Follando en el baño del instituto
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Holden.
Hola a todos vosotros los que leéis en este lugar, es un gusto saludaros. Me llamo Fernando, mido 1.78, cabello castaño oscuro, ojos aburridamente negros, cuerpo normal, no hago ejercicio con pesas, aunque si salgo a trotar para estar en forma.
Paso por aquí a contar mi historia… pero antes.
Desde niño siempre supe que lo mío eran los tíos. Recuerdo una clase de educación sexual, cuando hablábamos del órgano femenino y el masculino, mi atracción por el del hombre no tenía nada que ver con que yo también lo tuviera, no, era que me gustaba. Ya un poco más grande me di cuenta que me gustaban las pollas, que quería chupar una, o tener una en el culo. Lo cual me llevó a buscar mis primeras experiencias, pero eso no es lo que quiero contar precisamente.
Vivo sólo con mi papá, mi mamá vive con otro viejo con pinta de oso y tiene dos hijos más. Nadie sabe que soy gay, excepto las personas con las que he sostenido relaciones, que dan un total de tres, tampoco es que se me note demasiado.
Hay un tío, hijo de unos amigos de mi papá, el típico tío que a pesar de que está forrado en billetes, se viste y actúa como un gamberro. De esos que se la dan de ser muy machitos y que se les nota la chulería por encima de la ropa. Aunque yo si lo admito, él está buenísimo, es alto, no tan fornido pero si se le marcan los músculos, cabello castaño claro y ojos verdes.
Ese idiota no me gustaba, es más yo le odiaba porque siempre se la pasaba metiéndose conmigo, casi que desde parvulario. Por cosas del destino, siempre hemos estudiado juntos, aunque nunca nos hemos mesclado. Yo soy el que entrega las tareas a tiempo y a veces hasta me saco un sobresaliente, y él por supuesto es del tipo que apenas y logra pasar. En las fiestas en mi casa o en la de un amigo de mi papá, él siempre estaba, lo cual era molesto porque tanto sus papás como el mío, nos hacían saludar. Él siempre se olió mi orientación sexual, porque muchas veces en el instituto me insinuaba cosas, pero no con la intención de provocarme o excitarme, sino, para molestarme y humillarme. Así se convirtió en mi acosador.
Siempre que lo veía en clases, en el pasillo o la hora del almuerzo, él se tocaba las pelotas disimuladamente, yo sabía que era para molestarme, por lo cual le ignoraba. Él siempre estaba solo, tenía amigos, claro, pero nunca andaba con ellos, con semejante actitud eso no me extrañaba.
Todo ocurrió en una jornada ambientalista en el instituto, yo estaba con el grupo de siembra de semillas y él en el de limpieza de las áreas verdes, por lo que estábamos casi en el mismo espacio, sólo que cada uno en su trabajo. Yo tengo una amiga que lo mencionaba cada dos por tres, que si estaba guapísimo, que mira sus brazos, que se ve sexy cuando se pasa la mano por la frente… a ella le gustaba él. Tuve que mandarla a callar en una de esas, y ella a modo de venganza, me lanzó las semillas que tenía en la mano, pero como también tenía tierra, me entró en los ojos, y me levanté de repente llevándome las manos a la cara, las piernas se me enredaron y perdí el equilibrio, hice lo que pude para no caerme, pero fue inevitable, lo bueno, el abono amortiguó mi caída, lo malo, todos se estaban riendo.
Mi amiga me ofreció una disculpa y me ayudó a levantar. Fui al baño para cambiarme de ropa y lavarme un poco. Como era sábado, el instituto estaba vacío, sólo estaba nuestra clase, por lo que el baño estaba solo. Por esa razón no me molesté en entrar a un cubículo. Yo antes de quitarme la ropa, me acerqué a uno de los urinarios y me la saqué y empecé a mear mientras silbaba. En eso, alguien se me acerca, yo seguí como si nada, tenía la vejiga a reventar. Me puse tenso cuando le vi entrar, ya sabeís de quien os hablo. Él se la sacó de lo más tranquilo, yo no pude evitar verle de reojo, el muy calentorro la tenía semierecta, se veía grande, yo rápidamente me hice el duro. No lo veas, no lo veas, no lo veas.
Él: ¿Qué me ves, marica?
Yo: La polla, tío, ¿Lo notas?
No era la primera vez que discutíamos porque él creía que le miraba mucho, pero era su culpa por estar tocándosela frente a mis narices, él mismo me provocaba, que se la aguante.
Él: Serás marica, ¿Quieres que te joda la boca?
Yo: Usa tu sucia mano, cabronazo.
Él: Venga, que estamos solitos.
