JUANCITO, MI NIETO – CAPÍTULO 1.
Jamás esperé algo igual, pero a todo lo bueno hay que sacarle buen jugo..
Tengo cincuenta y cinco, no me considero feo, mido casi un metro con ochenta y cinco, hice deportes toda mi vida y conservo un buen físico con buenas “tablas”, espaldas anchas y buena musculatura en brazos y piernas, aunque ahora me estoy tirando un poco a la retranca porque ya no tengo ganas ni de ir al gimnasio, pero hasta hace un año me anotaba y corría en maratones, ganar no gané ninguna, pero entrenaba duro y desde que recuerdo no tengo pelos nada más que en la cabeza y cortos, para mí es un símbolo de comodidad y pulcritud, hice Boxeo y Artes Marciales, pero trato de no demostrar mi potencial, el prototipo de “Macho Alfa” que quiere demostrar su prepotencia lo dejo para los inseguros.
Estoy casado desde hace treinta y tres años con la misma mujer, estaba de novio con ella desde el secundario y una noche el “globito” no aguantó, me solía suceder porque mis 20×5 no ayudaban a que aguantaran mucho, resultado, “bombo” y a casarme, pero no fue dramático. Mis padres eran comerciantes y teníamos buena posición, el “viejo” me ayudó con una ferretería pequeña y, en poco más de veinte años, la hice enorme y con tres sucursales, tuve la suerte de que mi mujer me acompañó en todo, agarré una época buena y fui comprando propiedades, tenemos nueve entre casas y departamentos de buen nivel que alquilamos.
Cuando se avizoraban malos tiempos para la Economía, hace unos ocho años, vendí todos los negocios en una muy buena plata en dólares que tenemos depositados en el exterior, eso no se toca, vivimos más que bien con los alquileres y tratamos de no privarnos de nada. Autos, casa grande, buena ropa, vacaciones cuando queremos y de comer nunca falta, no me considero más que nadie, pero que quienes no tienen por ignorancia o por desidia pretendan tener parte de lo mío porque yo sí tengo, no la va conmigo, no se puede trabajar y sacrificarse para obtener un 100% y llevarse un 40% porque “Don Estado” se lleva un 60% para mantener a vagos y aprovechadores.
Tuvimos dos hijas, pero yo nunca fui muy apegado a la familia, no mamé de esa escuela, faltar a mi casa no faltaba, ni era lo que se dice “un tiro al aire”, siempre estaba, pero, nobleza obliga, para resolver problemas, de la casa y de mis hijas se ocupaba mi mujer y yo trataba de acompañar. Mis hijas se casaron jóvenes y bien, la mayor me dio dos nietos a los que no veo porque ahora viven en Colombia, debido a que mi yerno es vice presidente de una multinacional, la otra vive en el interior de la Provincia de Buenos Aires, en el campo porque está casada con un muchacho Hacendado, tiene campos, cultivos y cría ganado vacuno, ellos tienen un hijo de nombre Juan Ignacio, pero para todos es “Juancito”.
Una tarde que volvía de correr mi esposa me esperó con un refresco y me dijo que quería hablar conmigo, con el tono que usó y medio en pelotas que estaba, vestida sólo con un baby-dolls y una tanga, me imaginé que venía algún pedido detrás, la rubia de un metro con setenta se había descuidado un poco y algunos kilos se le habían amurado, pero hacía volver algunas cabezas al caminar y, sabía desde siempre que a mí me podía “embocar” cuando quisiera. Claro que para eso utilizaba sus “armas” y sutilezas, sabía que imponerme algo era imposible, pero entendió siempre como arrancarme el “si querida”.
- Mi cielo, tenemos que darle una mano grande a nuestra hija Cynthia.
- ¿Qué le pasa, no me digas que está por separarse?
- No, nada que ver, sucede que el marido tiene que ir por diez días a una Feria al Paraguay y no se quiere quedar sola en el campo.
- Esa nunca está sola, ¿no decís que tiene una buena vida social en la ciudad cabecera de ese Partido?
- Sí, pero como no nos íbamos de vacaciones, me pidió que la fuéramos a acompañar, a vos te gusta el campo y de paso aprovechamos para estar también con Juancito que hace un año que no lo vemos.
- Me estás “jugando sucio” porque ya le dijiste que contara con nosotros, pero esto te va a costar una buena mordedura de almohada, -le dije besándola y apretándole las nalgas duras que siempre me podían-.
- Ya me preparé con la pomada, la verga de mi macho no va a tomar desprevenido a mi culito, jajaja.
Al otro día, cerca del mediodía estábamos llegando a la Estancia o Hacienda como le dicen en otros lados dónde vivía mi hija. Nada que ver con que se podía estar mal viviendo en el campo, la casa era enorme, habitaciones con baños privados, gimnasio, pileta climatizada y al aire libre, lugares delimitados o corrales con empalizadas de madera o alambres lisos, camionetas 4×4 para cada uno, Internet, señal de cable y toda la comodidad que el dinero podía otorgar. 500 hectáreas para el ganado y la siembra y sólo dos para la casa y el parque que la rodeaba. Mi yerno no estaba, nos recibieron mi hija que tenía un físico muy parecido al de la madre y su hijo Juancito.
Mi nieto era bastante alto para los ocho casi nueve años que tenía, el cabello era de color castaño claro que al sol parecía rubio y había sacado lo mejor de la madre y el padre que era un gringo grandote. No sé por qué, quizás porque mi esposa había venido jugando con mi verga en el viaje, algo que le gustaba, pero que también hacía para congraciarse porque todos esos mimos tenían que ver con que no me daría mucha bola en el resto del tiempo, le encantaba chismear y salir a pasear con su hija y que yo me arreglara solo. Como sea, estaba caliente y me fijé bien en mi hija y también en mi nieto.
Tenía la altura de la madre, el cabello claro suelto, calzaba zapatillas de marca, una remera blanca que marcaba bien sus tetas y un shorcito de jeans que dejaba ver parte de sus nalgas asomando por debajo, sus espectaculares nalgas, casi un calco de las de mi esposa siempre me habían impactado, no al punto de masturbarme con ellas, pero si para, alguna vez, entrechocar las neuronas incestuosas imaginando alguna “batallita” de cama metiendo mi verga entre esos dos montes. El nene vestía igual y no tuve tiempo de mirarlo mucho porque se trepó a mí y me abrazó obligándome a tomar sus nalgas con mis manos. La familia de mi yerno y la mía no eran muy demostrativas con Juancito y cada vez que me veía a mí, se desquitaba, me llenaba de besos y hacía que me demostrara más cariñoso que de costumbre, “el abuelo chocho” decía mi mujer y era verdad, hasta yo me desconocía, pero el nene tenía una especie de dualidad, si le hubieras puesto una peluca de pelo largo no diferenciarías su sexo, aunque no era afeminado.
