Gracias a la lluvia
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por morochouruguayo.
Uno de esos sábados de soledad, al entrar en un bar muy pintoresco me encontré con un viejo amigo de mi adolescencia, Lauro. Todos le llamábamos Estaba cenando con sus padres. Me invitaron a cenar con ellos y me uní gustoso a la comitiva. Tenía mucho tiempo de no verlo, desde la secundaria y se levantó inmediatamente de la mesa para darme un abrazo, sonriente con los brazos abiertos. Me sonrojé al verlo con su bermuda, camisa de turista y sandalias de cuero, nos abrazamos en medio del bar con fuerte sentimiento y con palmadas en la espalda. El Lauro que yo recordaba de la secundaria era amable, bien educado, sonriente y buen compañero, amén de que tenía desde entonces muy buen cuerpo. Pero ahora, al verlo, el corazón se me fue a la garganta. De ser un chico bien parecido se había convertido en todo un hombre: de espaldas anchas y cintura estrecha, tenía unos brazos de campeonato y un pecho bien desarrollado que se adivinaba sugerente bajo su camisa blanca. No pude verlo bien en ese momento, pero sentí que la verga me daba un respingo de imaginar el resto del paquete.
Me invitó a sentarme a su lado, cosa que hice con cierto nerviosismo, pues había sido mi mejor amigo de entonces, amor platónico y sujeto de mis más locas fantasías desde siempre, aunque habíamos perdido contacto hacía ya mucho tiempo. Recordé que la primera película porno que había visto en mi vida, lo hice a su lado, en compañía de otro amigo. La película era hetero por supuesto, y en ella un jovencito se cogía sabrosísimo a una mujer un poco mayor. Lauro, para no arrugarse la ropa había dicho, se había quitado la camisa y estábamos los tres en la cama, más calientes que pan recién horneado, viendo la película. Recuerdo haber estado más interesado en la verga del chico y el torso desnudo de Lauro que en la tipa.
Aparté de mi mente esos recuerdos y me integré a la hermosa conversación. Sus padres eran buenos anfitriones y me hicieron sentir en familia. Pasó la noche y Lauro me volvió a envolver con su encanto; a pesar del tiempo seguía siendo un buen hombre y eso me encantó. Cuando pagábamos ya la cena comenzó una fuerte lluvia que no cesaba. Sus padres se despidieron pues se quedaban en un hotel cercano al bar, y Lauro de inmediato se ofreció acercarme a donde yo fuera.. Acepté de inmediato.
Corrimos al coche entre la persistente lluvia, saltando y esquivando charcos y las corrientes de agua recién formadas y sobra decir que llegamos empapados. Riendo como niños, enfilamos hacia mi casa, que no estaba muy lejos. Vivía en ese entonces en unos apartamentos con piscina y en la noche la iluminaban, era muy agradable el lugar. Durante el trayecto iba bastante nervioso aunque siendo sinceros, no pensé que pudiera pasar nada más allá de un gesto amable de su parte, pero me animé al llegar a la casa y lo invité a pasar, para mi sorpresa accedió gustoso.
Empapados como estábamos entramos a la casa corriendo, pues aún seguía lloviendo a cántaros. Lo invité a sentarse en la sala y me dijo – No, ¿como crees? te la voy a dejar toda mojada-. Acto seguido se quitó de un tirón la camisa, dejando al desnudo ese torso bien trabajado. Su pecho tenía sendos pezones de hombre, del tamaño de una moneda de 10 pesos y con las tetillas ya paradas por el frío, en medio de un par de pectorales bastante definidos. Su torso era fuerte y bien proporcionado, me dieron ganas de agarrarlo a mordidas ahí mismo, en medio de la sala. Creo que debí habérmele quedado ensoñando más tiempo de lo normal pues mientras sonreía maliciosamente, se agachó para bajarse el short y me lo aventó jugando a la cara mientras decía:
– ¿No tendrás una secadora?, Así aprovechamos para platicar mientras esperamos a que se seque la ropa.
– Claro- alcancé a responder mientras tomaba su ropa y él se acomodaba en la sala. Un vientre plano y algo marcado, junto con unas nalgas bien paradas y redonditas completaban el cuadro. Solo se quedó en unos bóxers ajustados, blancos con rayas verticales negras y rojas, que hacían que el paquete entre sus piernas se viera más sugerente y las nalgas se le marcaran deliciosamente.
Que guacho, pensé, mira que venir a mi casa a calentarme la verga. Decidí dar el siguiente paso y elevar la temperatura al asunto: fui hasta el cuarto de lavado y tomé dos toallas medianas. Me desnudé completamente y me envolví la cintura con una de las toallas, de forma que me tapara solamente una pierna y la otra quedase al descubierto. De camino hacia la sala, paré en el cuarto de baño: nada mal, pensé, con mis 1.80 m de estatura, moreno, tenía un buen cuerpo, nalgón y con un buen físico, siempre he sido musculoso por naturaleza aunque también soy medio huevón por lo que nunca hice ejercicio regularmente pero la imagen en el espejo me agradó y sonriente regresé a la sala.
