Iniciándose en el shopping 2: La noche en el telo
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por juanitocaminador.
2.
– La noche en el telo
Del otro lado escuchó una voz de timbre conocido, pero mucho más formal.
Se presentó.
Esperá un minuto, ruido de una y después otra puerta.
Ahora una voz cálida.
Hola amorcito, como estas?
Lucas tenía todo un discurso preparado para salvaguardar su machosidad frente al putito, pero Martín fue a los bifes
-Bien Martín, te llamaba para, paraaaa.
-Querés que nos veamos de nuevo?
-Bueno, si, pero.
-Pero en otro lado, verdad? Este viernes podés?
– Si, pero Martín, yo.
– A las 6 en Callao y Santa Fe, en el bar X, te va?, con tu auto, si?
– Bueno
– Nos vemos chau amorcito, estoy en lo de mi vieja ahora.
Besito
– Bueno, chau
El discurso se lo tuvo que meter ahí mismo donde quería metérsela a Martín, pero bueno, todo listo para volver a comerse el putito el viernes.
Pero, dónde? Entrar al telo adonde iba con su novia pero esta vez con un macho?, ni en pedo! Buscó en internet y se decidió por uno cercano a una bajada de la autopista a La Plata, viaje largo.
La semana se le hizo eterna, no pudo dejar de masturbarse ninguna mañana, ninguna tarde, ninguna noche, Martín había invadido todo su ser, como jamás una mina lo había logrado.
Sus sensaciones con las mujeres siempre fueron muy mentales, el cuerpo actuaba a la hora de ponerla, pero luego chau nena.
Ahora en cambio, temblaba de deseo, vibraba, todo su ser le pedía a gritos estar con Martín.
Ni se imaginaba aún que era el despertar de su homosexualidad más que Martín lo que lo ponía así.
Llegó el viernes, se encontraron, se saludaron con un apretón de manos, todo muy formal.
Dentro del auto, casi ni hablaron.
En realidad Martín intentó varias conversaciones, pero Lucas estaba tan nervioso que no atinaba a decir más que monosílabos, además la mano de Martín sobre su pierna, moviéndose sensual hacia sus zonas sensibles, lo hacían poner nervioso.
Su heterosexualidad en retirada estaba batallando muy duro.
Llegaron al telo, Lucas estaba muerto de vergüenza.
El conserje, como si nada, lo miró sonriendo con normalidad, pero a Lucas esa sonrisa le decía "así que sos puto y venís a coger acá?, tenés cara de que sos el que va abajo, mm que roto debés tener ese culo".
-Primera vez?
-Ehhh, si, si, nos conocimos esta sem.
– El conserje se puso serio y completó su pregunta
– Primera vez en nuestro hotel?
-Ahhh, si, si
-Ok, entonces a ver.
, sí, está libre.
Habitación 7.
Turno o pernoctan?
-Pernoctamos- se apresuró a contestar Martín, ante la evidente confusión de Lucas.
Entraron a la habitación, Martín tomó de la mano a Lucas antes de entrar, una mano fría y temblorosa.
Un pequeño vestíbulo enladrillado con una mesita de sitio.
A través de un arco se pasaba al cuarto, una cama queen con sábanas blancas y perfectas, una TV led con una película gay light en silencio, sobre la cabecera de la cama, una foto en blanco y negro del torso desnudo de un hombre musculado, con un short de jean gastado y su generoso pene dormido asomando en la desabotonada bragueta.
Al fondo un baño con jacuzzi.
A un costado, una máquina de venta de juguetes sexuales mostraba bellas pijas de gel, consoladores, vibradores, plugs anales, excitadores prostáticos, lubricantes, condones.
Una mesa pequeña de madera oscura, dos sillas.
Lucas asombrado de que un hotel pudiera tener una habitación especial para gays, Martín feliz, se colgó de sus hombros y antes del primer beso, sacó de su bolsillo una hoja y le pidió a Lucas que la leyera.
Era una serie de análisis fechados el día anterior, que confirmaban que Martín estaba sano de toda enfermedad de transmisión sexual.
Colgado de su cuello, y mirándolo con cara de nena traviesa, le preguntó, "hoy me la das sin globito mi amor?, quiero que me embaraces".
Lucas confundido, no entendía, el pibe se había sacado sangre para encontrarse con él?, para que lo cogiera sin forro como si fuera su novia? Mejor no pensar.
Lo abrazó con fuerza y lo besó como para romperle la boca.
Rodaron a la cama, se comieron, se besaron, se acariciaron cada milímetro de piel, los pezones de Martín quedaron rojos, los vientres se mojaron de jugos de amor, la unión debía llegar.
