Jorge el curioso
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
A mis 35 años realmente no me podía quejar de la vida.
Gracias al esfuerzo y sacrificio, había logrado sacado un título en ingeniería industrial y ahora ganaba unos $3500 al mes en una empresa transnacional haciendo un trabajo relativamente fácil.
Gracias a que era prácticamente mi propio jefe, tenía el horario flexible y me daba tiempo de todos los días dedicarle al menos 2 horas al ejercicio físico, por lo que gozaba de un gran físico.
Estaba pagando un apartamento y tenía un leasing con el carro de mis sueños.
Sin embargo, a pesar de toda esta abundancia material, me sentía solo, me hacía falta una pareja con quien compartir y que me hiciera compañía.
Desde chico sabía muy bien que lo mío eran los hombres, a pesar de encontrar a las mujeres guapas y hermosas, como obras de arte, sexualmente no me excitaban y había tomado la decisión de que no engañaría jamás a una chica haciéndole creer que yo era alguien con el cual tenían oportunidad.
Debido a mi trabajo, físico y dinero a cada rato y por todo lado me salían mujeres que querían conmigo, pero siempre encontraba alguna excusa para quitármelas de encima sin que tuvieran sospecha de que era gay.
Durante toda mi vida había tenido varias parejas, chicos con los cuales había intentado crear un lazo, una conexión y tener un futuro juntos; sin embargo nunca había logrado tener éxito, lo más que había durado con un novio había sido 6 meses y yo me culpaba a mí mismo.
El problema mío era que desde el momento en que sabía que un chico era gay, inmediatamente su atractivo disminuía.
Tal vez se debía a la cultura machista y homofóbica en la que había sido criado, deseaba para mí un hombre, un macho, un varón que me protegiera, que cumpliera su rol masculino en mi vida y lo más importante, que me amara.
Sabiendo que mis gustos eran casi imposibles de complacer, me hice a la idea de que iba a estar solo por siempre y me empecé a acostumbrar a la triste idea de que ese sería mi destino.
A pesar de esto, yo nunca perdía oportunidad de echarme cada vez que podía y cuando valía la pena, un taco de ojo.
Mi favorito, el macho que desde hacía 6 meses era el protagonista de mis pajas se llamaba Jorge y trabajaba en el departamento de mantenimiento en la empresa.
Era un toro de unos 27 años, medía como 1.
80 metros y pesaba unos 90 kilos.
Era de tez morena, con el cabello al rape, labios y cejas gruesas y facciones de macho, con la mandíbula cuadrada, nariz ancha y dos camanances que le daban una pizca de alegría y confianza a ese rostro de piel perfecta.
Tenía el cuello corto y unos hombros y espalda anchos.
Sus brazos eran enormes, gracias a la labor física que implicaba el trabajo de cada día, sus muslos y pantorrillas eran de igual forma, anchos y gruesos y su culo enorme redondo y paradito, y gracias al pantalón azul del uniforme de mantenimiento todo se le marcaba de gran manera.
Lo que más me gustaba de él era su sonrisa, su actitud hacia la vida, su confianza en sí mismo… no sé si era yo el que magnificaba todo esto o si el en realidad era así, pero cada día me gustaba más.
Los dos éramos amigos, siempre hablábamos de fútbol o nos hacíamos bromas típicas de hombres.
Un día de tantos le pedí que me ayudara con un problema que estaba teniendo con el aire acondicionado en la oficina.
Mientras trabajaba hablaba conmigo y yo disfrutaba viendo su culo gordo que apenas le cabía en los pantalones.
Entre broma y broma me dijo:
– oiga ingeniero (solo así me decía, aunque sabía mi nombre), yo algo que no entiendo es porqué usted con el puesto que tiene, la plata que se gana y el carro que anda, nunca lo veo con ninguna mujer
– Jajaja y tu como sabes?
