JUANCITO, MI NIETO – CAPÍTULO 3.
Mi hija “paga” con creces sus errores, mi consuegra expone sus necesidades, surge una nueva posibilidad laboral y aparecen un par de amiguitos “cariñosos” de mi nieto, a este paso me van a tener que internar, pero, ¿quién me quita lo bailado?.
Apenas terminé de cerrar la puerta y ya la tenía abrazándome, su cara denotaba las urgencias de una hembra en celo y nuestras bocas se fundieron, era una delicia sentir que sus tetas se aplastaban en mi cuerpo y que mis manos acariciaban y apretaban sus nalgas duras y dispuestas. Apenas si se separó para sacarme el cinturón y bajarme los pantalones no sin antes llevarme hasta la cama para que me sentara en ella y dedicarse a sacarme el bóxer. “Ohh, ¡Cristo Santo, era cierto!”, -exclamó cuando vio emerger mi verga en plenitud. La tocaba, la apretaba y, arrodillándose, se llevó el glande a la cara para lamerlo y metérselo en la boca, me miraba haciéndome saber que estaba gozando con su mamada, la levanté tirándole suavemente de los cabellos y le dije, “dejame desnudarte, esto es de a dos”, obedeció sumisamente y casi que ni la ayudé, quedó parada frente a mí dejándome admirar la plenitud de su desnudez. Sus pezones erectos en medio de unas areolas chicas llamaron a mis labios y me prendí como desesperado haciéndola gemir mientras una de mis manos se perdía en su entrepierna empapada.
“Ayyy papá, ayyy, nunca me pasó así”, -dijo explotando en un orgasmo que, al margen de lo inesperado, la dejó con las piernas temblando, aún temblaba cuando la coloqué invertida en un “69” y metí mi cara entre sus piernas, me hice un festín de hueco jugoso, labios gruesos, clítoris endurecido y de pulgar, previamente lubricado, que se deslizaba en el interior de su culito cerrado. Cynthia no se esperaba esto o, por lo menos, no con esa intensidad porque no podía dedicarse a mi verga debido a las explosiones de sus orgasmos repetitivos, ruidosos y gimoteantes. “No podés, no podés, esto es increíble, por favor papá, dejame que quiero chupártela”, -decía moviéndose-. Aflojé un poco, pero seguí moviendo mi dedo medio en lo profundo de su culo, no era virgen de allí, pero se notaba apretado para mi dedo y me relamí pensando en cómo me sentiría entrando en lo estrecho de ese conducto.
Mi hija no podía meterse más de media verga en la boca, ni punto de comparación con las mamadas de la madre o incluso de su propio hijo de ocho años y no valía la pena insistir con eso, me incorporé moviéndola y la puse boca arriba, quería ver su cara cuando mi verga la penetrara y, arrodillado frente a su entrepierna, le puse las piernas sobre mis caderas para poder jugar con mi glande en sus huecos descubiertos. Con una mano la “pincelaba”, la otra se ocupaba de acariciar sus tetas duras y sus pezones erectos mientras Cynthia gemía con sonoridad y abría y cerraba los ojos experimentando un montón de sensaciones, “cogeme papá, me estoy muriendo”, -dijo sollozando-. Noté que sus carnes se abrían y que los pliegues de su interior me rozaban todo el tronco, a la vez que su cara era un espectáculo aparte porque tenía los ojos abiertos como el dos de oro y se mordía los labios aguantando el grosor de mi verga que la penetraba despacio y sin escalas.
Decididamente no estaba acostumbrada a algo similar porque su estrechez me apretaba como si fuera una adolescente y, aunque era profunda como la madre, el glande llegó a chocar contra el fondo de su vagina y gritó en una mezcla de placer y dolor. “Jamás nadie…”, -acotó y los temblores y contracciones de otro orgasmo no la dejaron terminar-. “Me duele papá, ya he parido y me duele como cuando virgen, cogeme despacio”, -expresó moviéndose-, como fuere, quería ser cogida y yo le daría el gusto. El bombeo se hizo rítmico, la sacaba casi toda y la volvía a penetrar profundo, tres veces con delicadeza y tres veces con un poco más de rudeza sin que me importara chocar con su interior. Mi hija se deshizo con orgasmos cortos y repetitivos que le impedían seguir el ritmo, lloraba y se reía gozando de la cogida. No sé cuánto tiempo estuve así, sólo sé que, con la voz débil dijo que no podía más y cuando gritó pidiendo que la llenara, la leche inundó su útero y rebalsó por el tronco haciendo un ruido como de escape a presión que se confundió con su grito placentero.
- Las veces que quieras o cuando puedas, pero nunca más podrás dejar de cogerme, esto excede mi fantasía, me siento una hembra completa, jamás gocé tanto, tenías razón papito de mi vida, la calidad se impone, jajaja.
- Nada de completa, aún no terminé contigo, si querés ser mía tu culito será la frutilla del postre, después veré de hacerte tragar mi verga como a mí me gusta.
- No te lo voy a negar, pero me vas a rajar toda con esa verga, mi marido me la mete hasta un poco más de la mitad y me hace ver las estrellas y con lo tuyo será caótico.
- Vamos despacio, vos dejame a mí y casi, casi te apostaría que me lo vas a pedir.
- No sé qué harás, pero yo estoy entregada como si fuera tu esclava.
- Jajaja, no me des ideas, no me gusta castigar a nadie, pero tampoco me gusta que me contradigan en el sexo.
- Lo que quieras papá, lo que quieras…, -dijo girando el cuerpo para ponerse en cuatro-.