Lucas acomodó a Martín en el borde de la cama.
Antes de ponérsela se detuvo a mirarlo, lo del shopping había sido tan rápido! Su cuerpo era casi lampiño, su pancita apenas, la pija paradísima, no llegaba a los 15 cm, pero sus huevos eran inmensos, los pechitos chiquitos pero de sabor dulcísimo, su mirada soñadora, su cabello suave y lacio.
Lo dio vuelta.
El culo era impresionante, parado, de formas suaves, perfectas, como para besarlo milímetro por milímetro, con sus dos oyitos arriba de la cintura y una espalda de estatua griega.
Se arrodilló entre sus piernas y se lo besó milímetro por milímetro, le abrió las nalguitas para mirarle el agujerito, rosado, apenas abierto, su esfinter tembloroso lo llamaba, se sumergió en ese valle mágico, nunca había chupado un culo, pero su deseo era tan grande que comenzó a lamerlo, besarlo y morderlo, mientras Martín gemía.
Su lengua comenzó a coger ese agujerito.
Todos sus preconceptos se caían, no había mal gusto, no había olor feo, disfrutaba de cada lamida de esa caverna tibia y de cada quejido que le arrancaba a Martincito.
Había chupado conchas, si, pero esto era diferente, esto lo hacía vibrar, esto le hacía doler la pija de calentura, esto lo apasionaba.
Chuparle la concha a una mina era un trabajo necesario para calentarla, chuparle el culo a Martín le daba placer!
Un quejoso "por favor amor metémela ya" lo despertó de su apasionada mamada.
Acomodó a Martín en el centro de la cama, boca abajo, le abrió un poco las nalguitas y se la puso despacito.
La saliva y la calentura hicieron que la pija se deslizara feliz hasta el fondo del culito de Martín, sin dolor, sin esfuerzo.
Lucas se apoyó sobre la espalda de Martín, los dos gimieron, ese contacto total era tan tibio, tan bello que los dos se sentían en el paraíso.
Comenzó el mete y saca despacito, ese culito lo hacía sentir tan bien!, esa espalda tibia lo hacía sentir tan bien! que de a poco, envuelto en esa nube tibia, abrigado y protegido por la espalda suave de Martín, fue abandonando su heterosexualidad, fue destruyendo todos sus prejuicios y terminó dándose cuenta, era puto.
Bueno, la palabra le parecía un poco dura, era "gay".
Sonrió y se quedó quieto sobre esa espalda y esas nalgas.
Suspiró relajado.
Martín, que esperaba una culiada feroz, le preguntó extrañado "qué pasa Luquita?, tenemos que volver al baño del shopping? Como respuesta recibió un suave mordisco en el lóbulo de su oreja derecha y escuchó, en un secretísimo susurro "es que acá arriba tuyo creo que me acabo de recibir de gay" Martincito, que estaba calentísimo y necesitadísimo de pija, no dudó en contestarle "espere señor, recién pasó el teórico, ahora me tiene que dar el práctico".
Lucas rió de buena gana y se puso a dar el examen.
Llevó a Martín al borde de la cama, lo puso en perrito agachado y le dio una estocada como para sacársela por la boca.
Martín gimió, pero pidió más.
Desarmó la pose, se dio vuelta y se tomó las piernas, para que su agujerito, su conchita de macho quedara totalmente expuesta.
Lucas vio ese hoyito rosado y húmedo y se volvió loco.
Cayó de rodillas y se lo volvió a mamar, ahora su lengua entraba toda, y podía jugar con las paredes del esfinter a gusto y placer.
Pero su pija lo llamaba, se incorporó y para felicidad de Martín, se la volvió a clavar.
En esa pose su pija entraba profundo, tomaba a Martín de los hombros y empujaba, sentía que no sólo su verga entraba, sino que hasta el comienzo de su pubis y la bolsa de sus huevos entraban en Martín.
El calor del esfinter de su nene en ese inicio primerísimo de su pija lo hacían sentir en la gloria, sentir cómo se ensanchaba el ojetito de su amigo para dejarlo entrar, y sentir el gemido intensísimo de Martín en ese momento, era algo que no se podía explicar, que justificaban su decisión de cambiar de sexo, porque Lucas ya no se sentía hombre, pero tampoco era mujer, era, no sabía que era, era lo que era ahora, viviendo en el paraíso de su unión profunda con Martín.
Martincito se había dilatado como nunca, esa penetración tan profunda lo llenaba de sensaciones nuevas, a pesar que en su vida se había cabalgado unas cuantas pijas, nunca había sentido tan rico.
