JUANCITO, MI NIETO. – CAPÍTULO 6.
Las cosas se siguen dando para bien. Débora resulta ser un bocado muy apetecible y aparecen Liliana y su hijo Ismael en escena..
Lo que les dije es que no estaría cuando vinieran pues yo tenía trabajo atrasado en la Administración e iba a aprovechar la mañana para terminar algo que me tenía los pelos de punta…
- A tu marido le han cobrado precios exorbitantes por servicios y materiales y tu suegra lo único que hizo fue firmar los cheques, eso es todo pérdida que debo subsanar, -le dije a mi hija, pero no se sorprendió por esto-.
- Ya se lo imaginaba, alguna vez lo hablamos, pero nunca tuvo tiempo para controlarlo, -alegó mi hija, de algún modo aceptando que me tomara ese tiempo-.
De camino a la oficina la llamé a Débora para preguntarle si podíamos adelantar el encuentro para el mediodía, “si, creo que podré, si me necesitan a esa hora estaré allí, quédense tranquilos, no les voy a fallar”, -contestó como si hablara con otra persona y entendí que el esposo andaba cerca, indudablemente, hay tipos que se creen los “inteligentes” de la historia y no tienen en cuenta que todos estamos expuestos a pertenecer al “Club de los Cornudos”, es más, ellas tienen muchas más capacidad para disimular, aun después de regresar a la casa con el culo partido en cuatro. Quedé con ella para que pasara por la oficina y subiera directamente, allí se vería que hacíamos, pero entendí que no le gustaría andar dando vueltas por el pueblo o ir al motel de la ruta exponiéndose a que cualquier conocido la pudiera ver, siempre un departamento era más discreto.
Fue puntual y apenas sonó el portero eléctrico le abrí sin dar respuestas ni preguntar nada y cuando traspuso la puerta del departamento la noté un tanto nerviosa, algo que se le pasó rápido cuando la alabé diciéndole que estaba muy elegante y deseable. “Me gusta y me calienta cuando me decís esas cosas y, si te soy sincera, ya se me pasaron las “nanas” y no me importan las fotos”, -me dijo acercando su cara a la mía-. Lo que siguió fue lo más lógico nos prendimos y nuestros labios se pegaron dejando que nuestras lenguas jugaran a gusto. Débora gemía por el beso y porque mis manos se habían aferrado a sus nalgas desnudas, su pollera de un largo medio me permitió hacer esto y también apretar parte de lo posterior de sus muslos firmes. La hice girar para apoyarle mi bulto, una de mis manos acarició sus tetas y la otra le mostró el celular para hacerle ver que eliminaba el contenido de su archivo.
- Lo hiciste sin que te “pagara” la deuda, -dijo girando la cara-.
- No es necesario, me interesa más sentirte gozar sin tener necesidad de usar una extorsión.
- Pero, yo podría irme ahora sin darte nada.
- Estarías en tu derecho, pero nadie me quitaría el placer del beso que me entregaste recién.
- Ni loca me voy, quiero que me hagas gozar, aunque tengo un poco de temor, eso que sentí apoyado en mi culito no parece ser una “pavadita”, jajaja.
- No lo es y será todo tuyo, es más, te aseguro que vas a disfrutar de mi verga.
La ropa desapareció como por encanto y una palanca oculta convirtió el sofá en una cómoda cama que usamos a placer. Ella se sentó en la cama y tomó mi verga con sus manos a la par que me decía que no la imaginaba tan grande, “la quiero sentir, hacelo con cuidado, pero no me dejes nada afuera”, -dijo estirándose de espaldas-. Estaba todo bien su mirada anticipaba el placer, pero no la penetraría a “lo tonto”, mi cara apuntó a su entrepierna y mi boca abarcó toda su vagina empapada, la lengua se movió en ese sabor agridulce y el primer gemido fue casi incontenible. “Hoy me muero, estoy segura que me muero de placer”, -expresó temblando-.
Por poco no me arranca los pelos ante su primer orgasmo y cuando se calmó me dijo que ella también quería intentarlo, el “69” fue con Débora arriba y se esmeró en lamerme y chuparme, aunque, como era de esperar, no pasó de la mitad de su boca, tampoco podía dedicarse mucho, meter mi lengua en su vagina, lamer sus labios íntimos y absorber su clítoris la sacaban de su tarea, sus temblores y un par de orgasmos más no la dejaron dedicarse a mi verga como yo quería. Finalmente se puso en la posición del “misionero”, pero flexionó sus rodillas y apoyó la planta de los pies en la cama, “cogeme, por favor, cogeme”, -pidió y no la iba a hacer esperar-.
Sos ojos se abrían grandes y parecía estar haciendo ejercicios respiratorios cuando mi verga entraba abriendo sus carnes. Lubricación había en abundancia, pero sentir la sentía y me dijo el por qué, “es enorme, tu verga es enorme y me hace ver el cielo, no estoy acostumbrada a algo así, pero mi conchita quiere y quiere más”. Le di todo lo más que podía y se agitó retorciéndose cuando el glande se apoyó en su freno interior, más, como entré despacio no sintió dolor, pero el placer le recorrió todo el cuerpo y tuve que besarla para que el grito del orgasmo no le hiciera saber a todo el edificio de su explosión placentera.
- ¡Mi Dios, mi Dios!, nunca me pasó algo así, cogeme, cogeme con ganas.
- Sin apuros mi cielo, me reservo porque mi fijación es tu culito duro, parado, hermoso y deseable.
- Lo cuido con gimnasia, pero si me metés tu verga va a quedar como una piltrafa, me está dando un poquito de miedo, pero no te lo puedo negar, -acotó sonriendo con picardía-.
- Primero vamos a dilatarlo con mi crema especial, -dije saliendo de ella y levantando sus piernas, luego procedí a embadurnar su asterisco cerrado con mis dedos-.
- Agggg, me gustan, tus dedos me gustan, seguí, seguí, hacé lo que quieras con mi culo, -pidió demostrándose entregada-.
