III – Escuela: Del Club de Rondalla
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Era el mes de Septiembre. Tocaba practicar en el club de rondalla (en el cuál había quedado), con un profesor que odiaba a cantidades. Ése maldito siempre me insultaba y decía otras cosas de mí, solo para forzar mi cantar (el cuál muchos consideraban increíble). Tenía a mis compañeros de clase: los chundos, los fresas y popus, los "normales" y los raros. Como siempre: encajaba en ése último grupo junto a dos compañeros.
El asunto fue el compañero que tenía en rondalla. Él era uno del grupo de los normales: un chavito de piel clara, ojos verdes y cabello castaño. Era alguien que me latía mucho, y me atrajo chingos desde que una vez en clase, al agacharse no solo mostró por error su ropa interior, sino hasta un poco de su trasero. Todo un cuadro para mí solo. Varias veces era típico de él que terminase mostrando sus calzoncillos al agacharse o sentarse de cierta forma. A las niñas las traía locas, y a mí también. Fue tanto que un día en la misma rondalla, entre varios compañeros, le bajaron el pantalón y el calzón, mostrando su trasero a quien quiera verlo. Y fue ése mi punto de quiebre, que una media hora después de que mi erección no bajara, me fui al baño a un cubículo a masturbarme. Me bajé los pantalones hasta los muslos y solo saqué mi verga de mi calzón morado, mientras me masturbaba a toda velocidad. Solo podía imaginarme a mi embarrando mi lechita en ése culito precioso. Y fue cuando me corrí que escuché un ruido detrás de mí: en efecto, habían dos pares de ojos que miraban por una de las rendijas de la puerta del baño. Fue que me dí cuenta que alguien, junto a Uriel, me vio masturbarme. ¿Cómo lo sabía? sencillo: no había nadie más en la escuela con ojos verdes como los de él. Solo había una chica de ojos azules, semi-grises.
El hecho de pensar que él me había visto masturbándome me excitaba a la vez que me avergonzaba…
Pasó ése "accidente" de Septiembre, hasta que tocó la presentación de Halloween de Octubre. Toda la rondalla tenía que cantar cierta canción que compuso el maestro, pero todos vestidos como esqueletos. Muchos se cambiaban en el salón, pero yo, siendo alguien muy apenado (y más que nada porque ahora si se me comenzaba a hacer pancita y comenzaba a embarnecer), me fui al baño a cambiarme. Acto seguido, un par de alumnos del club me siguieron y decidieron cambiarse conmigo. Al principio me incomodaba que me vieran en calzones, siendo que ellos usaban bóxer. Pero sin duda fue que se me quitó la pena cuando entró éste chico que me agradaba.
Luego luego entró él, se quitó el pantalón, revelando unos calzones verdes fosforescente con impresiones de onomatopeyas rojas y amarillas, como las de los cómics de super héroes.
-¡Wey, no mames Uriel! -dijo uno de mis compañeros a ése chico. -¿Neta, chones?
-Pzz si. ¿Y? -dijo él con una risa, mientras que se quitaba la ropa. -Al menos traigo puesto algo, maricón.
Todos se burlaban de él, mientras que él respondía con una risa. Respondían entre burlas y risas, pero yo en cambio me dedicaba a mirarle las bonitas nalgas que tenía, además del bultito que se le formaba en sus piernas blancas. Todo éso mientras que yo seguía cambiándome y despistando las miradas. Después, pude verle el pecho y la panza que tenía en desarrollo: jamás habría pensado que ése chico se hubiese convertido en todo un hombre de buen material (pero ésa es otra historia para después).
Después de cambiarnos de ropa, subimos al escenario y terminamos cantando aquella melodía, para que pronto después, varios papás llegasen por sus hijos y se los llevaran así vestidos. Por un giro del destino, los papás de Uriel y mi mamá estaban ahí, viendo el espectáculo que los demás clubs hacían. Tan pronto noté que él iba al baño, yo le seguí con la idea de que podría volver a verle en ropa interior. Corrí a seguirle, terminando en los baños con un pantalón de mezclilla y una camisa, listo para cambiarme.
Al llegar, me di cuenta que no lo hallaba. ¿Estaría en uno de los cubículos?
Comencé a desvestirme por completo, para apenas agarrar el pantalón de mezclilla y que una mano me agarrara el brazo y me girase.
