Jovén Rubio y bicurioso.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por fyero.
Caminaba hacia mi casa, como todos los días, regresaba de la universidad a medio día para comer en mi casa con mi familia. Todos los días pasaba por ahí, un pequeño parque donde un grupo de adolescentes se juntaba a practicar parkour, un “deporte” nuevo, donde se hacen acrobacias en escenarios urbanos, como parques, estacionamientos, estructuras, etc. Diario pasaba por ahí, diario veía a aquellos jóvenes hacer sus ejercicios, con sus pants holgados dejando a la vista como colgaban sus genitales y como saltaban y se meneaban al compás de sus movimientos, pero sinceramente no prestaba mucha atención a ellos pues la mayoría eran feos, al menos a mi me lo parecían, la mayoría tenia buen cuerpo pero no muy buena cara, a demás de esa actitud de sentirse macho dominante, que a mí me parece extremadamente ridícula, aquellos heterosexuales que sienten su hombría amenazada y por eso hacen ejercicios “rudos y extremos”.
Pero ese día sentí una mirada, una mirada diferente y mire hacia ellos, dentro del grupo, a mi vista, destacaba un muchacho de tez blanca y cabello rubio oscuro, sus facciones eran más finas que las de sus compañeros, hasta se veía algo afeminado, sobretodo comparado con lo tosco de sus amigos. Me veía, era claro que su mirada estaba clavada en mis ojos, tanto, que no pude evitar ponerme nervioso y voltear hacia otro lado. Nuestros ojos se habían encontrado por pocos segundos pero su rostro quedo grabado en mi mente durante toda la tarde, no podía dejar de pensar en él y en esos ojos color ámbar, que transmitían cierta ternura, era tan bello, como una escultura.
Así pase la tarde pensando en él y en la noche cuando me metí a bañar y sentía caer el agua sobre mi cuerpo, no pude evitar empezar a masajear mi pene y pensar en él, por lo general no hago esas cosas, pero ese día era inevitable, esa mirada me había dejado caliente sin razón alguna. Comencé a masturbarme y a medida que se acercaba un espectacular orgasmo su cara se hacía cada vez más presente en mis pensamientos, fue tanto el placer que no pude evitar soltar unos gemidos de placer al eyacular y sentir como explotaba mi pene lanzando varios chorros de leche calientita. Tuve miedo de pensar que alguien de mi familia hubiera oído esos gemidos provenientes del baño.
Al día siguiente volvía pasar por el mismo parque, y bajo la sombra de los arboles volví a verlo, esta vez no me veía pues estaba muy concentrado en sus ejercicios, saltaba hacia un árbol y apoyándose con un pie del árbol, saltaba y hacía un mortal para atrás, no era el mejor de sus compañeros, pero ese cuerpo atlético con una playera sin mangas y unos pants deportivos, su cara de ángel y esa actitud diferente a la de sus compañeros lo hacían irresistible. Sin darme cuenta había dejado de caminar y lo observaba descaradamente, cuando él se percato de mi mirada, volteo hacía mí y me sonrió, yo me puse nervioso y seguí mi camino más rápido debido a la pena de haber sido descubierto mirándolo, pero fascinado por aquella sonrisa.
Por casi una semana, al pasar por el parque, evitaba mirar al grupo de deportistas, tenia pena de encontrarme con su mirada, tenía miedo de que sus amigos se dieran cuenta de que yo lo miraba con algo más que interés a sus acrobacias, era obvio que lo que yo admiraba era su belleza. Por pasar con la mirada perdida en el espacio para no verlo, tropecé con un cuerpo sudoroso, mi pecho choco con otro pecho justo de frente, perdí el equilibrio y casi caigo, supuse que había chocado contra uno de sus amigos “rudos”, pero mi sorpresa, como en telenovela, fue que cuando vi quien se había interpuesto en mi camino, mire su rostro, algo apenado pero con una sonrisa traviesa, su boca empezó a decir algo, en mí todo pasaba como en cámara lenta, escuche una voz suave, algo ronca y muy agradable, que decía “perdón, no me di cuenta”, me quede sin habla por un momento, y solamente dije, “no hay problema” y seguí mi camino, fingiendo que nada pasaba, pero en mi cabeza solo habitaba el pensamiento de haberlo tocado, el sonido de su voz, la imagen de su rostro, su sudor impregnado a mi ropa. Al siguiente día nuestras miradas se cruzaron y el volvía a sonreírme, yo le regrese la sonrisa, y seguí mi camino.