Poquito a poco, uno, dos y tres dedos ingresaron en su culo y se movía dilatando su esfínter sin hacer caso de sus temblores, gemidos y pedidos para que la penetrara porque se estaba enloqueciendo. Finalmente apunté el glande y pretendí entrar, me costó porque, a pesar de la crema lubricante, se había cerrado casi al instante por la tensión corporal que pareció acumularse en ese lugar y fui intentando despacio y moviéndome hacia uno y otro lado hasta que el glande ingresó. El apretón fue delicioso, a la vez que doloroso y me apuré a meter casi la mitad mirando como Débora contenía su grito de dolor y sus lágrimas se escapaban de sus ojos.
- Tranquila mi cielo, tranquila, esperemos un poco a que te acostumbres, nunca tuve un culito tan apretado.
- Espero que no me rajes, pero prefiero que la metas toda, ya habrá tiempo para acostumbrarse, ¡Madre de Dios! es un garrote inmenso dentro de mis tripas, pero me está gustando.
- Tú la pediste mi vida y yo agradecido, -le dije-.
Su pedido me decidió y se la mandé toda, despacio, pero firme, no pudo gritar mi mano lo impidió y mi cuerpo más pesado evitó que me sacara de encima porque se movió como si la estuvieran acuchillando, hasta que segundos después se dio cuenta que no podía impedir ni despegar mi pelvis de sus nalgas y se quedó quieta, “no la hagas latir, me duelen hasta las uñas, aguantá, yo me comienzo a mover cuando me acostumbre”, -pidió y le besé y acaricié las tetas sensibilizadas sin mover mis caderas, aún a pesar del dolor que su estrechez me provocaba en todo el tronco-. Las caricias y los besos la aflojaron enseguida y comenzó a moverse, al poco rato era una coctelera recibiendo pijazos y tapándose ella misma la boca para no gritar por el placer que estaba experimentando. “Me estás rompiendo el culo y siento un placer que nunca había sentido, dame más, la puta madre vas a tener que seguir cogiéndome todo lo que puedas”, -decía desatada como nunca-, no le contesté nada, pero sabía que así sería, ni su culito ni el de su hijo Luisito escaparían del dominio de mi verga.
Mi acabada coincidió con su orgasmo más largo y nos quedamos quietos por unos minutos. Luego del baño, se cambió y se despidió, se la notaba sonriente y bien cogida, es más, haciendo planes para poder vernos cuando a mí me fuera conveniente. Almorcé algo en un lugar de paso y volví a casa de mi hija más que satisfecho, al llegar me los encontré a todas tomando sol en las reposeras al lado de la pileta y a los chicos apartados sentados a la sombra de un árbol que había en las cercanías, ellos estaban en su mundo jugando con las tablet. Saludé y me presentaron a Liliana, tenía razón mi hija era delgada, pero atractiva, tenía el cabello largo y rubio natural y su cara demostraba vivacidad y determinado interés porque me miró de arriba abajo evaluando mi físico. El sostén del traje de baño contenía bien a sus dos tetas y el shorcito de jeans hacía notar un culito chiquito y bien formado. Al saludo se unieron mi nieto que no tardó en montarse sobre mi cadera para darme un beso en la mejilla y un nene rubiecito y delgado que la madre me presentó con el nombre de Ismael, éste me saludó casi sin levantar la vista del suelo y se lo notaba como tímido o sumiso.
Los dejé a todos allí y me fui a preparar algo para beber sin permitir que mi mujer se levantara de la reposera. Creer o reventar, a pesar de haberme echado un regio polvo con Débora y de haberlo pasado bien, no impidió que comenzara a excitarme mirando los culitos de los nenes, principalmente el de mi nieto que usaba la sunga que ya me había mostrado. Ismael tampoco se quedaba atrás, su shorcito de lycra se ajustaba perfectamente a su culito delgadito, pero parado y con buenas formas. Fue casi instantáneo, lo miré y pensé que ese culito chiquito ya conocía de verga, pues, acorde a lo que me había dicho Marquitos, seguramente no era para rezar que entraba al cuarto del Conserje del colegio.
Salí al exterior y me acerqué a los chicos llevándoles una latita de gaseosa a cada uno y les pregunté cómo lo estaban pasando, “bien señor, bien”, -contestó Ismael bajando la vista y con cierto temor-. “A mi abu le podés decir sólo “abu”, él no se enoja y sabe de muchas cosas, de todo lo que le quieras preguntar”, -dijo Juancito e Ismael desvió la mirada para fijar su vista en la tablet. Eso para mí fue como sumar dos más dos e intenté aprovecharme de eso, “eso que quieren buscar en la tablet no va a poder ser, todavía son muy chiquitos y vuestras madres se van a enojar si los ven mirando videos prohibidos”.
Tomé la tablet y me fijé en el historial, efectivamente habían buscado videos pornos, pero se encontraron con el problema de que estaba bloqueada para exhibir ese tipo de información y yo tampoco tenía el código del desbloqueo, pero adopté una cara seria para dirigirme a mi nieto, “me extraña que me hagas esto Juancito, yo me doy cuenta de todo lo que pasa y estaban buscando esto en la tablet sin preguntarme a mí primero”, -le dije a mi nieto que se sintió mal por el reto-. “No lo rete señor, la culpa es mía porque yo se lo pedí”, -acotó Ismael casi poniéndose de rodillas para pedir perdón.
- Siendo así, voy a tener que hablar seriamente con vos, Juancito, anda un rato a tu cuarto y dejame hablar con Ismael y no te hagas problemas, no estoy enojado, luego te lo demuestro.
- Bueno, dale abu, hablá tranquilo Isma, el abu es genial, -le dijo antes de irse moviendo su colita de putito-
- Señor, abu, ¿cómo supo que estábamos por mirar de “esos” videos?
- Yo sé muchas cosas que la gente quiere ocultar, por ejemplo, en este momento, a ver, a ver, dejame concentrarme, -le dije poniendo dos de mis dedos en mi frente y mirando al cielo como si pensara en algo importante-, ¡no lo puedo creer!, pero, pero, ese es el Conserje de la escuela y está con vos, ¿cómo se llama ese señor” y no me mientas porque acabo de ver algo terrible, -expresé mirándolo con seriedad-.