– yo lo tengo vigilado ingeniero, además de que a mí todos los chismes me llegan de primera mano… – Sin pensarlo mucho y sintiéndome en confianza le dije
– Jorge, te voy a contar algo porque se que vas a ser discreto y confió en que esto no va a salir de aquí – él dejando a un lado lo que estaba haciendo e intrigado por mis palabras me dijo
– que pasa ingeniero, usted sabe que puede confiar en mi
– Jorge… a mí me gustan los hombres… por eso es que no me conocen mujer alguna – él con cara de incrédulo y con la boca abierta, peló los ojos sin poder creer lo que oía.
– usted es maricón?
– Jajaja, pues no es el término más políticamente correcto pero si
– pero como asi ingeniero? Usted se ve bien machín, yo jamás hubiera pensado… está seguro?
– toda mi vida lo he sabido Jorge… no pasa nada, no por ser gay dejo de ser varonil
– pero, es que yo pensaba que los maricones eran siempre florecitas, delicados, afeminados … y llega usted y me dice que hay hombres normales que también les gusta la verga… me ha puesto a pensar…
– pues si Jorge, así hay muchos como yo.
Después de mi confesión Jorge volvió al trabajo en un ambiente más tenso que el de antes.
Después de terminar se despidió con un fuerte apretón de manos.
Pensando lo peor, me arrepentí de haberle confiado mi secreto… a lo interno mi intención era crear una conexión más personal con él, sin embargo sentía que Jorge no lo había tomado de la mejor forma y ahora mi preocupación era que le contara a todo el mundo.
Sin embargo al día siguiente como si nada hubiera pasado Jorge me saludó con su habitual sonrisa y me comenzó a hablar del partido de la noche anterior.
El tiempo pasó y no volvimos a hablar del tema.
Jorge fue el mismo conmigo y no le comentó a nadie de mis preferencias.
Cuatro meses después de esa conversación, quede de ir con unos amigos del trabajo a un bar el viernes en la noche.
Después de comer y tomar unos cuantos tragos decidimos ir a un sitio más popular para bailar y continuar la fiesta (estabamos festejando el fin de un proyecto que habia salido de maravilla).
Era el bar de moda y tenía una gran pista de baile.
Yo fui con 10 compañeros y compañeras y como a eso de las 11 de la noche ya todos estábamos bailando.
Entre baile y baile me acerque a la barra para pedirme un whisky.
Mientras estaba sentado en la barra tomando mi trago sentí una mano en mi hombro e inmediatamente me volví a ver quién era
– ¡INGENIERO! … yo no sabía que usted frecuentaba este tipo de bares
– ehh Jorge, que me cuentas cabrón – él ya se veía bastante tomado.
Vestía unos jeans y camisa a cuadros que le favorecían bastante en su figura
– Ingeniero, acompáñeme afuera por un cigarro, que se me perdieron mis panas
Salimos entonces del local y nos alejamos unos metros para no incomodar a la gente que hacía fila con el humo del cigarro, a mi poco me importaba que estuvieran haciendo mis compañeros, yo prefería pasar mi tiempo con Jorge.
– Nunca antes lo había visto aquí Ingeniero
– es la primera vez que vengo, tú vienes mucho?
– todos los viernes estoy aquí, por si quiere venir a verme, Jajaja
– jajaja …
– me imagino que usted frecuenta otro tipo de bares, de los que llaman de ambiente Jajaja
– No que va Jorge… yo no soy de salir mucho
– y eso… porque así?
– no lo sé, yo soy más casero
– y entonces donde se consigue a sus novios?
– Jajaja … las cosas que dices cabrón… llevo años sin tener novio… además en esos bares no llegan el tipo de hombre que a mí me gusta
– y como le gustan los hombres a usted ingeniero?
– a mí me gustan los hombres varoniles, altos, pesados, fornidos, morenos, rapados
– a usted entonces le gustan los hombres como yo?
