Juan y el polvo con el chico de citas online.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Estoy acostado en el suelo de mi habitación sin nada que hacer.
Es mediodía y el día se extiende lóbrego, gris, apagado mientras miro el techo y las gotas de sudor me caen de la frente rápidamente.
No llevo puesto nada encima, más que el bóxer verde que se enrolla un poco por arriba del muslo izquierdo, porque es verano y el calor está de mil horrores, pero también porque mis padres no se encuentran en casa.
Tuvieron que salir de emergencias a otro estado de la república, a Veracruz donde vive mi tía Ana para asegurarse que estuviera sana y cuidarla unos cuantos días.
Me dejaron el número celular de cada uno y algo de dinero para gastar en lo estrictamente necesario.
Aunque no soy de las personas que derrochan el dinero de sus padres porque sí, aveces lo hago cuando tiene que ver con mis exóticos caprichos.
En la computadora, conectado a través de una sitio online para conseguir citas, busco entre los contactos a alguien me que llame la atención.
He puesto en la información de perfil mi nombre y mi edad (Juan, 18), y en lo que cae un rayo ya tengo 50 pretendientes en la lista de espera.
Entonces empiezo a descartar a uno por uno hasta que por fin consigo al indicado.
Es alto (al menos medirá un metro ochenta), con la piel cenicienta como yo, fornido, bastante masculino y peludo por todas partes.
Lleva puesta una camisa a cuadros descubierta de forma sexy y unos shorts negros que aprietan su gordas piernas musculosas.
Le mando un mensaje.
—Hola <3
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hornyboy10 está escribiendo
—Hola, ¿qué tal? 😉
—Muuy bien, gracias, ¿y tú?
—Jajajaja, bastante bien,.
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sweetpoision está escribiendo
—Yyyy bueno, ¿qué hace un chico tan precioso en un sitio como este? <3
—Buscando lo mismo que tú, supongo 😛
—¿En serio? Porque lo que yo tengo en mente, pues.
—Tengo 3 horas libres, podríamos quedar.
—Me parece bien, Sebás, ¿de veras tienes 25? Guau, pareces casi de mi misma edad.
—Sí, me lo dicen mucho, aunque hay algunas cosas de mí que sí parecen tener mi edad 😛
.
hornyboy10 está escribiendo
—Te veo en 20 minutos, escribe tu dirección.
—Vale.
Alguien llama a la puerta un tiempo después.
Abro y reconozco de inmediato al chico de la fotografía, Sebás, que me observa de pies a cabeza pensativo detrás de su capucha.
Lleva una sudadera gris entreabierta, dejando a la vista sus lacios vellos aglomerados del pecho, y un pantalón de algodón negro que remarca su bulto grande.
—Alguien ya está listo para la acción, rubito.
—dice mientras me pasa sus dedos largos y gruesos por mi cabello alborotado, y luego baja su indice hasta la abertura de mis gruesos labios—.
No sabes cuánto me excitan los rubitos, con sus labios bien rosados.
¿Qué más tendrás para enseñarme?
Se acerca a mí, cerrando la puerta tras su espalda, y me besa apasionadamente apoyando su entrepierna en mi estómago plano, ya que él es el más alto.
Puedo sentir en mi barbilla el roce de su barba picuda de candado y el cómo me dirige lentamente al sofá de la planta baja.
Nos recostamos, quedando yo abajo de él, y empieza a darme besos ligeros por todo el cuello volviéndome loco de placer.
—Así que te gusta, rubito.
Aquí abajo lo está disfrutando —dice tocando mi pene con su mano.
Está masturbándome con calma, refregando el pre-semen por el resto de la cabeza—.
Aunque yo también quiero algo de eso.
Se baja el pantalón y puedo verlo, su gran pene venoso y peludo surgir junto con sus piernas y desmesuradas nalgas blancas.
También se quita la sudadera y descubre unos cuadros apenas formándose, pero llamativos y que me dan tentación tocar.
—Deja lamerlos —digo casi con impaciencia— y todo lo demás, ahora.
Paso la lengua por ellos plenamente, primero uno y luego otro, hasta que me quedo sin saliva y con un sabor agridulce en la boca.
Entonces como si no bastara, me acerco a sus axilas rasuradas y cuidadas y repito el mismo proceso.
Me gusta su olor, eléctrico, fuerte, lleno de testosterona, de ese que grita ¡macho!
Él por su parte sólo deja escapar unos gemidos casi imperceptibles, su mirada se pone sobre mí posesivamente desde arriba.
—Vamos, compláceme más —se gira y cambiamos de lugares, quedado yo ahora encima de él—.
Enséñame lo que sabes hacer con esos labios de cereza.
Sin dudarlo me meto su miembro viril en la boca.
Creo que sólo he llegado hasta la mitad de esos 20 centímetros, pero él goza de todas maneras.
Presiono mis labios y me muevo al igual que un sube y baja, tranquilo, pasando mi lengua por cada parte, ensalivando a montones y acechándolo en busca de sus ojos.
Sé que le gusta porque está sacando una cantidad impresionante de líquido, pero mi turno ha acabado y volvemos a cambiar de posición.
—Yo sé que quieres por aquí —me toca por encima del bóxer mi nalgas redondas y pecosas.
Me lo quita fugazmente, quedando al descubierto por la parte trasera sólo para él—.
Me gustaría saber cuánto puedes soportar.
Se moja un dedo y lo mete por mi ano que pulsa débil y emana calor.
Luego, aprobando mi flexibilidad, mete un segundo dedo.
Los retuerce, retira e introduce varias veces haciendo mis mejillas ponerse de color carmín.
—Ya estás listo, bebé —no se preocupa en el tercer dedo, cuando siento su cabeza entrar y expandir mis paredes anales.
Su cabeza tarda en entrar unos segundos, y luego el resto se incorpora, deslizándose por el líquido que derrama sin césar.
—Me encantas, nene.
Él me embiste con estacadas rítmicas.
Yo grito, grito sin reparar en lo que digo.
Me siento como una autentica mujer con sus manos fuertes en mis caderas y el sudor serpenteando el ancho de la espalda.
—Más, más, me gusta, papi.
Umm, ummm.
Aumenta el ritmo a uno frenético.
Su pedazo saliendo y rellenando el interior de mi pobre anito.
Se incrusta al fondo, donde araña mi punto g, y estoy apunto de venirme.
—Me vengo, ¡me vengo!
—Hazlo.
El semen surge manchando el sofá y mis nalgas se tragan completamente su pene, por lo que la saliva me rueda de la boca y se mezcla con el fluido.
De repente, me toma y rota hasta quedar enfrente de él con los pies extendidos.
—Yo también me vengo.
¡Ajh, aaaajh!
Se viene en la planta de mis pies.
La blacura se embrolla en mis dedos y me calienta.
—Mmmm, tus pies son rosados también.
Permíteme saciarme.
—se inclina lamiendo la superficie de mis pies, jugando con su semen en el paladar, y cuando termina, lame mis dedos individualmente, experimentando una sensación que no puedo describir.
–
Doy vueltas por el suelo.
Se me cierran los párpados.
Decido dormir y apago la computadora retirando el cable con la mano libre.
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