Homoeroticón: Capítulo 4º: la venganza
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por crikamulo.
Me pasé días y días planeando mi venganza, después de que mi hermano mayor me dejara tirado en mi habitación, como un perro. No sólo me había despreciado, humillado e insultado llamándome maricón, sino que además, y esto era lo que peor llevaba, me había dejado con la polla tiesa y un fuerte dolor en las pelotas. No hay nada que más rabia me dé que un prepotente, engreído y egoísta machito de pacotilla. Le iba a devolver, ojo por ojo y diente por diente, todas las ofensas recibidas.
Llegó el viernes por la noche, mi hermano tenía una cita con su novia y sus colegas del equipo de fútbol en el que jugaba. Como de costumbre irían a la discoteca de moda a beber hasta emborracharse y a bailar sin parar hasta
caer derrengados, para terminar como siempre volviendo a casa a las tantas de la madrugada, en taxi y con un pedo monumental. Yo me había estado preparando durante toda la semana para este día. Le vi salir bien arreglado, con su ropa de marca, sus pantalones ajustaditos, marcando paquete y culo y sus carísimas deportivas último modelo. Iba pidiendo guerra y os puedo asegurar, que la tuvo.
Yo me quedé en casa, pues aunque ya me había recuperado del todo de mis dolencias físicas, aún tenía temores psicológicos a los que hacer frente. O ese al menos fue el argumento que le di a mi padre para justificar el quedarme
en casa un fin de semana, cosa que nunca jamás ha sucedido desde que tenía trece o catorce años.
Me metí en la habitación de mi hermano, y coloqué una cámara de vídeo escondida entre sus ropas que permitía grabar todo lo que ocurriera en esa estancia. Y con todo dispuesto, me puse a esperar. Cuando por fin llegó a nuestra casa, se fue directo a su habitación dónde yo le esperaba sin nada más encima que mis ajustados calzoncillos de algodón blanco. Según abría la puerta del cuarto, yo encendía la videocámara. Traía un enfado monumental encima, al parecer le había pedido a su novia que echara un polvo con él en los baños de la discoteca pues con el baile agarrado que se habían estado pegando estaba muy caliente, a lo que ella se había negado en redondo, pues era un poco estrecha en el terreno sexual. Nada más verme me dijo que me largara de allí, y me llamó maricón. Si tenía alguna duda de lo que iba a hacer, esa frase me la disipó por completo, así que cargado de rabia, pero disimulando, le comenté que si estaba muy cachondo, yo podía hacerle una buena mamada.
Él ni se imaginaba lo que yo planeaba hacerle, así que aceptó sin demasiados problemas. Dicho y hecho, me dejó que le desnudara, pues le encantaba sentirse un sultán adorado por su concubina. Le coloqué en posición frontal a la cámara y fui quitándole la camisa, botón a botón. Después la solté el cinturón y desabroché su bragueta, la cual estaba muy marcada por el pollón gordo y duro que traía de la disco. Deslicé las perneras de su pantalón, hasta los tobillos y antes de quitárselo, le solté los cordones de sus zapatillas deportivas y le descalcé. Me llevé a la nariz las playeras y respiré profundamente ese olor a pies de macho que tanto me gusta. Mi hermano puso cara de asco, aunque en el fondo sé que le excitaban todas esas cosas que yo le hacía. Para acabar, le recorrí con mi lengua todo a lo largo de su gran verga, por encima de sus slips, me encanta saborear la esencia de hombre que queda prendida en esas ropas íntimas, así que le dejé toda la tela empapada en mi saliva. Acto seguido le quité el calzoncillo pues era evidente que estaba goteando ya líquido preseminal, y no quería desperdiciarlo. Necesitaba que me lo
metiera todo en mi boca.
La situación no podía ser más morbosa, estábamos mi hermano de pie frente a una cámara oculta de vídeo, con la polla tiesa como un palo y totalmente desnudo y yo arrodillado delante de él, mirándole a los ojos para oírle decir en voz alta que le comiera el rabo, pues no sólo quería grabar la imagen de aquel polvo, sino también las palabras que allí dijéramos los dos, ya que tenía que ser evidente para todo el que viera ese vídeo, que tan marica era él como yo, pues tantas ganas tenía él de que le comieran la polla como yo de comérsela. No aguantó ni un solo segundo, en cuanto le miré me dijo:
– ¡trágatela hasta los huevos, que llevo unos días sin soltar la leche y quiero correrme en tu boca, maricón!-
Os podéis imaginar, se me hizo la boca agua. Le cogí con la mano de sus pelotas y engullí aquel enorme y palpitante trozo de carne que a mí tanto me gustaba. Mientras jugaba con mi lengua a lo largo de todo el rabo, deteniéndome especialmente en su capullo, no dejaba de masajearle los huevos con mi mano. Él por su parte, me guiaba la cabeza para metérmela más profundamente en mi garganta. La mayoría de las veces, tocaba mi campanilla con la punta del glande, lo que me provocaba grandes arcadas y espasmos, pero yo sabía que no podía detenerme, tenía que aguantarme y respirar por la nariz como pudiera, pues en el fondo, el componente sádico de mi hermano, le excitaba y mucho esa forma de dominación. Tenía claro que si seguía mamándosela de esa forma, pronto me daría una gran lefada, y eso precisamente era lo que yo quería en esos momentos.