– qué quieres que te diga Jorge, Jajaja
– Ingeniero… no me estará usted echando los perros, o me equivoco? – yo me puse rojo como un tomate… la actitud de Jorge me tenía como loco, sus gestos, su voz su mirada…
– mejor cambiemos el tema o voy a terminar destruyendo la amistad
– como así Ingeniero, no se me salga por la tangente
– es que me la estas poniendo muy difícil Jorge
– que va ingeniero, cero difícil, se la estoy dejando picadita, frente al área y sin portero – de verdad que esto de no salir a bares a ligar me había hecho mal, estaba súper nervioso y no sabía si debía mandarme al agua
– pues eso es lo que me gusta de los hombres Jorge, de los machos así como tú, que cuando quieren algo, siempre lo consiguen
– ahh si? … Dejémonos de juegos ingeniero, usted quiere comer verga, se le nota a 100 metros.
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yo no conseguí mujer hoy y ando que más caliente que un fierro, usted me dice y nos vamos ya a algún lado
– vamos a mi apartamento – respondí de inmediato.
No me creía mi suerte, sin querer analizar mucho la situación me monté rápido al carro y nos enrumbamos a mi apartamento.
Aún nervioso y con temor de espantarlo manejaba rápido y forzaba la conversación.
– que pasa ingeniero porque tan nervioso?
– es que no me lo creo, si supieras las ganas que te llevo…
– yo también le llevo ganas ingeniero…
– como así? No me digas que…
– no como cree, yo soy bien hombre, pero poco después de que me contó que era maricón me soñé con usted
– conmigo? Y de que era el sueño?
– jajaja, me soñé que lo tenía bien ensartado y le estaba dando durísimo por esas nalgas gordas que usted se carga
– jajaja no me digas
– así es ingeniero y me desperté con la verga durísima, tuve que hacerme una paja inmediatamente, recordando ese sueño tan rico… fue la primera vez que me la sobé pensando en un hombre, y desde ese día no se me han quitado las ganas de agarrarle ese culo como si fuera una vagina … eso si le voy a decir, hoy es una noche de sexo fuerte, ese culito le va a quedar doliendo, sépalo de una, no se me vaya a poner en mariconadas
– lo que tú quieras… hoy voy a ser tu mujer y te va a gustar más que cuando lo soñaste
– eso es lo que quiero, que se porte como una putita, hoy lo dejo preñado.
Llegamos al apartamento y apenas pasamos la puerta Jorge con fuerza me puso de espaldas contra la pared inmovilizandome y mientras me comía el cuello y mordía mi oreja me repellaba, haciéndome sentir lo duro de su erección mientras yo con gemidos y hablándole sexy le hacía saber lo macho que era.
El entonces metió sus manos debajo de mi playera, como buscando a las acostumbradas tetas y al no encontrarlas se consoló pellizcandome con fuerza los pezones.
Jorge parecía fuera de sí, dominado por su calentura, dejándose llevar por sus instintos más primitivos, su pene era el que mandaba y yo tenía la dicha de sentirlo en mis nalgas, repellandome, haciéndome sentir hembra.
Después de un rato más de chupetes y cachondeo, en donde Jorge aprovechó para dejarme solo en bóxer, me metió una nalgada que casi me saca las lágrimas y me dijo:
– que bárbaro ingeniero! Me tiene como loco – yo aproveché para acercarmele y empezar a besarlo.
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Los dos llenos de lujuria y pasión nos besábamos como si no hubiera mañana, nuestras lenguas luchaban con furia dentro de nuestras bocas, en lo que era un beso de machos, de hombres calientes que sólo buscaban satisfacer la calentura.
Después de un rato yo empecé a bajar por su cuello, aproveché para abrir su camisa y besar su pecho y abdomen.
El olor me encantaba, esa mezcla de sudor, tabaco, perfume y alcohol me tenía a tope.
Aproveché para lamerlo todo, olfatear sus axilas, morder sus pezones, disfrutar de su cuerpo, saborearlo con mi lengua.
Continué pues mi descenso y le quité el cinturón, hincado frente a él le bajé el pantalón el cual terminó de caer por su propio peso.
Me detuve un momento para admirar ese monumento a la masculinidad.
Vestido solo con un bóxer-brief naranja que le resaltaba su piel trigueña, me miraba desde arriba con su cara de calentura.
Yo no me creía mi suerte.
