JUANCITO, MI NIETO – CAPÍTULO 2.
Es todo cada vez más erotizante. El camino hacia mi hija queda libre, sólo debo aprovecharlo y algunos que se creen “vivos” sufren serias consecuencias..
Esa noche dormí muy bien y desperté temprano, mugidos, relinchos, cacareos, quiquiriquíes y el piar de distintas aves cantoras implicaba que, seguir durmiendo no fuera muy fácil para un citadino, sin dudas que eran sonidos maravillosos, pero los primeros dos o tres días eran torturantes. Me fui para la cocina y allí me encontré a las dos mujeres y a Juancito que se levantó a saludarme con un beso y un abrazo, mi mujer me tenía el mate preparado y me senté a comer unas tostadas, Cynthia esbozó un hola paupérrimo, pero, si estaba enojada era un problema de ella, yo no tenía nada que perder. En un momento mi mujer fue a buscarme un bronceador y mi hija se acercó…
- Papá, ¿podemos hablar?
- No, no podemos, creo que después de anoche está todo dicho y ya te lo dejé claro, vos tenés la última palabra, aunque no sean precisamente palabras, jajaja.
- Pero, no seas cínico, no me podés pedir algo así…
- Pensalo bien, en una de esas se hace realidad una de tus fantasías y no tendrás que ver videos pornos de amor filial a escondidas.
- ¿Estuviste revisando la computadora?
- Fue casualidad y no me resistí, de paso, te viene bien para borrar todo ese material pues queda a mano de cualquiera, -le dije mientras su cara cambiaba de color pasando de la palidez al rubor-.
- Vení Juancito, la abuela te va a poner bronceador en la cara, los brazos y las piernas, expresó mi mujer apareciendo y cortó la conversación-.
- Dejalo así, ya nos vamos y ahora no hay mucho sol, yo le pongo cuando estemos en el arroyo, ¿dónde hay que ir a buscar al caballo?
- Mi marido te lo dejó al costado de la casa antes de irse al aeropuerto, -acotó mi hija-.
Pusimos la comida con unas latas de gaseosas en una mochila que llevaría yo a mis espaldas y subí al nene al caballo, muy manso, por cierto, para luego montar y sentarme detrás de él, mi mujer nos deseó que nos divirtiéramos y yo le contesté: “Ustedes también, mandale saludos a la consuegra y pórtense bien, sabés que a ella no le gusta nada que se porten mal en la familia”. Mi hija Cynthia estaba muda y ya no les di más bola, me dediqué a tomar las riendas y partir despacio mientras lo apretaba a Juancito contra mi pecho. Ya me habían dicho que no me hiciera problemas por la gente que trabajaba en la Estancia, todos ellos estaban ocupados en una parcela de cincuenta hectáreas ubicada en el lado contrario al que nosotros íbamos y luego de recorrer unos doscientos metros mi nieto me indicó para dónde teníamos que ir y luego acomodó su culito tratando de hacer contacto con mi bulto, el caballo iba tranquilo y me acomodé sobre el enorme recado sentándome bien atrás para que tuviera más lugar, pero antes le apreté los pezoncitos y besé su cuello diciendo…
- ¿Tenés muchas ganas de llegar para que te dé una buena cogida?
- Sí, tengo muchas ganas, pero vos me dijiste que me la meterías arriba del caballo y yo me puse la tanga que me pediste, ¿querés ver cómo me queda?, -preguntó e hizo que mi verga reaccionara como si le hubieran inyectado aire comprimido-.
- Claro que quiero verla, pero va a ser difícil que te la pueda meter estando arriba del caballo.
- Podemos probar, este caballo es manso y yo me puedo estirar para quedar casi arriba del cogote, así, ¿ves?, -dijo tirando el cuerpo hacia adelante y dejó las nalgas paradas y aún cubiertas a mi disposición-.
Intentarlo sería una experiencia nueva y, como la senda en que nos movíamos daba una vuelta, ya habíamos perdido de vista la casa y nos rodeaba el campo y algunos árboles de cinacina de baja altura, nos detuvimos al lado de uno de esos árboles de baja altura y me saqué la bermuda, mi nieto se sacó el shorcito y no quise que se sacara la tanga de la madre, la tirita se le perdía entre las nalgas y me pareció más excitante. Lo abracé para comerle la boca y gimió pidiendo que se la metiera, “todavía no mi cielo, dijimos que lo haríamos arriba del caballo”, -le contesté aguantándome porque me moría de ganas de cogerlo en cualquier posición-.
Antes de subir al caballo le embadurné el culito con suficiente crema, guardé la ropa en la mochila y nos subimos al caballo, pero desnudos desde la cintura hacia abajo, él en parte, aunque igual no tapaba nada. No bien emprendimos nuevamente la marcha le corrí la tirita de la tanga que hacía ver sus nalgas más tentadoras y cuando se tiró hacia adelante, apoyé mi glande en su asterisco. ¡Agggg, no pensé que fuese tan delicioso! Mi nieto se quejaba, pero a mí no me importaba mucho, era inexplicable el placer cuando vi que el glande entraba despacio y todo el tronco se perdía en su hueco a medida que el caballo caminaba.
- Me duele abu, tu pito parece más grande, -decía, pero no dejaba de mover sus caderas y yo entendí que era por la posición incómoda-.
- No importa aguantá un poquito, tu culito se ve fantástico cuando se come toda mi verga, -le decía arrimándolo más a mí para entrar lo más que podía-.
El caballo apuró un poco el tranco y las entradas y salidas se intensificaron, sus músculos y su conducto estrecho apretaban todo mi miembro, Juancito se quejaba por la cogida y por la fricción en su interior, pero seguía con sus movimientos y alternaba todo con gemidos y exigiendo casi con gritos que se la metiera más. Estuve un rato largo disfrutando de las penetraciones y de sus nalgas blancas que se comían mi verga desafiando las Leyes de la lógica que te decían que ese hueco no podría albergar semejante tronco, como fuere, no tenía ganas de acabar y Juancito también disfrutaba de esto. Finalmente llegamos al bosquecito y al arroyo.
