FESTIVAL DE ARTISTAS AFICIONADOS
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Cuentero.
Los hechos que narro a continuación ocurrieron hace muchísimos años. En aquel entonces yo era estudiante de noveno grado en una Secundaria Básica en Cuba. Se acercaba el Festival Nacional de Artistas Aficionados y en todos los centros educacionales del país los jóvenes y niños se preparaban para participar en las diferentes manifestaciones del arte. Como yo no tenía (ni tengo) facilidades para el canto, el dibujo, etc., me pidieron que participara en alguna obra de teatro, así que con más entusiasmo que con verdadera vocación, me dispuse a trabajar en alguna pequeña pieza.
Uno de mis condiscípulos, al que llamaré Juanito, quiso que yo lo ayudara en una obrita que el llamó “El enano contorsionista”. Él, que era pequeño de estatura, se maquillaría y sería la parte superior del supuesto enano, mientras que yo, más alto, desde detrás de él utilizaría mis manos y brazos para hacer las piernas del enano metiéndolas dentro de las patas de un pequeño pantalón de niño. Preparamos entre los miembros del grupo un pequeño escenario que ocultaba parte de nuestros cuerpos, dejando afuera del pecho hasta la cabeza de Juanito y oculto por una cortina, mi cuerpo. Yo pasaba mis brazos bajo los de él y ejecutaba diversos ejercicios como si fueran las piernas del enano.
Comenzamos los ensayos metidos detrás de aquel escenario y poco a poco fuimos coordinando nuestros movimientos de manera que parecía que realmente era un enano lo que había allí y no un truco manejado por dos personas. Lo único que al principio no me gustaba mucho, era que cada vez que yo tenía que poner las “piernas del enano” cruzadas sobre la cabeza (que era la de Juanito), él se tenía que inclinar hacia adelante y yo echar mis hombros para atrás de manera que aunque no quisiera, tenía que pegarme a sus nalgas. Al principio no pasó nada, pero a medida que íbamos practicando, eran cada vez más complicadas las contorsiones y era más el tiempo que teníamos que estar pegados y llegó el momento que comencé a tener erecciones y cada vez eran más intensas. Le pedía disculpas a Juanito y él me decía que no me preocupara, que siguiera en la actuación sin pensar en eso, que era normal por las posiciones que teníamos. Pero a medida que pasaban las horas y los días de entrenamiento, me iba aficionando a colocarle el rabo parado entre sus nalgas, y llegó el momento en que nada más nos metíamos detrás del escenario y ya yo tenía una fuerte erección. Con el transcurso del tiempo me di cuenta que no solo no le molestaba sentir mi picha colocada en su culo, sino que buscaba tenerla siempre en el mismo centro. Para comprobarlo, se la ponía en un lado y él se movía para que le quedara justo en el culito. Eso me ponía cada día más y más desesperado, sobre todo porque en cuanto salíamos de detrás del escenario, era como si nunca hubiera ocurrido nada. Por fin llegó el día de la competencia a nivel de centro y fuimos los ganadores en la categoría teatro. De ahí fuimos a la competencia municipal y también ganamos y entonces fuimos para la provincial, que se celebraba en la ciudad de Camagüey.
Una vez allí, nos pusieron en una casona cuyos dueños habían abandonado el país y nos separaron por especialidad, así que Juanito y yo quedamos en una pequeña habitación, que en su momento debió ser la habitación de la criada de la casa. Allí metimos nuestro escenario y comenzamos a ensayar luego de cerrar la puerta. Por primera vez lograba estar a solas con Juanito, así que no bien estuvimos en nuestras posiciones habituales, le puse mi bien parada picha entre sus nalgas y comencé a moverme rítmicamente, haciendo que le recorriera la raja de arriba abajo y viceversa. Esto lo fue calentando y sacando mis manos de “las piernas del enano”, lo tomé de la cintura y lo apretaba cada vez más. Como no protestaba, me separé un momento y me abrí la portañuela y me saqué la picha y se la coloqué por sobre su pantalón y así lo tuve un rato. Él estaba cada vez más desesperado por aquello y recostó sus cabeza sobre mi pecho, disfrutando de lo que le hacía. Sin pensarlo más, le desabotoné su pantalón y se lo bajé, con lo que ahora solamente nos separaba su calzoncillo y entonces el mismo se lo bajó y tomando mi rabo con su mano, se lo pasaba por entre sus nalgas, deteniéndose un rato en su culo. Yo siempre he sido de los que echan abundante líquido preseminal y en aquellos momentos le tenía bien lubricado todo su culito.