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La verga se le marcaba durísima apuntando hacia la derecha y una mancha de líquido pre-seminal dejaba en evidencia lo caliente que estaba.
Jorge entonces se bajó el bóxer, liberando así su magnífica herramienta, quedando como Dios lo trajo al mundo.
Su verga, más oscura que el resto de su cuerpo, se veía imponente.
Medía unos 16 cm y era bastante gruesa, el prepucio estaba a medio retirar y con el vello púbico bien recortado y los huevos rasurados, se veía pulcra, limpia.
Jorge entonces meneandosela caminó hacia mí y tomándome de la cabeza con fuerza me la metió con rudeza a la boca y empezó a bombearme la boca duro y sin contemplación
– eso ingeniero, mame bien, comasela enterita – me decía, consiguiendo que yo me excitara más.
Abriendo mi garganta como un experto conseguía tragarmela entera y lograba aguantarle el ritmo tan frenético que tenía.
Debo de agregar que si bien esta no era la primera verga que comía, ni la más grande, era por mucho la más sabrosa y mi lengua golosa disfrutaba envolviendo ese falo tan rígido, buscaba exprimirle todo el sabor posible.
Después de unos minutos de estar mamandolo, cuando ya era yo el que llevaba el ritmo de la acción y estaba inspirado dándole el mejor pete de mi vida, me detuvo abruptamente sacando su verga de mi boca, me tomó de la barbilla y me dijo:
– que bárbaro ingeniero, que boquita se gasta, pero si me la sigue mamando así me va a sacar la leche y esta noche no me pienso quedar sin probar ese culito suyo.
Yo me puse rojo por el cumplido y Jorge tiernamente me ofreció su mano para ayudarme a incorporarme.
Una vez de pie me plantó un beso, bajo mi bóxer y con dos dedos me empezó a masajear el ano haciendo círculos, sin llegar a metermelos.
– uy ingeniero, está cerradito cerradito, va a costar que entre
– no te preocupes que ahí tengo una cremita lubricante.
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Vamos a la cama? – le pregunté mientras le sobaba los huevos
– vámonos de una
De camino al cuarto se abrazó a mi espalda, colocando su caliente herramienta entre mis nalgas dándome piquetitos a cada paso.
Al llegar a la habitación, nos tumbamos en la cama y continuamos nuestra sesión de besos, caricias y calentura.
Jorge en un momento dado me puso de espaldas y bajando por mi espalda, llegó besando hasta mis nalgas.
– ahora si ingeniero, vamos a ver si este culo sabe tan rico a como se ve – y hundiendo su cara entre mis nalgas empezó a lamer mi hoyo como nunca nadie antes lo había hecho.
Yo normalmente era bastante quitado a que me chuparan el culo, pero al sentir esa lengua húmeda dando vueltas cómo un trompo y causando sensaciones nunca antes sentidas, no pude hacer otra cosa más que relajarme, abrir bien mi ano y gemir como puta con cada lenguetazo.
– uff ingeniero, que culito más rico y apretado tiene usted… me voy a dar gusto abriéndoselo a punta de verga
– es tuyo, hoy mi culo se va a encargar de recibir el castigo de esa vergota tan deliciosa que tienes
– así me gusta que hable putito, hoy va a saber cómo cogen los machos
Y volviendo a hundir su cara entre mis nalgas, siguió dándome esa mamada espectacular de orto que me llevaba al cielo.
Yo gemía y lo alentaba a que siguiera.
El alternaba los lenguetazos con mordiscos y palmadas fuertes que me calentaban aún más.
– metemela Jorge, ya no aguanto más, ocupo verga, me voy a volver loco
– así me gusta ingeniero, que me la pida, que ruege por ella
Me acerqué pues a la mesa de noche y saqué el bote de lubricante.
Estaba a punto de empezar a aplicarmelo cuando Jorge me lo quitó de mis manos y se unto un poco en su dedo índice.
– déjeme a mi ingeniero, usted pongase de perrito, relaje el culo y deje que yo me encargue de abrirselo
Obediente, como buen puto, me puse de 4 y arquee mi espalda, ofreciéndole a mi macho mi orto.
