Fue entonces cuando comprendí que él me amaba. Capítulo 1
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Scalibur32.
Se trata de una historia ficticia, por desgracia, que es muy larga y solo si os gusta seguiré escribiendo, así que comentad en los comentarios vuestra opinión. También sacaré la versión corta de cada capitulo para los que solo quieran leer las escenas de sexo.
¡Saludos y espero que os guste!
El primer día, de muchos.
El colegio es una etapa bastante complicada de mucha gente, estudiar, sobrevivir de los matones, las hormonas, el profesor que te tiene manía, etc.
¿Sabéis esa típica sensación de pequeña envidia hacia el chico guapo y popular de clase, que juega bien a cualquier deporte y al que todas las chicas van detrás? Pues yo nunca he tenido esa sensación, de hecho, yo soy ese chico guapo y popular.
La verdad es que tiene sus ventajas, y una de ellas precisamente es que tu etapa en el colegio sea bastante más agradable.
Por lo visto, tener ojos azules, el pelo rubio y parecer un modelo infantil de revistas ayuda bastante para ser popular en tu clase. También me encantaba el fútbol y los deportes en general, y me llevaba muy bien con todo el mundo, incluso con los profesores. Pero sin duda alguna, quien mejor me caía era Hugo, mi mejor amigo desde que tengo uso de razón.
Él era igual de popular que yo, a decir verdad, a mí me parecía que él era incluso más guapo, tenía mejor cuerpo, y el pelo castaño le combinaba muy bien con sus ojos de color miel, pero no eran castaños o marrones, ¡eran color miel! Eran los ojos más brillantes que jamás he visto. Sus ojos eran tan brillantes que con una intensa mirada suya conseguía que a las chicas de clase se les cayera la baba.
Juntos éramos la envidia de todo el colegio.
Es curioso, porque a mis 13 años de edad apenas tenía vello corporal, de hecho, Hugo tampoco. Los dos éramos completamente lampiños. La mayoría de mis compañeros de clase ya tenían pelos en las piernas, incluso otros decían que tenían algún que otro pelo en ciertas zonas más comprometidas…
Pero al parecer mi cuerpo no era el único que no había cambiado, mi mente tampoco había entrado en la pubertad. Y mientras mis amigos fantaseaban con las partes íntimas de ciertas alumnas de clase, yo soñaba con meter el gol de la final del mundial de fútbol.
No me malinterpretéis, a mí también me atraía alguna chica de clase, pero aún no había florecido en mí ese deseo sexual.
Supongo que yo estaba distraído en mis deseos deportivos y por eso tuvo que ser la pubertad quien llamase a mi puerta…
¡Toc toc toc! Estaban tocando a la puerta de casa. Baje por las escaleras deslizándome por las barandillas, pase por la cocina que me quedaba de paso, y aproveché para coger un plátano y seguí mi camino a la puerta.
-¡Hugo! -Dije verdaderamente sorprendido- ¿Qué haces aquí?
-¿No te acuerdas Lucas? Llevabais toda la semana hablando de esto. -Dijo con tono burlón su madre. Estaba tan pasmado que no me había dado cuenta de que había venido con sus padres. No sabía que responder, estaba en shock.
¡Lucas, por Dios, ponte algo de ropa! ¿Cómo puede abrir la puerta así? -En ese instante me di cuenta de que tan solo llevaba unos pantalones cortos deportivos. Me sonrojé un poco.
Mis padres se pusieron a hablar con los de Hugo y pasaron al salón para tomar algo, mientras yo hacía subir a Hugo a mi habitación para que dejase sus cosas y ya de paso me ponía una camiseta.
-No puedo creer que se te haya olvidado -Dijo Hugo, se le notaba un tono de decepción. Me sentía muy mal, ciertamente llevábamos cerca de un mes planificándolo, pasaría casi dos semanas enteras conmigo mientras sus padres se iban de crucero. Realmente me hacía mucha ilusión, se había quedado en otras ocasiones a dormir, pero nunca por tanto tiempo, además era pleno verano y podíamos hacer lo que nos diese la gana.
-Perdona -Dije muy apenado- he estado muy distraído esta semana. -Hubo un silencio tenso- pero piensa en lo bien que lo vamos a pasar, además hoy vamos a cenar pizza. -Dije intentando subirle el ánimo.
