JUANCITO, MI NIETO – CAPÍTULO 5.
Decididamente, tal como todo se presenta, deberé usar Viagra..
Lo hice girar diciéndole que primero me la tendría que chupar y puse la verga frente a sus ojos, titubeó al tomarla entre sus manos regordetas y exclamo: “¡Faaa, es enorme!, metela despacito, tené cuidado, ¡qué grande que es!, no creo que entre en mi culito, porfa abu, no me hagas doler”, lo tranquilicé porque se estaba poniendo nervioso, posiblemente recordando que la primera vez le habían roto el culito a lo tonto y le había dolido mucho. “Chupá tranquilo y dejame a mí, te prometo que vas a gozar”, -le dije acariciando sus nalgas y me puse a la tarea de dilatar su esfínter con la crema y los dedos-. Aspiraba mi glande, lo absorbía y lo soltaba gimiendo porque los dedos lo hacían desear el tronco en sus tripas, pero no profundizaba en su mamada y pretendía dirigir, algo que no le permitía a nadie y menos que menos a un pendejito calentón, “Así está bien, ya está metémela antes de que me acabes en la boca, no la pienso tragar, la leche no me gusta”, -me dijo dejando al glande de lado y cuando volvió a meterlo en la boca, lo tomé de la cabeza y no dejé que se moviera.
“Estás equivocado si crees que me vas a decir cómo hacer, me la vas a chupar como quiero y te vas a tragar toda la leche sin desperdiciar nada, en esta cogida mando yo”, -expresé moviendo la cadera para que la verga llegara a su garganta-. No pudo toser ni moverse, mucho menos con la nariz aplastada en mi pubis, tres de mis dedos se movían lo más profundo que podía en el interior de su culo y lo dejé respirar diciendo… “Otra vez, tragala otra vez, vos sos mi putito y yo te voy a coger como quiera”, de todos modos, no fue tan dramático pronto se acopló y lo hizo solo, era más un tema de primera impresión que de capacidad y ganas. Estuve tentado de llenarle la boca de leche, pero ya habría tiempo para hacerlo, por eso, el siguiente paso fue ponerlo boca abajo y colocarle dos almohadas debajo del vientre.
Si estando vestido su culito era llamativo, sensual y te despertaba la libido como para ensartarlo sin misericordia, tenerlo desnudo y expuesto mientras Marquitos se abría las nalgas con las manos dejando a la vista y a disposición su agujerito semi dilatado, era algo para exquisitos. Se quejó un poco, pero enseguida elevó las nalgas cuando sintió que el glande penetró, el drama se instaló cuando el ariete fue entrando despacio y sin detenerse, creo que allí, por primera vez tuvo noción de lo que era tener una buena verga en el culo y se movió como para sacarme de allí.
- Es muy grande, me duele mucho, sacala abu, -rogaba dejando escapar el llanto apagado para no despertar a Juancito-.
- Tu culito es muy tentador, me encanta cogerte, no entré rápido para que puedas gozar de mi verga, esperamos a que ya no te duela y comenzá a moverte vos, -le dije quedándome quieto, pero profundamente instalado en sus tripas-.
- A mí también me gusta que me cojas, pero igual es muy grande, siento todo mi culito abierto, no te muevas, ayyy, me duele.
- Qué lástima que no está Luisito, creo que él hubiese aguantado y le hubiese gustado más que a vos.
- Eso no es cierto porque a él no lo cogieron nunca y a mí sí, pero, bueno, está bien, movete, cogeme, te prometo que no voy a llorar.
Llorar lloró y se quejó, pero se aguantó mordiendo las sábanas cuando mi verga entraba y salía de su culito, como sea, no tardó mucho en tratar de mover sus caderas para acomodarse a mi ritmo, “dame más, llega bien adentro y me dan las cosquillas”, -decía acompañando sus palabras con temblores que imaginé como orgasmos secos-. Era delicioso ver sus nalgas abiertas con el ariete saliendo y presionar luego para entrar en su huequito que se cerraba, su conducto estrecho me incentivaba el morbo, pero su agujerito había obtenido una elasticidad envidiable. Tuvo tres a cuatro temblores y lo llené mientras Juancito me miraba sonriendo desde la penumbra de su cama. No había estado nada mal y me lo llevé al baño para lavarme mientras desocupaba sus tripas, “la próxima vez que te coja tendrás que tener el culo limpito porque si no te haré tragar toda tu mierda y acordate que si te dejás coger por otro, me voy a enterar y tus fotos saldrán en las Redes Sociales”, -le dije serio y me aseguró que nadie lo tocaría-.
Le di un montón de besos profundos que asimiló muy bien porque tampoco sabía de besos y se volvió a calentar, “querés metérmela de nuevo, me dolió, pero me gustó”, -me dijo girando el cuerpo para poner sus nalgas a disposición. Le dije que no, aun cuando la verga volvía a responder. Luego lo dejé en la cama, apagué la luz dejando la habitación a oscuras y esperé unos minutos, al escuchar que su respiración se había normalizado, me acerqué a la cama de Juancito y le apreté las nalgas mientras lo acomodaba de costado, “me puse crema abu, ya estoy listo”, -me dijo el muy putito antes de que lo penetrara medio de cucharita con mi cuerpo recostado sobre el borde de la cama. Se aguantaba de gritar y subía una pierna para ponerla sobre mi muslo, pero a mi nieto sólo lo cogí hasta que lo sentí temblar con su orgasmo seco y me quedé quieto dentro de él, pues no tenía más leche para darle, sólo me restó esperar a que la verga se desinflara, después lo dejé durmiendo y me fui a mi cuarto.