Así pasaron las semanas y los meses, no lo veía diario, pero cada que lo encontraba en mi camino nos mirábamos y nos sonreíamos, yo empecé a hacer más evidente mi gusto por él, a veces le sonreía yo primero y lo saludaba con la mano, como si nos conociéramos de algún otro lugar, cada que salía de la universidad me motivaba para caminara a mi casa, saber que lo vería me emocionaba. He de confesar que le dedique demasiadas masturbadas. Cada que pasaba soñaba con volver a chocar con él, para poder hablarle y decirle lo hermoso que me parecía e intentar robarle un beso, pero eso era solo un sueño, era demasiado penoso como para hacerlo.
Un día de verano regresaba de nuevo a mi casa, ese día iba particularmente bien vestido, me sentía como modelo, hasta caminaba más derecho y con buen porte, pero él no estaba ese día, mis ganas de verlo, se quedaron en eso, en solo ganas, de verlo, de hablar con él, de tocarlo, de que me tocara y de muchas cosas más. Llegue a mi casa y solo podía pensar en él, más que en otros días, su ausencia me había hecho recordarlo aun más. La tarde fue muy larga, mis padres habían salido ya al trabajo y yo estaba solo en mi cuarto y estando aburrido decidí salir a caminar, y como atraído por un imán llegue al parque para ver si él estaba por ahí, ya eran como las 6 de la tarde y el grupo de muchachos por lo general solo está en el parque a medio día. Al llegar al parque no había nadie, caminé por el parque como si esperara a alguien y de pronto escuche su voz a mis espaldas, la reconocí inmediatamente y me hablaba a mí, sonreí y giré para verlo. Fue un momento mágico, en silencio, nos miramos fijamente, estábamos por fin frente a frente, solos en un parque casi al atardecer, todo estaba puesto para que aquella fuera una cita perfecta.
– Siempre te veo por aquí – dijo él, sin pena, con una confianza que me sorprendía, su voz era aún más agradable de lo que yo recordaba y con un gesto de su mano me invito a caminar por el parque.
– Sí, yo también te he visto, – fingiendo naturalidad, pretendiendo que era casualidad el que nos encontráramos juntos en ese momento – te he visto haciendo tus acrobacias, eres bueno. – Mientras hablaba sentía que se me acababa el aire, estaba muerto de nervios y de emoción.
– Tengo poco de hacer parkour, ahorita soy de los más chafas, – se rió con algo de modestia – los demás hacen cosas mucho más difíciles e impresionantes.
– Solo te veo a ti, – dije sin darme cuenta – porque creo que eres mejor. – No quería que se diera cuenta de que me encantaba y que si solo lo veía a él, era porque no tenía ojos para nadie más, que estaba encantado por su cuerpo, por sus movimientos y ahora por su voz.
– ¿Eres homosexual? – Soltó sin preámbulos, sin titubear, me tomó completamente desprevenido, no sabía que contestar, él dejo de caminar y se quedo viéndome fijamente esperando con una sonrisa, su rostro expresaba demasiada tranquilidad y eso me dio confianza para contestar.
– Sí, sí soy homosexual, ¿Por qué la pregunta? – contesté.
– Tan solo curiosidad.
– ¿Curiosidad sobre mi sexualidad, o sobre la tuya? – dije, otra vez sin pensar, el nerviosismo aflojaba mi lengua, supuse que mi pregunta le molestaría, a la mayoría de los hombres les molesta cuando alguien cuestiona su sexualidad, y yo acababa de cuestionar la suya.
