Inocencia perdida: Mi primo de 19 y yo de 5. (Parte 3/3)
Mi primo regresa con una tierna criatura.
Mis ojos brillaron, pero no por Iván. Sino por el niño. Ahora sería mi turno de introducir a un niño al placer.
Mi primo regresó luego de varios años con un niño, su hijo. Estaba de regreso al pueblo y necesitaba alojamiento mientras conseguía un lugar.
Mi madre estaba contenta de volverlo a ver, pues era su sobrino favorito. Rápidamente, ella tomó al niño y estaba muy contenta de por fin conocerlo. Inmediatamente mi primo dijo: ¿Podrías velar al niño mientras voy a una entrevista de trabajo mañana?
Mi madre ya tenía planes con unas amigas, pero dijo: «Fabiancito puede quedarse con él. Ya es grande y puede velarlo». Mis ojos brillaron y supe que esa sería mi oportunidad. Esa noche casi no dormí pensando en todo lo que haría con el niño al otro día.
Finalmente amaneció. Mi primo se despidió para ir a su entrevista y mi madre se alistaba para salir con sus amigas. No había nadie más en la casa, pues mi padre trabajaba y mis hermanas estaban de vacaciones con otros familiares. Tan pronto mi madre se fue comencé mi faena. No había tiempo que perder.
Tomé al niño y lo llevé a mi cuarto. «Tenemos que cambiarte el pañal para asegurarnos que estés limpio», le dije. Y procedí a quitárselo.
Tenía un penecito pequeño, pero más largo de lo que esperaba. Comencé a olerlo y a acariciarlo. Me lo metía en la boca y él se reía. Yo tenía la verga a mil, así que decidí desnudarme. Mientras tanto seguía acariciando ese pequeño y suave cuerpecito. Lo comencé a lamer. Estaba desesperado. Quería que todo su cuerpo fuera mío. Mientras lo lamía comencé a masturbarme. Sentía que quería explotar.
Cuando ya estaba listo para terminar, acerqué mi verga a su cara y le aguanté los labios para que abriera la boca. Eché 3 chorros de leche adolecente en la boca del niño. El, al ser tan pequeño no sabía qué hacer. Solo puso una cara rara y tragó. ¡Qué delicioso!
Ya se hacía tarde y mi primo y mi mamá podían llegar en cualquier momento, así que lo limpié y vestí rápidamente.
Mi madre llegó primero y se llevó al niño a su cuarto. Mi primo llegó una hora más tarde, diciendo que había conseguido el trabajo. Todos estaban muy contentos. Comenzaría al otro día.
Mi primo le preguntó a mi madre si podía dormir en mi cuarto con el niño, pues el sofá había estado incómodo y necesitaba descansar para poder trabajar bien al próximo día. Mi madre no tuvo problemas. Yo tampoco.
Todos se fueron a dormir y mi primo entró al cuarto con el niño. Apagó la luz, pero como yo dormía con una lucecita en la pared, podía verlo.
«Apuesto que te disfrutaste al niño mientras estaban solos, ¿verdad?» dijo mi primo. «No te preocupes, ahora podemos disfrutar los tres», Procedió a ponerle seguro a la puerta, a desnudar al niño y a desnudarse él. Extrañaba ver su verga grande y blanca.
«Lámele el culo al niño, a él le gusta», me ordenó. Mientras lo hacía, el me qutaba mis pijamas y comenzó a lamerme el mío. Me sentía en la gloria. Su lengua se sentía caliente entre mis nalgas. Estaba muy envuelto haciéndole lo propio al niño cuando de momento siento su verga entre mis nalgas. «Hoy vas a ser mi mujer», dijo e inmediatamente comencé a sentir presión en la entrada de mi culo.
Sentía un poco de dolor, pero entre los nervios y la exitación dejé que me penetrara. Su verga se sentía dura dentro de mí. Casi sentía que me llegaba a la garganta. Comenzó un mete y saca intenso. Mientras me pedía que besara al niño en la boca. Comencé a besarlo ya lamerlo salvajemente. Estaba demaiado exitado. Pasamos un rato así y siento que mi primo empieza a respirar rápidamente y siento como la verga comienza a palpitarle y a lanzar chorros dentro de mí. Se sentía caliente. Yo estaba a punto de reventar también, así que volví a acercar mi verga a la cara del niño y lo llené de semen. Con el dedo se lo acercaba a la boca para que lo probara.
Mi primo se acercó u comenzó a lamerlo y comerce mi semen. Qué escena tan deliciosa.
Nos limpiamos y nos acostamos a dormir.
Luego de esa noche, mi primo se fue a vivir a otra casa y nunca más volvimos a hacer nada. Todavía recuerdo esa noche y todas las experiencias que me mostró mi primo. Ahora yo sería el pervertido y seguiría adicto al sexo por el resto de mi vida.
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