En la mañana se levantaron tarde y no los quise apurar pues seguramente me pedirían de ir al arroyo y yo había quedado con la “gordita” en aparecer con su hijo a las tres y aprovecharía a pasar antes por el Banco a firmar, no había tiempo material para hacer todo. Marquitos me esperó en el auto estaba caliente con hacerme una mamada, sólo consiguió bajar su short y dejar que le metiera dos dedos en el culo porque me decía que se había lavado bien y tenía que comprobarlo, lo hice mientras manejaba con una mano y tenía razón, estaba limpito, igual usé las toallitas húmedas antes de bajar y entrar al Banco. A las tres estaba golpeando la puerta y salió Marisa a atenderme, saludó al hijo y me invitó a pasar para servirme un café. La “gordita” tenía puesta una remera blanca que acusaban un buen par de tetas sin sostén y una pollera a medio muslo que los mostraba sin pudores, apenas si tenía un poco de delineador en los ojos y el cabello bien cepillado. De inmediato lo mandó a Marquitos a casa de uno de sus amigos y luego a lo de la abuela porque ella tenía que salir, el nene me saludó y se fue dejándome solo con la madre a la que parecían notársele los colmillos.
“Te estaba esperando, soy toda tuya”, -dijo acercando su cara a la mía y bajé la mía para besarla-. Su boca parecía hervir, mis manos hicieron que sus tetas calzaran justas en mis palmas y movió las suyas para aflojarme el cinturón. No hacían falta palabras, la “gordita” se notaba acostumbrada a cornearlo al carnicero y la mamada que comenzó a darme luego de mirarme con satisfacción cuando vio mi verga no tuvo desperdicio. La tragaba toda y salía haciendo fuerza como si absorbiera, la llenó de saliva hasta que se la sacó de la boca y me dijo que le encantaba que tuviera tanto aguante. “Cogeme ahora por dónde quieras, no tenemos mucho tiempo”, -dijo apoyándose en el respaldo del sofá y levantándose la pollera para que tuviera a mi alcance su culo espectacular, duro y llamativamente fibroso, pues contrario a lo que se podía esperar, no había adiposidades ni celulitis en todo el cuadro. Mi glande encontró su cueva empapada y no me anduve con vueltas, la tomé de las caderas y se la mandé de una, “¡Cristo, como se siente!, nunca tuve una tan grande, entrá, metela sin miedo, estoy vacía”, -me dijo y comencé a hacer rebotar mi pelvis contra sus muslos duros-.
“Qué bien que me cogés, tu aguante es supremo, si sabía te decía de ir a la cama, haceme la cola Roberto, rompeme toda, porfi”, -pidió como si fuera una criatura y no me costó nada cambiar de hueco-. No fue tan rápido porque se notaba más estrecho y podría perjudicarme, pero entré todo mirándola como mordía un almohadón para no gritar por el dolor de la penetración, las lágrimas se le caían de la mejilla cuando torció la cara y me pidió que la cogiera más despacio, entonces apliqué un ritmo más tranquilo gozando al meterme allí y al apretar sus excelentes nalgas. “Llenalo, llenalo, esto es la gloria”, -decía al moverse y contraer su esfínter-, sólo me bastaron seis o siete entradas y salidas más y le inundé las tripas sintiendo como me apretaba todo el tronco con sus músculos. No tardó en salir corriendo para irse al baño y regresó con una toalla húmeda para limpiarme, aunque no estaba sucio con su interior. “Sabía que iba a estar bueno, pero no pensé nunca en gozar tanto, tenemos que repetirlo en una cama, cuando quiera sólo tenés que llamarme”, -dijo besándome después de limpiarme-.
Quedamos en que la llamaría, en realidad no sabía si lo haría, el gusto ya me lo había, aunque si pretendía tener nuevamente el culito del gordito habría algunos tratos más con ella. Desde allí fui a verla mi consuegra cruzando los dedos para que siguiera dolorida, pues, aunque sabía que funcionaría bien con ella porque era una mujer como para calentar a los muertos, no quería ni debía andar repartiendo polvos a diestra y siniestra. Estaba con otra vieja “fifi” un poco mayor que ella y se preparaban para tomar el té, me la presentó y la miré en detalle, se notaba bien conservada para la edad que supuse que tendría, tenía unos hermosos ojos color violeta y un bello rostro, pero surcado por gestos de acidez y amargura que la volvían desagradable al trato. Le dije a mi consuegra que ya había actualizado las firmas en el Banco y me pidió que me pusiera al tanto en la oficina, dándome las llaves para entrar al edificio.
