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Fantasías / Parodias, Gays, Incestos en Familia

Historias de un pediatra

Una rica sesión con uno de mis pacientes favoritos. Un angelito de 7 años que disfruta los juegos con su papá.
Desde niño que quería ser médico. Soñaba con el delantal blanco, la estetoscopio colgando del cuello, curando a todos los que pasaran por mi consulta. Así fue como me esforcé mucho para llegar a entrar a la Escuela de Medicina. Cuando me tocó hacer la residencia en pediatría, supe que eso era lo mío. Los niños, con sus ojos inocentes y sonrisas sinceras, me llenaron de vida. Pero no era solo eso, mi deseo por ellos iba más allá. Descubrí que era un pedófilo, que la vida de un pediatra era perfecta para saciar mis ansias.

A lo largo de mi vida he ayudado a muchas personas a satisfacer sus propios deseos, a ser felices. Eso es lo que hago. Soy un facilitador. El Dr. Domínguez, el pediatra que todos aman. Después de recibir mi título de pediatra, comencé a estudiar en profundidad para especializarme en lo que ningún pediatra hace: en ayudar a los hombres que sienten lo que yo siento por los niños. Yo los entendía, compartía su lucha.

Mi clientela ha sido variada. Algunos tienen intenciones más oscuras como proxenetas que quieren asegurar la calidad y el mantenimiento de su «mercancía» infantil. Otros son padres que se dejan arrastrar por la tentación, deslizando sus manos por la piel de sus hijos en la noche. A todos les ofrezco mi experiencia y mi ayuda, les hago sentir que no son monstruos, que son simplemente personas con deseos que la sociedad no comprende. Yo, el Dr. Domínguez, el pediatra que se esfuerza por satisfacer a todos.

Ayer tuve una sesión muy linda con mi pequeño paciente Fabián, de 7 añitos, al que he estado atendiendo desde que era un bebé. El padre de Fabián, David. Los anuncios en la dark web en los que por una suma ofrecía el servicio especial, dieron resultado. Ahí los conocí. David llegó con ese querubín que en ese momento tenía 3, preocupado por la salud del niño. Me decía que la calentura que le daba su niño era demasiada y que masturbarse sobre su carita ya no bastaba. No estaba seguro si a esa edad ya se podía hacer más. Le sonreí, le dije que no se preocupara, que todo iría a la perfección.

Fue así que me convertí en el pediatra oficial de ese niño hermoso, Fabián, y su padre David. Con el paso del tiempo, David, bajo mi ayuda, ya podía hacer de todo con su propio bebé. Me sentí orgulloso de mi pupilo. Era imposible juzgar a David. Su angelito era una preciosura que me volvía loco cada vez que lo traía a mi consulta. Por supuesto que me tomo más libertades que la mayoría de los pediatras, pero apoyar una mano en su entrepierna desnuda mientras le pasaba el estetoscopio, no se me hacía suficiente.

Así fue que ayer, David llegó con su hijo. «¡Doctor Domínguez!» gritó el pequeño Fabián al verme, su sonrisa iluminando la sala. Su inocente deseo por la atención y el cuidado era lo que me hacía continuar con mi «especial» práctica. Lo observé a medida que se desnudaba, mostrando su pecho indefenso. Su piel suave y tersa era una delicada maravilla que me hacía temblar por dentro. Era rubio como el sol y con unos ojitos azules que deseaba ver llenos de pasión. Su sonrisa contagiosa marcada por dos brechas en sus dientecillos se ensanchó al ver mi sonrisa.

Fabián se quitó la camiseta, mostrando su panza suave y redonda, y sus calzoncillos con el emblema rojo y azul de Spiderman. La imagen me recordó a mi propia infancia, a mis propios deseos, y a la emoción de descubrir mi sexualidad. El doctor, mi yo adulto, supo que hoy sería un buen día para explorar a mi paciente favorito. «¿Por qué me tienes que quitar los calzoncillos, doctor Domínguez?» me preguntó Fabián, su tono curioso. «¿No sabe que Spiderman no usa ropa interior?» Le sonreí y le expliqué que era una regla en la oficina del doctor, que debía ver todos sus héroes en acción.