El lugar era verdaderamente espectacular, parecía aislarte del mundo y comencé a sacar mi verga de su agujerito, las nalgas blancas, la tirita roja al costado y el hueco abierto que parecía llamarme, te erotizaba hasta las uñas. Bajé del caballo notando que no tenía vestigios “raros” en la verga y le pregunté a Juancito si se había lavado la colita por dentro, “sí abu, usé una perita de goma con que mi mamá me pone agua para hacer caca cuando estoy duro, lo hice como tres veces hasta que ya no salió nada de agua sucia”, -me contestó contento porque le dije que había hecho muy bien. Saqué los dos toallones grandes y nos acomodamos debajo de unos árboles que daban buena sombra, el agua nos quedaba cerca y luego le saqué el recado y el freno al caballo, lo dejé sólo con el cabestro y lo até para que pudiera pastar luego de que tomara agua.
Juancito me ayudaba moviendo sus nalgas que parecían más excitantes con la tirita de la tanga perdida entre ellas y me miraba con ganas de seguir, pero ese día sería distinto, seguramente quedaría seco, pero la “pastillita azul” que creí necesario llevar me ayudaría a dejarle el culito echando humo. “Todavía no me diste lechita abu, ¿no me vas a coger más?”, -preguntó haciendo pucheros, le contesté bajándome la bermuda y le dije que si quería leche tenía que tragarla toda, al muy putito se le iluminaron los ojos cuando se tragó de una media verga morcillona y comenzó a mamar y esmerarse en el oral. Me daría otro gusto con mi nieto que no había podido lograr con mujeres mayores, tomé su cabeza a medida que mi verga crecía y le cogí la boca, pero esta vez haría que su nariz se estrellara en mi pubis. Tosió, se le cayeron las lágrimas y algo vomitó, pero su intento no decayó y, forzándolo, logré que su nariz se aplastara en mi pelvis depilada.
Cinco o seis veces lo hice empujando su cabeza, hasta que dejé mis manos de lado y Juancito lo hizo solo como por inercia. Resultó desquiciante notar como movía la lengua por el tronco mientras lo tenía casi ahogado, mi verga comenzó a palpitar y le llené la panza de leche porque pasó de largo por su garganta dilatada, luego dejé que la limpiara y terminé besándolo y agradeciéndole que lo hubiera hecho tan feliz al abuelo. “mi cielo, mi hermoso/a putito/putita, hiciste muy feliz al abuelo, así es como se debe dar una buena mamada”, -le dije y me respondió con un beso lleno de pasión y saliva-. El calor era agobiante y estábamos los dos transpirados, entonces le propuse meternos un rato en el agua y nos fuimos a refrescar llevando las latitas de gaseosas en las manos para ponerlas a enfriar en el agua fresca y transparente.
Lo pasamos bien allí, el piso era de tosca, el agua corría con cierta fuerza y mis dedos se aprovecharon del culito de mi nieto, claro que no hizo ningún intento de negarse a ello, luego salimos para ponernos a almorzar los emparedados y gaseosas que habíamos llevado. En un momento dado Juancito me tocó los huevos y me preguntó si yo no tenía pelos en el cuerpo, le expliqué porque no los tenía y me aseguró que él haría igual cuando fuera grande. No comí mucho, pero la gaseosa ayudó a tragar la famosa pastilla y una media hora después lo puse a Juancito boca abajo para ocuparme con mi lengua de su asterisco, ya no tan cerrado, gimió, gritó, contó de sus cosquillas y sus ganas de hacer pis, hasta que pidió con cierta desesperación que le metiera el pito duro. Le hice apoyar la cabeza en el recado mientras estaba boca arriba y le levanté las piernas, sólo probé con crema en mi verga y su culito comenzó a tragarla en medio de quejidos que escapaban de su boca.
“Cogeme con todo abu, me duele, pero cada vez me gusta más”, -pidió totalmente emputecido y le di para que tuviera y guardara-. En el bosquecito se escuchaba el correr del agua del arroyo, el piar de distintos pájaros, los quejidos y gemidos de mi nieto y el “plas, plas” de mi pelvis chocando en sus nalgas. Era sacarla toda y volver a entrar profundo, otras veces me quedaba quieto incrustado en él y le pedía que tratara de mover los músculos para apretarme el tronco, de a poco lo fue logrando, aunque enseguida no pudo, estaba rebalsado de carne en barra, pero poco a poco lo logró y se calentó por demás con esto, tanto así que, las “ganas de hacer pis” derivaron en un chorrito transparente que cayó en su propia panza y él mismo lo tomó en sus dedos para llevárselos a la boca. Ver eso me hizo correr un escalofrío que descendió por mi columna y derivó en una acabada fenomenal instalado en lo profundo de ese culito al que ya sólo le faltaba hablar. Juancito todavía tenía resto y, a pesar de mis contracciones, lo dejé que me limpiara la verga con su boca mientras yo descansaba mirando el follaje de los árboles que nos proporcionaban la sombra tan necesitada.
- No se te baja abu, todavía estás duro, -me dijo tirándose a mi lado-.
- Eso es porque tu boca, tu colita y todo vos me calientan mucho. ¿Te gusta ser mi putito/a?
- Sí, me gusta mucho cuando siento tu pito duro adentro de mi colita, yo voy a dejar que me la metas cuando vos quieras, pero, ¿cómo vamos a hacer cuando vos te vayas?
- Primero vamos a disfrutar todos estos días y después veremos, vendré yo a visitarte o haré que tu madre te mande unos días a mi casa, -le contesté notando que el muy calentón iba a necesitar más verga de la que yo podría darle, pero, mientras yo estuviera…-.
