Follada entre cuñados.
Un día antes de casarse, Carlos termina follándose a su cuñado Jonan en su despedida de soltero..
Jonan se encontraba en la despedida de soltero de su cuñado, el cual se casaría al día siguiente con María, una chica que siempre había sido bastante independiente y problemática, sin hablar de lo puta que podía llegar a ser, Jonan estaba seguro de que su pobre cuñado tenía más cuernos que un alce.
María era la que llevaba los mandos en la relación, era ella la que decidía cuando y cómo se hacían las cosas, también era la que decidía si su novio podía salir o no con sus amigos y a las horas a las que debía llegar. Carlos, que así se llamaba el pobre chico, estaba totalmente anulado, su ego de macho estaba por los suelos y su dignidad como hombre ya no existía.
Carlos estaba un poco gordito y tenía un angelical rostro adornado por una caliente barba muy bien arreglada. Pero para María no era lo suficientemente hombre; si pensara diferente, no se habría follado a aquel guardaespaldas de la discoteca, tampoco a uno de la pandilla de Carlos ni a su entrenador personal. Carlos no estaba al tanto de aquellas infidelidades, estaba completamente ciego, hasta que su querido cuñado decidió abrirle los ojos.
— ¿E-es ella? — Preguntó el pobre Carlos con sus ojos cristalizados y su varonil voz entrecortada.
— Sí, zorreando como siempre.
En el vídeo que Jonan le estaba enseñando a Carlos la protagonista era María, la cual se encontraba mirando con deseo al pedazo de hombre que estaba bailandole sensualmente. Las amigas de María le habían organizado la despedida de soltera en un «Boy’s», aquellos maravillosos establecimientos donde se pagaba a un macho para que te hiciera un striptease, y, dependiendo de la cantidad pagada, algo más que un simple baile.
Carlos miró especialmente dolido como su prometida estaba faltándole el respeto delante de todo el mundo, actuando como si no se fuera a casar al día siguiente.
— Carlos, ¿estás bien? — Preguntó Jonan fingiendo una falsa preocupación, pues su plan estaba funcionando.
Desde que lo conoció, Jonan se quedó prendado de su cuñado; ese bello y masculino rostro, su gordito cuerpo y las varoniles actitudes que tenía al principio de la relación con María eran lo que le había enganchado a él. Aquellas actitudes habían sido eliminadas con el paso de los años, ya que María lo había anulado completamente como hombre hasta dejarlo como un sumiso sin personalidad. Jonan sentía la responsabilidad de que el macho interior de Carlos renaciera, y estaba decidido a conseguirlo.
— N-no… Pero, ¿cómo puede hacerme esto…?
— La culpa es tuya, eres un calzonazos que se ha dejado dominar por ella. Eres un hombre coño, imponte.
— ¿Y cómo hago eso, eh?
— Deberías empezar por devolverle todos los cuernos que te ha puesto, follate todo lo que se mueva.
— ¿Qué? Pero… si eso está mal, mañana me caso y-
— Que le den por culo, si María no te respeta, tienes derecho de follarte a quien te salga de los huevos. Tú estás demasiado bueno como para serle fiel a la puta de mi hermana.
En aquel momento, algo dentro de Carlos despertó, hacía mucho que no lo elogiaban de esa manera. Jonan tenía razón, ¿qué coño estaba haciendo? Él debería estar follando por ahí y no llorando por una simple puta. Él era un hombre, un macho que no le debía explicaciones a nadie.
— Tienes razón, vamos, a ver si encuentro alguna zorra para follar aquí.
Carlos quiso pasar a cazar a la pista de baile, pero fue detenido por Jonan, el cual lo atrajo hacia él y decidió enredarlo más de lo que estaba.
— Follame a mí.
— ¿Q-qué?
— Que nos vayamos de aquí y me revientes el culo, tengo antojo de polla.
El simple contexto y la forma de hablar de Jonan fueron suficientes para poner cachondísimo a Carlos.
— ¿Se te ha olvidado que yo no soy marica Jonan? — Dijo Carlos con su varonil voz en estado ronco.
Carlos había sido totalmente seducido por su cuñado, había caído en sus garras sin especial complicación, pues cuando una puta se te ofrecía así, fuera un maricón o una mujer, había que ser un hombre y follarse aquel agujero que le estaban ofreciendo sin importar el dueño de este.
— ¿Me vas a decir que no? Carlos, se me está abriendo el culo solo de pensar en como debe ser cabalgarte, no puedes dejarme así. Necesito un hombre entre mis piernas, follame.
Para cuando quiso darse cuenta, Carlos se encontraba sentado en uno de los váteres interiores de los baños de la discoteca mientras veía desesperado como su cuñado le abría la bragueta del pantalón.