Abrí uno de los dos sobrecitos de lubricante que se entregaban con los preservativos y comencé a tallar su culito con mi dedo medio, éste volvió a entrar cómodo y, con otro chorrito más le mandé el otro dedo y luego un tercero. Cynthia emitía quejidos por la intrusión y yo trataba de meterlos lo más profundo que podía a la par que los hacía girar y salía y entraba con cierto ritmo que ella acusaba elevando su torso y gimiendo hacia el techo. Su culo se veía suficientemente dilatado, pero yo seguí insistiendo hasta que orgasmó y tembló diciendo que no podía ser, de inmediato me lo pidió, “rompeme el culo papá, te necesito adentro” y coloqué el glande para empujar. Sólo me detuve para poner más lubricante sobre mi verga y no me importó que gritara pidiendo que se la sacara, como fuere, me contuve para no romperla y entré lo más despacio que podía a la par que se calmaba y movía sus caderas. Cuando toda la verga desapareció en su interior, me comencé a mover.
“La puta madre, me voy a enloquecer”, -dijo moviéndose como no esperaba-. Cynthia estaba gozando de su empalamiento y tiraba sus nalgas hacia atrás pidiendo más, mis caderas también se movían como nunca en el vaivén y podía aguantar sin problemas lo estrecho de su tripa, haber acabado antes me lo permitía, la que no podía con su alma era ella, “tomá, toma, rompeme el culo papi, nunca pensé en que podría acabar con semejante verga en mi culo, dame, dame, cogete a tu hija menor, ¡esto es la gloria!”, -dijo dejándose caer hacia adelante porque el orgasmo le aflojó las piernas. De inmediato gritó porque me llevó con ella, entré hasta dónde no había llegado y me dejé ir inundándola. Cynthia quedó como laxa sollozando sin que yo pudiera determinar si era por el placer o por el dolor o ambas cosas a la vez, pero tampoco me iba a preocupar tanto, me había el gran gusto y, seguramente, repetiría. Claro que, por el momento, no quería más, estaba entumecido y la verga en su interior no bajaba, aunque no pensaba forzar nada y me quedé quieto tapándola con mi cuerpo. “Sacala papá, sacala, la siento hasta en la panza, me late todo con ganas de seguir, pero no puedo más”, -rogó con voz tenue y comencé a salir despacio-. El “plop” fue imposible de disimular y me recosté en un costado escuchándola reír…
- Jajaja, esto fue maravilloso, pero imagino que no podré usar la tanga en la pileta, me debe haber quedado un hueco tremendo, lo siento muy abierto, me doy cuenta y no lo puedo cerrar.
- Tranquila princesa, el agua fría ayudará y si seguimos practicando se amoldará enseguida.
- ¿Practicar de nuevo?, mejor dame un tiempo, con media hora estaría bien, estoy enloquecida, jajaja. Ahora entiendo la cara de felicidad de mamá y el porqué de esa fidelidad a ultranza, aparte del amor, claro está.
- Ni idea de lo que hablan vos y tu madre, pero querer nos queremos y lo de la fidelidad de parte de ella estoy seguro.
- Ella cree que vos tenés tus escapadas, pero mira para otro lado porque nunca le faltaste en nada y nunca la humillaste dejando que se enterara de nada.
- Es lo que yo te decía con tu marido, ¿por qué arruinar todo con idioteces que son más de pendejos que de adultos?
- Me demostraste sobradamente que tenés razón, salvaste mi matrimonio, mi bienestar y me hiciste sentir más hembra y mujer que nunca, pero…
- Ya sé viciosa, vas a querer verga de papi un par de veces al mes.
- Por lo menos o más, jajaja, tengo que acostumbrar a mi culito a recibir este “aparato”, ya buscaré la manera.
- Bueno, ¿qué hacemos, almorzamos acá o nos vamos al Súper?
- No, vamos al Súper, tengo que retirar la mercadería que ya tengo encargada, siempre la llevan a casa, pero, ameritaba la excusa.
- Hablando de otra cosa, ¿de verdad está tan bien su suegra?
- ¡¡¡Papá!!!, le acabás de romper el culito a tu hija y estás pensando en otra mujer, bueno, sí, ya sé, ya sé, sin celos idiotas. La verdad que sí, está buenísima, hasta a mí se me cruzaron las neuronas alguna vez cuando la vi en tanga, ¿le tenés ganas?
- A todas las que están bien le tengo ganas, sucede que ya se me está pasando el cuarto de hora y no me gustaría perder tiempo con “arrimadas” o conquistas, mejor vamos a bañarnos, -una vez en el baño se puso a reír sola-.
- A mí me jodieron con un poco de droga, te hubieras traído un poco y se la dabas a mi suegra, yo creo que si después amanece con vos no te larga, jajaja.
- Veré que hago entonces con los dos sobrecitos que le saqué al idiota que reventé a palos.
- ¡Ayyy, por Dios!, me vas a pervertir, avisame que no me lo quiero perder, aunque sea sólo una vez.
- Qué puta que resultaste hija, vení, vení que te enjabono.
El baño fue entre risas, caricias y besos, pero no hubo caso con tratar de levantar al “muerto” y ninguno de los dos insistió. Salimos de allí y nos fuimos al Súper, la mercadería estaba toda preparada y sólo arrimamos la camioneta para que la cargaran. Ya teníamos el mediodía encima, nos habíamos pasado unas tres horas dándole al “bomba-bomba” y necesitábamos recuperar energías con un buen almuerzo. Cynthia me llevó al mejor lugar del pueblo-ciudad y entró colgada de mi brazo, nos acomodaron en un buen sitio y nos dispusimos a disfrutar del aire acondicionado y de una buena porción de pastas caseras. Como ella tenía vista al interior del local, apenas se sentó levantó la mano y saludó a alguien conocido, me intrigó su sonrisa, pero no pregunté de quien se trataba. “Ni que la hubieras llamado”, -acotó-, Graciela, la suegra de mi hija, al ver que su nuera entraba con un hombre al restaurant, se vino de cabeza hasta la mesa y la saludó primero a ella dándome la espalda.