Lauro estaba poniendo un disco en el estéreo. Sus bóxers aún estaban mojados y realmente estaba dejando gotas por toda la sala. –Que boludo- le dije mientras le aventaba la toalla. -Dame tus bóxers que estas mojando todo, pendejo-. Se rió ante la idea y quitándose la ropa interior de un tirón, me los aventó y permaneció un momento de pie, desnudo, frente a mí. Ahí fue cuando supe que la situación no tenía remedio, algo habría que hacer. Nunca había tenido la oportunidad de ver su verga, así que fue electrizante ver aquel animal al desnudo, aunque fuera por un instante. Era una verga definitivamente por encima del promedio, sin circuncidar, gruesa en la base y se adivinaba con una cabeza promedio; sin embargo, como estaba a medio excitar, no pude por el momento comprobar su tamaño total. Lauro se cubrió entonces la cintura con la toalla, sin tomarse demasiada prisa, como disfrutando el hacerme sufrir ante semejante visión; lo hizo lentamente, de forma que pude ver que se había recortado el vello público. Me dio gusto pues yo también lo hacía de forma regular.
Le serví entonces una cerveza y nos sentamos a conversar como si nada: dos machos en pelotas (aunque con toallas eso sí) en medio de la sala. La tensión era latente, una cosa llevó a la otra y pronto estuvimos conversando de nuestra vida sexual. Me contó que se había casado y divorciado al año. No me dio razones ni tampoco se las pedí. Mientras conversábamos, Lauro dejaba que la toalla de su cintura se abriera más de lo normal y un testículo, grande y con una fina pelusa de vello, se asomaba curioso a la conversación. No pude evitar que mi vista se deslizara hacia el intruso y Lauro se dio cuenta enseguida, mas no dijo nada. Mas bien se echo hacia atrás en el sofá, exponiendo su paquete todavía más, pero sin develarlo todavía. Su verga comenzó a extenderse con la conversación y poco a poco, se notaba que la calentura iba en aumento. En un momento, me dijo que la razón por la que había dejado con su esposa era porque no lo satisfacía sexualmente. Y mira – me dijo mientras se quitaba la toalla, exponiendo al cien su verga – que tenía con que.
Su verga se mostraba ya a medio mástil, su base comenzaba a llenarse poniéndola más gruesa a cada segundo y la cabeza todavía escondida en el prepucio. Pues ahora o nunca, pensé. Con el corazón latiéndome a mil, le dije – Pues veamos entonces si es cierto- mientras me quitaba también la toalla de la cintura, mostrándole mi verga circuncidada que también ya estaba excitada, mostrando mi cuerpo desnudo sin vergüenza, mientras, dándole la espalda, apagaba la luz de la sala y abría las cortinas de la sala.
Sentí los ojos de Lauro recorrer todo mi cuerpo, mientras las ondas de luz azul de la piscina se reflejaron en el techo de la sala. Me acerqué a Lauro con un gesto de nerviosismo y complicidad. El sólo me observaba con una sonrisa en la cara, ahí supe que todo lo había planeado este cabrón. Sentado como estaba, con la espalda casi en el asiento del sofá, su cuerpo entero se veía maravilloso, prácticamente lampiño y de una tonalidad de piel broceada. Un ejemplar de hombre maravilloso, de pies a cabeza. Era la primera vez que veía una verga tan de cerca y no iba a dejar pasar la oportunidad. Caminé hacia el sofá y metí mis piernas desnudas entre las rodillas de Lauro, haciendo que las abriese y me permitiera apreciar ese instrumento tan sabroso. Lauro sonreía en todo momento y mi corazón no paraba de sonarme en el pecho, pero seguí adelante. Mi verga ya estaba a todo lo que daba, con sus 21 centímetros de largo, no me daba pena exhibirla enfrente de su rostro, que enfocaba su mirada entre mis ojos y mi verga.
El tronco de Lauro todavía no acababa de extenderse cuando me arrodillé en la alfombra y tomándolo con las manos, comencé a masajear ese pedazo de carne. El contacto era electrizante, mis dedos le recorrieron desde la punta del miembro hasta la base, pasando por aquella vena tan grande que le recorría todo ese tolete; mis manos encontraron pronto el ritmo, sintiendo como su verga se llenaba rápidamente; Lauro me guiaba, acariciándome los brazos y el pecho mientras mis dedos se aferraban fuertemente a su verga, haciéndola crecer más allá de lo que esperaba. Al final, calculo que su tronco iría por ahí de los 24 centímetros y pude apreciarla en todo su esplendor, de una base gruesa que no podía abarcarla entre mis dedos pulgar e índice, iba haciéndose un poco más fina hacia arriba en una larga y turgente curva espectacular, de modo que se erguía orgullosa contra el vientre marcado de Lauro. La comparé con mi propia verga circuncidada, un poco más corta y más delgada y me gustó que fueran diferentes. El color de su prepucio, un poco más oscuro que la base de su miembro, se antojaba suculento.
En todo momento, nunca dejamos de vernos a los ojos. Inclinándome un poco, pude alcanzar a oler el olor de macho que expedía su verga. Para entonces, un fino rastro de líquido seminal se extendía de la punta hacia los grandes huevos. Me pasé la lengua por la boca y ese pareció ser el gesto que estaba esperando Lauro para su siguiente movimiento: tomándome suavemente de la cabeza, me guió hasta su miembro. Lo hizo sin fuerza, casi naturalmente y aunque en mi mente abundaban mil dudas sobre lo que iba a hacer, me dejé llevar. Abrí la boca lentamente, depositando mis labios sobre su miembro y saboreando la cabeza del miembro de mi amigo, probé el agradable sabor salado de su cuerpo. Mientras mi lengua exploraba su virilidad por primera vez, mis dedos jugaron con los pliegues de su verga y encontraron que si los tiraba hacia atrás, dejaba al descubierto la cabeza en todo su esplendor.Lauro solo gemía de vez en cuando mientras observaba golosamente mi boca haciendo su trabajo en su cuerpo, dejándose querer.