En ese momento pensé que, tampoco su culito era normal porque lo movía en mis manos y entrecerraba sus ojos, algo que para el de afuera parecía como normal, pero yo lo sentía como que gozaba con la situación al sentirse acariciado en su colita. Esa mezcla rara de inocencia y de ganas de ser tocado y/o de conocer verga de adulto, según imaginaba mi mente que se abría a lo jamás pensado, me sacaba de quicio. Luego pasó más cuando nos sentamos a conversar antes de almorzar, el nene se había sentado sobre mí y llevó una de mis manos a su muslo, mis dedos se movieron solos y él se dejaba acariciar los muslos y la panza mientras estaba sentado, gemía casi imperceptiblemente y se movía haciendo coincidir mi dureza con la zanja de sus nalgas duritas y redondas.
Después llegó mi yerno, nos saludamos y almorzamos todos juntos con el nene mostrándose un poco más distante, más tarde, a los adultos, nos llevó a recorrer gran parte de la Estancia, algo que hicimos en su camioneta y parte a caballo a pedido de mi esposa, esto nos consumió toda la tarde, nos cansamos bastante y al regresar a la casa cuando pintaba la nochecita, nos tocó cenar temprano y nos contó de lo que acontecía en la Feria a la que concurriría en dos días. Nos mostró una película en la que se veían y contaban todas las actividades que allí se desarrollaban y Juancito se volvió a sentar en mi falda, razón por la cual, al estar sentados por detrás de todos los demás, la televisión se convirtió en algo brumoso, mis sentidos estaban puestos en lo que hacían o si miraban mi hija, mi yerno o mi esposa, lógicamente, también en lo que hacía mi nieto que parecía disfrutar del “pedazo” que más duro no podía estar.
- Si te gusta y querés sentirte mejor, tenés que moverte despacito, -le dije al oído y le apreté una de sus nalgas-.
- Bueno abu, ¿eso duro en mi colita es tu pito?, -me preguntó en el mismo tono, pero estremecido porque mis labios rozaron su oreja-.
- Sí, ¿te gusta que esté en tu colita?
- Me gusta mucho y a mí también se me pone duro el pitito cuando me muevo y me tocás.
- Bueno, seguí mirando la película, -le dije besándole el hombro, esto hizo que apoyara su espalda en mi pecho y me pegara con su cabeza en la pera lo que provocó una queja que no pude contener-.
- ¡Quédate quieto Juancito, no molestes a tu abuelo!, -le dijo la madre como al pasar, agregando que era hora de irse a dormir-.
- No me molesta hija, fue un mal movimiento, dejalo que disfrute de su abuelo.
- Después te quejás de que te duele todo el cuerpo, -acotó mi mujer sin despegar los ojos de la película-.
- Igual es hora de que se vaya a dormir y yo voy a hacer lo mismo, en el campo se madruga y no hay fines de semana o vacaciones, además tengo que arreglar varias cosas antes de viajar, -dijo mi yerno levantándose del sofá-.
Lo dijo dejando claro que era un animal de trabajo, buen tipo, pero, en definitiva, un animal de trabajo que le consentía todo a su mujer. Mi hija menor había sido un “tiro al aire”, desde los quince años, hasta los veinte me trajo mil y un dolor de cabeza cambiando de novio como de bombacha hasta que lo encontró a su hoy marido y hacía diez años que estaban casados, parecían llevarse bien, pero, la de la vida social, salidas al pueblo y reuniones de amigas era ella, él la acompañaba pocas veces, estaba enfrascado en lo que les otorgaba un excelente nivel de vida.
El caso es que el nene se levantó de su asiento, se acomodó el shorcito porque había quedado una nalga casi descubierta, lo hizo sin que lo vieran y se agachó para saludarme con un beso. Me contuve para no saltar porque su mano abierta se apoyó decidida en el bulto de mi verga, “mañana te cuento una cosa”, -me dijo al despedirse y noté un cierto brillo de picardía en su mirada-. No me pude dormir temprano, una porque no estaba acostumbrado, otra porque el culito de mi nieto me daba vueltas en la cabeza, me tenía duro de verga imaginando miles de cosas por hacer con él y el cuerpo dormido de mi mujer a mi lado no me inspiraba en nada.
Me quedó claro que las mañanas de campo no daban para seguir en la cama, los sonidos camperos se te colaban por cualquier resquicio y te estallaban en el oído. Mi mujer ya no estaba a mi lado y me tomé mi tiempo para bañarme y bajar a desayunar. Mi hija estaba con su cabello mojado y vestía una tanga que apenas tapaba sus bien nutridas tetas en la parte de arriba y dejaba vislumbrar sus nalgas paradas por el pareo casi transparente que llevaba puesto. Mi mujer, con una malla enteriza y mi nieto estaban igual de mojados, habían nadado un rato en la pileta para refrescarse y hacían sobremesa en el desayuno, mi yerno ni contarlo, vaya a saber por dónde andaría. “Al fin te levantaste papá, Juancito te estaba esperando para enseñarte los corrales y los gallineros, los galpones y demás, anda loco por hacerte de cicerone, jajaja”, -dijo mi hija-. Lo paré justo al nene que se lanzaba a mis brazos para sentarse encima y si lo hacía me dejaría todo el pantalón mojado, “Juancito, andá a cambiarte, lo vas a mojar todo al abuelo”, -ordenó mi hija y el nene acató, pero me pidió que lo acompañara, “jajaja, no te lo vas a poder sacar de encima, acompañalo y yo te preparo el mate”, -terció mi mujer-.
Tuve que poner cara de circunstancia, pero por dentro saltaba de alegría porque, seguramente, vería su culito desnudo y no me privaría de tocarlo. El nene tenía una habitación con baño privado que más de uno quisiera y apenas entramos en su cuarto se sacó el short mojado y se movió, en realidad movió su culito desnudo para dirigirse a abrir uno de los cajones de su cómoda. Se secó bien con una toalla y antes de ponerse el short seco saltó sobre mí y acomodó su colita sobre el bulto de mi verga. “Ahora puedo saludarte abu”, -me dijo dándome un beso en la mejilla-. Mis manos actuaron por inercia y tocaron la piel de sus nalgas a las que apreté y acaricié, lo que le provocó un suspiro impensado, para mejor la yema de uno de mis dedos se apoyó en su asterisco cerrado y Juancito experimentó un escalofrío.
