Jugando a la apoyadita comenzó todo
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por amornomada.
Como jugando a la apoyadita comenzó todo
¿Por qué razón ocurren los hechos?
No me arrepiento de lo vivido porque de nada sirve. Si hacerlo sirviera de algo seguramente lo haría de inmediato.
Han pasado muchos años desde mis primeras experiencias con el sexo y considero que fueron los mejores momentos de mi vida. Digo el por qué.
Cuando comienza a descubrirse el mundo de los grandes y todo lo que siempre se ha imaginado se hace realidad, la emoción es tan fuerte que nunca se olvida y nos gustaría volviera a repetirse.
Mis primeros escarceos fueron con los chicos de la barra. La cambiadita, la apoyadita, la tocadita que son el preludio de lo que vendrá en poco tiempo.
Para ello será necesario lograr identidad con alguno de los del grupo para que ese proceso de investigación sobre el tema se profundice.
En mi caso se dio con uno algunos años mayor. Le decíamos “Pato”, no me pregunten por qué. No lo sé. Tal vez porque era un macho de aquellos o por herencia.
Era de mi barrio y debido al fútbol y abdominales que hacia había desarrollado un cuerpo bien definido. Tanto como le es posible a un muchacho de 17 años. Comparado con mi primera década recién cumplida era una enormidad.
Todo el grupo se reunía cada noche a jugar en la cancha que quedaba un poco alejada y oscura rodeada de árboles de modo que quedaba casi oculta y oscura a la vez, si no prendían las luces. Había una distancia importante desde el barrio hasta las primeras casas del barrio
Plena edad se le marcaba el bulto ya que al desarrollo físico se le unía la natural y permanente calentura, los vellos en las piernas gruesas y sexis.
Después de estar un tiempo largo en la cancha nos tendimos sobre el pasto. Nos llamaba la atención la ausencia del resto del grupo que demoraba en llegar.
Pato comenzó a acariciarse y pronto tuvo el miembro duro. Yo lo miraba asombrado y él se exhibía orgulloso
-¿Querés jugar a la apoyadita? – Me preguntó
-No sé –Contesté nervioso
-Dale. Total estamos solos y nadie se va a enterar – Dijo acercándose a mi
No me resistí cuando me puso boca abajo y acarició mis nalgas. Después se montó sobre mí.
Me bajo el short y el calzoncillo, yo quede en silencio cuando comenzó a pincelarme la rayita con la cabeza del pene, mojando mi orificio con el abundante líquido que le salía. Para mí la cosa no pasaba de una caricia excitante que me fue relajando.
-Abrí bien las piernas y pará más el culo así te lo hago mejor – Me dijo
Lo hice como me lo pedía y de pronto sentí como que se me apagó la luz. Un dolor agudo y lacerante me atravesó entero. Sentí como si mi cuerpo se rasgaba desde el ano. Hice fuerzas tratando de expulsar el pene de mi ano y lo único que logré es que se me entrara hasta la raíz. Manoteaba desesperado tratando de salirme de esa posición que me dejaba sin posibilidades de defenderme.
-Si gritas se van a enterar todos que te la dejaste meter. Aguanta un poquito que ya está y nadie se va a enterar – Me dijo
-No Pato, sácamela. Me duele mucho – Rogué
Pero no me escuchó y comenzó a moverse en un metisaca insoportable que me hacía sentir como si me sacaba las tripas para afuera. Lloré un poco más.
De pronto ese dolor tan violento fue aliviándose y hasta dejé de llorar cuando Pato me apretó con fuerza contra el pasto, comenzó a tener unos sacudones fuertes y como a quejarse de un dolor. En el interior de mi ano sentía las pulsaciones violentas del pene y me asusté. Un repentino dolor de panza me hizo rogarle otra vez
-Ay!, me duele la panza, sácamela.
En silencio se volvió de costado y se salió de mí. Luego se sentó y me dijo.
-No le digas a nadie lo que hicimos, sabes
-Bueno.
-Es un secreto de los dos… ¿Te dolió mucho?
-Un montón.
-Después ya no te va a doler tanto – Lo mire sin entender pero él solo me sonrió, acarició mis nalgas y levantándose dijo.- trae la pelota que los demás no van a venir.
Por momentos tenía ganas de irme. Lo que había deseado tanto ocurrió con el agregado del dolor y la sensación de culpa enorme. Después nos salimos y al ver que los otros no venían cada cual se fue a su casa.
A partir de ese día todo cambió. Pasó una larga semana en que no lo y me sentía extraño. Recordaba las sensaciones que me producía la caricia de su miembro entre las nalgas, la suavidad de los pelos y el roce de sus bolas grandes entre mis piernas, pero también el dolor que me produjo al meterlo todo en mi culito. Reviví el momento en que se agitó y empujaba su cuerpo contra el mío y los fuertes latidos del pene en mi interior.
Ya no era lo mismo estar con el grupo si él no estaba. Entonces me decidí y fui hasta su casa. Era la hora de la siesta, cuando en su casa no estaba ni la madre ni el hermano mayor porque trabajaban.
