Hielo y Fuego
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por KoryWoltz.
Que frío se siente cuando entras a una pista de hielo.
No importa cuántas veces lo hayas hecho, siempre el aire frío y el suelo mojado te tomaran desprevenido, y hoy no fue la excepción.
Con mi equipo y mis patines al hombro me siento en una banca a esperar que la máquina quitara toda la nieve que quedaba sobre el hielo.
Mi aliento forma pequeñas nubes en el aire que se desaparecen en segundos y verlas hace que el tiempo pase más rápido, más relajante.
La práctica de Hockey comenzó bien y no esperaba más.
Ser el capitán lleva sus responsabilidades, tengo que levantar la moral del equipo cada día, debo ser la inspiración de todos y su amigo al mismo tiempo, cosa nada sencilla cuando los partidos empiezan en dos semanas y tu equipo terminó en último lugar la temporada pasada.
Nada en la vida me gusta más que sentir las cuchillas de mis patines raspar el hielo, es lo más parecido a caminar sobre agua, a flotar sobre el suelo.
Mi papá me hizo adquirir el gusto del hockey desde chico y desde entonces he dado mi máximo cada día para demostrar a los demás lo que valgo.
Cuando termina la práctica de dos horas y media, me siento en las gradas con mis amigos a ver ensayar a las chicas de patinaje artístico.
Siempre ha sido una tradición verlas, sólo que últimamente suspendieron las clases por un cambio de reglamento o algo así, pero están de regreso y, bueno, ¿a quién no le gusta ver chicas girando en un vestido corto demasiado apretado?
Pero no sólo entraron chicas al hielo, y fue sorpresa para todos cuando vimos a chico entrar con ellas.
Mi atención paso de los muslos de una rubia a los finos rasgos de la cara del chico.
Tenían algo que me hacían imposible apartar la vista.
Su nariz era afilada, su cabello castaño levantado y alborotado en un estilo rebelde, tenía unos pómulos definidos y un cuello delicado.
Sin esfuerzo, y solo cambiando el cabello, podría haber pasado por una chica.
Su sonrisa era tan blanca como el hielo bajo sus pies y sus ojos oscuros y brillantes como obsidiana.
Llevaba algo así como unos mallones negros y una playera de manga larga muy apretada en cuello V.
Sus patines eran negros y ligeros, opuestos completamente a los míos que son toscos y resistentes de color azul y blanco.
Sin saber porqué, mis ojos estuvieron pegados a él durante todo el ensayo.
No sabía si era morbo o si era admiración o simple curiosidad.
Mis pensamientos chocaban unos con otros, desde "que maricón se ve" hasta "Wow, sabe patinar muy bien" o "Que chico tan suertudo…rodeado de chicas, que envidia".
Pero no me daba envidia, ni siquiera me fije en las demás chicas y creo que mis amigos lo notaron.
-Una foto te duraría más.
-me dice un amigo, despertándome de mi hipnosis.
-Vaya marica-atino a responder.
-Lo sé, lo sé.
No sobreviría a un entrenamiento con nosotros.
-No lo sé, patina muy bien-digo sin saber por qué.
Siento que debo atacarlo, pero algo dentro de mí me hace defenderlo y justo cuando digo esto, levanta la pierna sin dejar de patinar, haciendo un Split completo en movimiento.
-Patinaría muy bien si fuera chica.
-me responde y se carajea.
Después de unos minutos todos nos levantamos y salimos.
Afuera ha enfriado, no se siente la diferencia que se sentía hace tres horas al entrar.
Me pongo un gorrito negro de frío y camino rumbo a mi casa hasta que Dany, otro de mis amigos me detiene.
-Tad, mm creo que olvidaste tus patines-a pesar de que odio que me digan Tad en lugar de Tadeo o capitán, tiene razón y me preocupan más mis patines que decirle algo.
Me falta sentir su peso en mi hombro.
-Los traías en las gradas, apostaría que ahí los dejaste.
-Gracias, Dany.
Regresaré por ellos, nos vemos luego.
No me molesta volver para ser sincero, quiero echar un último vistazo a ese chico antes de borrarlo de mi mente para siempre, pero cuando llego no están ni la clase de patinaje artístico ni mis patines.
Corro a la oficina y ahí están.
