándose en las caderas y el culo redondo y firme elevando el faldón de la chaqueta azul del uniforme abierta por los costados.
Esta noche sería para mi, sin la competencia de las calientes chicas y los chicos mariquitas del colegio, que no dejaban nunca de mirarle comiéndole por los ojos.
-Lo siento por ti Aida, pero hoy te he ganado la mano y el chico más admirado del colegio estará en mi cama, follándome hasta cansarme-. -conseguía ruborizarme a mi mismo por los pensamientos que tenía hacia mi amigo, y pensé que ser tan cercanos me daba cierta ventaja.
Una de las chicas de servicio estaba ayudando a cenar a Javier, luchando con él para que no se distrajera y tragara, mientras Tin manejaba los mandos de la consola de juegos sentado cerca de ellos. Pablo se acercó a la cama y mi hermano dejó de masticar para sonreírle enseñando la comida que aún no terminaba de deglutir.
Conseguía que todo el mundo le quisiera y se rindiera ante él, le hizo algunos mimos ante de que Tin se le subiera a la espalda para que le bajara al comedor para la cena.
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Comíamos con ganas y me entretenía observándolos mientras charlaban. Tin no se cortaba ante él y le exponía curiosos razonamientos de niño.
-Nos mojamos los tres y solo Javi cogió fiebre, creo que resulta el más débil de los hermanos, ¿no crees? -Pablo le miraba comprensivo pero no habló hasta que comió lo que tenía en la boca.
-Puede que tengas razón, porque al ser más pequeño no ha desarrollado aún sus defensas como vosotros. -tuve que intervenir al notar como Tin se delataba el mismo.
-¿O sea que realmente tu no estabas enfermo como decías?, ¿era una excusa para no ir al colegio? -no contaba con el ingenio de mi hermano y su aún intacta inocencia.
-Se me ha pasado el dolor, ¿no querrás que esté siempre enfermo? -renuncié y dejé que hablaran entre ellos pero seguro que el lunes volvería a sus clases, estuviera bien o mal.
Subimos al piso superior al finalizar la cena, supervisada en todo momento por Úrsula que comía en el otro extremo de la gran mesa y ordenaba el servicio.
Javier nos esperaba mirando una película de dibujos animados en la gran pantalla que colgaba de la pared, metidito entre la ropa de cama excepto el brazo que sujeta el mando. Pablo se quitó la chaqueta dejándola sobre un sillón y se tendió a su lado, del mismo modo lo hizo Tin arrimándose abrazado a Pablo, y me dejaron el lado izquierdo de Javier para mi.
Sonreía tontamente viendo las carreras de los animales por la selva atropellándose, y contento de sentirme con los tres seres que más quería a mi lado, aunque desee que estuviera incluido otro.
Ya en mi habitación volví a abrazar a mi amigo, agradecido en mi interior por hacerme sentir tan feliz en todos los sentidos. Comencé a desnudarme y pasé al baño, esperaba que me siguiera pero le escuché hablar por teléfono y cuando ya terminaba de asearme entraba él, me hubiera metido entre sus brazos pero desistí para no entretenerlo y envuelto en un albornoz dejé que comenzara su ducha.
Cerré una ventana que alguien había dejado abierta, y desnudo me deslicé entre las sábanas esperando que él llegara, le observe mientras se secaba y no dejaba de admirarme su viril y algo ruda belleza, el revuelto pelo algo largo, ahora más oscuro al estar mojado, los anchos y poderos hombros, con los pectorales bien altos y marcados, el incipiente vello que comenzaba a nacerle en el centro del pecho, los profundos surcos que separaban los cuadraditos del abdomen con el hilo de pelos, aún tenue, que arrancaba en el ombligo hasta la mata tupida de vellos del pubis, La piernas fuertes y torneadas cubiertas de grueso e hirsuto pelo.
Mi amigo había dejado de ser un adolescente para convertirse en un hermoso, sensual, y poderoso ejemplar de macho ya hombre, parecía de la edad de Carlos pero más bello y fuerte, resultaba tan impresionante como Julián. Me sorprendí al estar comparándolos. Giró la vista y me encontró mirándolo con fijeza, se sonrió adivinando mis lujuriosos pensamientos y termino de pasarse la toalla por el escroto antes de dejarla en el suelo y saltar sobre la cama colocándose a horcajadas sobre mi, abrazando con las peludas piernas mis costados.
-¿Qué mirabas con tanta atención? -no me permitió contestar al inclinarse y morderme los labios y después pasarme la lengua por ellos, salvajismo y dulzura, fuerza y delicadeza al mismo tiempo. Abría las ropas para que entrara a mi lado y me acurruqué abrazado a su pecho sintiendo la humedad de la piel sin terminar de secarse.