- Te acordás de él, ¿verdad?, -le preguntó Cynthia luego de darle un beso-.
- Sí, claro, ¿cómo está Roberto?, -contestó al mirarme sorprendida-.
- Bien, ¿cómo anda usted Graciela, hace años que no la veía, apenas la vi pensé que era alguna compañera de estudios de Cynthia y juro que si la veo en la calle me hubiese tentado para decirle un piropo.
- Jajaja, mirá lo que me dice tu padre Cynthia, me está piropeando y si se entera tu madre…, -acotó ruborizándose-.
- No diría nada, sabe que a mí me puede la belleza femenina, a ella la apabullo con piropos y eso que hace tiempo que estamos juntos, mi esposa es una reina, pero sabe que andan otras reinas por allí y, nobleza obliga, a usted le queda pintado el apelativo.
- Miralo vos al hombre de ciudad diciéndole cosas lindas a una “vieja del campo”, aunque reconozco que halaga mi ego.
- Y bien que hace en creérselo señora, pero no le digo más nada porque corro el riesgo de generar algún enojo, ¿gusta almorzar con nosotros?, digo, si no está acompañada…
- Siempre como sola y jamás me podría enojar con un caballero, pero no quiero importunar…
- Nada que ver Graciela, háganos la gentileza, vinimos a retirar mercaderías al Súper, tuvimos que esperar, se nos vino el mediodía encima y ya que estamos…, -agregó Cynthia-.
- En ese caso, me quedo con ustedes, pero yo como sólo ensaladas con algo de fibras.
- Ahora se entiende…, -acoté mirándola y, a decir verdad, estaba mejor que mi mujer, tenía un cuerpo esbelto, pero lleno de curvas y la pollera a media pierna destacaba sus nalgas altivas-.
- ¿Qué es lo que se entiende?, -preguntó interesada luego de sentarse-.
- No se ofenda ni lo tome a mal, es que yo también creo que una buena alimentación ayuda a mantener un hermoso cuerpo como el suyo en que se adivina todo “natural”.
Soltó la risa agradecida por lo que le decía, pero no comentó al respecto, luego tuvimos un almuerzo de lo más ameno hablando de cosas del pueblo, de sus habitantes, de la marcha de sus inversiones o de las mías, de Juancito al que dijo que iría a ver a la brevedad…
- Roberto, usted va a pensar que soy una abuela desconsiderada, pero la culpa la tiene mi hijo y mi nuera, yo no manejo, odio viajar en auto con desconocidos y ellos nunca tienen tiempo para traerlo hasta mi casa, -expresó-.
- Eso tiene solución mi querida Graciela, yo estoy en plan de abuelo consentidor, mañana le puedo traer a Juancito y nos vamos los tres a comer un helado, ¿le parece?, bueno, eso si no le molesta a ningún celoso, -agregué-
- No, jajaja, ni falta que me hace, los jóvenes no me gustan y por acá está todo lleno de viejos, hombres con un físico atlético como el suyo no existen y me encantaría salir a tomar un helado con ustedes, ¿vendrá mi consuegra?
- No lo creo, odia moverse con este calor y se agradece el cumplido, yo también suelo hacer dietas con fibras y cuidé mi físico siempre, más o menos me mantengo.
- Jajaja, dice que se mantiene, pero él sabe que es un bombón, mi madre no dice nada, pero sabe que mujeres de toda edad que lo persiguen, -agregó Cynthia risueña-.
- Puede ser, el secreto está en no dejar que me alcancen y me evito problemas con tu madre, -le contesté notando que Graciela me miraba bastante interesada-.
Luego de tomar el café no quiso que la lleváramos a la casa pues dijo que no quedaba lejos y le gustaba caminar después de comer, no insistimos y la saludamos para emprender el regreso. Cynthia iba manejando y esbozaba una sonrisa pícara entre sus labios, la miré como preguntando qué pasaba o pensaba y me comenzó a decir:
- La dejaste loca a mi suegra, me imagino que mañana no le darás el polvo de las pastillas con Juancito en el medio.
- No mujer, olvidate, lo de mañana será para continuar un poco el ablande, ¿acaso no habíamos quedado en que vos querías estar presente?
- Pensé que no lo tendrías en cuenta.
- Desde el momento en que tenemos intimidad siempre voy a tener en cuenta lo tuyo, cuando no se pueda o no se deba te lo diré y espero que lo entiendas, por otro lado, tenían razón las dos, está muy bien tu suegra, pero no debe haber sentido nunca lo que sentiste vos esta mañana.
- No lo creo, pero si siente lo que yo, se puede morir de un infarto, todavía tengo ganas de que estés adentro de mí, pensé que sólo tenía que cumplir y creo que me envicié.
- Sos muy putita y me encanta, pero, ojo con las manifestaciones delante de tu madre porque las caza a todas en el aire, no te confíes.
- Listo, lo tendré en cuenta.
Cuando llegamos a la casa mi mujer y Juancito estaban en las reposeras al costado de la pileta disfrutando de los rayos del sol que todavía pegaban fuerte, los saludamos y mi nieto se trepó a mí para llenarme la cara de besos diciendo que me extrañaba y nos ametrallaron contándonos lo que habían hecho durante el día recorriendo parte de las edificaciones, galpones y corrales. Cynthia le contó a la madre que habíamos tardado un tiempo enorme porque le querían cambiar la mercadería, “¿por qué no te la hacés mandar?”, le contestó que antes lo hacía así, pero le mandaban mucha mercadería vencida o de distinta marca a la pedida, por eso prefería elegirla ella. Yo me puse a bajar la mercadería de la camioneta y Juancito me ayudó, allí fue cuando le dije que, en la tarde siguiente, iríamos a la casa de la abuela para salir a tomar un helado, “a mí no me cuentes, prefiero pasarme el día al sol o nadando, nunca sé cuál va a ser el ánimo de mi consuegra”, -dijo mi mujer y Cynthia afirmó que se quedaría a acompañarla.