“Otra vez se te puso duro el pito abu y me gusta cuando me tocás la colita, me da cosquillas ricas en la panza y me corre frio por la espalda”, -me dijo moviéndose, pero ahora con su propio penecito erecto-. “Se pone duro porque me gusta mucho tu colita y me encanta tocártela”, -expresé y ya con ganas de tumbarlo y darle una mamada de culito que lo hiciera delirar. No pude hacerlo, la voz de mi mujer trayéndome al mate hizo que Juancito se separara y se pusiera el short a las apuradas, yo me quedé sentado viendo como se lo acomodaba para que le tapara las nalgas que sobresalían y para que no se notara mi erección al levantarme.
- Un poco antes del mediodía nos vamos con tu hija a comer en el pueblo y luego pasaremos a visitar a mi consuegra, imagino que no vas a querer venir, -sentenció mi mujer-.
- Ya me conocés mujer, prefiero dormir una regia siesta a tener que aguantar a cotorras.
- El yerno anda con la hacienda y los camiones y me dice tu hija que no volverá hasta la noche, te vas a tener que quedar con Juancito.
- Está bien, el nene no me jode, me gusta estar con él y me hace caso.
- Igual se queda una chica por si quieren algo, el almuerzo está preparado, no dejés que se vaya solo a ningún lado.
Ya tenían todo decidido y me dejaban solo con mi nieto, era mi momento, pero tenía que pensar bien lo que iba a hacer, nunca me había pasado algo igual, era la primera vez que tenía la urgencia y la necesidad de “comerme” un culito tan chiquito, estaba seguro que el nene sería receptivo y que le gustaría todo lo que podría llegar a hacerle antes de penetrarlo, todo en él me lo indicaba, aunque no era cuestión de lastimarlo y cavarme una fosa de la que no podría salir. Se fueron como a las once de la mañana en la camioneta 4×4 que tenía mi hija y aproveché a nadar un rato en la pileta mientras Juancito me miraba desde afuera porque me decía que no tenía otro short para cambiarse.
Me extrañó un poco eso, pero no le di mayor importancia, al rato nos llamó la empleada para decirnos que la comida estaba servida y nos fuimos a almorzar, apenas si me sequé con un toallón y me saltó encima para pedirme que lo llevara alzado, lo hice, claro que lo hice, lo dejé que me abrazara y lo mantuve con mis manos en sus nalgas inquietas mordiéndome los labios para evitar que mi bulto se hiciera notar. Comimos en silencio, Juancito estaba pensativo y no quise preguntarle nada, además la chica andaba dando vueltas por la cocina y no daba para meter ningún bocadillo relacionado con su colita o sobre lo que pensaba de su abuelo. Luego de comer me fui a sentar en la computadora para hurgar en mis Redes Sociales y mi nieto se sentó nuevamente en mi falda. “Mi mamá no me deja usar la computadora para que no vea algunas cosas, pero ella la usa siempre”, -me dijo-, eso me dejó pensando y fui al historial.
Mi querida hija veía videos porno sobre padres e hijas y sobre lesbianismo, de inmediato se me alborotaron todos los ratones en la cabeza y me puse a pensar en las escapadas a reuniones de amigas del pueblo que nos contaba y ¿por qué no?, a pensar en que podía latir en ella la posibilidad de tener relaciones con su propio padre. Quizás esas ganas existieron y nunca me percaté de ello, aunque debía reconocer que más de una vez había fantaseado con su culo duro y parado y con sus tetas. Pensando en eso se me volvió a endurecer la verga y Juancito comenzó a moverse, la ocasión se daba para hacerle ver al nene algunos de los videos de las penetraciones, pero la entrada de la chica a preguntar si necesitaba algo me enfrió completamente y dije que no, que me iría a dormir la siesta, pero antes dejé la computadora como la había encontrado y lo bajé a mi nieto de mi falda, claro está no dejé de tocarle las nalgas y de decirle que me gustaban. No habían pasado ni quince minutos de estar acostado con la habitación en penumbras cuando escuché que alguien entraba…
- ¿Abu, a vos también te gusta mi colita como a don Ramón?, -me preguntó decidido apenas entró y se acercó a la cama-.
- Sí, me gusta mucho y más me gustaría si te la veo desnuda, pero, ¿cómo es eso que también le gusta a don Ramón?, -le pregunté intrigado-.
- Porque me lo dijo él, ayer yo estaba escondido viendo como Sultán le metía el pito a la Negra, ellos son mis dos perros ovejeros, yo los veía escondidos porque mi papá me había prohibido ir al galpón, pero yo quería saber lo que hacían, había escuchado que le dijo al Emiliano que fuera a hacer servir a la perra y yo quería saber qué era eso y me escapé para ver.
- Sí, bueno, se entiende, pero que tiene que ver don Ramón con tu colita.
- Bueno, primero vi que Sultán le lamía toda la cola y a la Negra parecía gustarle porque se quedaba quietita, después vi que tenía un pito enorme de color rojo y que se le subía encima buscando el agujerito de la cola de mi perra. Se lo metió todo, primero le dolió y se quejó como llorando, pero al rato estaba contenta mientras que Sultán se movía como loco, hasta que se quedaron quietos y se pusieron mirando uno para cada lado.
- Sí, ya entendí, el perro se estaba cogiendo a la perra y a los dos les gustaba, pero, ¿qué con don Ramón?
- Yo estaba acostado boca abajo mirando desde arriba donde están las bolsas de alimento y con lo que veía mi pitito se había puesto duro, me picaba adentro de la panza y me moví levantando y bajando la colita. Estaba lindo, pero me pegué un susto bárbaro porque la mano de don Ramón se apoyó en mi colita, me quise girar, pero me dijo que siguiera, que tenía una colita hermosa.
- ¿Te sacó toda la ropa para tocarte?
- No, me apretó la cola con las dos manos y después se tiró encima apoyándome su pito duro y grande en mi culito diciendo que lo había hecho calentar porque mi cola era espectacular. Yo tenía un poco de miedo, pero me gustó lo que hacía y decía y hasta lo dejé que me diera besitos en el cuello que me daban frío lindo. Después me hizo que le tocara el pito duro diciendo que jugaríamos un juego en el que él haría de Sultán y yo de la Negra.
- ¿Y, jugaron?, -pregunté con la verga a punto de reventar-.