-Si hubiera nacido chica te hubiera elegido para marido. -se rió con ganas temblándole el pecho.
-¿A qué viene eso ahora? Me tienes en tu cama, follamos lo que podemos y ahora los chicos se casan entre ellos, todo puede llegar a ser…
-No creo que contigo pueda suceder eso, recuerda las normas que me impusiste, “amistad y sexo”, tienes muchas enamoradas y al final terminarás pescado entre sus redes a pesar de lo que sientes por Asier. -pude notar como todo su cuerpo se tensaba.
-¡No lo nombres!
-¿Por qué no? ¿Podemos hablar de mis cosas y no de las tuyas?
-Es diferente, me duele verle como lo pasa, y a ti te veo feliz, disfrutando con el sádico de tu primo. -me aproximé para besar su tetilla y oprimirla con los labios.
-Mejor lo dejamos y nos dedicamos a lo nuestro, quiero que me folles como solo tu sabes hacérmelo. -mordí delicadamente su pezón y deslicé la mano por los cuadrados de su abdomen hasta llegar al inicio del vello, me estremecí de deseo y sentí como mi polla reaccionaba excitada, Pablo estaba decido a que esta noche habláramos y solamente me apretó la cabeza contra su piel
-Alguna noche os veo desde mi habitación salir a practicar remo, ese Julián…, me gusta como te cuida, ¿has tenido sexo con él? Seguro que hay algo entre vosotros. -entonces el que soltó la carcajada fui yo, claro que Julián me gustaba, más que Carlos por supuesto, y solamente si él pudiera darme lo que yo buscaba sería capaz de abandonar, voluntariamente, mis placeres con mi primo, aparte de eso me sentía como alguien especial al constatar como mi amigo me vigilaba desde su ventana, él podía ver, aunque lejano, el embarcadero y parte del jardín y la carretera que bajaba de la casa.
-Sinceramente, me gustaría y no puedo ocultártelo a ti, pero no debo, resultaría muy complicado presentarlo ante mis padres de cualquier manera que no sea lo que somos.
-No veo cual es el problema. Solo es mayor que nosotros siete años, en algo se parece a mi que tanto te gusto, y de esto estoy seguro, siente algo profundo por ti.
-¿Hoy quieres hablar, eh? ¿No te apetece metérmela?
-Hay tiempo para todo, algo hay entre vosotros y no voy a cejar hasta que me cuentes. -decidí que mejor sería que lo supiera, alguna vez se enteraría y lo que pensara por mi silencio sería peor.
-Abrázame fuerte Pablo. -se volvió hacia mi y me rodearon sus brazos. Mi cabeza me ordenaba que le dijera la verdad por descarnada que fuera, ese misterio de la vida en mi familia, uno más de los muchos que hay.
-Julián es también mi tío. -no esperaba su reacción tan violenta y que me apartara de su lado para mirarme buscando la verdad en mi mirada.
-¿Cómo es posible? ¿Me quieres gastar una de tus bromas? -volví a esconder la cabeza en su pecho.
-No es tan difícil que esto sucediera, la vida apartada de mi familia, y en aquellos tiempos donde mi abuela se comía los santos de la iglesia, el que mi abuelo buscara una querida o concubina. Úrsula le calentaba la cama y sucedió lo que era predecible, quedó preñada y tuvieron a Julián. -Pablo no respiraba para que no me interrumpiera.
-Por eso cuando murió el abuelo no quiso tener a Úrsula a su lado, y sin embargo a Julian le quiere, sobre todo desde que muriera el padre de Carlos, fue el sustituto en su corazón y al final él no era culpable de lo que sucedió.
-Ahora intenta protegerme de Carlos, no termina de entender que yo también soy culpable de lo que hace conmigo, y no creo que Julián sienta algo de lo que tu dices por mi, te has equivocado, se asume como un segundo padre cuando ellos no están aquí.
-Me lo habías ocultado, guardas muy bien tus secretos de familia.
-Es difícil recordar ciertas cosas y más el decirlas, sacarlas a la luz del día…
-Pero yo soy tu mejor amigo, tu hermano casi. -parecía algo molesto y se colocó mirando al techo pasando solamente el brazo debajo de mi cuello, no iba a permitir que su molestia llegara a más y me elevé para besarle en la boca.
-No te enfades con tu cachorrillo, tampoco tú me cuentas todo.
-Fer, no digas eso, lo sabes todo de mi, las chicas que entran en mi cama, los chicos que me follo, todo, todo…
-¿Y Asier?
-Te lo he dicho desde siempre, a veces dudo y pienso que puedas tener razón, pero no siento que yo le interese, Ivon tiene esa suerte, él es nuestro amigo, éramos inseparables.
