Isaac – II
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Lo estuve pensando día y noche. Era obvio que iba a aceptar, de eso no me cabía la menor duda, pero yo quería algo más, no simplemente satisfacer los deseos sexuales de Isaac. Pensaba que este hombre se podía enamorar de mí, que podíamos tener un futuro más allá del sexo, pero por el momento tenía que conformarme con esto. Los días que siguieron a nuestro encuentro sexual fueron maravillosos. Isaac estaba siempre cerca de mí, nuestra amistad se fortaleció, y en cierto momento llegué a creer que aspiraba a más. —Eduardo, hoy después de acabar el proyecto de Química podemos pasárnoslo bien. —Dice Isaac. —Mmm… Está bien, pero ¿Y qué hay de Fabrizio? Las palabras de Isaac tenían un significado oculto que supongo, Fabrizio, nuestro integrante de equipo, no logró comprender. Hasta ese momento. Fabrizio es un chico un tanto más alto que yo, tiene un cuerpo fabuloso, es moreno claro, muy claro, pero sin perder lo moreno. Tiene esa musculatura de chico después de la pubertad, pero para nada es un puberto. Su cara es de Ángel pero sus pensamientos no lo son. Es de esos chicos que miran bajo las faldas de las compañeras. Tiene vello por todas partes, y cuando no se afeita la barba se le nota tan sensual. Él es otro chico con el que he fantasiado en varias ocasiones, pero mi corazón solamente lo tiene Isaac. —Todos juntos nos lo podemos pasar increíble. —Dijo Fabrizio. Sus palabras también tenían un sinificado oculto que me hizo virar a ver a Isaac, quizás en le había dicho algo. Isaac respondió de esta manera a mi acusación implícita: —El bebé lo sabe, y quiere divertirse. El resto del día transcurrió de lo más normal para todos, excepto para mí, que estuve pensando cómo iba a ser esta nueva experiencia que estaba a punto de ocurrir. Las clases se habían acabado por el día de hoy, y nos encontrábamos en casa de Isaac. A mi madre no le importó que me quedase hasta tarde en casa de un compañero. —Y esto es todo. Bien, mañana debemos hacer un buen trabajo en la exposición. —Isaac dijo, cerrando un libro mientras lo hacía. Ahora Isaac y Fabrizio me miraban únicamente a mí, como un bocadillo. Lo que ocurrió me tomo por sorpresa: Isaac se abalanzó sobre mí y comenzó a besarme. Pude notar cómo por un momento Fabrizio se quedó perplejo, pero transcurridos unos segundos, se acercó a nosotros y dijo: —Eh, Isaac, déjame algo. Y en ese momento Isaac se apartó de mí me ordeno que me subiera a su cama, en posición de perrito, de manera que mi cara quedará en la orilla de ésta. Y así lo hice. Mientras todo eso pasaba, Isaac se colocó detrás de mí, y comenzó a imitar el movimiento de penetración con ropa. Sentía cómo su miembro se hacía cada vez más grande con cada embestida. Por su parte, Fabrizio se situó de frente a mí, dejándome en la cara su voluminoso bulto. Se comenzó a desabrochar el pantalón, se bajó la bragueta, y se sacó el pantalón. Llevaba un bóxer color rosa fosforescente, que le quedaba casi igual de ajustado que el que Isaac llevaba la primera vez. Le sellaba absolutamente todo, y no me cabía la menor duda de su potencial de macho. Y después de sacarse el pantalón, Fabrizio se desabrochó el uniforme y se lo quitó, dejando expuesto todo su torso, de arriba abajo. Pude ver la línea que sus vellos formaban desde el leve hoyo de su pecho hasta donde comenzaba su bóxer, inundando bastante a su paso. Era muy excitante tener a un oso frente a mí, listo para darme de comer, y a un chavo sensacional listo para darme duro por atrás. Fbrizio me regresó a la realidad cuando se bajó el bóxer, liberando uno de las vergas más grandes que vería. Medía como 20 centímetros y estaba gruesa con ganas, sus huevo eran extremadamente grandes, redondos y peludos, le colgaban de una manera que excitaría a cualquiera. Se colocó las manos detrás de la cabeza y dijo: —Compruébame lo que me contó Isaac. Esa frase me dejo pensando que si en