Durante unos cinco minutos soporte como un campeón la agresión de su verga a mi boca, y cuando ya me estaban doliendo las rodillas de estar en esa postura, noté que su cuerpo se tensaba y que sus gemidos subían de tono, así que me agarré a sus nalgas como un águila agarra a su presa y apretándole aún más su cadera a mi cabeza, me dispuse a tragarme hasta la última gota de su semen. Cinco trallazos me echó el cabrón de mi hermano dentro de mi boca. Lo que me dio tiempo a saborear bien ese dulce néctar de macho. Me encanta la lefa de hombre.
No sé si la habéis probado alguna vez, por supuesto que no es un manjar delicioso como dicen algunos, por lo menos no para mí, pero sí que es cierto que tenerlo en la boca, saborearlo, degustarlo, notar la textura, su calor, es algo especial. Yo podría lamerla todo el día. Para los que nos gusta dar placer, como es mi caso, el tener el fruto del gozo de la persona a la que acabamos de complacer, es la guinda final del pastel. Como se dice hoy en día, el “final feliz”, pues eso es exactamente el semen del hombre en mi boca, saboreo el final feliz de nuestro encuentro.
La leche de mi hermano era muy espesa y salada. Por lo caliente que estaba yo diría que llevaba más de cuatro días sin haber eyaculado, así que me soltó gran cantidad de semen. Como sabía que estaba la cámara, abrí la boca para que se viera la gran corrida que se había pegado y después me lo tragué todo. Para terminar, le limpié con mi lengua su verga, ahora ya un poco más morcillona, y repasé bien cada milímetro de su rabo e incluso le lamí los huevos. Él se fue para el baño a lavarse los dientes y me dejó como siempre con la polla dura y con las ganas de correrme yo también, ¡puto egoísta, me las iba a pagar! Aproveché ese momento en que él fue al aseo para apagar la videocámara y marcharme con ella y con el Smartphone de mi hermano a mi cuarto.
Ya era muy de madrugada, pero yo tenía claro lo que hacer. Descargué el vídeo a su teléfono y lo mandé por Wassap a su novia y a sus colegas del equipo de fútbol. Iban a alucinar, sobre todo con la cara de puto que ponía cuando me pedía que se la comiera, y con los suspiros y gemidos que daba cuando se corría, ¡no eran muy viriles que digamos! ¡Ahora sí que iba a tener motivos para llamarme maricón el muy bastardo!
Yo estaba feliz. Para terminar esa noche bien, me hice una buena paja. Sin prisas, como a mí me gustan. Empecé lamiéndome la palma de la mano, y pasándomela por la cabeza de mi polla, pues me encanta la sensación que me da acariciar el capullo y esparcir las gotas de líquido preseminal por toda la verga. Con mi otra mano, me pellizcaba los pezones, creedme si os digo que los tenía muy tiesos, como tengo mucha aureola se me ponen como las tetinas de los biberones de los bebes, y me da mucho placer que me los muerdan y me los aprieten con los dedos.
Durante un buen rato subía y bajaba mi mano por el tronco de mi rabo, mientras con la otra mano me acariciaba el pubis, adoro estirarme de los pelillos mientras me la casco. Después sin cesar el ritmo del vaivén, llevé mi mano a los huevos y me los estrujé durante un rato, pues estaban muy pegados al vientre y a mí me gusta que me cuelguen todo el tiempo. Para finalizar, aumenté el ritmo de la masturbación y me metí dos dedos de la otra mano por mi ano, para profundizar en mi culo y llegar hasta la próstata, ya que es así como mayor placer me da cuando suelto mi leche.
No tardé en eyacular y correrme de gusto. Toda mi lefa fue a parar a mi estómago, y la recogí con mi mano y me la llevé a la boca. Todavía tenía el gusto de la leche de mi hermano cuando me tragué la mía propia. No dejé ni rastro, pues me lamí y relamí todos los dedos.