David, el padre, se sentó en una silla al costado. «Tienes toda una belleza en casa, David», murmuré, y David asintió con una sonrisa mientras yo le sacaba a su hijo la ropa inocente. La confianza que Fabián me brindaba era la base perfecta para mi plan. Su pene empezó a endurecerse lentamente, y le di unas palmaditas en la espalda, «Eres un chico muy grande, Fabián. Tus papá debe sentir mucha suerte de contar con un superhéroe en la familia.»

«¿De verdad, doctor Domínguez?»

«Claro que sí, le dije mientras acariciaba sus mejillas suaves con la yema de mis dedos. «Solo tenés que ser valiente y todo estará bien.» Fabián asintió, sus ojos brillando de emoción, y se despojó de sus calzoncillos Spiderman, mostrando su diminuta cosita. Aun lejos de que le salga el más mínimo rastro de vello, su pene se alzaba tímidamente, endureciéndose ante la mirada expectante de su papá y la mía.

«¿Va a jugar con mi cosita, como mi papá?» Fabián me miraba con ojos que desafiaban mi resistencia, y no pude evitar sentir una ola de emoción al imaginarme su suave pene en mis manos. «Ya veremos, Fabián. Primero, tienes que demostrar que eres un superhéroe valiente. Pon tu panzita en la camilla y muestrame que eres un superheroe volando por el espacio»

Fabián, confiando en mi, se tumbó boca abajo, su espalda desnuda expuesta a mi mirada y su culito en el aire. le pasé mis dedos suavemente por la espalda antes de entrar en acción. Tomé mi pequeña linterna con una mano y con los dedos de la otra, moví las nalguitas para que se abriera un poquito. «Vamos a ver si tu papito está jugando con cariño, cariño,» dije en tono de broma, y David sonrió, su propio deseo claro en sus ojos. Encendí la linterna y observé el agujero perfecto que era la entrada a la vida del niño.

«David, me gustaría que veas esto,» le dije, dando un paso atrás para que el padre se acerque a la camilla. Le mostré el culito de Fabián, la luz de la linterna resaltando las minúsculas fisuras alrededor de su agujerito. «No hay nada malo, no hay daños musculares mayores, solo unas grietas que al parecer no siempre te cortas las uñas.» David asintió, su cara reflejando la preocupación y el alivio. «Tienes que mantener tus uñas limpias y cortas, David,» le dije, «no queremos lastimar a Fabián, solo jugar. ¿Cada cuanto lo penetras?»

«2 o 3 veces por semana, doctor Domínguez,» respondió David, su respiración agitada, la emoción llenando su pecho. «¿Eso es demasiado?»

Levanté la vista de la abertura perfecta del niño y lo miré a los ojos. «No, no es demasiado. Deberíamos asegurarnos de que no se lastime. A veces, los padres se dejan llevar por la emoción.» Le sonreí para que se sienta tranquilo. «Veo que lo haces con cariño. Eso es lo que importa.»

Entre la tensión y el alivio, David me devolvió la sonrisa. «Gracias, doctor Domínguez. No quiero lastimar a Fabián. Hago todo lo que usted me dice. Mucho lubricante y solo meto un poquito la punta, no?»

«Exacto, David. Eso es lo que se llama cuidado parental,» respondí con un tono suave y acariciando la espalda del niño. «Ahora, Fabián, hoy vamos a jugar con un juguete que no has probado. Es un instrumento que los doctores usan para asegurarse de que tu culito esté listo para los jueguitos»

Fabián se movió ansioso en la camilla, sus manos aferrando la sábana. «¿Va a doler?»