-Ains -Hugo resopló resignándose- ¡Me encanta la pizza!
…
En verdad estaba muy emocionado por el tiempo que pasaríamos juntos. Podríamos hacer muchísimas cosas, jugar a videojuegos, ver películas, salir a la calle o incluso ir a la playa, que por suerte para nosotros quedaba relativamente cerca.
Pero ese día estábamos muy cansados como para salir fuera, así que nos quedamos tranquilamente charlando y planificando todas las cosas que haríamos durante la semana.
Sus padres se acaban de marchar, no sin antes despedirse de su hijo cariñosamente. Mis padres también se habían marchado, pero al supermercado para hacer la compra y abastecer nuestras necesidades. Así que teníamos la casa para nosotros solos durante unas cuantas horas.
Después de planificar todo lo que haríamos durante la semana, encendimos la consola y nos pusimos a jugar a mi juego favorito, un videojuego de fútbol, obviamente.
Yo estaba escogiendo mi equipo cuando Hugo me propuso algo.
– ¿Y si lo hacemos más emocionante?
– ¿Más emocionante? ¿Qué quieres decir? -Respondí curioso.
– Pues… Que si… A ver pues por ejemplo por cada gol que yo te meta tu… Te quitas una prenda. -Lo dijo muy suave y se había puesto como un tomate, pero yo ni siquiera me había dado cuenta de eso, para mí hasta entonces el mundo de la morbosidad no había existido, sin embargo algo en mi interior notaba que está propuesta le daría más emoción al partido. Era extraño para mí, ya que nos habíamos visto desnudos más veces, mientras nos duchábamos en fútbol por ejemplo, pero esto era distinto y en aquel momento no sabía a qué se debía.
– Jajaja -Me reí inocentemente, mientras él se ponía todavía más colorado- ¡pues por mi perfecto!
– ¿Ah sí? -Preguntó inconscientemente pensando que me negaría por completo.
– ¡Claro! Al menos que te preocupe que te vea desnudo porque te voy a meter una paliza en el partido.
Su cara cambio por completo estaba repentinamente muy feliz pero a la vez algo nervioso.
El partido empezó con una tensión muy fuerte y los nervios de mi amigo no hicieron más que provocar mi gol tempranero que además hizo que se pusiera todavía más nervioso, yo en cambio estaba feliz, despreocupado, pasándomelo bien como un niño que simplemente juega a un juego.
– ¡Vamos! -Celebré- Ahora te tienes que quitar la camiseta Dije riéndome.
El casi temblando se la quitó. Y se sentó rápidamente intentando esconder su vergüenza, cosa que no consiguió.
– Parece que el juego va a acabar pronto -Le dije tranquilamente.
– ¿Por qué? -Preguntó sin saber a qué me refería.
– Pues que solo te queda el pantalón corto y los calzoncillos- dije con una sonrisa pícara.
Él no había caído en eso, estábamos en verano y apenas llevábamos ropa puesta, yo de hecho no llevaba calzoncillos, llevaba puesto una camiseta de dormir y un pantalón corto de fútbol sin nada debajo.
Después de haberle dicho aquellas palabras su cara mostraba una expresión de asombro y miedo, pero pronto cambio por completo se centró del todo en el partido con el fin de meterme goles rápidamente. Para su desgracia, yo tenía bastante práctica con los videojuegos y casi sin haber pasado tiempo, marqué el segundo gol.
En el momento en que se quitó su pantalón algo dentro de mí se encendió, me quedé pensativo no sabía que era, parecía como si tuviese curiosidad por seguir viéndole desnudarse.
Esta sensación sacó mi concentración del partido y provocó su primer gol, algo que ni él ni yo nos esperábamos en absoluto.
Los dos quedamos boquiabiertos durante unos cuantos segundos hasta que él volvió en sí y se dio cuenta de que su plan estaba funcionando.
– Te toca a ti quitarte la camiseta eh, a que ya no te hace tanta gracia. -Dijo con una sonrisa.
Yo haciéndome el despreocupado me la quité sin más, como si no me importase en absoluto, cosa que en teoría era verdad, pero no me sentía cómodo después de que me hubiese metido un gol y yo quedase indefenso con tan solo una prenda por quitarme.
– El gol decisivo -Le dije desafiándole.