- Un poquito nomás porque cuando él iba a mostrarme su pito y me bajaba los pantalones mi papá me llamó a los gritos y tuvimos que dejar de jugar, yo me arreglé la ropa, él me pidió que no dijera nada y yo se lo prometí porque me volvió a decir que mi colita era maravillosa y la quería para él. A vos también se te puso el pito duro, ¿lo tenés todo colorado y grande como Sultán?, ¿me lo vas a mostrar?
- Sí, mi pito es grande, pero es de color normal como el tuyo, ya te lo voy a mostrar porque también estoy encantado con tu culito, pero vamos a hacer un trato los dos y no se puede romper.
- Dale, dale, decime cual trato, te prometo que no lo voy a romper.
- Bueno, te creo y yo te puedo enseñar mejores juegos que los de don Ramón, voy a ser más suave que él y mis besos te gustarán más porque te los daré en todo el cuerpo y vos me los vas a devolver, eso sí, cuando don Ramón se acerque para tocarte le decís que no lo haga nunca más porque si no le dirás a tu papá, tampoco podés contarle a él ni a nadie que jugarás sólo conmigo.
- Sí, sí, dale, yo quiero jugar, ¿querés que juguemos ahora?, podemos aprovechar que estamos solos, se fueron todos al pueblo y no volverán hasta más tarde y María, la señora que me cuida se fue para la casa del Miguel que es el novio porque le dije que dormiría la siesta.
Me levanté de la cama de un salto y fui a trabar la puerta desde adentro, no cabían razonamientos, las cachas de las nalgas gorditas de mi nieto que asomaban por debajo de su shorcito de baño me tenían alterado desde el día anterior cuando se había sentado en mi falda y se movía refregándose en mi verga que no se pudo contener y creció haciéndose sentir.
- Está bien, vamos a jugar, pero tenemos que desnudarnos para que sea más divertido, -le dije y riéndose, no tardó en sacarse el shorcito para quedar totalmente desnudo, le pedí entonces que me ayudara con mi bóxer y se puso a la tarea sin despegar mi vista del bulto que se marcaba endurecido. Pará, pará, te gusta verle el bulto del pito al abuelo, -le pregunté de sopetón-.
- Sí abu porque tengo ganas de ver y tocar uno grande como el de ese amigo de mi papá que vino una vez a mi casa y mi mamá se lo metió en la boca, pero después no vi más porque se fueron al cuarto.
- ¿Vino alguna vez más ese señor?, -le pregunté pensando en que mi puta hija no había perdido sus mañas-.
- No, pero a mi mamá le gustó porque le decía que era rico cuando se lo metía en la boca, ¿me vas a dejar verlo y probar si es rico?
- Bueno, terminá de sacarme el bóxer y metelo en tu boca sin rasparme con los dientes.
- ¡Faaa, abu, el tuyo es más grande que el de aquel señor!, no me va a entrar en la boca.
Sólo le entraba el glande y un poco del tronco, pero se esmeraba con eso como si fuera natural, los roces no me importaban, lo único que me interesaba era verlo estirado con el culito parado y cuando me miraba con sus ojos pardos entrecerrados y sostenía mi verga con sus manos dándole chupones como si se tratara de un helado de palito y tragando el líquido pegajoso que de éste emanaba. No sé cómo me aguanté para no llenarle la boca de leche, no lo hice porque no sabía si aguantaría un segundo round y quería tratar de usar su colita. “Lo hiciste muy bien Juancito y veo que te gusta, pero ahora sentate sobre mi pito, quiero darte besos que te van a gustar”. Yo me senté apoyando la espalda en el respaldo y mi nieto se sentó sobre mi pubis haciendo que la verga quedara parada y metida entre sus nalgas, yo apretaba el tronco contra su colita y le daba besitos en la cara, las orejas y el cuello. Juancito gemía, entrecerraba sus ojos y se movía despacio como se lo había pedido el día anterior, lo hacía con placer y se le notaba en la cara.
El precum se deslizaba por el tronco y tenía toda la zanja de su culito lubricada, lo que hacía más fácil los movimientos, su pitito parecía a punto de reventar y le pedí que se lo tocara enseñándole cómo hacerlo y apenas se lo toqué tuvo un estremecimiento generalizado que se me antojó como una especie de orgasmo. Su boca le quedó entreabierta y se la “comí” metiendo mi lengua en su interior, luego le enseñé como tenía que hacer para devolver los besos y no tardo nada en aprender y buscarme él con su propia boca. “Tus besos me gustan mucho abu y la cola me pica, parece que latiera”, -dijo acostando la cabeza para dejarme libre el cuello-. “Bueno, veo que te gusta mucho, entonces vamos a cambiar la posición, levantate un poquito y luego sentate, pero ahora sobre mi verga, se llama así, pene, pito, verga, pedazo, vos decile como quieras”, -le dije y lo ayudé a levantar un poco el cuerpo para que se sentara sobre el pene acamado-.
Fue delicioso, parecía que sus nalgas duras y rellenas apretaban el tronco como si fuera una salchicha entre panes y a él también le gustó más porque, aparte de su penecito, tocaba el glande húmedo que aparecía y desaparecía por los movimientos que él mismo imprimía. “Me da cosquillas en todo el cuerpo y mi culito parece que se abriera y se cerrara”, -me dijo abrazándome-. Yo tenía que sacar mi verga de allí, sus movimientos sensuales e ilógicos para un nene de ocho años me estaban llevando a una acabada sin retorno y lo levanté para ponerlo boca abajo, “ahora vamos a hacer algo que también te va a gustar”, -acoté poniéndome detrás de él y luego de abrir sus nalgas con mis dedos, planté mi boca y mi lengua en su agujerito, “Ayy abu, ayyy abu, eso me gusta mucho, mucho, mi pitito parece que se va a reventar y tengo ganas de hacer pis”, -decía temblando y le dije que lo hiciera mientras mi lengua trataba de horadar su esfínter-.
- Parecía que me iba a hacer pis y no me salió nada, pero fue lindo, abu, ¿me vas a meter tu pito como hacía Sultán con la Negra?, -preguntó dejando de temblar y haciéndome volar todos los pájaros-.
- Si mi amor, tengo muchas ganas, pero te va a doler un poco, podemos probar hasta que aguantes, ¿querés?
- Si abu, metémelo y yo te digo si aguanto que me duela, a la Negra también le dolió al principio y después le gustó.
- ¿Tenés muchas ganas de ser mi putito y que el abuelo te coja tu colita hermosa?