Debí salir pitando de ahí pero no, me quedé. Él se la empezó a tocar descaradamente frente a mí y yo no quería verla, pero se le estaba poniendo aún más grande y ¡Puta sea! Él estaba para comérselo entero y yo no soy de piedra.
Yo: Sólo eso te faltaba, querer andarte de regalado, macarra de mierda.
La cara se le puso roja, yo di dos pasos atrás, el era el doble de ancho que yo, y al menos dos cabezas de alto, meterme en una pelea con él, en un baño solitario no era buena idea, teniendo en cuenta que soy un muñeco de trapo y que él casi un asesino. No me importaba dejar mi ropa ahí, total, mi vida era más valiosa.
Él: ¿Quieres morir? Dímelo y te rompo el cuello.
Yo: ¡Que te den por el culo, mamón!
Yo me di la vuelta, y cuando me agaché para recoger la mochila, él pasó su brazo alrededor de mi cuello y me jaló hacia atrás, fue ahí que se la sentí completamente pegada a mis nalgas, todavía la tenía dura, ¡Durísima! Me estaba dejando sin aire. Yo pataleaba para que me soltara pero él era muy fuerte, pretendía romperme el cuello de verdad ¡Mierda! Me iba a matar.
Yo: ¡Suéltame, que me duele, no respiro, no respiro!
Mis pies casi no tocaban el piso, me estaba quedando sin oxigeno y el pecho me quemaba, me estaba desesperando. Entonces se la apreté, fue a modo de defensa lo juro. Mis uñas estaban algo largas así que le hice daño porque me soltó en seguida y se llevó las manos a la polla, que obviamente había perdido dureza.
Él: ¡Eres un puto, me vas a dejar sin nada!
Yo: Agradece que no te he reventado las pelotas.
En realidad por dentro estaba cagado pero no se lo iba a demostrar porque iba a salir perdiendo.
Él: Me está sangrando.
Yo: Tengo dedos, no garras.
Él: ¡Que me está sangrando!
Yo: ¿En serio?
Él: Me la cortaste.
Yo tragué saliva, al momento de apretársela, por el miedo no me di cuenta si lo hice con fuerza, pero tampoco creo que fuese para tanto, sin embargo él estaba pálido.
Yo: Lo siento, lo siento, ¿Te duele mucho?
Él arrugó la cara y gimió, entonces le creí, ¡Mierda, mierda, mierda! Lo había dejado sin polla. Yo me le acerqué con la intención de ayudarle.
Yo: Déjame ver.
Lo que pasó después no me lo esperaba. Él me tomó del cabello haciéndome pegar un grito de dolor, fue empujando mi cabeza hacia su entrepierna, obligándome a estar de rodillas. Yo traté de soltarme pero él tenía fuerza, sentía que me arrancaba el pelo. Ya antes había peleado con él pero esto era estúpido.
Yo: ¡Suelta, suelta, que duele! ¿Por qué me haces esto?
Él: Porque quiero que me la chupes.
Quedé algo sorprendido, no sabía si creerle.
Yo: Entonces suéltame, ¿Vale?
Él: Te vas a ir si te suelto.
Yo: No, no, lo haré.
Él: No me jodas, ¿En serio?
Él me soltó. Yo quedé frente a él, no sabía si debía seguirle el juego, sin embargo la idea tampoco me molestaba. Miré a los lados para cerciorarme de que estuviésemos los dos solos.
Yo: Si intentas pasarte te juro que…
Él: Venga ya, arrodíllate.
Él se bajó el pantalón y ¡Madre mía! Si que estaba bien equipado el tío este, no sólo estaba de lujo sino que la tenía bien grande. No era la primera vez que le hacía un oral a alguien, pero para ser la tercera polla que iba a probar, no tenía tanta practica con una de ese tamaño, obviamente no eran más de 20 cm pero rondaría los 18, quizá los 19, y vale, lo admito para mí era impresionante. Esa espinita que le tenía, no me dejaba metérmela a la boca, yo quería, claro que si, si la tenía bien dura en mis pantalones, pero no sé, yo lo veía medio humillante, quizá por sus constantes ataques a mi hombría. Se le paró completamente, él mismo se estaba masturbando frente a mí sin el más mínimo pudor, mordiéndose el labio, él era erótico y muy provocativo con esa pinta de niño malo. Me ardían las mejillas.
Él: Se me cansa la mano, cométela ya.
Fue ahí cuando me agaché y se la agarré, era muy claro que yo no lo había lastimado, si la tenía bien roja, pero nada más. Era gruesa, se le saltaban las venas, unas moradas, otras casi verdes. Él se depilaba porque sentí sus vellos a medio crecer cuando se la toqué.
