JULIO, SU PAPÁ JUAN Y YO
A partir de aquella tarde y de allí, hasta la culminación del ciclo escolar (restaban unos seis meses para terminar el año), en esa casa me cogían; Julio, el hijo, mi compañero de grado, una o dos veces por semana y Juan, su papá, una o dos veces al .
A mis diez años de edad, mi popularidad, tanto en el barrio como en la escuela, estaba en su punto más alto. Marcos, el chico con el culo más lindo del mundo y encima se deja coger. Aquello era ya un secreto a voces, pero como, tanto a mi propio entorno familiar, como a mí mismo, no nos molestaba, incomodaba, afectaba, etc., no había motivos para dejar de hacer aquello que tan feliz me hacía; que tantas satisfacciones, gozo y placer inconmensurable me brindaba.
Además, inclusive, había aprendido a obtener algunos beneficios con ello, tal como ocurría, por ejemplo, en la escuela.
-“¿Me comprás un chocolate?” – Le preguntaba a algún compañero de grado, durante un recreo, mientras nos dirigíamos hacia el kiosco.
-“¡No! ¡Compratelo vos! – Me respondía, a veces ofuscado por mi impertinencia.
-“¡Qué lástima! Podríamos ir al baño, yo me bajaría el pantalón…” – Agregaba yo con voz muy provocativa.
-“¡Bueno!” – Exclamaba mi compañero y terminaba comprándome el chocolate, a sabiendas de que, en el próximo recreo, iríamos al baño de la escuela, yo me bajaría el pantalón y el calzoncillo y le ofrecería mi súper culo, para una rápida cogida.
Hice hincapié en el ámbito escolar, porque fue allí donde comenzó otra de mis experiencias, vuelvo a repetir, ciento por ciento reales.
Al inicio de año escolar, me senté junto a un chico que era nuevo en el grado, ya que sus padres habían arribado a la ciudad (Comodoro Rivadavia, al sudeste de la provincia del Chubut, en la República Argentina), por razones laborales.
El chico no conocía nada acerca de la localidad, ni de la escuela, ni obviamente de los compañeros, etc., así que fui yo su amigo, su compinche y en cierta forma hasta su confidente.
En los recreos, inclusive, pasaba largos momentos con él, justamente porque no conocía a ninguno de los chicos, pero una vez que entabló diálogo con algunos de ellos, rápidamente llegó a sus oídos, los comentarios acerca de mis “actividades sexuales, de mi hermosísimo y precioso culo, etc.” y ello despertó su curiosidad, al punto tal que decidió comprobarlo por sí mismo y fue así como yo mismo terminé por confesarle que, todo lo que había oído de mí, era verdadero.
A partir de allí, mi nuevo compañero de escuela, comenzó a insinuar que a él también le gustaría “probar esa parte trasera, de la cual muchos hablaban”, pero no encontraba ni la forma, ni la ocasión, ni el lugar adecuado para llevarlo a cabo.
Julio (tal el nombre de aquel chico) era hijo único y vivía bastante alejado de mi casa, por lo que sus padres no le permitían que anduviese mucho más allá de las cercanías de su domicilio y yo, si bien solía recorrer toda la zona, no podía ir hasta su casa, presentarme como el compañero de grado y decirles a sus padres “Vengo para que su hijo me coja”.
La “ocasión hace al ladrón”, dice el dicho popular y ello fue lo que ocurrió, ya que en cierta oportunidad, la maestra de grado nos indicó hacer una tarea escolar “con el compañero de banco o con quien cada cual eligiese”, pero debía llevarse a cabo fuera del ámbito escolar, es decir, en la propia casa de alguno de nosotros, anotando dicha tarea en el “cuaderno de comunicaciones”, con el fin de que, al día siguiente, lo entregásemos con la autorización de padres, tutores, encargados, etc.
Rápidamente, convenimos con Julio, sobre la conveniencia de que sea su casa, la elegida ¿El motivo? Al ser él hijo único, tendríamos muchas más oportunidades de quedarnos a solas.
Llegado el día indicado, mi madre me acompañó hasta la casa de Julio y luego de mantener una breve conversación con la madre de él, se despidió no sin antes decir:
“Marcos sabe como volver a su casa, así que no se haga problema señora; cuando terminen de hacer las tareas, mi hijo vuelve solo”.
Con mucha seriedad y sin hacer absolutamente nada que denote nuestras segundas intenciones, nos dispusimos a hacer las tareas escolares, hasta que, en determinado momento, la mamá de Julio dijo que nos dejaría solos por un instante, ya que debía salir a hacer las compras.
