Hetor, el esposo de mi prima.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por manizaleñogay.
Todo comenzó el año pasado en el mes de agosto.
Mi prima es una mujer de treinta y cinco años, tiene dos hijos producto de su matrimonio con Hector, este a su vez es un hombre de treinta y ocho años, de altura de 1,90, acuerpado, y muy caballero.
Cuando era más joven, en repetidas ocasiones, me sentí atraído por Hector, puesto que pese a que su físico no es del todo atractivo, el tamaño de su cuerpo en comparación con el mío, me hacía verlo como un hombre fuerte y masculino, lo cual despertaba en mí cierta curiosidad de sí todo en su cuerpo tenía esas mismas proporciones.
Mi prima y yo siempre hemos tenido una muy buena relación, motivo de esto ella acudía a mí cuando necesitaba favores de su trabajo o con su hijo menor, lo cual me permitía entrar en su hogar las veces que fuese necesario por estas razones o simplemente para utilizar la impresora que tenía en su casa.
Siendo de esta forma, me dirigía a su casa una o dos veces por semana.
El día que ocurrió el primer encuentro entre Hector y yo, había acordado con mi prima por WhatsApp que iba a ir a su casa en horas de la tarde para adelantar imprimir unos trabajos que tenía que llevar al otro día a la universidad.
Para lo cual acepto sin problema, no sin antes advertirme que su esposo estaría todo el día en casa debido a un día de compensación por los buenos resultados en su trabajo.
No le vi problema alguno que Hector se encontrará ese día en la casa puesto que la relación que teníamos era bien, aunque no muy cercana, había un grado de respeto y cortesía que me agradaba mucho y, que en ocasiones me hizo pensar mucho acerca de sí yo le atraía a este hombre.
Pensamiento que castraba al instante básicamente por dos razones, la primera su heterosexual evidente y además, y mucho más importante, el matrimonio que sostenía con mi prima.
Sin embargo y pese a los esfuerzos infructuosos para que mi curiosidad por este hombre cesará, el sentimiento de descubrir aquel mástil que yo suponía tenía entre las piernas, y con el cual había fantaseado un par de veces crecía.
Al llegar a la casa de mi prima siendo las dos de la tarde, me encontré a Hector sentado viendo su Facebook en el computador de la casa ubicado en la sala, apenas me vio me saludo, me preguntó cómo estaba y me ofreció algo de beber.
A lo cual, yo agradecido, acepte.
Me preguntó qué que trabajo tenía qué hacer, y de una forma genuina, como quien habla con otro colega, le respondí con demasiado tecnicismo algo referente a lo que estudio.
Él como es ingeniero, no entendió muy bien de lo que trataba y sin más me dijo.
"Pensé que de pronto podría ayudarlo, pero no creo saber de ese tema, así que ya termino con el computador y se lo paso.
” Acto seguido le volví a agradecer por el jugo que me había ofrecido y me senté enseguida de él, esperando a que terminará con el computador.
Estando al lado de él me percate de lo que llevaba puesto, tenía un esqueleto blanco, que le dejaba ver por un costado una enorme tetilla rosada, y una pantaloneta blanca, que por la apertura entre sus piernas dejaba un bulto exquisito que hacia volar mi imaginación y que apenas estaba a unos cuantos centímetros de mi mano.
Una vez concluyo en el computador, separo sus ojos de la pantalla y volteo a mirarme, me sonrío de una manera gentil, y me comento: “Ya es todo suyo, ojalá le rinda.
Sí necesita algo me dice, estaré en la habitación”, a lo cual asentí con un movimiento de mi cabeza, dándole paso para que se marchará a su habitación en el segundo piso.
De ahí me cambie a la silla en donde segundos antes había estado sentado aquel enorme cuerpo que tanto despertaba mi curiosidad, sin más ni más me coloque a trabajar y dos horas más tardes concluí.
Al finalizar mis labores y aprovechando la impresora, me percate que tenía muchas ganas de orinar, así que procedí a pararme de aquel asiento de ruedas y me dirigí al baño, mientras iba por el pasillo de primer piso, un pensamiento llego a mí como relámpago y en forma de instinto, recordé las repetidas ocasiones que me encontré preguntándome por el tamaño del miembro de Hector y las veces que introduje mis dedos en mi ano imaginándome que era su verga abriéndose paso por mi culo.