– ¿Qué quieres decir?- preguntó de nuevo confuso.
– Pues a ti solo te quedan los calzoncillos y yo no llevo nada debajo de los pantalones.
Su cara palideció y se puso otra vez nervioso.
El partido continúo pero esta vez la tensión era increíblemente palpable, estuvimos los dos defendiendo nuestras porterías como si la vida nos fuese en ellos, quien diría que semejante juego cambiase por completo mi vida.
A los pocos minutos para acabar el partido metí el gol decisivo. Hugo se había quedado helado, tenso, sin saber qué hacer. Yo estaba celebrándolo por todo lo alto sin apenas fijarme en él y cuando lo hice fue para decirle que se quitara lo que llevaba puesto, él me miró muy avergonzado, sus ojos estaban temblorosos y parecía que se iba a poner a llorar, pero no era por el hecho de desnudarse sino por el hecho de tener que pasar a la fase dos de su plan y decirme lo que el de verdad sentía hacia mí. Yo a pesar de mi ingenua alegría, me di cuenta de sus expresiones y a pesar de atribuirlas a la vergüenza, me compadecí de él, pero de una manera distinta, ya que en mi interior aún seguía teniendo esa curiosidad por verle desnudo en esta situación. Así que le dije:
– Tranquilo Hugo, para que te sientas más cómodo, nos quitamos los dos nuestra última prenda.
Su cara cambio por completo, estaba perplejo, su plan había funcionado a la perfección y no se había dado ni cuenta, se sentó en mi cama pensativo, sabía que ahora debía seguir con lo más peligroso del plan.
Mientras él seguía sumergido en sus pensamientos, yo rápidamente me deshice de mi pantalón deportivo y me quede tan feliz como dios me trajo al mundo. La verdad es que no estaba incómodo para nada, de hecho, muchas veces en verano solía dormir completamente desnudo y pasar días sin vestirme si no salía a la calle, para mí era algo casi normal, algo que hacen los niños cuando tienen calor.
El sin embargo ya había dejado de ser un niño, y se quedó perplejo mirando mi lampiño pene.
– ¡Vamos! No tengas miedo -Le dije cariñosamente, él bajó a la realidad, se puso de pie rápidamente se bajó sin pensar sus calzoncillos color blanco.
Esa fue la primera vez que miraba su pene de una manera distinta, de hecho se podría decir que era la primera vez que lo veía, o que al menos me fijaba en sus detalles, era más grande que el mío pero tampoco le habían crecido pelos todavía, a ninguno de los dos nos había crecido vello corporal en ninguna parte del cuerpo, parecían dos cuerpos completamente depilados, con la piel suave y lisa de una bebe.
Después de unos segundos reaccioné, le mire, e hice un gesto con los hombros quitando importancia al asunto.
– ¿y ahora qué? -Pregunté.
– Pues… No sé.
– Pues yo estoy muy cómodo -le dije mientras se me escapaba una risilla tonta.
– ¿Nos quedamos así? -Preguntó confuso- No te importa… Estar… Quiero decir…
– Me encanta estar desnudo -Le interrumpí.
– Pues nos quedamos así y ya está -Dijo un poco nervioso.
Nos sentamos los dos en la cama a pensativos. Hugo quería expresar sus sentimientos, soltar todo lo que sentía hacia mí, pero a pesar de toda la situación incluso con toda la confianza que teníamos el uno al otro, aún se atemorizaba de contármelo.
Yo en cambio estaba pensando qué podíamos hacer, aún con la excitación de la apuesta y el partido se me ocurrió un juego al que seguramente todos habrán jugado alguna vez.
– ¿Hacemos retos?
– ¿Retos?
– ¡Si retos! Por ejemplo yo te reto a que… No sé, a que no tienes huevos a enseñar el pene por la ventana de la habitación.
– ¿Qué dices? ¡Estás loco!
– Venga que será divertido.
– Pues hazlo tú -Me dijo suponiendo que no lo haría.
Le miré con indignación y justo cuando me iba a negar pensé, <si empiezo yo a lo mejor se anima y podemos seguir jugando.>
Me di la vuelta para sorpresa de Hugo y me acerqué a la ventana, la abrí lentamente y saqué mi cabeza por ella, revise que no hubiera mucha gente en la calle. Por suerte para mí solo había unos ancianos y una pareja con un cochecito de bebés. Así que me armé de valor me subí a una silla y saque mi flácido pene por la ventana a la vista de todos.