Dormité un rato pidiéndole a Juancito que hiciera lo mismo, pero que, si no tenía ganas que no se fuera a meter al arroyo, me hizo caso y me dejé vencer por la tranquilidad del lugar y, sin dudas, por el trajín que venía teniendo. No sé cuánto tiempo tenía de dormir cuando me desperté sintiendo que mi verga estaba siendo manipulada, no sólo eso, también mamada y de eso se ocupaba mi nieto tratando de introducirla hasta la garganta, “no puedo dormir abu y como te la vi parada y dura quise metérmela en la boca hasta el fondo como a vos te gusta”, -me dijo como si hubiera sido pillado en falta-. Enseguida le contesté que estaba bien, pero que quería cogerlo y había que practicar otra posición.
- Sí, sí, dale abu, ¿cómo me pongo?, -preguntó entusiasmado-.
- Vas a aprender a cabalgar, ponete crema en la colita y poneme un poco a mí en la verga, luego te vas a sentar encima y despacito, despacito, te la tenés que meter toda.
El muy putito tardó un pestañeo en ponerse crema, lubricarme a mí y arrodillarse al costado de mis piernas, no podía embocarla bien y le dije que tenía que llevarla con la mano para apoyar la cabeza en el agujerito. Lo hizo un tanto apresurado y se quejó cuando el glande entró, “despacio, hacelo despacio o te va a doler mucho”, -le dije ordenándole-. Al rato se había comido todo el tronco y apoyaba sus nalgas duras en mi pelvis, “movete, movete subiendo y bajando”, -le pedí y resultó un “jinete” innato-. Se quejaba, se mordía los labios, se le ponían los ojos en blanco, pero Juancito continuaba con su cogida acompañándose de apretones a su pitito endurecido. La nueva posición le encantó, temblaba y se quedaba quieto con toda mi verga en su interior cuando lo hacía y luego continuaba con sus entradas y salidas. Sus pezoncitos resultaron muy sensibles y se estremecía todo cuando se los acariciaba y apretaba.
Yo sabía que en esa posición me costaba terminar, lo dejé que se agotara con su “cabalgada” y cuando ya transpiraba por su frente y pecho, se la saqué y lo ubiqué en cuatro y el que me moví entrando y saliendo fui yo, claro que dejé de lado las suspicacias, de hecho, entré de una en un pijazo que lo hizo gritar y luego, afirmado en sus caderas, lo hice bramar por la cogida bastante violenta que le di, pensé que lo partiría, pero el muy putito se movió pidiendo más, a la vez que trataba de acoplarse a mi ritmo. Ya era al pedo seguir aguantando y lo llené dando un grito, él recibió todo encantado de la vida, tampoco esperé a “desinflarme”, salí de su culo para ver qué tan abierto había quedado y me sorprendí, el hueco era enorme comparado con el tamaño de su culito, era tremenda la dilatación que lograba y lo levanté para llevarlo al agua y meterme con él. Nos pasamos un buen rato jugando en el agua y Juancito se divertía como cualquier chico normal, alejado del sexo en sí, pero poniendo de manifiesto una enorme necesidad de cariño.
Al salir del agua lo sequé y su sexualidad volvió a manifestarse porque se prendió a besarme con ganas y lengua y a gemir cuando yo lo acariciaba. “Si me la querés meter yo me dejo, pero vas a tener que tener mucho cuidado abu, el culito me arde adentro”, -dijo cuando dejó de besarme-, lo revisé y aunque ya no estaba dilatado, los alrededores del asterisco se veían irritados y no era para menos, me imaginé como estaría por dentro, le había entrado con fuerza y ganas, un adulto tampoco hubiese aguantado entonces lo sequé con cuidado y lo embadurné con crema en su interior usando mi índice para eso. El putito se calentó con esto y gemía moviendo las caderas y las nalgas lo que hizo que algún resto de la pastilla celeste siguiera actuando porque me volví a endurecer y, a ciencia cierta, si por mí fuera, lo hubiese ensartado de nuevo, esa colita, ya abiertamente pedigüeña, me calentaba horrores, máxime cuando con sus gestos y su mirada rogaba por verse perforado nuevamente, como sea, me contuve, aunque dejé que me acariciara.
- ¡Qué grande que la tenés abuelo!, yo no pensé que me entraría en el culito y al principio tenía mucho miedo, pero ahora pienso que es una lástima que no sea una nena porque me la podrías meter por otro agujerito.
- Juancito, estás hecho un vicioso, te cogí un par de veces y ahora pedís verga a gritos.
- Es que me gusta mucho cuando me la metés, también me gusta que me des besos y que me la metas en la boca, pero tu pito me da como electricidad cuando está adentro, mis cosquillas y mis ganas de hacer pis me hacen sentir bien, por eso, si fuera una nena me sentiría mejor porque me la meterías por otro lado.
- ¿Te gusta ser nena?
- No abu, yo soy un varoncito, pero si vos querés me visto con alguna ropa que se dejaron mis primas cuando pasaron las vacaciones el año pasado, hay dos polleritas y sandalias de taconcitos que mi mamá dejó en mi placard.
- Bueno, cuando podamos te las voy a ver puestas, pero nadie tiene que saber nada de que te gusta la verga porque tu padre te puede llegar a matar, tampoco deben saberlo tus compañeritos porque los más grandes te querrán coger.
- Nooo, nadie va a saber nada, sólo voy a dejar que vos me cojas y nadie, nadie se enterará.
Me sonreí para mis adentros, Juancito eran tan putito como putita debió haber sido la madre y cuando yo no estuviera cerca alguno se ocuparía de mantener ese culito contento, pero no era momento de ponerme en celoso a cuenta de un futuro que desconocía, solamente me quedaba disfrutar de sus ganas mientras estuviera cerca de mí y vaya que lo disfrutaba, aunque, por el momento, dejaría pasar un par de días para usarlo porque se me había ido la mano con la cogida. Dejé de lado las elucubraciones y le pedí que trajera las gaseosas para terminarlas y prepararnos para regresar. Estuvimos un rato más en el agua, terminamos toda la comida y ensillé el caballo. No eran las cinco de la tarde cuando regresamos a la casa, Juancito se había quedado dormido por el cansancio y tuve que llevarlo medio torcido y dejando que apoyara su cabecita en mi brazo.