Comencé a tratar a metérsela, pero la posición era incómoda. Él también lo quería, pero tras aquella armazón no lo lográbamos. Entonces, como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, salimos de allá atrás, fuimos para la litera de abajo y terminamos de quitarnos la ropa. Él se acostó boca abajo y abrió bien sus piernas. Yo me subí sobre él y le coloqué la picha en el mismo centro, pero solamente lograba penetrarle una parte de la cabeza porque faltaba lubricación, él pujaba porque le dolía, pero subía sus nalgas para que fuera más fácil. Entonces le puse saliva en su culo y me ensalivé la tranca completa y volví a la carga. Entonces comenzó a entrarle poco a poco. Yo estaba más que desesperado, pero trataba de írsela metiendo poco a poco. La entraba un poquito y se la sacaba, volvía a empujar y entraba otro poquito y así hasta que le tuve toda la cabeza dentro. La tuve allí un ratico para que se fuera habituando y se la saqué de nuevo y la volví a ensalivar. Se la volví a meter y a sacar unas cuantas veces, pero tratando de que cada vez le entrara un poquito más. Este mete y saca nos tenía locos a los dos. No sé cuánto estuve en eso hasta que logré que le entrara hasta los mismos cojones.
Entonces me quedé acostado sobre él sin moverme hasta que sus movimientos de cadera me indicaron que quería que continuara. Seguí metiéndosela y sacándosela hasta la mitad o un poco más hasta que sentí que era inevitable la eyaculación y entonces comencé un movimiento frenético y él me decía que así le gustaba, que siguiera, que le diera más, hasta que me vine largamente dentro de él e increíblemente, sin habérsela tocado, Juanito también eyaculó sobre las sábanas. Nos quedamos un rato en esa posición hasta que me pidió que se la sacar. Lo hice y nos fuimos a bañar, pues en cosa de una hora tendríamos que ir al comedor, ya que servían el almuerzo y por la tarde comenzaban las presentaciones a las que todos debíamos asistir.
Nos bañamos juntos y yo continuaba con una erección que no se bajaba. Sin decir palabras, Juanito se agachó en la bañadera y me dio la primer mamada de mi vida. No tenía práctica y a veces tenía que decirle que tuviera cuidado con los dientes, pues me lastimaba, pero fue ganando en experiencia y se la metía todo lo que podía y como yo no soy un superdotado, llegó el momento en que la tenía toda en su boca. Me miraba con ojos pícaros mientras lo hacía y eso me desesperaba. Luego se la sacaba, le pasaba la lengua, se la pasaba por la cara, le daba besos, en fin, que no sabía que hacer con una pinga frente a su rostro. Así estuvimos hasta que en una de esas chupadas, me vine de nuevo en su boca. Esto no le gustó mucho y la escupió, se enjuagó la boca en la ducha y dimos por terminado “el ensayo del día”. Nos secamos, nos vestimos y salimos a almorzar. Luego fuimos para ver las primeras presentaciones, pues a nosotros nos tocaba al día siguiente y por la noche, volvimos a tener otro largo ensayo, pero esta vez se la pude meter sin tanto problema. Ese fue el inicio de una larga relación que duró como 6 meses y en la que casi a diario, Juanito me daba unas mamadas que me dejaban totalmente desfallecido y cuando había oportunidad, se la metía por el culo, pero eso era en pocas ocasiones, pues no teníamos un buen lugar donde pudiéramos desvestirnos y lograr una penetración sin temor a que nos descubrieran. Luego cada uno fue continuar sus estudios para un lugar distinto y supe que después de aquello, Juanito se volvió un aficionado tal a las pingas, que fueron pocos los varones de su grupo de estudio que no saborearan su caliente culito y su deliciosa manera de mamar.
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