Iván, mi alumno de preparatoria
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Iván era un estudiante promedio, muy tranquilo, pero aún con cierta inocencia. Él estaba en su primer año de preparatoria, con sus 16 años tenía una muy buena relación con sus papás y conmigo, yo le daba el curso de Historia Universal.
Mide 1.72 cm de estatura, una estatura promedio, moreno de cabello corto y complexión delgada, un cuerpo convencional, dentadura perfecta y ojos brillantes, pero sus piernas eran largas y sus nalgas realmente eran planas. Pero siempre había algo en él que lo hacía atractivo, seductor; con su voz grave y sus preguntas tontas me hacían siempre escucharlo.
Yo también soy moreno y no tengo una complexión atlética, creo que fumar y beber no me han hecho del todo bien, mido 1.73 cm, y cuando le daba clases yo tenía 25 años, me gustaba llevar los pantalones y camisas un poco ajustados, tratando de coquetearle siempre a las chicas. Pero Iván me miraba diferente, siempre se comía las uñas y me decía Nacho, pues en el colegio el trato con los profesores es fresco, pero con mucho respeto. Nunca me gustó que me dijeran Nacho, mis amigos y familia siempre me ha llamado Ignacio, pero a Iván le permitía que me llamara así.
Nuestra amistad creció aún más, pues después de un examen de unidad, él se evaluaba en otro salón y le encontraron un papelito que le sirvió para copiar las respuestas. Al final del día lo llamé a mi salón, dejé la puerta abierta y empecé:
— Iván, por el aprecio que te tengo, debo serte honesto, estoy muy molesto por lo que hiciste hoy. Por el reglamento del colegio te debo decir que necesito llamar a tus papás.
— ¡No por favor! – y vi su rostro asustado y sus ojos con lágrimas.
— Que lo siento Iván, tu acto fue incorrecto y eso me obliga a hablar con tus papás. Esperaba eso de otras personas del curso, pero no de ti.
— ¡Nacho, perdóname! ¡Por favor! – y me dio un abrazo y rosó sus labios en mi mejilla. Lo alejé y salimos a conversar al pasillo.
Terminamos nuestra conversación. Al siguiente día hablé con sus papás; ellos me pidieron disculpas por el hecho tan vergonzoso que les había provocado su hijo. Me invitaron también a la fiesta de cumpleaños de Iván, sería aproximadamente dentro de 12 días. Acepté la invitación y los días siguientes en el colegio fueron diferentes. Iván comenzó a saludarme todos los días, me invitó dos veces a tomar café y me pidió ayuda con una tarea de literatura. Pero por las tardes, después de clase se quedaba conversando conmigo dentro del salón. Cada vez que conversábamos movía sus piernas en el escritorio, se tocaba las manos; realmente lo veía intranquilo, veía en sus ojos que se detenía a decirme algo.
Un sábado sería su cumpleaños, y realmente deseaba ir, pero dudaba en llegar a su casa, ver a varios muchachos del colegio, perder aquella imagen de serio y casi frío con ellos rondaba por mi cabeza; pero lo que sucedió el viernes en el salón de clases me animó a que yo fuera a su cumpleaños:
— Bueno Iván, ya mañana es tu cumpleaños, ¿contento por cumplir 16?
— Bastante, ¿vas a llegar?
— Espero que sí, tengo unas cosas que hacer, pero creo poder llegar aunque sea a comer un pedacito de pastel. ¿Te parece?
— ¡Genial!, espero mi regalo.
— Chistoso, mucho haré con llegar. Pero veré que te llevo de regalo, será algo sencillo pero con cariño.
Pero a Iván lo seguía viendo nervioso, y yo quería que se fuera pronto, tenía cosas pendientes que entregar en dirección. Acercó el escritorio a mi cátedra y me preguntó:
— Nacho, ¿alguna vez te has enamorado?
— Estoy enamorado. Pronto me casaré con mi novia, ya tengo cuatro años con ella. En noviembre tenemos planeada la boda.
— No voy a esperar tanto tiempo
Dijo eso último y colocó una notita en mi cátedra, se acercó a mí y bruscamente me dio un beso en los labios y yo lo correspondí. Sus labios húmedos abrieron paso a mi lengua, él torpemente me mordió el labio, lo separé con atónito. Tomó rápido su mochila y salió corriendo. No dije nada, me tomé la cara con las dos manos, vi el papelito doblado en la cátedra, lo abrí y decía: “Te quiero Nacho”, con dos corazoncitos rojos.
Estaba preocupado y asustado, pero me decidí ir al siguiente día a la fiesta de su cumpleaños. Pensaba en lo que había sucedido en el salón, pero me armé de valor y me presenté en su casa, llevaba de regalo una loción algo barata, pero de aroma muy rico, como cítrico. Cuando lo vi le di la mano para felicitarlo pero él me abrazó, me dijo al oído
–“gracias, que bueno que viniste”.
— Por nada, gracias por la invitación, te traigo un sencillo regalo.
— Gracias – abrió mi presente y vio que era una loción, la destapó y oliéndola continuó: que rico huele. Acompáñame a guardarla en mi clóset.
Entendí su trama y fui atrás de él. Cuando entramos a su habitación, cerró con cuidado la puerta y le colocó el seguro, me abrazó y cerró los ojos, me dio un beso tan cálido, tan apasionado que yo empecé a besarlo, lo acerqué a mi cintura y mordía mis labios, su respiración era agitada. Lo pegué a la pared, le levantaba una pierna y con el dedo medio tocaba su colita sobre su jean, Iván tragaba saliva y acarició mi verga, lo hacía con delicadeza y se puso de rodillas, allí me desabrochó el cinturón y el botón del pantalón, bajó el cierre y su mano estaba fría y temblaba por el nerviosismo de experimentar su primera vez y que mejor que con su maestro de historia. Introdujo mi verga morena y venuda en su boca, no le importa lamer los vellos de mis bolas, empezó a dar arcadas por introducírsela toda, no repliqué nada, le dejaba chuparme la pija, aunque torpemente me lastimaba con los dientes, le daba besos a mi glande, lo escupía y se tragaba la saliva.
Sus manos comenzaron a tomar calor y le veía su rostro sonrojado. Fueron unos siete minutos en la que me daba una deliciosa mamada, me miraba a los ojos como niño castigado y no aguanté más, le eché varios chorros de leche tibia en su boca; creo que se arrepintió de tragarse el semen rebosante en sus labios. Se puso de pie, me arreglé el pantalón y tomó una pequeña toalla y se limpió la boca. Me dio un último beso diciendo: “me gustó más éste regalo, te daré el tuyo para tu cumpleaños.
Salimos de la habitación.
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