La chica que quedaba en la casa me dijo que las mujeres aún no regresarían y ella se llevó el caballo para que lo largaran y desensillaran, yo lo dejé a mi nieto sobre su cama y me fui a tomar una copa al living, el aire acondicionado me sentaba mejor que la sombra de algún árbol, cuestión de costumbres… Como era de esperarse, me quedé profundamente dormido en la semi penumbra de clima artificial templado y postigos entornados. Me despertó mi mujer preguntando por el nene, le dije que aún debía estar durmiendo y me mandó a despertarlo porque si no, no dormiría en la noche. Juancito tuvo que hacer un esfuerzo para levantarse de la cama, le pregunté si le dolía algo y me sonrió con picardía, “el culito abu, me duele el culito, pero ya se me está pasando, ¿hoy también me vas a leer un cuento?”, -preguntó con la doble intención que sólo nosotros conocíamos, “hoy no, vas a tener que dormir sí o sí, no seas acaparador”, -le contesté y me estiró los brazos para que lo llevara al baño donde lo dejé-.
- ¿Qué tal estuvo la tarde con la consuegra?, -pregunté regresando al comedor-.
- Bien, nos hizo caminar de un lado al otro para hacer sus compras y eso que estaba furiosa.
- ¿Se enojó con alguna de ustedes dos?
- No, estaba enojadísima con una amiga que la defraudó, en todos lados tuvo algo que decir de esa mujer, creo que la pobre se va a tener que mudar del pueblo que, aunque ahora sea ciudad, mantiene los chusmeríos de pueblo, jajaja, -expresó divertida mi mujer-.
- Jajaja, mi consuegra debe ser una “monja inquisidora”, me imagino si alguna de ustedes le hace alguna trastada, seguro la prende fuego en la plaza principal, -dije mirando la cara de mi hija-.
- Jajaja, tenés razón, pero por ahora zafamos, -agregó mi mujer-.
- Sí, por ahora, está todo bien…
- Bueno, no seas así, tampoco es que sea tan mala persona.
- Me imagino cariño, me imagino…
Mi mujer se fue a ponerse cómoda porque decía no aguantar más los zapatos y yo me serví un aperitivo antes de cenar, le pregunté a mi hija si quería tomar algo y me pidió una gaseosa de naranja cortada con un poco de gin, se lo serví y le alcancé el vaso, en ese momento me retuvo la mano…
- Está bien, vos ganás, ¿cómo querés hacerlo?, pero no te vayas a creer que será más de una vez.
- Jajaja, al final resultás graciosa, vos no estás en condiciones de poner ninguna condición, yo seré quien decida, te daré la oportunidad de satisfacer una fantasía y después veré como hago para escaparme de tus ganas de repetir.
- Ahora sos vos quien me hace reír a mí, ¿quién te crees que sos?
- Apenas un tipo que se tiene fe en ese metiers, vos podés creer que tenés mucha experiencia, pero estoy convencido de que nunca tuviste a nadie que te dejara con el culo al norte por haber gozado de una cogida memorable.
- ¿Cómo podés saber vos?, a ver si te la creíste…
- No mi cielo, sucede que yo no me cojo a ninguna “mina”, les hago el amor y les doy su lugar como mujer, aun con un “rapidito” o con sexo duro, me tomo el tiempo de besos, caricias y de buscar su placer por sobre el mío, ¿por qué crees que tu madre, después de más de treinta años, nunca tiene cara de infeliz mal cogida?
- ¿Quién tiene cara de infeliz mal cogida?, -preguntó mi mujer entrando en el comedor-.
- Según tu hija, vos, bueno, en realidad dijo que nunca la tuviste.
- Ayy nena, estas no son cosas de hablar, pero tu padre nunca me dio motivos para quejarme, jajaja, si yo contara, aunque, ya sabés lo que sucede cuando contás esas intimidades que te hacen sentir muy bien, florecen las “interesadas” en saber si es cierto o cómo es, jajaja.
- Mejor me voy a ver si está la comida, me van a hacer poner colorado…
Me quedé mirándolas mientras hablaban, parecían haberse desentendido de mí y mi mujer que, cuando se le soltaba la lengua pudiendo hablar de algo que la ponía bien, con la ventaja anexa de que estaba hablando con Cynthia y la supuesta competencia no existiría jamás, se largó a contarle intimidades a la hija. Decir que escuchaba sería una mentira enorme, los ambientes amplios y el comedor de por medio hacían que las palabras no llegaran a mis oídos, pero… las gesticulaciones, ah, las gesticulaciones me hacían poner bien, sin dudas que eran madre e hija porque su verborragia se acompañaba siempre de ademanes y gestos. Risas, abrazos, las palmas de las manos de mi mujer enfrentadas como a veinte centímetros y el gesto de mi hija con el índice y el pulgar extendido, más otros gestos explícitos, me daba la pauta de lo que hablaban.
Me terminé mi trago y me fui a buscar a Juancito que andaría en sus cosas, estaba en su habitación esperando a que lo llamaran a comer y jugaba con su play con un jueguito en que uno o varios protagonistas mataban a monstruos, cosas raras, destruían vehículos y edificios, nunca me habían gustado esos juegos, tampoco los entendía, pero me puse a mirarlo a mi nieto que jugaba. Estaba enfrascado en lograr no sé qué puntaje y apenas si me saludó, me preguntó al pasar si me gustaría jugar y le contesté que no, que no sabía y no me gustaban, pero que lo miraría mientras lo hacía, “dale abu y yo te cuento como se juega, mi papá nunca se pone a hablar conmigo cuando juego, dice que pierdo tiempo”. Eso que me decía me dio pie para pensar que yo había cometido ese mismo error cuando era joven y ya más “veterano” es como que se afianzaban las malas mañas y se nos escapaba el tren, se hacía imposible ponerse a la altura de los chicos y jóvenes que vivían más acelerados y con accesos a alternativas que nosotros no habíamos tenido.
