Fútbol y mangos -Parte 1-
Rodrigo visita un pueblo pequeño venezolano, y recibe una gran sorpresa mientras ve jóvenes jugar fútbol.
El frescor de abril inundaba los árboles, que cargados de frutas mecían sus ramas debido a las brisas suaves que anunciaban vendavales. Rodrigo estaba allí como turista, había pedido a su jefe una semana de vacaciones y en lo primero que pensó fue internarse en aquel pueblo elevado en la montaña que veía todos los días desde su oficina. Al final de cada atardecer, los pueblos de la montaña encendían sus luces, él estaba allí, asomado al ventanal, preguntándose qué había en lo alto de ese paisaje.
Por fin estaba en uno de los lugares más pequeños de la serranía, era su segundo día en aquel pueblo y ya conocía todo: la plaza rodeada por el gobierno y la iglesia, las calles estrechas que subían y bajaban las dos colinas que comunicaban a sus habitantes, las aguas del río donde todos iban a bañarse en las tardes y además, la escuela secundaria que parecía abandonada durante esa semana. Una mañana, caminaba cerca de aquella escuela, cuando algo llamó su atención, unos muchachos estaban jugando fútbol en el campo techado, invadida por la grama descuidada y la maleza. Entonces Rodrigo decidió sentarse en la primera fila de las gradas a observar, bajo el riesgo de ser descubierto y desinflar el pequeño embrujo que crecía en su entrepierna.
Sin duda aquello era un espectáculo, los muchachos vestían shorts que revelaban piernas largas y fornidas que con movimientos ágiles perseguían el balón. No eran piernas depiladas, sino carentes de todo cuidado, lo que las hacía más atractivas. Ambos equipos corrían y peleaban el balón, como impulsados por alguna maquinaria invisible que inyectaba virilidad en sus cuerpos. Rodrigo seguía viendo en completo silencio, sin preocuparse por celebrar los goles de uno u otro equipo, mientras que ellos seguían jugando en plena éxtasis, ignorando aún su presencia.
Los minutos de juego y la euforia en el campo elevaban la temperatura, así que tres de los muchachos se despojaron de sus franelas, luciendo torsos esculpidos delicadamente, pechos brillantes por el sudor que se evaporaba con la brisa fresca. Tras cada victoria, los jugadores se acariciaban los cabellos, se abrazaban entre sí, incluso olvidaban las inhibiciones y se daban nalgadas, riendo luego de ver la reacción de quien sufría la broma. Rodrigo suspiraba al ver aquello, imaginaba los glúteos redondos y velludos, que quizás nunca habían sido tocados por un hombre, entonces fantaseaba con ser el primero en alcanzarlos con su mano para luego someterlos a la humedad de sus labios y el cosquilleo de su barba corta y áspera.
Sin darle tiempo a escapar, se sentó a su lado un joven que parecía venir del sendero, desde atrás de las gradas. El muchacho estaba vestido como uno de los jugadores, excepto que tenía un aspecto impoluto que se anunció con el aroma de un perfume varonil quizás compuesto por hierbas silvestres y frutas cítricas, además, su cuerpo era incluso más fornido y sus shorts eran más cortos, estando tan ajustados que podía adivinarse el elástico de su ropa interior. «De todos los asientos vacíos, tuvo que sentarse aquí, ha venido a delatarme» pensaba Rodrigo para sí mismo, pero antes de decidirse por salir de allí, el joven le preguntó:
- ¿A cuánto van?
- Son las diez y media
«¡El partido!» le reclamó el joven con una sonrisa burlona, pero Rodrigo no respondió, entonces decidió ignorarlo y se concentró nuevamente en el juego. Luego de unos minutos, parecía que los jugadores cometían una hazaña porque el recién llegado les gritaba para animarlos, y mientras sonreía complacido, intentó establecer una conversación con Rodrigo.
- Yo le voy al equipo de la derecha, allí está un amigo de la universidad, míralo, es el portero. Todos aquí estudiamos el mismo año y para celebrar el fin de semestre, vinimos a este campo por un partido… ¿A qué equipo le vas?
- También al de la derecha… me parece muy bueno −respondió Rodrigo para evitar un diálogo extenso sobre un deporte que poco le interesaba y pensando también que el equipo de la derecha era el que más le agradaba a los ojos−.
