FERNANDO Y YO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por zoohot.
Tenía yo 12 años y, con mi familia, vivíamos en un barrio residencial de los alrededores de la ciudad de Buenos Aires. Hacia fines del año, una nueva familia se había mudado en una de las casas más importantes del vecindario, ubicada justo frente a mi casa familiar. Se trataba de gente muy sociable, con un muy buen pasar económico y con un estilo casi diría “americano” o “yankee” de vivir. El grupo lo integraban un matrimonio, una hija de unos 25 años que casi nunca estaba, y un hijo de entonces 17 años, que se llamaba Fernando.
Esa familia, ni bien se instaló en su nueva casa, se acercó a todos los vecinos para presentarse y trabar relaciones sociales. Así fue que conocí más a Fernando, un adolescente muy simpático y agradable, conversador, alegre. Hoy puedo decir que me impactó mucho en ese momento, ya que era literalmente hermoso. Desde mis 12 años lo veía alto, de facciones muy atractivas y varoniles, cabello castaño lacio y algo largo, un cuerpo muy marcado ya que era muy deportista. Le tomé admiración y él me tomó mucho afecto a mi.
Con el correr de los días me pegué mucho a Fernando quien, con el permiso de mis padres, me llevaba a pasear por el barrio en su cuatriciclo, a tomar helados, una vez me llevó al cine para ver una película de aventuras, a ver futbol y otras actividades para compartir en amistad. Mi familia le tenía mucha confianza.
Ya era verano, tanto él como yo estábamos de vacaciones y podíamos pasar bastantes momentos juntos. Yo pasaba mucho tiempo en su casa, momentos en los que Fernando me mostraba su colección de discos, de banderines deportivos, de trofeos ganados en competencias escolares.
Como su importante casa tenía pileta de natación, ese verano fui invitado casi todos los días a pasar las tardes allí disfrutándola, junto con mi amigo.
Si bien tenía 12 años, yo ya me había comenzado a desarrollar, ya había tenido mi primera eyaculación e iba aprendiendo a masturbarme. Admirando el cuerpo de Fernando en la pileta y en esas horas compartidas, fui sintiendo algo que no podía explicarme entonces: una gran atracción por él, por su virilidad, y fue la causa de muchas de mis masturbaciones.
Generalmente, luego de disfrutar de la pileta de natación, Fernando y yo nos duchábamos y cambiábamos en el pequeño vestuario que se encontraba cerca de la pileta y el solarium de la casa, antes de pasar a tomar el té. Recuerdo que, terminando de ducharse, mi amigo demoraba en vestirse frente a mí, luciendo su cuerpo marcado y ya algo velludo, y su sexo colgante y enorme, lo cual motivaba que cuando yo estaba solo en mi casa le dedicara intensas masturbaciones.
Un día, la tarde de pileta la compartimos solos, ya que sus padres habían salido y no volverían hasta el otro día. Cumplimos –como siempre- el ritual de la ducha juntos y Fernando –vestido solamente con una bermuda- me propuso entrar en la casa a tomar helado con ensalada de frutas.
Después de esa merienda, me invitó a ir a su cuarto a escuchar algo de música. Ya allí, luego de conversar un rato, Fernando me dijo que me veía ya desarrollado y me preguntó si “ya me había saltado la lechita”. Algo sorprendido, le dije que sí. Entonces él empezó a darme explicaciones sobre el desarrollo del sexo, que el mismo seguiría creciendo hasta ponerse más grande, sobre sensaciones y que era importante disfrutarlo sin vergüenza, más entre hombres.
Me dijo también que pronto llegaría a tener mi sexo tan grande como el de él. Entonces fue que se quitó la bermuda y quedó de pie, desnudo frente a mí. Recuerdo que centré mi mirada en sus bolas grandes y colgantes, en su vello púbico negro y extendido, y en su verga que se veía dura, con la cabeza completamente descubierta, con un color casi morado.
Fernando me invitó a hacer lo mismo, a no tener vergüenza entre hombres. Vacilando un poco, con el corazón latiéndome fuerte, lo hice. Mi verga era mucho más pequeña que la suya, pero también estaba erecta y soltaba algo de líquido por la punta.
Mi amigo se recostó boca arriba en su cama, poniendo sus manos bajo su nuca –lo que hacía lucir sus axilas muy peludas- y con las piernas algo abiertas. Me invitó a sentarme a su lado. Empezó a marcar los músculos de sus brazos y sus pectorales, y me explicó que eso lo había conseguido haciendo mucho deporte. Me dijo que me anime a tocarlos, a ver lo duros que estaban.
