Inicio Precoz en el Campo (segunda parte)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
(Ver relato anterior)
La tarde siguiente a mi primer experiencia con Vicente, no veía la hora en que mi madre hiciera su habitual siesta para volver a visitarlo.
Cuando llegué lo encontré en la misma mesa de trabajo, sentado, haciendo tientos para sus trabajos de trenzado.
Intercambio de saludos habituales y charla insustancial, no pasaba nada.
Vicente se comportaba como si nada hubiese ocurrido y no me animaba a dar el primer paso.
Yo le miraba disimuladamente las entrepiernas y un par de veces me descubrió haciéndolo y se sonreía.
Para mayor incomodidad mía la pijita se me había parado sola y trataba de disimularlo y por lo visto no lo lograba ya que con un movimiento preciso Vicente me la palpó diciéndome que no debía avergonzarme por aquello de que "entre hombres.
".
Eso me liberó y me animé a preguntarle si la suya también estaba parada.
– La mía se para siempre.
La nombraste y ya se me está parando -Me dijo entre risas.
– ¿Quiere que le saque la leche? -Me apresuré a decirle, dejando muy en evidencia mis intenciones.
– Hoy estoy ocupado como para que nos andemos desnudando y limpiando – Me contestó.
Todas mis expectativas se vinieron abajo y debió notarse porque me dijo "¿Que pasa Pancho? ¿Porqué esa cara?".
– Es que como me dijo que lo había hecho muy bien, pensé que querría que le sacara de vuelta.
– Yo no dije que no quisiera, sólo que no teníamos tiempo de desnudarnos y todo eso.
Si querés sacarme la leche hay otra manera más cómoda y hasta más linda.
– ¿Cómo? -Pregunté entusiasmado.
Vicente corrió un poco para atrás su silla, se acodó más sobre el borde abriendo sus piernas.
"Metete bajo la mesa arrodillado entre mis piernas" Me indicó, y lo hice de inmediato.
desde allí vi como desabotonaba su bragueta y maniobró para sacar sus grandes huevos y su pija ya parada.
Me explicó que ayer le había hecho la paja con las manos y que ahora se la haría con la boca así me tragaba la leche directamente de su pija sin mancharme la ropa.
No recuerdo haber pensado ni bien ni mal sobre la idea, lo que recuerdo es que me llegaba su olor a huevos y la imagen de su última gota en mi lengua.
Me pidió que abra la boca y me metió la cabeza de su pija adentro.
Tenía un sabor indefinido que no me desagradó.
Con una mano en la nuca me mostró el movimiento de vaivén que debía hacer.
Una vez dadas las instrucciones volvió a acercar la silla a la mesa con lo cual de él sólo veía su panza y aquello que más me interesaba.
Me dediqué a chuparlo como mejor podía, Vicente me daba indicaciones, me decía que debía ir metiéndola más adentro pero cuando lo hacía me daban arcadas.
Me tranquilizó diciéndome que con la práctica se me irían y hasta podría tragarla entera.
También me enseñó a descansar la boca chupándole los huevos, lo cual me encantó porque, como ya dije, me habían fascinado desde el principio.
"Además, chupándolos bien la leche se mantiene calentita" Me mintió para justificar la chupada de huevos.
Mi pijita seguía como un hierro y descubrí que tocándomela me invadía una sensación en toda la panza tan placentera que asocié con las sensaciones que le estaría provocando a Vicente.
Al contrario de lo del día anterior, donde todo fue sólo conocer cosas nuevas, en esta oportunidad comenzaba a sentir gozo en lo que hacíamos
Yo se la chupaba y él me estimulaba con gemidos y aprobaciones.
Yo no lo veía, pero se supone que seguía haciendo tientos, si fue así, no creo que les haya salido muy derechos a juzgar por los estertores que le venían por la mamada.
Finalmente comenzó a gemir más fuerte, sus piernas se tensaban y pasando una mano bajo la mesa me agarró por la nuca avisándome que venía la leche.
Los chorros me inundaron la boca pero no tuve problemas para tragarlos.
El bramido contenido de Vicente fue más intenso que el de la vez anterior y me entró otra vez esa sensación como de orgullo.
Tenía la mandíbula cansada, pero la mano en la nuca me indicaba que debía quedarme con su tripa en mi boca, le chupé un poco más la cabeza generándole estertores y más bufidos.
Cuando comenzó a ablandársele me liberó y salí de debajo de la mesa dejando su pija aún hinchada descansando sobre sus huevos.
Me felicitó y me pidió que me acercara y abriera la boca para revisarmela.
Teniéndome de la mandíbula me dice: "Sos egoísta, te la tomaste toda y no dejaste nada para mi.
Acá quedó un poquito" y repentinamente me pasó la lengua por la comisura de mi boca generándome un estremecimiento.
– No pensé que lo fueras a hacer tan bien siendo la primera vez -me lisonjeo- ¿Te gustó hacerlo?
– Si, es más lindo que con las manos -respondí con sinceridad- ¿Quiere que se la lave?
– No, dejala así.
-Me dijo- así ya está preparada por si querés mamarla otra vez.
Ya que te gustó y tenés que aprender a tragarla, lo mejor es que practiques las veces que quieras.
– Vamos a hacer un trato.
-Prosiguió- Somos amigos, a vos te gusta mamarla y a mi me gusta cómo me la mamás.
Así que de ahora en más ni me preguntás, cada vez que quieras hacerlo me la sacás y la mamás.
¿De acuerdo?
– De acuerdo -Dije más que contento.
Me tendió la mano y nos las estrechamos como si fuera un compromiso.
– Bueno, ahora andá cazar pajaritos al monte que debés tener la quijada cansada y yo sigo con los tientos.
Cuando quieras volvé.
Demás está decir que la cazada de pajaritos duró menos de cinco minutos y, tal lo pactado me volví a meter bajo la mesa sin pedir permiso alguno y le desabotoné la bragueta para sacar mis nuevos juguetes.
Medio que me desconcertó encontrar su pija dormida, titubee un poco y Vicente parece que me leyó el pensamiento porque lo escuché decirme: "Metela en la boca y se para".
Y así fue.
Tres mamadas le hice esa tarde a Vicente.
En la segunda me acordé de no tragarme toda la leche y tras salir de debajo de la mesa le mostré con la boca abierta que guardaba un poco.
Se rió complacido y corriendo la silla me atrajo quedando yo parado entre sus piernas y nuestras cabezas quedaron casi a la misma altura, la de él un poco más arriba.
– Ahora te voy a enseñar cómo se comparte la leche.
Pasándome un brazo por la cintura me aplastó suavemente contra su cuerpo.
mi boca seguía abierta, Vicente pegó su boca a la mía y metió su lengua recorriendo la mía.
A mi se me erizaron todos los pelos.
Largo rato jugó su lengua con la mía, cambiando la posición de la cabeza y chupeteándome los labios.
Recién cuando pasó el estupor inicial de ese beso noté que su otra mano acariciaba mi cola y sus dedos recorrían con suavidad mi zanjita.
Nos separamos y yo quedé como mareado.
La linda sonrisa de Vicente no se le iba de la cara.
– ¿Quien te iba decir Panchito, no? -Me dijo- Ayer conociste una pija y aprendiste a pajearla, y hoy aprendiste a mamarla y a besar.
Yo te voy a enseñar todas estas cosas que se sienten lindas, pero si algo no te gusta me avisás y no las hacemos.
Esa tarde fue la primera vez que sentí erotismo y la considero el puntapié de mi vida sexual.
Continuara.
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