JUANCITO, MI NIETO. (9). – FINAL –
Se impone una nueva forma de encarar la vida, hasta que el cuerpo y las circunstancias lo permitan..
Hice una reunión con la gente que trabajaba en las distintas secciones de la Estancia, no di muchas explicaciones sobre la ausencia de mi yerno y les hice saber que cabía la posibilidad de que quedara mi hija como única dueña del establecimiento, pero el que daría las órdenes sería yo y antes de que cualquiera pudiera saltar exigiendo o pidiendo un aumento o retribuciones extras les hice saber de mi experiencia con el personal, que revisaría cada uno de sus ingresos y que no me dejaba llevar por genuflexiones o “agachadas”.
Fui muy claro al respecto, “para mí el que trabaja y no le anda “esquivando el bulto” merecerá mi mejor atención, por el contrario, aquel que no cumpla, que no se tome esto en serio o ande con una botella debajo del brazo, que se vaya quedando en la casa porque a la empresa no le sirve”, también les hice conocer mi predisposición para escucharlos y tratar de solucionarles cualquier tipo de problema que tuvieran. Eso siempre venía bien, el hombre de campo suele respetar a “su” patrón y si se siente escuchado y apoyado, rinde más en su trabajo.
En mis empresas anteriores me daba resultado, para ejemplo, que un operario se acercara para decirme que no le alcanzaba para hacerle la fiesta de quince años a la hija y que, aparte de escucharlo saliera con su problema solucionado lo convertía en una especie de condicional. Claro que también había de los otros que siempre quería “escupirte el asado”, pero se lo individualiza rápido y bastaba con tomar la decisión de dejarlo o dejarlos de lado. La fruta que genera mejores beneficios es la que no tiene gusanos adentro. Ya había hecho una lista de seis referentes para ocupar el puesto de Capataz, pero aún no iba a decirles nada, esperaba ansioso las noticias del Abogado para saber si mi yerno había firmado el acuerdo de divorcio y, desde ahí, actuaría en consecuencia. Volvía para la casa y vibró mi celular, era un número de Colombia y entendí que mi ex había llamado a mi otra hija para tratar de interceder.
- Hola princesa, ¿cómo estás?, ¿tu marido y tus hijos están bien?
- Hola papá, por acá estamos todos bien, imagino que ya sabrás porque te llamo.
- Me imagino y como entenderás, no te daré explicaciones ni cambiaré mis decisiones. Tu madre tuvo claro desde siempre cuales eran mis posturas al respecto de ciertas cosas y ella se cagó en todas ellas, eso por no hablar de falsedades, faltas de respeto y engaños solapados.
- Pero papá, son dos personas grandes, nada puede ser tan dramático, ella te ama y sólo quiere hablar con vos para explicarte, no te podés poner en una posición de Emperador ante algo que no te guste. ¿Dónde estás viviendo ahora o con quién si se puede saber?
- A pesar de que es jodido que estés tan lejos, es importante para mí que no estés metiendo tus narices en cosas que no conocés. Mis modos no los voy a cambiar a esta altura de mi vida, de todos modos, estoy viviendo y ayudando a tu hermana con la Estancia porque pasa por un problema similar y creo que vos tenés una versión distinta de los hechos o, para mejor decir, “acomodada a gusto” de los hechos.
- No sabía nada de Cynthia, lo único que sé es que mamá llamó desesperada porque dice que vos no la querés más y que querés apartarla de todos, yo sé que puede ser un tanto jodida, pero, ¿es para tanto?
- Es lo que digo, es una “versión acomodada”, jamás pretendí apartarla de ustedes, el tema es que yo me aparto de ella porque, fundamentalmente, le perdí totalmente la confianza y no tolero la hipocresía de estar al lado de alguien que me “jugó sucio”, para muestra me basta un botón.