- Sí abu, yo quiero que me cojas como le dice mi papá a mi mamá, “te voy a coger hasta que me pidas basta” y a mi mamá le gusta porque se ríe.
- Bueno, pero primero hay que agrandar tu agujerito con los dedos, esperá un poquito…
Lo dejé tendido sobre la cama con el culito parado y me puse a buscar en el bolso de medicamentos de mi mujer, siempre solía llevar un potecito de crema dilatadora y adormecedora para ponerse en el culo porque era seca de vientre y bueno, para cuando yo le hacía la cola cada muerte de Obispo, aunque hacía poco que lo había usado. Cuando encontré el pomito de la crema fue como si se me iluminara el Cielo, regresé a la cama con una sonrisa triunfante y luego de besarle las nalgas a mi nieto lo acomodé poniéndole un par de almohadas bajo su vientre, el resultado fue espectacular. Le pedí que se abriera las nalgas con las manos y no me aguanté, pasé mi glande por su asterisco cerrado y le volví a generar escalofríos, pero traté de aislarme mentalmente y proceder con la crema, de otra manera era imposible que mi verga entrara allí, la desproporción era descomunal, aunque yo sabía que, “con paciencia y saliva (en este caso lubricante), el elefante se cogió a la hormiga”.
Convencido de no apurarme, la yema de mi dedo desparramó la crema que le había puesto y Juancito comenzó a reír diciendo que tenía cosquillas, mejor que lo tomara así, porque en un rato daría un corto paseo por el Infierno. La crema no lo haría dilatar enseguida, pero lo adormecedor actuaba rápido, así y todo, se quejó cuando medio dedo ingresó en su culito, “¿ya me metiste la verga?”, -preguntó corriendo la cara que apoyaba en las sábanas-, le expliqué que primero serían mis dedos porque mi verga era más gruesa y no quería que le doliera. Después de eso me dejó hacer a gusto y ya no parecía sentir dolor, puse más crema y le enterré todo el dedo, lo hacía girar en redondo y lo escuchaba gemir mientras movía sus nalgas buscando más penetración. Era una delicia verlo gozar con el dedo en sus tripas y probé con otro entrando hasta donde más podía, ya no había quejidos, todos eran gemidos y movimientos de caderas y de nalgas, siempre pidiendo más.
Se quejó un poco cuando entró un tercer dedo y le pedí que aguantara porque lo cogería como a la Negra, “bueno abu, igual me gusta cuando me metes y sacás los dedos, ya tuve dos veces ganas de hacer pis”, -acotó-. El culo bastante dilatado y ese tono de voz en que se aguantaba y se entregaba, me decidió a intentar con mi verga llena de lubricante. “Despacito abu, ya me di cuenta que es tu verga porque me duele, despacito, porfa, me duele mucho”. Claro que le debía estar doliendo, mi glande y mi tronco, a pesar de la lubricación, parecían aprisionados por su conducto, pero más tranquilo no podía entrar, su interior se abría al paso de mi verga endurecida. “Ayyy, sacala, sacala, me duele mucho abu, no la aguanto, me hago caca y voy a llorar”, -me dijo a punto de quebrarse y me quedé quieto-, igual se seguía quejando diciendo que le dolía y yo no quería que sufriera, aunque comenzó a mandar la cabeza sin neuronas y le enterré la cuarta parte que faltaba.
Juancito no se pudo escapar, el peso de mi cuerpo se lo impedía, tampoco podía mover las nalgas, el dolor lo superaba y se largó a llorar con ganas. “Ya va a pasar, me quedo quieto hasta que te acostumbres, sos un putito maravilloso y tu colita es deliciosa”, -le decía acariciándolo-. Ni yo lo podía creer, tenía el cuerpito de mi nieto tapado por el mío y mi verga estaba incrustada dentro de su culito gordito, relleno, duro y parado, eso me superaba, pero intenté no desmadejarme porque mis ganas de entrar y salir de su conducto desvirgado primaban.
- No me puedo mover abu, mi colita está llena de tu pito duro, parece que latiera y me duele, aunque me gusta y me hace dar cosquillas en la panza”, ¿ya está, ya me la metiste como Sultán?, ¿qué tengo que hacer ahora abuelo?, -preguntaba olvidándose del dolor-.
- Nada, tu colita se tiene que acostumbrar y adaptar a mi verga y cuando te sientas mejor podés moverte, te va a gustar mucho más que ahora y entonces comenzaré a coger, -le dije y casi de inmediato comenzó a empujar tratando de mover sus caderas.
- Ya no me duele abu, metela toda como hacía Sultán, -pidió moviéndose más, era tiempo de entrar y salir-.
Su conducto parecía una morsa que apretaba mi tronco, pero el lubricante funcionaba bien y el culito de Juancito estaba adormecido. La saqué casi toda y la volví a meter tratando de no ser rudo, sus quejidos se repitieron, pero ya casi no se oían y él colaboraba moviéndose. Se me caían las babas al ver que mi verga desaparecía en su interior y luego de cinco o seis veces de entrar y salir, mi nieto se aflojó completamente y tembló diciendo que se hacía pis. Ya no aguanté y soldando mi pelvis a sus nalgas, le llené las tripas de leche…
- Ahh, está calentito, ¿te hiciste pis en mi colita?, no importa abu, a mí me gusta y te dejo, yo también me hice pis muchas veces, -expresó al sentir la tibieza de mi leche en su interior-.
- No mi vida, eso es la leche de hombre, en otro momento te la vas a tener que tomar, pero ahora me hiciste muy feliz y te la quise dejar en tu colita”, -acoté apretando su cuerpito traspirado-.
- ¿A mí no me sale la leche de hombre?
- Todavía no, pero tomando la mía por la boca y la colita te va a salir más rápido, por ahora sólo te dan ganas de hacer pis.
- Entonces me tenés que dar mucha porque yo quiero que me salga un montón.
- Toda la que quieras mi amor, sólo hay que buscar los momentos en que nadie nos vea y recordá que no tenés que decirle nada a nadie y tampoco dejar que nadie te toque la cola, ahora es solamente mía.
- Bueno abu, te lo prometo, es sólo tuya para que me metas la verga como a la Negra.
- Vamos a bañarnos, yo te llevo porque debo tener toda la verga sucia de caca y vos vas a querer ir al baño.
