J & J
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Quedé huérfano de madre a temprana edad, mis primeros años los pasé viviendo de un lado a otro entre mi familia recomendado por mi papi que era comerciante, por un tiempo viví en casas de varios tíos, allí aprendí de mis primos mayores lo que es iniciarse en el sexo, en aquellas noches frías en que se me entiesaba el pene con gusto me lo frotaba y calmaba mi deseo con esos roces de piel caliente de mi primo Rubén con el que dormía por ese entonces
Aprendí de él la mayoría de posturas sexuales agitando su pene siempre tieso y de velluda pelvis, me gustaba sentir sus caricias y cuando me pasaba su lengua lamiendo mi oído diciéndome cosas obscenas, después de un buen tiempo intentó penetrarme cuando ya tenía nueve años, pero ya por esos tiempos ya tuvo que irse a estudiar la universidad a otra ciudad y yo después de un tiempo pasé a vivir con otros tíos por mandato de mi papi que cada vez lo veía poco, me quedó el deseo de culiar que me dejaron mis primos sobre todo Rubén aquel precioso morocho, yo lo hacía con los niños más pequeñitos del barrio allá en nuestros juegos nocturnos, y para que no se enterasen los de mi edad, me los llevaba lejos a unos escondites que hacíamos con cartón y plástico ahí nos acostábamos deslizándonos la ropa interior y nos hacíamos los acostumbrados roces del pene por el culo y entre el frote de cintura y lo más delicioso para mí cuando nos mirábamos frotar nuestros penes, me gustaba ver mi pene que frotaba los penes pequeños de mis amiguitos que se lo pasaba por entre el culo y los testículos,
Fue ahí que hice mi primera eyaculación a los catorce, recuerdo en el culo de Alonso un niño muy bonito de seis años en medio del monte, el muy canijo se asombró igual yo, pero ya había escuchado de los grandes que eso era normal, no tuve padre para decirle lo que me pasaba, reconozco que mi vida sexual la pasé sin orientación paterna en mi juventud; ya cumplidos los quince fui de apoco desvirgado en parte cuando me bañaba en las piscinas públicas corriéndome yo mismo mi prepucio con fuerza de mis manos dentro del agua y terminé de hacerlo dentro de mi pequeño cuarto en el baño con abundante agua y jabón espumoso, yo era calentón en esa época de principios de los noventa, y era mucho el masturbe diario que hacía que me puse flaco, pero me gustaba esa sensación de autosatisfacción y más verme mi pene corrérmelo por el prepucio, era la gloria sentir la eyaculación y ver el semen ser expulsado latiéndome el ano.
Ya cumplidos los diecisiete sentí la tracción por los de mi mismo sexo, el destino quiso que saliera de la casa de mis tíos paternos para vivir en la casa de mi padrino que me dio trabajo en su taller y un cuartito alejado en el extremo de la casa donde era bodega pero lo acondicioné adecuadamente en esos quince metros cuadrados de privacidad, estudiaba de noche y trabajaba de día, no era buen estudiante y dejé el estudio de la prepa porque me salió un trabajo en la madrugada de ayudante de panadero, con el tiempo terminé haciendo panes y recorría en una bicicleta repartiendo a las casas y comercios, a mi padrino le ayudaba también en el taller cuando me desocupaba del otro trabajo, fui haciendo dinerito de a poco y me daba gustos en comprarme ropa y golosinas, por ese tiempo mi papi se hizo de otro compromiso y decidí seguir viviendo con mi padrino, mi papi se enojó mucho al enterarse que dejé el estudio y quería llevarme pero yo me negaba, no me llevaba bien con mi madrastra, tenía un no sé qué que no me gustaba, al final mi papi decidió dejarme por un buen tiempo con mis trabajos a petición de mi padrino.
Sucede que llevaba una relación respetuosa con los hijos trigueños de mi padrino, un niño de nueve años llamado Jackson y una ya casi señorita de trece años llamada Tamara, ya tenía enamorado, como es de esperarse hice más amistad con Jackson, en muchas ocasiones jugábamos cartas en mi cuarto o a las damas, en el taller de mi padrino también trabajaba un muchacho de mi edad que se llamaba Benito, vivía en un chalet muy alejado en la entrada del pueblo, generalmente comía en la calle o luego de la escuela le llevaba la comida su hermanito de siete años de nombre Javier, de piel blanca, pelo castaño claro, ojos miel, labios gruesos bien formados delineados, con una mejilla muy rosada al sol, era muy amigo de Jackson y las tardes compartían los juegos, el hijo de mi padrino se encerraba a jugar en su cuarto con Javier y muchas de las veces cuando pasaba a mi cuarto escuchaba risitas y gemidos, seguramente de los juegos propios de niños.