- Se llama Enrique y yo no sabía qué me iba a hacer eso, es que él me lo ordenó y me tiró del pelo, -acotó a punto de quebrarse en llanto-.
- Al principio puede ser, pero ahora veo que te gusta y lo disfrutás, esto tienen que saberlo tus padres, todavía sos muy chiquito para esto, ¡con razón querías ver videos y querías que Juancito los viera con vos!, -le dije viendo como temblaba y las lágrimas le caían por sus mejillas-.
- No, no, por favor abu de Juancito, es cierto, ahora me gusta, pero si se entera mi papá me va a fusilar y yo no me quiero morir.
- Me vas a tener que contar todo lo que hacen con ese Enrique, pero ¿por qué decís eso de tu papá?, no creo que sea tan malo. ¿Los trata mal a vos y a tu mamá?
- Siempre dice que va a mandar a fusilar a todos los que se dejan coger y a veces es malo, si no le hago caso y no me pongo firme cuando me habla se enoja y me tira fuerte de los pelos y después me manda a dormir sin comer, siempre le tengo que decir “si señor” y a mi mamá le hace otras cosas.
- ¿Qué cosas le hace a tu madre?
- A veces la agarra de los pelos y la hace arrodillar, después le mete el pito duro en la boca hasta el fondo y se ríe si ella se ahoga o le da chirlos en la cola y también se lo mete en la cola haciéndola gritar, pero después le gusta mucho porque le pide que le meta más y que le gusta.
- ¿Y vos?, contame bien cómo empezaste con Enrique?
- Porque un día me retó en la escuela porque yo pateé fuerte una pelota sobre la pared de la Conserjería y le gustó que me pusiera firme y le dijera que no lo iba a hacer más. Él me contestó que yo era un buen soldado, pero tenía que cumplir una sanción, entonces me dijo que fuera a la Conserjería en el próximo recreo tratando de que nadie me viera.
- ¿Fuiste?, sí, me imagino.
- Yo lo hice y cuando estuve adentro, me agarró fuerte de los pelos y me dijo que o me hacía echar de la escuela o le chupaba el pito que sacó del pantalón y estaba duro, que, que castigo elegía. Yo tenía mucho miedo y elegí chuparlo como le hacía mi mamá a mi papá.
- ¿Se la chupaste toda?
- Sí, él me agarraba de los pelos y me la metió toda, al principio me dolía mucho la boca y la garganta y me daban ganas de vomitar, pero ahora me gusta y más cuando me tira la leche adentro.
- ¿Y?, seguí contando, -le pedí imaginando a mi verga dentro de su boca-.
- Después me dijo que no era suficiente castigo y me ordenó que tenía que ir el sábado a la mañana para “clases especiales”. Yo fui y él me metió en la Conserjería, me sacó toda la ropa y me puso un trapito en la boca con una cinta y agarrándome de los pelos me cruzó en su falda y me dio muchos chirlos en la cola, me dolía y yo lloraba mucho, pero no podía gritar, cuando dejó de pegarme me puso una crema fría en el culito y me metió dos dedos que comenzó a mover, yo me movía mucho y lloraba, pero me dijo que tenía que aguantar como un buen soldado y cuando lo hice ya no me dolió tanto.
- ¿Le gustaba tu culito duro y flaquito?
- Sí, eso decía y decía también que sería un gusto que se daría rompiéndolo, pero yo no entendía nada hasta que me puso en la cama boca abajo y con los pies tocando el piso. Me daban cosas lindas cuando me acariciaba el agujerito con la cabeza del pito, pero cuando entró hasta el fondo creí que me moría. De esa vez no me acuerdo más nada hasta que me puso como un alcohol en la nariz, ya no tenía la cinta ni el trapo, pero me dolía mucho la colita y con una pomada que me puso con los dedos se me durmió todo y ya no me dolió.
- Después te dijo que no le podías decir nada a nadie, ni a tus amigos porque se burlarían, ni a tu papá porque ya sabías lo que haría, si decís algo te iba a hacer echar igual de la escuela, ¿verdad?
- Sí y me dijo que si hablaba pondría en las Redes unas fotos que me había sacado cuando yo estaba dormido y él entraba y salía de mi colita, ya me había sacado la cinta y decía que me veía lindo cuando me cogía ante la cámara.
- Ahora tenemos un problema, yo puedo sacarle las fotos al Conserje y que nadie más se entere de nada o puedo decirle a tu papá todo lo que sé, seguramente él los hará fusilar a los dos, a vos y al portero, ¿vos que elegirías?, -me sentía un pervertido hijo de puta, pero a mi verga dura le importaba poco como me sentía?
- No, a mi papá no se le puede decir nada y si le saca las fotos al Conserje de la escuela mejor que mejor.
- Está bien, pero eso tiene un precio que tendrás que pagar.
- Yo no tengo mucha plata, algo ahorro de lo que me da mi mamá, pero no es mucho.
- Yo no quiero dinero, lo que quiero es que, únicamente a mí, me des tu colita y tu boca toda vez que yo quiera, te prometo que vas a gozar mucho más que con el Conserje y no te dolerá tanto.
- Es que no sé, usted es lindo, pero más viejo que el Conserje y a mí me gusta cuando me coge a lo bruto y me tira de los pelos o cuando me la mete toda en la boca.
- Listo, no hablemos más, vos decidiste, no le cuento ahora a tu mamá para no darle un disgusto, pero apenas tu papá regrese de las maniobras le cuento todo, -le dije y me levanté dejándolo solo y con la mirada, repentinamente, llena de temor.
Las mujeres hablaban hasta por los codos y reían incluso con carcajadas bastante sonoras y cuando eso sucede no es conveniente que el hombre ande cerca, te pueden hacer pasar vergüenzas extremas con sus salidas, graciosas sólo para ellas. Esto implicaba que los chicos y yo no existíamos, Juancito continuaba en su habitación mientras yo hablaba con Ismael, se enfrascó en los jueguitos de la play, pues ante sus ganas de verga, le había dado a entender que más tarde tendría lo suyo, al irse le había dicho en voz baja que andaba mal de ánimo porque había ido a trabajar un sábado y me dolía la cabeza de los números que estuve haciendo, en realidad, lo que me dolía era la cabeza de la verga, el culito de Débora había apretado más que lindo.