- Parece que me estuviera echando, -le dije cuando me acompañó a la puerta-, ¿estás celosa?
- Jajaja, estás loco, si esta amargada probara tu verga se muere de un infarto, pero sería muy difícil es “la perra del hortelano” del pueblo, no coge ni deja coger.
- ¿Qué hace acá?, ¿la estás ablandando?
- ¡Estás loco, ni borracha que estuviera!, viene a pedir una colaboración para la Iglesia, la doy todos los años.
- Decile que para dársela se tiene que dejar coger con el cura de otra capilla, me disfrazo de cura y la hacemos ver el Cielo entre los dos, jajaja, tan mal no está, jajaja.
- ¡Roberto!, sos de lo que no hay, andá, andá al Estudio y no me metas ideas en la cabeza, aunque…
Me despedí de Graciela, iba riéndome solo por la predisposición de mi consuegra, estaba totalmente liberada y era como un motorcito de Ford “T” perfectamente afinado, media vuelta de manija y arrancaba. Entré al edificio y me dirigí al departamento en que funcionaba la Administración, allí vi que, si bien es cierto que funcionaba una administración de campos, ésta era solamente para el de mi yerno, a menos que se hicieran trámites para otros hacendados de la zona, ya lo averiguaría, por lo pronto entré al departamento y me encontré con dos escritorios, uno ocupado por una pelirroja de unos veinte años que partía la tierra. Tendría unos veinte años, cara con pecas, ojos verdes, una remera que dejaba adivinar unas tetas medianas perfectas y duras. Me miró, me saludó con un “buenas tardes” lánguido y no me atendió, no dije nada, me senté en una de las tres sillas que había para eso y esperé viendo como la pelirroja se pintaba las uñas, un par de minutos después escuché risas y chichoneos de una chica con un muchacho y provenían de detrás de la puerta de ingreso a la oficina, se despidieron y luego se abrió la puerta e hizo su ingreso al lugar una joven morocha de aproximadamente veintidós, también de remera blanca y con una minifalda que dejaba al descubierto muslos, decididamente de piernas dedicadas al gym.
- ¿Vino alguien?, -le preguntó-.
- Sólo ese señor, no le pregunté qué quiere.
- ¿Qué anda buscando señor?, -preguntó la morocha mirándome de arriba abajo-.
- Me gustaría hacerles un par de preguntas, ¿puede ser?
- Sí, no hay problemas, pregunte.
- ¿Están cómodas acá?, ¿les pagan bien?
- Sí, estamos en blanco, cobramos un buen sueldo y trabajamos cómodas, -contestó como diciendo “¿qué carajo te importa? -.
- Bien, por lo visto demasiado cómodas, soy el nuevo Administrador, los cambios comenzarán desde acá y están las dos despedidas.
- Pero, la señora Graciela…
- Llámenla si quieren, está en la casa tomando el té con una conocida que viene a pedirle un mangazo para la Iglesia, se debe haber olvidado de avisarles, a menos que me den una buena excusa para no hacerlo, ya comienzo a hacerles sus liquidaciones.
- Pero, pero, no puede hacer eso…
- Sí que puedo, motivos tengo, les diré, ¿vos sos Natalia, ¿no?, -le pregunté a la pelirroja y me lo confirmó- y vos debés ser Mercedes, ¿verdad?, -también lo hizo-. Bien, hace cinco o diez minutos que entré en la oficina y Natalia sólo me dijo “buenas tardes” y siguió con su complicada pintura de uñas, no tiene un solo papel sobre su escritorio y su computadora está apagada, ergo: Se está “rascando” y cobra un buen sueldo por ello. Vos debés venir de la calle o de otra oficina y te entretuviste en chichoneos con alguien detrás de la puerta, ergo: Te estabas dedicando a coquetear o a pasarla bien con alguien en lugar de estar trabajando en tu escritorio que también veo limpio y con la computadora apagada.
- Si, bueno, lo que pasa…
- Lo que pasa es muy simple, hacen lo que se les canta porque nadie las controla y allí es cuando más leales deben ser con quienes las contratan y les pagan el sueldo. A mí no me importa nada de sus vidas personales ni de sus ratos de ocio, pero mientras cumplan su horario de trabajo, trabajan y dejan las pelotudeces de lado, si hacen lo contrario pasan a ser un gasto innecesario y, precisamente ahora es lo que me están demostrando que son, ¿se comprende?
- Sí, sí, tiene razón, pero necesitamos el trabajo.
- Sí, sí, ya sé que está difícil y que es difícil conseguir algún trabajo como este, pero yo también tengo mis necesidades y entre ellas, no gastar en lo que no me es útil y ustedes dos, comportándose como se comportan, no me son útiles.
- Pero, señor…
- Miren, mejor no hablemos más, hoy es jueves y quedan dos horas de trabajo, tienen esas dos horas y todo el día de mañana para demostrarme que son merecedoras de estar trabajando para mi yerno y para mí.
- ¿Usted es el suegro del hijo de Graciela, ¿no es que era millonario?