Así iba pasando el tiempo, cuando en una mañana iba montado manejando mi bicicleta por la carretera de entrada al pueblo y se me ocurre orinar, me adentro en un camino de herradura y me bajo a orinar, veo a lo lejos caminando con resorteras a Jackson y a Javier, andaban en short y remeras, caminaban a pasos lentos entre el monte, me vieron y nos saludamos, tomé mi bicicleta y salí del lugar, en mis recorridos con el pan por las mañanas de fin de semana siempre los miraba adentrarse en el monte, en una de esas en que ya había terminado de repartir el pan decidí seguirlos con la intención de arrojarles piedras, pero cuál fue mi sorpresa que al momento de querer hacerlo a gran distancia vi a Jackson que se bajaba el short mostrándole el pene a Javier que se lo quedaba mirando, Jackson le tomaba del short haciéndoselo bajar, se abrazaban tomándose de la cintura, cayendo lentamente al suelo acostado uno sobre otro, moviéndose en pose sexual, yo me sorprendí de ver la iniciativa de Jackson el hijo de mi padrino, bien guardado que se lo tenía el canijo, haciéndole eso al pequeño Javier pero también me di cuenta que estaba equivocado porque el más empeñosos en seguir haciéndolo era Javier, acostándose voluntariamente de cara al suelo para que Jackson le frote su pene en el culito, era de ver lo bueno de ese movimiento del pene trigueño de Jackson en contraste con la piel blanca de Javier, mi pene estaba erecto y me hice una chaqueta viéndolos culiar, así los dos desnudos de la cintura para abajo dándose vueltas sobre la tierra al movimiento de las cinturas, después se levantaron separándose para orinar, ahí salí y los saludé como si nada, los dos niños traviesos corrieron a ver sus shorts para ponérselos
No comenté lo que había visto pero ellos con su mirada de recelo sabían todo, mi mirada se puso más en Javier, desde hacía mucho tiempo que atraía y desde aquel día se convirtió en algo especial, esa mañana cazamos dos aves y no se comentó lo ocurrido en el monte, nuestra amistad continuaba, al pasar de los días Jackson me miraba con recelo yo lo miraba y le sonreía con sarcasmo, con mi risa le recordaba lo que había visto, el niño se ponía apenado, pero mi actitud con Javier era otra, me gustaba, era un niño precioso, muy angelical, lejos estaba la gente de suponer que le gustaba que le hicieran el amor en el monte.
Con él me fui haciendo amigo y coincidía que cuando repartía pan me lo encontraba en la carretera camino a la escuela, lo montaba en el cuadrante y lo llevaba al pueblo, no podré jamás olvidarme de ese pelito lacio con olor característico de niño agitándose al viento y de esos deditos blanquitos alargaditos sujetándose del timón de mi bicicleta, yo bajaba mi cara para olerle el pelo, en muchas ocasiones se lo besaba y él lo permitía en otras le pasaba mis dedos por sus manitos y de igual forma se dejaba dándome una sonrisa picaresca cuando también le pasaba mi lengua por la oreja; en el taller en forma entrecortada le hablaba de sexo, en cómo se deben culiar a las hembras, Javier solo me escuchaba y reía, a veces iba al taller y se sentaba a jugar con las piernas abiertas, se notaba el short roto que tenía puesto sin interiores, se podía ver el penecito de Javier que a veces sobresalía de la tela, mi mirada era fija en ese miembro infantil, deseaba que fuera mío, en otras veces Javier se ponía arrodillado mostrando el culito definido por la tela de su short, mi pene latía de deseo pensando en que ese culito fuera mío, me iba al baño encerrándome y desde el tragaluz lo miraba y me masturbaba, a veces Jackson se acercaba y se lo llevaba adentro de su casa, ya me imaginaba lo que estaban haciendo cuando escuchaba sus risas y gemidos a base de pujes.