Me sorprendí al ver a Uriel, con una cara seria, mientras se me acercaba él estando en calzones.
-¿Que traes tú, maricón? -dijo él algo enfadado.
-Wey, yo solo me iba a cambiar. No se que traigas tú…
-Nomas traes ganas de verme el pinche camaronsote, ¿verdad? -dijo él, mientras que sobaba su bulto contra mi pierna, terminando con un "pinche joto".
-Me lo dice el que me vio en el baño. -le contesté con una risa. A diferencia de lo que yo creía, su reacción fue inesperada: sonrió y se comenzó a sobar su bulto.
-Ah sí. Eso. ¿Que hacías? -preguntó con una sonrisa pícara.
-¿Y que te importa?
-Pues es que no sé que hacías a tu pilinga.
-Pues me la jalaba. ¿Ya?
-Ah…pues a que me enseñas.
Todo lo anterior escrito lo decía con una sonrisa. Él ya sabía que me encantaba a miles y solo hacía éso para molestar, sin embargo, él quería algo conmigo en ése momento.
-¿Quieres saber como jalártela? -le pregunté pícaro, recordando las primeras lecciones que tuve en la primaria.
-Pues órale. Ando esperando. -dijo él, acercándose mucho a mí.
Mi mano se fue directamente a su bulto, pero mientras yo tenía la mirada hacia abajo, no noté que su acercamiento fue más por parte de su cara a la mía: no solo quería plantarme un beso, sino que ya lo había hecho.
Estaba impactado. Lo que tenía por idea en aquél entonces (ingenuo), era que SOLO si dos hombres besándose era completamente mariconada. Ahora pregúntense: ¿Me importó?
POR SUPUESTO QUE NO. Era algo delicioso y dulce. Antes ya había besado otras niñas, pero a como él me besaba me hacía sentirme raro, respondido. Aparte de excitado.
Su beso solo hizo que me prendiera y le sobara más rico el bulto, mientras que lo giraba y le metía la mano en el calzón, inmediatamente poniendo mi mano sobre su verga: una verga que era similar a la mía. Por debajo del promedio en cuestión de largo, pero bien gorda. Me ocupé de masturbarlo, mientras que mi pito le picaba las pompas. Sus manos iban directamente a la pared del baño, mientras que le jalaba el pito sobre uno de los mingitorios.
No fue mucho el esfuerzo necesario: Tan pronto puse uno de mis dedos por encima de la uretra (por accidente, claro.), él se corrió cantidades buenas. Su semen lechoso y blanco salía al mingitorio, mientras que él gemía, movía sus caderas y cerraba sus lindos ojitos.
-Bueno, wey, ahora déjam–
Pero él me interrumpió sin uso de palabras. Aún con su pito enlechado, y con el calzón ahora a los tobillos, me jalo la trusa hasta el suelo y se agachó. Sin creérmelo, él comenzó a darme mi primer mamada. Era una hermosa sensación caliente y orgásmica. No duré más de veinte segundos sin comenzar a lubricar mucho. Y no fue más del minuto cuando finalmente me corrí, mientras que él seguía dando una mamada de lado, evitando que mi semen le cayera a él, terminando en el mismo mingitorio que donde estaba el suyo.
Después de éso, yo me dirigí unos pasos solo para tomar mi pantalón de mezclilla y empezar a ponérmelo. Pero torpe de mí, por no fijarme que la trusa ya estaba en el suelo, mientras que Uriel la levantaba con ambas manos y me sonreía.
-Wey, usa algo de tu talla. Éste es un pinche paracaídas. -terminó con una risa.
-¿Ah sí? ¿Cómo tus calzones de super héroes? -le comenté con una risa, a lo cuál él arqueó las cejas y asintió.
-Pues sí we. O los moraditos con rayos negros que traías el otro día… -dijo con una pirada pícara y lanzando ya mi ropa interior.
Después de finalmente vestirnos, nos fuimos a las gradas para terminar de ver el espectáculo de los demás clubes, para al final del día irnos a nuestras casas.
Ése evento me hizo darme cuenta de dos cosas: Uno, mi fetiche sexual con la ropa interior. Ése evento hizo que mi fetiche naciera oficialmente. Dos, que mi gusto por los chicos despertara, especialmente por Uriel.
Y si se preguntan si poco después ya no lo vi, pues tengo que decirles que aún quedan un par de historias antes.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!