Todo se había solucionado sin haberlo previsto y sin urdir ningún entramado, además no había resquemores de por medio pues estaba Juancito de por medio. Dije que me iba a acostar un par de horas porque estaba viejito para todos esos trotes de subir y bajar mercaderías y antes de que nadie dijera nada me fui para la habitación, me puso bien escuchar que mi hija le decía a mi nieto, “dejalo descansar al abuelo, no lo jodas yendo a hablar porque quiere dormir un rato”. Me venía bien no tenía ganas de aguantar conversaciones ni mimos de nadie, además estaba un tanto excitado recordando el culo de mi hija y como gozó con la cogida, en eso recordé los videos de mi celular y me puse a verlos con detenimiento.
El tipo cogiendo era un conejo, era capaz de acabar tres veces sin sacarla y se movía como eléctrico mientras hacía uso, posiblemente por el apuro que experimentaba temiendo que despertaran, las mujeres estaban drogadas así que de hacerlas terminar ni hablar, pero con cada una usó una posición distinta. Lo de Cynthia fue en un misionero clásico que no hacía calentar ni a un adolescente, con otras las puso en cuatro, de patitas al hombro o en “cucharita” y con una repitió estando en cuatro. Todas las mujeres tenían aproximadamente unos treinta a treinta cinco años y eran lo que se dicen “del montón”, salvo Cynthia y otra de cabello corto, que sería interesante conocer.
Luego de la cena se apareció Juancito con el libro de cuentos, lo llevé a dormir, pero hubo besos, tocaditas y nada más, insistía con que ya se sentía bien de su colita, pero, se me hacía que mi mujer esa noche no tomaría la pastilla para dormir y no me equivoqué, menos mal que había devuelto el tubito de crema dilatadora y adormecedora a su bolsa de medicamentos. Estaba desatada y tuve que penetrarla tapando su boca porque sus gemidos amenazaban con pasar a la categoría de gritos, lo mejor fue que en la mañana Cynthia me tuvo de punto por la cara de contenta de su madre.
Luego de almorzar y después de un largo rato de sobremesa al lado de la pileta, nos preparamos para irnos con Juancito a tomar el helado prometido, para la ocasión de visitar a la abuela se puso un jeans elastizado, pero no había caso, su colita era tan tentadora como cuando vestía el shorcito cortito e hice el viaje con mi nieto prendido y atorado con mi verga en su garganta, le di el gusto por los vidrios polarizados de mi auto y porque no pensaba en tener nada con la abuela, por lo menos ese día no, sólo quería saber cómo se vestía y reaccionaba ante mi presencia. No podía haber sido mejor, nos recibió en su casa vestida de jeans también elastizado que resaltaba sus nalgas duras, medianas y redondas y una remera blanca que atraía las miradas a sus tetas tapadas por un sostén de media copa, calzaba sandalias de taco medio y tenía el cabello suelto, su maquillaje era sutil e insinuantes. Sus ojos brillaron cuando nos vio y estaba seguro que no era sólo por su nieto al que abrazó y besó sin demasiadas efusividades y lo retó porque mascaba chicles, el nene lo tiró, pero ya habían cumplido su función.
- ¿Cómo anda hoy la reina de la ciudad?, -le pregunté al saludarla con un beso en la mejilla-.
- Roberto, usted vive haciéndome ruborizar, me lo voy a terminar creyendo y aunque no lo crea, me siento fantástica, no estoy acostumbrada a recibir halagos y a salir a tomar un helado con un hombre tan agradable, en realidad no salgo.
- Me alegro de que se sienta bien, a mí me da la excusa perfecta para lucirme con una hermosísima mujer del brazo.
- ¿Del brazo?, pero, pero, tiene razón, yo no tengo que rendirle cuentas a nadie y le aseguro que lo disfrutaré.
- Me parece muy bien, sólo nos quedaría dejar el “usted” de lado, después de todo, somos casi parientes.
- Jajaja, tenés razón, vamos a comernos medio kilo de helado cada uno, pero lo haremos en un banco del parque central y mirando el río.
- Hecho, vos nos guías.
Los pezones erectos de sus tetas no se pudieron disimular cuando se tomó de mi brazo y nos dirigimos al auto, pero yo no fijé mi vista en ellos. Luego de comprar los helados nos fuimos a sentar en un banco de las barrancas del parque que tenían vista al hermoso río que se ensanchaba bastante frente al lugar más atractivo de la ciudad. Juancito se puso a tomar el helado sentado en el parque y nosotros en un banco ubicado todo bajó la sombra de un gran árbol que hacía agradable la temperatura y el lugar. Contó de la enfermedad del marido de su vida de trabajo y sacrificio junto a él hasta tener lo que tenían, pero a mí no me importaba tanto eso, me interesó más cuando contó de su soledad.
- Algo te comprendo, pero no me dan las cuentas o, acorde a mi mentalidad de hombre adulto, es imposible de creer.
- ¿A qué cuentas te referís?
- Me decís que tu marido estuvo cinco años postrado y enfermo, hace cinco que sos viuda, además hacés hincapié en lo de la soledad, ¿y tus alegrías?, ¿preferiste aislarte en lugar de otorgarte a vos misma las alegrías que merecías?
- ¿Vos te referís a salir con otro hombre?
- Otro u otros, lo importante es sentirse bien y no frustrarse.
- Y vos no sos de mucho frustrarse, ¿no?, jajaja.
- Mi mujer es número uno en todo, pero, si la que aparece es discreta, se puede llegar a dar lo que fuere porque yo también soy un tipo muy discreto, claro que cada cual sabrá que lo que se entrega y recibe no pasará de eso.
