I – Escuela: Un Angel Me Salvó
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Era ya por el mes de Abril cuando el calor llegaba a la ciudad, y todos teníamos problemas con los exámenes que venían.
Siempre era golpeado e intimidado por los demás niños del salón: era el típico chico nerd de cuerpo regular, piel blanca y de lentes que no le gustaba a ninguna niña. Me tomaban por buen amigo pero hasta ahí.
Llegó cierto día en el que la maestra explicaba un problema de biología, haciendo que nosotros nos sentaramos en otros lugares: en mi caso, frente al pizarrón. Pero justo a lado de un compañero que no me afectaba: Felipe. Un niño de piel morena, cabello chino de color castaño claro y de cuerpo ancho. Él era el típico niño que tenía a varias tras de él, y le importaba más hacer desorden y juguetear con sus amigos (que eran los que me molestaban).
La maestra explicaba sobre los procesos de las plantas mientras que veía a los demás excepto a mí: tenía en la cabeza que todo lo que podría ver u oír o leer, lo aprendía sencillo. Por lo cuál daba mas atención a los demás a la hora de explicar.
-Eh, Javier. Ven. Acércate. -dijo Felipe a susurros, mientras que él lanzaba miradas picaronas.
-¿Que quieres? ando viendo lo de la maestra.
-Oye wey, siempre te pones a jugar basket tu solo, ¿no?
-Si. ¿Y?
-Ah nomas para sacar un tema para hablar.
Pero no fue la única vez que sacaba algún tema distinto para hacerme hablar. Desde que le explicara el proceso de las plantas, que cuando sería el examen: todo lo que se imaginen. Hasta que llegó el tema que más me interesó.
-Oye wey… ¿Tu que usas?
-¿Que uso de qué?
-Pzz… ¿calzón? ¿O bóxer?
-No pues…bóxer.
-Ajá, mentiras. A ver, muestralo. -me dijo con desafío.
-En el baño we. Luego.
-Nah, aquí y ahorita. -me dijo.
Con ésa insistencia, le seguía diciendo que no y que no, hasta que pensé tambien aprovecharme de la situación.
-Pues tu me muestras que usas y yo te enseño que uso.
-Pos dando y dando. -dijo él.
La ventaja de donde nos sentábamos es que era un pupitre para dos personas, en el que las rodillas y los costados estaban cubiertos con madera, solo exponiendo los tobillos.
Fue que él se desabrochó el pantalón y se lo bajó hasta el muslo cuando me excité: traía un calzoncillo color mostaza, y podía notársele cómo su pene se le hacía más y más duro y grande.
-Anda. Ahora tú. -me dijo insistente.
Ya no tenía vuelta para atrás. Aunque sentía mucha pena, pensaba que en cualquier momento la maestra voltearía a ver y nos castigaría a los dos. Pero el solo pensarlo me hacía llenarme de adrenalina. Tantas veces lo había visto jugar con sus amigos y veía como se bajan los pantalones el uno al otro, mostrando sus calzoncillos y trusas a los demás.
-¡Andale que se acaba de ir! -dijo señalando la puerta del salón. Inmediatamente noté que ella había salido del salón, y se había ido.
Con pena y excitación, me desabroché el pantalón y bajé el cierre del mismo, revelándole mis boxers rojos.
-Mira nomas. Si traías bóxers, ájale. Si hasta andas bien prendido, ¿verdad?
Notando su mirada, me fijé que me veía el bulto entre las piernas: estaba completamente erecto y durísimo.
-A ver, muéstramelo y te enseño el mío.
-Tú primero -le dije.
-Ah no. Yo te enseñe el calzón primero, tu enséñame tu verga primero. Ahora te toca a tí.
Honestamente me sentía mal porque jamás había visto tal lujuria que ahora a mi edad si me prendería. Poco a poco me iba bajando el elástico de los boxer briefs que ya se me mojaban un poco de pre, hasta que alguien tocó mi hombro. Volteé a ver quien era, y era otro compañero de mi salón que pocas veces le había hablado.
-We, mejor ni lo hagas. -dijo, mientras daba una cabeceada en dirección al otro lado del salón, haciendo que mirara.
No solo me molestó que los que me golpeaban y molestaban andaban deseosos por verme, sino que la maestra iba entrando al salón. Inmediatamente me puse de nuevo el pantalón, y Felipe hizo lo mismo, mientras que murmuraba diferentes cosas. Más que nada insultos hacia mí: cosas que no me importaban en realidad.
Después de ése rato que definitivamente me hizo que me excitara, volteé a ver a mi compañero para solamente ver que él también la tenía muy parada. Fue hasta que la maestra le habló que me acordé de su nombre: Angel.
Piel blanca, ojos verdes, un poco gordo pero significativamente el segundo más alto del salón: y eso era decir mucho.
Fue hasta dos semanas después de los exámenes que me lo topé en el baño, a la hora de receso. Él estaba de un lado del largo mingitorio, mientras que yo apenas iba entrando, y me dirigí rápido a donde él estaba para orinar, con la diferencia de estar alejado. Con el simple hecho de saber que quien me había salvado de una horrible vergüenza estaba con su pene por fuera me daba ganas de darle un vistazo rápido, pero me concentraba solo en mis necesidades.
-Pues no estás mal. -dijo viendo todavía hacia mi miembro, mientras me lo guardaba. Aunque claro, él solo sonreía mientras seguía mirando y orinando.
-Y tu no andas mal. -le contesté, viéndole su verguita que estaba casi igual a la mía. Poco faltó para que él terminara de orinar, a lo que solo se dedicó a sacudirla y dejarla colgando fuera del cierre de su pantalón.
