José y Manuel
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por johansarkisian.
"La primavera es para los jóvenes" recuerdo haber leído en un poema, y no puedo estar más de acuerdo.
Con dos meses de relación a cuestas, Diego y yo estábamos ilusionados uno con el otro.
Los mensajes de texto en medio de las clase me distraían del equilibrio químico y las funciones inversas.
Mi gran sueño de la universidad se vio eclipsado por un hombre muy guapo, pero a veces demasiado travieso.
¿Porqué lo digo? Sus ideas eran muy descabelladas hasta para mí.
Una vez me sugirió que deberíamos ir de la mano al salón, le parecía divertido ser controversial.
Yo, por otro lado, prefiero más la sutileza.
"Si hay que llamar la atención en un salón de clases, que sea por tus calificaciones" le dije yo una vez, justo el mismo día que se puso inquieto, más de lo normal, queriendo preguntarme algo.
-¿Tienes planes para este sábado?
-No, nada, ¿algo en mente?
-Tengo una reunión familiar por la noche, no suelo asistir pero este año lo han organizado mis padres en mi casa, así que no hay de otra.
¿Vamos?
-Normal, pero ¿cómo iremos?
-No importa como te vistas amor, igual estas guapo.
-¡Nooo! -Me reí de su ocurrencia- Me refiero a nosotros, si iremos como amigos o.
-Oh.
Ya veo.
Bueno, si me preguntan, respondo.
Sino, pues al pincho.
Además estaremos comiendo en un rincón solos tú y yo, vas a ver.
Nadie nos va a molestar, somos expertos en el arte de la invisibilidad después de todo.
Y así de repente, Diego hizo de lado mi maratón pizza-café con DVDs de Madonna que tenía planeada desde hace semanas.
Para no levantar sospechas sobre nuestra exclusividad de atención -tampoco íbamos a estar mirándonos toda la noche- Diego me sugirió que lleve a un amigo confiable, para conversar en grupo y pasarla chévere.
Me pareció buena idea, porque uno nunca sabe cuando si al final se queda solo en una reunión sin conocer a nadie a su alrededor.
Y me decidí por llevar a mi amigo Manuel.
Lo había conocido hace meses, en los comentarios de un grupo de Facebook, y desde entonces se había vuelto un amigo inseparable.
Tenía 18, era más bajo que yo, muy delgado y pálido como una hoja de papel.
Su abundante cabello castaño y sus pecas en las mejillas, sumados a una casaca jean con una camiseta blanca le daban un look de lo más retro y varonil, aunque de cara seguía siendo un niño muy tierno y dulce.
Le dije por whatsapp sobre el sábado y no dudó en acompañarme, sería una magnífica oportunidad para presentarle a Diego de una vez.
Llevaba queriendo conocerlo desde que le hablé de él, pero nunca se dio la oportunidad.
Y el sábado llegó.
En todo el jardín de la casa habían colocado luces blancas, mesas circulares y la música sonaba muy alto.
Era una canción de Juan Gabriel la que sonaba, y ya el ambiente estaba muy animado, aunque apenas eran las nueve de la noche.
Fui junto con mi amigo Manuel, quien en todo el camino no se cansó de preguntar sobre Diego.
Hasta un poco de preocupación sentí, pero lo dejé ir.
Confiaba en mi novio, y en las buenas intenciones de mi amigo también.
En medio de la bulla, me encuentro con Diego que tenía una copa vacía en la mano.
Estaba algo tomado, pero aún caminaba derecho y tenía la lucidez mental como para darse cuenta de mi gesto de disgusto.
-Hola Johan, ¡llegaste! -Retiro lo dicho, no tenía lucidez, su voz vibraba aunque intentara no hacerlo-
-Hola.
Vine con un amigo, se llama Manuel.
Manuel se presenta y le da la mano.
Diego lo mira de pies a cabeza y asiente con la cabeza.
Me estaba enojando su actitud.