Javier entraba a mi cuarto, teníamos mucha confianza, llegaba en compañía de su hermano casi todas las tardes de los sábados a cobrar de la semana, Javier se quedaba a jugar naipes o damas, apreciaba sus short roto con su penecito descubierto, lentamente llevé mi mano a tocárselo, la confianza me daba para eso, Javier lo permitía, jugábamos la las luchitas en mi cama y aprovechaba en deslizarle el short, quedaba al descubierto su lindo culito y le pasaba las manos en forma de palmadas, él gozaba con eso, y se quedaba quietecito cuando le pasaba y le metía el dedo entre las pompis, la puntita entraba y Javier se relajaba entendiendo lo que deseaba con su mirada picara sonriente, aquella fue la primera vez que me deslicé el short dejándome ver mi pene del nene, lo pasé por las nalgas, el se dejó nomás, me gustó aquella primera vez que pro mi pene y le dejé mi semen en la cadera, otro poco cayó en la sábana, nos limpiamos con papel, Javier se puso el short y yo también y seguimos jugando como si nada hubiese pasado, fueron muchas las veces que Javier fue mío en mi cuarto
Hubo una vez en que estaba solo en mi cuarto, la familia de mi padrino había salido de paseo dejándome al cuidado de la casa, en eso que estaba oyendo futbol por la radio llega Javier, de inmediato lo hice pasar y me acuerdo que le regalé un pan con dulce y queso que estaba comiendo y que mi madrina me había regalado, lo abracé y nos tumbamos en la cama, Javier sabía lo que quería, eran varias veces que ya lo habíamos hecho, nos desnudamos completamente, nos agarramos de la cintura dando vueltas en la cama, todo era delicia el frote de nuestra piel, deseaba hacerlo mío completamente así que esta vez le abrí las pompis y le pasé saliva, Javier estaba en cuatro sobre la cama, lo agarré de la cintura y mi pene en la entrada de su culito, le traté de meter mi pene al aguante, lo hacía pujar, él estaba caliente como yo o sino por qué estaba conmigo, deseaba sexo como yo, hice lo que pude y algo lo penetré, iba por más solo que se escucharon de afuera gritos de niños del barrio llamando a Jackson, nos quedamos quietos y por entre las abras de las tablas de mi cuarto vimos a los niños alejarse al ver la casa de mi padrino que estaba cerrada, Javier asustado ya no quería seguir haciéndolo argumentando que le dolía, le prometí que no pasaría nada que lo iba a sentir rico, le abrí de piernas y le lamí el pene por primera vez haciéndole que le gustara, ya que estaba todo su pene ensalivado puse mi pene sobre el de Javier y empecé a rozarlo, unimos las frentes y vimos que mi semen salía de mi glande cayendo sobre el semen y pelvis de mi amiguito; me acosté a filo de cama dándole el culo a Javier así con semen el pene mojado de Javier pasaba por mi culo, sentí rico el sexo aquella deliciosa mañana.
A los pocos meses mi papi me visita con la misma cantaleta del estudio, vino con el ultimátum de llevarme en pocas semanas ya que había conseguido matricula y mi madrastra me iba a representar, enojado hice pucheros y palabrotas en su delante recibiendo golpes por mi altanería, a fin de cuentas todavía era menor de edad y me resigné, más lo que me dijo mi padrino, esos días lo pasé triste, se acercaba el momento de la partida, el domingo en la mañana mi papi vendría por mí, aquel viernes fue inolvidable para mí, recuerdo aquella fría tarde la que iba en bicicleta paseando por el sector de las afueras del pueblo, en eso que me encuentro con Javier, me pide que lo lleve, antes dimos un paseo por los alrededores, entramos a un camino que conducía a donde había grosellas silvestres, recuerdo que llevaba una funda en el bolsillo de mi pantalón y se la di para recolectarlas, lo subí y estaba contento metiendo la fruta en la funda, su penecito blanco sobresalía de la manga de su short, se me vino a la cabeza miles de cosas en ese momento, tragaba saliva con angustia, ya no lo volvería a ver, sentí celos de Jackson porque él seguiría culiándolo a Javier, una sandalia de él me cayó por los hombros quedando su piececito al aire, sus deditos alargados que antes había rozado con mis pies me gustaban verlos así, sus piernitas y muslos rellenos, los extrañaría me decía, agarré la