Ahora ansiaba la leche caliente de Lucas, su recto había desarrollado una sensibilidad especial y podía sentir la tibieza del río de semen dentro de él, era una sensación única que lo ponía en éxtasis, lo desconectaba del mundo.
Eyaculó, no le importaba, estaba tan pendiente de su esfinter que su pija era un adorno, el orgasmo relajador le iba a venir de su concha de macho, de su útero ansioso de semen, de esa descarga de virilidad de Lucas.
Lucas creía que nada lo podía llevar más alto, pero el trallazo de leche de Martín pudo.
Tomó al nene de la espalda y se incorporó, Martín se prendió de su cuello, Lucas caminó por el cuarto con el chico ensartado, lo apoyó en la pared, lo siguió bombeando, buscó una silla, se sentó y comenzó a besar a Martín como para devorarlo, sus lenguas se volvieron locas, entraron, jugaron, lamieron, las manos recorrieron la espalda del chico con furor, apretaron sus nalgas, franelearon sus pezones.
Martín gemía como nunca había gemido, Lucas gozaba como nunca había gozado.
-Dame tu leche mi amor, bien adentro, lo más adentro que puedas, embarazame Lucas, ya, ya, ya.
– El ruego de Martín no se podía ignorar, además sus huevos ya estaban por estallar.
Lucas lo llevó al borde de la cama y aceleró el mete y saca bien duro, bien profundo, levantó un poco al chico para que la gravedad llevara su leche hasta el fondo de su recto, y con un grito final inundó de semen a Martincito, que casi llorando, como diosa hindú,comenzó a sentir la flor de loto naciendo de su pancita.
Llegó el silencio, sólo la respiración agitada de Lucas.
Martín, con los ojos cerrados, sólo vivía para las increíbles sensaciones que le nacían de su pancita.
Lucas, sintiéndose en paz con el mundo, descubría una rara sensación de armonía y relajación que le inundaban el pubis.
Se la dejó adentro hasta que Martín abrió los ojos, lo abrazó, lo alzó del borde de la cama y lo recostó bien en el centro de la cama.
Martín en seguida se puso boca abajo y levantó su cola para evitar que de su abiertísimo culito se escapara esa leche que tanto lo hacía disfrutar.
Lucas se acostó también boca abajo a su lado.
Estiraron las trompitas y se besaron.
-Pasé el práctico profesor?- Siiii, con honores, me hiciste re-feliz Luquita! Los dos descansaron relajados.
Lucas estaba a punto de quedarse dormido cuando Martín se incorporó, puso las rodillas al costado de su cuerpo y comenzó a masajearle los hombros.
Sus manos delicadas, con movimientos lentos, recorrían músculos y aflojaban nudos, acariciaban rozando apenas la piel de Luquita que con ojos entornados y gemidos suaves disfrutaba de esa mezcla de masajes y caricias eróticas.
Las manos de Martín fueron bajando, despacio, de a poco, aflojando cada vértebra, cada músculo, cada rincón de la bella espalda de Lucas.
Cuando terminó la espalda, Marín naturalmente siguió por las nalgas.
Lucas levantó la cabeza pero no dijo nada, pero cuando el chico comenzó a separar los cachetes y Luquitas sintió su esfínter al aire, no pudo dejar de preguntar:
– Che, que hacés?
– Tranquilo mi amor, relajate.
– Mirá que yo no.
– Uy, qué machote!, quedate tranquilo Luqui, a mí se me para cuando me la ponen solamente, soy virgen de adelante y muy feliz de serlo.
Solamente cerrá los ojos, relajate y sentí, si?
Lucas se quedó tranquilo.
Trató de borrar los tabúes que pululaban en su novísima mente de puto asumido, y dejando en blanco en todo lo que pudo su cabecita, concentró sus sentidos en su culito.
Al rato comenzó a disfrutar.
Cada vez que por efecto de la separación de las nalgas, su esfínter se abría, la sensación que le venía de ahí se ponía rica.
A medida que aceptaba ese nuevo placer, la sensación crecía, se expandía y, aunque le daba vergüenza hasta pensarlo, le hacía sentir "cosas" en la pija.
Al fin se entregó, y Martín pudo sentir los aún casi imperceptibles gemidos de Lucas.
Pensó "ay, que vida!, todos empiezan super machos y terminan como yo!", en el fondo sabía que Lucas nunca iba a ser pasivo como él, pero seguro que tarde o temprano se la iba comer.
El culito virgen de un macho, pensaba, era como un potro sin domar, había que sacarle las cosquillas antes de montarlo.
