Historia de un bisexual
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Cuando tuve 10 años experimenté por primera vez una atracción hacia un varón. Se trataba de un compañero de la escuela primaria, Paulino, que era tres años más grande que todos los demás, había repetido dos veces el grado y era el más revoltoso y pendenciero del aula. Tal vez porque yo era tímido, callado y bastante aplicado con las tareas escolares, mientras que él era un verdadero desastre en general, fue que la maestra ordenó que nos sentáramos juntos con el objetivo de rescatarlo o mas bien de arruinarme.
Al principio fue un calvario, porque estábamos en el último banco de la fila y él no me permitía concentrarme en la clase porque siempre estaba haciendo algo, tirando tizas, papelitos, haciendo ruidos y era constante el reclamo de los docentes para que se calmara y como yo estaba a su lado los castigos eran siempre para los dos. Un día estabamos sentados y comenzó a manosearse el pene por sobre el pantalón, yo lo miraba hacer y de alguna manera, aunque trataba de disimularlo solo mirando de vez en cuando de reojo, me atraía lo que veía. De más está decir que él lo notó y tomó mi mano por la fuerza y la apoyó sobre su miembro, obligándome a tocarlo. Inmediatamente retiré mi mano, él insitió con más fuerza esta vez. Hoy creo que debería haberlo denunciado con la maestra o con mis padres pero en ese momento por vergüenza o quizás para evitar que me retaran no volví a resistirme y le masajeé el miembro que estaba duro hasta que vi que se tensó y luego sentí que su pene se relajó. Obviamente lo había masturbado en clase, pero en aquel momento no me había quedado muy claro. Quiero que entiendan que estoy hablando de hace más de 40 años y los niños de aquel entonces no eramos tan avispados como ahora y sobre todo no teníamos ni la décima parte de la información que hoy puede obtenerse fácilmente con uno o dos clicks de mouse.
Su maltrato cedió a cambio de que yo siguiera con la práctica de masturbarlo, de alguna manera servía porque él se quedaba quieto mientras lo hacía y había logrado que no nos retaran tantas veces en el día. El tiempo transcurrió y como era de esperarse un día Paulino quiso más. Asi fue como puso su mano en mi asiento y yo me senté sobre ella, de modo que masajeaba mis nalgas y pasaba sus dedos por mi virginal y tímido agujero. Esta fue una nueva sensación, nunca había experimentado roces ajenos en esa parte de mi cuerpo y con sinceridad les digo que me encantaron. Yo lo masturbaba, siempre sobre su pantalón, y él me acariciaba la cola de modo que ambos disfrutábamos. Finalizando así mi quinto grado con un Paulino bastante más tranquilo en clase.
Al año siguiente no le permitieron a Paulino la inscripción por la cantidad de amonestaciones que había recibido y yo volví a estar dedicado al estudio hasta que a mitad de año ingresó un nuevo compañero, Gustavo, también 3 años más grande que los demás porque, así como Paulino, era repetidor y aunque era revoltoso no tanto como el anterior pero que sí tenía las mismas inquietudes sexuales. Nuevamente me ordenaron sentarme con él para que lo apaciguara porque, ovbiamente, había funcionado el año pasado. Otra vez al final de la fila y en el mismo banco. Gustavo era más osado porque, no solo manoseaba su pene por sobre el pantalón, sino que lo sacaba, oculto por el banco, y lo acariciaba. Del mismo modo que el año anterior, yo lo miraba de reojo, aunque ahora con el miembro afuera la atracción era mayor, así que fue más facil para Gustavo darse cuenta de mi interés. En lugar de hacerlo por la fuerzo me preguntó si no quería tocárselo a lo que respondí afirmativamente y lo empecé a masturbar. Me di cuenta de que extrañaba las caricias en la cola y así le dije que me tocara mientras yo lo masturbaba. Lo hizo de inmediato y así lo repetimos casi todos los días. Entre los docentes me hice famoso por tranquilizar a los chicos problemáticos, y nunca nadie supo cuál era mi método.
Desde ese momento supe que aunque sentía una gran atracción por las niñas, también me gustaba tener contacto con varones. El tiempo fue transcurriendo y fui cada vez avanzando más con mujeres y con hombres. A los 17 años tuve mi primera relación sexual con una mujer, que fue realmente maravillosa y también tuve mi primer encuentro más osado con un hombre. Trabajaba de cadete en una compañia extranjera en la que había siete directores, uno de ellos tenía inclinaciones por los jovencitos y lo descubrí porque un día, cuando entré a su oficina, me preguntó si yo era de masturbarme mucho. Me pareció una pregunta absolutamente desubicada pero tal vez por su mirada pícara me hizo sospechar que él podría colaborar conmigo si eso pasaba. Le respondí que no mucho y me preguntó si quería tener una experiencia distinta, le dije que si. Me citó en su departamento, a dos cuadras de la oficina, y cuando llegué se me acercó y me empezó a tocar el pene, yo lo dejé hacer hasta que me pidió que me sacara la ropa. Lo hice y se sentó en un sillón para darme una mamada y mientras tanto me acariciaba las nalgas y me rozaba con su dedo el agujero. Tragó todo mi semen y me dijo que volviera cuando quisiera. Lo hice muchísimas veces. La verdad es que más allá de que disfrutaba de su mamada me di cuenta de que me fascinaba que me tocara el ano y en alguna oportunidad hasta llegó a meterme la punta de su dedo. Nunca pasó a mayores.
Recién a los 22 años tuve la primera experiencia que me marcó como bisexual consumado. Yo ya estaba de novio con una chica y a punto de casarme cuando conocí en la facultad a un muchacho con el cual entablamos una fuerte amistad. Cursábamos juntos casi todas las materias y nos juntábamos en su departamento a estudiar. No recuerdo con exactitud cuál fue el disparador pero sí recuerdo claramente que un día, mientras estudiábamos, comencé a acaricarle las piernas, él me dejó hacerlo y subí hasta llegar a su miembro. Lo masajeé mientras buscaba en sus ojos que me rechazara, lo que afortunadamente no hizo, sino todo lo contrario, me abrazó y comenzó a acaricarme las nalgas, trayendome el recuerdo de mi infancia. En pocos minutos estábamos los dos desnudos y él penetrándome, yo estaba feliz, como que me había dado cuenta de que siempre, desde la escuela, había deseado que eso pasara. Metía y sacaba su miembro de mi ano, mientras yo gemía y gozaba y le pedía que siguiera, que no parara, que me diera más fuerte y más profundo. Por primera vez eyaculé por la sensación que sentía en el ano mientras él acometía contra mi como poseído. Fue inolvidable sentir que acababa dentro de mi. Esa tarde lo hicimos algunas veces más, yo siempre pasivo.
Hoy, más de 20 años después y ya casado y con tres hijos, sigo encontrándome con él para sentir su carne dentro de mi. Tuve algunas experiencias más pero mi primer amante ocupa el primer lugar en el podio.
Si quieren hacerme comentarios, mi mail es am92cc@hotmail.com
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