Él: Entera, no quiero ver que se te escape algo.
Yo: Un comentario más y te la muerdo, no estoy jugando.
Él se rió, entonces dejó escapar un gruñido cuando me la metí a la boca de un bocado, completa, hasta la base, sentí su glande tocarme la garganta y el sabor de su polla en la punta de mi lengua. Me la saqué cuando sentí la arcada del momento. Le vi a la cara y él me miraba fijamente con esos ojos verde oscuro que tenía, estaba sudando y tenía la cara roja.
La situación era así, estaba de rodillas chupándole la polla al tío que me hacía bullying, él estaba recostado de la pared, levantándose la camiseta del uniforme para poder verme bien a la cara.
Me la volví a meter enterita, hasta las pelotas ¡Mierda, como me gustaba! Con mi mano empecé a jalársela con descontrol mientras dejaba únicamente el glande dentro de mi boca. Su presemen empezaba a inundar mis papilas gustativas con ese saborcito salado como el agua del mar. Él sabía como el mar.
Él: ¡Joder! Así, si, entera Fer, entera.
Él mismo me jalaba del pelo y me la hundía hasta el fondo, con fuerza, se me iba el aire. Sabía que esto iba a ser así, el tiene esa pinta de dominante que no se borra con nada, pero a pesar de que era yo el que se la estaba mamando ahora de rodillas, me sentía el amo, el que mandaba. Le llevé la contraria y me la saqué de la boca, dejando un hilillo de saliva entre la cabeza de su polla y mi boca. Bajé y le pasé la lengua por las bolas, sentí lo puntiagudo de su vello, pero a la mierda, yo estaba cachondo hasta las trancas. Me metí un testículo a la boca y se lo succioné con ganas mientras con mis manos le apretaba las nalgas, cosa que él trataba de evitar, pero yo seguía.
Él: Mira lo que haces con esa boquita, sigue, hazme correr.
Volví a masturbarle mientras le daba lengüetazos a todo el glande que ya estaba de un rojo intenso. Él se la agarró con las manos y me la pasó por toda la cara, golpeándome con ella por todos lados, mientras se reía triunfante. Yo intentaba pescársela de un mordisco pero él no me dejaba. Estaba tan caliente que tuve que sacarme la mía por el pantalón y empezar a jalármela, tenía que darme cariño si no seguro explotaba.
Él: ¿Nos la montamos?
La boca se me secó, él no sólo pretendía que se la chupara hasta que se me cayera la mandíbula sino, que también me la quería meter, y obvio yo también quería pero no en ese lugar, no en el baño del instituto, que horror, si alguien entrase no me imaginaba la que se iba a armar, no, no, ni hablar.
Yo: Entremos a un cubículo.
Venga que soy muy débil, pero quién no lo sería teniendo las hormonas a millón, así cualquiera de vosotros hubiese cedido.
Me levanté y caminamos a un cubículo. El corazón se me enloqueció cuando él tiró de la puerta con fuerza, provocando un ruido que seguro se oyó hasta el patio. Él la tenía tan dura que hasta el saltaba de tanta presión. Como loco me bajé el pantalón, y le di la espalda, dispuesto a acabar con esto de una maldita vez.
Él: Pero mira lo puta que estás hecho ya.
Yo: Habló el líder de la manada al que se le pone dura con un tío.
Él: ¿Y qué? A mí me gusta.
Yo: ¿Tienes condón?
Él sacó uno de su bolsillo y lo abrió con los dientes. Sentí un cosquilleo en el estomago cuando lo vi ponérselo, él estaba bastante excitado. He tenido sexo bastante seguido, pues tengo un amante, lo cual quiere decir que estoy bastante acostumbrado a la penetración, siempre y cuando se tomen su tiempo en dilatarme.
Él: Ábretelo bien.
Yo me separé las nalgas con las manos, ofreciéndomele en bandeja. Él se acercó y me la puso justo en la entrada, aún por encima del látex del condón, la polla se le sentía hirviendo. De un golpe, quedé estampado en la puerta del baño cuando me la metió sin compasión, toda, entera hasta el estómago.
Yo: ¡Ahh!
Él: Calla, que nos pillan.
Las piernas me flaquearon, un dolor agudo me recorría las tipas y las piernas perdieron fuerzas. Él ni siquiera reparó en mi dolor, empezó a meterla y a sacarla, no muy rápido pero igual me dolía. Sentí su vello picarme las nalgas, y su abdomen marcado y sudoroso restregarse con mi espalda. Su aliento me daba al cuello y me hacía dar escalofríos de puro placer.
No esperamos a que me acostumbrara a su polla, pues el tiempo apremiaba, en su lugar él embestía con una fuerza que quedaba completamente pegado a la puerta del cubículo una y otra vez en cada embestida.