Una vez solos, Julio y yo comenzamos a cruzar sonrisitas picarescas y miradas cómplices, hasta que él empezó a tocarme el culo por encima del pantalón, prenda que, en esta ocasión y a diferencia de los diminutos, ajustados, ceñidos y cavados pantaloncitos cortos que yo solía usar en las cercanías de mi casa, era por demás discreta.
Yo me excitaba tan solo al notar que alguien reparase en mi maravilloso culo y si además me lo estaban tocando… Sin decir palabra alguna, me bajé el pantalón y el calzoncillo y le ofrecí, por primera vez, mi culo desnudo, a aquel compañero de grado.
Julio quedó gratamente asombrado y alucinado, al ver la forma y el tamaño de mi sorprendente “trasero” y comenzó a tocarlo y manosearlo por completo.
“¡Que hermoso culo Marcos! ¡Tenían razón los chicos” – Exclamó Julio sin dejar un instante de tocar y agregó:
-“Quiero cogerte”
“¿Y qué estás esperando? ¿Para qué vine?” – Le dije.
Inmediatamente Julio bajó su pantalón y su calzoncillo, puso su pija en medio de mis “carnosos cachetes” y comenzó con el típico movimiento de pelvis. Al cabo de unos instantes y con la verga ya bien erecta, me penetró por primera vez y empezó a bombear.
“¡Ah! ¡Qué lindo! ¡Nunca cogí tanto! – Exclamó Julio y agregó:
-“¿Tanto te gusta que te cojan?”
“¡Sí! ¡Me encanta!” – Respondí.
A partir de aquella cogida entre Julio y yo, comencé a ir, al menos, un par de veces por semana hasta su casa y ya nuestras relaciones sexuales se había vuelvo una necesidad absoluta, al punto tal que no esperábamos a quedarnos solos en la casa, sino que cerrábamos la puerta de su habitación con llave, con la excusa de jugar y no ser molestados, y mi compañero mi brindaba unas penetraciones deliciosas.
Recuerdo una ocasión en la que, apenas traspuse la puerta de entrega, Julio se paró detrás de mí y después de bajarme él mismo, tanto pantalón como calzoncillo, me penetró de una y allí mismo, hasta que noté la presencia de su madre, en el patio trasero.
-“¡No Julio! ¡Pará! ¡Está tu mamá!” – Exclamé intentando que mi compañero dejase de cogerme.
-“Recién salió a tender ropa y va a demorar un rato” – Dijo Julio sin sacarme la pija de adentro de mi culo y agregó:
-“Además, a vos te gusta ¿O no?”
Aquellos encuentros sexuales entre Julio y yo, se prolongaron a lo largo del ciclo escolar y creo que sus padres, algo de ello intuían al respecto, pero lo aceptaban porqué, que yo pasase las tardes allí, les garantizaba que su hijo no anduviese lejos de casa.
En cierta ocasión, fui como de costumbre a casa de Julio pero, para mi sorpresa, solamente su padre estaba.
“Hola Marcos. Julio fue con mi esposa a la clínica, porque está internado el abuelo” – Me dijo Juan (así se llamaba el papá de mi compañero) y agregó:
-“Nada grave. Lo tuvieron que operar de urgencia, pero ya está muy bien”.
Yo entonces me dispuse a volver a mi casa, pero el hombre me detuvo, diciéndome:
“¡Quedate Marcos! A lo mejor vienen en un rato.”
Acto seguido y mientras yo me disponía a sentarme en el sillón, sentí una mano recorriendo toda la superficie de mi culo y como mi sorpresa fue mayúscula, no atiné a hacer movimiento alguno.
“¡Tranquilo Marcos! ¡Yo sé que te gusta! Varias veces los observé a mi hijo a vos cogiendo” – Dijo el hombre, sin dejar un instante de manosearme y agregó:
“Quiero ver ese culazo que tenés ¡Dale! ¡Mostrámelo!”
Si bien yo, seguía por demás asombrado y sorprendido, no podía negar que aquella situación era de mi gusto y de mi agrado, así que me bajé el pantalón y el calzoncillo, a fin de que Juan pudiese observar aquello que tanto deseaba.
“¡Que locura! ¡Que maravilla” ¡Que culazo! ¡Qué pedazo de culo!” – Exclamó el padre de mi compañero.
“Mi hijo te la mete y punto, pero a este culo hay que tratarlo de otra manera” – Volvió a decir.
“A un culo como este, hay que besarlo, hay que comerlo a besos” – Finalizó diciendo y acto seguido, comenzó a besarme el culo, a lamerlo; lo abrazaba, refregaba toda su cara en mi culo y yo me retorcía de placer.
