Iniciándose en el shopping 1: Encuentro en el baño
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por juanitocaminador.
Lucas era un porteño típico.
Le gustaba sentarse en un bar con un amigo, a tomar café y arreglar el mundo o discutir a muerte si Messi sí o si Messi no.
Pero claro, por hacerse el moderno y el metro sexual, cambió su viejo bar de gallego por el patio de comidas del shopping del barrio X.
Le encantaba pasarse dos o tres horas, con su novia, o con amigos, con un taza del humeante brebaje o un par de long neck de birra y unos maníes viendo pasar la vida, ligándose algún pellizcón de la novia cuando la vida pasaba con un buen par de tetas o un culo voluptuoso.
Tenía 32 años, era empleado público y estaba bastante bien, alto, delgado, pancita apenas, barbita rala, buenas gambas de jugar al futbol, culo duro y parado, vello asomando por el cuello de la camisa, un tipo común, pero también un lindo macho al que nunca le faltaron minas.
Su familia era del interior de la provincia, así que vivía solo en un lindo depa de Capital.
Una de esa veces, luego de varias birritas, le dieron muchas ganas de orinar.
Siempre iba al baño general y grande del shopping, pero esa vez se le ocurrió ir a uno más cercano, que estaba en una de las esquinas del local, pequeño y medio escondido en una especie de entre piso.
Entró, sólo un lavatorio, tres mingitorios y dos boxes.
Un tipo de cuarenta y pico, traje gris, corbata azul, bastante feo, estaba en el mingitorio más cercano a la pared, curiosamente bastante alejado del aparato, por lo que se veía un buen trozo de su pija oscura y gruesa.
Tal vez premonitariamente, Lucas siempre tuvo curiosidad por saber "cómo son la de los otros", por lo que sus ojos pasaron discretamente por su herramienta, por pura curiosidad, nada más.
Se puso a mear en el primer mingitorio, un poco avergonzado por su indiscreción, mirando sólo el chorro que salía de su linda pijita.
Una carraspera intensa que vino de su derecha le hizo voltear la cabeza, su vecino se había alejado más del mingitorio y ahora le mostraba completamente su verga, su cabezota marcada y la piel sobrante que indicaba que parada debía ser de temer.
No supo cuánto tiempo se la miró, pero al fin sonrojado volvió a la suya, la sacudió adecuadamente, la guardó y volvió apurado a la mesa donde lo esperaba la novia.
-Vamos?-, le dijo en tono perentorio.
En el acto salieron para el estacionamiento.
Lucas se sentía raro, una extraña calentura lo estaba invadiendo.
Apenas entraron al auto, sin aviso la agarró a Judith, así se llamaba, le zampó un beso como para romperle la boca y comenzó a manosearla.
Judith, algo asombrada, respondía tibiamente.
-Vamos al telo amor?- Fueron.
La desnudó desesperado, le mordió los pezones, la chupó toda y en cinco minutos, entre gemidos mutuos, le llenó la concha de leche.
Pero seguía caliente, más que antes, no entendía que le pasaba, la vagina de Judith, que siempre había sido su inacabable fuente de placer, no le alcanzaba.
Por primera vez la dio vuelta, sin pedirle permiso, le escupió en el ojetito cerrado y se la mandó a guardar, la mina gritó, y más de una vez, pero se la mandó hasta el fondo y la empezó a culear furiosamente, fue largo, la destruyó, nunca sintió salir su leche tan caliente como esa vez, ardía, el semen quemaba en su uretra, vaciarlo dentro de ella fue más alivio que placer.
Cuando terminó, Judith ni le dirigió la palabra, él tampoco le dijo nada.
Se vistió y lo esperó en la puerta.
La dejó en la casa.
Esa noche, cerca de las 12 Judith le mandó un mensaje por el celu: "chau Lucas, no quiero verte más, no me llames, no me escribas, saliste de mi vida para siempre".
Francamente, no se entristeció para nada, era una relación de conveniencia, casi diríamos profiláctica, ella le sacaba la leche, él le bajaba la histeria; además era más lindo ir al cine o a bailar en pareja que sólo.
Pero, por qué esa tarde la había casi violado por el culo?, qué lo llevó a eso?, lo que había visto en el baño?, el intento de un viejo puto y feo lo había excitado de esa manera? Nooo, andá a saber que fue, seguro que fue por la cerveza.
