Finalmente me sacaron el diablo, y también me comieron el culo.
Un tipo tiene una racha de mala suerte, y su tía abuela lo manda a que le hagan un despojo, para sacarle el demonio, que tiene dentro .
Esto que me ha pasado, hasta a mí mismo, me costaría mucho trabajo creerlo, de no haber sido que me sucedió a mí.
Me pueden llamar Pepe, tengo treinta y tantos años, estudié y me gradué de Ingeniero estructural, por lo que para mí todo se reducía a cosa de números, formulas, comprobaciones, en fin, era un fanático de mi propia carrera.
Me casé, pero de la noche a la mañana, todo me comenzó a salir de mal en peor. La empresa de construcción para la que trabajaba, sin aviso previo prácticamente se fue a la quiebra, por lo que, con un gran dolor en el alma, el dueño de la compañía me despidió.
Mi mujer al verme sin trabajo, sencillamente se buscó un amante, que le proveyera las cosas materiales que yo no podía, aparte de otras, que yo si podía, pero que ella no quería.
Me vine a enterar de eso el día que recibí la demanda de divorcio, cuando acudo a la cita ante el juez, me la pusieron así de fácil. O me divorciaba por mutuo acuerdo, dejándole casi todo a ella, o la demanda era por trato cruel, mal trato físico y emocional, aparte de las costas de los abogados, y de igual forma quedarme en la calle.
Me fui por la más sencilla, el mutuo acuerdo, apenas y pude sacar del que era mi apartamento, mi ropa y alguno que otro objeto de uso personal.
Por no tener donde alojarme, terminé en casa de una tía abuela, muy buena gente, pero como toda persona vieja, tenía sus achaques he ideas raras. Desde que llegué no hizo otra cosa, que hablar de mi mala suerte, que me encontraba cruzado (creo que eso es algo malo, por lo que entiendo), que me debía dar unos baños para hacerme un despojo y sacarme ese demonio que producía esa mala racha que tenía, y cosas así por el estilo.
En su habitación tenía una especie de pequeño altar, con una gran cantidad de figuras de santos, crucifijos, indios, negros, estampas de yo no sé qué reina o vírgenes, en fin, de todo.
A los pocos días de haber llegado, me mostró una vela negra que se encontraba atada por tres cintas rojas y dos negras, sobre un pequeño plato lleno de agua. Con gran aspaviento, me señaló sin decir nada, una figura que se había formado sobre el agua, debido a la cera derretida.
Para mí, solo era eso cera derretida, pero ella creía ver la cara de un feo demonio, como después me dijo al salir de la habitación. Que de paso esa noche no durmió en su cuarto, lo hizo en mi habitación y yo dormí en la sala. Diariamente me concentraba en buscar trabajo, o pequeños contratos, para volver echar hacía adelante, pero nada.
Para colmo de males mi viejo auto se dañó, me cortaron el teléfono celular, por falta de pago. Todo me iba de mal en peor. Hasta que un viernes en la tarde, mi tía abuela me dice, que me tiene la solución a mis problemas, que me prepare ya que pasarían por mí a buscarme.
Que solo preparara una muda de ropa completa incluyendo zapatos, medias y ropa interior, así como un pantalón y camisa, aparte de una toalla. Ante su solicitud, le pregunté para que, y me respondió, que para sacar ese mal espíritu que mi mujer me había dejado.
Como realmente, yo no pagaba nada en su casa, comía de gratis, y ella hasta me daba dinero para poder llegar a las entrevistas, no tuve el valor de decirle que no, que no creía en esas cosas. Como a eso de las siete de la noche llegó un auto, y ella me llevó personalmente hasta el chofer, y le entregó un buen rollo de dinero, diciéndole esto es para la limpia que le deben dar, lo demás se los doy cuando él regrese.
Durante el trayecto, el conductor casi y apenas habló, después de tres horas de viaje, llegamos a un sitio indeterminado, en medio de las montañas, donde se encontraban una gran cantidad de vehículos estacionados, pero no se veía ni un alma.
El conductor, tomó mi ropa y la guardó en el baúl del auto, diciéndome que por los momentos no la necesitaría. Luego comencé a seguirlo de cerca de medida que se adentraba en la espesura de la selva. Comenzamos a pasar varios riachuelos, pero antes de entrar, él se detenía hacer una especie de conjuro, como pidiendo permiso o algo así por el estilo.
Mientras que yo me limitaba a repetir lo poco que le llegaba a entender. Eso lo hicimos como unas cinco o seis veces, a medida que avanzábamos fui viendo fogatas, y gente en ocasiones como rezando, en otras bailando, fumando tabaco o bebiendo ron, el cual realmente no se lo bebían, sino que se lo rociaban a otra persona, pero soltando un buche de la boca.