– Pues quería hablar con alguien de eso, con mis amigos del parkour no puedo, todos son heterosexuales, y me dejarían de hablar o se asustarían – dijo él.
– Me llamo Alberto – dije, haciendo énfasis en que ya casi estábamos hablando de sexo, sin saber nuestros nombres. El se volvió a reír con algo de pena, pero sin un gramo de miedo.
– Yo Miguel, me dicen Mike – hubo tanta inocencia mientras decía su nombre “me dicen Mike” todavía lo recuerdo, sonó tan tierno, tan lindo – tengo curiosidad de mi sexualidad – dijo directamente.
Así estuvimos hablando sobre la homosexualidad, resulto que Miguel, tenía dudas sobre la homosexualidad desde hace tiempo y yo era al primero al que se lo confesaba, yo le platique de cómo me había dado cuenta de mis gustos, algo de mis relaciones anteriores, sobre lo que pensaban mis amigos que ya sabían y temas relacionados, él me conto que estando con varios de sus amigos en el gimnasio, cuando se fueron a las duchos y al verlos desnudos se había excitado mucho, tanto que tuvo que salir antes que todos para que nadie notará su erección. Mientras el contaba yo trataba de ocultar mi erección, el tenerlo tan cerca y hablando de su pene erecto me tenia calientísimo, creo que hasta estaba sudando frio. Caminamos por el parque platicando durante más de una hora, hasta que me dijo que tenía que regresar a su casa y yo también tenía que regresar a la mía, me pidió mi número telefónico y me dio el suyo, nos despedimos de mano y titubeamos para darnos un abrazo, que yo quería pero no sabía si era demasiado “arriesgado” dárselo, después de ese abrazo a medias, nos fuimos cada quien a nuestra casa. Toda la noche pensé en él, y me hacía sonreír. Ya tratando de dormir, mi celular vibro, lo tome, sabía que era él.
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Al día siguiente al pasar por el parque nos volvimos a saludar pero esta vez me hiso señas de que lo esperará, así lo hice y llegando nos saludamos de mano. – Puedo acompañarte a tu casa, – dijo. – ¿No tienes que quedarte a entrenar? – dije yo, sonriendo. – No, no hay pex, ¿no vives lejos o sí? – dijo. – Vamos – dije yo comenzando a caminar hacia mí casa.
En el camino platicamos cosas personales, sobre nuestras escuelas, nuestros gustos y nuestras familias, todo fue muy rápido, pero fue una muy buena plática, parecía que Miguel y yo podríamos ser buenos amigos. Cuando llegamos a mi casa me arriesgue y lo invite a pasar.
– ¿No quieres pasar? – dije con algo de miedo y nerviosismo, pero mostrando naturalidad.
– Mmm. – titubeo – pero vas a comer con tu familia, ¿no?
– Vamos, te invito a comer. – Yo sabía que por mi familia no había problema, siempre hay comida de sobra y a mi mamá le gustan las visitas, aún que sabía que él tenía que regresar con sus amigos, pero pues me arriesgue no perdía nada con invitarlo.
– Bueno. – aceptó sencillamente, yo me alegré demasiado, mis ojos brillaban de alegría.
Entre rápidamente a mi casa, lo presente con mi familia como un amigo de la universidad, nos sentamos a comer y todo pasó con naturalidad, como si fuéramos amigos desde hace varios años. Cuando acabamos de comer mis padres se fueron cada uno a su trabajo, mis hermanos a lo suyo, y yo, yo a lo mío, y lo mío era aquel muchacho rubio, con esos ojos cautivadores y ese cuerpo ejercitado. Nos fuimos a mi cuarto y platicamos de nuestras vidas, le enseñe algunas fotos de cuando yo era niño, y otras cosas, estábamos sentados los dos en mi cama, viendo fotos y recuerdos de mi infancia.