Aunque era nuevo en eso de mamar vergas ajenas, juzgué mi actuación a razón de los gemidos de mi amigo. Iba descubriendo lo que particularmente le gustaba y lo que no. Gritaba y gemía como loco mientras mi boca y lengua recorrían el tronco y la cabeza de mi amigo. Me la habían mamado antes y conocía suficientemente mi cuerpo como para conocer los puntos sensibles de la verga de un hombre: en poco tiempo lo tenía dominado y aunque no me la tragaba completa porque era muy grande por lo gruesa que era, lo manejaba bastante bien.
Nunca había decidido el rol que tendría en el sexo gay, activo o pasivo, pero era lo suficientemente curioso como para no echarme para atrás, lo disfrutaría al máximo. Lo único que me preocupaba un poco era que no sabía que querría Lauro así que decidí averiguarlo. Comencé a mamar a Lauro con lentitud, dejando que disfrutara de la sensación de mi boca húmeda acariciando la base de su miembro mientras subía hasta descubrir la cabeza y mamaba los pliegues y las venas de su verga sin circuncidar. Le encantó el tratamiento, pues gritaba de placer y gemía fuertemente mientras me acariciaba mi pelo con suavidad y sus piernas se estiraban y ponían rígidas de vez en cuando, apoyándose sobre los dedo gordo del pie en un esfuerzo por no venirse. Cada vez que esto pasaba, dejaba de mamarlo y apretaba fuertemente la gruesa base de su pene, para demorar su venida, solo para empezar de nuevo con la suave tortura. Le seguí mamando de esta manera hasta que su cuerpo y el mío estuvieron sudorosos por la excitación y el bochorno de una noche como esa.
Pude encontrar la posición de mis dedos adecuada para ordeñarle un poco más la verga y extraerle más líquido que no paraba de brotar como si de una fuente se tratara. Mi propia verga nunca era tan abundante por lo que me divertía el que fuese así. Pronto mi boca estuvo llena del líquido seminal que emanaba Lauro, así que lo dejé caer sobre su verga y este se extendió sobre sus huevos y más abajo, en donde nacía su culo. Comencé entonces a mamarle un poco más fuerte, solo con la boca, mientras con los dedos mojados del viscoso líquido le acariciaba las bolas con firmeza, pues me gustaba sostener entre mis manos el placer que emana del tener a un hombre literalmente por los huevos, una mezcla de poder, confianza y dominio que me arrebató. El se dejó llevar y abrió aún más las piernas para darme espacio de maniobra. En seguida se dejó caer de espaldas sobre el sofá completamente, ofreciéndome toda su virilidad sin reserva.
– A ver que pasa- me dije, y mientras le continuaba mamando, mi mano izquierda sostenía sus grandes huevos, ya humedecidos completamente por tanta saliva y líquido seminal. Pude ver entonces el objetivo de mis acciones: su suave culito rosa oscuro en medio de sus fuertes nalgas. Apoyé tentativa y suavemente, la punta de mi dedo índice derecho en la suave entrada. Húmedo como estaba, presioné ligeramente hasta sentir como se abría en flor, dejando entrar sólo un centímetro de mi dedo en su cuerpo. Migue no se inmutó, no protestó y al contrario, movía el trasero como exigiendo más, pero sin decir una palabra al respecto y observando en medio de sus piernas la maniobra de succión que continuaba sin parar, mi boca comenzó entonces a mamarle la verga con una voracidad tremenda, para distraerlo de lo que vendría. Lauro sucumbió a la tentación y levantando los pies del piso, los apoyó sobre mis hombros, arrodillado como estaba sobre su verga.
Sin dejar de mamarlo, introduje entonces un poco más mi dedo, hasta llegar a la segunda falange, y comencé a explorar el interior de su culo, húmedo y caliente. Lauro gimió y gritó todo lo que quiso, pero dejó de moverse, como para acostumbrarse al nuevo intruso. Noté su culo estrecho, los músculos de su culo rebelándose en un principio y luego acostumbrándose al intruso, para comenzar a ordeñarlo en movimientos regulares de contracción; no sabía si era su primera vez, pero para mí lo era y lo disfruté como tal. Girando lentamente mi dedo, lo metí hasta el fondo y encontré su próstata. Sabía el poder que tiene esta glándula sobre el placer del hombre pues a menudo me masturbaba con un dedo en el culo, pero darle placer a otro hombre al masajearle su punto P era estupendo, el poder darle placer a Lauro de esa forma, era genial. Emitió un gruñido de hombre de las cavernas que me asustó un poco pero se dejó hacer y cuando mi dedo comenzó a masajear el punto sensible, casi se me viene en la boca pero lo logré contener, sujetándolo con la mano izquierda por la base de la verga henchida.