Pensamientos que detuvieron mis ganas de orinar convirtiendo esta última en una erección que a leguas se notaba entre mis pantalones.
Erección que me llevo al baño del segundo piso con la excusa de buscar algo para divertirme.
Sin embargo, mientras me dirigía al segundo piso, vino a mí cuestionamiento que se basaban en que sería una locura disponerme a hacer algo con el esposo de mi prima.
Al llegar al baño esta pregunta seguía rondando mi cabeza y mientras trataba de apuntar mi pene para orinar durante la erección, mi cuerpo se dividida entre sentimientos de excitación y miedo.
Pese a esto, mientas estaba en el baño, la parte más oscura de mí me convenció que nada iba a pasar sí sólo iba en busca de ver su pene, y una vez visto me retiraría de la habitación, así que una vez desde esta postura, salgo del baño y me dispongo a pasar enfrente de la habitación a ver si lograba visualizar algo desde la puerta.
Al pararme enfrente de la puerta oigo pequeños y silenciosos ronquidos, que aceleran mi pulso, abro la puerta lentamente y me encuentro con la imagen de este hombre reposado sobre su cama, sin camisa, con la misma pantaloneta blanca de futbolista que horas anteriores le ayudaban a demarcar su bulto y completamente dormido.
Al ver esta imagen, me doy cuenta que estoy completamente desinhibido y que daría cualquier cosa para ver ese pene que durante años había despertado mi curiosidad.
Desde la puerta como acto de seguridad lo llamo en voz baja: "Hector, pss, Hector".
Con el único motivo de prever cualquier estado de alerta que fuera en contra de mis planes, mientras estas palabras salía de mi boca, pensaba qué sí Hector despertará, me despediría como sí ese fuese el motivo de mi presencia en su habitación y no cualquier excusa para devorarme con los ojos su bulto que me llamaba a gritos.
Al ver que no respondía a mi llamado, después de un par de intentos, inicio mi casería.
Entro en la habitación sin tratar de hacer ruido alguno, y me dispongo a llegar al punto exacto en donde se encontraba su verga aún cubierta por la tela de su pantaloneta blanca.
Al llegar hasta ese punto, mi corazón latía y mi pene empinaba en mis pantalones.
Al acércame a su cuerpo, me detengo e intento nuevamente, en medio del silencio fúnebre de la casa, escuchar su respiración y sobre todo sus ronquidos, para asegurarme de que efectivamente seguía dormido.
Apenas me percibo de que en efecto está roncando, me dispongo a colocar mi mano derecha sobre su miembro el cual estaba hasta ese momento flácido.
Lo primero que recuerdo que hice fue, alzar la manga derecha se su pantaloneta holgada, y me encuentro con unos bóxer igualmente blancos.
Para este punto regresaron a mi cabeza todas las veces que lo había admirado cuando apenas tenía doce años, y como me quedaba viéndole la entrepierna en las reuniones familiares cuando se sentaba y se demarcaba por encima de sus pantalones un bulto delicioso, que era el motivo por el cual estaba arriesgando mi relación con mi prima y mi integridad con el resto de integrantes de mi familia.
Al terminar estas imágenes en mi cabeza, suscito levemente en el silencio de la habitación, las siguientes palabras "Cuanto tiempo he esperado por esto".
Una vez sale la última palabra de mi boca, corro la parte de abajo del boxer dejando ver su pene.
Un pene flácido, oscuro, de unos 10 cm, gruesos; con unas guevas enormes y duras.
Al ver esto, mi pene dio un salto de excitación y sentía como se manchaba mis boxer con mi pre-semen.
Al verle la verga a Hector, pensé en terminar allí puesto que pese a que estaba muy excitado tenía aún más miedo, por el hecho de ser descubierto.
Sin embargo un nuevo pensamiento salió de lo más profundo de mi, recordándome que no había concluido aún mi objetivo, pues sí bien le había visto la verga a Hector, tenía que conocerla en su grado máximo para saber si efectivamente era proporcional con el resto de su enorme cuerpo.
Así que, vigilante nuevamente de los ronquidos de Hector, me acomode para colocar esa verga entre mis manos y comenzar a jugar con ella.
Para esto, coloque un poco de saliva en la palma de mi mano y comienzo a mover este grueso miembro, el cual fue adquiriendo forma poco a poco, llegado a unos 18 centímetros y el doble de grueso.