Hugo se quedó boquiabierto y yo estaba nerviosísimo, en ese momento sentí algo dentro de mí que más tarde comprendería que era.
Después de pocos segundos me baje de la silla lo más rápido que pude y cerré la ventana.
Hugo no se podía creer lo que yo acaba de hacer, realmente, yo tampoco, pero después de recuperarme de la tensión me senté en la cama como si nada y le dije que era su turno de hacer una prueba. Lo dije con mi mayor cara de felicidad, él, en cambio, seguía pasmado mientras yo pensaba qué prueba le pondría.
– Tienes que salir a la calle tocar la acera y regresarte.
– ¿En bolas? ¡Qué va! ¡Me niego!
– ¡Va! -Insistí- que no es para tanto.
– ¡No! Me niego rotundamente.
– Pues si no lo haces… -Dije mientras pensaba un castigo.
– Te doy un masaje.
– ¿Cómo? – Pregunté anonadado.
– Prefiero darte un masaje a que todo el vecindario vea mis partes.
La verdad es que me encantaba la idea de que me diesen un masaje, así que acepté asintiendo con la cabeza y me tumbe boca bajo en la cama.
Él comenzó colocando sus suaves manos sobre mi espalda al principio no se movía de ahí y podía notar como le temblaban las manos en cada movimiento, de pronto se paró durante un segundo, escuche su respiración profunda y movió sus manos acariciando mi espalda de arriba a abajo, aún le temblaban las manos, bajó un poco más hasta la cintura se paró un segundo, como para disfrutar del momento y bajo lentamente sus dos manos por mi lisas nalgas tenía en cada mano una, las acaricio, las apretó y siguió bajando por mis piernas, pasó cada uno de sus finos dedos por cada rincón de mis piernas, bajo por mis gemelos y terminó en los tobillos, y allí empezó el camino de vuelta, hizo los mismos movimientos en mis piernas, pero en mi culo estuvo más tiempo que la primera vez, aprovechando cada instante, empecé a notar su respiración, siguió subiendo hasta que llegó otra vez a mi cuello.
Me di la vuelta pensando que ya había acabado y vi su rostro, se había asustado, no sabía por qué, hasta que milésimas de segundos después bajé mi mirada hasta su pene, estaba erecto, duro como una piedra. Fue entonces cuando lo comprendí todo, sus nervios, sus miradas, sus respiraciones, su aprecio. Lo entendí absolutamente todo a pesar de mi inexperiencia sexual sabía todo lo que un pre-adolescente puede saber. Además no soy tonto, y aunque nunca me había llamado la atención el amor y el sexo, sabía lo que eran. También comprendí mi cuerpo, y los sentimientos que antes había experimentado, comprendí que mi cuerpo me estaba alertando, me avisaba, me decía suavemente que me estaba enamorando de Hugo.
Y fue entonces, cuando comprendí que él me amaba.
Y yo le amaba a él.
Sus preciosos ojos miel me miraron con timidez, llorosos, pero más brillantes que nunca.
– Juan, yo… Yo… -Intentaba decir mientras le goteaban lágrimas de los ojos- yo te amo. Siempre lo he hecho, desde el día en que nos conocimos sabía que sentía algo por ti, cuando éramos más pequeños pensaba que era el cariño que se siente por un hermano, ahora sé que es algo más fuerte, pero no sabía cómo expresarme, ¡como decírtelo! Y si reaccionabas mal, y si no nos volvíamos a hablar, podría soportar ser solamente tu amigo pero no podría aguantar que nos distanciásemos. Pero ahora ya está, ya lo sabes. Solo te pido que no me odies, que olvides todo lo que te he dicho como si nada hubiera pasado. Perdóname. Por favor, perdóname por quererte.
– Hugo, no te voy a perdonar nada Dije severamente, sus ojos se cerraron de dolor, su brillo se apagó por un instante- porque no tengo que perdonarte nada- sentencié.
El brillo de sus ojos volvió a iluminar la habitación.
– Hugo yo también te amo, te quiero con lo más profundo de mi alma, te quiero como amigo, como hermano y ahora también sé que te quiero como algo más. -Continúe- Te quiero más que a nada en el mundo.