«No, no, solo sentirás un poquito de presión, mi superhéroe,» le dije, con un tono que pretendía tranquilizarlo. «Vas a ser mi ayudante y me vas a mostrar cuánto has crecido. Va a ser como los juegos de papito, solo que con un juguetito adicional.» Saqué un tubo de lubricante de un cajón, y un juguete sexual de pelotitas, una más grande que la otra.

Fabián miraba el juguete con ojos asombrados, la curiosidad luchando con la preocupación en su rostro. «¿Ves? Está lleno de gel para que no te pique. Y si lo haces bien, tendrás todos los caramelos que quieras.» Su sonrisa se ensanchó y su preocupación se disipó.

Comencé a untar la bola mas pequeña con cuidado, la puse en la entrada de su culo y le pedí que inhale profundo. La introduje despacio, permitiéndole que se acostumbrara a la sensación. Sus músculos se tensaron al principio, y pude ver a David, que se frotaba su propia entrepierna con emoción, contener la respiración.

«Relájate, Fabián, inhala, exhala,» susurré, guiando la bola con sumo cuidado. Con cada centímetro que avanzaba, la cara de Fabián se volvía más roja, su boca abierta en una mueca de placer y sufrimiento. «Mhh…» se quejó, y David se acercó, poniendo suavemente la palma de su mano en la nuca del niño.

«¿Ves, mi vida?» le dijo a Fabián, su respiración acelerada. «El doctor Domínguez sabe lo que hay que hacer. Está cuidando de ti.» Fabián asintió, y yo continué. La segunda bola se deslizó con facilidad, y Fabián empezó a balbucear. ¿Te gusta, Spiderman?»

«Duele pero rico. Como mi papito,» jadeó Fabián, sus ojos cerrados y la boca abierta en una mueca de placer. La confianza que depositaba en mi era intoxicante, y la excitación crecía en mi interior. A medida que la bola de mayor tamaño se deslizaba lentamente por su abertura, pude sentir el calor y la humedad que emanaba de su interior. Suavemente, la introduje, centímetro a centímetro, escuchando su respiración agitada y sus suaves gritos. «¡Ay! dolió.» dijo derrepente, abriendo los ojos.

«No te preocupes Fabián. No seguiremos más adentro si no quieres,» le aseguré, deteniendo el movimiento del juguete. «Esto es solo para que vea lo grande que estás.» El niño asintió, y continué con cuidado, sacándole lentamente la bola. «Ya estamos listos con esto,» le dije, guardando el juguete en el cajón.

«Mira David,» le comenté, «Fabián se ha dilatado bastante. Anteriormente solo toleraba la segunda bola, y ahora ya se adapta a la cuarta.» El orgullo se reflejaba en la cara del padre al ver el progreso de su niño. «Puedes tratar de entrar con un poco más de la punta cuando estén en casa» le sugerí, «Pero ten cuidado al principio. No queremos sobrepasarnos.»

«Genial doctor, no puedo esperar,» dijo David, con la excitación clara en su tono. «Fabián ha crecido tanto, y estoy seguro de que podrá aguantar un poquito más.»

«Claro que puedes, mi valiente Spiderman,» le sonreí. «Pero recuerda, la paciencia es la clave. Ahora, David, cuentame, ¿cómo has notado a Fabián en los últimos meses?¿Has notado alguna mejora en su salud general?»

David carraspeó, ajustando su pantalón. «Bueno, doctor Domínguez, la verdad es que Fabián se ha transformado en un niño realmente saludable. Duerme bastante, come de todo y sus dolores de estómago por la noche se hicieron más leves.»

«Ah, eso es bueno, David. Realmente me alegro de escuchar eso. Vamos a ver como anda todo en ese cuerpito». Tomé el estetoscopio y lo coloque suavemente en el pecho de Fabián, escuchando su latido acelerado. El niño seguía desnudo, provocándome cada vez más. Mientras sostenía el estetoscopio con la mano derecha, con la izquierda comencé a acariciar el pene del niño, haciéndolo crecer.

