Instrucciones para enamorarte y acabar con un balazo pt. 1
Daniel lleva una vida tranquila, en la que las relaciones no están en sus planes, sin embargo en una fiesta va a encontrar su fantasía hecha realidad un moreno pitufo que lo volverá loco..
Todos me dicen que llevo una vida pasmada, porque me la paso todo el día metido en mis asuntos. Y quizá tengan razón, mi vida ha sido una constante de no decisiones que me han llevado a situaciones asombrosas y demasiado trágicas. Pero no estoy aquí para contarles sobre mí, sino de la primera y única vez que me he enamorado. Fue en pocas palabras asombrosa, era como estar nadando en un agua con temperatura agradable, estaba llena de sexo, de compañía y durante los 15 años que duró nunca pensé que fuera terminar. Pero lo hizo. Y ciertamente no me arrepiento de que lo haya hecho y si me volviera a encontrar no dudaría en volverle a apuntar con un arma, quizá esta vez tenga el valor para dispararle.
Yo tenía 24 años cuando lo conocí, fue en la fiesta de un amigo llamado Roberto, teníamos años sin vernos pero un día simplemente me llegó un mensaje con toda la información, ubicación, ambiente, temática, todo. Estuve tentado a no ir, en ese tiempo estaba graduándome de la universidad, apenas tenía tiempo para respirar y ciertamente tenía tanto tiempo sin ver a mis compañeros de la prepa que me daba vergüenza pararme ahí y fingir que todo estaba bien, cuando realmente nunca terminé de llevarme bien con mi generación. Por no decir que ya a muy pocos les hablaba, por no decir que sólo a dos amigas, quienes nos veíamos cada mes para fingir que nuestras vidas seguían unidas, aunque quizá estábamos más separados que nunca.
Llegué tarde a la fiesta, más por decidía hasta el último momento decidí asistir, sabía que iban a estar todos y me daba cierta ansiedad encontrarme con Fernando, mi ex-mejor amigo de la prepa, pensé «Es una fiesta grande, es la primer fiesta grande que hace Roberto, no puedes faltar a ella» ciertamente fue la primera y la última, meses más tarde me enteré que tenía cáncer en etapa terminal y quería hacer una fiesta con todos para despedirse. Entonces ahí estábamos todos los de la prepa, sus amigos de la universidad, del trabajo, sus familiares más cercanos y los invitados que llegaron con algunos de ellos. Al principio estuve con mis amigas, bailamos, nos acercamos con algunas personas que llevábamos meses sin ver y que su vida era un misterio para nosotros. Lo que llamamos el chisme hoy en día. Por supuesto nos la pasamos evitando a Fer, que iba con su novia y no nos quitaba la mirada de encima y nosotros confiamos que no estaba ahí, a menos de 5 metros casi esperando la oportunidad para hablarnos.
En un momento mis amigas se fueron al baño, quedarme solo me hacía sentir ansioso, deseaba tomar, tomar hasta olvidar el peso de mi estómago que me mantenía quieto, recargado en una columna de la terraza. Vi a Fer caminando hacia mí y decidí que lo mejor sería meterme a bailar, entre la masa de gente era más difícil que se me acercara. Cuando me sentí seguro, empecé simplemente a moverme, revisando la puerta del baño por si salían mis amigas no pensaran que ya me había ido. Estaba absorto viendo la salida del baño que cuando unas manos me agarraron de la cadera se me bajó la presión.
—Me parece que a este culo le hace falta dueño.
No podía dejar de tragar saliva, no conocía la voz, la garganta se me secó y pensé que me iba a convertir en una estadística más en ese momento. Dicen que el silencio es una respuesta y el hombre que estaba detrás de mí, sin duda lo tomó como una señal de autorización para restregarme su pene mientras bailaba, al ritmo del reggaeton. Me debatia si voltear o no hacerlo, pero llevaba tanto tiempo sin algo sexual, sentía como la ansiedad y miedo se disolvía en algo más carnal y le seguí el ritmo. Sus manos parecían tentáculos, me sobaban todo el cuerpo, se aferraban a mi cintura como si de ello dependiera su vida y sobre todo el culo, me lo magreaba, me lo apretaba y sobaba mientras también me restregaba su duro pene. Olvidé por un momento donde estaba y cuando intentó meterme mano por debajo del pantalón lo recordé y me volteé a verlo.