- ¿Sólo sexo, sin compromiso y mucha discreción?, ¿es así?, igual no deja de ser un engaño.
- De acuerdo a lo que pienso, engaño es mentir antes de hacer algo o tratar de aprovecharse del otro.
- Algo conozco de eso, salí con dos hombres después de viuda, pero, de sexo casi nada y de tratar de acceder a mis activos mucho, eso creo que no pasaría con vos porque tenés tus buenos recursos.
- Jajaja, ¿estás haciéndome alguna insinuación?
- ¿Por qué no?, sos un hombre muy interesante y la discreción la doy por descontada, acotó bastante jugada-.
- A ciencia cierta, vos no sólo sos interesante, sos una mujer muy bella que incentiva todas mis neuronas, pero, siempre suele existir “peros”.
- ¿Cuáles serán?, si no me decís…
- En principio, cero celos o condicionamientos y sin pruritos con apertura total a experimentar, pero, nada de hombres, a lo sumo alguna otra mujer en trío.
- Qué raro me resulta hablar con vos de todo esto, sos taxativo y, sin embargo, no me siento incómoda con ello, debo decirte que, a pesar de ser mujeres de pueblo o de campo y no tan abiertas como las de las ciudades, también tenemos nuestras fantasías.
- ¿Te referís a estar con otra mujer?
- Y sí, a veces, al estar sola y no querer compañías masculinas, se te cruzan algunas de esas cosas por la cabeza, pero lo mío es imposible y hasta ahí llego.
- Respetaré tu silencio, pero creo que debería exteriorizar lo que sentís, claro que con alguien que te inspire confianza, -le dije mientras acariciaba el interior de su muslo-.
- Es difícil, vos me inspirás esa confianza, pero aún siento mucha vergüenza y esto a pesar que estoy dejando que acaricies mi pierna, no, no, seguí, me gusta y…, aunque no lo esperaba, me excita.
- Abu, ya terminé el helado, ¿cuándo nos vemos?, -preguntó Juancito-.
- Bueno, ya nos vamos, llevamos a Graciela, vas al baño y luego nos vamos a casa.
Se notó que Graciela se quedó con ganas de seguir, pero no daba para hacer cosas de pendejo inmaduro, ya en el auto le preguntó a Juancito si la madre le haría fiesta para el cumpleaños que sería en cuatro días, yo me había olvidado completamente de eso. El nene le contestó que irían siete u ocho amiguitos del colegio y las madres para pasar el día en la pileta y que no se suspendía porque si llovía se haría en la pileta cubierta. Llegamos a la casa de Graciela, entramos, Juancito se fue para el baño de la planta alta y yo aproveché para abrazar a mi consuegra por detrás, mi bulto se apoyó totalmente en sus nalgas y mis manos acariciaron sus tetas sensibles. Su cuerpo se puso en tensión, pero no renegó de la caricia y el abandono fue total cuando besé su cuello, “seguí, seguí, me encanta y creo que es este momento lo odio a mi nieto, jajaja”, -acotó tirando sus nalgas para apoyarlas mejor.
“Mañana te llamo para ver cuando te paso a buscar, estas ganas tienen que concretarse, aunque no me cuentes con que mujer te gustaría acostarte”, -le dije haciéndola girar y le comí la boca con ganas, labios y lengua-. Graciela estaba hirviendo, esa mujer era fuego puro y estaba desperdiciada, luego del beso que ella estiró me preguntó a qué hora pasaría por ella, quedé que en la tarde luego de almorzar y le avisaría. Regresó Juancito y luego de los saludos nos disponíamos a salir y pareció largarse con lo que tenía guardado, “es con tu hija, me encanta y creo que no le soy indiferente”, -dijo para luego quedarse callada y como arrepentida-. Le volví a besar la mejilla y le dije al oído, “muy buena elección”, salí de allí acomodándome la verga y pensando en que todo estaba saliendo redondo, quizás ni siquiera haría falta la droga. Pasé por la heladería y compré dos kilos de helado para mi mujer y mi hija, luego regresamos
Me imaginaba a mi consuegra retorciéndose en una cama mientras mi verga la penetraba con ganas y la mano de Juancito acariciando mi bulto me alteró todas las neuronas, “estás todo duro abu”, “es porque pienso en tu colita, sacate el pantalón porque vas a manejar mientras te cojo”, -prácticamente le ordené-. Le faltó gritar de la alegría y se despojó enseguida de su jeans y de su slip, mientras yo me bajaba los míos para dejar mi verga erecta al aire, luego, sin yo pedírselo, se puso a mamarme dejando una enorme cantidad de saliva, a la vez que después se puso con los dedos en su agujerito, de seguido se ubicó sentado encima de mí y tomó el volante con una mano y con la otra acomodó el glande en su agujerito, lo que siguió fue una dulce tortura porque movió las caderas haciendo que el ariete entrara en su interior, estaba apretado por la posición y la insuficiente lubricación, pero se aguantó y pasó de eso.
Quejidos, gemidos, algún que otro grito que resonaba en el interior del habitáculo, hasta que terminó por hacer “desaparecer” totalmente a mi verga en el interior de su culo, una camioneta pasó a mi lado a gran velocidad y me tocó bocina, tenía razón, yo estaba disfrutando, pero no era para circular en la ruta a tan poca velocidad y busqué de detenerme en un parador de una estación de servicio, Juancito ni cuenta se daba, estaba en “la de él”, se cogía a gusto subiendo y bajando por mi verga y lanzaba sus gemidos pidiendo más. Me había estacionado oculto por un camión que pareció descompuesto porque le faltaba una rueda, no vi a nadie en los alrededores y, levantándolo para sacarle mi verga pasé a mi nieto al asiento trasero, le quedó el culito blanco parado y mostrando el hueco abierto cuando se arrodilló dándome la espalda y no perdí tiempo, lo volví a penetrar de una haciéndolo quejarse por demás y me moví entrando y saliendo como desaforado.