-Te molesta que otros chicos como Ivon le presten atención y quieran sus favores, al final y en el fondo es lo que tu deseas también, aunque tu sentimiento es más hondo de lo que quieres reconocer.
Deslicé la mano por su pecho, bajando despacio hasta el abdomen donde me detuve pasando acariciador la yema de los dedos por sus pronunciados cuadritos.
-Me encantas Pablo, eres perfecto, tus papás crearon una obra de arte contigo, es una pena que no tengas hermanos. -mi amigo lanzó un suspiro, sabía que él los deseaba, por eso quería tanto a los míos.
Llegué al vello de su pubis y enterré la mano sin tocarle el pene, era un pelo recio y sin embargo sedoso. Abrió ligeramente las piernas y le sujeté los maravillosos testículos que se movían bajando y subiendo en el saco del escroto.
-Me estas calentando nene.
-Eso quiero, y esto también. -por fin agarré con fuerza la verga henchida y húmeda.
-Me gusta…, me gusta…, me gusta mucho tu polla, como todo tu Pablito. -movía la mano masturbando la barra caliente de carne que se calzaba mi amigo. Hablaba enterrando los labios en la base de la verga aspirando los deliciosos olores a macho joven y en sazón que despedía, quería meterla en mi boca para tragarla entera, pero no podía hacerlo si quería tenerla metida en mi vientre.
Bajé la piel que le cubría el rojo hongo y la besé encerrando la puntita con los labios, hurgando en la uretra con la punta de la lengua hasta que le escuché un ronco rugido de satisfacción.
Con la mano derecha recorrí el escroto tirando suave de la piel, y al final mis dedos palpaban el perineo llegando a la entrada de su ano. Otro gruñido más potente le salió de lo hondo del pecho. Me sujetó de los hombros para que no siguiera y me arrastró hasta tener juntas las narices y las frentes, susurrando entre jadeos.
-Eres mi putita deliciosa, la mejor, pero quiero embarazarte esta noche y que tragues mi polla por el culito, ¿me entiendes? -aproveché para morderle los labios empujando la saliva contra ellos.
-Como tu quieras mi hombre, soy todo tuyo para lo que desees.
Me colocó mirando al colchón a lo largo de la cama, abrió mis piernas y se colocó entre ellas, luego tiró de mi cintura para que me pusiera arrodillado, con las manos sobre la cama.
-Solo hay otro como tú. -susurraba apretándome la cintura, metiendo las uñas en la carne. Supe que esta noche no sería a mi a quien follara, yo sería el cuerpo y Asier el alma, pero yo me lo había buscado por hablador.
Metió la verga entre mis piernas, debajo de mis huevos estrujándolos sobre el perineo, los vellos de los muslos pegando a mis piernas y el poblado monte del pubis acariciando mi culo, aún dolorido por el castigo de apenas hacía unas horas. Le sentía respirar vibrándole el pecho apoyado en mi espalda y sus brazos cogieron mi cuerpo apretándolo.
-Me tienes muy caliente bebé, te la voy a meter enseguida en el culito, dame un condón.
-No, métela a pelo, quiero sentirte.
Me sujetó de los rizos y tiró para que girara la cabeza ofreciéndole la boca, mordió mis labios pasando al cuello y a la oreja, y al final hinco los dientes en la nuca haciéndome notar quien mandaba. Luego de morder con fuerza logrando hacerme gemir de dolor y placer me pasó la lengua por la zona dolorida y se apartó tirando para atrás las caderas.
Sin llegar a separar del pecho de mi espalda buscaba la entrada de mi culo, a tientas con la punta de la verga picándome los muslos, en el momento que lo encontró apretó con fuerza dando un golpe de cadera y de una vez me empaló. Grité dolorido y a la vez satisfecho, intenté reconocer las lineas que marcaban las venas en su polla y que mi culo se hiciera al impetuoso invasor.
-¡Ahh! Qué culo tan caliente tienes cabrón, me siento en el cielo aquí dentro, ¿hasta dónde te llega? -pasaba las manos por mi vientre buscando algún indicio que le indicara el lugar donde tenía enterrada la verga. La sentía muy profundo, empujando en el esternón, apretó los dedos buscando hasta que sintió su polla como latía en mi interior. La sacaba y la metía acompañando con la mano su caminar por mi tripa.
-Esto es el puro vicio, es como si me hiciera una paja con tu cuerpo. -sujetó las caderas y empezó a a embestirme con fuerza, sacando todo su palo y volviendo a meterlo haciendo que no dejara de murmurar y gemir de gusto.
-No te vayas a correr Pablito, aún no por favor, dame despacio para gozarlo más tiempo. -después de unos minutos follándome suave y a veces con fuerza, sacó la polla hasta el glande y me dio la vuelta colocándome para que le mirara, con los pies sobre sus duros pectorales y con brusquedad volvió en empitonarme todo el pene.