Describirlo es doloroso, pero en esa época, era lo que llamamos un vato grande, moreno, barbón, dientes bonitos, en el brazo tenía un tatuaje de tres líneas que parecía estirarse cuando se movía. No estaba musculoso pero parecía hacer ejercicio y fácil era 20 centímetros más alto que yo.
—Lo siento, pero este culo no está buscando dueño.
—Debiste de haberlo dicho 10 minutos antes, quizá me hubiera detenido.
—Te lo estoy diciendo.
—Yo creo que lo que quiere tu culo es probar esta carne magra sin ningún tipo de barrera.
—Sigue soñando.
—Te espero en la entrada de la terraza en 10 minutos, si no llegas me iré y sabré que decías la verdad, pero si estás ahí —tomó mi mano y la llevo a su verga que no parecía haber perdido nada de dureza y al mismo tiempo me pasó la mano por el culo— Sabrás lo que es bueno.
Tenía experiencia con esa clase de hombres, chulitos que creen que las personas son objetos sexuales. Pero también, cómo negarme a una cogida por un vato tan seguro de sí mismo, tan lleno de sí, eran mi debilidad en esa época. No tardé en ver a mis amigas salir del baño y despedirme diciendo que ya me sentía muy cansado. Más tarde me enteraría que todos vieron como me estaba dejando manosear en medio de la pista de baile y aunque ahora es una anécdota chistosa, en su momento me hizo morir de la vergüenza, pues como dije todos no me sacaban de pasmado.
Caminaba lento hacia la entrada, en parte porque en caso de que me viera no quería que supiera que estaba ansioso y en parte para tardarme más de esos 10 minutos y que se fuera. La voz de mi cabeza decía que era una mala idea, que los hombres así solo me dañaban, que estaba repitiendo el ciclo que me hacía daño. Deseé tener alcohol para mandarla a callar, me merecía esa cogida casi tanto como cualquier otra persona en el mundo y no le iba a decir que no, aunque me arrepintiera luego. Cuando estaba de frente a la entrada, lo vi fumandose un cigarro y parecía orgulloso, él sabía que lo deseaba quizá incluso más que él a mí, pero antes de llegar Fer se interpuso.
—Daniel… Sé que no debí de haber hecho eso, pero no fue mi intención— No quería verlo, tampoco escucharlo y mientras se estaba disculpando por milésima vez, vi al hombre sobándose el paquete mientras exhalaba el humo del cigarro— Estaba borracho y se me salio contarle a las personas de mi alrededor que eras homosexual…
No sólo me había sacado del clóset, meses más tarde, me había obligado a chupársela en su auto porque según él, ese era el deber de los maricones como yo. Pero no quería admitir esa parte, todas sus disculpas siempre fueron por sacarme del clóset y según él por mi inconstancia como amigo. Pero jamás por obligarme a chupar su húmedo y apestoso pito. Veía al moreno ver su reloj y hacerme señas de que ya me fuera y parecía no callarse nunca.
—No tengo tiempo para disculpas ahorita, necesito irme, mi uber me está esperando afuera.
—Lo siento, pensé que habías venido en tu carro, nunca te quedas tan tarde cuando no lo traes— y tenía razón mi carro estaba aparcado unas calles más abajo, pero no quería darle más explicaciones y simplemente me fui de ahí haciendo un gesto de que las cosas son así. Cuando cruce la puerta el moreno me dio una nalgada.
—Sabia que vendrías, los culitos como tú se mueren por probar a los hombres como yo. Y se acercó para besarme, olía fuerte a cigarro y a alcohol y antes de que me besara moví mi cabeza hacia un lado, haciendo que sus labios me besaran el cuello.
—Los culitos como yo, no besamos rufianes.
—¿Y que me dices de coger con rufianes?
—Son mi debilidad.
—Entonces es nuestro día de suerte. Ven conmigo a mi auto.
Ciertamente no tenía muchas ganas de coger en un auto, coger en un auto es para adolescentes, e infieles. Pero no mentía cuando dije que los rufianes eran mi debilidad y lo seguí con una confianza que no tenía.
—Entra mi amor, no te vas a arrepentir. Y ciertamente no lo hice.
En cuanto me subí, se me abalanzó, parecía un depredador y yo la presa. Quizá lo que no sabía era que dentro de mi personalidad, dejarme coger no era algo fácil e iba a luchar por el control de la situación. Ya no había lugar para juegos, para hacerme el chistoso o inteligente, en ese pequeño espacio me deje llevar.
