FOLLANDO CON LOS ELECTRICISTAS
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Esto que voy a contar aqui me sucedió un tiempo atrás cuando yo trabajaba em una hacienda de camarones.
Resulta que de vez en cuando llegaban dos técnicos de la empresa de electricidad para revisar un equipo que quedaba en la hacienda y los tipos eran guapos y jóvenes que no llegaban a tener los 30 años y Fernando y Gilmar siempre andaban bien juntitos y un día vi al morocho Gilmar, darle a Fernando unos pedacitos de naranja en la boca. Eso me dejó antenado. Comenté lo que había visto con Pablo, el gerente y este me contestó. Ah, esos dos son trolos. Deben ser. Y cuando llegaron una vez a conversar con él, les dio a conocer mis observaciones y conclusiones. Yo pensé que ellos se iban a molestar por eso.
Pero no. Se sonrieron y agregó uno de ellos: -somos caso y andamos buscando otro para hacer un swing. hace días que estamos de ojo en este agrónomo aquí-, dijo Fernando, refiriéndose a mí. –Dudo mucho que Juan acepte hacer swing con ustedes, él no es trolo-, contestó Pablo. –hmmm, yo tengo mis dudas-, dijo Fernando y agregó: -Gilmar, tocale el paquete para ver si está excitado-; Gilmar obedeció y rapidamente se aproximó de mí y para mi sorpresa metió su mano en mi pantalón y enfrente de todos tocó mi verga, que estaba dormida. –está blandita-, dijo Gilmar.
-esos tipos son locos-, yo pensé. Después de ese día los electricistas se quedaron con más confianza conmigo y me hacían bromas eróticas, como por ejemplo, apretarme las tetillas por encima de la camiseta, pasar la mano por mi bragueta, tocarme las nalgas. Debo confesar, todo eso me dejaba loco de deseo. Dejaba mi mente volar y me imaginaba cogiendo con esos dos chamacos. Y el día llegó. Fue un viernes en que el gerente de la hacienda atrasó, mi carro estaba con defecto en el carburador y yo no tenía transporte para regresar a mi casa. Para bien o para mal, los electricistas llegaron. Les pedí aventón. Cuando yo hice eso, ambos muchachos cruzaron maliciosas miradas. Me subí al carro que era una camioneta Toyota con espacio para apenas tres personas. Me cedieron el asiento de enmedio. Luego que salimos estos dos cabrones comenzaron con sus insinuaciones. Fernando, que conducía el vehículo, preguntó:
-¿estás apurado para llegar a tu casa?-
-no-, contesté
-es que a nosotros se nos olvidó un equipo en la casa de apoyo y tenemos que regresar a buscarlo-
-no hay problema-, dije;
a todo esto Gilmar arrimaba su musculosa pierna a mi pierna y deslizaba el dedo meñique por ella. Después toda la mano. Como vio que yo no ponía reparos comenzó a buscar mi tetilla derecha y cuando la localizó la tocó levemente y después me la apretó. Yo suspiré y dije:
-no hagás eso que me dejás trastornado-
-solo te estoy preparando-;
Fernando se rió. Llegamos a la casa de apoyo que se localizaba enmedio de una plantación de caña. Los dos técnicos se bajaron y me invitaron a ir con ellos adentro de la casa. Yo fui y sabía para qué. Mi corazón latía acelerado imaginando lo que iba hacer. Luego que entré, Gilmar, que era el más ganoso, me empujó contra una pared, me arrinconó y me besó en la boca. Fernando le ordenó que se contuviera y pidió que fuéramos al cuarto. Llegando al cuarto Gilmar me empujó y yo caí en la cama, acostado boca arriba. El morocho se posicionó encima de mí con las piernas al rrededor de mi abdomen.
Me besó otra vez. Sentí que Fernando aflojaba la hebilla de mi faja y abría la bragueta. Mi verga saltó semidura. Fernando se la metíó en la boca. Que deliciosa sensación fue esa. El beso del morocho, la boca de Fernando, mmmm, me sentí en las nubes. Ambos hicieron un alto para quitarse la ropa. Yo hice lo mismo. Nos quedamos desnudos completamente. Los dos técnicos tenían bellos cuerpos. El morocho era más musculoso y fuerte, pero Fernando tenía un bello rostro, además de un tórax, abdómen y piernas cubiertos de un pelo rubio y fino como si fuera pelito de bebé. Vi las vergas de los chicos. Fernando dentro de lo normal, un bello falo, blanco de cabeza roja, bien duro. Gilmar era un monstruo. Una enorme morcilla morena, llena de venas, acompañada de sendos cojones negros de escroto grueso. La verga de Gilmar me recordó a la de un caballo. Ambos chicos eran limpios y soltaban un suave perfume. Los dos me hacían cariños, me besaban en el rostro y lamían mi cuerpo. Gilmar se quedó de rodillas y ofreció su verga para que se la mamara. Yo como pude me la metí en la boca y se la chupé. Estaba medio sudada y con olor a meo pero no me importó. Por el contrario, eso me excitó aún más. Fernando para mientras abría mis piernas, levantaba mis nalgas y metía su lengua ardiente en mi ano y yo sentí una nueva sensación y me gustó. Tanto que abrí más las piernas.