Al cortar la conversación con Ismael y dejarlo solo después de adoptar una posición de enojado dispuesto a blanquear toda su situación, me metí en el privado de mi yerno, con la idea de ver unos porcentajes sobre un gasto que se había efectuado unos seis meses antes. Era lo que me habían hecho notar las chicas y verdaderamente, lo habían estafado con los precios. Estaba en eso cuando la puerta se abrió despacio para que pudiera entrar Ismael y dejé de hacer lo que hacía para mirarlo serio.
- Señor Roberto, abu, se lo pido por favor, no le cuente nada a mí papá, haré lo que quiera, -me pedía con las manos juntas como si rezara.
- Ya es tarde, me despreciaste, dijiste que soy viejo y no tengo ganas de darte ninguna posibilidad pues no te tengo confianza y seguro vas a seguir cogiendo con otros.
- No, no, no por favor, se lo pido por favor, dejaré que sea usted solo, podrá cogerme cuando quiera, por favor abu, no le cuente, mi colita será solamente suya y seré su esclavo como quería el Conserje, -rogaba y lloraba desencajado, pero no me daba pena, al contrario, como nunca me había pasado, generaba en mí ganas de someterlo y humillarlo-.
- No lo sé, sos muy flaquito y tu culito no vale mucho, además no sabés lo que es ser un esclavo, los esclavos no lloran, no gritan, aguantan el dolor, no se quejan, no le niegan nada a su dueño y hacen todo lo que éste pide.
- Sí, sí, yo puedo hacerlo bien, mi papá le dice lo mismo a mi mamá cuando me manda a mi cuarto y la hace arrodillar para que lo chupe, lo sé porque los espío. El Conserje también me decía que no podía gritar cuando me la metía fuerte y yo no lloraba ni gritaba, por favor abu, yo haré todo para que usted no le diga nada a mi papá.
- Está bien, te voy a dar una oportunidad, -le dije levantándome para trabar la puerta-, me voy a recostar en el sofá y quiero que me des una buena mamada, si te negás o no lo hacés bien, la llamo a tu madre en este instante, -expresé serio y tirándole de los pelos cortos-.
Tenía que hacerle sentir mi autoridad, pero, a la vez, tenía que controlarme, me estaba empezando a gustar mucho ese tema de la dominación. Verla a Débora entregada y entregándome su culo mientras me pedía que se lo rompiera sin compasión me había puesto a mil y lo mismo me estaba sucediendo con el nene que me rogaba que le hiciera lo que quisiera, había límites que no debía pasar porque mi placer no pasaba por infligir dolor a tontas y a locas, aunque…, de vez en cuando, imponerme por medio de mi verga, no me venía nada mal, además, por otro lado, quienes disfrutaban de ella, salvo mi mujer porque era “legal”, tenían, como se dice en la jerga, “el culo sucio” y aceptaban su pequeña cuota de “castigo doloroso”.
Me saqué la bermuda y me recosté en el sofá viendo la cara de asombro de Ismael al mirar mi verga, pero se abstuvo de hacer ningún comentario y reptó desde mis pies, hasta tomarla firme con sus dos manitos y acercar su boca al glande. Yo alcancé a tomar mi celular para filmar lo que haría, nunca estaba de más y a él no le molestó en absoluto, diría que le brotaron poses histriónicas y se esmeró en lo suyo. Sinceramente, no lo esperaba, a todos les había costado tragarse mi verga y a él también le pasó, pero fueron apenas unos pequeños amagues de arcadas y enseguida, ¡voila!… Jamás me había pasado algo igual, la saliva parecía ser sólo la necesaria y mi glande y tronco aparecían y desaparecían en su boca mientras Ismael me miraba indistintamente a mí o al celular con los ojos llorosos, aunque parecía disfrutar de ello. Lamía, absorbía y tragaba sin que le afectara, su boca parecía dilatarse y sus labios aferrarse como garrapatas cuando tragaba despacio besando el tronco por partes.
Tuve que esforzarme para no llenarle la boca de leche y, aun cuando no había pensado penetrarlo, lo corrí para probar su culito, para eso lo acomodé de rodillas y bajé su shorcito. Tal como lo esperaba, el culito de Ismael era de nalgas más delgadas, pero, a esa altura no me interesaba a mí y menos que menos a mi verga que goteaba con su saliva y mis propios jugos. Él mismo hundió la cara en el asiento del sofá y se abrió las nalgas con sus manos dejando a mi vista su agujerito que no acusaba las cogidas a las que, seguramente había sido sometido. Ni me molestaba la presión y roces que había sentido con Débora y, colocando el glande en el lugar preciso, empujé… Lo hice sin hacer tanta fuerza y el glande penetró por completo no tuve ninguna duda que la verga que se comía el nene era más chica que la mía porque no pudo aguantar el quejido de dolor y torció la cara para mirarme con los ojos llenos de lágrimas.
- Me duele mucho abu, pero no importa, metela toda, no voy a gritar, -me dijo con la voz estrangulada por el llanto que pugnaba por brotar-.
- Te callás, tu culito es sólo mío y lo cojo como yo quiero, -expresé-. Quería penetrarlo como para reventarle las tripas y no era el momento ni el lugar, tampoco había suficiente lubricación.
Su esfínter me apretaba y la saqué despacio viendo como su hueco se cerraba, “ahora no tenemos tiempo, chupala y tragá la leche”, -pedí y me obedeció incorporándose rápido-. Ni siquiera la limpió y la tenía casi en la garganta cuando lo inundé, no retrocedió ni amagó a hacer nada en contrario del acto, sólo se afirmó y tragó, después se dedicó a limpiarme dejándola brillante. Luego de eso me subí la bermuda, le pedí que se arreglara la ropa y aprovechó para preguntar, “¿no te gustó mi culito?, tu verga es muy grande y me dolió mucho, pero yo iba a aguantar para que la metieras toda”, -acotó-, entonces lo abracé y me senté a su lado.