Para entonces, mi dedo índice ya era un experto en el arte de coger y comenzó a entrar y a salir lenta y rítmicamente por el culo de mi amigo. Solo quejidos de placer- alcanzaba a decir Lauro – no sabía lo rico que se sentiría…- decía mientras su cuerpo desnudo temblaba en el sofá. Mientras le mamaba la verga, masajeaba los huevos y le estaba dando una cogida con el dedo de campeonato, observaba su vientre contraerse por la excitación, con la respiración agitada. Encontré placer en el hallarme capaz de poder llevarlo a ese estado.
Estuve unos 15 minutos con la boca llena de su verga, saboreando el darle placer a este viejo amigo, mientras por otro lado me lo cogía aunque fuese con el dedo. Mi propia verga estaba llena al pleno y exigía atención. No pude aguantar mas y comencé a dedearlo en serio, cada vez más rápido, quería que terminara ya y observar su cara mientras se venía. Pronto tuve mi recompensa pues sus piernas envolvieron mi cuello fuertemente mientras su cuerpo se ponía rígido por enésima vez; esta vez lo dejé seguirse y dándole una última chupada a su colosal verga, me puse a chaquetearlo y a meterle el dedo al mismo tiempo, de forma rítmica y coordinada. Lauro gritó fuertemente y mientras me miraba con una mezcla de amor, placer y desconocimiento, volvió a apoyar sus pies en mis hombros y arqueó la espalda para que mi dedo fuera más allá, me animé y le metí el dedo anular junto al índice, esperé unos segundos a una protesta que nunca llegó y de golpe los empujé hasta el fondo; pronto se vino en chorros tremendo de semen blanco y abundante, conté 6, inundando la sala con su olor a hombre. Su vientre, su pecho y parte de mi cara estaban bañados con el líquido blanco.
Poco a poco, se fue calmando, recuperando la respiración, aunque para mi sorpresa su verga no se desinfló, continuó en un estado de semiexcitación que la hacía verse aun más deliciosa. Retiré entonces mis dedos de su culo y con un ligero “plop”, salieron de su cuerpo.
Riéndose a carcajadas, Lauro me tomó de los brazos y me tiro hacia su cuerpo, para que nos abrazáramos. En vez de eso, me puse de pie frente a él y tomándolo de la mano, lo puse de pie; apenas pudo hacerlo pues las piernas le temblaban. Le tomé entonces de la cintura desnuda y lo llevé hacia mi cuarto. Era un cuarto grande, con una cama King size, perfecta para lo que vendría a continuación. Lo senté sobre la cama y yo permanecí de pie frente a él, ofreciéndole mi verga, un poco a fuerzas porque no aguantaba más, necesitaba venirme. Le tomé de la cabeza y fue mi turno entonces de guiarlo hacia mi propia verga. Él parecía ser un poco reticente a hacerlo pero su calentura fue más y tomándome de las nalgas, me acercó a su boca. Mi verga entró en su boca y le agradecí el devolver el favor pues pronto me hallé con la verga entre esos labios carnosos.
Creo que para no quedarse atrás, mientras me mamaba la verga, me acariciaba las nalgas, separándome los glúteos. Me acercó un dedo a la boca y se lo mamé para ponerlo húmedo y a punto para lo que sabía iba a pasar inevitablemente. Retiró mi dedo ensalivado y poco a poco, fue masajeando mi culo hasta meterlo hasta el fondo. Aunque su dedo era más grande que el mío, me acomodé fácilmente y pronto lo tuve hurgando en mi interior, deseándolo cada vez más adentro. En un momento, quiso meter dos dedos, pero le pedí que parara pues era demasiado. No hubo problema y siguió mamando como si nada; de alguna forma se acomodó los 21 centímetros de mi verga en el interior de su boca y aunque al principio estaba reservado, ahora parecía disfrutar darme sexo oral. Se engullía mi verga y luego la tomaba sólo por la cabeza, dándole besitos y pasando la lengua por el orificio y atrás de la cabeza, en el frenillo. ¡Uff!, se sentía delicioso mientras su lengua viajaba desde mis huevos hasta la punta del tronco, para luego tragársela toda, darles unas cuantas mamadas, escupirla y volver a empezar. Le tomé por las orejas mientras comenzaba a coger su boquita deliciosa y él a su vez continuaba su trabajo en mi culo. Nuestros ojos se encontraban y no sabíamos como reaccionar a esta pasión que estábamos experimentando, con amor, angustia, temor, sí, pero sobre todo un sentimiento de liberación que compartimos en común. Contrario a lo que pensaba, tardé mucho tiempo en venirme en su interior y para mi sorpresa, con cada trancazo de semen que aventaba mi verga, Lauro se tragaba cada gota. Creo que más que por gusto, al principio le sorprendió el primer metrallazo pero se aguantó los que vinieron y hasta lamió la punta, secando todo rastro de semen.
Las piernas me temblaban y no podía estar más tiempo erguido. Lauro percibió esto y me atrajo hacia su cuerpo, desnudos y sudados como estábamos no nos importaba nada ya. Nos acostamos en la cama, disfrutando el contacto mutuo de nuestro abrazo, restregándonos las vergas mutuamente, enredándonos las piernas. Migue me comenzó a besar el cuello fuertemente, como para dejar huella de la pasión que sentía en esos momentos. Subió hasta mi oreja y ahí enloquecí. Siempre he sido muy sensible en ese punto y al reírme, nuestras bocas se encontraron. Fue extraño ese primer beso, sentir su lengua húmeda y refrescante, el contraste con su boca y barba de medio día que ya comenzaba a raspar contra la mía. Extraño más excitante. Me fundí con Migue en un abrazo de saliva y sudor.