– ¿¡Pero qué pensará la gente de nosotros!? -Me interrumpió sollozando- ¡dos chicos de 12 años gais!
– Me da igual lo que piensen los demás de mí, lo que me importa de verdad es lo que tú pienses de mí.
– Pero…
– Yo te voy a amar aunque el resto de la población nos odie. -Hugo rompió a llorar de nuevo.
Tome su barbilla con la mano y levante su cabeza. -Yo te voy a amar si tú me amas a mí. ¿Hugo, tú me amas?- pregunté aunque ya supiese la respuesta.
– Claro que lo hago. -Respondió casi indignado por mi pregunta.
– Entonces olvídate de todos los demás.
Le bese.
Fue, es y será el mejor beso que he dado en mi vida, nunca había besado antes a nadie, pero sabía por instinto lo que tenía que hacer, lo disfruté más que nada en el mundo, fue la mejor sensación de mi vida. Me separé levemente de su boca y vi aquella mirada que enamora a cualquiera, sus ojos brillaban más que nunca, y lo mejor es que esa mirada era para mí.
Hugo me abrazo con todas sus fuerzas, terminó de exprimir sus últimas lágrimas, esta vez, lágrimas de alivio, de haber soltado un peso que le traumaba desde hacía tiempo. Respiro, tomó aire lentamente, se secó las lágrimas con los dedos y me miró de nuevo, esta vez con una cara de felicidad enorme. Si le hubiese tocado la lotería no hubiese estado tan feliz, eso es lo que yo llamo amor.
Después de este momento nos quedamos mirando el uno al otro, apreciando y disfrutando cada instante.
Baje la mirada para apreciar su cuerpo desnudo y me fijé sin querer en que su pene estaba flácido, se le había quitado la erección.
En ese instante, mi despertar sexual comenzó. Mi vida había cambiado por completo. Después de tantas emociones vividas en tan poco tiempo, lo único que deseaba era ese cuerpo, sus manos tocando mis piernas, su cuerpo rozando el mío, quería sus besos, sus caricias.
– Hugo -Dije sutilmente.
– Dime -Respondió él ilusionado.
– ¿Por qué no acabas el masaje?
Al principio me miró sorprendido a la vez que extrañado, luego lo entendió.
Me acosté, pero esta vez de cara, con la espalda pegada al colchón, el bajo hasta mis pies y los empezó a acariciar suavemente subía lentamente por mis tobillos, me encantaba su cariñosa forma de hacerme ese masaje. El seguía subiendo muy despacio, se topó con mis muslos desnudos, los acariciaba por todas partes con la mano abierta, mi pene estaba empezando a crecer, sinceramente se me había puesto erecto más veces, por las mañana al despertar por ejemplo. Pero jamás se me había puesto duro por excitación, era una sensación divina, era como si sintieses pasar por tu cuerpo un flujo de energía que te recorre todo el cuerpo llenándotelo de placer.
Sus manos subieron más. Pero esquivaron mi pene, fueron directos a la cadera, aun así, mi pene casi rozaba con su pecho. Finalmente sus manos acabaron jugando con mis pezones, hasta que se tumbó encima mío, nuestros penes estaban completamente parados. Los dos estábamos muy excitados, me empezó a besar el cuello. No me pude resistir más, cerré los ojos y disfruté cada segundo.
Seguía besándome, por mis pezones, mi abdomen. Se paró justo en un punto intermedio entre la base de mi pene y mi ombligo, apoyó su cabeza en mi estómago, y miró por un instante mi pequeño pero erecto pene, como sabiendo que a partir de ese momento experimentaría unas sensaciones jamás vividas. Pasó su mano derecha por mi muslo aún con la cabeza apoyada en mi cuerpo. Y fue subiendo, lentamente. Llegó. Tocó. Sentí. Jugaba con mis huevos, colgaban, nunca los había visto tan afuera de mi ser. Él disfrutaba, los masajeaba dulcemente, los agarró con la mano, los palpó y los soltó. Era el momento. Acaricio todo lo que pudo la base de mi pene, y comenzó a subir, cuando llegó al tope, rozó con la yema de su dedo índice la punta de mi pene, después, agarró con tres dedos el erecto aparato, y le bajó la piel, empezó suavemente, subía y bajaba. Bajaba y subía. Era, de nuevo, una sensación insuperable, indescriptible. Él seguía masturbándome, de hecho, con bastante experiencia, se notaban sus solas noches en las que pensaba en mí. Yo estaba en el cielo mismo, había pasado de la tierra al cielo sin pasar por el purgatorio. Empezó a acelerar el ritmo, al mismo tiempo al que yo aceleraba mi respiración, mi virgen pene, al que yo ni siquiera había masturbado, estaba disfrutando de su primera paja. El seguía aumentando la velocidad y cuando casi mi cuerpo iba a explotar en un mar de placer, se detuvo. Abrí los ojos por un instante, no podía controlar mi respiración, y cuando pensé que mi placer no podía aumentar, lo beso.