- En otro momento te la voy a meter toda, ahora no tenemos tiempo, además no voy a contarle nada a tus padres, pero recordá siempre que sos mi putito esclavo y que tengo la filmación de cuando me chupabas la verga.
- Bueno, al final no sos viejo, me gusta mucho que me hagas mimos, yo tampoco le voy a decir nada a nadie y vos podrás cogerme cuando quieras y podrás dejar que tus amigos me cojan.
- ¿Cómo es eso de que te cojan mis amigos?
- El Conserje decía que me iba a presentar a unos amigos y yo tenía que dejarme con ellos, pero que me iba a avisar cuando tenía que ir porque se terminaron las clases.
- ¿El Conserje vive en el colegio?
- Sí, vive en una casita chiquita porque él cuida el colegio cuando no hay clases o cuando no hay nadie.
Ya estaba bastante acelerado en lo sexual y también me rondaba el tema de darle una buena “cepillada” a la madre de Ismael, si empleaba un poco de dominación me podría salir bien, pero otra cosa se me cruzó entre ceja y ceja, a mí no entraba en las “entendederas” aquello de andar “prestando” los culitos de mis amantes, mucho menos permitir que otros adultos hicieran “uso” de los culitos de “mis nenes” y saber que el Conserje podía llegar a incidir en Ismael para que lo hiciera me puso del tomate, por tal, tomé una decisión que no podía esperar. Me cambié de remera, zapatillas y jeans y le avisé a las mujeres que me iba al pueblo a ver si conseguía algún gimnasio con un buen instructor.
Mi esposa no opinó al respecto, tenía claro que el gimnasio era algo que me encantaba y que, cada dos por tres, me daba por “matarme con los fierros” o practicar más las Artes Marciales, mi hija sólo preguntó si regresaría antes de cenar. Liliana, la mamá de Ismael que estaba tomando otro copetín habló pícaramente dirigiéndose a las otras: “¿de verdad este hombre necesita tener más físico?, mi marido hace ejercicios todos los días y no tiene ese físico ni por asomo, jajaja” … “Sabés lo que sucede Liliana, lo hago para poder seguirle el ritmo a mi mujer, jajaja”, -le contesté-, luego me fui dejándole a ella que explicara lo que había querido decir, tenían para hablar un rato más de “intimidades”.
Iba conduciendo y serenándome, entendiendo que debía actuar con rapidez e inteligencia, aunque sabiendo perfectamente lo que debía hacer. Caía la tarde y me estacioné unos cincuenta metros antes de la casa del Conserje, ésta se encontraba pegada a la pared de los fondos del colegio y la puerta daba directamente a la vereda, no vi movimientos en la cuadra, esa era una zona casi despoblada, sólo dos casas había en la vereda de enfrente, todo lo demás eran baldíos. Luego de unos quince minutos me decidí a bajar del auto para ir a golpear y lo vi que salía para dejar una bolsa de residuos, me apuré para llegar a su lado cuando se giraba para entrar y le pregunté si era el Conserje del colegio.
“Sí, ¿qué quiere?”, -alcanzó a decir antes de entrar dando tumbos en el interior de una pequeña salita-. Quedó semi desvanecido por la trompada dada entre la nariz y la boca, revoleaba los ojos con una mano tapándose el lugar del golpe y entré cerrando la puerta detrás de mí. El tipo tendría unos treinta años o apenas un poco más, era más joven, pero eso no me importó, la segunda trompada fue en el pómulo descubierto, alcanzó a decir “noooo” y otra estalló contra su mandíbula, quedó desvanecido, sentado en el piso, chorreando sangre de su boca y nariz que estaba torcida en una posición rara. Le puse una venda usando una remera usada que había sobre una silla y le até las manos con una camisa también dejada sobre una silla, luego enderecé su tabique haciendo una torsión con los dedos y revisé el lugar.
En ese cuarto había un pequeño anafe apoyado en un soporte de material, sobre el mismo soporte estaban las cosas del mate, unas galletitas, dos tazas grandes como para café con leche, dos vasos comunes y una garrafa de 10 kilos debajo del soporte, una mesa redonda chica, cuatro sillas y un refrigerador tipo mini bar. En un mueble tipo aparador vi que había unos platos, más vasos, cubiertos, una radio, dos linternas y un hato de llaves, además de una puerta que comunicaba con el patio trasero de la escuela, después pasé al cuarto que sería el dormitorio. La cama era grande y no estaba hecha, revisé cajones de una cómoda y encontré dos slips de nenes, lo que me dio la pauta de que Ismael no era el único al que se cogía. Sobre la mesa de noche había un cargador de celular y estimé que lo tendría en algún bolsillo de su ropa, por suerte en los cajones ni sobre la cómoda había tablet o computadora.
Regresé a verlo al tipo y estaba reaccionando, el punterazo en el costado del muslo lo hizo gritar con ganas y el trapo de cocina le tapó la boca, “no hables ni te muevas, mi idea es matarte en el acto y todavía estás vivo porque estoy dudando”, -le dije dándole otra patada, pero esta vez en las costillas-. Se quejaba y lloraba dejando correr sus babas y busqué su celular en el bolsillo del pantalón, el aparato era obsoleto y casi no tenía capacidad, había unos pocos contactos que copié a mi teléfono y después borré íntegramente, también, sacándole el trapo de la boca, le pregunté la clave de la nube, me contestó que no sabía que era eso y le creí, con ese teléfono no podría haber entrado allí, ni siquiera tenía Internet en él.
Lo que sí tenía era una galería de fotos de lo más variada y unos seis videos que no me detuve a mirar, había allí fotos de cuatro nenes distintos, además de las de Ismael, no tenían demasiadas variaciones, mamadas con las caras en primer plano y penetraciones en cuatro o con las piernitas alzadas en las que se podían ver las caras de dolor. En ninguna de las fotos aparecía la cara del tipo y la verga tampoco era gran cosa, aunque cumplía con la función que se le asignaba. Copié todo a mi celular, borré lo de la Galería de Imágenes y me acerqué a tomar una cuchilla bastante filosa que le pasé por el rostro.