Alguien los ha llevado a "Cosas Perdidas".
Cuando los tomo, la mujer me señala a quien los ha llevado.
Un chico de cabello castaño y espalda curveada.
No me necesito ningún pretexto para hablarle, solo le agradeceré y me iré.
Pero me siento horriblemente nervioso, de repente siento el aire frío y comienzo a temblar.
Dejo de pensar y corro tras él.
-Gr… Gracias por mis patines.
-Oh, de nada.
Los vi en las gradas y pensé que debían ser de algunos de ustedes.
¿Jugas hockey, cierto?
-Sí, ¿Tú haces patinaje artístico, no?
-Sí, trato de-se ruboriza cuando responde.
Su voz es delicada y dulce-un poco femenino, lo sé.
-No hay problema, todos tenemos algo femenino- No sé porque he dicho eso y me reprendo mentalmente pero es muy tarde, sus ojos se iluminan.
-¿Verdad que sí? Es algo tan dentro de nosotros que tenemos miedo de sacarlo porque la gente reiría de nuestro verdadero yo.
Pero como sea, me llamo Brenn.
-Yo soy Tadeo-digo y extiendo la mano.
Él la toma y es tan cálida que no quiero soltarla, cuando lo hago noto que me sonríe.
-¿Por qué te metiste a los vestidores?
Me doy cuenta de estar en las duchas y me río.
No sé qué está pasando conmigo.
-No… sé-digo entre temblores.
Brenn se ríe y comienza a desamarrar sus agujetas, se quita los patines y se estira quitándose el sueño.
Veo sus costillas y los músculos de su cuello contraerse y lo siento.
Algo dentro de mí detona.
Me le acerco y lo jalo a mí.
Nos besamos y siento como él se reprime, pero luego cede.
Fue un tiro arriesgado asumir que le fuera a gustar, pero he acertado.
Mis suspiros se entrecortan y él me toma del cuello.
Le meto la lengua cuando caminamos a las duchas y cierro la puerta de una de las regaderas.
Él aun trae los mallones y el leotardo, así que cuando lo toco siento la tela sintética.
Él se da vuelta y me da la espalda y susurra:
-Con cuidado.
Sé lo que quiere y me sorprendo de quererlo yo también.
A mis 18 tendré mi primera experiencia sexual gay y… me está gustando.
Masajeo su entrepierna con mis dedos y bajo poco a poco la tela.
Desabrocho la unión del leotardo entre sus nalgas y le meto uno, dos, tres dedos.
Sus gemidos me hacen salivar querer morderlo y besarlo.
Cuando 4 de mis dedos entran y salen sin problema me desabrocho el cierre y le dejo ir mi erección.
Siento como entra, como se desliza dentro de él.
Es tan larga que no sé si entrará toda, pero lo hace y al le gusta, porque se pega más a mí empujándola aun más adentro.
Estamos así durante varios minutos, yo entro y salgo.
Lo tomo de las costillas, los hombros y lo jalo a mí.
-Úsame, vamos.
-me dice.
Eso me prende tanto que me desato y lo embisto más y más fuerte.
Cuando lo tomo del estomago siento su erección mojada a través del leotardo blanco.
Se ha venido sin tocarse y se ha manchado.
Sigo embistiéndolo hasta que siento como algo dentro de mí explota y me relajo.
Mis caderas son erráticas y lleno de mi leche su interior.
Nos quedamos así unos momentos hasta que veo que sus mallones se están manchando de mi semen y salgo de él.
Veo que he hecho y mis ojos se cristalizan.
He tenido, sexo, sexo gay en una regadera con un desconocido.
Una perla cae de mi ojo a mis labios y luego otra y otra.
Estoy llorando.
Me siento el suelo y gimoteo tapándome la cara.
Siento los dedos de Brenn en mis rodillas y me dice:
-Tranquilo, tranquilo.
No pasa nada.
Juro que jamás diré nada, lo juro de verdad.
Levanto la vista y veo que él llora también y me conmueve.
Sabe cómo me siento y sabe que necesito apoyo.
Lo abrazo y por un momento no soy capitán, ni jugador, ni amigo de todos.
Por un momento soy Tadeo.
Por un momento dejo salir mi verdadero yo.
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