– Que niño tan bonito eras – dijo él. Yo sólo le sonreí y seguí mostrándole cosas. – Digo, ahorita también eres muy bonito. –
Mientras hablaba mis labios se movían como por instinto buscando los suyos y sin pensarlo dos veces lo besé. Fue un beso pequeño, muy tierno, pero el contacto de sus labios con los míos fue electrificarte, mi pene se puso durísimo, parecía que la ropa le quemaba a mi cuerpo pues tenía un deseo tremendo de desnudarme.
– Perdón, la verdad no pude resistirme, me gustas mucho. – Acabé de decir esto y él se levanto de la cama. Sentí miedo, pensé que me había propasado un poco y que él se iría.
De espaldas a mí, volteo su cabeza y me dirigió aquella mirada traviesa que me había cautivado meses atrás, se quito la playera, dejando ver una espalda muy hermosa, fuerte, pero de apariencia suave su piel rosada, perfecta me volvían loco, me quede en la cama sentado observando el espectáculo, sin playera volteo de frente y bajo sus pants pude notar su pene en total erección, me acerque hacia él, lo tome de las caderas y nos besamos, ahora si fue un beso épico, el tiempo se detuvo en ese beso al escribir lo recuerdo y se me hace agua la boca. Miguel con sus manos levanto mi playera, cuando recordé que mis hermanos estaban en la casa por lo que rápidamente fui y puse seguro a la puerta, para poder seguir con lo mío. Regrese y mientras lo besaba me quite la playera mientras el recorría mi pecho con sus manos, yo no estaba marcado como él, su abdomen era como el de un modelo, no estaba musculoso pero si marcado con una línea en medio y las abdominales bajo laterales deliciosas, yo simplemente, estaba delgado, cero grasa, cero musculo, pero buena forma, tengo buenos genes, pero él, él era hermosísimo, me tenía a mil y completamente lubricado del pene.
Nuestros pechos desnudos estaban en contacto su piel rozaba la mía y eso me prendía cada vez más, es totalmente cierto que la fricción produce calor, porque yo estaba calientísimo, nos tiramos en la cama y baje sus pants y pude ver sus bóxers, con su erección a todo lo que daba. Me desabroche los pantalones y baje el cierre, pensaba quitármelos pero no pude resistir el tocarlo inmediatamente, así que me acosté encima de él, comencé a besarlo y a acariciar su torso, sus piernas y todo lo que podía tocar de su piel, el mientras bajo mis pantalones hasta mis tobillos, yo llevaba unos bóxers ajustados color rojo, me agarro las nalgas y comenzó a acariciarme la espalda. Todo era extremadamente sensual, tenía tiempo de verlo pero prácticamente era un desconocido, nunca había hecho algo así y mucho menos en mi casa con mis hermanos presentes, la idea de guardar silencio, pero a la vez querer ser lo más pasional posible me excitaba cada vez más.
De un solo movimiento me volteo quedando yo debajo de él, dejó de besarme para recorrer con su boca mi cuello y mi pecho, mientras que con sus manos acariciaba mis piernas, yo mientras observaba su hermosa espalda, por fin bajo lo suficiente, y su lengua toco mi ombligo, salieron algunas gotas de fluido preseminal, las cuales mancharon mis calzoncillos. Después clavo su mirada en mi bulto, totalmente erecto y mojado, me miro a los ojos como pidiendo permiso para liberarlo a lo que yo sonreí, dándole total permiso para hacer conmigo lo que quisiera. De modo que rápidamente bajo mis calzoncillos y con su mano toco mi pene y comenzó a jugar con él, no lo masturbaba, tan solo lo exploraba como si fuera la primera vez que agarraba un pene.
– ¿Lo hago bien? – Pregunto él.
– Me encanta lo que haces.
– ¿Te habían tocado así antes?