- Les iría mejor si estuviese jugando hoy… mira mis piernas, he entrenado mucho para hacerlas fuertes −exclamó con mirada inocente mientras levantaba sus shorts, tratando de mostrar sus piernas desde el muslo−. Sin embargo, Rodrigo se concentró y logró ver por segundos parte de sus nalgas, e incluso llegó hasta su entrepierna, le complació ver que estaba depilada como el resto de su cuerpo. Entonces no supo qué responder y desvió la mirada.
Se escuchó un alarido que anunciaba un descanso, y aunque él estaba confundido y deseaba huir, se mantuvo sentado mientras se acercaban algunos jugadores hacia él, mejor dicho, se acercaban hacia el muchacho, quien los abrazó a todos e inició conversaciones triviales. Ahora que los jugadores estaban cerca, podía observar cada detalle con lentitud, descubriendo que después de un rato, sus pieles volvían a verse frescas y sus semblantes continuaban llenos de entusiasmo. Cerró un poco sus piernas para que no se notara tanto su erección, y el joven que seguía sentado a su lado pudo notarla, entonces dijo:
«Les presento al señor, es un turista y pues, aunque se ha perdido, se quedó un rato a ver el partido… es fanático de nuestro equipo» ante estas palabras, todos comenzaron a observar a Rodrigo con detenimiento, y enseguida uno a uno se presentaron con un apretón de manos. Pero él continuaba callado, con temor a que cualquier comentario revelara sus verdaderas intenciones.
«Si desea, le puedo hacer un mapa del pueblo… pero tendremos que ir al baño. Dejé lápiz y papel en el bolso» sugirió Mauricio, a lo que Rodrigo asentó con expresión atontada y lo siguió. El joven que él seguía a través del campo y que todos llamaban Maury, era el más alto de todos, con vellos por todas partes, como si fuese un pelaje espeso que contrastaba con su piel pálida como gres y sus labios carnosos, tan sonrojados que resaltaban aún más que sus ojos color avellana. Pero a diferencia de todos, él solo sonreía cuando se le motivaba, el resto del tiempo permanecía serio, llegando a intimidar a cualquier desconocido por el tamaño de su cuerpo. Entraron juntos al baño, y Rodrigo se sorprendió porque estaba impecable, sin los malos olores ni el moho en las baldosas que caracteriza a tantos baños públicos. Le hizo el comentario a Mauricio y él asintió sin preocuparse por hablar sobre el tema, dando a entender que se trataba de algo poco relevante.
- Yo sé quién es usted… −dijo Mauricio con mirada acusadora mientras bloqueaba la puerta con su cuerpo−.
- Creo que me estás confundiendo con otra persona…
- Me han hablado sobre ti todos estos días, eres el extranjero que observa a los hombres con detenimiento. Mi primo te sorprendió espiándolo mientras él se bañaba, −Rodrigo enmudeció ante aquellas palabras, recordando la tarde de ayer en el río, e intentó mover a aquel hombre, pero fue en vano−. Él lo derribó con sus brazos fornidos y una vez que lo había inmovilizado, susurró en su oído:
- Yo también me baño en el río, te lo has estado perdiendo porque lo hago solo en las noches
Rodrigo no podía moverse, el cuerpo de ese muchacho, que seguramente era ocho años más joven que él, lo mantenía boca abajo contra el piso de aquel baño. Le avergonzaba pensar que podía ser descubierto en aquella situación, él era un hombre que había alcanzado su posición en la sociedad ocultando su pasión por los varones, entonces rogó en voz baja, pero Maury no respondía, solo imponía sus piernas contra las suyas y se movía lentamente, empujando su cadera contra las nalgas de Rodrigo, haciéndole sentir su órgano rígido. Sus ruegos desistieron porque él comenzó a morder su oreja, haciendo suaves exhalaciones en su nuca, apretando su cuello con ambas manos. Enseguida su atacante se despojó de sus shorts, y él se quitó sus pantalones, intentó ver su pene, pero Mauricio le puso su ropa interior como vendas, diciendo que sentía vergüenza que lo viesen desnudo.
como sigue
Ricos a esa edad, siempre calientes👍