Él, primeramente sólo con un dedo, empezó a introducirlo sin contemplación.
Gemí como una gata en celo al sentirlo traspasándome.
Mi culo no ofreció mucha batalla, estaba dispuesto a recibir objetos aún más grandes esa noche.
Rápidamente Jorge introdujo un segundo dedo y empezó a masajearme la zona como si fuera una vagina.
– mmmmm
– rico?
– si, mmm, no pares
– ya está bien abierto, es hora de que te meta algo más grande
– si, metemela papi, cogeme duro – le decía entre gemidos, muerto de placer
Él entonces embarrandose lubricante en la verga, se montó detrás mío como un perro y con cuidado me la colocó en la entrada de mi ano.
Sentir un glande ardiente y lubricado rozando tu culo es una sensación indescriptible, más cuando ese mismo pertenece al macho de tus sueños.
Yo entonces, como por instinto empecé a echarme hacia atrás clavándomela solito, a mi ritmo, sin dolor, sólo sintiendo como se iba abriendo paso a través de mi.
Jorge me la empujo suavemente, clavándome la mitad, haciéndome al mismo tiempo soltar un gemido de excitación.
– eso ingeniero, entregeme el culo
– mmmmm
– eso campeón, que ya no falta nada
Impulsado por sus palabras me eché más para atrás y el término de empujármela hasta el fondo
– ARGHHHHH – grite fuertemente al sentirme incrustado y con el culo partido en dos – AYYYYY me duele, sacamela
– no sea pendejo ingeniero, quería verga? Ahora se aguanta
Y como gozando de mi dolor, empezó a taladrar mi trasero con fuerza sobrehumana.
Yo intenté separarme pero él me tomó con sus brazos, usando su peso para someterme sin detenerse por un instante en su brutal cogida.
Me dolía, me estaba matando, pero nunca antes en la vida me había sentido tan excitado.
Jorge usando mi culo como si fuera una vagina, me la sacaba y metía de nuevo con fuerza, buscando satisfacer su calentura, como fuera de sí, mordiendome la nunca y hombros, chupandome, saboreandome.
Me susurraba cosas al oído:
– así quería tenerlo marica, así puto… tome verga, uff que culo más apretado…
Mientras yo solo gemía casi llorando, experimentando la mezcla más extraña de dolor/placer, arqueando la espalda para facilitarle la penetración a mi macho.
Después de un par de minutos, acostumbrado al intruso dentro de mi, ya me movía junto con él intentando igualar el ritmo de su cadencia.
A cada segundo que pasaba me iba sintiendo más cómodo teniendo ese miembro erecto dentro de mi.
Jorge al darse cuenta lo mucho que lo estaba gozando me liberó y me puso de cuatro, dándome 3 nalgadas espectaculares.
Yo me sentía como una perra, abierta y dispuesta a recibir pene y complacerlo con la estrechez de mi recto.
Jorge me seguía castigando con fuerza, sin piedad, penetrándome hasta el fondo, sin descansar.
El sonido de su pelvis chocando con mis nalgas era lo que llenaba el silencio en la habitación.
Yo estaba en completo éxtasis, con los ojos en blanco, sintiendo únicamente mi culo encargarse de darle placer a la polla de mi hombre.
En eso él me la sacó, con violencia me dio vuelta dejándome boca arriba, me puso de patitas al hombro y de nuevo me la clavó.
– mmmmm – gemí nuevamente
– Rico ingeniero? Le gusta que le de pinga?
– Si me encanta, no pares, dame duro
Él haciéndome caso no se detuvo por un instante.
Por estar frente a frente el contacto visual era inevitable.
Yo lo miraba y él a mi, haciéndonos saber el uno al otro lo bien que la estábamos pasando.
Me excitaba ver su rostro, las muecas de placer que hacía al penetrarme, como hacía cucharitas con su boca, como las gotas de sudor empezaban a formarse sobre su pecho.