Escuchaba que se quejaba y parecía gimotear, pero no me importaba, la suma de mis pensamientos en el culo de mi consuegra, la calentura que me había agarrado con ella y la colita complaciente de mi nieto lograron lo que quería. Me descargué profundo en el fondo de sus tripas y me quedé un rato dentro de él pellizcándole los pezoncitos, de inmediato pensé que se me había ido la mano, pero los movimientos de sus caderas empujando hacia mi vientre me hicieron saber que aún quería más. “Me dolió mucho abu, pero estuvo rico y tuve cosquillas dos veces”, -me dijo el muy putito-, como sea, noté que tenía un poco de sangre en la verga y usé unos pañuelos descartables para que se limpiara. No se asustó, ya casi no se notaba y salí rápido de allí, me detuve a unos trescientos metros en una banquina ancha y lo hice salir del auto para que expulsara lo que le había quedado en su interior, lo del parador había sido una inconsciencia, hacerlo salir para que fuera al baño a limpiarse podría llegar a complicar todo, felizmente todo salió bien. Faltaba poco para llegar a la casa y le pregunté porque no había dicho nada de la fiestita de cumpleaños.
- Porque mi mamá invitó a siete u ocho chicos con sus mamás y mis mejores amigos son sólo dos.
- Está bien, tampoco podés dejar a los otros de lado, hay que hablar y relacionarse con todos, unos son más amigos y otros son menos, pero eso es algo que vas a experimentar durante toda tu vida.
- Sí, bueno, está bien, pero, Abu, ¿puedo decirle a Marquitos, que es mi mejor amigo que a mí también me cogen?
- ¡¡¡QUÉ, ¿CÓMO ES ESO?!!!, ¿en que habíamos quedado con vos?, no podés decir nada, pero, ¿cómo es eso que “a vos también te cogen”?
- No te enojes Abu, yo nunca le diría a nadie que sos vos el que me la mete. Yo quería probar porque Marquitos me cuenta que a él se lo coge el primo desde hace rato y siempre me dice que tengo un buen culito para dejarme coger y que a él le gusta mucho, me invitó un montón de veces a la casa para que el primo me coja, pero mi papá no me deja salir de mi casa a ir de visitas a otras casas.
- Dejame ver si entiendo, a tu amigo se lo coge el primo y quiere que vos te dejes coger con el primo y por eso querías probar verga, ¿qué edad tiene el primo?
- Catorce, está por cumplir quince, Marquitos también lo invitó a Luisito que es mi otro amigo, a Luisito le gustaría, pero tiene miedo de que le duela mucho.
- ¡¡¡Esto es increíble!!!, verdaderamente de no creer… ¿Cuántos putitos hay en tu grado?
- No sé, el único que me dijo algo fue Marquitos y también lo hablamos con Luisito, de los demás no sé nada, por favor Abu, no te enojes, yo no voy a ir a ver a nadie, vos sos el único que quiero que me coja y tu pito me gusta mucho, -expresó con los ojos llenos de lágrimas-.
- Está bien, yo te creo y sé que no vas a decir nada, pero todavía no termino de creer eso que me contás.
- ¿Querés ver unas fotos que me mandó Marquitos en que su primo se la está metiendo?, ayer me mandó cuatro fotos, me pidió que las borrara porque nadie tiene que enterarse y todavía no las borré.
- No, ahora no me las mostrés porque estoy conduciendo, lo que podés hacer es mandarlas a mi teléfono y luego borrarlas para que nadie te las descubra, luego las miramos juntos.
Me pasó las fotos a mi teléfono y borró las que él tenía en el suyo, ya llegábamos a la casa y le dije que después de darnos un baño veríamos de ir a verlas en su habitación. Ingresamos a la casa y dejé los dos kilos de helados en el freezer, las mujeres no estaban cerca y la chica de servicio me dijo que tomaban sol en la parte trasera de la casa. Primero me di un regio baño, había transpirado como marrano en el auto, me puse la bermuda y me fui a hablar con “mis” mujeres. Cynthia tenía puesto un hermoso biquini y me hice a la idea que todavía pensaba que tenía el culo muy abierto, mi mujer se levantó de la reposera para abrazarme y besarme y me ametrallaron con preguntas, casi todas referidas a lo que habíamos hablado y como se había comportado mi consuegra. Les conté que habíamos ido a tomar el helado al parque y les conté una historia de buenos tratos y nada de gestos agrios, amén de la alegría de ver a su nieto…
- Eso sí, se nota que la pobre tiene una necesidad tremenda de hablar, me contó de toda la enfermedad del marido, de cómo murió, de la soledad, de que está bien así, toda una perorata que aguanté como un Duque, jajaja.
- ¿No le dijiste que se tiene que dar los gustos íntimos para estar mejor?, jajaja, -preguntó mi mujer-.
- Ni loco, eso sería entrar en un terreno peliagudo y no sé cómo reaccionaría, preferí escuchar y tratar de pasarla bien, además Juancito se divirtió y eso es lo que buscaba.
- ¿Dónde quedó mi hijo?, -preguntó Cynthia-.
- Fue a cambiarse, yo también aproveché a bañarme porque transpiré como un beduino. Otra cosa, no me avisaste qué harías una fiesta por el cumpleaños de Juancito, sabés que yo para las fechas soy un desastre, tengo que comprarle un regalo.
- No es gran cosa, estarán ustedes dos, mi suegra y vienen unas mamás con sus hijos que son compañeros de colegio, almorzaremos asado y pollos, luego algo de merienda, la torta y listo, no pienso hacerla muy larga. Respecto al regalo, no te preocupes papá, Juancito tiene de todo, aunque podría regalarle un par de juegos nuevos, de esos que sólo él entiende
- Es buena idea, le voy a preguntar al Técnico en Computación cuales son los dos mejores y veré de tenérselos rápido.