Lo levanté y lo llevé ensartado al baño que tenía la habitación que nos habían dado, Juancito se reía porque decía que sentía que mi verga se movía dentro de él y yo me daba cuenta que no se había bajado del todo. Eso hizo que se la sacara muy despacio al llegar al inodoro, él se sentó enseguida para expulsar todo lo que tenía dentro y me puso bien notar que no había manchas de sangre, era importante no haberlo lastimado. Me lavé rápido con jabón en el lavatorio y me giré para ponerle la verga semi flácida cerca de la boca porque, aunque no estaba parada del todo, yo me sentía muy caliente y estaba seguro que aún me quedaba semen en los huevos. “¿Te animás a chuparla y sacarle la leche que me quedó?”, -le pregunté poniéndole el glande en los labios gordezuelos-.
Me puso a full enseguida cuando se metió media verga en la boca diciendo que le gustaba chupármela, lo hizo bien y esmerándose, yo me sorprendí porque, sin forzarle la garganta, le cogí la boca y pronto estuve a punto para llenársela. Mis manos en su cabeza no permitieron que se retirara y le dejé el resto que se tragó sin problemas, “parece la leche cuando sale de la teta de la vaca, pero la tuya tiene olor al cloro de la pileta, no es fea, ¿me vas a dar más?”, -expresó y juro que quería seguir y cogerlo de nuevo, pero mi “aparato” ya no quería más. Aún me quedaba fuerza para levantarlo y ponerlo debajo de la ducha, lo bañé, lo toqué por todos lados y practicamos más con los besos que parecían calentarlo en demasía porque se le escapaban suspiros y gemidos al chupar mi lengua y dejar que le chupara la suya. Yo estaba en el séptimo cielo, había hecho algo no esperado, pero el resultado había sido genial, para mejor a mi nieto, convertido definitivamente en mi putito, le encantaba y, ya que estaba con la mente incestuosa abierta, quería ir por más y le pregunté mientras lo secaba.
- Juancito, ¿vos conocés al señor al que tu mamá le chupaba el pito?
- Sí, se llama Ramiro, es más viejo que mi papá y me acuerdo de él porque una vez vino a comprar un caballo y hablaron los tres a mi lado cuando yo hacía los deberes del colegio.
- ¿Cómo fue que la vista a tu mamá y a él?
- Porque yo estaba jugando en la escalera con mis juguetes y me escondí cuando mi mamá lo hizo pasar y le dio un beso como los que me distes vos y después lo hizo sentar en el sofá y le sacó el pito para chupárselo, pero cuando se fueron al cuarto yo no vi más.
- Nunca le quisiste contar a tu papá.
- No, pero escuché que cuando regresó mi papá ella le dijo que había venido a traerle un papel del caballo, mi mamá le debe de haber contado a mi papá, además, si le contaba me iban a retar por espiar.
- ¿No viste que viniera más?
- Sí, una vez, pero mi mamá lo echo, parecía que estaba enojada.
- ¿Cuándo fue eso?
- El día que terminaron las clases porque recién habíamos regresado del acto de la escuela cuando vino.
Eso hacía como unos diez días y me hice toda la película, incluso la de nuestra presencia en la casa en lo que durara el viaje de mi yerno. Seguramente ya no querría saber más nada con el tipo y éste aprovecharía a aparecerse en el tiempo en que mi yerno estuviera de viaje. También pensé que no había sido nada “de ocasión”, el hecho de hacerlo venir a la casa, recibirlo de beso y mamada y meterlo en su habitación implicaba un conocimiento anterior, la muy puta nos estaba utilizando, por lo menos a mí porque no sabía si mi mujer estaba enterada y esperaba que así no fuera porque ardería Troya.
Mi hija no tenía estudios como para poder desenvolverse sola y no iba a dejar de lado la posición privilegiada que tenía con el marido, yo estaba seguro que el “gringo” no toleraría los “cuernos” y tenía muchos recursos para que a mi hija se le acabara el buen vivir, sin dinero ni tarjetas, sin auto, sin ropa buena y sin conocidos que son los primeros en darse vuelta y/o posiblemente sin la tenencia del hijo porque, a todas luces, era un mal ejemplo, se le haría demasiado difícil la vida y yo sería intransigente con las posibles ayudas, nunca había contemplado sus quilombos de parejas y no lo haría ahora, pero, mi mente me hacía saber que su hermoso culo no estaba tan lejano. Controlé que el culito de Juancito estuviera bien, nos vestimos los dos, yo de jeans y remera y él igual, aunque de shorcitos y le dije que podríamos dormir un rato la siesta, me contestó que sí porque se sentía cansado, destrabé la puerta y nos quedamos dormidos, el nene decía que estaba cansado, yo estaba “fusilado” y nos despertamos cuando nos llamó mi mujer…
- Parece que se durmieron todo, -me dijo cuando abrí los ojos-.
- Sí, el viaje, la cabalgata y mi nieto contándome cosas del colegio, me pasaron de rosca, -dije notando que estaba oscuro-. ¿Cómo la pasaron?
- Bien, almorzamos en un lindo lugar y luego fuimos a lo de la consuegra, ya sabés como es, parece la dueña del pueblo, pero había que ir.
- ¿Qué está tu hija?, ¿se está portando bien?
- Creo que sí, las pavadas de adolescente ya se dejaron de lado, ahora es madre y toda una señora hacendada seria, jajaja.
- Está bien, si vos lo decís, yo soy medio desconfiado con algunas mañas que se tienen, mucho más al saber que mi yerno trabaja como loco y no le dedica tanto tiempo.
- No seas así, no podés ser tan desconfiado, vos también trabajabas como loco y yo nunca te falté.
- Si vos lo decís…, aunque “moscardones” no faltaron, pero tus hijas no son iguales.
- Sos de lo que no hay, igual yo ya me hubiese enterado y no me gustaría que hiciera ninguna pavada, mejor levantate que voy a preparar la cena.
Evidentemente no parecía saber nada de nada, eso me dejaba el camino libre para tratar de lograr ese culo deseado. Juancito se despertó de su sueño profundo y lo cargué para llevarlo al baño, estando allí tuve que contenerme porque el putito quería más leche y se dedicó a acariciarme el bulto por lo que me costó explicarle que no se podría a cada rato, “está bien abu, pero cuando puedas me tenés que meter tu “coso” en mi colita de nuevo y quiero tomarme la lechita”, -me dijo con su mejor cara de diablillo endemoniado-.
