Francisco
Era un peón de la hacienda de mi abuelo. Un muchacho de campo con el que hicimos una increíble amistad. Pero el destino decidió otra cosa. .
Prólogo
Esta historia, aunque está basada en un hecho real, me la contó un amigo, de su propia experiencia y es bastante antigua.
Aparte de cambiar nombres y lugares, la tuve que editar para que no se saliera de contexto ya que no recuerdo todos los detalles.
1.- La Hacienda
Estaba ubicada a una 3 horas de la capital.
Aunque no era una gran hacienda, era necesario tener caballos para recorrerla.
Yo pasaba los veranos en la hacienda de los abuelos.
Ellos tuvieron tres hijas, ningún hombre. La hija mayor era mi mamá, después venía una tía 3 años menor y la última 5 años menor que la segunda.
Con la última, mi tía Pauli, es con quien tuve un mayor acercamiento.
Debido a que mis recuerdos se remontan a los 4 o 5 años, no son muy claros. Pero en ese tiempo ella pasaba las vacaciones conmigo.
Mi otra tía, Verónica se casó con un gringo y se fue.
Mis padres pasaban la navidad y el año nuevo con los abuelos y después me dejaban ahí hasta el termino del verano.
Venían todos fines de semana a verme y a estar con los abuelos.
Cuando estaba sólo, recorría a pie las cercanías de la casona. Sacaba fruta del huerto, uva de los parrones o duraznos, manzanas y otros nectarines de los árboles.
Un día descubrí tras unos matorrales un estero de aguas cristalinas de baja profundidad pero lleno de piedras, de manera que era difícil entrar sin pisar una.
Decidí sacarlas comenzando desde la orilla y tirarlas hacia un recoveco que hacía el agua.
Y esa fue mi entretención, cada día sacaba una cantidad de piedra y cada día subía el nivel del agua.
En un momento podía acostarme en el agua aunque no me cubriera el pecho.
Pero escapaba del calor y era entretenido. También fui sacando maleza y dejando el pasto libre en donde me acostaba a tomar sol y a secarme y vestirme, porque me metía al agua desnudo.
A los 8 años el agua me llegaba a la rodilla y la represa ya tenia como un metro de altura.
Un día mi tía Paulina me preguntó dónde iba, le conté que tenía un lugar secreto.
Eso despertó su interés, insistió hasta que la llevé a la pequeña laguna.
– Que cosa más hermosa – dijo
– La hiciste tú? –
Le respondí que sí, y que llevaba tres veranos haciéndola.
– Te bañas ? – me preguntó.
Le respondí que sí, todos días cuando saco las piedras.
– Puedo bañarme yo ? –
Le dije que si y comencé a sacarme la ropa.
– Te bañas desnudo? –
– Pero si aquí nadie me ve, tía. –
Miró hacia todos lados, la laguna estaba en medio de un claro de bosque nativos y rodeado de arbustos.
Se sacó la blusa, no traía sostenes, mi tía pauli a diferencia de mi mamá tenia una piel muy blanca y un pelo suave brillante y oscuro.
Mi mamá tenía la piel rosada y el pelo rubio.
El color de la piel de sus senos era más blanca aún y sus areola rosadas e hinchadas levantaban más sus pezones.
– Qué me miras tanto? No has visto nunca a tu mamá desnuda? – me dijo como divertida de cómo la miraba.
– Si, tía pero es que eres muy linda –
Yo estaba en calzoncillos y en ese tiempo no tenía erecciones, por suerte.
Se sacó los shorts y quedó con unos calzones diminutos.
Miré hacia la laguna y me saqué los slip.
Me metí al agua que estaba rica y miré hacia atrás a mi tía.
Venia con sus calzoncitos puestos.
– No me voy a sacar los calzones, y si viene alguien? –
Me encogí de hombros y me metí al agua, sentado el agua me llegaba al cuello.
Ella se sentó a mi lado, pero le quedaban los pechos afuera. Los de mi mamá no son tan lindos pensaba.
Me miró y se echó para atrás, apoyándose en los codos, seguramente para que el agua la cubriera. Pero como era un remanso cristalino se veía igual.
– Eres muy linda tía – le dije
– Eres un pillo, te gustan mis tetitas – dijo riendo.
No eran grandes pero se veían firmes apuntando hacia adelante.
Después de un rato comenzamos a trabajar, sacando piedras y tirando tirándolas al dique.
Después salimos y no tendimos en el pasto.
– Tía, puedes colgar tus calzones en esa rama para que se sequen – le dije apuntando a una ramita baja.
– No le vas a contar a nadie que me viste desnuda – me dijo seria.
Sólo moví mi cabeza negativamente.
Se sacó los calzones y los colgó, yo la miraba desde abajo.
– Oye, que pones nerviosa tanto que me miras –
– Porqué tu tienes pelos y mi mamá no ? –
– Porque ella se los saca, a ti te gustaría que me sacara los pelos yo también –
Estaba sentada con las piernas entre abiertas a mi lado.
La tomé de la rodilla, abrí la pierna y me agaché para mirar bien.
– Oye – dijo ella riendo.
Juntó las piernas y se acostó de espaldas.
– Si, creo que tienes muchos pelos –
– Te gustaría ver mi chorito peladito? –
– Si, a mi mamá se le ve bonito –
De vuelta a la casa a almorzar y con ropa, me dijo:
– Lo voy a pensar, tú me ayudarías a sacármelos ? –
Después de almorzar, descansamos un rato y después nos fuimos a la laguna.
Ahora se sacó toda la ropa, más tomaba sol que lo que trabajaba.
Al final se hizo costumbre el estar desnudos, me sentía bien y hablábamos de cualquier cosa.
Ya no usó más shorts, una falda cortita y sin calzones.
Como le había dicho que era un secreto, los sábados y domingos no íbamos a la laguna.
Casi al final del verano me dijo :
– Te tengo una sorpresa –
– Que es ? –
Se levantó la falda y me mostró su chorito peladito.
– Te gusta? – dijo bajándose la falda.
– Si se ve lindo –
En la laguna, acostados en el pasto, le pregunté si le había dolido, si se sentía mejor así.
– Si, un poco. Ahora me hecho crema y está muy suave. Quieres tocar? –
Puso mi mano en su pelvis, se echó hacia atrás con las piernas entre abiertas y con lo ojos cerrados.
Recorrí toda la pelvis con la yema de los dedos, estaba muy suave, bajé hasta su chorito y roces los labios, ella hizo un movimiento y saqué la mano.
– Es que me da cosquillas, pero sigue –
Seguir recorriendo y mirando, de repente ella se movía.
Tomó mi mano y la pasó por dónde no sabía que se llamaba clitoris.
– Así, suavemente – me dijo.
Cada día que íbamos a la laguna le hacía ese masaje.
No recuerdo haberme excitado con éso, salvo una vez que ella me dijo que me quería mirar bien.
Con sus dedos y el ir y venir tuve mi primera erección.
El verano se terminó y volvimos a casa y al colegio un año más.
Eché de menos la laguna y a mi tía, con la que eramos amigo íntimos.
Mi tía tenía en ese tiempo 18 años y yo 8.
Al año siguiente estuvo para la navidad y para el año nuevo. Después se fue con su pololo de vacaciones en lugar de veraneo en la playa.
Al ver que se iba, me puse triste.
– Ahora no puedo, pero después nos vamos a la laguna juntos.
Terminó el verano y no volvió.
Después supe que se había casado.
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