De hecho, lo llamé por teléfono, me dio los nombres de los dos juegos y me dijo donde conseguirlos, tendría que hacer unos sesenta kilómetros y era una buena excusa para tomarme un tiempo, ir rápido a comprarlos y meterla a mi consuegra en algún motel, pero no sería al día siguiente para no levantar sospechas y lo dejé para el día posterior. ¿Te olvidaste de nosotras?, -preguntó mi mujer a la que le encantaba el helado-. “Excepto por el helado no había nada que recordar, ¿o me equivoco?”, -dije entrando a la casa para traer el helado que saqué del freezer, enseguida se prendieron a ponerlo en los potes y yo aproveché a mandarle un mensaje a Graciela, “mañana imposible, paso por vos al día siguiente a las diez de la mañana”, luego de enviarlo lo borré, un tema solucionado.
Luego de eso hable con Juancito por el tema de los juegos porque me interesaba meterme con él a su habitación y mirar las fotos de su amiguito siendo penetrado, se me habían alborotado todas las neuronas con eso porque cabía la posibilidad de “embocar” a algún culito nuevo, ya que parecía que, sabiendo que había otros que se dejaban coger sin problemas, con la colita de mi nieto no me bastaba. “Vamos a mi cuarto y yo te enseño como se juega y te cuento cuales son los que más me gustan”, -dijo-, algo que me vino bien porque las mujeres estaban entusiasmadas con el helado y sus charlas, “los llamo a la hora de cenar”, -acotó mi hija y eso nos daba un buen margen de tiempo-. Las fotos me pusieron a mil, el primo de Marquitos resultó ser un chico flaco y alto que mostraba una verga, larga y relativamente fina, posiblemente grande para ellos, pero que no tenía ni punto de comparación con la mía, además la usaba moviéndose como un cusquito primerizo que ensartaba a su primera hembra alzada.
En la primera foto aparecían juntos como mostrándose y Marquitos mostraba una estampa de gordito querendón de cachetes rosados, flequillo, muslos gruesos y un pitito insignificante, pero sin dudas, daría gusto verlo gozar con mi verga en sus tripas. Las otras tres fotos eran más lanzadas. En una estaba el gordito en cuatro mirando a la cámara con la cara ladeada, en la otra estaba con las patitas al hombro, se veía su pitito chiquito y su cara sonriente entre sus propias piernas, en la última se lo veía de “cucharita”, en ésta no se veía bien su cara, pero su culito parado y gordito era inconfundible, en todas quedaba más que establecido y se veía que se estaba comiendo una buena verga y su cara de felicidad era evidente. “Abu, se te puso el pito duro al ver las fotos, ¿tenés ganas de cogértelo a Marquitos?”, -preguntó mi inquieto y, a estas alturas, lanzado nieto-.
- No sería mala idea, el culito gordito es tentador, pero no creo que me aguante la verga como lo hacés vos, además no es discreto y puede hablar, -le contesté como una formalidad, pero gustar, me gustaría-.
- Las fotos sólo me las manda a mí porque quiere que vea como le gusta para que yo coja con el primo, pero tiene terror a que la madre o alguien más se entere, el papá tiene dos carnicerías grandes y ya le dijo que, en cuanto le vea mover el culito como puto le corta los huevos.
- ¿Por qué le dice eso?
- Me contó que tiene un primo más grande que se viste como mujer y tiene novio y que un día se armó un lío bárbaro en la casa cuando se apareció y el padre lo echó, ahí fue cuando se lo dijo, sólo Luisito y yo sabemos que le gusta.
- Igual es un riesgo, nadie debe saber lo nuestro, mejor dejamos de hacerlo porque vos vas a abrir la boca en cualquier momento.
- Nooo, abu, porfi, yo no le diré nada a nadie, si querés les digo que se queden a dormir y te los cogés a los dos y yo hago de cuenta que duermo para que no sepan.
- No sé, no sé, dejame pensarlo, -le dije guardando el teléfono y no dejé que diera una mamada como él quería-.
Juancito se quedó jugando en la play y me fui de nuevo con las mujeres, mi mujer justo se levantaba porque iba a bañarse y me dijo que se haría dueña del baño por un rato, ya sabía de esto, se metía en la bañera y tenía como para una hora en el baño, por eso, no bien desapareció de nuestra vista, le hice una seña a mi hija y nos fuimos a su habitación. “Todavía tengo el culito muy arritado papi”, -me dijo cuándo la hice apoyar los antebrazos en la cama, pero movía sus caderas con ganas-. Le saqué la parte baja del biquini, el glande se perdió en su vagina empapada y habló con su cara apoyada en las sábanas cuando llegué al fondo de su conducto…
- ¡¡¡Dios santo!!!, cómo me gusta tu verga, dame más papi, dame más, metela fuerte en el culo si querés, no me importa que me duela”, -expresó antes de estallar en un orgasmo cuyo grito atemperó con su boca aplastada-.
- Vas a tener que “apurar” a tu suegra, al final me dijo que tiene una fantasía con vos, creo que no se te va a resistir, -acoté mientras bombeaba con ritmo-.
- ¿Qué te contó?, yo sabía que tenía ganas atrasadas, ¿la cogiste?
- No, aunque está desesperada por sexo, veremos si se da pasado mañana, vos tendrías que ir mañana a la casa, inventarle que tu marido no te coge bien, que estás mal y tratar de que te de cariño, no creo que sea muy difícil, si se acuesta con vos le tendrás que decir que tienes desde chica una fantasía con tu padre y que eso te tiene mal, veremos después si ella me lo propone al día siguiente y yo aceptaré, que crea que fue ella la que nos pervirtió.