- Sí, lo soy, tengo como para tener tres Estancias como la de mi yerno y ¿qué hay con eso?, yo no cobro por este trabajo, pero eso no quita que no lo vaya a hacer bien. Voy a mi oficina a instalarme y necesito los saldos y movimientos de las tres cuentas corrientes, cheques diferidos con fechas de vencimientos, listado de gastos mensuales desde hace seis meses, cantidad de personal de cada área, estado y modelo de cada maquinaria, inventario de granos en cada silo, eso sólo para comenzar, si no creen que van a estar a la altura me avisan y no perdemos tiempo.
- No, sí señor, enseguida le alcanzamos lo que tenemos, con la señora Graciela no llevábamos la mayoría de esos registros.
- Olvídense de la señora Graciela, esta oficina es para administrar y para administrar se debe saber lo que se invierte, lo que se gana y lo que se gasta, si se invierte mal y se gasta más de lo que se gana, yo me vuelvo a mi casa y ustedes se quedan sin trabajo, no es todo “copiar y pegar”, hay que usar la cabeza y poner de sí para salir adelante.
Me había puesto en “duro”, bueno, no tan en “duro”, era mi forma de trabajo desde siempre, pero mi estado “sexo emocional” me impelía a mostrarme algo así como inflexible porque las pendejas estaban como para que se te cayeran las babas, las tetas que se notaban duras y juveniles más las minifaldas que hacían adivinar sus nalgas paradas junto a muslos de infarto te podían sacar de contexto y Graciela sólo se había dedicado a recibir cheques para depositar y a firmar cheques para pagar deudas, todo lo demás parecía no contar para ella, claro que también era algo lógico, el que no sabe es como el que no ve. Me di cuenta que las chicas podían estar “apoltronadas”, pero sabían lo que se debía hacer y lo que no sabían lo preguntaban, servirían muy bien para lo que yo pretendía laboralmente, aunque, de todos modos, el “tirón de ovarios” no había caído en saco roto.
En el lugar sólo se hacía el trabajo de Administración de la Estancia, pero las chicas tenían otra fuente de ingresos paralelo al de su sueldo, recibían facturas de servicios de comerciantes, estos no tenían tiempo para perder en el pago de sus facturas y las chicas lo hacían por un porcentaje del importe de éstas. Al día siguiente me di cuenta de esto y las llamé a las dos para decirles que sabía lo que hacían y les mantendría el trabajo, pero que los pagos de facturas debían hacerse sólo en dos días a la semana y que se organizaran para eso, “pónganse de acuerdo con eso y se turnan para ausentarse, la ganancia de eso es de ustedes y no se toca, pero no quiten demasiado tiempo a sus labores principales”. Se pusieron contentas con eso y Mercedes casi me da un beso en agradecimiento por lo que les dije, nos reímos por esto y yo pensé que ya habría tiempo para más.
Yo también tendría que organizarme porque mi mujer no jodía demasiado, pero Juancito y mi hija pedían verga cuantas veces podían, de hecho, ese viernes al mediodía había regresado a la casa para, con la excusa de ponerla al tanto a Cynthia de la marcha de la Administración, me había encerrado con ella en el privado y le había dado una cogida de órdago, mordió un taco de papeles cuando le rompí el culo embistiéndola con ganas y aún con los ojos llorosos, pidió que le diera la leche en la boca y terminó mamando como un ternero feliz. Por la noche tocaría “contarle un cuento” a Juancito. De regreso a la oficina pasé antes a comprar el gel que usaba mi mujer, pues ella lo había comprado nuevo y yo lo venía usando seguido, no precisamente con ella, al salir de la farmacia me encontré en una esquina con Débora, me saludó un tanto sorprendida y no me anduve con vueltas, “yo la llamada perdida te la hice y tengo dos cosas por pensar o no la recibiste o me estás tomando para la chacota y eso en verdad me disgustaría mucho, voy a esperar hasta pasado el fin de semana”, -le dije serio sin darle tiempo a explicar nada-. Me juró y re juró que estaba complicada de tiempos y me invitó a tomar un café para explicarme.
- Puede que no me creas, pero mi tiempo es limitado, sólo hay un día en la semana en que puedo salir cómoda de casa y me da mucha vergüenza llamarte para decirte de salir para algo específico, además, lo creas o no, estoy saliendo de “esos días”, todo me resulta incómodo.
- No tengo más remedio que creerte, lo que sucede es que verte tan hermosa y deseable me despierta al “macho cabrío” y digo lo que no debo, jajaja.
- Sos tremendo, no te voy a discutir que el tema del borrado de las fotos me interesa, pero, vergüenza o no, me despertaste el interés en saber cuánto me vas a hacer gozar.
- En una de esas es tonto, pero tengo un poquito de temor porque cuando te “desates” no sé si te podré seguir el ritmo, sos una mujer muy deseable y sensual.
- Me encanta lo que decís, pero mejor hablemos de otra cosa, mis últimos “días especiales” me ponen a full. ¿Qué andás haciendo por el centro?
- Le doy una mano a mi yerno con la Administración de la Estancia y tengo la oficina en aquel edificio, suelo estar allí hasta las cinco de la tarde.
- Es muy interesante saber eso, ¿estás solo allí?