- Aunque no me guste y me vayas a salpicar, mi orden es clara, si encontraba fotos de los nenes te tenía que matar y es lo que voy a hacer, sólo quería que supiera porque lo hago, -le dije sacándole el trapo de la boca-.
- Por favor, por favor, tenga piedad señor, no haré nunca más algo así.
- Ni vos te lo crees, cuando se te cruce otro culito lo harás de nuevo y nadie quiere eso, -le dije haciéndole un pequeño corte en la mejilla que acusó como si lo hubiera acuchillado-.
- Déjeme vivir, por favor, déjeme vivir, prometo que me voy del pueblo y jamás sabrán de mí, -rogaba llorando e hipando con sus lágrimas asomando por debajo de la remera que tapaba sus ojos-.
- No sería mala idea y me evito de salpicarme de sangre, te voy a dar una única oportunidad, tenés dos horas para irte de acá, tomarte algún micro o comenzar a caminar por la ruta hacia el otro pueblo, si alguna vez aparecés por este vecindario sabrán que no estás muerto y yo tendré problemas, pero me voy a encargar que sea lo último que hagas. Soltate solo después de que me haya ido.
Ya me había dado cuenta que no tenía mucho que juntar para mandarse a mudar y me fui de la casa, todo el entorno seguía tan tranquilo como cuando entré y salí en el coche para estacionarme un poco más lejos y esperar. Me entretuve mirando las fotos de los chicos y descubrí que tres de ellos eran flaquitos como Ismael, sólo había uno que tenía el culito más gordito, más parecido al de Marquitos y parecía un poco mayor. No habían pasado cuarenta minutos cuando vi que el tipo salía apresurado cargando un bolso y se iba hacia el lado contrario para dónde se encontraba la terminal de ómnibus. Rengueaba de una pierna, pero más rápido no podía caminar sin correr.
Regresé tranquilo para la casa de mi hija, iba satisfecho, me había sacado un posible problema de encima, pero me di cuenta que el otro problema lo tenía entre mi verga y yo. Mi excitación era tremenda y necesitaba descargarme en algún culito, de nene o de adulta, no me importaba tanto, estaba muy sacado, nunca me había sentido igual y era evidente que cuanto más cogía, el cuerpo y la libido más me pedían coger y eso, a mi edad era genial, sentía que todos los planetas estaban alineados, aunque, de seguir así, no tardaría en ser demasiado contraproducente, ya no tenía veinte años.
Al llegar me di cuenta que habían terminado de cenar y se encontraban en la sobremesa con el consabido cafecito. Mi nieto y su amigo me saludaron y se fueron a seguir con su bendita Play, mejor, no tenía ganas de jugar a nada con ellos, bastante me había costado normalizar mi libido mientras venía para la casa. Mi hija y la mamá de Ismael se fueron al living y mi mujer me sirvió la cena después de calentarla, me senté a la mesa y apreté sus nalgas con una de mis manos cuando se puso a mi lado…
- Ya sabés que el ejercicio me excita, esta noche un culito va a hablar, -le dije besando además su brazo-.
- Las ganas, si querés ponémela dormida, sé que más de una vez lo has hecho y no me molesta, hoy tomé un poco de más y me tragué dos pastillas, ya me estoy cayendo de sueño, -alegó de buena onda, pero con semejante claridad como para enfriar cualquier calentura-.
Luego de cenar retiré los platos y dejé todo en la pileta de la cocina, mi mujer ya se había despedido diciéndome en voz baja que se iba a acostar desnuda, pero yo sabía que ese escenario no me calentaría. Me fui al living a servirme una copa, entré al cuarto cuando Liliana se levantaba para irse a acostar, caminó hacia mí a saludarme y me dijo:
- ¿Ya sé cansó el hombretón con el ejercicio?, -lo preguntó con cierta sensualidad y se me dispararon los ratones-.
- Al contrario, tengo ganas de darle unos buenos chirlos a algún culito que los sepa apreciar, pero… por ahora, -expresé como diciendo que me quedaría con las ganas-.
Liliana no dijo nada más, pero se sonrió medio nerviosa y se le notó un estremecimiento en todo en el cuerpo. No bien salió, me acerqué y abracé a mi hija, le di un piquito a la par que le pellizcaba un pezón que se le endureció como por arte de magia…
- Estoy recaliente papi, Liliana me contó que le gusta ser sometida por el marido, dice que no es gran cosa como amante, pero adora sentir que la trata como esclava, yo el único dolor que aguanto con gusto es cuando siento que tu verga me hace la cola, pero…
- El “pero” es porque no te gusta ser una esclava ¿o sí?
- No, que me causen dolor por el placer de hacerlo no me haría sentir nada bien, un chirlo en las nalgas o que me ates a la cama para hacerme gozar sin poder moverme sería soportable, pero golpes, cachetazos, tirones de cabellos, humillaciones, definitivamente no la van conmigo, pero… podría verlo como una experiencia.
- Es muy jodido, alguna vez hice eso y llega un momento en que cuesta contenerse porque el masoquista te exige y el sadismo propio se desboca, de todos modos, ¿qué es lo que querés hacer?
- ¿No te animás a atarla y a violarla haciéndola sufrir un poco?, bueno, lo de sufrir es relativo, ella dice gozar con eso y a mí me gustaría verlo.
- ¡Cynthia!, eso que me pedís es muy complicado, se va a dar cuenta que somos nosotros y si nos denuncia nos vamos a ver en un problema enorme.
- No creo que denuncie nada, primero porque yo te conozco y va a gozar y después que jamás dejaría que el marido se entere, aparte de todo le tiene terror.
- Te reitero, ¿qué querés hacer o que haga?
- En un rato metete en su cuarto y violala, no la dejes gritar y hazlo fuerte, que sienta tu verga, de acuerdo a como reaccione yo me uno, dale papi, dame gusto, estoy toda mojada y vos estás durísimo, -dijo acariciándome la verga por sobre el pantalón-.