-Diego, ¿Estás bien? -Le pregunto-
-¡¡José!! -Me interrumpe, odio eso- ¡¡Ven que tienes que conocer a mi novio!!
Lo dijo fuerte y claro, creo que algunos escucharon.
Sentí las miradas fijas directo hacia mí, tanto que hubiera deseado desaparecer en ese segundo.
En vista que nadie llegó, volvió a gritar, esta vez sólo el nombre y no lo demás.
Supongo que se dio cuenta de su metida de pata, o tal vez me vio diciéndole que se calle con la mirada.
Y llegó el bendito José.
Era más alto que Diego, de unos 24 años, tenía una barba muy desarrollada, y también estaba algo tomado.
-Mira primo, te presento a Johan, ¿lindo no?
-Rico diría yo -y se rieron de su ocurrencia-, hola nene, me llamo José, mucho gusto.
Lo dejé con la mano en el aire.
Francamente estaba molesto.
-Lindo y malhumorado diría yo -Siguió diciendo José-, y esta ricura, ¿Quién es?
Ahora preguntaba por Manuel, quien hasta entonces, estaba callado observando todo a su alrededor, como siempre lo hace.
-Me llamo Manuel -respondió emocionado-, mucho gusto, tengo 18 años, nací en Gales pero vivo en Lima desde los 5 años porque mi papá tiene una empresa de.
-Jajaja, ¡hablas mucho nene! -Interrumpió José- ¿Estas seguro que eres mayor de edad?
-Sí, sí lo es -me adelanté yo-, pero cuidadito con lo que le des de beber.
Los estoy vigilando.
Y me separé del grupo, que seguía conversando- para ir al baño.
En realidad, sólo era una excusa para separarme de ese patán y mi novio, el que me dijo que no bebía.
Me lavé la cara, mire mi celular un par de minutos y salí del baño.
Afuera, un arrepentido pero alegre Diego me esperaba para darme explicaciones.
-¿Explicarme qué? -Le dije-
-Explicarte que no bebo normalmente, porque se me sube muy rápido y termino cometiendo muchos errores.
¿Me perdonas?
-Lo voy a pensar.
-Dije con sarcasmo-
Me empuja hacia la puerta del baño y entramos los dos en un instante.
Adentro, me besa como solo él sabe hacerlo.
-¿Ya me perdonas? -Me pregunta riéndose como un niño.
-Claro que te perdono, tontito.
Y ahora lo beso yo.
Y por un momento olvidé que Diego estaba ebrio, pero lo recordé cuando sus manos me cogían muy fuerte las nalgas, como si quisiera follarme ahí mismo.
-Hey, ¿Qué haces? Suelta, no quiero, hoy no.
-Sólo un ratito, que nadie nos está viendo.
Ya pues.
-No, y no insistas.
¿Para eso viniste? Eres increíble.
Realmente increíble.
Y salí del baño.
En mi indignación sólo pensé en irme a mi casa, pero recordé que no estaba solo.
Manuel había venido conmigo, y tenía que llevarlo de vuelta.
Pero, ¿Dónde estaba? Entre la casa y el jardín había mucho espacio, además que la gente se amontona y no podía ver mucho.
En unos minutos de búsqueda, me encuentro con José tomando con sus amigos.
Todos eran heterosexuales, porque tenían enamoradas y eran muy guapas, lo cual me hizo pensar lo mismo de José.
No le dí más importancia y seguí buscando a mi amigo, teníamos que irnos.
Hasta que lo veo en el grupo de José, conversando con ellos como si fueran conocidos de años.
Nunca lo había visto así, tan a gusto con desconocidos.
No podía interrumpirlo, sería egoísta de mi parte ya que al menos él la estaba pasando bien.
Y la noche transcurrió, todos ebrios, yo en el celular con el Candy Crush, evadiendo a Diego y con Manuel en un grupo bebiendo como si no hubiera un mañana.
Me quería ir, realmente quería hacerlo.