Él: ¡Joder, joder, joder, eres demasiado estrecho!
Pasamos un rato en eso, hasta que llegamos a un punto en que se puso tan bestia que con las embestidas, mis pies dejaban de tocar el piso por una fracción de segundo. No sé que tenía yo que le hacía poner tan burro y perder los papeles, pero sea lo que fuera, me estaba gustando, vaya que lo estaba disfrutando.
Yo mismo eché el culo hacia atrás buscando sentirle por completo, más a fondo si era posible. Que me la clavara hasta lo más hondo y sin piedad. No soy del tipo que gime demasiado, pero él me estaba sacando unos aullidos que hasta me sorprendí de lo agudo que estaba chillando.
Sus brazos estaban enredados en mi cintura manteniéndome bien pegado a su cuerpo sudoroso. Mi propia polla me temblaba de tanto placer. Empezaba a sentir un orgasmo cerca y si no queríamos levantar sospechas, teníamos que salir rápido de ahí.
Yo: ¡Ya, vale, ya, córrete ya!
Sus embestidas pasaron de lo apenas tolerable, a ser completamente brutales ¡Joder si hasta me iba a partir en dos! Siguió mientras suspiraba y respiraba fuerte. Yo me estaba mordiendo la lengua para no gritar. Sentí como el semen me estaba recorriendo la polla y entonces me vine. Varios disparos de semen quedaron en la puerta. Grité tan fuerte que sentí que me hacía polvo las cuerdas vocales. Un calambrazo me recorrió la espalda y los ojos me lloraban ¡Mierda! Que se me habían saltado las lágrimas de tanto gusto.
Él me azotó el culo, clavándome las uñas con saña, haciendo gemir esta vez de dolor. Sólo dos embates más y lo sentí vibrar dentro de mí mientras gruñía como un animal en celo. Él también había eyaculado. Se quedó dentro de mí, ambos recobrando el aire, respirando con dificultad, mientras nuestros cuerpos sudados se mantenían unidos todavía. Quedé recostado de la fría pared, él se revolvía atrás de mí, me la sacó tranquilamente y yo me di la vuelta, con los pantalones a los tobillos y la camiseta subida hasta las axilas. Él tiró el condón al basurero mientras se la guardaba con paciencia. Se le notaba fresquito como a una rosa, mientras yo estaba que me desmayaba. Él estaba
listo, como si nada, acalorado por el momento.
Él: Eres una perra.
Dijo riéndose pero sin una pizca de maldad, parecía bromear.
Yo: Se te ha ido la pinza, ¿Verdad? Perra tú, jodido macarra de pacotilla.
Dije mientras me acomodaba la ropa.
Él: No es que vas a andar presumiendo que te la he metido por el culo.
Yo: No es cuestión de que quedes humillado.
Él se volvió a reír, ¡Maldita sea! Era realmente guapo.
Él: ¿Te ha gustado?
Yo: Te falta.
Él: Tampoco es que voy a darte más, así que no te enamores de mí.
Yo: ¡Que te den por el culo, chucho!
Él: No, aquí el marica eres tú.
Dicho eso salió del cubículo y yo le seguí. Él se quedó lavándose la cara, yo tomé mis cosas y salí de ahí sin siquiera cambiarme de ropa y con la polla aún húmeda y el culo bien abierto. No iba a mentir, me había gustado bastante pero no era cuestión de llenarle más el orgullo al cabronazo ese, bastante le he dejado hacer ya, metiéndomelo y chupándoselo como para que yo venga a decirle que era todo un semental y probablemente el mejor polvo de mi vida hasta ahora.
Cuando regresé con mi grupo, todos estaban descansando. En realidad no duramos una hora en todo el acto pero a mí me pareció eterno. Por suerte nadie sospechó nada, y sin alguno de mis compañeros entró al baño mientras follábamos, yo ni siquiera me di cuenta.
Eso fue lo que me pasó. Cabe mencionar que eso fue este año, en marzo. No hemos tenido otro encuentro y son innumerables las pajas que me he hecho pensándole, imaginando que se la chupo o que me da duro de nuevo. He degastado su nombre entre gemido y gemido, pero cuando le tengo en frente simplemente le miro por encima del hombro. Su acoso sigue igual, como si no hubiese pasado nada, sólo que ahora él sabe que es verdad todo, y lo peor, que me gusta, porque el tío no es tonto, se ha dado cuenta, pero yo con mi corona todavía.
Os diré que planeo volver a tener un encuentro (sorpresa), con él en unas semanas, en el aniversario del trabajo donde son empleados nuestros papás. Deséenme suerte.
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