Con algo de timidez pero con mucha excitación, comencé a tocar sus músculos. Fernando tomó mi mano y la fue guiando para que acaricie sus axilas, su pecho, su vientre, su ombligo. Hizo que pasara mis manos por sus piernas peludas, y en un momento llevó mi mano a sus bolas. Me hablaba con mucha tranquilidad, con mucha seducción, me dijo que las tocara, que las acariciara. Lo hice con gusto, mientras veía como su verga se ponía más dura y más enorme, llegándole la cabeza a su ombligo.
Rodeando mi mano con la suya, la llevó a su pene y la cerró sobre el, me pidió que lo sostenga, que lo aprete con fuerza y que haga movimientos como masturbándolo. De la punta de su verga salía mucho líquido preseminal, tanto que me mojaba la mano. Yo perdí el control, y mientras apretaba y movía su verga con una mano, con la otra acariciaba sus bolas, sus pendejos, su vientre, y Fernando jadeaba, gemía y decía “siii, siii, seguí…”.
En un momento, me pidió que me acueste sobre él, que apoye mi sexo en el suyo. Al hacerlo me envolvió entre sus brazos musculosos y sus piernas fuertes, y los dos nos frotamos primero lentamente, luego con desesperación. Mientras lo hacíamos, él me decía “te gusto, chiquito, sé que te gusto. Asíii, tranquilo, estamos solos, juntos, nadie puede molestar”.
Montado sobre él, fregándonos los cuerpos, Fernando acariciaba mi pelo, mi espalda, y llevó su mano hasta mi culo, acariciándolo. Sentí que separó mis nalgas con su mano, y con la yema de sus dedos comenzó a masajear mi ano en forma circular. Esa sensación anal, más el calor y el olor de su cuerpo, y el sentir su enorme verga fregándose en mi vientre, me hizo eyacular abundantemente.
Cuando eso ocurrió, me incomodé, pensé que él se molestaría por haberle acabado encima. Pero no, al contrario, Fernando me retiró un poco y noté como pasaba sus dedos por su vientre, sacaba mi leche y la lamía. Otro montón de leche la puso en sus dedos y me la pasó por el ano, masajeándomelo con sus dedos mojados por mi leche. En un momento, hundió su dedo en mi ano, lo abrió y, facilitado por la lubricación de mi leche- lo introdujo casi todo entero en mi culo. Me dolió, pero yo estaba tan excitado y la sensación era tan placentera que me sometí.
Enseguida, Fernando se ubicó detrás de mi, abrió mis piernas y comenzó a lamerme y chuparme el ano intensamente, con desesperación, tratando de introducir la punta de su lengua en el orificio. Todavía recuerdo la locura de placer que sentí. Fernando no se habia afeitado y tenía algo de barba dura, con la que me raspaba las nalgas, haciéndome sentir más goce aún. Así me lamió y chupó un largo rato, hasta que me produjo una segunda eyaculación que mojó toda la cama.
Hoy pienso que ese día Fernando no se animó a penetrarme, atemorizado tal vez por las consecuencias que podía haber siendo vecinos tan próximos. Pero luego de chuparme el culo intensamente, frotó su enorme verga entre mis nalgas, me hizo dar vuelta y comenzó a pasarme las bolas y la verga por mi cara, mojándome con líquido preseminal y dejándome sentir su fuerte olor a macho.
Instintivamente, comencé a lamer y chupar sus huevos. No tardó Fernando en empezar a colocarme su enorme verga en mi boca, indicándome entre gemidos que la chupara. Me gustaba, pero era tan grande que me hacía ahogar, me producía arcadas. Sosteniéndome por la nuca, llevó su pija hasta el fondo de mi boca, y movió sus caderas rápidamente, entrando y sacando ese enorme choto de mi boca. En un momento, lo mandó bien al fondo y allí sentí como le saltaba su leche a chorros, llenándome completamente con semen caliente y espeso.
Cuando finalizó de eyacular, retiró su verga de mi boca, me tomó con fuerza y me besó, entrándome su lengua y revolviéndola en mi boca como queriendo sacarme toda la leche que me había puesto.
Luego, nos higienizamos juntos en el cuarto de baño, me pidió que me cambiara y me acompañó hasta mi casa. Entre tanto, me pidió que nunca cuente a nadie lo que habíamos hecho, que era un secreto entre amigos.
Nunca lo conté. Pero ese día volví a mi casa y en toda la noche no pude dormir, recordando la sensaciones hermosas que había vivido y que, dada mi temprana edad, no podía explicarme bien. Por un tiempo Fernando se distanció un poco de mi, de frecuentarme, pero luego volvimos a compartir cosas en amistad y sucedieron otros episodios muy fuertes y hermosos que serán motivo de otro relato.
Lo cierto es que fue una vivencia muy buena, siempre la recordé como muy positiva y hermosa. También tengo presente que ese día, Fernando me hizo sentir lo que es gozar con un macho, pero no se atrevió a desvirgarme el ano.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!