Finalmente llegamos a nuestro destino, una gran fogata que en nada se diferenciaba de las demás, salvo por la gente, pero básicamente hacían lo mismo.
Al llegar un hombre de aspecto algo raro, en pantalones cortos y con una gran cantidad de cintas y plumas de colores atadas en sus brazos y cabeza, me ordenó que me quitase la camiseta que cargaba puesta, la que sin decirme nada, luego de pasarla por todo mi cuerpo, la tiró al fuego, posteriormente comenzó a rociarme el ron sobre mi pecho y espalda, me ordenó que me diera varios tragos, por un buen rato esperé sentado sobre un tronco a que me llamasen, y cuando lo hicieron apenas me paré frente a la fogata, un par de mujeres una gorda y una flaca, semidesnudas me terminaron de quitar los pantalones, zapatos y medias, los que de igual forma, los pasaron sobre mi cuerpo y los tiraron en la gran fogata donde se quemaron frente a mí, ya mi acompañante me había dicho que eso sucedería, por lo que no me tomó tan de sorpresa.
Ya la mayoría de las demás fogatas se habían apagado y las personas a su alrededor se debieron haber marchado, cuando me ordenaron tirarme al suelo sobre la tierra, las dos mujeres diciendo cosas que yo no entendían comenzaron a pasarme aceite de coco por todo mi cuerpo, incluso hasta en cierto momento me quitaron los interiores, lo que en parte me hizo sentir bastante avergonzado, por estar del todo desnudo ante ese grupo de cómo veinte personas entre hombres, mujeres, y niños.
Pero además me continuaron dando ron para que lo bebiera, y de cuando en cuando me hacían fumar un inmenso tabaco, que su solo olor me mareaba.
Desde ese momento todo cambio, se dedicaron a mi exclusivamente. Un grupo de cómo dos hombres y tres mujeres me daban con unas cintas por todas las partes de mi cuerpo, diciendo cosas que yo realmente no entendía.
Al principio no me molestaban, pero cuando las cintas se fueron mojando con el aceite que tenía en abundancia sobre mi cuerpo, me comenzó a arder donde me daban con las cintas, como si fueran pequeños latigazos.
Llegó una mujer joven, pero sin la mayoría de sus dientes, y sin decirme nada, agarró mi verga y se la puso a mamar, que, en cosa de segundos, hasta me sorprendí de verlo erecto, pero ella continuaba mama que mama, pero yo sin llegar acabar. Fue cuando tras la fogata volvió el hombre de pantalones cortos, y dándome un fuerte empujón me tiró al piso.
Cuando traté inútilmente de levantarme, bastante molesto por lo sucedido. Algunos de sus ayudantes me sujetaron de pies y brazos. Obligando a que me quedase boca abajo, en contra de mi voluntad.
Ellos me separaron las piernas, mientras que él continuó regando bastante aceite de coco, sobre mi desnudo cuerpo. Lo sentí colocarse tras de mí, y en ese momento dolorosamente sentí que algo me penetraba por el culo, el dolor fue insoportable.
A medida que él hacía eso, las mujeres bailaban frente a mí terminando de quitarse la poca ropa que les quedaba puesta, y moviendo sus cuerpos a mí alrededor, yo en mi desesperación maldecía la hora en que le hice caso a la vieja loca de mi tía abuela.
Pero mientras tanto el hombre de pantalones cortos me seguía introduciendo y sacando su verga de mi cuerpo. Pero llegó un punto que dejó de molestarme el dolor, aun me sentía mal por lo que me sucedía frente a ese grupo de personas, pero al mismo tiempo daba gracias a Dios de que no conocía a ninguna de esas personas.
Por un buen rato él siguió metiendo y sacando toda su verga de mi cuerpo, hasta que antes de venirse la sacó del todo de mis nalgas y sentí las gotas de su semen sobre mi cabeza y nuca. Yo pensé que todo había terminado, pero no fue así.
Me medio levantaron, y nuevamente la joven me comenzó a mamar de nuevo la verga, pero apenas comenzaba a ponerse dura de nuevo ella dejó de hacerlo, y nuevamente me volvieron a poner la cara contra la tierra.
Un segundo tipo algo más viejo que el primero, se colocó tras de mí, y me introdujo su miembro dentro de mis nalgas. A diferencia del primero el dolor fue pasajero, pero además yo como que también comencé a disfrutarlo, en medio de todo movía mi culo sabrosamente contra su cuerpo, mientras que él me lo enterraba y sacaba a gusto y gana.
