INVITACIÓN
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por zoohot.
En el barrio de las afueras de Buenos Aires donde vivo, tenemos un proveedor de períódicos y revistas con muchos años en la zona y donde todos compramos nuestros ejemplares. Este señor, tiene un ayudante muy joven, MATIAS, que mi bisexualidad siempre me llevó a mirarlo con atracción. A medida que fui conociéndolo, supe que tiene 19 años, que vino de una provincia del interior del país y que hasta ahora vive en la casa de su propio empleador, que le alquila una habitación.
Joven moreno, sus facciones son muy atrativas y varoniles, cuerpo delgado pero musculoso, cabello negro, lacio, muy largo, hasta pasarle los hombros. Es muy conversador y simpático.
Un domingo por la mañana temprano, volvía a mi casa de una salida y nos encontramos por la calle. Enseguida lo saludé y lo invité a tomar un desayuno en un bar cercano. Aceptó y allí estuvimos conversando un largo rato, cuando me contó muchas cosas de su vida.
Ese día venía de una disco; me relataba algo amargado que las chicas provocan pero después no se animan a nada más, que lo dejan caliente. Y -para colmo, agregó- no tengo mucha intimidad ni para hacerme una paja.
Viendo la veta, le dije que un macho de su edad no puede estar tan caliente y sin poder desahogarse. Le comenté que yo vivía solo y que cuando quisiera, al volver de una disco o una fiesta, aunque fuera muy temprano, me llame por telefono y me avise que pasaría por mi casa. Si yo estaba, lo esperaría para desayunar y allí tendría tranquilidad para hacérsela como le gustara, que eramos amigos y no tenía que sentir verguenza ni incomodidad.
La idea pareció gustarle; tomó mi número telefónico y así quedamos. Nos despedimos muy cordialmente. El intento de mi parte estuvo, pero no confiaba en que Matías se animaría a concretarlo, pese a mi cordial ofrecimiento.
Durante la semana siguiente, en dos ocasiones que visité el puesto de diarios para comprar, lo saludé y le recordé mi ofrecimiento, mientras el sonreía y me hacía gesto afirmativo con la cabeza.
El sábado siguiente fui a una fiesta, regresando a mi casa alrededor de las 6.30 de la mañana. Me duché y me dispuse a prepararme un desayuno antes de irme a dormir. Para mi sopresa, a eso de las 7 sonó el teléfono, atendí y era Matías. Tartamudeando y con timidez me dijo quien era, que esperaba que no me molestara pero recordaba mi invitación, que venía de bailar en una disco. Enseguida, sin vacilar, le dije que pasara por mi casa, que lo esperaba para desayunar.
Estaba cerca, pues a los pocos minutos llamó a mi puerta. Lo recibí muy cordialmente, él entró sonriendo pero con un gesto de timidez. Luego de las palabras habituales en esos casos, lo invité a desayunar juntos. Durante el desayuno, le pedí que me contara cómo le había ido en la disco, y repitió lo mismo que la vez anterior, que las chicas provocan pero después no se deciden a hacer nada, que había quedado re caliente.
Para que entrara en confianza le hablé mucho, con simpatía, y le aconsejé que nunca se quedara con esa calentura, que un macho de su edad tenía que desahogarse. Le repetí que ahí estaba entre amigos, en confianza, y que podía descargarse como más le gustara. Él sonrió y asintió.
Luego, nos sentamos en el living de la casa y puse un video erótico para estimularlo (en la peli, dos jovencitos le daban a una mujer mayor que ellos, era realmente excitante). Seguimos hablando de sexo, hasta que noté que entre la conversación y el video, Matías se había excitado y se mostraba más relajado, mas en confianza.
Le sugerí que aproveche que acá estaba tranquilo, que se hiciera la paja y la disfrute. Amagó para ir a hacerlo al baño, pero le aconsejé que lo haga allí, en el living, viendo las pelis. Agregué que una buena paja se hace desnudo, y él aceptó el desafío, se descalzó y se quitó toda la ropa.
Cuando quedó desnudo disfruté de verlo, esbelto, hermoso, bien lampiño salvo los pendejos y las axilas que eran de un tupido pelaje, sus brazos y pectorales bien marcados. Su sexo era magnífico, huevos grandes, y lucía una erección firme, su verga gruesa, cabezona, levemente inclinada.
Se acomodó en un sillón próximo al televisor, donde seguían repitiéndose escenas de videos que yo ponía. Acerqué una toalla para que pueda acabar.
Así, con la mirada concentrada en el video, comenzó a jaleársela a buen ritmo. En un momento, le sugerí que me permita que yo se la haga, así sentía otra mano. Pese a un primer gesto de timidez, estaba tan excitado que aceptó. Le dije que siguiera viendo el video, lo que hacían los protagonistas, que seguramente él lo haría mejor.
Empecé acariciando sus pectorales, sus abdominales, sus piernas. Cubrí sus huevos con mis manos para darles calor, y tomé firmemente su verga hinchada y comencé el jaleo. Matías lo disfrutaba, estaba muy excitado. Seguí masturbándolo con firmeza mientras le hablaba de cosas calientes. Empezó a soltar mucho líquido pre seminal que iba mojando mi mano.
Cuando noté que la masturbación estaba llegando a su climax, le dije: voy a darte mucho más que una mano. Allí me arrodillé ante él y sin dudarlo chupé sus huevos, uno a uno. Luego introduje toda su verga en mi boca y la succioné hasta lo más profundo. Matías gemía, me tomaba de la cabeza mientras acompañaba mi actividad moviendo frenéticamente su cadera.
"Sí, sí…" decía entre gemidos. En un momento aceleró el ritmo de sus movimientos de cadera y eyaculó abundantemente en mi boca, llenándola de semen joven y caliente.
Esa mañana permanecío conmigo un largo rato, durante el cual repetí mi mamada dos veces más, haciéndolo acabar en todas ellas hasta que quedó agotado.
Nos despedimos con un abrazo, sonrientes y en confianza. Desde entonces es visitante habitual de mi casa.
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