Verla así suelta a mi hija en materia sexual me ponía a mil, pero no podía negarme a lo que me pedía, yo mismo había sido quien había abierto su propia “Caja de Pandora” y, aunque las quería tener conmigo o junto a mí, no quería privarse de experiencias nuevas. Me había prometido fidelidad en lo que respecta a otros hombres, salvando lo del marido, claro está y no podía hacer oídos sordos a sus pedidos. Había tenido sus experiencias con amigas cuando era estudiante y el salto grande lo había dado primero conmigo y luego con su suegra, ¿qué podía hacerle una mancha más al tigre?, le pedí que me dejara terminar la copa y veríamos.
Cynthia fue a controlar que todos durmieran y regresó sacándose la poca ropa que tenía encima, entramos los dos desnudos a la habitación de Liliana y se sentó en un pequeño sillón para observar lo que sucedería con su amiga y yo. Que mi hija mirara incentivaba aún más mi morbo y, estando junto a la dormida, pasé mi mano desde su cuello hacia el centro de su cabeza enredando mis dedos con su cabello, el tirón de pelos fue doloroso y no menos doloroso fue el apretón de uno de sus pezones. Liliana abrió los ojos asustada revoleando los ojos en la semi penumbra del cuarto y se quejó por el dolor que experimentaba.
- Sin abrir la boca no te quiero escuchar, te voy a coger como nunca, pero primero me la vas a chupar, tragala toda, -expresé ya completamente jugado-.
- Pero…
- Pero nada, ¿qué fue lo que no entendiste?, -le dije dándole un tirón de cabellos que, en ese lugar y a contrapelo, se hace sentir muy doloroso, a la vez que le ponía mi verga en la cara-.
- Sí, sí, está bien, pero, por favor no me dejés marcas, -acotó y comenzó a tragar luego de lamerla-.
Su cara era delgada, aunque sus labios denotaban ser bastante rellenos, giró un poco la cabeza y, al igual que me había pasado con el hijo, demostró que sabía bien lo que hacía, la técnica la tenía, se le dificultaba por el grosor y el largo y tuvo toses seguidos de un par de arcadas, pero la mano haciendo la torsión suficiente en su cabello actuaba como recordatorio de que no debía quejarse y continuar con su tarea. En un momento resopló fuerte y dejó salir saliva a raudales, sus ojos lagrimeaban y se acomodó mejor para volver a tragarla. La cosa fue mejor, se puso de costado y se la tragó de una aguantando arcadas que la tenían a punto del vómito. No hablaba, no decía ni una palabra, sólo tragaba verga sacándola toda y volviéndola a tragar hasta chocar su nariz, yo me tenté como para darle un par de chirlos en el culo, pero recordé enseguida lo de las marcas que seguro serían las que no tenía que ver el marido y me dediqué a pellizcarle sus labios íntimos.
Liliana no aguantó y el orgasmo la asaltó, el temblor se generalizó por todo el cuerpo y dejó mi verga para pedirme perdón. Su voz sonaba angustiada y me miró diciendo: “Perdón mi señor no me pude aguantar”, imaginé enseguida que tampoco la dejaban terminar a gusto y entendí mucho menos a los idiotas “dominantes”, el orgasmo en la mujer que está gozando no sólo es liberador para ella, sino que genera una satisfacción enorme en el hombre que ayuda a producirlo, como sea, le contesté: “Quiero que te liberes de esa pelotudez, no te voy a perdonar ningún hueco, pero no te aguantes, quiero gozar viéndote gozar, sentate arriba y penétrate con mi verga que esta noche es toda tuya”, -le dije y su mirada pareció iluminarse-.
La acomodé y ella misma se sentó dirigiendo el glande a su hueco empapado, “apretame las tetas”, -pidió y, no bien lo hice con ganas y un poco de saña, se sentó de una conteniendo un grito mezclado entre el dolor y el placer-. Mi verga no encontró el fondo y sus nalgas se aplastaron en mis muslos y, casi, casi sobre mis testículos, “agggg, ¡qué placer!”, -expresó con evidente deleite y comenzó a moverse como una víbora-. Ella sola se estaba dando una cogida monumental y los orgasmos parecían encadenarse, “gracias, gracias, serás mi macho cuantas veces quieras, me acostumbré a ser usada y esto es impagable”, -dijo acercando su boca para besarme-.
Cynthia no había podido aguantar más y la vi acercarse desde la espalda de Liliana, “no, no podés, que puta que sos, agggg, rompelo, pero acariciame esto no lo viví nunca”, -acotó levantando la voz y yo sentí que las paredes vaginales apretaban mi verga porque el culo de la mamá de Ismael había sido invadido seguramente por un consolador y no era nada pequeño. Vi las manos de mi hija que aferraban las tetas de su amiga y traté de acoplarme a su propio ritmo, ella entraba y yo salía, pero, en realidad, la batuta la manejaba Liliana moviendo sus caderas, gimiendo como descosida y atrapada por el placer de sus orgasmos.
Mi muy puta hija también gimió porque, después lo supe, el consolador era doble y ella tenía un tamaño similar incrustado en su vagina, como fuere, yo quería sentir que mi verga se aventuraba en lo estrecho del culo de Liliana, estaba convencido de que sentiría el grosor de mi carne y las separé diciéndoles que quería tener su culo. No pusieron peros, aunque perdieron un poco de tiempo para acomodarse debido a que antes se comieron las bocas con desesperación y se pusieron en “69” con Liliana apuntándome con su culo y hacia allí dirigí el obús. Entré como el puto amo y la rubia ahogó el grito de dolor metiendo la boca en la vagina de su amiga, la cual alternaba sus lamidas y chupeteos en la vagina que tenía frente a sí y mis huevos que colgaban. Mis ganas de provocar un poco de dolor se desataron y me desboqué en mis entradas y salidas, el sonido del choque de las pieles se multiplicaba en el cuarto y se aunaban con los sollozos casi inaudibles de la rubia que se la bancaba sin decir nada.