Pero, si él nunca se lo iba a coger, por qué lo hacía?, lo hacía porque entonces Martín, que siempre supo que esa tarde en el shopping su culito había sido la "primera vez" de un chico hétero, se sentía casi como el maestro que debía introducir a Lucas en todos los placeres de la homosexualidad.
Las caricias se detuvieron.
-Esperame, amorcito.
– Martín se incorporó, fue al dispenser de juguetes eróticos y volvió a su posición sobre Lucas.
Le abrió las nalgas y con las yemas de los dedos mojadas en lubricante, comenzó a acariciarle el esfínter.
Lucas apretó las nalgas de inmediato.
– No!, qué haces?
– Mi amor, ya te dije, ni queriendo se me para, relajate y sentí.
– Bue, pero no te pases.
– Lucas volvió a relajar las nalgas.
Martín siguió apenas rozando el esfínter con sus dedos lubricados, separaba las nalgas, recorría en círculos el asteriquito virgen, volvía a masajear y separar los duros glúteos de Lucas y sin que su machote se diera cuenta, iba poniendo algo de lubricante dentro del agujerito que ya comenzaba a percibirse.
No hacía falta escuchar a Lucas, que gozaba pero por vergüenza apretaba los labios, la primer dilatación de ese anito estaba a la vista y el siguiente paso en el bautismo de Lucas iba a llegar.
Martincito mojó bien en lubricante un dilatador anal de gel, pequeñito, como para un culito virgen, y se lo metió de una vez.
-No, basta! – dijo Lucas incorporándose.
Pero su tremenda erección decía otra cosa.
No se lo sacó, pero volteó a Martincito boca abajo en la cama y sin miramientos le clavó la pija hasta el fondo.
-Ay, papitooo!!!, si con un conso tan chiquito reaccionás así, te voy a meter una botella de cerveza!
-Callate y gozá de mi pija Martincito, que mi culo no se usa!- respondió con voz de enojado Lucas.
Pero no se sacó el dilatador.
Las subidas y bajadas de la culiada hacían mover el juguetito dentro de él y multiplicaban su placer.
Ya no era solamente su pija, la sensación electrica nacía de su glande, bajaba por todo su tronco, cosquilleaba en su perineo, se expandía deliciosamente en su ojetito y le proporcionaban una sensación indescriptible.
Empezó a gritar, era demasiado intenso.
Martín gozaba y sonreía, se imaginaba a las parejas de los cuartos contiguos dejando de coger para escuchar los gritos de Lucas y eso lo hacía feliz.
El polvo, ese primer polvo de punto G masculino, llegó con un último grito largo que fue bajando en volumen hasta que Lucas cayó extenuado sobre la espalda de Martín, que por supuesto había dejado un charco de su semen sobre la cama.
Cuando Lucas se despertó, el sol entraba a través de la ventila del baño.
En realidad lo despertó una suave mamada de su putito, que mientras iba y venía por la habitación ordenando la ropa tirada, vestía un baby doll negro que le llegaba a mitad del culito y una tanga chiquita, bella y sensual.
Cada tanto se paraba y le chupaba el palito.
Lucas se acordó del dilatador y llevó su mano a las nalgas.
Por supuesto ya no estaba, Martín le contó que se había quedado dormido sobre él, como un tronco, que lo había acomodado en la cama, se lo había sacado, lo había arropado y se había puesto a dormir a su lado.
-Ya pedí el desayuno amorcito.
Sencillito mi amor, sólo pedí café con leche y medias lunas.
Lucas, con los ojos a media asta no dejaba de mirar el ajetreo de Martín, sus nalguitas asomando deliciosas por debajo del baby doll, su carita dulce, sus mohínes de marica.
Nunca lo había visto así, siempre le había parecido bien varonil, pero ahora era una nena.
No, no.
No era como esos afeminados ridículos que alguna vez había visto, que parecían una mala parodia de una mina y que le daban asco, era un macho-nena, un cocktel exquisito de gestos varoniles y femeninos, de nuevo aparecía en su mente esa idea de tercer sexo y lo comenzó a asustar la idea de que él también comenzara a tener gestos afeminados, aún tenía mucho por elaborar en su cabecita para romper los tabués sociales.
Pero, porqué ahora Martín mostraba su lado hembra? Un dejo de orgullo de macho, una sonrisa, evidentemente Martincito con él se podía mostrar como realmente era, sería que el semen que le había dejado dentro tenía algo de simbólico más allá del puro placer físico?
Toc toc, llegaba el desayuno.
Lucas instintivamente se metío debajo de las sábanas.
