Goah I — un encuentro fugaz
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Hola, me llamo Leyton.
Tengo 29 años y debo admitir que mi vida sexual se divide en un antes y un después de que Goah llegara a mi vida.
Desde que comenzó mi vida sexual siempre fui muy activo, a tal punto de que acabé una relación luego haber sido pasivo con alguien con quien no quería serlo.
En las relaciones que le siguieron a esa llegué a ser incluso versátil, pero siempre tendiendo más a activo que a pasivo y claro, con el paso del tiempo y probando un poco, en ocasiones, quería ser pasivo, pero con Goah llegue a la sumisión absoluta.
No recuerdo exactamente de qué forma nos conocimos o mejor dicho, lo dudo bastante, pero estaba yo en aquellos días en que quería ser penetrado y lo encontré a él.
Vivo en Colombia, en una ciudad llamada Barranquilla y, aunque muchos sitios restringen la entrada a un par de hombres, él parecía conocer un lugar distinto a los que yo solía frecuentar, el lugar queda en el centro de la ciudad y a decir verdad poco me gustan esos lugares, pero accedí a encontrarnos e ir.
Yo soy trigueño, mido 1,80, cabello negro, ojos oscuros.
No soy el más papasito del mundo, pero tampoco soy feo.
En aquella época estaba yendo al gimnasio y tenía el cuerpo un poco más voluminoso y marcado.
Él es más bien delgado, cabello negro un poco largo, 1,75 de estatura, rostro angular.
Muy lindo.
Cuando llegamos al sitio me hizo desvestirlo.
Lo primero que hice fue quitarle los zapatos y las medias, me hizo olerle los pies.
Esto se volvería un ritual entre nosotros, yo quería tanto satisfacerme como darle todo el placer que estuviera en mis manos o mejor dicho… en mi cuerpo.
Los dos estábamos muy excitados, yo lo manoseaba, él me tocaba con desespero, le besaba las axilas, su olor me embriagó desde el primer momento.
Yo había llevado los condones y me levanté a buscarlos, cuando volvía a la cama me tiró en ella.
Me besaba el cuello, me pellizcaba las tetillas.
Se puso el condón e inicialmente me penetro muy suave, pero luego comenzó a embestirme con fuerza, me dolía un poco, pero él me encantó desde el primer instante y yo lo quería sentir todo dentro de mí, sentía que me iba a llegar mientras me masturbaba para convertir ese dolor en placer y como si me hubiera leído el pensamiento me dijo: —me voy a llegar.
—hazlo, le pedí yo y mientras él más se hundía en mí yo me masturbaba frenéticamente.
Al fin cada embestida fue más larga que la anterior, yo sentía como palpitaban su pene y mi ano, y mientras él eyaculaba clavado en mí, yo me masturbaba buscando eyacular, quería bañarme en mi propio semen en el mejor de los orgasmos que hubiera podido tener en ese momento, pero aunque tuve un clímax delicioso jamás eyaculé.
Hablamos más bien poco luego de eso, me pidió disculpas por demorar tan poco, sin saber él que para mí había sido perfecto y me dijo que no me había llegado, yo simplemente le contesté: —no importa, mi placer es saber que te sentiste a gusto.
Eso me llena más— aquella fue la frase de mi perdición.
Nos despedimos y quedamos en que volveríamos a vernos, aunque la verdad no guardaba ninguna esperanza; sin embargo, aquel fue apenas el comienzo.
FIN
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