Entonces Fernando paró el beso negro, colocó una almohada por debajo de mis nalgas y se dispuso a penetrarme. Mi cuerpo ardía en fiebre. Fernando arrimó su verga a mi ano y empujó. Yo abrí mi culito. Fernando metió la cabeza. Mi respiración ahora era agitada, mi verga parecía de piedra de tan dura y goteaba precum. Fernando inició un delicioso masaje de próstata que me hacía ver estrellas. Y pensaba que no me había equivocado con aquellos dos técnicos. Fernando era muy cariñoso mientras me cogía pues metía su pene con delicadeza mientras besaba mis piés y decía cosas bonitas como que yo era guapo y que tenía un rico culo y que mi olor lo excitaba. Los técnicos me cogían al unísono, uno por la boca y otro por el culo y lo disfrutaban. Yo también. Fernando aceleró las embestidas y avisó que se corría. Se estiró para besar a Gilmar. Y gozó. Yo sentí pues este cabrón rasgó el condón de propósito y me bañó el recto con su semen. Gilmar entonces decidió cabalgar encima de mi verga. Chupó mi verga para lubricarla y después se la acomodó y se la fue metiendo lentamente.
-que hermoso trozo- comentó mientras sentía que le entraba. Que culo caliente que el morocho tenía!. Todos los movimientos quedaron por cuenta de él. Con el movimiento de arriba para abajo su morcillona dura se balanceaba y de vez en cuando golpeaba mi barriga. Como podía, Gilmar apretaba mis tetillas con sus dedos. Que rico sentía. Fernando ahora me besaba y su beso era dulce con leve gusto a cigarro. Metía su lengua y descargaba su saliva espesa en mi boca. Yo me la tragaba. Gilmar disfrutaba de mi verga, se la enterraba hasta el fondo mientras decía:
-que rica verga tenés, agrónomo, parece un hueso de tan dura. cogeme rico, cabrón-; no me aguanté y eyaculé; Gilmar entonces inició una frenética puñeta y gozó también, bañándome la barriga con su esperma. Descansamos. Yo pensé que solo sería eso.
Estaba engañado. Los electricistas querían más. Así sin bañarnos continuamos la joda. Fernando quería ser penetrado por mí. Se puso en cuatro patas y mandó que se la metiera. Yo obedecí. Luego lo tenía ensartado hasta los cojones. Cuando se la metía los testiculos míos chocaban con los de él en una deliciosa colisión que no dolía. Gilmar acompañaba la penetración de cerca por debajo de nosotros dos. Como podía lamía nuestros escrotos. Debo reconocer que los electricistas tenían imaginación.
Después de unos ocho minutos cogiendo yo me corrí y deposité una buena cantidad de mi leche en el culito del rubio. Desfallecí. Pero Fernando queria gozar. mandó que Gilmar lo penetrara. Entonces vi cuán elástico era aquel culo pues se tragó aquella morcillona con la mayor facilidad. Mientras se cogía a Fernando yo besaba a Gilmar y después le ofrecí mi verga. Gilmar me la limpió con su boca. Fernando gozó rapidamente ya que yo lo había excitado antes. Solo faltaba que gozara Gilmar una segunda vez. Mirándome fijamente me dijo:
-quiero probar tu culito-. Receloso yo contesté:
-dejémoslo para otra vez-
-¿estás con miedo? No te va a doler-, me tranquilizó el morocho; después de pensarlo, contesté:
-está bien-. Y me puse en cuatro patas.
Fernando trajo un lubricante y metió uno, dos, tres dedos. Me dolió un poco. Después de la preparación el morocho arrimó su morcilla. Presionó, la cabeza entró. Estiró mi esfinter al máximo y yo quise llorar. Estaba angustiado. Fernando llegó cerca y me ofreció su verga para que se la mamara. Yo lo hice y me distrajo un poco. Olvidé el dolor. Gilmar deslizó su polla morena hasta que sus testículos tocaron mis nalgas. Sentí sus pelos. En ese momento preguntó:
-¿te está gustando?-, como tenía la boca ocupada mamando la verga de Fernando, me limité a mover la cabeza afirmativamente. Fue una señal. A partir de ahi el morocho inició violentos movimientos de metisaca y reventó mi culo. Me sacó sangre.
Los tres disfrutábamos como locos, era un placer del bueno. Que joda. Yo sentí que estaba gozando como en sorbitos a cada embestida de Gilmar. Una babita fina salía de mi uretra y la sensación era muy buena. Gilmar gozó después de cogerme como por unos cinco minutos. Fernando tambíen gozo en mi boca. Queria que me tragara su sêmen. Pero no quise. Lo escupí en el suelo. Descansamos. Los técnicos me besaron con ternura y me preguntaron:
¿querés ser nuestro caso?-
-no, no quiero. Soy casado, tengo una familia_
-nosotros también tenemos y eso no nos impide…-
-voy a pensarlo-. Prometí.
Me encontré con los electricistas varias veces pero luego tuve que mudar de empleo y les perdí la pista. Pero nunca los olvidé. Hasta ahora disfruto recordando esas cogidas. Y me excito mucho.
Fin.
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