Despues de un par de horas, cuando creí que sería oportunidad para marcharme de una buena vez, veo a Manuel totalmente dormido en una silla de la casa.
Estaba sólo, y habían botellas a su alrededor.
"Es mi culpa maldita sea, si alguien de su familia se entera me van a matar" pensé, así que lo primero que se me ocurrió fue llevarlo al cuarto de Diego para que nadie más lo viera.
Pobre chico, probablemente su primera resaca y lo dejaron abandonado, a su suerte.
Y así fue toda la noche, Manuel dormido a mi costado mientras yo intentaba hacer lo mismo, pero mis pensamientos me mantenían despierto.
A las dos de la mañana, Diego entra al cuarto, me ve con su cara de confundido y yo, telepáticamente, le digo que se vaya.
Parece que el muchacho entiende el idioma de las miradas porque se retira sin más.
"Ya hablaremos luego, de eso no te preocupes" pensé.
Tenía tiempo suficiente para quedarme en cama todo lo que quisiera, como cualquier sábado o feriado, pero ese día hubo una excepción.
Entre las ocho y nueve de la mañana, un ruido proveniente del baño me pone en alerta.
Luego, escucho los murmuros de dos personas, hablando rápido y breve, intentando conversar en voz baja.
"Seguro son familiares de Diego lavándose los dientes" pensé, hasta que escuché unos sonidos muy particulares.
Un suspiro, jadeos, murmullos y mi mente ya estaba despertando por completo.
¿Era lo que estaba pensando? ¿Pero quiénes? Estas preguntas me las formulé en mi descalzo camino hacia el sonoro baño.
Me acerco a la puerta entreabierta, y el espectáculo era para no creer.
Estaba Manuel, parado de puntitas, sujetándose del lavabo con las manos, y detrás pero muy al mando de la situación, estaba José, flexionando sus rodillas, también sujetándose al lavabo, como si se fuera a caer si no lo hiciera.
La presión que ejerce su brazo al sujetarse le marcaban muy bien las venas, ahora sí notaba el producto de su ejercicio en todo su esplendor.
Pero, volviendo al acto, José tenía sujetada su verga con la otra mano, tratando de meterla por el estrecho culito de mi amigo.
Estaba atento a sus movimientos y palabras, con una incipiente erección que se iba acrecentando.
-Espera, espera, espera.
Ah, ah, esperaaa.
José retira su imponente verga del virginal culito de Manuel.
-Ve despacio, me duele mucho.
-Está bien, está bien, va, a ver, vamos otra vez.
Acomodó su glande en la entrada, y con unos movimientos circulares y unos cuantos empujones, logró meter la cabeza por completo.
-Ah, ah, despacio.
Espera, deja que me acostumbre a tu grosor.
-Ufff, tu culo es el paraíso nene, de verdad estás muy rico, penetrarte es el cielo.
Ufff.
Y ahora José se soltó del lavabo, y en un movimiento ya se había parado por completo.
Debido a la diferencia de estaturas, Manuel seguía en puntitas, ahora abriendo su culito con sus manos, como queriendo dar paso al monstruo invasor que tenía detrás.
Y volvió a meterla más profundo.
-Espera, espera, ah, me duele, me duele, me duele.
Y la enorme verga desaparecía en medio de dos nalguitas tan pálidas que parecían burbujas.
-¿Te gusta?
-Siii.
-¿La saco?
-Nooo.
El rostro de Manuel era puro placer.
Se estaba mordiendo un labio, luchaba para hacer el mínimo de ruido posible.
José, en cambio, estaba más relajado, mirando muy concentrado a su verga abriéndose paso lentamente, se notaba que en lo suyo nadie le ganaba.
-Ya está, ahora sí ya que no eres virgen.
Entendí por esto que ya se la había metido por completo.
-Wow, es maravilloso, me siento completo, gracias por el placer que me brindas, José, gracias de verdad, nunca antes había sentido algo así.