- Hay dos empleadas, pero se van a las cinco, yo siempre me quedo un rato más y podría esperar a que alguna “femme fatal” me visite.
- Vemos, yo te llamo, lo prometo.
Se fue y estuve más que seguro que aparecería por la oficina cuando pudiera acomodar sus horarios y yo tendría que buscar el modo de lograr que Luisito estuviera solo el tiempo suficiente para que su culito redondito probara verga por primera vez. Al entrar en la oficina me la encontré a la morocha Mercedes parada arriba de una silla dándole unos golpecitos al aparato del aire acondicionado, sus piernas se veían a pleno y poco faltaba para que sus nalgas se asomaran por su minifalda. El cuadro era de lo mejor y no menos excitante estaba Natalia, parada a su lado y mirando lo que ella hacía.
- Ustedes dos pueden llegar a matar de un infarto a cualquiera que entre a la oficina.
- Jajaja, usted debe andar bien del corazón jefecito, disculpe el espectáculo, sucede que el aire acondicionado no funciona y hace mucho calor.
- Deben estar los filtros saturados de mugre, bajá con calma y cuidado que yo me ocupo, ¿cuánto hace que los hicieron limpiar?
- Que yo sepa, nunca, ¿qué es eso de los filtros?
- Tienen filtros para la mugre y hay que limpiarlos luego de cada verano, -le dije dándole la mano para que bajara de la silla y me puse a la tarea-.
- Sáquese la camisa jefecito, nosotras miramos para otro lado, es eso o transpirar como un beduino, hace mucho calor, -arriesgó con picardía Mercedes-.
- ¡Qué malas que son!, ya me di cuenta de sus intenciones, quieren reírse de mis rollitos, -dije risueño sacándome la camisa, pero le pedí a Natalia que trabara la puerta-, no quiero que los de afuera también se rían.
- ¡Faaa, mierda jefecito!, ¿dónde están los rollitos?, tiene cara de cuarenta y cinco y físico de treinta, tendría que venir a destaparnos a nosotras, digo, los filtros de nuestros aires, -alegó Natalia ante la carcajada de Mercedes-.
- Lo único que falta, que sean ustedes las que se burlan de mí y no mezclemos los tantos, la oficina es una cosa, fuera de la oficina es otro cantar, no acostumbro a mezclar algunas cosas.
- Listo, entendido, si hablamos de trabajo ya le confeccionamos varias de las planillas que pidió y creemos que hay un par de desfasajes que la señora Graciela no vio y nosotras tampoco nos dimos cuenta hasta ahora.
- Me parece muy bien, no debo olvidar que están a prueba, luego lo hablamos, ahora voy a lavar los filtros al baño.
Salí con las dos rejillas negras de mugre, pero no me privé de mirar los pezones parados de las dos chicas que tampoco se privaron de mirarme la entrepierna. Al rato coloqué las rejillas y el aire comenzó a tirar aire con suficiencia ante los aplausos de ambas, hice lo mismo con el de mi oficina y aproveché para darme un regio baño en el privado que tenía anexo a mi reducto, pues el edificio era de categoría con ambientes amplios, cocina, un dormitorio con baño en suite y living-comedor con otro baño de uso común, todo con balcón a la plaza. En la bañera sólo había una cortina transparente para evitar salpicaduras y no bien cerré el paso del agua, luego de sacarme todo el jabón, me pareció escuchar un roce en la puerta, no lo pude evitar, si estaban espiando por la cerradura verían mi verga a pleno y para eso bastaron un par de toquecitos para que mi “amiga” respondiera haciéndose notar mientras me secaba.
Cuando salí a las dos les brillaban los ojos y ya me veía como que dos lobas en celo se me tiraban encima, eran, apenas pasadas las cuatro y media de la tarde y Mercedes me dijo que irían a tomar algo a una confitería y si no quería acompañarlas. “Me están tentando”, -les dije riéndome a la par de ellas e imaginando que desde la confitería hasta la casa sería sólo un paso y no me disgustaba para nada la idea, pero… mi celular sonó estridente, para peor yo lo usaba con el sonido del timbre común y fue como el sonido de un despertador, atendí enseguida porque la que llamaba era Débora y entre que con ella se podía dar sólo una vez y las chicas a las que tenía cerca todos los días… contesté…
- Roberto, menos mal que atendiste, estoy con un problema y pensé que…, -dijo atolondrándose con las palabras-.
- Pará mujer, pará un poco, tomá un poco de aire y contame que problema tenés, -dije mientras las dos chicas escuchaban-.
- Recién llegó a casa, me acaban de llamar por teléfono y… bueno, tengo que corroborar algo, debo salir por una hora y media y no tengo con quien dejar a Luisito, no podría dejarlo un rato contigo.
- ¿Ahora y por una hora y media?
- Sí, sí, no creo que tarde más y sos lo más cercano, se me dio que hasta mi vecina salió y no le tengo confianza a nadie más, haceme ese favor, te lo sabré agradecer.
- Bueno, está bien, si no tenés otra alternativa traelo, a lo sumo lo pondré a jugar con la computadora, dale, está bien, te espero, -le dije acariciando el paquete del pote de lubricante recién comprado-.
