Inocencia perdida: Mi primo de 19 y yo de 5. (Parte 2)
Sobre como continuaron los encuentros con mi primo..
Hola de nuevo. En el relato anterior les conté como mi primo de 19 años me inició en la perversión cuando tan solo tenía 5 años.
Luego de que mi padre regresó a la casa ese día, nos dispusimos a ver la tele y jugar video juegos. Mi madre no tardó en llegar y mi primo terminó de hacerle las reparaciones al auto de mi padre. Él tenía una cita esa noche así que necesitaba bañarse para lo cual pidió una toalla.
“Ve y búscala en el armario del segundo piso”, dijo mi madre.
“No sé dónde estar el armario; Fabiancito, me muestras donde está”. Dijo él con una sonrisa maliciosa.
Sin pensarlo dos veces, corrí a subir las escaleras mientras Iván me seguía. Tan pronto llegamos al segundo piso, se volvió a sacar la verga a los cual inmediatamente respondí hincándome y metiéndomela en la boca. Sabía mejor que la primera vez. Estaba durísima y tenía un sabor entre salado y dulce.
“Chúpame las bolas”, dijo. Comencé a pasarle la lengua, a olerlas y a metérmelas en la boca. Estaba hecho todo un putito. Mientras yo hacía eso, él comenzó a tocarse. De pronto su respiración se tornó más rápida y me dijo “abre la boca”.
Varios chorros de semen cayeron en mi cara y en mi boca. Era un sabor extraño. “No te asustes. Trágatela para que crezcas fuerte”, dijo Iván. Ese fue el primer semen que tragué. Aún recuerdo cómo escurría de mis labios. Iván se acercó a mi cara y me dijo: “Te amo Fabiancito” y me dio un beso en los labios muy dulce.
Tomó la toalla y bajó a bañarse.
Pasaron varios meses antes de que volviera a ver a Iván. El día de la toalla, él tenía una cita con una señora con la que comenzó una relación seria.
Un sábado llamó a mi madre para decirle que quería presentarle a su novia y darle una noticia, así que esa tarde llegaron a nuestra casa. La señora era muy alta comparada con él y estaba embarazada.
Estuvieron un rato hablando hasta que me invitó a jugar baloncesto a una cancha cercana. Como vivíamos en un lugar un tanto retirado, la cancha no era frecuentada por mucha gente, así que cuando llegamos, no había nadie. Su mujer se quedó hablando con mi mamá y mi papá estaba trabajando.
Comenzamos a jugar, pero como yo era muy chico no alcanzaba al canasto. Iván me alzaba en sus brazos y me bajaba muy suavemente rozando su cuerpo.
“Tengo que hacer pis. Acompáñame”, dijo Iván. Yo lo seguí hasta debajo de los asientos. Se sacó la verga y comenzó a orinar. Estaba pequeño comparado a como lo había visto antes. Pero parece que el estarlo haciendo frente a mí lo excitó y comenzó a crecer. Cuando terminó me dijo: “Quieres”. Me acerqué y comencé a lamerlo. Esta vez olía a sudor; a hombre.
Me dijo: “Párate. Hoy haremos otra cosa”. Se agachó, me tomó de la cintura y comenzó a besarme mientras me bajaba mis shorts. Me tocaba mis nalgas, que eran muy redonditas y paraditas.
Me miró a los ojos y me dijo: “ No te asustes. No haremos nada que tú no quieras”. Me volteó y comenzó a besarme las nalgas. Me sentía seguro con él. Era muy tierno conmigo. Separó mis nalgas y comenzó a pasarme la lengua por mi agujerito. Nunca había sentido nada igual.
Puso su verga entre mis nalgas y comenzó a rozarla hasta que noté que su respiración se agitaba y sentí varios chorros de semen entre ellas. Era caliente. Él la tomó en sus manos y comenzó a pasármela por la cara. Yo abría mi boca, buscando saborearla nuevamente. Me sentía en la gloria.
Me volvió a besar. Me miró a los ojos y me dijo: “Recuerda que este es nuestro secreto. Te amo”.
Ya se hacía tarde, así que nos incorporamos y nos dirigimos a la casa. De camino me echaba el brazo o me tomaba de la mano.
Luego de ese día todo se complicó. Su mujer dio a luz y se peleaban todo el tiempo. Así que cuando iba a la casa siempre estaba habando con mi madre pidiendo consejos. Nunca tuvimos tiempo de volverlo a hacer.
Pasaron los años y yo crecí. Iván ya no iba a la casa. Se había mudado lejos. Ya yo tenía como 12 años cuando descubrí la pornografía, así que pasaba los días pajeandome y pensando en todo aquello que ya había vivido hasta que un día tocan a la puerta. Era Iván. Venía con un niñito de 2 años en brazos y pidiendo pasar unos día en la casa en lo que conseguía un nuevo trabajo.
Mis ojos brillaron, pero no por Iván. Sino por el niño. Ahora sería mi turno de introducir a un niño al placer.
Me gusta mucho como va esto, desde el primer relato fue genial, espero la continuación
Dejaste un gancho muy bueno. Espero que pronto nos cuentes cómo siguió la situación