Al otro día, luego del laburo, se fue nuevamente al shopping, no es que fuera todos los días, pero algo lo llevaba, era más fuerte que él.
Pidió un café en jarrito y una media luna.
Tal vez le agarraron ganas de mear.
Fue al bañito de la esquina, nadie.
Se ubicó en el mingitorio de la derecha, donde estaba el viejo puto de traje gris, intentó orinar, pero no salía, se quedó un rato, por si salía el meo, claro! Entró un chico lindo, de pantalón azul, camisa blanca y corbata roja, cabello castaño claro, mediana estatura.
Lucas, por vergüenza se arrimó al mingitorio.
El chico se acomodó en el primer mingitorio pero no sacó su pija, solamente acariciaba sus nalgas y lo miraba.
Lucas fisgoneaba de reojo, pero prefirió agachar la cabeza y ver sólo su glande seco de orinas.
El nene se fue.
Lucas se fue.
No daba volver a la mesa.
Volvió al departamento caminando las 15 cuadras que lo separan del shopping.
Consumió tiempo en cosas futiles, malhumorado, nervioso.
Cenó cualquier cosa y se fue a la cama.
Daba vueltas y vueltas pero no conseguía conciliar el sueño.
Se convenció que debía usar el remedio infalible para el insomnio: una buena paja.
Se sacó el pijama y se sacó el slip.
El roce de las sábanas en sus nalgas lo excitó, en sus nalgas???, sí, pero también en su pecho y en su espalda.
Se la comenzó a menear y se fue calentando de a poco hasta llegar a la etapa de desesperación, de frenetismo, de imaginación morbosa, pero en su imaginación esa noche no apareció Judith desnuda pajeándole la pija con sus generosas tetas, en su lugar un bello chico desnudo pero con una corbata roja por toda vestimenta se acariaba las nalgas y le decía "comelas, son tuyas papito".
Saltó la leche por donde quiso y un par de sábanas fueron a parar al lavarropas.
A los 5 minutos roncaba.
Se propuse no volver, pero no pudo.
Ese mundo desconocido,morboso y prohibido copaba su subconciente.
Salió del laburo y de nuevo al shopping, de nuevo la inexistente gana de mear, de nuevo el baño de la esquina, de nuevo nadie y Lucas haciendo que meaba en el mingitorio de la pared.
No tardó en aparecer otro pibe, un vendedor de la conocida casa de electrodomésticos Z, con su pantalón negro y su camisa blanca con el logo del comercio sobre el bolsillo.
Le miró descaradamente la pija con ojos de deseo y luego le sonrió, Lucas le devolvió la sonrisa mientras meneaba su pija.
Fue un instante, un segundo, el vendedor se abalanzó sobre él y lo introdujo en uno de los boxes, casi sin darse cuenta Lucas estaba sentado en el inodoro y él entre sus piernas con la pija de Lucas en la boca.
Era esto lo que buscaba?, en ese momento no lo sabía, pero su pija pensaba por su cuenta y en segundos se puso dura.
El pibe estaba completamente desesperado, se la mamaba como si de eso dependiera su vida, jadeaba, acariciaba sus mejillas contra la verga de Lucas, la besaba y la volvía a tragar hasta el fondo, Lucas no la tenía chica, pero el nene la engullía como si fuera un maní.
Nunca una mina le sacó la leche mamando pero el vendedor de tostadoras en cinco minutos lo tenía conteniendo los gemidos, cuando ya se venía, Lucas, todo un caballero, le avisó para sacársela, pero el nene lo miró como si le hubiera propuesto gritar un gol de Boca en la tribuna de River, se la agarró con una mano e intensificó su mamada.
Instantes después toda la leche de Lucas se descargó en su boca, qué placer, por favor! El pibe, con los ojos cerrados se quedó quieto, inmóvil, luego se retiró de la pija y mirándolo a los ojos abrió su boca, para que Lucas viera la leche en el hueco de su lengua y chorreando por la comisura de sus labios, era mucha.
Sin sacarle los ojos de encima la tragó, sonrió, y sin dejar de sonreir saboreó con la lengua lo que le quedaba en los labios.
Volvió a lai pija y se la dejó más limpia que la de un bebé.
Se incorporó, le dió apenas un pico en los labios y se fue.