- Ya entiendo, primero yo, después contigo y al final le hacemos la fiesta los dos, jajaja, sos terrible, pero me encanta la idea, con mi suegra de ladera no te extrañaré tanto. Seguí un poco más que estoy a punto de nuevo, -pidió y un nuevo orgasmo la sacudió cuando la llené-.
Ya estábamos en el living sentados cuando mi mujer apareció rozagante después de su baño de inmersión y lo llamamos a Juancito para ponernos a cenar. Las posibilidades de sexo me tenían las neuronas alborotadas, lo de mi hija era fantástico, me resultaba un calco de su madre a esa edad, pero más desatada, lo de mi consuegra se me antojaba como un volcán a punto de erupción y la colita de mi nieto me tenía a mil, sin que tuviera que olvidar a mi mujer y a otras posibles colitas infantiles que aparecieran o alguna amiga de Cynthia que estuviera mal atendida. Decididamente tenía que ejercitarme un poco más y/o en casos extremos usar la “pastillita azul”, ya me había dicho el médico que mi “bobo” funcionaba de maravillas y que podía usarlas sin abusar.
Esa noche no hubo “lectura de cuento” para mi nieto, me fui a dormir temprano y, aunque no hice nada, la destapé a mi mujer que dormía a mi lado y admiré su físico de mujer madura, amaba a esa mujer, aun cuando en mi naturaleza no primaba la monogamia. Había tenido a muchas otras, incluso a amigas íntimas de ella, pero siempre estaba ella por delante, ahora era igual, pero mis ganas eran distintas porque cambiaban los protagonistas, muchos eran filiales y, ni hablar de la posibilidad de culitos infantiles, había descubierto que me encantaba eso.
En la mañana me levanté más temprano que todos y salí a correr, dos kilómetros de ida y otros dos de vuelta, pude notar que en el campo la oxigenación era fantástica, pero también me di cuenta que estaba un tanto fuera de estado, luego fue una bebida energética, baño y a desayunar. Mi mujer me dijo que le alegraba ver que me “ponía las pilas” nuevamente y Cynthia dijo que tenía que ir a la ciudad porque tenía que sentarse con la suegra a hablar del movimiento de la Estancia.
- ¿Tu suegra es la dueña de la Estancia?, -le preguntó mi mujer-.
- No, nada que ver, sucede que cuando quedó viuda anduvo un tiempo con depresión y decidimos con mi marido que ella llevara las cuentas, era una forma de tenerla ocupada, pero ahora se ha diversificado bastante todo y, aunque tiene dos chicas estudiantes de Ciencias Económicas trabajando con ella y no tiene horarios ni presiones, ya no quiere seguir, se nos complica porque habrá que elegir a otro de mucha confianza y a mi marido no le gusta que tomen decisiones “per se” como hacen en los Estudios que suelen dedicarse a esto.
- Pedile a tu padre que te de una mano, el entiende de números, cuentas, computación y manejo de personal, confianza sobra y se lleva bien con el yerno, podría venir a quedarse dos o tres días en la semana y no lo tengo en casa dando vueltas como león enjaulado.
- Sabés que tenés razón, lo hablaré bien con ella.
- Hola, hola, teléfono sonando, alguna me preguntó a mí que opino al respecto, ¿quién les dijo que quiero asumir ese compromiso?, -pregunté por disimular porque me convenía seguir disfrutando de mis culitos filiales-.
- Dale papi, no es tan complicado, sólo tenés que controlar, todo el trabajo de papelería lo hacen las chicas y las firmas legales la hace un chico recién recibido.
- Bueno, coméntalo con tu suegra y tu marido, yo vendría a quedarme unos tres días por semana y espero que mi mujer no salga a “revolear las bombachas” cuando yo no esté.
- ¡Las cacerolas por la cabeza te voy a revolear a vos!, eso sí, si querés que me porte bien, me tendrás que llevar a cenar o una salida los fines de semana, jajaja.
- Justamente, no dan puntada sin hilo, esto me saldrá carísimo, anda y hablá o hacé lo que debas hacer con tu suegra, -le dije a mi hija que se rio cómplice-.
- Abu, Abu, después de comer, ¿no me llevás al arroyo a cazar pajaritos y de paso nos bañamos?
- Yo te llevaría, pero no tengo ganas de andar a caballo, hace mucho calor.
- Usá el Buggy carrozado que está en el garaje, ese es el que usa mi marido cuando no quiere andar en la camioneta, de paso mamá conoce y no le da tanto el sol.
- No, no, no, a mí no me cuenten, yo no me voy a pasar toda la tarde metida en el agua sucia o dejando que me piquen los mosquitos o las víboras.
- No seas exagerada, -le dije rogando para que no fuera, esa tarde era para hacerle la colita a gusto a mi nieto-.
- A mi dejame en esta pileta o durmiendo la siesta con el aire acondicionado, es más, les hago una vianda abundante y se pueden ir desde ahora, yo almuerzo cualquier pavada, -acotó medio emperrada-.
Ni mi nieto ni yo teníamos problemas, Cynthia se fue a ver a la suegra, mi mujer se dispuso a preparar las viandas y Juancito me acompañó a ver el buggy en el garaje, “Abu, Marquitos me mandó otras fotos, pero estas son de él con Luisito, me pidió que las borrara urgente, pero yo quiero mostrártelas, están desnudos y también se chupan los pititos y los culitos, ¿querés verlas?”. ¡Cómo para decirle que no!, le pedí que me las pasara a mi teléfono, lo hizo enseguida, vi una sola y pensé que esa sería una tarde cansadora, verga a pleno, colita y boca de por medio.
GUILLEOS1 – Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.
Muy buen relato, espero lo sigas pronto
Excelente! Pinta muy bien la serie… Esperando el próximo
Buena saga…, hay un poco de todo y todo bueno.