Yo como todo un campeón estaba aguantandole el ritmo soportando sin problema cada una de sus embestidas, disfrutando como un desquiciado la mejor cogida de mi vida.
Jorge entonces aumentó la velocidad y el ritmo de sus estocadas, su semblante cambió, frunciendo el ceño se montó sobre mí, dejándome como pollo en posición de misionero, taladrandome profundamente, buscando mi boca me besó y gruñendo como oso se vino dentro de mi, dejando en mi culo lleno de su leche caliente y espesa.
Posó su cabeza sobre mi pecho, cerrando los ojos, aún jadeando, con su verga aún dentro de mi culo, recuperándose del intenso orgasmo.
Yo de igual forma jadeaba, respirando fuerte, sintiendo como su leche empezaba a escurrir hacia mis huevos, extasiado por la tremenda verguiza que recién me habían dado, acariciando con la yema de mis dedos su cabeza.
– Jajaja que barbaro ingeniero jajaja – dijo aún reposando su cabeza sobre mi pecho
– te gustó?
– si no me hubiera gustado no le hubiera dejado el culo preñado
– gracias Jorge, ocupaba que un macho como tú me cogiera así
Él entonces sacando su pinga de mi culo, me la puso en la boca para que se la limpiara.
Yo con todo el gusto del mundo lo hice pudiendo así saborear los restos de deliciosa leche que aún tenía.
Mamé ese pene que poco a poco iba perdiendo su dureza.
Su sabor, indescriptible, inundaba mi boca, transmitiendo cantidades industriales de testosterona que sólo el miembro viril de un macho alfa puede generar.
Cuando se cansó de darme de mamar, me sacó su verga de mi boca, se acostó a mi lado y metió su lengua en mi boca, besándome con pasión, como diciéndome: has sido un buen puto.
Yo me disculpé con el, diciéndole que ya volvía y me fui al baño.
Me limpié bien el culito que no paraba de botar leche y me apliqué unas toallas frías para bajar la dilatación.
Me puse crema y cuando me sentía mejor, un bóxer antes de volver a la alcoba.
Al salir vi que Jorge ya se había dormido.
Se veía hermoso en mi cama, con el pilín flácido y los huevos vacíos.
Se veía como un bebé grande.
No me aguanté las ganas y le tomé varias fotos.
Después me acosté a su lado, abrazándolo, dándole gracias a la vida de que mi sueño se había cumplido.
Al día siguiente me desperté como a las 7:30.
Jorge seguía durmiendo como un bebé.
Aúnque seguía con molestias en la cola me sentía en el cielo por lo sucedido horas antes y más aún teniendo a semejante papasote al lado mío.
Con mucho cuidado estuve por gran rato acariciándolo, recorriendo su cuerpo con la yema de mis dedos, olfateando su aroma, sintiendo su vello corporal, dándole besitos a sus peludas bolas.
Rato después me levanté a cocinar el desayuno.
Cuando estaba concentrado picando el tomate, Jorge de sorpresa me tomó por detrás, pegando su miembro contra mis nalgas.
– buenos días ingeniero
– buenos días Jorge, como dormiste?
– como un angelito
– tienes hambre?
– si, pero también tengo ganas de me chupen la pipí
– bueno entonces desayunemos primero y después te la chupo bien rico
Así lo hicimos.
Se la chupe tan rico y con tantas ganas que en menos de 3 minutos lo hice venirse.
Me trague sin pensarlo cada uno de los chorros de leche que brotaron del pene de mi hombre.
Luego nos fuimos a duchar juntos.
Seguimos todo el rato con él cachondeo, acariciandonos, besando y riendo mientras nos besábamos.
Al salir de la ducha, Jorge se fue a buscar su ropa que estaba distribuida por toda la casa.
Se vistió y me dijo que tenía que irse.
– cuando nos vamos a ver de nuevo? – me preguntó
– que tal el próximo viernes?
– no… porque hasta el viernes?
– porque todavía me duele el culo
– ok, pero si me la va a mamar en su oficina?
– jaja por supuesto que sí Jorge
Nos dimos un último beso de despedida y él partió en un taxi.
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