- Pero, pero, vos estás hablando como si mamá te hubiera engañado y para ella no existe otro hombre que vos, no puedo creer lo que estás dando a entender, además y Cynthia lo sabe, de pensar en que pudiera haber otras personas, vos te llevabas el primer lugar, aunque acepto que nunca se pudo tener nada en claro, hasta las amigas de mami la envidiaban porque siempre estabas en casa después del trabajo.
- Carolina, lo estamos haciendo muy largo y a mí lo único que me interesa es que mis hijas y sus familias estén bien, de lo mío y de mi matrimonio me encargo yo y ya decidí al respecto.
- No me podés dar esa respuesta, nosotras estamos en el medio y tenemos derecho a saber.
- Bueno, si lo ves así, no quería hacer esto, pero te voy a mandar un archivo que tengo, miralo tranquila y creo que me vas a entender mejor, te dejo amor, tengo una reunión con los peones de la Estancia.
- Chau papá, besos y a ver cuándo te das una vuelta por Colombia.
- Pronto hija, pronto, tengo ganas de ver a mis nietos.
Corté la comunicación y le mandé el archivo con las fotos, los videos y las comunicaciones de whatsapp, si quería meterse nuevamente en el medio, después de ver el archivo, se iba a cuidar mucho de emitir cualquier tipo de opinión respecto de mi decisión. Al llegar a la casa la vi a Cynthia trasladando al garaje una serie de cajas y dos maletas, quise ayudarla y se negó alegando que era su modo de descargar parte de su furia, le conté de la comunicación con la hermana y me dijo: “Carolina es una metida y mamá una idiota al ventilar lo de ella con una versión acotada, jajaja, me la imagino viendo los videos, debe estar puteando a Dios y a todos los Santos, luego la voy a llamar”.
La dejé riendo sola y me fui a cambiar, Juancito y Luisito hacía poco que se habían levantado, ya habían desayunado y estaban en “la suya”, jugaban al costado de la pileta cuando me fui para la habitación y, a poco de entrar en ella entró mi putito nieto, “vine a saludarte abu, hoy no me diste besos”, -dijo trabando la puerta y estaba claro que querría más que besos. Se prendió enseguida a mi boca y mis manos lo apretaron en sus nalgas, “¿te animás a cogerme “rapidito” como vos le decís, ya me puse crema, tengo ganas porque anoche soñé que te lo cogías a Luisito y mi culito me pide lo mismo”, -dijo cuándo se separó de mi boca-.
Ver que se bajaba la sunga y se arrojaba sobre la cama dejando sus pies apoyados en el suelo y su culito redondo y parado a disposición no me dejó muchas alternativas ni ganas de negarme, mi verga ya estaba dispuesta desde que me besó y le apreté las nalgas. Le pedí que la ensalivara y se giró para metérsela en la boca hasta la garganta, su mamada, como siempre, era espectacular, pero no perdí tiempo en eso, quería ver a mi ariete penetrar su hueco redondito y se acomodó con urgencias para eso. Su asterisco estaba lubricado, relajado y el glande penetró de una, el quejido fue evidente, pero enseguida se movió pidiendo más.
Por eso no paré y me extasié viendo como el tronco penetraba entre sus nalgas duras. Ya lo dije antes, me parecía irreal que ese culito se “comiera” semejante trozo de carne, pero estaba sucediendo, era una realidad, además, me encantaba y al putito también porque después de golpear las sábanas y quejarse por la penetración, comenzó a moverse incentivando las entradas y salidas que no tardaron. Lo vi tomar la sunga y ponérsela entre las piernas pues ya comenzaba a expulsar algunas gotas con su orgasmo y éste era evidente porque los músculos de su conducto me apretaban el tronco al dejarse llevar por las contracciones. Ese era el momento y hundido muy adentro del culito de mi nieto, lo llené haciendo que sus contracciones se notaran más. Esperé un poco para sacarla, nos recuperamos los dos y fui saliendo despacio, la verga se había bajado, pero el hueco perduraba y se cerraba poco a poco, lo miré notando que su elasticidad era excelente y que el asterisco volvía a su normalidad.