En cuanto el rabo de Carlos estuvo fuera, Jonan lo engulló casi de inmediato, pues se había enamorado de aquella polla a primera vista; grande, gorda y con el vello que caracteriza a un macho. Jonan abrió la boca todo lo que pudo; empezó a envolver su glande con los labios, su lengua recorría todo su contorno saboreandolo. Jonan le echó mano a los huevos de su cuñado, manoseandolos en el acto. Jonan iba introduciendo aquel pedazo de carne en su boca poco a poco.
Él puso sus manos en sus caderas, aguantando la increíble mamada que le estaba dando su querido cuñado, evitando gemir fuerte. A veces sus miradas se cruzaban, añadiéndole más morbo a la historia. Jonan se sacaba el rabazo de Carlos de su tibia boquita, lo pajeaba con las dos manos y se lo volvía a meter, cada vez chupando más fuerte, haciendo que le llegara hasta la garganta. Lo estaba haciendo gozar. Cuando se cansó de chupar, Carlos soltó un rabioso gruñido que hizo que las piernas de Jonan temblaran, un gruñido territorial que expresaba: «¿Quién coño te ha dicho que pares?»
Pero Jonan, desesperado por más placer, tenía otros planes. Jonan se quitó los pantalones junto con sus calzoncillos y se sentó como pudo en los muslos de Carlos, se lubricó un poco con sus dedos ensalivados y miró orgulloso la cara de placer de su cuñado al sentir su culo envolver su gran polla, devolviéndolo al sentimiento de ser un hombre como era antes de estar con María.
Era tal el calentón de Jonan que no le dolió demasiado el metérsela sin casi lubricación, aunque, el hecho de que antes de la despedida de soltero hubiese sido empotrado por el negro de su amigo pues también influía. Por otra parte, Carlos pensó que estaría bajo el yugo abusivo de aquella mujer por toda la eternidad, pero no, ahí estaba, con su cuñado agarrándolo de sus anchos hombros mientras saltaba como un conejo sobre su gorda polla con una habilidad maestra.
Jonan estaba hecho un completo desastre; sonrojado, despeinado, desnudo y saltando en la polla de su cuñado bien duro mientras este era un desastre de gemidos y gruñidos. Carlos estaba flipando, no lo follaban así desde hacía años, el culo de Jonan apretaba su polla tan bien que no evitó el deleite de echar su cabeza sudorosa hacia atrás y gruñir de satisfacción.
Carlos pasó de dejarse hacer a agarrar la delgada cintura de Jonan y comenzar a reventarlo él mismo. Jonan soltaba agudos gemidos y gritos, la fuerza con la que su cuñado golpeaba su punto G estaba haciéndole temblar del gusto, vaya hombre se estaba perdiendo la zorra de su hermana.
Después de saciar su sed de dominación, Carlos dejó que Jonan retomara el ritmo y aquellos placenteros saltitos que lo habían encandilado. Habían perdido la noción del tiempo, no sabían cuanto llevaban allí dentro, en aquel diminuto cubículo en el que Jonan estaba brincando en el pollón del prometido de su hermana. Pero definitivamente el tiempo comenzaba a hacer mella en ellos, pues Carlos sentía como estaba cada vez más cerca de llegar al orgasmo y Jonan estaba reprimiéndose para no tocarse, pues si lo hacía terminaría al instante.
— J-jonan… — Gimió el mayor, quien sabía que no iba a durar mucho más.
Carlos deseaba tanto preñar a su cuñado, dejar marcada a aquella puta como suya y sentirse realizado como hombre, como macho.
— ¡J-jonan, p-para que me corro!
— ¡¿De eso se trata no?! ¡Venga! — Respondió Jonan sin dejar de cabalgar a su cuñado. Quería su semen, lo necesitaba.
— ¡Ahg! ¡Maldito maricón! — Gruñó Carlos comenzando a correrse a montones en el apretado culo de su cuñado.
Posteriormente y tras sentirse marcado, Jonan siguió saltando pero esta vez mientras pajeaba su polla. El menor no tardó demasiado en correrse en la barriga de Carlos. Dios, había sido de los mejores polvos de su puta vida.
Cuando se recuperaron un poco, Jonan y Carlos se miraron, y ambos estallaron en carcajadas, la situación había sido tan surrealista como placentera, una auténtica locura, una locura necesaria para que Carlos pudiese volver a ser el hombre que antaño fue. Y el objetivo se había conseguido.
Jonan y Carlos se limpiaron su cuerpo con el poco papel higiénico que quedaba en el cubículo y luego salieron como si nada de los baños, actuando con total normalidad como si no hubiesen follado como cerdos minutos antes.
Muy bueno, mi verga explotó en mis manos con semen a rajatabla (y eso que soy una chica).
Buen relato. Autoconclusivo pero morboso y excitante