Así de contento y feliz por lo que acababa de ocurrir me fui a dormir. Tenía ganas de que llegara el día siguiente, ya que estaba seguro que iba a ser un día muy movido, sobre todo para mi hermanito mayor.
A la mañana siguiente, me levanté, desayuné y me duché como siempre. Mi hermano ya se había marchado a jugar el partido de fútbol con sus colegas como todos los fines de semana. Mi madre y mi hermanita pequeña salieron al parque a jugar un rato, y mi padre y yo nos quedamos solos en casa haciendo nuestras cosas.
No pasó ni media hora y el futbolista ya estaba de vuelta en casa, con una cara de mala hostia se dirigió directo hacia mí y me agarró por la pechera y me zarandeó. Me gritaba y me insultaba, y yo no podía dejar de sonreír tontamente lo que le exaltaba aún más. En estas llegó mi padre y nos vio en plena pelea y como es lógico acudió a separarnos. En casa estaban prohibidas las peleas entre hermanos de siempre. Así que mi papa nos preguntó por qué estábamos alborotando de aquella manera. Mi hermano le dijo que yo había enviado por móvil un vídeo suyo en el que aparecía desnudo, a todos sus amigos. No le contó lo que aparecía en el dichoso vídeo, tampoco que yo le estaba mamando la polla, ni que él se había corrido en mi boca, ni de cómo me insultaba y me llamaba maricón mientras lo hacía, y por supuesto no mencionó la cara de placer que él ponía en todo momento.
Ya os estaréis imaginando la reacción de mi padre. Le dijo a mi hermano que se tranquilizara y que se fuera a su cuarto, y a mí me arrastró de la oreja hacía el mío. Una vez en mi habitación mi papa me echó la mayor bronca de mi vida. Me obligó a enseñarle el mensaje de Wassap con el vídeo y durante todo el rato se quedó perplejo y con la boca abierta. Cuando éste terminó, la terrible expresión de ira de mi papa me dejó helado. Estaba tan enfadado que me volteó encima de mi cama, se sacó el cinturón y bajándome el pantalón del pijama me dio una buena tanda de azotes en mis nalgas. En el fondo sabía que me lo merecía, pero me estaba doliendo tanto que no podía dejar de llorar y de patalear, pero ni mis lloros ni mis protestas evitaron los cinturonazos en mi culo. Perdí la noción del tiempo, puesto que no tengo ni idea de cuánto duró la golpiza, pero si os puedo decir que me ardía el trasero. El dolor era insufrible. Jamás en toda mi vida me había dado tal paliza, y a decir verdad, mi progenitor me debió de ver muy dolorido y maltratado ya que fue el quién al final se fue a buscar una crema anti golpes para aplicármela delicadamente por toda la zona.
Yo no paraba de llorar, pero cuando empezó a ponerme la crema por el culo y a extenderla con sus fuertes manos, mi angustia se fue poco a poco calmando al igual que el dolor que sentía. Fue tanta la delicadeza de mi padre que en unos momentos pasé del dolor al placer. Me encantaba la calidez de sus manos sobre mis enrojecidas nalgas.
Durante unos minutos, y mientras me daba esa crema, me fue diciendo cosas preciosas: “que me quería muchísimo, que lamentaba terriblemente el haberme azotado, que no debía volver a comportarme tan mal con mi hermano
nunca más…”
Apenas podía prestarle atención, pues como os digo, al de un rato, ya me hallaba en el cielo, y tan a gusto estaba que me acabe excitando y se me puso dura la polla. Si yo hubiera sido otra persona, quizás me hubiera avergonzado la situación, pero cómo soy como soy, en lugar de vergüenza, yo estaba encantado con mi verga empalmada. La fui rozando más y más contra las rodillas de mi padre, pues encima de sus rodillas fue como me aplicaba la pomada. Él lo notó, pero no dijo nada, de hecho me dejó hacer a mi gusto.
Supongo que pensó que después del dolor que me había provocado, un poco de placer no me vendría mal. Sea como fuere ahí estaba yo frotándome contra mi papa, tan feliz que sin quererlo, entre frotada y frotada, me corrí.
Eyaculé tal cantidad de semen, que mi padre pensó que me había meado. No fue hasta que me levantó de sus rodillas y tocó con sus dedos la húmeda mancha de sus pantalones, que se dio cuenta de que en realidad no era pis sino lefa lo que le escurría a él de sus perneras y a mí de mi pito.