realidad Isaac le había contado a Fabrizio, lo pudo haber hecho con cualquier otro. Pero no me importó, y sin pensarlo dos veces me lleve su gran miembro a la boca. Lo chupaba, recorría cada lugar de su verga con la punta de mi lengua, trazaba círculos ahí en donde acababa su glande, recorría su frenillo de arriba abajo y él gemía. Percibí cómo Isaac se bajó el pantalón y se masturbaba. Isaac me bajó el pantalón, dejando mi culo apuntando a su verga, pidiéndola. La verga de Fabrizio era deliciosa, la clavaba en mi garganta, hasta no poder más, chupaba rápido de 5 a 10 veces y luego la hundía en mi garganta, provocando que Fabrizio gritará: ¡AAAAAH! Y cada vez que lo repetía tenía la misma reacción. Pasado un momento Fabrizio se quitó las manos de la cabeza y tomó la mía, mientras me empujaba a tragarme su verga y movía desesperadamente las caderas follándome la boca. Y lo que ocurrió ahora me dejó sin aliento: Isaac me bajó la ropa interior y comenzó a lamerme el culo. Con sus manos abría mis nalgas e introducía un poco la punta de su lengua en mi agujero, lamía, y de vez en cuando me introducía un dedo. Yo seguía con mi labor en Fabrizio, chupaba cada vez con más desesperación. Luego, no se si fueron minutos o más, Isaac interrumpió todo: —Hoy si venimos preparados. Y escuché como el dichoso sobre aluminio se rompía cerca de mi culo. Isaac me daba nalgadas mientras se colocaba el condón y Fabrizio no paraba de hundirme su verga hasta lo más honde de mi garganta. Luego, cuando Isaac ya estaba listo, me metió su miembro de una sola vez. Yo solamente pude cerrar los ojos con fuerza y resistir el dolor que me ocasionó. Algún día se lo cobraría. De ahí en adelante, el placer que me provocó tener a un oso peludo fóllandome la boca y al chico de mis sueños penetrándome el culo nadie me lo quitó. Isaac hundía su verga en mi culo, la sacaba y metía rápidamente. A cada embestida me daba una nalgada. Yo me decidí a masturbarme mientras los dos bebés jugaban con mi cuerpo. Yo tenía la verga de Fabrizio atorada en mi boca y la de Isaac en mi culo. Lamía el escroto peludo de Fabrizio, deteniéndome en morder un poco los vellos que ahí tenía, metiéndome uno a la boca, luego los dos, chupándoselos con fuerza. Isaac me apretaba las nalgas con cada penetración cada vez más fuerte. Y sin aviso, el oso de Fabrizio frunció el seño, y lo supe, ahí venía. Una lluvia de semen me salpicó en la cara, cubriéndomela casi por completo. No podía creer la gran cantidad de semen que Fabrizio había liberado en mi rostro. Yo, por mi parte, procedí a limpiarle la verga a Fabrizio, que había quedado llena también de semen, el siguió agarrándome de la cabeza y follandome la boca hasta que le dejé bien limpio elmiembro. El sabor de sus semen era agradable, sabía a hombre. Con Isaac pasó lo mismo. No pude sentir que eyacule dentro de mí pero sí pude saberlo. Primero me apretó con más fuerza de la que nunca lo hizo durante ese tiempo las nalgas, y en segundo dijo algo así como: ¡Fuck!, lo cual me pareció chistoso. Yo no me quede atrás, al tener la leche de un oso en mi cara, y la verga de mi querido amigo en el culo, también acabé corriéndome, manchando la cama de Isaac de mi semen. Después de eso, Isaac saco su verga de mi culo que había quedado totalmente destrozado, y dijo: —Ya te tragaste la leche del amigo, ahora trágate la mía. Y se sacó el condón ágilmente y todo el semen que contenía me lo chorreo en la cara. Era demasiado. El semen de Isaac tenía un sabor distinto al de Fabrizio, lo sentía algo así como dulce. Cuando se acabó todo, nos vestimos y acordamos tratar de repetirlo, aunque esta vez Fabrizio optó por romperme el culo: —Veo que Isaac no decía mentiras. Das una mamadas como una verdadera perra. Es el mejor sexo oral que he tenido. Y aun sin creérmelo, un oso y el chico de mis sueños me dieron uno de los mejores sexos que tendría jamás.
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