Tu corazón está andando como un reloj suizo. Ahora vamos a ver como han crecido tus bolitas,» le dije con un tono divertido, levantando suavemente su testiculo izquierdo. «¿Cuándo voy a tener bolitas de grande, doctor Domínguez?» Me miró, su rostro reflejando la curiosidad y la excitación. «En unos años te van a crecer mucho, y van a ser quizás como las de tu papito o más grandotas,» le dije, dando un vistazo a David, que me devolvió la sonrisa. Y vas a ver que te va a salir lechecita de hombre, igual que a él.

«¿A los otros grandes también les sale lechecita?» Preguntó Fabián, su tono inocente despertando una sonrisa en mi rostro. «Sí, a todos los varones les pasa, mi querido,» le respondí, continuando con mi examen.

«¿A usted también le sale lechecita, doctor Domínguez?» La inocente interrogante de Fabián me tomó por sorpresa, y no pude evitar reírme. «Claro que si, Fabián. A todos los adultos nos pasa. Y se siente muy rico porque da unas cosquillitas»

«Genial, doctor. Quiero que mi lechecita sea grande y sabrosa,» dijo Fabián, sin darse cuanta de lo que realmente decía. Su inocente comentario me provocó una erección que no pude ocultar. David, al darse cuanta de mi reacción, sonrió y se acercó a la camilla. «¿Y si le pides al doctor que te muestre su lechecita?»

Fabián, intrigado, me miraba con ojos ansiosos. «¿De verdad, doctor Domínguez?»

«Claro que si,» le dije sin poder disimular ya mi calentura. «Dejame que me quite la ropa.» Me quité la camisa y me bajé del pantalón, revelando mi pene erecto y palpitante. Fabián, con los ojos abiertos de par en par, me observó con una curiosa fascinación. «Es más grande que la de mi papá,» murmuró, y no pude evitar sentir un cosquilleo de vanidad.

«Chúpala, tal como a tu papito», dijo David con notorio interés en ver a su niño comiéndole la verga a otro adulto. Fabián, sin dudar, abrió la boca y rodeó mi miembro con sus labios. Sus ojos me miraban con confianza, y yo, con la excitación al tope, sentí la humedad de su boca en cada centímetro que se deslizaba. Este claramente no era como la mayoría de los niños que cuando chupan se confunden y les cuesta no raspar con los dientes o tener arcadas. Este niño lo hacía como un profesional.

Mis dedos se aferraron a su cabello, guiando sus movimientos, lentos y firmes. El sonido húmedo y suave de su boca alrededor de mi pene resonaba en la habitación, haciéndome sentir una euforia que no podía contener. David me observaba, con la boca entreabierta, su propio pene ya salido, poniéndolo a juguetear con sus manos. «¿Te gusta mi sabor, mi héroe?» le susurré a Fabián, y el asintió con la boca llena.

«Es rico, pero me gusta más el de mi papito,» confesó Fabián, su boca deslizando por mi pene. La comparación me excitó aun más, la idea de que el sabor de mi semen se grabe en la memoria del niño era deliciosa. «¿Por qué, Fabián?» le dije, intentando mantener la compostura.

«No sé. Me gusta más». Dicho con la inocente sencillez que solo los niños saben dar. Fabián continuó chupando mi miembro, sus labios succionando rítmicamente. Era el cielo en la tierra. El placer era de otro mundo. Aunque no era mi primer paciente con el que terminaba teniendo acción, la frescura de Fabián era indescriptible. Sus ojos cerrados, la concentración en su cara, la suavidad de sus labios… era la combinación perfecta. El niño se encontraba boca abajo chupandome el pene que se encontraba a la altura de la camilla, lo que me hizo fácil tocarle el culito mientras me seguía chupando.

Con cada caricia, sus músculos se tensaron y relajaron, su respiración se volvió jadeante. Podía sentir su excitación crecer, su coqueteo con el placer era adorable. Con la yema de mi dedo comencé a acariciar su entrada , la que ya era familiar para mi. Fabián se movía con ansias y yo tenía que dar el siguiente paso. «Fabián, detente un momento. Vamos a jugar a algo más divertido». Me encaramé a la camilla para quedar sentado boca arriba y Fabián inmediatamente supo a qué iba.