“Si elimino a esos zombis paso de nivel y comienzo otro juego”, -me dijo Juancito y me hizo “regresar”, pero luego de verlo disfrutar de su condición de nene que se contraponía con sus actitudes y ganas cuando se tragaba mi verga y cuando movía las caderas a medida que el tronco horadaba sus entrañas me hizo meter nuevamente en mis cavilaciones. ¿Por qué mi nieto buscó que le rompieran el culo?, ¿por qué la búsqueda de cosas nuevas y sensaciones que en mi época no se daban o si se daban era en una proporción mucho menor?… “Culitos gentiles” hubo siempre, quizás por eso nuestros padres no nos dejaban juntar con los “más grandes” y nuestras etapas se “quemaban” según los tiempos, además se sabía poco de eso, el escarnio era monumental si se sabía y el “pecado” era más que mortal. Aun con nuestras inquietudes que, sin dudas, existían, estábamos más en juntarnos para jugar al fútbol, las figuritas, las bolitas y la tele era un divertimento para ciertas horas y luego de cumplir con nuestras obligaciones escolares, en horas más avanzadas era potestad de los adultos.
Hoy por hoy no es así, el incentivo mediático para los chicos es infernal, despiertan sus ganas de experimentar desde muy temprana edad, tienen accesos ilimitados a videos, pornografía, películas y telenovelas en que se besan hombres con hombres y mujeres con mujeres como algo normal, noticias de casamientos entre personas del mismo género y, aunque los padres los traten de limitar, no faltan los compañeritos que tiene más libertad de parte de los padres y lo cuentan como si supieran, con todo lo que implica la falta de conocimientos y el mero afán de “saber cómo es”, tal que, “si lo hacen todos y nadie les dice nada, debe ser lindo o posible”. Ni hablar de las madres que incentivan “noviazgos” desde el Jardín de Infantes o visten a las hijas de diez, once o doce años como si fueran “lolitas” que deben enseñar el culito que se cargan o sus tetitas incipientes o que ellas mismas muestren más de lo debido porque “es moda” y nadie debe opinar al respecto.
Si a eso le sumamos que no se vende un kilo de Yerba Mate si no se pone el culo de una modelo en primer plano o que los adultos también se apabullan con el aluvión de sexo que los bombardea y que la “carne fresca” es más atractiva, genera “uniones” que no deberían ser, muchas de las cuales, se buscan… Cualquiera me podría decir que el adulto debe saber que hacer o como detenerse, pero… ¿quién tira la primera piedra cuando una criatura busca atenciones y te dice que le gustaría que se la metieras? Quizás lo que yo pensaba daba para miles de horas de debate, aunque lo único que contaba en ese momento era tener en mis manos las tetas y el culo de mi hija y eso también era producto de “lo que no se debe”, pero que subyace en cualquier padre cuando aparecen en sus hijas las primeras formas de mujer y no me vengan con hipocresías, quizás no daba para pajas por esto o para violarlas y sacarse ganas, pero mirar siempre se las mira y cuando no que se piensa quien será el afortunado que las “emboque”.
Todo entra en el mismo combo mediático o en la famosa apertura sexual incentivada por Políticas de Igualdad que no comparto, pero que calan más profundo en la cabeza de los más chicos. Las Leyes punitivas existen, pero siempre se buscará la manera de buscarles la trampa y aprovecharse de ello. La voz de mi mujer me sacó definitivamente de mis pensamientos y lo alcé a Juancito para irnos a cenar, claro que, entre risas y cosquillas, ninguna de sus nalgas se salvó de mis caricias ni mis oídos de recibir sus suspiros y gemidos por esto. Mi hija se había puesto una especie de enterizo de color rosa, parecía de felpa y la ropa se ceñía a su cuerpo, no tenía breteles y no sé cómo hacía para que sus tetas se mantuvieran allí adentro, el canalillo, como dicen los españoles, parecía un faro para atraer miradas, ni hablar del shorcito que dejaba una cuarta parte de sus nalgas al descubierto. “Nena, te queda hermoso, creo que yo también me compraré uno para mí parecido al de tu suegra”, -expresó mi mujer, pero no le di bola, mi táctica para no mirar y babearme con semejante aparición era hablar con Juancito del juego de la Play.
Luego del café y mientras le sacaban el cuero a la suegra de Cynthia, bastante disimuladamente para que Juancito no se diera cuenta, pero no lo suficientemente disimuladas como para que yo no me diera cuenta, entendí que la señora, viuda desde hacía cinco años, se conservaba mejor que mi mujer, aun cuando tenía tres años más, que no tenía cirugías y andaba “necesitada”, pero en el pueblo no quería dar lugar a habladurías y tampoco se animaba a ir a otro lugar porque su experiencia en esto era nula. Estaba podrida en dinero, pero su limitada experiencia no la dejaba ser feliz, según las dos, por eso el carácter agrio. Se me vino a la cabeza que no estaría mal darme una vuelta por el pueblo e invitarla a tomar algo a la viuda, se me daba bien el trato con las mujeres y con intentar sutilmente no me haría perder nada, pero tenía que buscar un buen motivo. Juancito se me acercó con un libro en la mano diciendo que se iba a dormir y si no le quería leer un cuento, “porfi abu, sólo un par de hojas”, -pidió rogando delante de su madre y de su abuela y no me negué-.