Estuvimos besándonos y explorándonos los cuerpos por un buen rato, perdí la noción del tiempo hasta que vi mi despertador, que marcaba un poco antes de la medianoche. Lauro también lo vio y les habló a sus padres para tranquilizarlos y decirles que pasaría la noche conmigo, que habíamos bebido de más y era mejor no conducir hasta la siguiente mañana. Me gustaba cada vez más la decisión de este hombre.
Me paré y lo invité a darnos un baño junto. Le tomé de la mano y lo llevé hasta la ducha. Dejé la luz a media intensidad para mejorar el ambiente. Abrí la llave hasta dar con la temperatura perfecta mientras él no dejaba de abrazarme por detrás de la espalda, sentía su palo ya otra vez en pleno, henchido contra su vientre y haciendo un surco entre el cana de mis nalgas. Estaba temeroso ante la idea de que esa verga me cogiera, pero eran claras sus intenciones y estaba también demasiado caliente como para no darle puerta. Sus manos se prendieron de mis tetillas, dándoles pequeños y suaves pellizcos que me prendieron aún más mientras su verga encontraba un ángulo que masajeaba la entrada de mi culo con su longitud y me pegaba en los huevos con la punta, de tan larga que era. Podía sentir como la larga curva de su percha se deslizaba lascivamente entre mis nalgas, hasta tocar mis huevos con la cabeza, justo para retirarse hasta la entrada de mi culo y coquetear solamente con él. Lauro deslizó su brazo hasta mi verga y comenzó un suave vaivén a ritmo de sus cogidas en seco. Le alcancé un jabón y apoyé las palmas de las manos en la pared, elevando las nalgas para darle un mejor acceso. El entendió mi aceptación y comenzó a enjabonarme desde los hombros hasta los pies. En un momento estuvimos llenos de espuma los dos, su verga todavía jugueteando entre la raja de mi culo, pero sin ir más allá de ponerme a mil la calentura. Dándome la vuelta por la cintura con sus fuertes manos, me besó apasionadamente mientras sus manos seguían atadas a mis nalgas turgentes, amasándolas, separándolas y metiendo un dedo en ellas hasta el fondo. Salimos limpios y mojados del baño, envueltos aún en un abrazo, yo por delante y él detrás mío. No pensé que hubiese forma de escaparme de la cogida que vendría así que me armé de valor para lo que seguiría.
Nos acostamos en la amplia cama, boca arriba yo y él sobre mi cuerpo, comenzamos a besarnos, su boca recorrió brevemente mi cuello y comenzó a descender por mi pecho hasta encontrar mis tetillas. Las mordió suavemente al principio y luego comenzó a succionar, amasando cada pecho entre sus manos disfrutándolo como si de una delicada fruta se tratara. Estuvo un rato así hasta que decidió bajar hasta mi ombligo y agarrarlo a besos. Mi verga ya estaba henchida y con la primera mamada que me dio casi me vengo, pero aguanté y el hundió su cabeza en mi entrepierna, sujetándome fuertemente por los muslos. Siguió mamando así, ya era casi un experto en el tema y de repente, se irguió sobre la cama para tomar dos almohadones, los colocó bajo mi culo para elevarlo. Una vez que estuve cómodo me tomó de las piernas y las colocó sobre sus fuertes y amplios hombros. Mi culo estaba entonces totalmente expuesto a sus deseos, pero el se aferró todavía un rato más a mi verga con su boca, mandándome a placeres extremos.
Sus manos comenzaron a masajear mi trasero y supe que el momento iba a comenzar. Su boca se distrajo un momento de mi palo y comenzó a darle besos a mi culo, ensalivándolo y poniéndolo a punto. Un dedo travieso se introdujo primero suavemente en mi ano y luego con más confianza se dejó entrar hasta el tope, dejándome sin aliento por un momento. A pesar de lo rico que se sentía su dedo jugueteando en mi culo, supe que a continuación vendría otro grueso dedo más y no creía poder soportarlo. Alargué la mano y de la cómoda al lado de la cama, alcancé el gel con que a veces me masturbaba. La abrí con ambas manos y tomando una generosa porción, me lo apliqué en el culo, dejándome una fría sensación que poco duró, pues su dedo entraba cada vez más fácilmente. Tomé una almohada para observar lascivamente sus movimientos, mientras su dedo me cogía lentamente y sentía mi palo rígido de placer entre los dedos de su mano izquierda.
Un momento después, de haberse embarrado más gel, un segundo dedo alcanzó al primero. Mi culo se rebeló un instante ante la intrusión, que aunque deseada, era temida. Sentí como los músculos de mi culo se cerraban fuertemente en sus dedos y de momento pensé que iba a partírselos de tan fuertes que eran los espasmos. Me calmé y relajé un instante, pujando para que mi culo se relajara y sentí como se abrió ante los dedos de Lauro. Poco a poco, sin protestas de mi parte, sentí como sus dedos se abrieron pasó por completo en mi culo, aflojándolo y preparándolo para lo que vendría a continuación. Su mano izquierda abandonó mi verga y se lo agradecí pues estaba más concentrado en la mezcla de placer y dolor en el culo y podría haberme venido antes de lo deseado. Encontré una satisfacción que no esperaba en el abandonarme de esa forma a otro hombre, en entregarme completamente, sin reservas. Sus dedos comenzaron a hurgar cada vez más profundo, girando lentamente y acostumbrando mi culo a la sensación de estar siendo invadido. Poco a poco, la molestia que sentía fue pasando, dejando paso a un placer a la vez extraño y a la vez maravilloso.