Besaba como un experto, sus labios eran duros y húmedos, su lengua era juguetona, invasora, exploradora, no perdía el momento en ningún momento y cuando le cansaba la fiereza con la que lo besaba bajaba a mi cuello, lo mordía, lo chupaba, me mordía la oreja mientras me sobaba el culo y yo me movía de atrás hacia adelante en su pito duro y palpitante.
Lo primero que me quitó fue la camisa, arrancándole todos lo botones. Nisiquiera me importó, él también se arrancó la suya dejando ver un torso moreno, fuerte, no había trabajo de gimnasio en ellos, parecía echo a base de trabajo duro. Más tarde me enteraría que su padre lo obligaba a trabajar en la construcción mientras se graduaba de la facultad de ingeniería civil. Pero en ese momento, ese pecho se veía como lo mejor que había visto, aunque la visión duró poco porque se aferró a mis pezones como si se le fuera la vida en ello. Los apretaba con una mano, con sus labios, los saboreaba y yo simplemente temblaba de placer, siempre he tenido una piel demasiado sensible y estaba siendo excitado por cada rincón de mi cuerpo.
Para cuando desaparecieron los pantalones y la ropa interior todo mi cuello, mi pecho y labioz ardían. No había dejado de estimularlos ni un momento y yo era puros temblores y gemidos. Su pene era simplemente delicioso, largo, grueso, con la cabeza en punta y sin circuncisión, parecía gotear sin fin y cuando me lo lleve a la boca el moreno no hacía más que gemir y retorse del placer.
—Dejame correrme en tu boca. Gemía.
—Quiero que la primera vez que te corras sea dentro de mi culo rufián. Le susurré antes de morderle la oreja y sentarme arriba de su fierro palpitante y caliente. Para ensartamelo yo sólo, a mi ritmo, a mi manera, no sería él quien me cogiera, yo me lo iba a coger a él. Y así fue, mientras lo cabalgaba el sólo se aferraba a mí cintura, a mís pezones, pero todo el ritmo lo llevaba yo. Me sentía ardiente montando ese semental que no paraba de gemir, que me apretaba la cintura para decirme que parará o se iba a correr, movía mi culo como si de perrear se tratara lo más rápido que podía. A veces lo hacía lento para poder sacarme todo lo que podía ese fierro del culo y me dejaba caer, yo era dueño de su pito en ese momento y lo disfrutaba como nunca. Sentía mi propio orgasmo llegar sin tocarme y él simplemente mantenía la boca expulsando gemidos y gruñidos cada que me ensartaba su carne dura y morena.
Me empecé a masturbar, no tardé mucho y le manche el torso y un poco de la camisa ya que sólo se la había desabrochado y no quitado. Él se tenso a los pocos segundos, se retorcía y me apretaba la cintura con fuerza, parecía no querer correrse nunca pero al final entre un sonoro gemido lo hizo. Se me volvió a poner un poco dura la verga al sentir su estómago tensarse, su leche llenarme el culo y empezar a escurrir poco a poco mientras perdía la erección pero sobretodo por ver el sudor recorrer todo su cuerpo. Me dejé caer en su pecho por un momento y su pene salió flácido de mi culo.
—Tenemos que repetirlo.
—Lo siento, pero esto fue sólo de una vez.
—No lo creo, nunca nadie me había hecho sentir como tú lo has hecho.
—¿No estás cansado de repetirle lo mismo a todos todas las noches?
—No se la meto a cualquiera culito.
—Ya tengo que irme rufián.
—Minimo dame tu nombre.
—Si nos volvemos a ver lo haré y te dejaré terminar en mi boca.
Era una promesa que no pensaba cumplir, es más deseaba no volver a verlo. Pero se me olvidaba que era amigo de Roberto. A los días lo encontré en la puerta de mi universidad. En cuanto me vio parecía habersele ilumado la cara y yo tontamente caí ante su mirada juguetona.
—Así que Daniel, que te parece si cumples con aquello que me prometiste.
Nunca había cogido en los baños de la facultad, tampoco me habían descubierto en los baños de la facultad haciéndole un oral a alguien que nisiquiera iba en el mismo centro universitario. Así fue como nos conocimos Frank y yo, y aunque pueda parecer una historia de amor y lo fue durante 15 años, todo terminó de la manera más horrible de todas. Con un balazo en mi despacho.
Nota: Este es mi primer relato erótico, lamento si no es tan erótico, estoy abierto a las críticas y consejos. Esta historia está dividida en cuatro partes, todas planeadas, aunque no escritas. Ojalá sea de su agrado y nos vemos en las siguientes partes.
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