Les expliqué a las chicas que me iban a traer al nene para cuidarlo por un rato y que no podía decirle que no porque era una amiga de mi suegra y mi hija. “¿Necesitás que nos quedemos?”, -preguntó Mercedes-. “No, mejor no, prefiero que después no diga que me quedé solo con otras mujeres en la oficina, no sería tanto problema explicar que eran ustedes, pero prefiero evitarme el posible mal rato”, les dije además que podían irse desde ese momento y no perdieron tiempo para hacerlo, “ahora nos debés el trago”, -se lanzó Natalia y dije que los pagaría a la brevedad-. Débora llegó a las cinco y cinco minutos, vestía la misma ropa con que la había visto al mediodía y se la notaba alterada, me saludó y agradeció el favor que le hacía, sin saber que el favor me lo hacía ella porque el culito de Luisito debería e iba a ser domado en ese rato. El nene me saludó diciéndome que se portaría bien, “pobre de vos si lo hacés enojar a Roberto”, -dijo Débora exhibiendo el perfil de madre autoritaria o, por lo menos, frustrada por su problema-.
Ella se fue apurada y Luisito me dijo que el papá estaba con otra mujer y entendí un poco mejor la situación, pero todos mis cañones apuntaban a otro lado. Trabé la puerta de entrada por dentro, cerré las persianas, apagué las luces de la recepción y lo levanté a Luisito para irnos a mi oficina, “¿me vas a meter los dedos en mi culito como antes mientras yo te la chupo?”, -preguntó pasando sus brazos por mi cuello a la par que movía sus nalgas apoyadas en las palmas de mis manos-, “parece que te gustó, vení vamos a sacarnos la ropa y a sentarnos en el sofá, si puedo también te voy a coger”. “Está bien, pero no me hagas doler”, -me pidió y tardó lo que un suspiro en despojarse de su ropa- quedó completamente desnudito, yo lo miraba bajando las persianas de la puerta balcón y mi verga se puso a mil, su culito era más delgadito que el de Juancito, pero también era un “llamador de vergas”.
Después me senté y lo ubiqué de costado con la cara pegada a mi verga, sin pedírselo comenzó a darle besitos y a apretarla con sus manitos, yo acariciaba su cabeza y su espalda con una mano y la otra apoyó la punta destapada del tubito de crema en su agujerito, metí algo adentro de su hueco y lo apreté, una gran cantidad penetró y Luisito se contorsionó porque dijo que le daba frio, algo había quedado afuera y moví mis dedos buscando su interior mientras él se metía todo el glande en la boca. Hubo un quejido cuando el segundo dedo entró y ambos entraron lo que más podía, fue sólo algo de dolor pues siguió moviendo sus caderas. Los movía con ganas saliendo y entrando profundo, el nene, entusiasmado, ya se había metido media verga en la boca, pero se la sacó porque tosió y le dieron arcadas, “está bien, tranquilo, intentá de nuevo y respirá por la nariz”, -le dije sin ánimo de forzarlo, lo que más me interesaba era entrar en su anillo virgen-. Volvió a su mamada y ya fueron tres dedos los que se deslizaban sin problemas en su interior, Luisito gemía y tenía temblores cuando hacía girar mis dedos para dilatar su esfínter, a la vez que apretaba el tronco con sus labios. “Probá para cogerme, pero despacito”, -me dijo largando su chupetín de carne-. El nivel de dilatación daba para eso y algo tendría que aguantar.
Me arrodillé en el piso, lo puse de espaldas en el asiento del sofá y le levanté las piernas, quedaba hecho un bollito con su pitito y huevitos al aire y con su huequito mirándome como si latiera. Mi cuerpo lo tapaba cuando mi glande se ubicó en su entrada y lo moví para que ingresara sin el trauma de la apertura por el empujón, hice lo correcto, estaba bien dilatado y fue entrando de a poco, Luisito tenía la boca cerrada y de sus ojos se escapaban lágrimas que caían hacia sus sienes, parecía que aguantaba bien y eso me llevó a moverme para que entrara un poquito más cada vez que empujaba despacio… “Me duele abu, tu pija es grandota, pero me gusta mucho que me cojas despacito, el culito se me abre todo y me da cosquillas en la panza y en el pito”, -decía abrazándome y dándome besitos en los labios-. Yo le decía que me encantaba su culito y me movía despacio tratando de no enloquecerme porque ganas de penetrarlo de una me sobraban.