funda y la puse en el suelo y cuando lo iba a bajar lo sujeté de la cintura, no lo solté ya estando en el suelo, lentamente le fui bajando el short hasta quedar totalmente descubierto ese culito lindo blanquito de piel muy sedosa, mis manos le recorrían las caderas y le quitaron la remera, ahí estaba Javier desnudo completamente, se acostó voluntariamente al escuchar que le regalaría unos pesitos, estaba abierto de piernas estirándose el penecito, yo mientras me quitaba la ropa, ya mi pene botaba liquido pre seminal, lo acaricié por largo rato, lo puse boca abajo ensalivando su culito, le metí el pene hasta donde pude, Javier se quejaba por el dolor, decidí ponerlo boca arriba y pasarle mi pene como a él le gustaba por su penecito y testículos blanquitos, entrelazamos los dedos y vimos el semen chorreando por nuestra piel pues había unido mi barriga con la suya, nos sentamos a ver el atardecer mirándonos los penes, el de Javier seguía tiesito, me preguntó cuando me iba y le respondía el domingo, esa pregunta marcaría nuestras vidas pues reaccioné con angustia, me acuerdo que hice una larga pausa de silencio y le lamí el penecito lampiño, tenía restos de mi semen pero no me importaba, estaba decidido a todo, primero lo estaba complaciendo, Javier gustoso gemía, miraba con atención ese penecito blanco que tanto me había gustado e inclusive del que me había enamorado,
Ya complacido Javier lo puse boca abajo, le dije que me dejara solo rozarlo, aceptó temeroso, creo que leyó mi cara, porque sin miramientos le abrí las pompis y olí su culito luego lancé repetidas partes de saliva salidas de mi boca en aquel anito, mi glande entraba despacio al aguante de Javier como de costumbre, pero el saber que ya no lo tendría más hizo que lo sujete fuerte y empiece con furor a meterle mi pene, Javier chillaba con gritos desgarradores, me había convertido en una bestia con instintos fijos de sodomía, sentí raro mi pene entrando, era normal, era la primera vez que rompía el culo a alguien, la tibieza de su culo blanco contrastaba con el latir rígido de mi pene trigueño, Javier estaba siendo mío, solo mío, de aquí cualquiera podía usar ese culito, pero yo sería el primero y esa idea taladraba mi mente, Javier suplicante parecía desfallecer, pensaba en mi, solo en mi, en el placer que me estaba dando el culo de Javier, otro poco entró y Javier pegó un grito desgarrador, vi que alrededor del tronco de mi pene salía sangre, saque mi glande completamente lleno de sangre, le había desgarrado el ano, Javier había sido mío, solo mío aquella tarde fría, nos quedamos viéndonos, Javier estaba asustado con los ojos muy rojos de tanto llanto, le costaba levantarse y caminar, le ayudé a parase y a limpiarse, aún algo de sangre salía de su culito, sentí culpa por lo hecho, tuve miedo de la venganza de sus padres y de la justicia, le supliqué que no dijera nada de lo ocurrido, el niño apenado miraba el piso como hipnotizado, hacía gestos de dolor, pujó botando algo de excremento con sangre, afortunadamente ya no sangraba y no estaba manchado su short, lentamente salimos del lugar dejando abundante papel ensangrentado enterrado entre el monte, aquel lugar estaría marcado para Javier, no salí esos días que me faltaban por estar en el pueblo, me encontré con el hermano de Javier helándose la sangre pero no noté algo de que no fuera normal en su actitud, por llegó el domingo, me despedí de todos menos de Javier, desde aquella tarde no lo había visto, iba arrimado en la ventana pensativo esperando que el bus saliera del pueblo, el bus tomó lenta marcha por el pueblo subiendo y bajando pasajeros miré por la carretera la marcha lenta que hacía el transporte, de pronto el bus se detuvo a tomar pasajeros y a subir cargas, vi de lejos a un niño sentado sobre una roca al borde del cerro que era cortado por la carretera estirando su resortera, era Javier, alcanzamos a vernos, él se quedó petrificado viéndome, yo simplemente le alcé la mano agitándola, mi papi me preguntó quién era ese niño y yo le dije que un amiguito muy especial en mi vida que dejaba en ese pueblo.
Irónico, mi nombre también es Javier.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!