Rozó la punta de mi polla con sus finos labios, tanto solo un momento. Un momento de puro placer, pero aún había más, abrió la boca y pasó su lengua desde la base de mi pene hasta la punta de este, y cuando llego arriba del todo, se metió mi pene entero en la boca y comenzó a chuparlo como a un caramelo, en este caso no tenía experiencia, pero yo tampoco, así que lo disfrutaba más que nunca, jamás vuelves a sentir la misma sensación que la primera vez, puede que luego sean mejores o peores sensaciones, pero nunca será la misma sensación. Yo estaba al límite no podía más, no habían pasado muchos minutos cuando solté todo mi semen dentro de su boca, por primera vez me había corrido, y lo había hecho dentro de la boca de mi mejor amigo. Sentía que mi cuerpo iba a explotar, tantas emociones, tantas sensaciones, y aún quedaba la mejor, el momento de más placer, ¡qué sensación! Mi cuerpo temblaba, no sabía ni como respiraba y mi mente se había esfumado, estaba en otro planeta, en otra dimensión.
Estaba exhausto, Hugo también, se acomodó al lado mío y descansamos, apoyo su cabeza en mi hombro y cerró los ojos, pasaron tan solo unos segundo hasta que me decidí, si yo había sentido semejante sensación él también la merecía, sin que él se diese cuenta alargué mi mano hasta su miembro y lo acaricié torpemente, empecé como él, masajeaba los testículos uno a uno, era increíble, notaba como se le había puesto la piel de gallina, subí poco a poco y repetí su movimientos, no sabía si lo estaba haciendo bien, pero sabía que lo estaba disfrutando, respiraba muy deprisa, y gemía, en ese momento no recordaba si yo también había soltado algún gemido, pero ese sonido me reconfortaba a la vez que me excitaba, empecé a subir la velocidad por instinto, apretaba más, luego menos, y luego volvía a apretar, ver su glande y su piel subir y bajar me gustaba, me encantaba, me ponía cachondo y noté como mi pene se estaba recuperando después del primer asalto, de repente empecé a notar que Hugo estaba casi en pleno éxtasis, así que bajé la cabeza sin dejar de masturbarlo, y lamí la punta de su pene.
Soltó un gemido. Lo besé y me lo metí en la boca mientras seguía el movimiento de sube y baja con la mano, jugaba con mi lengua y la punta de su pene, de pronto, noté como Hugo empezaba a temblar, a pesar de mi inexperiencia sabía lo que estaba pasando, abrí mi boca y subí la velocidad del sube y baja. Su respiración era rapidísima, cerré los ojos y sentí como su leche caliente llenaba cada esquina de mi boca. Limpié los restos con la lengua, di un pequeño beso a su pene, y me recosté al lado suyo apoyando mi cabeza en su hombro de la misma manera que lo había hecho él. Respiramos, descansamos, era el mejor momento de nuestras vidas. Lo habíamos disfrutado enormemente.
De pronto, sonó el ruido de las llaves chocar contra la puerta. Eran mis padres, ¿habían pasado ya tantas horas? Los dos nos asustamos, saltamos de la cama, me puse rápidamente el pantalón de deporte y la camiseta del pijama, Hugo se quedó vistiéndose en mi habitación, yo bajé rápidamente las escaleras a saludar a mis padres.
– ¿Cómo os ha ido chicos, lo habéis pasado bien? -Preguntaba dulcemente mi madre.
– Mejor que nunca -Dije con gran alegría, recordando en mi mente los momentos que acaba de vivir.
Continuará
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