Para este punto, el miedo a ser descubierto se había desaparecido y lo único que me importaba era comerme esa deliciosa presa que se notaba no había tenido acción en varios días, por el duro de sus guevas enormes y negras.
Así que me incorpore a descender más sobre la cama y coloque mi boca a la altura de tan perfilado miembro, el cual era completamente derecho, con una cabeza que rompería cualquier ano, incluyendo el mío.
Una vez allí, me percate del olor que tenía aquella verga, tenía un olor a orina y a macho muy fuerte que me encantaba, y que quería saborear, así que me dispuse a saborear aquel delicioso olor que emanaba de tan delicioso pene.
Introduje todo el cuerpo de aquel pene a mi boca y comencé a succionar muy suave pero con mucho deseo.
Bajaba aquel prepucio con mi labios y jugaba con mi lengua paseándola de un lado a otra por aquella cabeza que sabía a gloría.
Mi ritmo comenzó a acelerarse, y mi único objetivo en ese momento era probar la leche que había creado a mis primitos.
Para este entonces yo ya estaba consumido por el deseo, y no me percate, que en medio de tanto placer que lo proporcionaba a aquella verga su dueño, Hector, recobraba el sentido y despertaba de lo que el creía era un sueño muy caliente.
Mientras cerraba los ojos para disfrutar de aquella verga, siento un par de manos que se colocaban sobre mis hombre y de una forma brusca me empujaban fuera de aquella hermosa verga que palpitaba y emanaba algunas gotas de presemen, mientras me alejo algo aturdido, me doy cuenta que Hector ha despertado y que es él quien me empuja, recogiendo su cuerpo contra el espaldar de la cama y gritando.
“¡Qué mierda está haciendo!” – Pálido y muerto del susto- mi excitación desciende a pique, y lo único que veo ante mis ojos son los rostros acusadores de todos los miembros de mi familia, recriminándome por este hecho aberrante.
Sintiendo un profundo pánico que se apodera de mi cuerpo, lo único que logro suscitar es “Hector, discúlpeme por favor.
” Mientras me levanto despavorido de la cama, y me coloco de pie junto enseguida de la puerta, como queriendo salir de allí y jamás encontrarme de nuevo con este hombre ni mi prima.
Acto seguido veo la cara de Hector, que más de enojado es de espanto y me dice: “Julian parce, cómo se le ocurre hacer esto”.
A lo cual yo contesto con la voz entre cortada: “Discúlpeme Hector, de verdad no sabía qué hacía, discúlpeme”.
Él se levanta de la cama, con una preocupación infinita, echa su cabeza para atrás colocando sus manos sobre su rostro, y dice: “Cómo le voy a decir esto a su prima”, a lo cual yo casi con lágrimas en los ojos le respondo infracto: “No por favor, no le diga nada a Viviana (mi prima)”.
Hector: ¿Cómo no se lo voy a decir?, ¿por qué estaba haciendo eso?
Yo: No se lo diga por favor, olvidemos esto.
Es mi culpa lo sé, pero no le diga a Viviana.
H: Respóndame, ¿por qué lo hizo?, me dice Hector, mientras sube el volumen de la voz, y mueve sus manos de una forma agresiva.
Y: No sé, no sé.
¡Perdóneme!
H: ¿Qué por qué hizo esto hijodeputa?, me pregunta de una forma más grosera y gritándome en la cara, mientras me coge por el cuello muy fuerte, casi queriéndome romper.
Y: No sé, se lo juro, no sé.
H: No le creo.
Me responde, mientras aprieta más mi cuello, lo cual del dolor y del miedo me hace derramar un par de lágrimas.
En ese momento, como respuesta al profundo pánico que estaba sintiendo, lo único que halló para salvarme de esta situación es ser lo más sincero que puedo.
De esta forma le respondo.
Y: Es que quería, quería conocerle el pene.
H: ¿Qué?, ¿Por qué?, ¡cacorro hijueputa!
Y: No me apreté más Hector, por favor, no le diga nada a Viviana.
H: Respóndame.
Y: Es quería saber que tan grande lo tiene.
H: ¿Y por qué?
Y: Es que quería saber porque usted siempre me ha gustado Hector.
Al oír esto Hector me mira, pero esta vez con menos odio, y deja de apretarme tanto el cuello.
Mientras esto ocurría, puedo percatarme qué su pene aún sigue medio erecto pese al momento de cólera por el cual Hector había pasado en los últimos minutos.