Lauro estuvo dándome dedo por un rato más, y cuando vi que su mano se estiraba por más gel y lo aplicaba en la gloriosa verga, temí por mi vida. A partir de ese momento, Lauro había adoptado el rol del “hombre” y yo me dejé llevar. No sentía que me estaba violando a la fuerza ni que me iba a coger de forma unilateral, sentí que le estaba entregando mi culo pero decidí que no sería solamente pasivo en esta relación: su culo sería también mío antes de que acabara la noche.
Caliente como estaba, no sabía si cogía de esa forma con su ex mujer o sus amantes, pero no me importaba, por esa noche este hombre era mío y de nadie más. Me pareció que tenía cierta práctica en el sexo anal porque, apartándose de mi culo, sacó ambos dedos del mismo. Me hizo que me incorporara de rodillas sobre la cama y pude verle la verga en plenitud: la había embarrado perfectamente de la punta hasta la base y brillaba de forma obscena con la cubierta de gel; sentí que mis miedos estaban infundados, este cabrón me iba a matar con semejante falo. Sonriendo, me tomó por los hombros y me volteó boca abajo sobre los almohadones, de forma que mi culo quedara al aire. Me dejé hacer, totalmente abandonado a esta nueva sensación de ser el que recibe la verga de otro. Lauro se acomodó entre mis piernas, separándomelas con las rodillas un poco. Sentí como sus manos me acariciaban los hombros, la espalda y la cintura, hasta llegar a mi culo. Sentí como me abría el culo con ambas manos y a continuación la cabezota de su verga que probaba la abertura de mi ano.
Comenzó poco a poco, para que mi trasero se fuese acostumbrando. A pesar de haber tenido ambos dedos en mi interior, la sensación era diferente, pues su gruesa verga comenzó a hacerse camino por senderos no antes explorados. Aguanté la clara sensación de dolor, que para mi sorpresa no era tan grande como la esperaba. Supongo que muchas noches de jugar con mi culo habían tenido su recompensa, pero de todos modos lo sentí avanzar de forma lenta pero contundente. Estuvimos así unos minutos; mis gemidos no paraban aunque quisiera pero el placer era mucho. Él no dijo nada, parecía estar más concentrado en no causarme algún daño que en su propio placer, preguntándome si todo iba bien, si paraba o seguía. Solo cuando tuve 3/4 de su falo en mi interior, se detuvo y se quedó quieto, observando mis reacciones. Yo sentía que mi culo me ardía tremendamente pero aguanté hasta que la sensación fue desapareciendo. Entonces mi culo comenzó a ordeñarle ese gran tronco, espasmódica e involuntariamente, como si de una boca hambrienta se tratara. De esa forma Lauro siguió todo su camino hasta que sentí su vello recortado pegar contra mis nalgas. Mis piernas seguían sobre sus hombros y él se apoyó entonces sobre la cama, para comenzar suavemente un movimiento de mete saca que pronto me enloqueció.
La primera vez que lo sacó, lo hizo lentamente hasta casi sacar la cabeza de mi culo, sentí que una parte de mí me abandonaba y bajé mis piernas hasta rodearlo por la cintura, atrayéndolo hacia mí. El regreso de su miembro en mi interior fue intenso y comenzó a cogerme de forma rítmica, agarrándome ahora por los hombros, como si a cada embestida quisiera hacerme saber que era suyo. Al principio fue suave, haciéndome disfrutar cada cogida como si fuese la última. Sentía como su gran palo me masajeaba la próstata a plenitud y la sensación de apertura de mi culo era al máximo. A cada retirada, sentía que la vida se me iba, sólo para devolverme el alma con cada empellón de sus caderas. Le acaricié los brazos y el pecho mientras el parecía hipnotizado por la visión de su verga entrando y saliendo entre mis nalgas. Siendo yo un poco más moreno que él, era excitante la diferencia de cuerpos. Sentía como sus huevos se estrellaban contra mis nalgas a cada embestida, lo que me provocaba un poco de cosquillas. Comenzó a dar mayores empellones, cada vez con más fuerza, pero de forma controlada.
La cama chirriaba un montón, quejándose de los dos cuerpos que la azotaban sin piedad y seguramente nuestros gemidos se oirían con los vecinos pero no me importaba nada. Sentí como nuestro placer se desbocaba y lo dejé cogerme mientras que aprendía a darle placer con el culo, cerrando y abriendo a voluntad los músculos de mi ano. Esto le prendió definitivamente, pues paró por momentos su ímpetu para volver a un ritmo más sosegado pero increíblemente sexi. Me quité los almohadones debajo del culo y él me sostuvo, cambiando mis piernas en su cintura hasta alzarse entre mi cuerpo y besarme en la boca, aún conectados por medio de su gran verga. Esto despertó en mi otros ángulos de placer, por lo que no pude evitar gemir en medio de su caliente beso, su boca cubriendo la mía y nuestras lenguas enlazadas. Lauro comprendió que me encantaba esta nueva posición y me abrió más las piernas, me clavó a la cama con sus brazos envolviendo mis piernas y sus manos en mis hombros. Me hizo sentir que era su culo sin una sola palabra, todo en él era sensual. Me encendía el observar su torso musculoso subiendo y bajando en mí, sus ojos que no se apartaban de los míos y de mi rostro, atento a cualquier reacción de placer que le indicara el camino a seguir.