Con la excitación brillando en sus ojos, se dio la vuelta, mostrando su precioso culo. «¿Estoy listo, doctor Domínguez?» Preguntó, con su dulce inocencia. «Sí, mi valiente, estás listo,» le respondí, con la boca seca. «David, hazme un favor». Le dije al padre del niño, mientras tomaba al niño para ir acomodándonos a una mejor posición. «¿Me pasas el tubo de lubricante que está en el cajón de mi escritorio?»

David, quien tenía los pantalones abajo y se pajeaba mirando nuestra escena, se acercó y me pasó el tubo de lubricante. «Gracias,» le dije, y me dispuse a untar mi dedo con el gel transparente. Fabián, que ya se movía inquieto, se apoyó en sus manos y en la barra de la camilla, mostrando su culito terso y perfecto. «Quiero también la lechita de papito» dijo el angelito.

Comencé a masajear suavemente la entrada de su recto con la punta de mi dedo, sentando la base para lo que vendría. El niño jadeó, y su papá se acercó a su cara, ofreciendo su miembro. «Aquí la tienes, mi vida,» dijo David, y Fabián se lo metió en la boca. El sonido de su papá gemir era la melodía perfecta.

Con mi dedo ya deslizando por la cavidad caliente del niño, la sensación era exquisita. La tensión se rompió con un susurro. La punta de mi dedo penetró, y Fabián se detuvo un instante, con la boca llena. «Sigue, mi héroe, sigue,» le susurré, y Fabián retomó el ritmo, succionando el pene de su papá.

Mi dedo se movió con lentitud, buscando la profundidad que sabía que a Fabián le gustaba. Sentí la resistencia de sus músculos, y su garganta se movió en un sonido ahogado. El placer en su rostro era evidente, y mi propio deseo se disparó. Con cada centímetro que adentraba, la excitación en la sala se hacía palpable.

David se acercó más, apoyando una pierna en la camilla, y la emoción se intensificó. «¿Te gusta, mi niño?» Preguntó, su respiración jadeando. Fabián asintió, con la boca llena. Yo continué mi exploración, metiéndole mi dedo lentamente. Podía sentir el calor y la humedad que lo rodeaba. La tensión en su cuello se iba diluyendo, y su respiración se volvía cada vez más profunda y ronca.

«Veo que estás listo para el doctor Domínguez,» dije con una sonrisa, y le acaricié la espalda. «¿Por qué no le haces un buen chupetón a papá, y yo te mostraré lo que puedo con tu culito?»

Fabián, sin dejar de mamar el pene de su papá, asintió, y se excitó aun mas. Su papá, con la cara roja de la emoción, me miró con la aprobación brillando en sus ojos. «Vamos, David, deja que tu niño se divierta un rato,» le susurré, y comencé a acercarme a la abertura que ya se abría por si sola.

Con la punta del dedo ya adentro, mi erección me rogaba que continuara. Me coloqué detrás de Fabián, con mi pene a la altura de su culito. Acaricié la piel suave con mi miembro, y sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Su respiración se aceleró, y la emoción se apoderó de mi ser. «Eres un vicioso,» le susurré, y le di un cachete en el culo.

Fabián, sin dejar de chupar la verga de su papá, se rió y se movió para que mi pene pudiera entrar en contacto con su abertura. Con la precaución de un artista, uní mis labios a la piel de su cuello, mordisqueando suavemente. Su papi me miraba con ansias, su propia verga a punto de estallar. «¿Puedo, doctor Domínguez?» Preguntó, con la boca llena.

«Claro que puedes, mi héroe,» le respondí, y comencé a introducir mi pene lentamente en su culo. El gemido que salió de su garganta era la confirmación que buscaba. Con cada movimiento que hacía, sentía su interior apretando mi pene, su calor abrasando mi alma. La sensación era indescriptible, suave y cautivante, la unión perfecta.