Luca se quedó solo sentado en el inodoro, con la pija húmeda asomando por la bragueta del jean.
Escuchó correr el agua del lavatorio y luego silencio.
Se quedó un rato más por la dudas y luego salió.
Necesitaba algo fuerte.
Fue al patio de comidas y pidió un escocés solo, sin hielo.
Se tomó su tiempo, lo sorbió muy despacio para bajar la adrenalina y recuperar la cordura, se le notaría que estaba reloco? Una hora después decidió irse a su casa, pasó por la puerta del local de Z, allí estaba su, ¿violador?, ofreciendo sonriente una heladera a una pareja de novios.
Pasó una semana, su cabeza le decía de no volver nunca más al shopping, que ya había probado, que era suficiente, que no necesitaba más, pero sus hormonas desorbitadas o quizás una oscura conciencia de su verdadero ser le decían -andá, andá, andá-.
Las hormonas se combaten fácil, arrancó una orgía de pajas, una a la mañana en la ducha, otra en el baño del laburo, otra como postre luego del almuerzo en el baño del restaurant y tres o cuatro más en casa, leche en el living, en la cocina, en la cama.
Quedó con los huevos secos, sus generosas lechadas matinales culminaban en míseras escupiditas nocturnas.
No hubo caso, hormonas de más no eran.
Ese viernes después del trabajo se fue directo al shopping.
Ni pasó por el patio de comidas.
Directo al baño.
Peló, hizo que meaba, nada, nadie, o algún tipo desentendido que meaba y se iba sin siquiera mirarlo por el rabillo del ojo.
Salió, se compró un café, se sentó en una mesa, leyó el diario, miró el reloj, intentó distraerse un poco evaluando los culos de las pibas que pasaban, nada, el baño lo llamaba.
Acabó el café, miró para todos lados para encontrar una excusa de quedarse sentado y ya no resistió más.
Encaró para el baño a fingir mear.
Nadie nuevamente, el mingitorio del fondo lo estaba esperando como siempre, se quedó simplemente parado frente al aparato mirando la puerta.
Martín entró al shopping desde el estacionamiento.
Desde la pelea con su novio, hacía ya casi un mes, que no tenía una pija en el culo.
Ya en el ascensor su esfinter comenzó a latirle, no daba más.
A los 30 años aún parecía de 20, delicado, para nada musculado, delgado, alto, piel trigueña clara, colita hermosa enfundada en un pantalón ajustado de corderoy, tiro corto, que le marcaba el angelical arco en que terminaban sus nalgas.
Su cara era bella, su mirada dulce, sus labios carnosos.
Ayer había venido pero no pasó nada, hoy?, quien sabe!, él era muy selectivo.
Al fin alguien entraba.
Lucas se apuró a bajarse el cierre, pelar la pija y hacer que meaba.
Martín se paró antes del primer mingitorio, sonrió, se había dado cuenta de la apurada maniobra de Lucas.
Lo miró de arriba a abajo, qué lindo estaba ese tipo! Volvió a sonreir y se acomodó en el meadero, tampoco peló, sólo miró de frente a Lucas y se acarició las nalgas.
Bingo! Era el turno de Lucas, se alejó del mingitorio sólo un poco y giró levemente para mostrar tímidamente su pija al recién llegado.
No hizo falta más.
Martín se dirigió a él, lo tomó de la mano y lo metió en el retrete.
Le dio primero un beso suave, tibio, eléctrico, el primer beso de otro hombre que Lucas recibía, le hizo señas con el dedo para indicarle silencio, se arrodillo entre sus piernas, le sacó la pija y comenzó a mamársela despacito.
No tenía la desesperación del vendedor de tostadoras, pero lo hacía riquísimo.
Lucas, extasiado, lo dejaba hacer, imaginaba que nuevamente le sacarían la leche con la boca, pero el plan de Martín era otro, siguió hasta que la pija comenzó a rezumar líquido preseminal.
Ahora ya estaba lista para su necesitado y ardiente culito.
Se bajó el pantalón y apareció una bombachita digna de novia en noche de bodas, se la bajó, sacó lubricante, se lo puso y comenzó a lubricar con una sonrisa la pija de Lucas.
En la cabeza de Lucas comenzaron a resonar las palabras "SIDA", "gonorrea", "HIV".
Paró al pibe, sacó de su bolsillo un condón y se lo dio.