No bien entramos a su habitación, él mismo trabó la puerta, me dijo que sabía que no podíamos hacer nada, pero me pidió que cerrara los ojos, le hice caso y escuché que abría una de las puertas de su placard, también ruido de ropa y, finalmente, me pidió que mirara. La remera era la misma, pero estaba calzado con unas sandalias de plataforma de niñas y tenía puesta una pollerita tableada tipo minifalda que hacía resaltar sus nalgas altivas y deseables, ni hablar de su mirada pícara y de un supuesto e imaginativo cartel en su frente que decía “cogeme”. “Esta pollerita y otras cosas las dejó mi prima Gimena cuando se fue después de pasar las vacaciones con nosotros, “abu, ¿no te cogerías a Gimena levantándole la pollera?”, -preguntó con gesto y voz intencionada-. Resistirse era al pedo, mi cerebro envió órdenes urgentes a mi cabeza sin neuronas y la verga se me puso a reventar, me senté en la cama y lo atraje hacia mí para comerle la boca, mis manos se fueron directas a sus nalgas que descubrí desnudas, pero se quejó cuando intenté con el dedo, “metela si querés, tengo crema porque me arde, pero yo me aguanto”, -acotó con dulzura, eso atemperó mis ganas, lo que menos buscaba era dañarlo-.
“Escondé toda esa ropa, te prometo que cuando estemos solos te voy a coger con la pollerita puesta, ahora trágate toda mi verga como me gusta”, -le dije y le brillaron los ojos cuando me bajó la bermuda-. La mamada era cada vez mejor, comenzaba despacio y ya casi no tenía arcadas, es cierto que me llenaba de babas, pero eso hacía más llevadera su tarea, ni necesidad de moverme tuve, él sólo se cogió la boca gimiendo y mamando como cachorro hambriento. Yo me recosté en la cama apoyando los codos y lo miré hacer, amén de disfrutarlo, claro está. Luego de tragarse todo y cambiarse la ropa de la prima, se puso su short y se acostó, no tardó nada en dormirse, me quedé mirándolo porque mi nieto era un diablillo, pero todo en su rostro lo hacía parecer un ángel y dormido se le notaba más. No habían pasado quince minutos cuando me fui al exterior a la zona de la piscina, allí estaban las dos, no habían pasado más de diez o doce minutos y ya mi mujer bostezaba sin pudores.
- Seguro tomaste alcohol con la pastilla, mañana no te despierta ni una banda de música, -le dije sabiendo que el alcohol, en lugar de disminuir, potenciaba los efectos-.
- No me importa, estamos de vacaciones, además vas a tener que ayudarla a Cynthia con las compras del Súper y yo me voy a quedar cuidando a Juancito.
- Ahh, bueno, veo que ya decidieron por mí, está bien, iremos al Súper.
- Bueno, pónganse de acuerdo, yo me voy a dormir, -dijo mi mujer y encaró para la habitación luego de saludarnos-.
- ¿Te gustó mi enterito?, -me preguntó mi hija apenas su madre se alejó-
- ¿Me estás jodiendo?, esa ropa es para calentar a los muertos, no sé cómo tu marido te permite mostrarte con eso.
- No va a decir nada porque no pienso mostrárselo, además, le importa poco lo que me compro para vestir, lo compré para que vos me vieras, tengo que comenzar a “pagar” mis errores.
- Eso me parece muy bien, pero no entiendo porque esa forma de hablar de él o de “cagarlo” con otro tipo, comprendo que puede ser un obsesivo del trabajo, pero no te hace faltar nada, ni a tu hijo, ¿no existen los diálogos de pareja para solucionar los problemas?, ¿es más fácil “cagarlo” y a otra cosa?
- Nunca fue mi intención, dejé todas mis mierdas de lado cuando me casé y quedé embarazada, pero un día de enojo y discusión con él me mandé una “cagada” que derivó en otra peor.
- Claro, entiendo…
- No sabés ni te imaginás, ¿eso es todo, no me vas a preguntar qué pasó?
- No, ya sos adulta, un poco idiota para solucionar tus problemas por esa manía de querer “estar de vuelta de todo”, sos responsable de tus actos o eso es lo que quiero creer, aunque tengo dudas. Además, si me querés contar lo vas a hacer sin que te pregunte.
- Un día discutimos por el tema de las vacaciones, de su imposibilidad de salir y su negativa a que me fuera sola con Juancito, me enojé, llamé a una amiga y salimos a tomar algo, en la confitería se acopló un comerciante conocido y lo pasamos bien por un rato, algo nos puso en el trago porque no tomamos tanto, pero no estábamos en condiciones de conducir y él llevó primero a mi amiga y luego desperté en un hotel de las afueras, hubo fotos y te imaginarás lo que sucedió después.
- Por eso digo que parecés idiota, siempre hay modos de arreglar esas cosas, tuviste que llegar a situaciones límites para terminar de pegarte la cabeza contra la pared y estar a punto de destruir todo lo bien logrado, seguís sin pensar que tenés padres a quienes recurrir, para no aguantar retos y enarbolar vergüenzas te comés el problema sola y las soluciones brillan por su ausencia, te creía más inteligente.
- Pensé que lo podría solucionar, estuve cinco veces con él y la última fue en mi casa, allí me di cuenta que estaba pasando muchos límites y que incluso me estaba gustando, por eso le dije que se terminaba, que no me importaba lo que hiciera con las fotos, pero insiste en que las subirá a Internet y eso será fatal.
- Está, luego me vas a dar unos datos, ¿qué es eso de mañana en el Súper?
- Nada, te pensaba llevar a un hotel y pedirte que me ayudaras, vos me tenés ganas y yo admito que siempre tuve la fantasía.
- Ni en pedo te voy a coger estando este problema metido en el medio, para mí no sos “agujeros para rellenar”, dame el nombre del tipo y la dirección, ¿es casado, vive con alguien?
- No, es separado y vive solo, ¿qué pensás hacer?