- Me encantó abu, bueno, siempre me encanta cuando me la metés, pero, ¿te puedo hacer una pregunta?
- Por supuesto, ¿qué duda tenés?
- ¿Mis papás se van a divorciar?
- Sí, están haciendo los trámites, -era al pedo tratar de ocultarle nada, yo lo consideraba lo suficiente maduro como para no esconderle nada-.
- ¿Dónde vamos a ir a vivir nosotros con mi mamá?
- Van a seguir viviendo en la Estancia y yo me voy a quedar un tiempo ayudándolos, ¿vos querías ir a vivir a otro lado?
- No, prefiero la Estancia, me siento cómodo acá y cuando terminen las vacaciones puedo seguir yendo a la escuela que conozco y tener a los amigos de siempre y si vos te quedás me la podés seguir metiendo como recién.
- Sí, pero hacete a la idea que no puede ser todos los días.
- Está bien abu, otra cosa más, ¿me vas a enseñar a manejar?, mi papá no quería, pero yo quiero aprender.
- Listo, es una promesa, rato que tenga, rato que voy a aprovechar para enseñarte.
Se fue contento de mi cuarto porque le iba a enseñar a manejar y además con el culito más que satisfecho, eso es lo que le interesaba más. Yo me di una ducha rápida, me vestí y me fui a verla a Cynthia pues ya era la hora del almuerzo. La encontré hablando por teléfono con la hermana, le decía que ella no se metía en mis decisiones y que la madre ya era bastante grande como para saber si se mandaba o no una cagada de esas características.
- Yo no pienso dejarla de lado, papá tampoco me lo prohibió, pero te aconsejo que no te metas, ya sabés que a al “viejo” no lo cambian ruegos ni llantos, -le dijo, después se despidió y cortó la comunicación-.
- ¿Qué dice tu hermana?
- Está reloca, no la entiende a mami, pero es bueno que haya visto esos videos, ahora no se meterá a opinar sólo desde la óptica que le cuentan.
- Recién hablé con Juancito, me preguntó si se iban a divorciar y le dije que sí, lo tomó muy bien y opinó que le gustaría seguir en la Estancia con vos y conmigo porque aprovechó para pedirme que le enseñe a manejar.
- Sí, es como vos decís, los chicos siempre ven el lado positivo, vino corriendo a contarme, manejar un vehículo es su sueño y el padre nunca le dio bola, como con muchas otras cosas.
- ¿Vamos a almorzar?, -le pregunté para sacarla de ese tema-.
- Todavía falta, te preparé una picada, vamos a la pileta, los chicos están chapoteando allí y quiero mirarlos.
Comimos la “picadita” bajo una sombrilla y conversando de bueyes perdidos, yo venía bien “servido”, pero no fue óbice para que mirara los culitos de mi nieto y de su amiguito, aun con el disimulo lógico ante mi hija, no se me escapaba que Juancito tenía unas nalgas redonditas, paradas, duras y apetecibles, aunque Luisito no se quedaba atrás y, si por él fuera, viviría con mi verga en su interior. Como quien no quiere la cosa me vino Marquitos a la mente y, por lógica, su gordita madre Marisa y le pregunté a mi hija por ellos.
- No sé qué podrida habrá surgido en el matrimonio de Marisa, sólo sé, porque me contó la señora que viene a hacer la comida, que agarró al nene y se fue a vivir a la casa de la hermana en la provincia, así que es difícil que vuelva a aparecer.
- ¿Andan todas con problemas matrimoniales?
- Será que es una especie de “moda”, jajaja, otra que no volverá a aparecer es Liliana, al marido le dieron el pase al sur del país, me habló anoche antes de cenar, dijo que son pases militares de último momento, me explicó algo de cambios en las cúpulas militares, aunque es algo a lo que está acostumbrada, ya tuvo cuatro mudanzas por el mismo motivo.
