KHALIL 4
Después de la tormenta llega … ¿la calma?.
Fazal, Sasha, Akane, Reza, Aruti y Nat fueron los siguientes aquella primera e interminable noche en que Khalil conoció a grandes rasgos cómo seria su futuro inmediato.
Khalil no había dejado de chupar la bolsa que Ramin le había proporcionado y después de soportar las arremetidas de Fazal y Sasha entró en una especie de ensoñación que le permitió evadirse y no ser del todo consciente mientras los 3 afganos siguientes experimentaban el placer , tanto tiempo esperado, de invadir una y otra vez el ojete completamente cedido del niño. Todos sabemos que cuando se prende la mecha de un hombre solamente la puede apagar la propia eyaculación.
Si nos ponemos en situación, cómo contenerse oyendo a escasos metros esos ruidos motivadores. Los ruegos entre sollozos, el grito que certifica la penetración, el llanto ahogado, los jadeos del montador de turno, el bufido final mientras descargan los ríos de semen y los jaleos y vítores de los que esperan ansiosos su turno.
Cuando ya avanzada la noche llegó el turno de Nat, sus camaradas habían abandonado el lugar satisfechos por el momento. Nat descubrió a Khalil tumbado boca abajo en medio de un charco de fluidos. Se sentó junto a él y pasó su mano por el culo del niño. Lo notó cedido, hinchado y encharcado.
Nat envolvió al niño en una manta y lo cargó como si fuera un saco unos cien metros hasta el río. Nat no se conformaba con meterla la polla, le gustaba especialmente someter a quien se encontraba bajo su cuerpo. Sabía que el niño no opondría ninguna oposición después de haber sido forzado por sus compañeros y mucho menos después de haber adormecido sus sentidos con aquella bolsita.
Nat, en su niñez, había sido un niño como Khalil, pero para su fortuna no tuvo demasiado éxito entre los mayores ya que sus rasgos eran poco agraciados y el tamaño de su polla excesivo. Aunque estuvo relativamente poco tiempo desempeñando el papel que su cultura le había asignado, en él había germinado la necesidad de someter.
Nat metió al niño en la frías aguas del rio y consiguió despejarlo por completo. Lo llevo a su camastro y se desvistió delante del niño. El hombre, ya en la treintena, tenía un cuerpo que exhalaba testosterona por cada poro. Khalil no tenía la capacidad de admirar un cuerpo así, pero si podía calibrar lo que le esperaba viendo el rabo erecto del hombre.
Nat sintió satisfacción al ver el miedo en el rostro de khalil y llevándose un dedo a los labios le indicó que guardara silencio. Lo tumbó boca arriba, separó sus piernas y las apoyó en su pecho. Sin dejar de mirar fijamente los aterrados ojos de Khalil se escupió en la mano para darle a entender que había llegado el momento. Observó como el rostro de khalil iba reflejando el dolor que sentía mientras le invadía. Ver al niño aguantar en relativo silencio le animó a ir más allá y enterrarle por completo su polla sedienta de placer. Disfrutaba metiendo y sacando la polla del culo del niño mientras observaba sus gestos de dolor, mientras veía como las lágrimas brotaban de los infantiles ojos y sorprendiéndose a sí mismo empezó a besarlo con pasión a la vez que continuaba con la follada.
Para Khalil fue suficiente pago, para el niño fue la demostración de que alguien le quería, solo su madre le besaba en alguna ocasión, aunque de forma diferente. Sin saberlo Khalil aceptó su futura vida entre esos hombres que no hacían nada más que seguir una tradición aceptada
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