Martín, con un dulce mohín de nena contrariada, lo tomó, mejor pija vestida que culo caliente, pensó.
Le puso el ponchito al paisano y se incorporó.
Acomodó a Lucas contra la pared, le bajó la ropa, se puso de espaldas, le tomó la pija con la mano y se la llevó al agujerito mojado.
Lo sabía hacer muy bien, el glande de Lucas comenzó a entrar en su esfinter deseoso.
Lucas cerró los ojos, sería como el de Judith?, seguro que sí, un culo era un culo.
Su pija fue resbalando suave dentro del culo de Martín y casi sin darse cuenta, las nalgas del pibe estaban apretadas contra su pubis.
Martín comenzó a hacerle un mete y saca cortito.
A la mierda con los preconceptos!, lo que Lucas sentía no se parecía ni de lejos al culo de su novia, ni de las otras minas que había cogido.
El culito de Martín le transmitía una sensaciones tan especiales, eléctricas, intensas, que los estaban llevando a las nubes! Un culo no era un culo, el putito lo estaba llevando a niveles de placer que jamás había sentido.
Había que pasar a la acción, lo tomó de la cadera y empezó a culearlo él, con fuerza, con toda la locura que ese nuevo placer le daba.
Comenzó el golpeteo de las nalgas.
Martín dio vuelta la cabeza y metió sus manos para separar sus bombeadas nalguitas del pubis de su macho.
De nuevo le hizo entender que había que hacerlo en silencio.
Lucas paró y lo dejo hacer a Martín, estaba tan caliente que tenía que hacer un gran esfuerzo para no gemir.
El putito comenzó a moverse de nuevo, atrás, adelante, en círculos, cortito, largo.
Lucas se mordía los labios.
Al rato Martín se quedó quieto.
Lucas comenzó a sentir que el esfinter del nene se contraía espasmódicamente, apretándole deliciosamente la pija.
Martín estaba acabando en el hueco de su mano.
Lucas, apenas vio la leche, acabó también, largo, rico, sentidamente, abundante.
De la cara de Martín rodaban lágrimas de felicidad.
Esperó que Lucas terminara de vaciarse y lo dejó relajarse.
Fue retirando el culo despacito, el molesto plástico apareció con su punta repleta de semen.
Maniobrando con cuidado, ya que seguía con su mano izquierda llena de su propia leche, le sacó el forro y se lo llevó a la boca.
Lucas, asombrado, pensando en los restos de caca que podría tener, le hizo señas que no lo hiciera.
Martín, sonriente, se arrimó a la oreja de Lucas y le susurró "tranquilo amorcito, antes de venir me hice dos enemas, estoy limpito".
Y bueno, si a él le gusta!, pensó Lucas.
Martín no sólo bebió el contenido del forro sino que lo lamió hasta sacarle el último rastro de semen, lo dejó como para usarlo de nuevo.
Luego, poniendose bien derecho y apoyando su mando izquierda sobre la derecha, puso delante de la boca de Lucas su pequeña laguna de semen.
-Tomalo-, susurró.
La primera reacción de Lucas fue sentir asco.
Cogerse una vez a un puto estaba bien, pero tomarse su leche, nooo! Pero el nene se había portado tan bien con él, lo había hecho gozar tanto, se había tomado su leche, que no sabía cómo decirle que no.
Pensó entonces que el vendedor de tostadoras también se habia tomado el semen.
Si dos lo hacen, entonces adelante, se justificó.
Francamente esa primera vez no le gustó mucho, pero lo hizo.
Martín, sonriendo feliz, se limpió la mano con la lengua y se fue a beber los restos de semen de la pija de Lucas.
Se la guardó dentro del pantalón y se incorporó.
Abrazó a Lucas como sólo se abrazan los grandes amigos, y suave al oido le dijo "gracias por hacerme feliz, cómo te llamás? Lucas inventó un nombre al azar.
El putito limpió todo, e hizo correr el agua del inodoro, lo abrazó de nuevo e intentó irse.
Lucas lo tomó del brazo.
Pará, dejame tu fono.
Martín sonrió, sacó una tarjeta personal y se la dio.
Lucas, avergonzado, le dijo – disculpame, soy Lucas, te dejo mi celu-.
Al putito se le iluminó la cara.
Le dijo, siempre en susurros, esperá un minuto, después salí.
Lucas le invitó un café.