H: Cómo es eso posible, sí ambos somos hombres y usted es un niño.
Y: Sí Hector lo sé, pero siempre me ha gustado desde pequeño y por eso quería conocerle el pene y por eso se lo estaba chupando.
Acto seguido a que Hector escuchara mis palabras, me suelta y me empuja a lo cual yo caigo al suelo, y dice “Está loco marica, usted es un peladito, además a mí no me gustan los manes, y estoy casado con su prima.
Un poco más aliviado y libre de esa mano que apenas unos instantes me estaba haciendo daño en el cuello le respondo: “Lo sé, sé que usted es hetero y que es el esposo de mi prima, perdóneme, pero no me pude contener”…….
Dejo de hablar un par de segundo y prosigo, “Por favor, Hector no le diga a mi prima.
” A lo cual él me contesta: “No me hable de su prima, que es por ella que no le rompo la cara, porque no quiero tener problemas con ella y mucho menos con su papá.
”
Y: Perdóneme Hector.
H: Sabe que no me diga más, no quiero saber.
Una vez dice esto se sienta sobre la cama, y sólo hasta ese momento se percata de introducir su pene, aún medio erecto, a su pantaloneta.
Se notaba pensativo, pero no me atrevía ni siquiera a suscitar una sola palabra.
Pasaron unos cinco segundos y lo único que pensé fue marcharme, así que me puse de pie y me dirigí a la puerta sin decir nada, sin saber sí este hombre le contaría a mi prima, y con profundo miedo de lo que podría pasar.
Al llegar a la puerta escucho de su voz, “No se vaya Julián, no puede armar este mierdero e irse así”.
A lo que yo le contesto, un poco más calmado pero esta vez con vergüenza.
“De mí no saldrá ninguna palabra, no se lo contaré a nadie, si alguien lo sabe es por usted, nada paso acá si usted no lo dice.
” De repente, Hector se coloca nuevamente de pie y me dice: “Yo sé que usted no es tan guevon como para contarle a alguien.
Me refiero es que, usted no puede decirme estas cosas e irse”.
– Y: Entonces, ¿qué quiere que haga?-
H: No sé.
Éstas últimas palabras las sentí con un tono diferente, como con un matiz de desesperación y de súplica como la que hace algunos momentos habían tenido mis palabras.
Y.
Hector, discúlpeme y no le cuente a mi prima.
Yo le juro que nadie sabrá de esto y si quiere no me vuelva a hablar.
H: No se trata de eso Julián, es que usted me ha dejado pensando con lo que me ha dicho, que yo le gusto.
Y: Hector, sé que usted es heterosexual, me queda muy claro.
H: Sí, lo soy pero… Al escuchar esto, supe hacía que dirección iba la conversación, y nuevamente la temperatura de mi cuerpo comenzaba a elevarse, así que decidí adelantarme.
Y: ¿Le gustó?
H: ¿Qué?
Y: ¿La mamada qué le estaba dando? Un poco nervioso, Hector me responde.
H: ¿Cómo se le ocurre usted es un peladito?
Y: Yo sé eso, pero le estoy preguntando qué sí le gusto lo que estaba soñando mientras yo le chupaba el pene.
En este momento de la situación supe que, nuevamente el dominio lo tenía yo, y que debía hacer mi mayor esfuerzo para concluir lo que momentos antes estaba haciendo.
– Debido a la no respuesta de Hector, me anticipe para preguntarle otra cosa.
Y: ¿Quiere qué termine?, Hector seguía sin mirarme a los ojos y sin suscitar respuesta alguna.
Lo cual yo aprovechaba para posicionarme al mando de la situación.
Y: Sí ninguno de los dos le va a contar a mi prima y usted lo estaba disfrutando, no cree que es mejor que terminemos.
H: ¿Qué cómo se le ocurre Julián usted es el primo de mi mujer?
Y: Lo sé, pero ella no está y tampoco lo va a saber.
H: Está loco guevón.
Usted es un niño.
Y: Hector, desde que tengo doce años he querido que me coma el culo.
Hector no respondía nada, sólo me miraba tratando de asimilar la situación, para esto, yo me fijaba en su entrepierna y reconocía que estaba un poco más abultado de lo que estaba instantes anteriores.