- Se te achica el círculo de amistades, lo de Liliana es una pena, pero…
- Sos un degeneradito papi, ya me imagino porque te da pena, le gusta la verga como respirar, jajaja.
- Ahh, claro, lo decís porque a vos no te gustó, no importa, aún nos queda Débora, habrá que intentar por ese lado.
- No es mala idea, vos sabés que sos el que decidís y si hay que “darle” a Débora, le “daremos”, físicamente está mejor que Liliana, habría que ver si se prende, jajaja.
- Al final, a tu marido le gusta “cargar por popa”, pero vos no le hacés ascos a las conchitas.
- Ni me lo recuerdes a ese sátrapa, yo no busco conchitas, aprovecho a pasarla bien porque a vos te gustan los tríos, pero puedo obviarlas, me doy por muy conforme con tu vergotota, jajaja.
Llegaba el momento de almorzar y me llamó el Abogado por teléfono, me hacía saber que ya había consensuado con mi “ex” para que firmara el acuerdo de divorcio, “me salió con otro pedido, aparte quiere una de las casas ubicada en la Provincia de Buenos Aires ubicada en el límite con la Capital”. Le dije que estaba bien, que se la cedía, pero no más, “otro escollo más y metemos el juicio de divorcio contencioso”. Afirmó que al día siguiente se presentaría en la casa para retirar sus cosas y como no quería ni verla en figuritas, le pedí que él se encargara de esa mudanza.
Respecto de mi hija, me afirmó que mi yerno había firmado y que sólo tendría que ser homologado por el Juez, pero que eso estaba finiquitado. “Se hizo como usted quería, el 50% para la esposa y el 50% para el hijo, pero ella pasa a ser albacea del menor”. Le pedí que me hiciera llegar esos escritos apenas los tuviera y quedó también en que mandaría a alguien del Estudio para retirar las cosas del Demandado porque se negaba a aparecer por la Estancia, “es claro Doctor, aparte de tener el culo roto, lo tiene sucio, pero es mejor, nos evita el mal momento”. Corté la comunicación y lo hablé con Cynthia, “encima de puto relajado es un cobarde que da asco, ni siquiera le importa el hijo”, -dijo con lágrimas que pugnaban por brotar-.
Yo no demostraba nada ante mi hija, pero no estaba bien, aun retorciéndome, entendía que mi mujer hubiese sucumbido a la tentación en determinado momento, incluso acicateada por la hermana, de hecho, yo lo hacía constantemente por motus propio, pero, bajo ningún punto de vista admitía ni admitiría las otras veces, mi propio machismo se rebelaba ante cualquier posibilidad de perdón, bastante barata la sacaba.
Cynthia me preguntó si iba a dormir la siesta, pero le dije que tenía que llevarlo a Luisito, le había prometido a la madre que se lo llevaría después del mediodía y aprovecharía para darme una vuelta por la oficina. Le dije al nene que se preparara porque lo llevaría a la casa, de paso vería que pasaba con Mercedes y con Natalia, las noticias que me había dado Cynthia respecto a que no podría contar con los culitos de Marquitos y de Ismael y los de sus mamás repercutían en mi entrepierna, mi libido me instaba a abrir otras alternativas.
Luisito se despidió de mi hija diciendo que otro día vendría a jugar con Juancito y se instaló juiciosamente en el auto, pero, a poco de emprender la marcha, cuando aún no habíamos salido del camino interno que nos llevaba a la tranquera de salida, el nene se acercó, acarició mi verga por sobre el jeans y me dijo que quería chupármela mientras manejaba, su cara de putito entregado y de deseo me llevó a decirle que se pusiera el gel que había en la guantera y se sentara encima, “en lugar de chupármela, te vas a sentar y te vas a meter mi verga en el culito, ¿querés?”… “Sí abu, yo quiero”, -dijo presuroso y se sacó el shorcito para buscar el gel que de inmediato se puso metiéndose los dedos-.