- Nada que vos tengas que saber, pero, quieras o no, ya estás hasta las muelas con esto, trataré de que me de las fotos, estos tipos suelen ser muy cobardes y ceden a la tentación de algo de dinero.
- A mí no me quiso aceptar dinero…
- Es lógico, de vos obtenía lo que quería, dame un beso y andate a dormir.
Me anotó los datos que le pedí y se agachó para saludarme, pero, ya que estaba, nada de besito en la mejilla, la tomé de un brazo haciéndola sentar sobre mis piernas y le comí la boca usando labios, lengua y algún que otro mordisquito. Una de mis manos se ocupó de su teta que saltó de su enterito y llenó mi palma en la caricia junto a los apretones a su pezón, la otra mano se aventuró por sus nalgas duras y los gemidos de Cynthia no se hicieron esperar. Una de sus manos se aferró al bulto mientras me seguía besando y se apartó para mirarme, “mamá me dijo que eras grande, pero creo que lo tuyo supera mis expectativas, dejame besártelo”, pidió arrodillándose, pero la hice levantar-… “¿Qué es lo que no entendiste?, primero tu problema, luego veremos”, -le dije recordando que no me había lavado después de la mamada de Juancito-. Me miró raro y se fue moviendo el culo que pronto rompería a gusto, era lógico, le costaba entender que alguien la pusiera en su lugar, aunque no pareció molesta.
Esperé un rato y cuando el silencio en la casa era total, saqué mi auto del garaje y me fui para el pueblo, no sería la primera vez en que le hacía morder el polvo a un aprovechador. Ubiqué rápido la casa del tipo, era un hermoso chalet tradicional, jugaba a mi favor el hecho de que estuviera en una esquina y que a los costados hubiera baldíos, parecía un típico barrio de clase media que faltaba rellenar, ni tránsito había a las diez de la noche, tampoco había rejas, sólo un pequeño portón que daba entrada hasta el porch, el coche que me había dicho Cynthia que tenía estaba estacionado en un garaje sin puertas a un costado de la casa y vi por una ventana que el tipo, en apariencia, mayor que yo y medio retacón, estaba sentado frente a la computadora. Yo no estaba para perder tiempo, me puse unos guantes de cirugía que llevaba siempre en la guantera del auto y toqué repetidas veces el timbre de la puerta sabiendo que eso lo haría reaccionar como esperaba. “¿Qué le pasa hombre, se le quedó el dedo pegado?”, -preguntó abriendo la puerta de par en par sin mirarme-.
El golpe dirigido con el puño hacia arriba impactó violentamente en la boca del estómago y no bien se agachó abriendo la boca por la falta de aire, lo senté de culo empujándolo para adentro de la casa, los dos puñetazos siguientes, uno en la quijada y otro en la nariz, lo dejaron desmayado, entonces me moví más tranquilo. Busqué en la computadora y tenía archivos de por lo menos cuatro mujeres, además del de Cynthia, los pasé todos a una cuenta de mail que usaba con nombre falso y los borré haciéndolos desaparecer para que esos archivos no se pudieran rescatar, los aprendizajes en computación para controlar los ingresos e Inventarios de las ferreterías, daban sus frutos. Busqué en los bolsillos su celular, pero lo vi sobre una repisa, lo estaba cargando y accedí rápidamente a él, tenía los mismos archivos y montones de mensajes de whatsapp, también los mandé a mi cuenta y le reseteé totalmente el celular, luego lo dejé cargando.
El tipo estaba reaccionando, lo tomé desde atrás para que no me viera y lo arrastré luego de patearle los riñones, “me manda “fulana”, (usé el nombre de una de las mujeres que había en los archivos) dice que vos no vas a joder más, por ahora es un aviso, si seguís jodiendo te morís”. Le hablaba desde atrás de su cabeza y el tipo lloraba pidiendo por la madre y jurando que no lo haría nuevamente, daba asco el hijo de mil putas y le pregunté dónde guardaba la droga que usaba. Me mostró un neceser y en uno de sus cajones encontré unos veinte saquitos con un polvo y varias pastillas sueltas, no sabía mucho de drogas y le pregunté que usaba, “muelo pastillas de Éxtasis con un poco de Burundanga”, el coctel era “especial” para lograr la voluntad de las mujeres elegidas y, lógicamente, tuvo que probar tragando algunas pastillas, después me ensañé con su cara, le quedó deformada a golpes y luego de desmayado sus testículos le deben haber quedado como pelotas de fútbol porque la volea de mi empeine calzó justo, algo parecido pasó con sus costillas y luego me fui apagando las luces.
El barrio seguí tan tranquilo como lo había encontrado, eso de irse a dormir temprano debía ser una constante en esa localidad, yo salí del pueblo sin problemas y regresé a la Estancia silbando bajito, el tipo no estaba muerto, pero le costaría curarse y debería explicar la tenencia de esa droga pues excedía el total para consumo propio. Ya era un problema de él y no podría acusar a nadie, fundamentalmente porque se incriminaría y carecía de pruebas. El Audi no hizo ruidos al ingresar al garaje y me fui a dormir junto a mi mujer que estaba en el mejor de sus sueños, apenas si alcancé a ver que aún no eran las doce de la noche. Dormí profundo y relajado y cuando me levanté ya mi mujer no estaba a mi lado, me bañé y bajé a desayunar. Cynthia me miró interrogante y yo me limité a saludarla con un beso en la mejilla, al poco rato apareció Juancito, nos saludó a todos con un abrazo y, como todos los días, tomó el desayuno sentado sobre mis muslos, pero no lo dejé acercar sus nalgas a mi bulto.
- ¿Adónde la vas a llevar a la abuela a conocer?, -le preguntó mi mujer a Juancito-.
- Podemos ir a ver a las gallinas que ponen los huevos grandes, traer algunos y después…
- ¿Cómo es eso de los huevos grandes?, -inquirí-.