El glande chocó con una resistencia e imaginé que sería su otro esfínter y hasta allí no habían llegado mis dedos, “ahí me dolió más abu, me duele mucho, no entres más, no entres”, -me pidió rogando y con sus ojos impregnados de miedo porque supo que no le haría caso-. Era “al pedo” ponerme a hablar para explicarle nada, levanté mi cuerpo para buscar su boca y lo besé profundo para impedirle el grito mientras la verga entraba hasta que mi pelvis chocó en sus nalgas. Los ojos parecían salírseles de la órbita, las lágrimas parecieron saltar de sus ojos y trataba de moverse, pero no podía hacerlo por el peso de mi cuerpo. Quizás no debí apurarme, es que se sentía tan bien al estar adentro de ese conducto liso y estrecho que parecía apretar mi verga como si estuviera en una morsa, no me pude contener. Lo seguía besando y acariciando sin mover mi pelvis, le decía que me hacía muy feliz que se dejara coger por mí y que me hubiera elegido para entregarme su culito, que era el mejor culito que existía, que lo quería más que a nadie, no sabía que decirle porque, si lo había roto y Luisito salía insatisfecho y dolorido de allí, se me acabarían todas las alegrías. De pronto el Cielo pareció iluminarse, Luisito movió sus caderas y me miró tratando de esbozar una sonrisa…
- ¿En serio que me querés mucho y que mi culito es el que más te gusta?, -preguntó con un hilo de voz-.
- Si mi vida, es cierto, me siento tan bien adentro tuyo que no me pude contener e hice mucha fuerza sin darme cuenta, tu culito me encanta.
- Sí, pero hay otros culitos que también te coges.
- Claro, porque soy un hombre grande y necesito coger mucho, pero vos sos el mejor de todos.
- Ah, bueno, yo no lo sabía, ¿me vas a seguir cogiendo cuando podamos?
- Sí mi cielo, vos tenés que mantener el secreto y cuando podamos te la voy a meter o te voy a dar toda mi leche para que trague, yo sé que te gusta, ¿o no te gusta?
- Yo no le diré nada a nadie y claro que me gusta, después me vas a tener que dar un poquito, pero ahora movete y cogeme porque ya no me duele y el pitito se me va reventar cuando me dan las cosquillas, -dijo- y, dentro de lo que podía, movió un poco más las caderas-.
¡Bendita crema con Xilocaína!, comencé a entrar y salir de su culito y los gemidos comenzaron a aparecer, Luisito estaba gozando con mi verga en su estrechez y me corrí un poco para que pudiera moverse más cómodo, le gustó sentirse más libre y se movía más holgadamente mientras lo cogía con cierto ritmo sin profundizar demasiado, “¿no me das más besos con la lengua?”, -preguntó- y le dije que si lo hacía iba a dolerle, “no importa abu, metela toda, toda porque ya no me duele, bueno un poquito, pero yo me aguanto”, -expresó con los ojos brillantes de picardía y entré todo para besarlo-. Me sentía todo un “depravado rompedor de culitos infantiles” y le dije que tenía ganas de llenarlo de leche, “dale abu, a mí ya me dieron cosquillas dos veces y quiero saber lo que se siente al tener la leche en el culito”, -expresó decidido y fue la gota que faltaba para entrar profundo y rebalsarlo, “ahh, me gusta, como me gusta, está calentita, yo me voy a dejar por vos, solamente por vos todas las veces que quieras”, -decía moviéndose y me exprimió-.
Le dije que iríamos al baño, que yo lo llevaría ensartado porque, seguramente, no se había lavado el culito, “es que no sabía que iba a venir y mi mamá no me dio tiempo, otra vez me lavo bien con una perita de goma, ya sé cómo se hace”, -afirmó mientras me movía hacia el baño llevándolo sentado en mi verga y él se balanceaba contento aferrado con sus brazos a mi cuello. Allí se la saqué despacio y lo senté en el inodoro, sólo alcancé a ver que tenía el culito abierto como si fuera una “O” gigante y eso alabó mi ego, luego me lavé en el lavatorio. Luisito, aún sentado me pasó la mano por mis nalgas depiladas y me preguntó si ya me había lavado, al contestarle afirmativamente, me pidió que se la metiera en la boca. No creí que pudiera lograr nada, pero el morbo daba para verlo con “la morcillona” profanando su cavidad bucal y no me defraudó, pudo meterse toda mi verga y aferrado a mis muslos aplastaba la nariz en mi pelvis, “pude toda abu, está más chica, pero pude toda, lástima que cuando está así no sale leche”, -expresó contento-. Lo incentivé diciéndole que lo hacía muy bien, que ya se la comería toda y se tragaría toda la leche, pero que teníamos que cambiarnos porque vendría la madre. Había pasado una hora y si me erectaba de nuevo lo volvería a coger, su inocencia y su culito me ponían a mil, pero no quise arriesgar, bastante susto me había llevado antes.
- A mi mamá mi papá no la coge, por eso dice que anda alterada todo el día, ¿no te cogerías vos a mi mamá para que me quiera más?
- ¿De verdad te gustaría que me coja a tu mamá?
- Si ella quiere…, eso sí, nadie debería saber nada porque está casada y vos también.
- ¿Cómo sabés eso vos?
- Porque escuché que le decía a mi tía que ella debería buscarse un “mamante” para estar más tranquila.
- Jajaja, se dice amante”, tu mamá es hermosa y sería muy lindo ser amante de ella, pero siempre está en tu casa y no te deja solo.
- Sí, pero si vos vas a mi casa al mediodía o a la tardecita está sola porque yo me voy a jugar a lo de un amiguito que vive en el departamento de al lado o me meto a mi cuarto a dormir para que vos le puedas meter la verga.