Vi su cara de calentura y de apuro por ser cogido y me bajé el pantalón hasta las rodillas, mi verga inhiesta quedó a la vista y la tocó poniéndole un poco de gel, luego se subió sentándose como para manejar. Circulábamos a paso de hombre por el camino interno que nos llevaba a la ruta de salida, ya habíamos pasado por la tranquera y, a esa hora de la tarde, con el sol a pleno, ni los pájaros se veían volar. Luisito se acomodó urgido por sus ganas de ser penetrado, se tomó del volante con las dos manos y dejó que yo acomodara el glande en su hueco pedigüeño. “Despacito abu, al principio siempre me duele, pero después me entra toda”, -decía mientras él mismo descendía su cuerpo sobre el ariete-. “Me duele, me duele, esta enorme”, -expresaba, pero no se detenía y descendía el cuerpo haciendo que el culito se tragara toda mi verga-, no se detuvo en ningún momento y pronto estuvo apoyando sus nalgas en mis muslos y comenzó a subir y bajar por la estaca.
Desde afuera nadie podría ver lo que pasaba en el interior del auto y me detuve al costado de ese camino de tierra a la sombra de una cinacina que asomaba desde un campo vecino limitado por una alambrada. Estaba atento a cualquier movimiento humano cercano al auto y lo dejé que se moviera a gusto con mi verga incrustada en su conducto estrecho. “Sí, sí, sí, la tengo en la panza abu, me sigue doliendo, pero me gusta mucho cogerme así, el pito se me va a reventar”, -decía gimiendo y dejando sus quejidos de lado-. El que hacía unos días tenía miedo de ser penetrado se estaba dando una cogida de órdago y afirmado en el volante subía y bajaba con ganas y ritmo por la verga que lo profanaba. De pronto, sus contracciones y temblores me anunciaron que había tenido un orgasmo tremendo y se tiró hacia atrás para apoyar su espalda en mi pecho, yo todavía no estaba para terminar y tomando sus nalgas lo movía para salir y entrar profundo, pero…
A unos cien metros estaba la salida a la ruta y vi aparecer a una camioneta que tomó el camino hacia donde yo me encontraba estacionado, de inmediato se la saqué de su culito sin atender su gritito de dolor por la salida intempestiva de su interior y lo coloqué en el asiento del acompañante diciéndole que se pusiera el shorcito, algo que hizo rápido pues él también había visto la camioneta. Emprendí la marcha despacio y me acomodé el pantalón, era el vehículo de un campo vecino y me hizo señas de luces cuando pasó y siguió su camino, ya no daba para seguir y me arreglé la ropa sin detener nuevamente la marcha. Me dolían los huevos por no haber podido terminar, pero no quise que Luisito me la chupara, el momento había sido de shock y no daba para seguir.
El nene me contaba que le había gustado mucho y, sonriendo, afirmaba que aún le dolía el culito, yo manejaba pensando que cabía la posibilidad de resarcirme con el culo de Débora, la cual me esperaba porque ya le había avisado que iba en camino. Le dije al recién cogido que apenas llegáramos a la casa se fuera a lavar y a cambiar por si tenía manchas de gel en el short, me contestó que así lo haría y cuando llegamos a la casa vi un coche estacionado y a dos señoras que hablaban con Débora en la puerta de la casa, ella se acercó al auto mientras el nene bajaba diciendo que tenía que hacer caca y se metía corriendo a la casa. “Son dos miembros de la ONG que me cayeron de sorpresa”, -se disculpó la madre de Luisito y le dije que no importaba, saludé y me fui a la oficina.
En la oficina de la Administración no había nadie, estaba cerrado porque se trabajaba en horario cortado, entré directamente a mi baño privado a lavarme bien me recosté en el sofá esperando a que vinieran las chicas a darme novedades y pensando en el goce de Luisito al recibir la verga en sus entrañas, me quedé dormido. Luego de transcurrida más o menos una hora, me despertó Mercedes, se sorprendió cuando entró en mi oficina y me vio recostado en el sofá, “¡Ohh, por Dios Roberto!, qué susto me diste, no te esperaba encontrar acá”, -expresó dando un pequeño gritito-. Mi cabeza apoyada en el apoyabrazos quedaba a la altura de sus muslos descubiertos, los mismos que la minifalda no podía tapar.