Y: Hector, sé que no ha tenido buen sexo en los últimos días (mí prima me había comentado que su hijo menor dormía con ellos lo cual había estropeado su vida sexual marital), tómelo como un favor, usted me encanta, chuparle la verga me ha gustado mucho, por favor.
Hector seguía sin entender la situación, estaba absorto por la forma casi descarada en la que yo me le ofrecía.
Para este grado de desfachatez y deshinbición en la que estaba, la única respuesta que encontré fue comenzar a desvestirme, con el único fin de antojarlo de mi ano, a ver sí algo sucedía.
Mientras me iba desvistiendo, Hector me pregunta, ¿qué hace? A lo cual ya con un nivel alto de excitación le respondo, quiero que conozca mi ano, a ver sí se anima a comérselo.
Hector cada vez estaba más perplejo, no comprendía una sola de mis intenciones.
Estado que yo aprovechaba cada vez más.
Al terminar de bajar mis pantalones y boxer, le di la espalda y me puse en cuatro, acercándome a él, agarrando su mano, y dándome cuenta de qué no colocaba resistencia alguna.
Al tomar su mano la puse sobre una de mis nalgas y, con mis propias manos comencé a pasármelas por el ano, dejando salir unos pequeños suspiros y terminando con las siguientes palabras.
“Ay Hector, que rico, que rico sentirlo adentro, desde chiquito lo deseo, deseo su verga rompiéndome el culo.
”.
A penas escucha esto Hector se suelta de mis manos, y mientras lo volteo a mirar, dice “Julián, no, no”, Y yo le respondo:
Y: Sí, sí Hector.
Lo deseo y desde chiquito quiero que esto ocurra.
Al decir esto me percato de su pantaloneta y encuentro en medio de ella el bulto de su pene completamente erecto.
Lo agarro con mi mano derecha y mientras lo miro a la cara con mucho deseo le digo: “Hector hágamelo como se lo hace a mi prima.
”
Al decir esto, este hombre cambia su mirada y producto de mis palabras, me toma con ambas manos del rostro y me dice: “Ella nunca lo sabrá, ¿cierto?”, al escuchar lo que yo estaba suplicando minutos previos, me excito demasiado, y le respondí, “Nunca se lo juro”.
Apenas oye mis palabras Hector me besa los labios, con un beso tan delicioso, cargado de pasión, de masculinidad, y con tanto deseo.
Nos besamos alrededor de dos minutos.
Posterior a este tiempo me separe de él y lo mire a los ojos, supe que pese a todo el descontrol que había tenido en su cabeza por el acontecimiento que yo había provocado, en ese momento estaba asumido en el deseo que mi beso le provocaba y el morbo de mis palabras le habían producido.
Un vez vi su cara me di cuenta de que al fin había llegado el día en el que el esposo de mi prima me comería el culo, así que no quise que el proceso se dilatará tanto entonces me incorpore de cuclillas y libere de aquella pantaloneta holgada a aquella verga que durante años me había imaginado y que precisamente en ese momento la sacaba de su cárcel de tela para devorármela de una sola mamada.
Al bajar la pantaloneta me encuentro con aquel maravilloso pene completamente erecto y mojado por el pre-semen que supuraba de él, acompañado, de ese par de guevas grandes que de inmediato metí en mi boca.
Acto seguido subí por el cuerpo de aquella gruesa morcilla y me introduje su cabeza en mi boca.
Mientras jugaba con esta, Hector sólo gemía de placer al mismo tiempo que me cogía por detrás de la cabeza haciendo que me la tragará entera.
Yo obediente, introducía su verga hasta mi garganta y la dejaba allí por algunos segundos, lo que le provocaba a Hector tener pequeños espasmos que se acompañaban de golpes de su cadera haciendo que se me introdujera más su verga en la boca.
Mientras le comía la verga a Hector, lo miraba directo a los ojos, y de vez en vez le decía.
“Uhmm ¡qué rico!
Así duramos unos diez minutos, hasta que me levanto, lo arrojo sobre la cama y desnudos los dos, me subo sobre él, y comienza un roce intenso entre su verga y mis nalgas.
Alcanzo una crema de manos que estaba cerca humecto la verga de Hector y la colocó sobre la entrada de mi ano, sentándome sobre esta vestía.