- Bueno, ya veré de hablarlo con tu madre, ahora vamos a vestirnos.
Me sorprendió Luisito con su razonamiento, pero no dejaba de ser interesante la idea, el tema era hacerle creer a Débora que el nene no sabía y que aprovechábamos para unos buenos “rapiditos”, como fuere, primero tendría que tenerla a solas y a disposición porque me la quería “comer” completa y usar todos sus huecos a discreción, luego veríamos que sucedía. Destrabé la puerta y me puse a ver unos papeles mientras Luisito jugaba en la computadora, la precaución me vino bien porque Débora llegó antes de lo esperado y entró directo preguntando desde la semi oscuridad del recibidor, le dije levantando la voz que pasara directamente a mi oficina. La saludé, le preguntó al nene como lo había pasado y le contestó que lo había pasado bien y que había ganado dos niveles del juego. Ya no se la veía tan alterada y se mostró agradecida con ciertos visos de coquetería cuando habló conmigo.
- Me salvaste Roberto, te debo otra, -me dijo bajando la voz y observando a Luisito que estaba metido en su jueguito-.
- A mí no me debés nada, salvo aceptarme un café para que me cuentes porque siendo una mujer tan bella, te exponés a rebajarte como una pendeja celosa, -respondí en el mismo tono y seguimos así-.
- Te diste cuenta, ¿no?, creo que tenés razón, me parece que me dejé llevar y me di la cabeza contra la pared.
- ¿Averiguaste algo?
- No, hice el papel de estúpida, que tiene a otra estoy segura, pero hoy me mostré como una desquiciada, fui a esperar a un lugar donde no apareció nadie.
- Tal como yo la veo, tenés dos opciones claras, o te separás con todos los riesgos de perder que eso implica porque tendrás que remar sola o seguís así y le das la bola necesaria para no perder el status y modo de vida tuyo y de tu hijo, como sea, no podés estar de mal humor, tratando mal a la criatura o viviendo infeliz.
- Te entiendo, pero no es fácil.
- Creo que es más fácil de lo que crees, dejá el orgullo estúpido que no te sirve de nada y aprendé a tener un poco más de autoestima y/o andá a ver a alguien que te ayude con eso.
- Me gusta hablar con vos, mañana en la tarde de trece a diecisiete estoy libre, fijate si podés acomodar tus horarios, te aseguro que comenzaré a manejar mi autoestima.
Cuando se iban y después de que Luisito me hubiese saludado y saliera adelante se frenó de golpe y me apoyó las nalgas en el bulto, “quiero que todo eso que imagino me maltrate un poquito”, dijo y llevó mi mano a sus nalgas que recibieron un apretón que le gustó, a mí también pues sus nalgas eran durísimas. “Más que sentirte maltratada vas a gozar y me encantara escuchar cuando lo hagas”. Se estremeció y salió con el rostro más dulcificado, lo cual me afirmó en que una persona bien tratada siempre actúa de la mejor manera.
En la Estancia estaba todo tranquilo, todo el movimiento que se observaba en las inmediaciones cuando era horario laboral pasaba a ser una especie de “calma chicha” cuando llegaba la tarde-noche y a mí me encantaba eso, para mejor, todos los alrededores de la casa y sus adyacencias se regaba mediante un vaporizador con un producto para eliminar cualquier tipo de insecto volador o rastrero, ni se sentía el olor y uno podía salir a caminar o sentarse en la galería o nadar de noche en la piscina sin que ningún “bicho” molestara, eso para el citadino era impagable.
Las dos mujeres, mi esposa y mi hija, “tapaban” sus tetas por sostenes diminutos y tenían puesto pareos transparentes que dejaban a la vista sus nalgas casi desnudas, con excepción de lo que “vestían” las partes más gruesas de las tangas. Juancito tenía puesta una sunga que su madre le había comprado en un viaje de vacaciones a una playa de Brasil y vino corriendo a saludarme trepándose para abrazarme y besarme en la mejilla. “Por lo visto ninguno se privó del sol esta tarde, Juancito tiene toda la piel colorada”, -les dije y me confirmaron que así había sido y que le pasarían crema antes de dormir-. Cenamos temprano y para el momento de los cafés Cynthia nos hizo el comentario que vendrían a pasar el fin de semana la esposa del Coronel (Liliana) y su hijo Ismael.
- Aprovecharemos para ponernos al día con nuestros chusmeríos, hace tiempo que no nos vemos porque el marido estuvo destinado en otro Regimiento, pero ahora está en uno que está cercano y como están de maniobras por una semana, le viene al pelo para “escaparse” un poco del yugo militar, jajaja…
- ¿Tan jodido es el marido?, -preguntó intrigada mi mujer-.
- No sé, no lo conozco, pero dicen que es un tipo muy marcial, raro que ella lo haya elegido porque siempre fue la más dicharachera del curso, pero, cada cual sabe dónde le aprieta el zapato.
Yo hacía de cuenta que no le prestaba atención, pero enseguida pensé en lo que me había dicho Marquitos de Ismael, el hijo del Coronel y el Conserje del colegio.
GUILLEOS1 – Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!