«¿Te gusta mi pene, Fabián?» Le susurré al oído, y el niño asintió, su boca llena del sabor de su propio papá. «Sí,» dijo, con la boca llena de semen. «Me gusta.» Su respiración se entrecortó, y su papá se mordió el labio, intentando no correrse. «Así que, mi valiente Spiderman, tienes que mostrarme cuánto te gusta,» le dije, y comencé a empujar un poquito más, a penetrarlo con cuidado, deseando que la experiencia sea la más placentera para el niño.

Fabián, a su corta edad, ya era un maestro en la cama. Movía su culo de un lado a otro, permitiéndome entrar y salir a mi antojo. «Más,» jadeó, y mi corazón se aceleró. «¿Más de mi pene o más de la lechita de tu papá?» Le dije, intentando mantener la compostura.

«Ambas,» respondió sin dudar, y la sala se llenó de risas. La complicidad y el deseo que se respiraban entre los tres era palpable. «Vale,» le dije, «pero recuerda que si te lastimamos, no hay caramelos.» El niño asintió, con los ojos cerrados y la cara enrojecida de placer.

Apoyando la espalda de Fabián, comencé a bombear mi pene con más intensidad, cada embestida haciéndome sentir la vida fluir por mis venas. Su papá se acercó y me miraba, con la boca abierta, sus ojos brillando de lujuria. «¿Te gusta lo que ves, David?» Le dije, y el solo sonido de mi voz lo puso a temblar.

«Sí,» respondió, «me encanta ver a mi niño disfrutar.» Su propia excitación era evidente, y mi propio deseo crecía a cada minuto que pasaba. «¿Y sabe lo que más me gusta?» Le dije, deteniendo mi movimiento por un instante. «¿Qué, doctor Domínguez?» Preguntó Fabián, ansioso por la respuesta.

«Me encanta verte a ti y a tu papá tan unidos,» le dije, acariciando su cuello. «Cuando chupas la polla de tu papá, y te la meto a ti, sentimos un vínculo que la gente normal no entendería.» Le acaricié el cabello con ternura, y Fabián se estremeció con cada embestida que le daba.

«Estoy tan orgulloso de ti, Fabián,» dijo David, la emoción haciéndole temblar la barbilla. «Eres un chico valiente y obediente.» Su pene se movía en la boca de su propio hijo, y la escena era la personificación del pecado en su sagrada ofrenda.

Mis embestidas se hicieron más profundas, aunque tenía claro hasta donde podía llegar sin romperle el recto, y la respiración de Fabián se volvió jadeante.»Fabián, mi héroe, estoy a punto de llenar tu culito de mi lechita,» le susurré, y su respiración se detuvo. «¿Te gustaría sentirla?» El niño asintió, y su papá le acarició la cara. «Mhh» fue la respuesta del niño, y David se vino, llenando la boca de Fabián con su semen.

Con la cara del niño bañada en semen, comencé a moverme de un ritmo lento y sensual a uno cada vez más acelerado. El sonido de mi pene deslizándose en la carne del niño se unió a los jadeos de su papá, y la habitación se llenó de un aura de lujuria que me envolvía. Con cada movimiento, la bola del juguete se movía en su interior, creando un placer que solo podía ser comparado con el cielo.

Fabián, ahora lleno de la lechita de su papá, se movió de un costado, permitiéndome ver su carita, que reflejaba la inocente excitación. «Ah, ah, ah,» gimoteó, con cada pegada que le daba. Su rostro se contorsionaba, y podía ver la duda en sus ojos. «¿Estás listo, mi valiente?» Le dije, sabiendo que ya no podía contenerme por más tiempo.