Mientras esperaba que sirvieran la cena y durante ésta la miré bien a mi hija, estaba mucho mejor que la madre a su edad, si bien sus nalgas eran similares, las de mi hija parecían más duras y mejor armadas, claro que eso era posible por la cantidad de horas de gimnasio que Cynthia tenía encima, además, ese shorcito de jeans eran más erotizante a la vista y yo la hacía más suelta y decidida a la hora del sexo. Algo similar pasaba con sus tetas, firmes, duras, de pezones imposibles de disimular y su boca de labios rellenos que imaginaba rodeando el tronco de mi verga erecta.
Para el momento del café y haciendo un rato de sobremesa, todos mis gestos denunciaban lo contrario de lo que pensaba, mis conocimientos del Póker, algo en lo que me desenvolvía muy bien, me ayudaban a no demostrar exteriormente mis ganas de partirla en cuatro, pero no podía hacer lo mismo con mi entrepierna, para mejor, mi nieto ocupó su lugar de privilegio y se sentó en mi falda apoyando sus antebrazos en la mesa. Su culito tenía ganas de verga y lo demostraba moviéndose sutilmente, acomodando mi erección en medio de sus nalgas como si éstas trataran de tragarla. En un momento dado escuché que me pedía de llevarlo a dar una vuelta a caballo…
- ¿Ahora querés salir a dar una vuelta?, -pregunté sorprendido-.
- Jajaja, no papá, te está diciendo que lo lleves mañana a dar una vuelta, le encanta andar a caballo y nadie lo lleva ya que el padre no lo deja ir solo, -dijo mi hija-.
- Yo no tengo problemas, pero nos vamos a cocinar con el sol.
- Si salen a las nueve, llegan al bosquecito que rodea el arroyo a eso de las diez y el sol no estará tan fuerte, es un lugar hermoso y solitario con un remanso tranquilo que forma una pileta natural donde refrescarse. Yo les preparo unas viandas y pueden distraerse un rato allí, a Juancito le encantara compartirlo contigo.
- Sí abu, porfi, podemos nadar, tomar sol y cazar con el rifle, si querés dormir la siesta yo no te molesto para nada, -pidió el muy putito y yo estaba seguro que imaginaba lo que haríamos allí-.
- Yo no tengo problemas, ¿ustedes vendrán con nosotros?
- Lo haría de buena gana, pero estamos invitadas a almorzar con mi suegra y luego quiere que la acompañemos a comprar ropa, como te darás cuenta, no puedo zafar de eso.
- Sí, no, claro, si es por imaginar, yo tengo una imaginación tremenda, como cuando imaginaba que estarías toda la noche en casa de tus amigas.
- No empecemos papá, no echemos a perder estos días, -pidió mi hija y mi mujer me fulminó con la mirada-
- Está bien, yo me encargo de Juancito y ustedes dos de sus… compras.
- Bueno hijo, ya está bien, es hora de ir a dormir, dejalo tranquilo al abuelo.
- Mami, quiero que el abu me cuente un cuento o me lea uno antes de dormirme.
- A mí no me pidas nada, hablalo con tu abuelo.
- Me parece que esto va a ser así todas las noches, andá a traer algún cuento que no sea demasiado largo y yo te lo leo, es lo único que puedo hacer, acá la que sabe de contar cuentos es tu madre, -mi hija se mordió para no contestarme, mi mujer volvió a mirarme mal y yo estaba a mis anchas recordándole que había mentiras anteriores que no le perdonaba-.
- A mí no me miren, yo me tomo la pastilla para dormir y no estoy para nadie, todavía no me acostumbro a los sonidos del campo en la noche y no quiero desvelarme, -dijo mi mujer y me pareció bien, dormía como un tronco con esas pastillas, tal que hubo veces que no recordaba ni cuando le metía mi verga en la boca-.
Juancito se fue a buscar un libro y me sirvió para acomodar mi verga a fin de que no se notara la erección que me había provocado, ya buscaría la oportunidad y me ocuparía del culo de mi hija, pero, en ese momento sólo se me cruzó pensar en las nalgas viciosas de mi nieto y en el tubo de crema que mi hija nos había dado el día anterior debido a las posibles rozaduras por la cabalgata que habíamos hecho con mi yerno, ni lo habíamos abierto y ya sabía cómo sería utilizado mientras “leía un cuento”. Mi nieto se subió a mis hombros con un libro en la mano y me encaminé a su habitación, pero lo bajé antes y lo mandé solo antes de entrar en la mía para retirar el pote de crema. Entré luego en el cuarto de mi nieto, trabé la puerta y vi que me esperaba sentado en la cama, desnudo de la cintura para arriba y tapado por la sábana desde la cintura hacia abajo.
“Me puse una mallita que me compró mi mamá en Brasil, ¿te gusta?”, -preguntó destapándose y mostrándome una pequeña sunga de color negro mientras yo me sentaba a su lado-. “Parate en la cama y mostrame la colita”, -le pedí-, lo hizo saltando y riendo para estirarse luego y acercar su cara a mi entrepierna, “¿vas a mostrarme tu verga dura”, -pidió tratando de bajarme la bermuda-. Lo ayudé levantando mis caderas y me saqué el resto de la prenda pisándola, a la par que le apretaba las nalgas duras que parecían independientes del resto de su cuerpo. Me embadurné rápido los dedos con la crema y llevé el medio al asterisco intentando entrar al mismo tiempo en que él pasaba la lengua por el glande lamiendo el líquido que fluía. Al meterse el glande y un poco del tronco dentro de la boca, metí un dedo profundamente en su ano lo que le provocó un quejido al que él mismo no le dio mucha bola y pronto intenté con dos, ya no había tanta resistencia y mi mano libre se apoyó en su cabeza, “tragala todo lo que puedas, si toses y te atoras la sacás e intentás de nuevo”, -le dije mientras metía y sacaba dos dedos de su interior.
Juancito gemía y gozaba con lo que hacía y lo que sentía, también tosió y le dieron arcadas, pero no cejó en su intento, yo tampoco y puse más crema y otro dedo dentro de sus tripas. Estaba recaliente y no esperé para “hacerle la cola”, hundí mi verga lo más que pude en su boca y se la llené de leche que tragó venciendo los ahogos, “es rica abu, me gusta”, -dijo y luego de dos lamidas más no quise perder tiempo, entonces, antes de que se desinflara, se la saqué de la boca, le puse crema al glande y lo apoyé sobre el borde de la cama con los pies colgando. Tardé décima en apoyar el glande y empujar, más, como no había crema adormecedora, acusó un poco más la penetración y a mí se me puso más dura. Sus ganas pudieron más y mordió la almohada para no gritar mientras yo me metía en su interior sin hacer escalas, se quejó emitiendo gruñidos, pero no trató de sacarme de allí y como comencé a cogerlo sin esperas, esos quejidos pronto se convirtieron en gemidos y en tratar de acoplar sus movimientos a mi cogida profunda y sistemática.