Hasta que al igual que el primero, soltó toda su carga de semen, pero en lugar de mi nuca sobre el centro de mi espalda. Casi de inmediato nuevamente la joven, se volvió a poner a mamarme la verga, y cuando ya estaba casi por acabar, ella se retiró.
Fue cuando un tercer hombre se colocó tras de mí, y sin necesidad de que me sujetasen, me penetró sabrosamente. Este a diferencia de los dos primeros, era un negro grande, algo gordo, pero mucho más dotados que los dos primeros.
Mientras me estuvo dando por el culo, lo he disfrutado de verdad, verdad, me movía con fuerza, hasta que antes de venirse al igual que los dos primeros sacó su verga, pero me acabó sobre las plantas de los pies.
Al retirarse la chica volvió a meterse mi verga en su desdentada boca, y en menos de lo que canta un gallo, yo también me vine, por completo dentro de su boca, al terminar la vi correr a la gran fogata y escupir todo lo que me había chupado de manera tan sabrosa. En esos momentos sentí, como si un gran peso se quitaba de todo mi cuerpo, me sentía liviano. Tras lo cual, se formó una gran algarabía entre los presentes.
Me volvieron a dar ron, y fumaron más tabaco a mí alrededor. Tan agotado estaba, que me quedé como mareado, mejor dicho casi dormido, la mayoría de los presentes se retiró, todos menos uno que comenzó a caminar a mi alrededor varias veces, diciendo cosas que al igual que las veces anteriores no entendía ni jota, se colocó tras de mí y me penetró divinamente, por un buen rato me estuvo dando verga por el culo, al tiempo que yo, no sé de dónde saque la fuerza necesaria, pero movía mi culo con fuerza contra su cuerpo, pero antes de venirse la sacó y tomándome por el cabello, sencillamente me puso a mamar, hasta que finalmente acabó dentro de mi boca casi obligándome a tragar la totalidad de su semen, y posteriormente se retiró.
Ya en la madrugada cuando comenzaba a salir el sol, mi guía regresó, y me ordenó que me bañase en una de las frías posas del riachuelo, me entregó un gran jabón azul, y hasta que a él no le pareció suficiente no me dejó salir del agua.
Tras bañarme ya casi hasta el cansancio me entregó la toalla, y luego mi ropa que había traído. Luego que me vestí, a medida que caminábamos de regreso al auto, me fue explicando algunas cosas, me dijo. “La chica es una elegida que trata de sacarme el diablo, pero como no salía había que meter algo así como un santo o un ángel, dentro de mí para que ayudase a la muchacha a sacarme ese demonio.”
Algo así de simple como eso, pero al yo comentarle, que el diablo que había tenido dentro debía haber sido uno bien fuerte, me dijo que no, que solo hicieron falta tres santos para sacármelo.”
Cuando le escuché decir que solo fueron tres, ingenuamente le dije que habían sido cuatro, el me respondió tratando de ocultar la risa. “Sí, fueron tres, el cuarto sencillamente fue un aprovechado, y como vi que usted no se molestó lo dejé que terminase, al escucharlo me morí de la vergüenza.”
Cuando regresé a casa de mi tía abuela, le conté, pero sin detalles que había pasado, en el fondo sabía, que ella creía que todo eso era por mi bien, pero justo antes de irme a dormir, me preguntó con cierta picardía y malicia. “Cuantos santos necesitaron para sacarme el demonio.
Automáticamente le respondí que tres, ella se quedó pensando, y me comentó que pensaba que le habían dicho que cuatro, a lo que nuevamente algo nervioso le respondí que tres solamente, y me fui a dormir.
Pero como a la semana, ella falleció mientras dormía, al parecer de un ataque al corazón. Ustedes pensarán que suerte más mala me tocó, pero les diré que desde la noche que me comieron…perdón que me hicieron el despojo, todo comenzó a cambiar.
Recibí una oferta de asociarme con mi antiguo jefe, con el fallecimiento de mi tía abuela, recibí su herencia, ya que como había sido su compañero durante los últimos días de su vida, me nombró su heredero universal.
La casa, y otras propiedades, su auto, y una buena cuenta bancaria, aparte de unas acciones de un fideicomiso. Pero también desde esa fecha, con regularidad asisto a la montaña, para que de cuando en cuando me despojen.
Aunque ustedes no lo crean, en ocasiones he necesitado de hasta más de seis santos para que lo logren.
¡Ay, yo creo que también necesito que me saquen el diablo! No se cuantos santos necesitaré, pero creo que 5 o 6 sí los voy a necesitar.