Creí que se volvería a enfadar, pero en lugar de eso, me puso sus dedos humedecidos en mi semen en la boca y yo obediente y sumiso se los lamí saboreando mi propio aroma en ellos. Mi padre me sonreía de forma tan amorosa que yo sabía que me pidiese lo que me pidiese yo se lo daría, ¡pues lo amaba tanto! Menuda situación la mía. Yo allí de pies frente a mi papa que estaba sentado en mi cama, con el culito rojo por los correazos recibidos escociéndome todavía un poquito, con la pomada aplicada por mis nalgas, con la verga goteando lefa y con la boca llena por sus dedos, ¡qué maravilla!
Después de sacar sus dedos de mi boca, me acarició la cara, y fue bajando lentamente sus manos por mi cuerpo. El contacto de su piel con mi piel me electrizó y me puso la carne de gallina. Deslizó las yemas de sus dedos por mi cuello rozándome la nuez de adán, después por mis hombros y luego llegó a mi pecho donde se entretuvo jugando con mis pezones. Yo estaba cardíaco, pues mis tetillas son un punto clave para obtener placer. El las acariciaba y pellizcaba y yo no pude más y me puse a suspirar mordiéndome el labio inferior con los dientes. Yo veía en su cara cierta pícara malicia pero me dejaba hacer, pues que mi padre me estuviese dando tanto amor era algo que yo perseguía desde pequeñito.
A su vez, él también se estaba poniendo más y más caliente, me di cuenta en cuanto vi que su pantalón de pijama hacía una gran tienda de campaña. Quise agarrársela y bajar a comérsela pero no me dejó. Él seguía recreándose en mi cuerpo, seguía acariciándome y descendiendo por el sendero de mí pecho. Bajó pasando mi ombligo y llegó al pelito de mi polla. Se entretuvo un ratito jugando con los rizos negros de mi vello púbico para después agarrarme mi ya menguada verga con su mano derecha. Me la agarró con fuerza y la recorrió de arriba abajo, limpiándola con sus dedos de los mecos que la tenían tan pringosa. Cuando terminó de limpiármela me volvió a ofrecer su mano y yo sacando mi lengua, cual perrito faldero, se la limpié.
Tanto morbo dio sus frutos y al final mientras mi padre se sacaba su verga con una mano, con la otra me atrapó de las pelotas y me hizo arrodillarme entre sus piernas. La visión de su grueso rabo, el olor que desprendía y la morada gordura de su glande hizo que se me nublara la vista. Estaba a punto de meterme en la boca la verga que me dio la vida. Iba a convertirme en unos segundos en la segunda persona en esa casa que le mamaba la polla a mi papa después de mi mama . Si alguien me pregunta que qué es la felicidad para mí, mi respuesta estaría clarísima, la felicidad es estar de rodillas con el miembro de tu padre apuntándote a la cara. Casi me pongo a llorar de gusto.
Deciros que le di la mejor comida de rabo que un hijo puede darle a su padre se quedaría corto. Durante más de veinte minutos me tragué aquel enorme trozo de carne y lo saboreé como nunca antes se lo habían hecho. Yo le pedí que me follara por el culo, pero él se negó pues tenía muy reciente la paliza que me había dado y no quería herirme más en esa zona. Así que mi papa se corrió en mi cara. Al final, cuando soltó su leche, me quedé con las ganas de tragarme sus mecos pues no me atreví a meterme su corrida en mi boca. A pesar de todo lo vivido hasta ese momento, él seguía siendo mi padre y me daba aún mucho respeto.
Después de aquella descomunal felación mi padre y yo seguimos teniendo una relación muy especial. Ahora ya no sólo soy su hijo, también soy su amante fiel. Además, desde ese día siempre que me porto mal le pido a mi padre que me de unos azotes, ya que me pone muy cachondo que al terminar de flagelarme las nalgas me refresque el culo con su lengua para acabar con su polla metida en mi caliente ano. Así que ya veis lo bueno que fue el desprecio de mi hermano mayor. Por cierto si queréis saber cómo acabó mi hermanito, os diré que le dejó la rancia de su novia, pero a cambio estrechó su amistad con un par de colegas de su equipo de fútbol, los cuales al recibir mi vídeo le contaron a mi hermano que ellos también eran pareja gay desde hacía un año y que si quería se les podía unir y así hacer un trío. Por supuesto que él al principio no quería, pero luego después de un tiempo, aceptó encantado. Ahora todo el mundo sabe que tanto él como yo somos putos y follamos como locos.
Bueno amigos/as aquí termina la revisión de
estos hechos que os he contado. Espero que os
haya gustado mi historia y que la hayáis
disfrutado leyéndola tanto como yo escribiéndola.
A todos los que me habéis apoyado y animado a
seguir contándola un enorme abrazo.
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