“Así abu, así, yo soy la Negra y vos sos Sultán”, -me dijo moviendo el culo ante las embestidas-. “Eso mi cielo, vos sos mi perrita, mi putita y putito a la vez y me encanta meter mi verga en tu colita”, -le contesté casi babeando al ver como entraba y salía de ese culito espectacular-. Volvió a quejarse cuando empujé varias veces más profundo y cuando dijo que le venían las cosquillas y se estaba haciendo pis, lo llené desde lo más profundo. Sabía que no podría mantener mi verga erecta, pero como quería seguir, la saqué de su culo escuchando el “plop” que hizo que se quejara y lo puse boca arriba. Quedó de “patitas al hombro” y lo volví a penetrar, pero viendo que acusaba el ingreso y los ojos se le llenaban de lágrimas apoyé mi cuerpo sobre el suyo y le comí la boca metiendo mi lengua y bombeando como desesperado. No me importó el gusto a semen que tenía en la boca, él me devolvió los besos como había aprendido, pero, en un momento pudo hablar y me dijo con voz lastimera:
“Me gusta, pero me duele mucho abu, me llega hasta adentro de la panza”. Comprendí que me estaba sobrepasando y aflojé para comenzar a retirarme despacio, no daba para más, ya me había secado y todo lo que siguiera sería para molestias que quería evitar. Lo dejé sobre la cama y me fui a lavar notando que, además de ciertas “impurezas” tenía un par de líneas de sangre, pero luego lo revisé y no pasaba de allí. “Me metiste el pito de otra manera abu y también me gustó, pero ahora entraste más adentro”, -me dijo sonriendo cuando volví junto a él-. “Hay muchas otras maneras y ya las iremos practicando”, -le dije dándole un piquito que él se ocupó de convertir en un beso de lengua-. “Mañana ponete una tanga de tu mamá y te voy a ir cogiendo arriba del caballo, ¿querés?”, casi grita cuando me contestó que lo haría y después lo limpié, lo vestí y lo puse a dormir dejando el libro al lado de la almohada.
Las mujeres no estaban, ya se habían retirado, pero, como no tenía sueño, me serví una copa y me fui para el lado de la pileta, nadé un par de largos y salí sintiéndome como nuevo, la temperatura de la noche ayudaba y mientras me estaba secando vi que mi hija se acercaba vestida con una tanga infartante, se paró delante de mí dispuesta a decir algo y esperé…
- ¿Se puede saber qué es lo que te pasa conmigo?, ¿por qué me tratás mal?
- Yo no te trato mal, sólo digo lo que pienso y eso es porque no me generás confianza y, aunque creo que tenés un hermoso cuerpo que me haría olvidar que sos mi hija, pienso que tenés un buen matrimonio y un buen pasar como para que lo eches todo a perder.
- Ves como sos, sos un sucio, yo sé que siempre me tuviste ganas como mujer.
- Es verdad y no pierdo las esperanzas, jajaja.
- Escuchá lo que estás diciendo, ¿cómo pensás que haría algo así con el marido que tengo y la vida que me da?
- Las posibilidades siempre están latentes, decime algo, ¿es muy celoso tu marido?
- Sí, es capaz de cualquier locura, pero ¿qué tiene que ver con tu destrato y con lo que me estás dando a entender?
- Todo tiene que ver con todo, imagino que al ser tan celoso y que te dejaría en la vía, nunca se te ocurriría meterle los cuernos con tu propio padre.
- ¡Por supuesto!, ¿no sé cómo se te pasan esas cosas por la cabeza?, debés estar mal de la cabeza, -dijo con enojo-.
- Puede ser, pero la hipocresía no va conmigo porque decís una cosa de la boca para afuera y eso no te impide meter a ese tal Ramiro en tu casa, darle una mamada en el comedor y meterlo a tu habitación mientras tu marido no está, lo que me da a pensar que ya lo conocías de antes.
- Pero, pero, ¿cómo sabés eso?
- Eso no importa, lo que importa es lo que puede decir tu marido si se entera, también me importa que nos uses a tu madre y a mí para que te cubramos las espaldas mientras tu marido está de viaje, ¿qué le pasa, quiere seguir cogiéndote a como dé lugar?, ahh, otra cosa más, espero que tu madre no esté enterada de tu amorío porque voy a tener problemas con ella por ocultármelo.
- No, no papá, mamá me mata si supiera algo, yo puedo explicarte lo que pasó…
- A mí no tenés que explicarme nada, yo soy zorro viejo y no me “como” ninguna excusa, ningún hombre se acuesta con una mujer si ella no se lo permite, lo demás es todo hipocresía. Te dije que no te tenía confianza y te expliqué el por qué, también te di a entender cuál era mi deseo, ahora todo depende de vos, yo soy un tipo práctico y nada de lo que te pueda suceder me afecta, ya me curaste de espanto desde que eras chica con tus “libertades”.
- No, no papá, no podés ser así…, -dijo sentándose, totalmente pálida y llevándose las manos a la cara-.
- ¿Vos crees que no?, probame entonces, los padres están para ayudar a los hijos, pero no para taparles sus cagadas y malas decisiones de adultos, ahora bien, en caso de que lo hagan, les toca a los hijos pagar por sus errores o devolver los favores, vos sabrás. Mejor me voy a dormir, mañana tengo que ocuparme de llevarlo a tu hijo a andar a caballo.
Di media vuelta y me fui dejándola sentada, llorisqueando y metida en sus pensamientos, sabía que tenía que poner distancias rápido porque en el supuesto de que hubiera accedido a lo que yo pretendía, aunque estaba muy bien y hacía calentar a los muertos, yo no hubiese podido rendir, Juancito con su boca y su culito me habían secado y no estaba en condiciones de rendirle a nadie. De todos modos, me sentía bien, había dado el puntapié inicial y no se me ocurría perder ese partido.
GUILLEOS1 – Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.
Excelente tenerte de vuelta.
El cariño del abuelo con Juancito es novedad y super morboso
muy buen relato
cuando entregas la segunda parte ?
¡BRAVO! Una de las mejores historias que he leído, impecable la redacción, el argumento engancha, casi que puedo oler el aroma de la hacienda, el cloro de la piscina…
Que excitante relato!!! abuelo y nieto, pareja ideal!!!