-¿Qué? ¿Ya acabaste de ver? Que me la quiero guardar antes de que venga alguien.
Quedé impresionado por lo que decía, mientras que le decía que ya se la guardara. Con lentitud, se guardó la verga en su ropa interior, mientras que me miraba con una sonrisa pícara.
-¿Porqué me dejaste verla?
-Pues porque así tu me la podrías mostrar. -me dijo con una sonrisa, mientras se me acercaba.
-Esperate, ¿y si luego viene alguien al baño? -le dije nervioso, y más que nada con todo cómico, a modo de darle entender que era un chiste.
-Pues entonces metámonos al cubículo largo. -dijo con una sonrisa, mientras me tomaba de un hombro.
Me sentía igual que en la situación anterior, solo que ahora eramos él y yo: no más compañeros de clase.
-Es que cuando te bajabas el bóxer, pues vi como te crecía. Y creo que ahora vamos a estar a mano. -dijo mientras entrabamos al último cubículo del baño y lo cerraba. A diferencia de los otros, ése cubículo era un poco más largo y espacioso. Más que el de discapacitados.
-Pues primero debería verte en calzones wey para poder mostrarte mi pito. -le dije con enojo, retándolo a que él diera el primer paso.
-A no, pues así sí.
En un dos por tres, él se desabrochó el pantalón de vestir y se quedó solo en una trusita celeste con huesos blancos. No podía dejar de verle el bulto que se le formaba y se hacía más grande, mientras que se ponía las manos en la nuca a modo de juego.
-Ándale y agárrale. Lo que gustes y mandes. -dijo soltando una risa.
No podía aguantarme las ganas. Me le acerqué con sed de saber como se sentía el cuerpo de otro niño. Pude tocarle el bulto, mientras que él se excitaba. Con la otra mano, tocaba sus nalgas: nalgas grandes y formaditas para su edad.
Cuando estaba por meterle la mano por dentro de la trusa, él me detuvo cuando escuchó pasos y a alguien entrar al baño. Fue poco después que ésa persona salió, y él y yo le seguíamos al juego.
-Esperate, ahora si es injusto. Tú me tocas, pero ¿yo soy el único en calzones? -dijo mientras sus manos pasaban por mi cinto. Rápidamente me bajó los pantalones, dejándome en un calzón rojo de rayas negras.
-Ya traías ganas. -dije con algo de pena, mientras que él sonreía y seguía dejándose agarrar la verga.
Sabía lo que era la masturbación, pero no en cómo terminaba. Pero él si…
-Esperate, que ya me voy a venir…
-¿Quien va a venir? -pregunté estúpidamente.
-WEY, ME ESTOY…
Fueron sus palabras antes de ver que su trusa se mojaba por un líquido blanco. Me asustaba porque él tenía la cara de dolor y muy roja, mientras que yo me asustaba. Pero fue hasta que él me miró y sonrió un poco, mientras que su trusa seguía manchándose.
-¿No sabes que es? -me preguntó con una sonrisa.
Obvia respuesta, le dije que no, a lo que él se puso más feliz.
-Pues hora de enseñarte, we. A ver si te andas haciendo hombre. -me dijo mientras él se ponía detrás de mí, y metía mi mano en el calzón.
-¿QUE HACES? -le pregunté con miedo.
-A ver, vamos a ver…
Poco rato después, comenzó a jalarme el prepucio. Adelante y atrás, lentamente y con sus dedos rozándome el glande: cosquilleo incontrolable, una adicción por querer más…
No tardé en empezar a mojarme con pre, mientras que él seguía masturbándome. Era una sensación que me traía loco: me temblaban las piernas, respiraba muy alterado mientras que sudaba por el calor, sentía como todo el mundo giraba y cómo algo comenzaba a querer salir…
-¿Que…? wey, creo que me voy a mear. -le dije mientras trataba de quitarle las manos.
-Nada de éso. Vas a tirar lechita. -dijo con una sonrisa, mientras que ahora pegado a mí, podía sentir yo la cabeza húmeda de su verga a través de mis calzoncillos.
-ESPERA…NO…AAAAAAHHHH
Como un shock eléctrico me recorrió todo el cuerpo la sensación de eyacular. Estaba experimentando mi primer orgasmo. Para su diversión, él me había masturbado y al último momento me levantó el calzón, así para correrme dentro del mismo, igual que lo que le pasó a él.
-Mira, pero si ya eres hombrecito wey. -dijo con una risa y una palmada al hombro. -Mejor quítatelo y lávalo. Mejor mojado con agua que con lechita.
Sonriente, finalmente se quitó la ropa interior, mostrándome su verga ya semi-erecta, con manchones de semen.
Sacó un paquete de pañuelos del bolsillo del pantalón, y me ofreció unos. No entendía para qué, hasta que se limpió el pene con éso. Me sentía estúpido y tonto por no saber de éso.
-Wey, pzz se que no te criaste con tu papá pero pzz ya aprendiste algo. Y mejor yo que esos weyes. -dijo finalmente subiéndose el pantalón, con la trusa sucia en una mano.
-Pues…la verdad sí.
Después nos dispusimos a lavar nuestra ropa interior en el lavabo, solo mojando la parte que era necesaria, y secándolo lo mejor posible con papel higiénico. Vestidos ya y para nada alborotados, llegamos al salón cinco minutos tarde: no comí nada ése día, pero que bien me la pasé ése receso.
Ése y los que le siguieron…y cierta pijamada en casa de ése compañero.
¡Pero ésa historia es para otra ocasión!
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