Apenas toqué la puerta abrió él.
-Eh, Luisito ¿Cómo estás? – Preguntó sonriente
-Bien –Contesté medio avergonzado
-¿Te mandaron los vagos a buscarme? – Interrogó
-No. Vine yo solo –Dije y me puso colorado
-Ah, bueno. Vení, pasá.
Entré. La casa tenía un zaguán largo que se abría a un patio con galería a donde tenían puerta las habitaciones donde dormía cada uno
-Recién me bañé y me iba a ir a la cancha a ver si te encontraba – Me dijo
Yo me puse contento por lo que dijo porque además me acarició la cabeza.
-¿Cómo estás?-Preguntó
-Bien – Respondí intimidado
– ¿Te duele el potito todavía?
-No. Ya no me duele.
Me acarició la cola por sobre el pantalón mientras tomaba mi mano y la ponía sobre su paquete.
-¿Querés? Yo tengo unas ganas bárbaras de meterla en tu potito y cogerte un poquito
Asentí con la cabeza.
-Sácate el pantalón. Y Vení a la cama.
Repetimos lo de la cancha y esta vez solo me dolió al entrar. Después me gustó hasta se salió haciendo mi cola un ruidito como de plop.
Desde ese día 3 veces a la semana lo hacíamos en su casa. Poco a poco fuimos experimentando todo lo que el aprendía.
Todo cambió el día en que nos descubrió el hermano pero él no se dio cuenta ni yo tampoco.
El hermano era un hombre grande que se había egresado recién de la u y vivía con ellos; tenía como 24 años. Había llegado en silencio y nos había visto en la cama cuando Pato me estaba penetrando. No dijo nada y se fue a su cuarto. Nosotros ni nos enteramos de nada.
Unos días después Pato viajó con la madre a ver a un familiar que estaba enfermo grave. Yo no sabía nada y fui a su casa. Cuando llamé, sorpresa. Me abrió el hermano que me hizo pasar. Estaba envuelto con una pequeña toalla a la cintura que apenas le tapaba un poquito.
-Eh, Luisito ¿Cómo estás? Pasa.- Dijo abriendo la puerta para que entrara y mirando por si había alguien, algún vecino, mirando.
-Permiso – Pedí
-Llegaste justo que salía de bañarme y escuché que llamabas.
Caminaba delante de mí en ojotas. La pequeña toalla se entreabría al andar y me mostraba una nalga blanca y parada.
-Sentate –dijo señalando una silla- Mi hermano se fue con mi mamá a la casa de una tía. En un par de días vuelve. Si necesitas algo que yo te pueda dar, decime nomás pero espera que me termino de secar.
-¿Ya no vas a la u? –Pregunté
-Me preguntas por lo que me ves acá, ya se. Hoy no hubo clases así que me fui al gym y me vine a bañar aquí.
Soltó la toalla y quedó desnudo frente a mí. Quedé con la boca abierta. Era la primera vez que veía a un hombre adulto desnudo. Tenía pelos por todos lados pero mi atención se detuvo en sus genitales. Enormes. Seguro tenía cara de asombro porque él me preguntó
-¿Tenés miedo de lo que ves, Luisito?
-No – Dije
-Sí. Le tenés miedo – Dijo riéndose.
-No, no tengo miedo.
-A ver. Si no le tenés miedo tócala. A que no sos capaz.
Era todo un desafío además de que era lo yo más deseaba hacer en ese momento. Me levanté de la silla y acercándome acaricié lo que se me ofrecía.
-¿Te gusta? – Dijo el hombre
-Si
-Vení
Entramos a su cuarto y cerró la puerta.
-Chúpala un poquito – Pidió
Me acerqué y él la puso en mi boca. Apenas si cabía y cuando comencé a succionar creció mucho más. Todo era enorme.
-Yo sé que mi hermano te la mete por el culo, yo los vi el otro día cuando estaban culeando en la pieza. ¿Me dejas que te la ponga yo también? Te la voy a poner despacito y si te duele me decís y te la saco. Dale. Déjate que quiero culear. Hace mucho que no la pongo y tengo leche amontonada en los huevos
-Pero despacito,
-No te hagas problemas. Yo sé cómo se culea, dale
Me pidió que me quite el pantalón y que me arrodille en su cama. Lo hice y de esa manera me penetró. No sé cuánto entró de su enormidad en mi cola sí que cuando empujó al final me dolieron hasta los ojos. Desde ese día volvía a esa casa toda vez que podía y más. Con Pato lo hacía casi todos los días y con el hermano una vez a la semana Y me gustaba.
Al hacerlo con un adulto mis preferencias cambiaron ya que tenía un sabor distinto y busqué toda vez hacerlo con un “grande”. Solo una vez fracasé en mis intentos. Si bien ponían retaceos y daban vueltas al tema, siempre me daban lo que les pedía y así pude conocer el sexo con muchos hombres hasta que crecí.
Si les gusto mi relato comenten y les seguiré contando mis experiencia que tuve aun de niño________________________________________
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