-Ahógame para correrme. -apartó la cara para mirarme a los ojos y supe su negativa sin que hablara.
-Solo un poco, ¡por favor!, ¡por favor! -sujeté su mano izquierda llevándola a mi garganta y apreté como si le enseñara.
-A ti también te gusta, será la última vez, te lo juro. -notaba la lucha interna que mantenía entre hacer lo que sus deseos le pedían y la sensatez, insistí con la esperanza perdida.
-¡Por favor Pablo!, ¡por favor! -y sus manos, como garfios destructivos, se agarraron a mi cuello. Colocó los codos sobre la cama y la garras comenzaron a apretar, despacio, con suavidad, sabiendo que podría quebrarme el cuello, y a la vez su gran verga se movía saliendo y entrando en mi cuerpo, ocupando cuando estaba dentro toda mi cavidad.
Suspiré gratamente sorprendido, dedicándome a disfrutar del roce de su polla empujando en mis tripas hasta que comencé a sentir los primeros síntomas de asfixia.
El placer resultaba inenarrable lo mismo que la angustia y comencé a verle borroso. Su rostro se descompuso y supe que tenía que luchar para mantenerme con vida. Comencé a convulsionar, y el miedo y el placer se juntaban logrando que mi polla se irguiera y se frotara contra su abdomen a la vez que comenzaba a patalear, luchando porque me soltara y el aire entrar en mis pulmones.
Podía sentir la fuerza de su verga entrando y saliendo velozmente de mi culo y pensé que ya no podría contenerse y me ahogaría. En ese instante en que perdía lo noción de lo que pasaba comencé a eyacular con gran fuerza el semen de mis testículos encharcando su vientre y el mío.
Mi vientre se agitaba enloquecido y apretaba la verga de mi amigo con fuerza descomunal, hasta que comenzó a llenarme con la leche que salía a borbotones por la boca de su glande, y sentí que un hilo de aire entraba dentro de mi. Lo había conseguido otra vez, a punto de morir sentir el mayor placer, en el espacio que queda entre la nada y la vida.
Nuestros cuerpos temblaban mientras nos salía el semen a borbotones, húmedos de sudor y calientes, y poco a poco recuperé la consciencia que consideré perdida. Abracé lo que abarcaba de su espalda con mis brazos y con las piernas me sujeté en su cintura.
-Pablo, Pablo, ha sido la muerte y volver a la vida. -respiraba angustiado con la cara enterrada en mi clavícula.
-Es la última vez pequeño loco, no quiero perderte… -era lo que siempre me decía.
Recogí la toalla que Pablo había tirado al borde de la cama y limpie el semen de mi pecho y vientre, el que quedaba sobre él lo esparcía por su abdomen jugando viendo deslizarse mis dedos.
Me arrodillé a su lado inclinándome para besarle en la boca, adorando al niño y hombre que me miraba acariciando mi pierna y comencé a pasar los labios por el pecho bajando, limpiando con la lengua los restos ya secos de mi corrida.
Tenía la verga recogida, blanda y rendida sobre el vientre y la lamí acariciando el blando capullo. Pablo se había repuesto y me abrazó por la espalda pegándola a su pecho, tiró de mi abdomen para que pegara mis nalgas a su entrepierna y me besaba el hombro y la espalda con húmedos y tiernos besos.
Cuando noté que su polla despertaba pasé la mano para atrás y la metí entre mis nalgas, tenía la entrada del culo mojado de su anterior corrida, su semen no terminaba de salir y elevé la pierna, mi amigo comenzó a empujar con repetidos y pequeños golpes para ir metiéndose en mi de nuevo.
Me iba follando con lentitud, sujetando mi pierna en el aire para que abriera el culo y pudiera entrar más fácil, seguía besándome la espalda y el hombro alternando, a veces giraba la cabeza para que me besara en la boca. Sentía un placer continuo que a veces se hacía doloroso por tan intenso que era, hasta que no puede resistir y le pedí que me dejara montarle, cabalgar sobre su polla, jugar con ella a mi antojo buscando las mejores posiciones para sentirla muy adentro.
Lo cabalgué varios minutos de cara a él, hasta que el cansancio me rindió y él me tomo el relevo, elevando las caderas para acudir a mi encuentro y follarme con mucha fuerza, y caí sobre su pecho volviendo a eyacular donde antes lo había hecho aunque estuviera debajo de él en aquel momento.
Rugió con fuerza y yo grité cuando se clavó profundamente en mi culo y empezó a vaciarse como un inagotable manantial de leche que me llenaba la tripa.
Esa noche esperé a que estuviera dormido y un rato más velándole el sueño, hoy dormiría como un niño abrazado a su cuerpo tibio.
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