– No, así, nunca. – Era cierto, me habían masturbado antes, pero esa experiencia era única, lo tocaba de una forma tan especial, inocente, suave. Me excitaba mucho, mi glande estaba completamente mojado.
Siguió con su exploración a mis genitales y acerco su cara, como para analizar la situación y animarse a probarlo con su boca, yo sentía su respiración tan cerca de mis huevos. Levanto el prepucio dejando que mi glande lubricado brillara en todo su esplendor, pero como que esto lo desanimo para chuparme la verga, siguió jugando con su mano con más confianza. Pero yo no iba a permitir que las cosas quedarán en puro toqueteo, de manera que tome la iniciativa. Subí el volumen del televisor para que disfrazara cualquier ruido provocado, quite toda su ropa, menos los bóxers y lo acosté sobre la cama, acaricia sus piernas y baje mi cabeza muy cerca a su palpitante área genital, semi-oculta por el bóxer, pues por la abertura de las piernas podía ver muy buena parte de sus testículos, cubiertos por suaves bellos rubios, teniendo esta hermosa vista, me adentre con mi lengua para rozar sus testículos, tenían un aroma delicioso, suaves y limpios, pero con aroma a hombre, los recorrí con mi lengua mientras él se estremecía de placer en la cama, mi lengua se paseo por sus huevos por sus ingles, por detrás de los testículos cerca de su colita, él no podía resistir y estaba gimiendo ya en un volumen muy alto por lo que subí y lo bese y le dije, “no hagas ruido” regrese por su pecho besando sus pezones y lamiendo su fuerte abdomen, cómo me enamoré de ese abdomen, era una escultura, magnifico, baje hasta el ombligo y con las manos baje sus bóxers, después mire su pene palpitante de excitación, su pene estaba circuncidado, lo cual lo hacía ver limpio, supongo que media unos 14 o 15 cm, siendo sinceros lo normal, pero el bello rubio y difuminado a su alrededor lo hacía irresistible. Sus testículos también de buen tamaño contraídos por la excitación, el tronco era del mismo tono de su piel, pero su glande era ligeramente rosado, era muy bello, y me tenía calientísimo.
Tome el tronco con mis dedos, acerque mi cabeza y olí su pedazo de carne, después comencé a darle pequeñas lengüetadas, de su glande salieron varias gotas de fluido preseminal, el cual tome con mis dedos y se lo di a probar, esto lo excito muchísimo, se quedo chupando mis dedos y esto me dio pauta para yo chuparle la polla y lo hacía con el mismo ritmo con el que él lamía mis dedos. Así pasamos un rato delicioso, empezando muy suave y terminando con su pene completo dentro de mi boca subiendo y bajando a gran velocidad.
Yo estaba excitadísimo y nerviosísimo, pensaba en lo que pasaría si alguno de mis hermanos nos escuchara. Pero eso no me importo quería seguir disfrutando y así lo hice.
Llego un momento donde sus gemido ahogados se empezaron a hacer más notorios, la habitación se calentó completa y todo era completamente seductor y pasional. Miguel me pidió que dejara de hacerlo, que era su turno, a lo cual yo deje inmediatamente y subí a besar sus labios, nos perdimos en el beso mientras nuestras manos, torpemente, recorrían todos nuestros cuerpos y nos desnudamos completamente, y nos perdimos en un abrazo, dos cuerpos desnudos, rozándose, nuestros penes erectísmos uno contra el otro, y nuestros labios fusionados por el deseo, unidos por la pasión.