-¿Listo? -Interrumpió José, y yo le agradecí mentalmente por eso-
-¿Listo para qué?
Y en segundos, José la sacó por completo y la volvió a meter.
Como diciendo "cállate" en su idioma, que tan interesado estaba yo en aprender.
-Ah, ah, espera, espera, aún no, me duele, ah, ah.
José parecía ignorar todas sus palabras.
Entonces supe que el acto como tal había iniciado.
La penetración de José era muy pareja y concisa, la sacaba y la metía en segundos, una y otra vez.
Y Manuel seguía en su mundo placentero, con los ojos cerrados, dejándose llevar.
-Ah, que rico comerme tu culo niño, que rico lo tienes carajo.
Decía José excitado, fuera de sí mismo.
Manuel ya no aguantó estar de puntitas y volvió a estar parado, sujetado del lavabo, empinando su culito para que José siga con lo suyo.
Se la estaba metiendo tan rico.
-¿Bebé, te gusta?
-Siii.
-Ufff.
Voy a darte más duro para que quieras dejarte coger otro día.
Ahhh
José puso sus manos en las cintura de Manuel, dio un paso atrás y tra.
Era el sonido de una metralleta, su verga entraba y salía mientras Manuel se quejaba de dolor con cada arremetida.
-Hey, me duele un poco, ah, ahhh.
-¿Ah sí? No parece nene, bien que te gusta comerte mi verga.
Y le dio una nalgada.
-Vamos, vamos, ufff, que rico.
Que rico carajo.
-Ya José, sácala, de verdad, me duele, me duele mucho.
-No la voy a sacar nene, ahora te aguantas, tú te metiste a mi cuarto pidiendo verga y ahora lo tienes, ¿Eso querías, no? ¿Que te folle bien duro?
-Siii.
Ahhhh.
Sí, yo quería eso.
-Vamos putito, ¡dilo más fuerte!
-Shhh José, nos van a escuchar.
-Que nos escuchen, que todos se enteren que te estoy penetrando y que tú serás mi putito favorito, vamos, dime, ¿Quién es tu macho eh? ¿Quién es el único que te ha metido la verga? ¡Dímelo! ¡Quiero oírte!
-Tuuu, José, tú eres mi hombre, ah.
Ah, ah, me vengo, me vengo.
-Sí putito, yo también, también me vengo carajo, ahhhh, ahhh.
Los dos se vinieron al mismo tiempo, mirándose fijamente a través del espejo.
Manuel manchó todo el piso del baño con su venida, podría decir que nunca antes había explotado de esa manera.
José dejó su verga adentro, empujando más adentro, tenía mucha fuerza en las piernas para darle más duro a mi amigo.
Se tomaron unos segundos para recuperar el aliento, ambos estaban bañados en sudor, sobre todo José, que tenía el vello del pecho completamente mojado.
Manuel lentamente sacó su culito de la verga, fue rico darme cuenta que realmente estaba ensartado a profundidad.
Y cuando al fin salió, grandes gotas de semen corrieron por sus piernas.
La verga de José seguía grande, imponente, con energía suficiente para un segundo round, pero el culito de Manuel estaba rojo y cansado.
-Oh.
Fue todo tan rico -Dijo Manuel, con su típica voz tan dulce- estoy feliz de haber perdido mi virginidad conti.
Y José le interrumpió con un beso en la boca.
-Limpia tu desastre- Le dijo, y se fue.
En tres segundos pasé de estar en la puerta del baño a meterme en el primer cuarto que vi en ese momento.
Felizmente no fui descubierto, aunque, por otro lado, me hubiera gustado ser parte de la acción.
Lo supe por la tremenda erección que en ese momento tenía.
La mezcla de emociones como la lujuria y el miedo, me daban una placentera sensación que recorrían la cabeza de mi pene, provocando un rico cosquilleo en el glande al que no podía ser esquivo.
Así que estaba decidido.
Tenía que follar con ese macho llamado José.
O ser follado, mejor dicho.
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