Si bien Carlos ya me había besado el culo, Juan me introducía su lengua por completo; estaba alucinado con mi parte trasera y, modestia aparte, no era para menos; quería hacer todo a la vez, besarme el culo, chupármelo, morderme los “cachetes”, pasar su lengua por mi zanja y mi rosado orificio anal y todo eso mientras se deshacía en elogios y en halagos hacia ese increíble y monumental culo, de un chico de apenas 10 años.
Al cabo de un largo rato, dejó por un instante mi culo y dándome la vuelta, me dijo:
-“Seguro que ya sabés chupar la pija ¿No?”
Le respondí con un avergonzado “sí” y agarré esa preciosa verga con mis dos manos; la toqué y la acaricié durante un breve lapso y enseguida comencé a lamer, a chupar, a tragarme toda era hermosa pija.
A esa altura de mí breve pero muy intensa vida sexual, yo sabía que esas vergas que tanto placer me brindaban cuando las tenía bien adentro del culo, debía darles su merecida recompensa y, por ende, me había perfeccionado en el delicioso arte de chupar, lamer, besar y, en definitiva, comerme esas maravillosas pijas.
“¡Ahhhh! ¡Qué bien la chupas! ¡Qué bueno sos chupando!” – Exclamaba Juan entre jadeos y gemidos de placer y si bien yo estaba ya totalmente decidido a tragarme hasta la última gota de esa leche caliente, el hombre me detuvo y me dijo:
“¡No quiero acabar aún! ¡Quiero metértela en el culo! ¡Bien adentro del culazo ese que tenés!”
Sin que media palabra alguna, me sacó por completo el pantalón y el calzoncillo y, sentado en el mismo sillón del living, me hizo montar sobre su verga, dura como piedra.
Primero lo hice de frente y ambos fuimos haciendo las maniobras, como para una penetración por demás eficaz y placentera.
“¡Ayyyyy! ¡Ahhhh! – Exclamé pero no por el dolor, sino por el placer, ya que Juan habría lubricado muy bien su pija y mi culo y, por ende, la penetración fue maravillosa.
Yo cabalgaba sobre ese “mástil” de una manera increíble; era la primera vez que me penetraban en esa posición y la verdad es que me enloquecía.
“¡Qué lindo es esto! ¡Cójame así! ¡Cójame mucho!” – Exclamé.
“¡Si mi amor! ¡Lindo! ¡Hermoso! Te voy a coger como no te coje mi hijo – Respondió Juan.
Presos de tanta excitación que ninguno de los dos podía contener, el hombre empezó a besarme pero no de la manera dulce y amorosa que solía hacerlo Carlos, sino con pasión desenfrenada; su lengua entraba y salía de mi boca, me lamía toda la cara y volvía a ingresar a mi boca.
Estuvimos cogiendo en esa posición un largo rato, hasta que a él se le antojó “igual pero al revés”, es decir, seguir cabalgando pero estado yo de espaldas, así que en un rápido, felino y ágil movimiento, me di vuelta casi sin sacar la verga de mi culo.
Si lo anterior había sido alucinante, sublime, excitante y cuanto otro adjetivo calificativo , esta nueva pose era tocar el cielo con las manos.
“¿En serio tenés 10 años solamente? Con ese culo y esa manera de coger que tenés, pareciera mucho más” – Dijo Juan mientras yo cabalgaba frenéticamente.
“¡Ahhh! ¡Me vengo! ¡Me vengo! ¡Ahhh! ¡Te voy a llenar todo ese culazo de leche!”
No terminó de decirlo y sentí el chorro de leche caliente dentro de mí; me quedé un rato en esa posición hasta que la pija de Juan, ya fláccida, salió de adentro de mi culo; me incorporé y el semen chorreaba sobre mis muslos; el cuadro era alucinante, era de una locura total y absoluta.
Después de un buen rato, Juan me preguntó:
“¿Y” ¿Quién te coge mejor? ¿Mi hijo o yo?”
Obviamente no tuve que dar respuesta alguna, porque era demasiado obvio. A partir de aquella tarde y de allí, hasta la culminación del ciclo escolar (restaban unos seis meses para terminar el año), en esa casa me cogían; Julio, el hijo, mi compañero de grado, una o dos veces por semana y Juan, su papá, una o dos veces al mes y créanme que lo disfrutaba y vaya si lo disfrutaba.
Si este relato fue de su agrado, por favor, voten y comenten. Soy marcoscomodoro. Besos a todos.
hermoso, sigue contando tus historias con ellos o algun adulto mas
Muchas gracias. Tengo muchísimas más experiencias, todas ciento por ciento reales y sí, seguiré en la misma temática, porque es la que más gusta y la que más excita. Besos.
La madre se daria cuenta
Que delicoso relato y porque no nos cuenta quién fue el primero que te cogio