Con un grito, me corrí en el interior de Fabián, llenando su culito de mi semen ardiente. El niño se estremeció, sus ojos se abrieron de par en par, y su papá me miraba con admiración. «Fue increíble, doctor Domínguez,» jadeó David, y Fabián, aun con la boca llena, asintió. La eyaculación fue intensa, y la sensación de liberar mi semen en la inocente carne del niño fue una explosión de placer que no podía describir.

Me retiré lentamente, y Fabián se deslizó de la camilla, gateando al suelo, su boca aun llena del semen de su papá. «Mira lo que has logrado,» le dije a David, y le sonreí. El papá se acercó a su niño, tomando su cara entre sus manos. «¿Te gustó?» Preguntó, y Fabián, con la boca aun llena, asintió. «Ahora que ya estás grande, podremos jugar de la noche a la mañana,» le dijo, limpiando con la yema de su dedo la cara del niño.

Fabián tragó, y sonrió, mostrando su carita manchada. «Gracias, papá,» dijo, y su papá sonrió, orgulloso. «Gracias, Doctor Domínguez,» agregó, y la habitación se llenó de un calor que era a la vez reconfortante y perturbador.

«Bien, Fabián,» le dije, limpiando mi pene. «Ahora que ya estás listo, es hora de que te vayas a lavar la cara.» El niño se levantó y se fue al baño. La sonrisa en mi rostro no se desvaneció.
Mientras Fabián se lavaba la cara, David y yo intercambiamos una mirada de complicidad. «Esta fue la mejor ida al doctor que hemos tenido,» dijo David, ajustando su pene, que ya no se encontraba erecto. «Definitivamente, David,» le respondí. «Cada visita es más divertida que la anterior.»

Fabián salió del baño, la carita limpia, y su pene aun parcialmente duro. «¿Papá, puedo ir a la tienda de dulces?» Preguntó, con la inocencia que solo los niños saben mantener. «Claro que si, mi héroe,» respondió David. «Doctor Domínguez, muchas gracias por todo.»

Me acerqué a los dos y les di un apretón de manos. «Para mi, ha sido un placer,» les di, y les sonreí. «Fabián, recuerda que si tienes alguna duda o si quieres que te explique mas cosas, estoy aquí.» El niño asintió, y su papá lo tomó de la manito. Con la puerta cerrando detrás de ellos, no pude pensar más que una cosa: Amo mi trabajo.

 

Si les gustó el relato, escríbanme a tl:p0588s

870 Lecturas/28 abril, 2025/9 Comentarios/por pisofshet
Etiquetas: baño, culito, culo, hijo, mayor, mayores, padre, semen
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9 comentarios
  1. Karl76 Dice:
    29 abril, 2025 en 3:57 am

    uffff mas po favor !

    Accede para responder
  2. grillocachondo Dice:
    29 abril, 2025 en 5:12 am

    Magnífico relato…,aunque se hizo un poco espeso. Los diálogos deberían ir al margen del texto. Espero leer mas experiencias. Salu2.

    Accede para responder
    • pisofshet Dice:
      30 abril, 2025 en 4:11 pm

      Gracias por el consejo. Lo tendré en cuenta para los próximos relatos que escriba.

      Saludos!

  3. elchicotwink19 Dice:
    29 abril, 2025 en 12:23 pm

    Como sigue?

    Accede para responder
  4. Christian_22_Tw Dice:
    29 abril, 2025 en 2:36 pm

    Excelente relato, como sigue?

    Accede para responder
  5. Do-Dohe Dice:
    29 abril, 2025 en 2:59 pm

    Que gran relato, me encanta como inicia esta historia, así si da gusto masturbarse. Ojala continúes con la historia.

    Accede para responder
    • pisofshet Dice:
      30 abril, 2025 en 4:13 pm

      Que feliz saber que esto inspire buenas pajas. Saludos!

  6. ItLuca_27 Dice:
    29 abril, 2025 en 3:23 pm

    Como sigue?

    Accede para responder
  7. Max50 Dice:
    30 abril, 2025 en 9:55 pm

    ¡Que delicia de relato, cuéntanos más!

    Accede para responder

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