Las dos gemían, temblaban y orgasmaban y yo no aguanté, la llené y le arranqué con esto otro orgasmo que la dejó baldada. Mi hija salió como pudo de debajo de su amiga y me habló apoyándome sus tetas en la cara, “no hubo golpes ni humillaciones y creo que así gozó mucho más, ahora te quedan dos opciones, me cogés a mí o me dejás que yo me quedó con ella”, me reí con esto que me decía y la besé profundo, yo sabía que no podría recuperarme tan rápido y ella también lo sabía, por eso opté por salir de Liliana y me fui al baño a lavarme para poder irme a dormir, me estaba haciendo falta un descanso, físicamente estaba bien preparado, pero ni en los veinte había tenido tanta actividad.
En la mañana apareció Juancito, mi nieto buscaba desde el día anterior su ración de leche y se sacó las ganas compitiendo en habilidad con la mamada de Ismael, cuando terminó de tragar su “desayuno especial” me habló como con miedo… “Abu, te tengo que decir algo y te pido que no te enojes, anoche nos chupamos los pitos con Ismael, él empezó y me gustó mucho, nos dieron muchas cosquillas y después nos quedamos dormidos” … “Está bien, no me enojo, pero será el único con el que harás cosas, nada con Marquitos o Luisito, pobre de vos con que yo me entere que hacés cosas con otros, ahí me vas a conocer muy enojado”. Me lo prometió jurando y besando los dedos cruzados y ya que estaba aproveché para ver si le podía romper el culito a Ismael.
- ¿Qué te parece si nos vamos al arroyo y me lo cojo a Ismael?, ¿crees que guardaría el secreto si nos ve coger a nosotros dos?
- Él nunca va a decir nada porque le tiene terror al papá, además me dijo que le gustaría que le metieras tu verga, también me dijo que se lo coge el Conserje, así que ya debe estar abierto.
- Ya no más, a partir de ahora, yo voy a ser el único adulto que le dé verga.
- Bueno, pero enseñame a metérsela, yo también quiero, dale abu, sé bueno…
- Bueno, andá a decirle a tu madre que me viniste a preguntar de ir al arroyo y te dije que sí, llevamos comida y hacemos un picnic, de paso me los cojo a los dos, pero no le digas nada a él.
Antes de bajar a desayunar preparé el pote de pomada, seguramente lo iba a necesitar para los dos y, además llevé otro por si tenía lastimaduras o roces molestos. Pensaba terminar el domingo más que bien cogido y las colitas de los nenes eran especiales para eso, de paso me alejaba un poco de las mujeres, aunque estando mi mujer ellas no podían hacer mucho, claro que lo más probable era que tendría que “atender” a mi hija en la noche, pero con ella no tenía demasiados problemas. El tema casi se complica cuando me senté a desayunar y escuché a mi mujer hablando por teléfono.
- Es que nosotros ahora estamos en casa de Cynthia, está bien, calmate porque si te alterás no le hace bien a nadie, yo le pregunto a mi marido.
- Seguro era tu hermana, ¿qué le pasa ahora?, -le pregunté-.
- Parece que mi cuñado volvió a salir en “viaje de negocios” y ella quiere ir a nuestra casa de la playa con sus hijos, tiene claro que nosotros no prestamos la casa a nadie de la familia y que nadie puede ir si no estamos presentes, pero, ya sabés como es, dice que se siente humillada, encerrada, que necesita sol, la misma historia de siempre.
- Es que, a pesar de saber que tenemos que ir para saber cómo está la casa, hoy es domingo, mi yerno no regresa hasta el miércoles y yo tendré que pasarme un par de días más con él para explicarle cosas sobre la Estancia que él tiene que decidir, no hay forma de que pueda ir a la Costa hasta dentro de ocho o diez días.
- Bueno, yo le aviso, le guste o no, tendrá que aguantarse.
- Yo no puedo, pero se me ocurre que, si querés, podrías ir vos, de última, sé que el campo no es de tu gran agrado.
- Podría ser, jajaja, el color en la piel ya lo tengo y estando yo, mi hermana y mis sobrinos no se van a desbandar, pero, ¿cómo podré hacer desde aquí sin que vos me lleves?
- Ahora estoy pensando en irme al arroyo porque se lo prometí a los chicos hasta la media tarde en que Liliana e Ismael se tienen que ir, después veríamos como hacemos.
- Te tendrías que hacer el viaje hasta casa y regresar, es una amansadora, ¿y si me pido un auto y regreso sola?
- Hay otra opción, un juego de las llaves de la casa de la Costa están en la guantera de mi auto, averiguá en el aeródromo de la zona si hay taxis aéreos y tomate uno hasta la Costa, te va a salir más barato que el viaje en auto y luego otro viaje a la Costa, tenés la tarjeta para gastos y para pedir efectivo, ropa también hay en aquella casa, otra cosa no se me ocurre y te dejás de joder con tu hermana, a mí también me viene bien porque no tengo que aguantar sus problemas matrimoniales.
- Pobre hermana, está cada vez peor y no se decide a cortar.
- No se decide porque no le conviene, de lo contrario se cagaría de hambre. Cynthia hace que me preparen algo para almorzar con los chicos y cuando regreso vemos que hacemos.
- Mientras ustedes hablaban de eso llamé al aeródromo, esperá un poco ya me contestan, “sí, por favor, dígame”, -dijo en el celular-, “perfecto, ya le confirmo” … Hay un vuelo que se puede programar en dos horas.
- Listo, deciles que lo tomo, vos andate al picnic con los chicos, pero vení en diez días a la Costa, te voy a extrañar, -me dijo y se fue a preparar todo-.
- Tranqui papá, yo la llevo hasta el aeródromo, Liliana me acompaña, ella e Ismael se tienen que ir a eso de las seis de la tarde.
Cynthia se encargaría de todo y me estaba diciendo que ellas dos se quedarían solas unas tres horas, yo me imaginé para qué, Liliana estaba sentada en un rincón de la mesa y me miraba con los ojos brillantes, le guiñé un ojo y salí rápido de la cocina después de saludar a mi mujer. Me fui a buscar el cuatriciclo con el pensamiento de mis dos cabezas puesto en el culito flaquito de Ismael al que iba a abrir a gusto, con una lo podía disimular, con la otro se me empezaba a notar el bulto en los pantalones.
GUILLEOS1 – Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.
Excelente! Esperando la continuación…