Martín tranquilo, meneando sus nalguitas fue al vestíbulo para abrir la puerta, vestido asi!!!, pero no tenía vergüenza? Una voz de mujer joven, un gracias de Martín y el aroma del café con leche.
Esa desfachatez total asombraba a Lucas, él se había muerto de vergüenza por entrar al telo con un macho y Martincito recibía a la mucama en tanga y baby doll como si fuera una mina.
Alguna vez se animaría a tanto?, no, no lo creía.
Martín apareció con una gran bandeja humeante y de manera muy estudiada, mostrándole desfachatadamente la cola a Lucas, se inclinó para apoyar la bandeja en la mesa.
Lucas se incorporó de inmediato.
-Mmmm, putito, qué rico!- dijo mientras tomaba a Martín por la cadera y comenzaba a franelearle el culito con su verga en pleno crecimiento.
-El desayuno?
-Ma qué desayuno!, tu culito, putita, tu culito!
-Ay, Señor, qué pretende usted de mi?, contestó Martincito parafraseando a la Coca.
-Esto pretendo!-, respondió Lucas corriéndole la tanga y comenzando a clavar su pija en el culito de Martín, seco y cerradito.
Cada pujoncito le arrancaba un quejido de dolor pero Martín ni loco le iba a pedir que se la sacara.
Lucas retrocedió con Martín ensartado hasta sentarse en una silla y le dio la estocada final.
Ay!, mi amor, dejame dilatar un poquito mi vida.
Se quedaron los dos en silencio, mientras el café se enfriaba, el esfinter de Martín se dilataba, y con el confort vino su erección y vino su deseo de menear el culito.
Despacito comenzó a moverse y subir y bajar su cadera para cogerse esa pija rica que lo perforaba.
Enseguida los juguitos mutuos lubricaron el esfinter y su ortito se convirtió en conchita de macho.
Los dos comenzaron a gemir de placer, comenzaron los abrazos, las caricias frenéticas, los besos a pesar de esa postura imposible.
Lucas lo puso en cuatro en la cama y lo comenzó a taladrar con furia.
La leche matinal es rápida y los dos acabaron entre gemidos y sonrisas de camaradería.
-Uy que rico desayuno me diste, Luquita!, esa leche calentita, mmmm!
Lucas sonrió mientras despacito le sacaba la pija del culito.
Desayunaron como dos amigos de toda la vida, se fueron a bañar juntos, se jabonaron sensualmente, se provocaron y se acariciaron como si algo parecido al amor los uniera.
Se vistieron y se prepararon para irse, pero Lucas ya estaba caliente de nuevo.
Tomó a Martín, le bajó el pantalón y lo apoyó contra la pared.
Se la metió entre las nalgas y comenzó a presionar despacito el esfínter buscando lubricarlo.
Martín giró su cabeza hacia él, estaba triste, su ojos húmedos.
Ya no mi amor, debemos irnos.
Lucas sintió vergüenza.
Perdoná, yo, bueno, yo.
Martín le acarició la mejilla.
Vos nada Luquitas, son locuras mías, ya entenderás.
Subieron al auto en silencio y tomaron la autopista.
Se iba a terminar la cosa ahí? Por qué?
Lucas dudaba, esa estocada final sin pedir permiso estuvo fuera de lugar, pero.
-Che Martín perdoname, se que estuve un poco bruto, pero no quería herirte.
Y vos seguro pensaste que te tomo como un cacho de carne.
Martín le apoyó la mano en la pierna.
-Pará al costado.
Lucas se detuvo sobre la banquina.
Martín lo abrazó y lo besó muy suave en los labios.
-Amor, estoy super feliz por la noche que pasamos.
No lloré por tu intento de romperme el culito a lo bestia, lloré porque se acababa y debíamos volver a la vida normal, a ser el señor formal de todos los días.
-Entonces no estás enojado conmigo?
-No
-Entonces si te invito a cenar a casa el viernes aceptás?
-Luquita, si no me invitabas, entonces sí iba a llorar.
En el viaje hasta Belgrano hablaron sin parar, se contaron infinidad de detalles de sus vidas, se dijeron docenas de cosas calientes, estuvieron a punto de meterse en otro telo, pero ganó la razón.
Cuando llegaron al departamento de Martín, estacionaron en la vereda, donde el portero estaba limpiando los bronces, se besaron en el auto sin la menor vergüenza y Lucas vio alejarse a Martincito hacia el palier, el portero lo saludó amablemente y luego que pasó frente a él, le clavó los ojos en el culo largamente.
Luego miró a Lucas con una sonrisa entre morbosa y envidiosa.
(Continuará)
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