- Susto o no, vale la pena despertar así de una siesta, esas piernas son espectaculares, -le dije mirándolas sin volver la cara hacia ella-.
- ¿Qué te pasó?, ¿te echaron de tu casa?, -preguntó sonriendo complacida por el halago-.
- No, vine temprano porque tenía que hacer unas cosas y como ustedes no estaban me tiré un rato a descansar, ¿Natalia no vino?
- Se fue para casa, anda en esos días y se pone insoportable, además de dolorida.
- Estamos solos, podríamos aprovechar, jajaja.
- Claro que podríamos, -dijo la morocha tirándose sobre mí para comerme la boca-.
Las ganas le venían desde hacía rato y el momento le vino justo, no había que perder tiempo y me saqué la ropa que fue a parar vaya uno a saber dónde, Mercedes hizo algo similar y además de mostrarse en una desnudez soberbia, se llevó la mano a la boca y abrió grande los ojos cuando vio mi verga erecta. “Estoy segura que me vas a romper, pero esto no me lo pierdo”, -expresó poniéndose de rodillas para acercar su cara al ariete-. No la dejé allí, la levanté y la puse invertida para que el “69” se impusiera y fue un tanto brutal. Tuve que aferrar sus caderas para que no me golpeara la cara con la pelvis, se mostraba como electrizada y peleaba a la vez con la verga que no pasaba de la mitad de su boca. No me importaba buscar de forzarla en la mamada, mi idea era lograr que se desarmara en orgasmos por lo que yo le hacía a su vagina empapada y a su clítoris con mis labios y lengua.
Lo logré, vaya que lo logré, Mercedes gritaba olvidándose de mi ariete y se retorcía con orgasmos seguidos que no podía contener, “ponela, ponela Roberto no me aguanto más”, -pidió exacerbada y no la hice desear. En cuatro afirmada en el respaldo del sofá y arrodillada sobre éste esperó por la penetración. Su culo era una obra de arte, pero no la quería lastimar, ya que, si me dejaba llevar por mis ganas la hubiese ensartado de una y no era cuestión de sadismo, por eso, luego de pasar pincelando el glande por sus dos huecos lo encaré al más lubricado. El grito fue algo natural cuando media verga estuvo abriendo su estrechez y eso que fui despacio, de todos modos, tuvo el tino de morder el respaldo para que no se escuchara demasiado y pidió que no me moviera cuando la tuvo toda adentro.
Luego de un rato de bombeo y cuando había tenido tres orgasmos de esos que te engalanan el ego, rogó para que terminara avisando que se cuidaba, entonces la llené y quedó con la cara apoyada en el respaldo y los brazos colgando por afuera de éste. Yo me encontraba hecho, mis huevos habían descargado y era una tontería de pendejo esforzarme para tratar de hacerle la cola. Salí despacio de su interior y escuché un suspiro de satisfacción.
- Dame un rato si querés seguir, ya vi que tenés un aguante que no encontré en otros, -dijo en voz baja-.
- Sí, está todo muy bien, pero no puedo más, recordá que ya no tengo veinte y lo tuyo es de mucho nivel de exigencia.
- Mentiroso, si hubiera estado Natalia nos hubieras atendido a las dos.
- Tengo que llevarlo con calma, las dos serían dinamita pura, jajaja, eso sí, la próxima no se salva tu culito.
- Ya me está doliendo, pero no te lo negaría ni loca, de todos modos, no te voy a exigir nada, cuando puedas me decís, igual con la “colo”, ninguna de las dos te va a presionar.