Comencé entonces a darle marcha con el culo, anticipándome a cada movimiento suyo, cerrándole el paso para que disfrutara de mi estrechez. Lauro me llamaba a gritos por mi nombre de una forma encantadora, repitiéndolo entre gemidos de placer entrecortados. Sentí como si su verga creciera de repente al doble y supe que el momento había llegado, comenzó a darme más fuertemente, sin soltarse del beso apasionado. Sus embestidas se hicieron cada vez más duras, haciéndome rebotar contra la cama, pero sin dejarme ir, sujetándome aún por los hombros fuertemente. Mi verga se restregaba ahora contra su vientre lampiño y cuando, no pudiendo aguantarme más, me vine copiosamente contra su pecho, mi culo comenzó a ordeñarle incontrolablemente. Lauro paró en seco sus embestidas y se vino en mi interior, gritando mi nombre mientras lo hacía. Sentí que su verga se hacía aún más gruesa por la venida y que palpitaba en mi culo, juro que por un instante sentí los latidos de su corazón en mi ano. Sentí la caliente metralla entrar en mi interior, dejándome su marca para siempre. No me importó. Su descarga fue en varios metrallazos, saciándome el culo cada vez que lo hacía.
Se quedó en mi interior, mientras jadeando se dejó caer sobre mi hombro. Lo envolví en un abrazo y le besé nuevamente. Mi culo latía aún por la venida, mi ano le seguía exprimiendo cada gota del preciado líquido con que me había recompensado. Lauro se había convertido en el primer hombre en mi vida y le besé por ello. Nuestros vientres eran una mezcla de sudor y semen, pero seguimos unidos en estrecho abrazo. Su verga siguió latiendo en mi interior, renuente a abandonar su nuevo hogar, todavía en un estado de semiexcitación agradable, pero al final mi culo la expulsó.
Decidí que era momento de tomarnos un descanso, por lo que lo dejé en la cama, hundido en sus pensamientos por lo que acababa de pasar y como pude llegue de nuevo a la ducha. Sentía que el culo me ardía y que el ano me iba a explotar y me reí de mi mismo porque seguramente estaba caminando extraño. Me comencé a dar un lento regaderazo, para quitarme todo rastro de sudor y semen, me lavé perfectamente el culo, que ya se recuperaba de la deliciosa invasión. Lauro abrió en un instante la puerta del baño, deslizándose junto a mí. Parecía cambiado, muy amoroso y diferente del macho dominante que me había cogido hacía sólo unos instantes. Su cuerpo parecía irreal en la penumbra, pues no había encendido la luz del baño y un resplandor trémulo se colaba por la puerta desde la recámara. Me besó y me bañó por completo, enjuagándome la verga perfectamente y el culo. Me abrazó fuertemente y el contacto de nuestros vientres al desnudo me volvió a encender. Debo confesar que sentía el palo entumecido de tanto placer y tantas venidas, pero aún así, contra toda predicción, se me paró por completo en un momento. Me dijo que siempre había querido cogerme por el culo; lo había intentado con su esposa y nunca lo había dejado. – Mejor para mí- pensé con una sonrisa.
– Ahora te toca a ti demostrar de lo que estás hecho, también es mi primera vez – me dijo y tomándome de la verga, me sacó de la regadera. Me llevó hasta la sala y se puso de rodillas sobre el borde del mismo, ofreciéndome su generoso culo, todo para mí. Lo observé un instante, mientras Lauro volteaba a verme, meneando la cola y sonriendo. Me encantaron al instante las curvas firmes de su trasero, que de por sí era paradito y turgente, pero musculoso y breve, como pensaba que todo el culo de un hombre debe ser.
Acariciándole las curvas y la espalda, le fui calmando pues sabía por lo que iba a pasar. Lauro se volvió un poco salvaje ante la expectativa de ser cogido por el culo por primera vez. Lo cubrí con mi cuerpo, besándole la oreja y susurrándole al oído lo que le iba a hacer y meneaba el trasero con decidido placer. Sus nalgas se adoptaron a la intromisión de mi verga, que se introdujo entre sus piernas para ir a parar al lado de sus huevos. Eso estaba bien, en un principio, para irlo acostumbrando a la sensación de peso. Debía reconocer que era más aventado que yo, pues fue él quien tomándome de la verga entre sus piernas, me la embadurnó de gel para ponerla a punto.
Cuando estuvo bien lubricada, me ofreció su culo una vez más. – Hacelo ya- me dijo mientras sus ojos se encontraban con los míos en una súplica. Me coloqué en posición y, dado que su culo había ya aceptado anteriormente dos de mis dedos, pensé en probar suerte desde el principio con mi verga, que estaba ya a todo mástil. Le apliqué abundante gel sobre su culo, metiéndole dos dedos suavemente y no replicó, más bien gimió y arqueó aún más la fuerte espalda. El espectáculo de tener a ese hombre bajo mi dominio me dejaba sin aliento. Sus hombros anchos se destacaban contra la brevedad de su cintura y su culito al aire me encendió al máximo.