– hoy no amorcito, te llamo-.
Cuando Lucas llegó a su casa, caminando despacito para digerir lo vivido en el baño del shopping, tenía dos voces adentro, una le decía "estás loco que te cogés putos en un baño público?, estás en pedo?, mirá si te descubren!, además vos no sos puto, qué mierda te metés en esas cosas?, con eso vos no la vás", la otra lo hacía sonreir mientras pensaba: "uy que rico que fue!, qué culo impresionante tiene ese pibe y qué bien que lo usa!, cómo me sacó la leche!, alguna vez alguna mina me hizo sentir lo mismo?, nooo".
Comparaba, recordaba las minas que se había cogido, muchas, las más culonas, las más calentonas, las de conchita cerrada y las de tetas voluptuosas, nada, ninguna le había hecho sentir lo que había sentido con Martín, siempre le dejaban un regusto triste al finalizar, que él atribuía a que le recordaban a Melina, su amor de los 16, que nunca había podido olvidar.
Claro, el morbo de la situación debía ser el desencadenante, el baño público, el riesgo, seguro que si se cogía a Martín en su casa se iba a desencantar, seguro! Y si se cogía una mina en una situación similar, se iba a poner loco como con Martincito ("Martincito" ya lo llamaba!).
Se fue a dormir sin cenar, se puso en bolas, (por qué ahora quería dormir en bolas?), y en instantes roncaba.
Soñó con Martín, soñó con el vendedor, soñó que iba de la mano por los pasillos del shopping con un chico afeminado y entraba con él a uno de los locales de lencería femenina, que una vieja salía y los miraba con asco.
Esto lo despertó.
Eran las 2 de la mañana, su pija estaba semi erecta y mojada, con mucho líquido preseminal.
Se la miró y no quiso pensar nada más, se masturbó furiosamente, acabó entre las sábanas, se dio vuelta y, con su propio semen mojándole las nalgas, se durmió profundamente.
El fin de semana fue largo.
No quiso salir de su casa, buscó videos de sexo hetero en internet, se pajeó frente a la compu viendo cómo negros pijudos se la metían a rubias putonas, miró pechos turgentes, caderas abultadas, labios pintados chorreando semen, conchas mojadas, pensó en llamar a alguna amiga.
Nada, el baño del shopping y sus habitantes volvían a él, y cada vez que acababa lo hacía pensando en la boca abierta y llena de leche del vendedor de tostadoras o en el bellísimo culo de Martincito.
No quiso salir el sábado a la noche, a pesar que varios amigos lo invitaron a salir de joda y tratar de levantar alguna mina.
El domingo trató de mantenerse ocupado.
Se puso a lavar su ropa.
Cuando revisaba el bolsillo de un pantalón que iba a mandar al lavarropas, encontró la tarjeta personal de Martín.
Cuando el nene se la dio se la había puesto en el bolsillo sin siquiera mirarla.
Martín Arenas, Contador Público, Montevideo XXX, Buenos Aires, fono, celu, mensajería.
Lo llamaba?, no, ni en pedo, ya fue, ya había probado.
Sintió ganas de romper la tarjeta.
Pero no lo hizo, la guardó en su mesita de luz.
Mientras alimentaba el lavarropas de sábanas manchadas con semen y slips mojados de preseminal, Martín aparecía en sus pensamientos.
Cómo sería en su vida de todos los días?, se le notaba el puto que tenía adentro?, iría siempre a levantar chongos al baño del shopping?, tenía novia?, era feliz? Bueno, era cosa de él, qué le importaba! Cocinó, planchó, limpió la casa y trató de ocupar cada hora de ese día muerto de la manera más asexuada posible.
Pero llegaba la noche, y la noche, la oscuridad, el silencio, suavemente hacen despertar el morbo, y ese oscuro y extraño deseo que venía de algún lugar prohibido y negado de su ser comenzó a voltear una a una sus barreras.
Fue al dormitorio, abrió el cajón de la mesa de luz, no! Salió, trató de mirar una serie en la tele, no se concentraba, parecía que el sillón tenía agujas.
Pensó en su eterna solución: la paja, se la hizo.
Pero en lugar de serenarlo, la paja le encendió más la cabeza.
Fue y vino, fue y vino, hasta que ya no quedaron barreras concientes por voltear.
Temblando tomó el celular y llamó a Martín.
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