Nos lavamos individualmente y le dije que me iría para la Estancia, le avisé que si quería se fuera para la casa, pues no creía que hubiera movimiento, estuvo conforme y me fui después de saludarla con un piquito. Cuando llegué a la Estancia había un Abogado del Estudio Jurídico junto a dos muchachos que cargaban las cosas de mi yerno en una camioneta, mi hija se acercó para mostrarme al papel del acuerdo de divorcio y también me hicieron llegar el que me correspondía a mí, desde allí en más había que esperar la sentencia del Juez que entendía en la causa, eso llevaría más o menos un mes, luego esperamos a que cargaran todo y se fueran.
Ni mi hija ni mi nieto estaban en condiciones de hablar o hacer tertulias, se abrazaron los dos con los ojos llenos de lágrimas y se fueron al interior de la casa, enojos o no de por medio, dolía que las cosas se dieran así. Aún faltaban unas tres o cuatro horas para la cena y yo me subí a la camioneta para irme a recorrer los puestos más alejados. Me venía bien como excusa, también sentía una tremenda opresión en el pecho, no me cabían los arrepentimientos y ni pensar en perdonar, tampoco me hacía la idea de echar o no culpas, fueran de uno o de otro, no dejaba de ser un fracaso, una relación de años echada al sumidero y nadie podría cambiar eso.
El engaño y la mentira dolían, pero creo que lo que dolía más era la destrucción de la confianza y, sin confianza, no hay perdones que valgan ni vueltas a empezar, siempre queda latente el “bichito de la duda” que aparece en cuanto menos uno u otro se lo espera. La tarde se estaba haciendo noche cuando regresé a la casa y Cynthia me abrazó pidiéndome disculpas pues ellos se habían aislado para tratar de digerir sus penas, sin tener en cuenta que yo pasaba por algo similar, le dije que no importaba, que estaba todo bien, así y todo, la cena no fue muy alegre que digamos.
Esa noche dormí sólo sin que nadie se acercara y sin ganas de acercarme a nadie, no era mayor problema y me vino bien, había que comenzar de nuevo o, cuanto más no sea, continuar de la mejor manera y me concienticé con la idea. Después de una semana de ese día definitorio, me di cuenta que no la estaba pasando mal, ya no era un “pendejo” de treinta, pero las neuronas me funcionaban a pleno y mi capacidad de trabajo estaba mejor que nunca, repartirme entre supervisar algunas labores y la oficina de la administración no me demandaba ningún desgaste mental.
Respecto de lo físico, si bien es cierto que implicaba un mayor cuidado, tampoco era problema, corría casi todas las mañanas y hacía algo de pesas en las máquinas que existían en la casa. Con Juancito, mi nieto, salíamos a “aprender a manejar” día por medio, lo hacía contento, sentado sobre mí y ensartado como el mejor, claro que algunas veces parábamos en un bosquecito para poder romperle el culito a gusto, con Luisito era más espaciado, lo mismo que con Débora y algunas que otras veces con Mercedes porque, a pesar de las ganas que la “colo” no disimulaba, aún no había metido a Natalia en el “baile”.
Mis “ex” consuegra y yerno se habían mudado del pueblo y no volvimos a saber de ellos, tampoco importaba tanto, la madre de mis hijas tampoco contaba y yo estaba bien. No me podía quejar, sexo del “legal” y del “ilegal” no me faltaba y con todos esos culitos lo pasaba de lo mejor, pero, sin lugar a dudas, lo excelso lo tenía en casa, Cynthia se brindaba a pleno las dos o tres veces por semana en que nos “matábamos” en la cama. Evidentemente es así, la vida te da y te quita, pero a mí me había quitado poco y me estaba dando todo lo mejor, sólo había que disfrutarlo mientras durara.
FIN.
Ufff
Que pena se haya terminado tan pronto. Creo que te daba para unos capitulos más. Igual felicitaciones.
Muy buena historia…, en todos los sentidos. Pena que no haya muchos escritores como tu. Un saludo.