Guié la punta de mi palo hacia su culo, dejándolo descansar brevemente, para luego meterlo unos centímetros, sólo la cabeza para empezar. Lauro reculó y se echó para atrás, exigiéndome más después de unos instantes. Comencé entonces a cogerlo con suavidad, introduciéndome centímetro a centímetro en su interior, sintiendo como su culo húmedo, caliente y estrecho me daba la bienvenida. Lauro gemía cada vez más alto y su verga permanecía en un estado de semierección, meciéndose entre sus piernas. Le tomé de la cintura y comencé a introducirme entonces en serio, hasta el tope de mis huevos. Los 21 centímetros de carne se introdujeron en Lauro y este alzó la cabeza. Lo tomé suavemente de los cabellos y subí los pies al sofá, de forma de que mi cadera quedase por encima de la suya para generar un mejor ángulo de ataque. Sentí como si estuviese domando y comencé a darle candela poco a poco, retirando mí verga hasta que estaba a punto de abandonar para luego volverlo a meter hasta el tope y volver a comenzar. Migue reaccionó a mis ataques con gemidos de placer y gritos entrecortados, le estaba dando directamente en su centro de placer, sentía su próstata agitarse con cada ataque de mi falo. Su culito me exprimía deliciosamente cada centímetro de mí ahora entumecida verga, a cada acometida me ordeñaba que era un placer. Continué así, bajando mis nalgas sobre su pobre culito mientras lo sujetaba por los hombros. Supe entonces el placer que era el tener a un hombre como Lauro, domado por la fuerza de tu propia verga en su culo, gimiendo de satisfacción con cada empellón. Disfruté de sus suaves nalgas tanto como quise.
Como estábamos en el sofá, podíamos ver hacia la piscina de los apartamentos, aunque nadie podía ver hacia el interior pues estábamos a oscuras, sólo iluminados por la propia luz interior de la alberca que se reflejaba suavemente sobre el techo de la sala. Mientas continuaba con mi cogida, vimos como pasaba un matrimonio vecino, seguramente regresando de alguna fiesta. Lauro seguía gimiendo como salvaje y le cubrí la boca con la mano para callarlo mas fue en vano pues sus gemidos seguían escuchándose en medio de la noche, los esposos rieron, volteando a ver hacia mi casa y siguieron su camino hasta su casa. Este acto de exhibicionismo involuntario me excitó en gran medida y comencé a darle con destreza y decisión, haciendo que el pobre culo de mi amigo sacara chispas de lo calientes que estábamos. Le alcancé la verga con la mano, para encontrarla erguida en su totalidad nuevamente, agitada contra su propio vientre. La sujeté fuertemente y comencé a masturbarla con un ritmo que se acoplaba a mi propia verga sobre su culo. Lauro se debatía sobre el sofá, acercándome las nalgas a cada carga de mis caderas sobre su culo.
Continuamos con ese ritmo un rato más, disfrutando del contacto carnal; mis huevos comenzaron a pegar en sus nalgas y era deliciosa la caricia. – Me encantan tus huevos – me dijo en un susurro y acomodé el ángulo para que los sintiera aún más. Aumenté el ritmo de ataque hasta que pensaba que me iba a venir en su interior, pero me retiré completamente de un tirón. Lauro protestó ante el abandono, pero lo tiré sobre la mullida alfombra, poniéndolo sobre su costado izquierdo y acostándome a su lado, justo detrás de él; le rodeé en con un brazo mientras que le subía una pierna con la mano derecha para acceder a su culo y de un empellón se la volví a meter. Lauro se derritió entre mi abrazo mientras yo le mordisqueaba la oreja y volvía a metérsela con renovados bríos. Después de unos minutos, su verga no aguantó mucho tiempo más la tortura y se vino casi en seco, pero en un evidente torrente de placer, pues su cuerpo se sacudió en espasmos y su verga, ahora presa entre mi mano derecha, arrojó abundantes chorros de espeso semen; increíble la cantidad después de venirse tantas veces en esa noche. Seguí con el ritmo hasta sentir en la base de mi verga como se iba construyendo el deseado orgasmo y sin más le planté mi semilla en su interior, viniéndome para mi sorpresa en abundantes descargas en su culo.
Jadeamos los dos, los corazones desbocados por el placer y el esfuerzo, pero satisfechos al fin. Me quedé en su interior, mi verga aun palpitando en su trasero, un brazo alrededor de su cuello y el otro en su pecho, como protegiéndolo de lo que pudiera pasar. No sé en qué momento nos quedamos dormidos, agotados; tampoco el momento en que nos fuimos a la cama, pero despertamos alrededor de las 11 de la mañana del otro día. Un bello sol se colaba por entre las persianas de la habitación y con Lauro entre mis brazos, era feliz.
Entre besos, abrazos y pellizcos nos bañamos rápidamente y fuimos por sus padres para desayunar. Nos regañaron por haber bebido tanto, pero nos reímos juntos con complicidad y satisfacción. Esa tarde se tuvieron que regresar a la ciudad donde vivían, pero quedamos en vernos la semana entrante. Sobra decir que fue, nuevamente, un encuentro amistoso.
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