Después de ese beso, los dos acostados en mi cama, se animo a besar y chupar mi pene, y lo hacía bien, lo chupaba como si fuera paleta, daba lengüetadas a la cabecita, y eso me tenia excitadísimo, mi pene estaba muy lubricado y las gotas se iban en su lengua. Hasta que por fin lo metió completo en su boca, sentir ese calor me hizo estremecer. Así estuve gozando de su boca unos momentos, pero me sentí poco participativo, así que busque la manera de tomar su pene y masajearlo, fue delicioso, estaba tan duro, tan fuerte, tan bello a la vista, y no conforme con solo masajearlo gire mi cuerpo para poder meterlo en mi boca y así fue que hicimos un 69 muy delicioso, todo iba perfectamente sensual, nuestros cuerpos empezaban a sudar, nuestra respiración iba al ritmo de la seducción, cuando de repente, escuchamos pasos de alguien cerca de mi cuarto, supuse que era mi hermano, pero los ruidos nos regresaron a la realidad, por lo que los dos saltamos y buscamos nuestra ropa, pensando que mi hermano podría tocar o intentar entrar en la habitación. Con la adrenalina a todo lo que da, nos miramos y nos reímos en complicidad. Los pasos se siguieron su camino, por lo que volvimos a lo que estábamos, pero ahora con un poco de más prisa, pues alguien podía descubrirnos en cualquier momento.
Dejamos nuestras ropas y nos volvimos a besar, estábamos hincados en mi cama, el se volteo dándome la espalda, dejando claro lo que quería, restregó su hermoso culo en mi pito, yo le acariciaba el pecho, y los huesos de las caderas, giro su cabeza y nos besamos, mi pene rozaba su anito, dejándolo completamente lubricado, la excitación estaba a tope, por lo que acariciando su cuerpo con mis manos, alternando caricias en su abdomen y en sus genitales. Mi pene como si tuviera voluntad propia fue abriéndose paso entre sus nalgas y poco a poco se fue insertando en su ano, completamente lubricado, excitado, y suave, nada de dolor, solo placer, el empezó a gemir y a mover sus caderas, se notaba que este nuevo invitado a su cuerpo era muy bien recibido, yo estaba a punto de reventar, pero no quería que el momento parara, no quería que ese gozo terminara, sus glúteos chocaban con mi cadera, quería aumentar la velocidad pero eso aumentaba también el ruido por lo que tuvo que ser muy suave, pero a Miguel parecía encantarle aquel vaivén similar al de las olas de una costa tranquila, de pronto sus pompis se apretaron haciéndome sentir un exquisito placer en el pene, y él empezó a decir cosas sin lógica, palabras como “no mames, ahh, si, si, no, no” y así me di cuenta que estaba teniendo un orgasmo, se había dejado llevar y estaba terminando, como si no hubiera sabido que eso pasaría, manchando mi cama dejando su leche salir y caer libremente, yo no le di tanta importancia, deje que gozará su momento y le pregunte que si yo podía hacer lo mismo, mi dijo que sí, pero que no dentro de él, por lo que yo obedecí, saque mi verga y deje que vaciara su leche en su espalda, dejando salir grandes chorros de semen, que cayeron en toda su espalda y poco a poco se fueron escurriendo en la raja de su culo, así nos quedamos, fijos e inmóviles tan solo viendo la escena.
Después de recuperar el aliento, me vestí, y le dije que me esperara, fui al baño por algo de papel y limpie todo, su cuerpo, mi cama y nuestros penes, nos besamos y nos vestimos, rápidamente, no hablamos mucho, tan solo nos mirábamos y nos sonreíamos, decidimos salir de mi casa, para evitar sospechas, y lo acompañé al parque a que regresara con sus amigos, y así lo hicimos, en el camino no hubo mucha platica.
– Me siento raro – dijo Miguel.
– ¿Raro bien, o raro mal? – conteste, no podía imaginar en qué forma se podía sentir mal, pero bueno.
– No sé, sólo raro.
Su respuesta me desconcertó un poco, pero su mirada y su sonrisa me tranquilizaban, así que seguimos caminando, llegando a donde estaban sus amigos, se despidió de mí y me dijo, “Bueno, luego nos vemos”, y se fue con sus amigos, los cuales voltearon y al verme pusieron una cara no muy amigable y curiosa. Yo hubiera preferido quedarme a verlo y a admirarlo, pero creo que ya no era momento, así que me fui esperando que esa experiencia se pudiera repetir.
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