Mientras esta anaconda se abría espacio sobre mi recto, yo gritaba de dolor, llegué a pensar en quitarme de encima y hacer que Hector se viniera a través de una mamada, pero Hector tomo mis nalgas y me beso, esto me lleno de deseo para seguir incorporando eso 18 centímetros por mi culo.
Al sentir su cadera contra mis nalgas, supe que estaba completamente adentro, así que comencé a cabalgar aquella maravilla que durante tantos años había degustado mi prima.
Comencé a saltar con mucha fuerza, y en ocasiones hacía círculos con mi cadera, cosa que Hector disfrutaba.
De vez en cuando me acercaba a su oído lo besaba y le decía, “Desde pequeño quise esto, que me comieras como te comes a mi prima, tenerte adentro”.
Tal parece que la comparación que relataban mis palabras entre mi prima y yo, junto a la primera experiencia homosexual y casi de incesto que ocurría entre Hector y yo calentaba mucho a Hector, lo cual lo había metérmela con más fuerza y rápido, mientras daba fuertes gritos.
“Ah, Ahh”.
Y: ¡Qué rico!, duro, duro.
¡Vengase dentro de mí!, tal petición pareció un orden frente a los oídos de Hector quien me penetro con todas las fuerzas de su ser, mientras gritaba: ¡No le diga a Vivianaaaaa! ¡Ah!, mientras decía estas últimas palabras, salieron de su pene directamente a mi ano bastante chorros de semen, que se esparcía y salía fuera de mi ano.
Al sentir mi ano lleno del semen de Hector, sentí como mi cuerpo se encontraba en el cielo, y mientras llegaba al orgasmo, le decía “No, yo no le digo nadaaaaa! ¡Ah!, Los dos orgasmos sincrónicos nos dejaron llenos de semen el uno del otro, por su parte mi semen se encontraba en el pecho de Hector, y por mi parte, su semen se encontraba todo dentro de mi culo y escurría por su verga.
Al concluir con nuestra faena, nuestros cuerpos temblaban por la devastadora pasión que habíamos soltado, sin embargo y al mismo tiempo, estos volvían en razón y comenzaba a generarse en nosotros una pesada vergüenza que nos impidió vernos a los ojos.
Suavemente Hector se levantó de la cama, dejándome a un lado, y con la mano se limpió mi semen del pecho, mientras salía de la habitación camino hacía al baño.
Una vez sólo en la habitación miles de preguntas pasaron por mi cabeza, la vergüenza y la deslealtad que sentía hacía mi prima, hizo que me vistiera en segundos, y mientras salía de la habitación pase por la puerta del baño, pensé en decirle algo a Hector, pero la cabeza me daba miles de vuelta y no sabía muy bien que pensar.
Así que baje al primer piso, agarre mis cosas, el trabajo impreso, y salí de la casa, pensando en qué quizás esta sería la última vez que volvería a pisar aquel hogar y la última vez que sentiría a Hector tan cerca de mí.
También pensaba, en si sí le contaría a mi prima.
Miles de preguntas pasaban por mi cabeza.
La tarde terminó de pasar y esa noche pensé toda la noche en lo que había pasado, e imaginaba los ojos acusadores de mi familia y la indiferencia de mi prima y eso me conmovía, sin embargo, también estaba aliviado por el grandioso momento que había pasado con Hector.
El día terminó en incertidumbre, al otro día mientras estaba en la universidad, un mensaje de texto llegó a mi WhatsApp, cuando mire quién era, era un mensaje de mi prima, pensé de todo, sentí miedo, quise no abrirlo, pero lo hice, al abrirlo, decía: Juli, cómo te fue con el trabajo, si lo lograste terminar?, te quiero mucho.
Al leer estas palabras, supe que no se había enterado y un alivio llego a mí cuerpo.
El tiempo ha pasado, a Hector lo he visto en repetidas ocasiones en reuniones familiares, sin embargo nunca se ha tocado el tema, por ejemplo cuando estoy en su casa y él está solo prefiere irse, salir de allí.
Aunque nuestra relación sigue siendo igual de respetuosa a como había sido siempre es una conversación que nunca se ha dado.
Mi prima nunca se enteró, nuestra relación se ha solidificado más.
Y aunque no ha sucedido nada con Hector, quizás en el futuro el espacio se dé para hablar de lo sucedido, y quizás de repetirlo.
Espero que les guste leer esta experiencia, espero sus comentarios y si quieren conocer un poco más de lo que he vivido a lo largo de mi vida.
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