Jugando al sexo a los 10 añitos
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Hansolcer.
Cuando tenía unos 9 o 10 años, íbamos a jugar a la casa de un chavo que tenía unos 17 años, atento en demasía con nosotros.
Nos prestaba los juguetes de sus hermanos menores y como chico mayor nos contaba acerca de sus novias y sus experiencias en el sexo.
Incluso nos mostraba revistas y hasta como masturbarnos, como dar un beso etc.
el chiste, es que nos enseñaba todo acerca del sexo según el y como buen maestro nos ponía a practicar entre nosotros.
Fue así como los más chicos nos la chupaban a los de mayor edad mientras él se maturbaba.
Recuerdo que tenía una polla grande, muy grande y gruesa.
La que conforme avanzábamos en la enseñanza ya no le bastó con pajearse sino que ahora eran los mismos chicos quienes lo hacían acabar a punta de mamadas mientras nosotros los follabamos por atrás (La verdad a esa edad nuestro pito era tan pequeño que apenas y lo podíamos meter, casi siempre era puro roce entre las nalgas).
No olvido el día en que fue el mismo quien enculo a un amigo de tan solo 8 años, le chupo tanto el culito que lo hacía contorsionarse mientras con los ojos cerrados gemía como si aquello le causara el mayor de los gustos.
Frente a nosotros se lo sentó a horcadas sobre su gran polla y lo penetro.
Ese día pude ver cómo una mueca de dolor puede convertirse en una cara de satisfacción, porque al principio mi amigo casi llora.
No le entraba y tuvieron que pasar varios intentos y otro tantos pocos de saliva para que aquel garrote se alojará en su interior.
Luego lo gozo y nosotros también.
En lo personal quizá fue mi primer momento de morbo.
Confirme pasaban los meses uno a uno se iba follando a los demás chicos.
Cuando me tocó a mí yo estaba emocionado de saber que iba a sentir aquello tan delicioso que decían gozar los demás.
Es más, cuando ellos se la estaban chupando quería ser yo quien hiciera todo el protocolo ¿Porque ellos? Pensaba.
Cuando me puso a cuatro de rodillas en aquel colchón viejo estaba realmente emocionado.
Sentir sus manos abriéndome las nalgas era algo que había deseado tanto.
Su lengua jugando con mi botón del culo fue algo que definitivamente goce.
El tiempo dejo de correr y ahora estábamos en el tiempo cero según la teoría de Albert Einstein.
Era tan delicioso que poco importaban que a nuestro alrededor estuvieran 8 niños, unos mirando, otros acariciandose entre ellos y los más atrevidos follando a su pareja en turno.
Porque así lo hacíamos siempre.
Era un juego que practicábamos de meses, algo en lo ya éramos expertos gracias a las enseñanzas del chavo que estaba a punto de meterme sus 18 o quizá 20 centímetros.
Supe que había llegado el momento porque dejo de lamerme la entrada y ahora se colocó detrás de mi, de rodillas.
Una de sus manos la colocó sobre mi cadera y la otra la utilizo para tomar su vergota para ponerla en mi entrada.
Aunque estaba ansioso aquel cuerpo extraño hizo que temblara ligeramente, nervios o deseos no se, pero el contacto de aquel tolete en mi cueva me causaba sensaciones encontradas.
Supe que no había marcha atrás y cerré los ojos para esperar que me rompieran el culo.
Lo sentí empujar aquella tranca y no entro para nada por lo que pude sentir el salivazo que me echo entre las nalgas.
-Afloja bebe – lo escuché decir –
Y otra vez aquella embestida, fuerte.
Sin éxito.
Mi culo aunque al principio deseaba aquella mole ahora parecía estar resignado a estar virgen.
Lo deje empujar y ahora en mi inocencia de 10 incluso trate de ayudarlo moviendo mis caderas en busca de terminar de una vez ensartado como carne en asador y fue cuando sentí como si cagara al revés.
Algo se había metido, nada más la cabeza pero me dolió como jamás había sentido.
Instinto o no se, pero me zafe de como en tenía hasta quedar al final del colchón donde estábamos.
Lo miraba asustado.
Él trataba de calmarme, me decía que ya me acostumbraría, pero yo no quería volver a sentir aquel dolor.
¡Ven chamaco baboso! – me gritó – mientras trataba de agarrarme, pero yo así desnudo como estaba me salí al patio de su casa.
– Si no vienes – me dijo – me voy a pajear en tus ropas y le voy a contar a todos que te cogi.
Que todos te cogemos.
Por primera vez en la vida me importó poco lo que alguien pudiera hacer o decir de mi.
Lo vi, colocó mis pantalones y camisa sobre el colchón y tomo aquella verga que todavía me seguía gustando en sus manos y se masturbo.
Lo hacía mirándome como si fantaseara que era a mi a quien follaba.
Los demás chicos seguían en lo suyo, follando cada quien al niño que le tocará.
Creo que o al menos eso imagine ese día, que todos follaron pensando en que era a mi.
Fueron chorros y chorros los que derramó Julio, el chico que por primera vez había logrado meter la cabeza en mi culito.
Por difícil que sea de creer, me gusto verlo acabar sobre mis ropas.
Me gustó saber que aquella verga había terminado quizá motivado por mi.
No está de más decir que nunca se permitió volver a ser parte de aquellos juegos.
Igual a Julio lo enviaron a vivir a otro país.
Mi familia también se mudó a otra colonia a las afueras de la ciudad en donde apenas y había casas.
Fue ahí donde tuve mi despegue sexual con mi hermana.
Ya contare que no solo la cabeza de Juan ha visitado mi culito….
como sigue