- En los galpones hay más de mil quinientas ponedoras, son todos huevos de casi 70 gramos y se llevan dos cajones y medio por día, mi marido lo mantiene porque se lo pidieron los comerciantes, pero no es un ingreso significativo.
- ¿Qué es significativo para tu marido?, a groso modo es un ingreso de un millón por mes, -pregunté haciendo cuentas-.
- La mitad papá, para cada cosa que se produce en el campo tenés que calcular una ganancia de la mitad y un poco menos, los gastos y los impuestos te llevan casi el 60%, otros rubros te dejan menos ganancias. Bueno Juancito, llevá a la abuela por dónde quieras, estás listo papá.
- Sí dale, nos vamos, pórtense bien ustedes dos.
Nos subimos a la camioneta de Cynthia y nos dispusimos a irnos, la RAM era comodísima e imponente, daba gusto estar sentado allí adentro y me acomodé bien viendo que mi hija la maniobraba como si fuera una bicicleta. Le pregunté si había mucho que traer y me contestó que no, pero fue un poco parca, entonces volví a preguntar si estaba enojada por algo…
- Algo así, más que enojada, caliente y con dudas. Anoche me dejaste con los “patitos volados” y te fui a buscar a la habitación, pero no estabas, ¿qué hiciste?
- Jajaja, mirala vos a la señora, ¿pensabas violarlo a tu propio padre?
- No jodas papá, contame que hiciste.
- Nada en especial, fui a solucionar el problema de mi hija y por lo que pude saber, de cuatro mujeres más, además le dejé todo listo a la policía para meterlo preso por tenencia de drogas.
- ¿Cómo es eso?, ¿qué pasó?, ¿de qué mujeres me hablás?, ¿estás seguro que no me joderá más?, ¿dónde está ahora?
- Pará un poco mujer, sos una máquina de preguntar, sólo tenés que saber que debe estar en el hospital con varios huesos rotos, los huevos a la altura de la panza y la cara desfigurada, que la policía debe haber encontrado varios sobres de drogas y pastillas que tenía guardadas y que no joderá a nadie porque no le quedaron pruebas de nada pues borré todo lo que tenía, nunca me vio y lo único que escuchó es que me mandaba una tal Gloria, hubieras visto como lloraba el cobarde.
- ¡Ayyy, por Dios!, ¿hiciste todo eso por mí, te metiste en problemas por mi culpa?, ¿cómo zafarás de esto?, ¿qué hay con eso de “otras mujeres”?
- ¿Sos mi hija no?, hubiera hecho lo mismo y más por todas ustedes… ¿Problemas yo?, no creo que tenga, nadie me vio y a él no le quedan pruebas para acusar a nadie, conozco de computadoras y no hay forma de rescatar ningún archivo borrado, lo mismo con su teléfono, a las mujeres no las conozco, pero parece que era un proceder habitual, tenía fotos y videos de cuatro mujeres más, aparte de lo tuyo claro está.
- ¿Cómo cuatro más?, Ayy, mi Dios, ¿quiénes son?
- Pará, para, orillate a un costado, andá debajo de esos árboles, -lo hizo sin preguntar-, bien, mirá mi teléfono y decime vos, yo no conozco a nadie, -tomó el teléfono temblando y se puso a mirar fotos y videos-.
Lloraba e hipaba cuando miraba en detalles las distintas fotos y los videos, de todos modos, sólo la vi hacerlo con las primeras dos y me bajé de la camioneta. Estuvo como media hora viendo todo lo que le había sacado al tipo y yo me senté apoyando la espalda contra uno de los tres árboles aislados que no sé qué tenían que estar haciendo allí a un costado de la ruta y apartados a unos tres metros de la alambrada de un campo vecino. Al rato Cynthia me dijo que nos fuéramos, ya estaba recompuesta.
- Lo que le hayas hecho es poco, el muy hijo de puta extorsionaba y se cogía a mujeres que también conozco, hasta la esposa del nuevo Gerente del Banco está ahí.
- Jajaja, ¿están buenas?, digo porque sería interesante hacerles saber que tengo todos esos videos y fotos, jajaja.
- Ni sueñes con eso, en cuanto pueda te borro todo, aparte…
- No hay problemas, tengo todo en otro lado, pero, ¿aparte qué?, -pregunté viendo que se salía del camino al pueblo y tomaba la ruta nacional-.
- Vos sólo te podés coger a mamá y a partir de ahora a mí, quiero que seas mi amante, mi hombre en las sombras, él que me haga delirar, seré toda tuya, jamás ningún hombre se la jugó por mí así, no te imaginás todo lo que siento en mi interior.
- Por dentro no sé, pero por fuera noto que tenés los pezones a reventar, de todos modos, tu propia madre sabe que a mí no me condiciona nadie, no aguanto celos ni idioteces, lo único que te prometo es hacerte gozar, -no pude decir más, ya estaba pidiendo una habitación en el motel de las afueras del pueblo-.
El garaje en que estacionó no dejaba a la vista la camioneta y caminó delante de mí hasta ingresar a la habitación, me vino bien esa distancia porque pude acomodarme la verga que ya me dolía al estar aprisionada en mala posición, no era para nada ilógica la erección, a ese lugar no se iba a conversar y el hermoso culo de mi hija con el shorcito de jeans que dejaba al aire casi la mitad de sus nalgas incentivaba cualquier neurona, por lo demás, ya me imaginaba entrando ahí adentro mientras la “señora” gritaba mordiendo las almohadas.
GUILLEOS1 – Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.
como sigue
Me encanta, espero que continues, pero me confunde que se llame mi nieto y incluyas a la madre, en agarró con lo del nieto puto y me confundí cuando se incluyó a la madre, pero me gusta mucho espero leer mas
Uffff… Cada párrafo es mejor que el anterior, me tienes enganchado. Es más, quiero estar en contacto contigo, si usas Telegram, mejor.
Lo mejor que he leido, estoy atrapado con la trama, pienso leerlo todo y jalarmela muchas veces!!!