l) Cumpliendo mi trabajo
A Óliver no le importaba, quería satisfacer su deseo y lo iba a hacer como fuera. Con los pantalones en las rodillas se metió entre mis piernas y las elevó dirigiendo la dura polla a mi ano..
Continuación de: Ante algo nuevo
Por fin tenía los resultados de los exámenes en mis manos y había aprobado todo, unas asignaturas con mejor fortuna que otras pero me sentía satisfecho. Los mellizos podrían marchar de vacaciones con mi madre y su pareja, a disfrutar del surf y de sus nuevas tablas, también ellos habían conseguido superarse sobre otros años, y Óliver quedó con tres advertencias de sus profesores para que estudiara en el verano.
A nuestro padre le parecía bien mi cambio de trabajo, sin hacer preguntas y confiando en mi criterio. No le gustó demasiado lo del trabajo de Óliver, pensaba que le ayudaría en el huerto durante el verano, pero al final cedió ante mis argumentos.
Era jueves y había vuelto de la casa de Davy, Juan me trataba ya como uno más de la casa y al estar allí varias horas conocí a otros miembros del servicio, pero era él quien a media jornada me servía un té con galletas, si hacía calor con hielos. Habíamos simpatizado dentro de lo que él permitía al ser muy reservado. Y agradecía que Davy me llamara todos los días o me enviara instrucciones por correo.
Entré en casa y escuche música que llegaba de la parte trasera, concretamente del huerto. Óliver estaba preparando un terreno siguiendo las órdenes de papá, eran las trece horas y el sol derretía las piedras, estaba sin camisa y el esfuerzo le hacía sudar y la piel le brillaba. Con el sonido de la radio no me había oído llegar.
-Tenías que madrugar y hacer este trabajo antes de que el sol caliente como ahora. -me había acercado a él y alargó la pala con la que retiraba la tierra.
-Ya estás aquí, puedes ocupar mi lugar un rato y ver lo que es esto de verdad. -me reí de la obviedad, ya sabía que era duro, solo hacía faltaba mirarle a él como estaba sudando a mares.
-¿Qué pasa? ¿Necesitas también a tu hermano para esto? -mejor que no hubiera hablado, dejó caer la herramienta y pretendió sujetarme.
-Te necesito para otras cosas, ahora vas a ver. -comencé a correr y a meterme entre los árboles para esquivarle y evitar que me alcanzara, reíamos los dos jugando y escapando por milagro cuando conseguía agarrarme y me fatigue dejándole que me cogiera.
Caímos revueltos debajo de un cerezo y pataleé con él encima para que no me besara como pretendía, entonces me sujetó las manos por encima de la cabeza.
-Date por vencido no puedes moverte. -me resistí dos minutos moviendo las piernas detrás de él, lo único que me dejaba mover aplastado como estaba. Se inclino y colocó la boca sobre mis labios, riendo a carcajadas los dos y yo dando gritos pidiendo auxilio.
Fui cediendo, dejando el cuerpo muerto y permitiendo que me besara. Después de acariciarme los labios con los suyos me daba besitos suaves en los labios y la cara hasta llegar al cuello y ahí ya estaba perdido.
-Hueles bien. -dijo aspirando en mi cuello.
-Tú también.
-A sudor de toda la mañana que llevo trabajando como un negro. -gemí cuando me hincó los dientes en el cuello.
-Y a hombre, me gusta como hueles. -resultaba un olor increíble a hombre el que percibía y quizá a su sexo, podía haberse estado tocando.
-Te voy a follar ahora.
-Aquí no. -podía sentir la dureza de su pene en mi vientre.
-No hay mirones que nos vean. -había comenzado a tirar de mi camisa y le aparte la mano para evitar que la rompiera, se frotaba contra mi queriendo atravesar las telas.
-Espera, vamos a quitarnos el pantalón. -no me dejaba trabajar y pude bajárselos hasta las rodillas, no lleva nada debajo, y de mala forma pude quitarme los míos, una pernera se me quedó aún embutida en la pierna.
A Óliver no le importaba, quería satisfacer su deseo y lo iba a hacer como fuera. Con los pantalones en las rodillas se metió entre mis piernas y las elevó dirigiendo la dura polla a mi ano. Sentía escozor hasta que el glande me penetró, luego ya se fue metiendo con lentitud, sin detenerse hasta enterrar la verga en mi culo.
Me besaba sin dejar de bombearme, sentía la humedad de la fresca hierba en mi espalda y su sudoroso pecho cuando se posaba sobre el mío. Era una follada salvaje, un coito animal donde solo buscaba descargar la tensión que tenía acumulada.
No cambiamos de posición, ni me dio tiempo a que se lo pidiera, a los cinco minutos temblaba entre mis brazos dejándome el semen dentro del vientre. Yo no tuve esa suerte, solo gozaba mirándolo, satisfecho en una varonil pose de tener conquistado el terreno. Nos dimos unos besos, yo era el que ahora besaba y me sacó la verga del culo, brillante, envuelta en la leche que me había entregado.
Nos repusimos y comenzó a reírse al ver mi estado, con una pata del slip y el pantalón metidos en una pierna. Apreté el culo para que se cerrara y no manchar la ropa.
-A la tarde iremos a comprar tu bicicleta, voy a preparar la comida antes de que llegue papá. -le dejé poniéndose la ropa y pensando que estas locuras nos pasarían factura alguna vez, si nos sorprendían los mellizos o mi padre fornicando en cualquier lugar de la casa podría haber consecuencias.
Juan Carlos me llamó para decirme que al día siguiente se rodaría uno de los trabajos y que estaba todo preparado, sería a la mañana y él me recogería ya que tenía que ir al estudio.
Llamé a Juan para disculparme y decirle que pasaría por allí a la tarde, más que nada por si llamaba Davy que supiera lo que iba a hacer, él conocía que tenía trabajos pendientes con la productora.
Tocó el claxon del coche para avisarme de que estaba fuera esperando y me despedí de los mellizos que eran los únicos que estaban en casa, Óliver había marchado con su amigo Rulo y su flamante bici nueva al trabajo de la sidrería.
-¿En qué estás trabajando ahora? -le pregunté después de los habituales saludos.
-No he tenido noticias tuyas estos días.
-He tenido que viajar, Guillermo prefiere el trabajo de campo y rodar, he visitado a dos nuevos potenciales distribuidores, tenemos que vender más.
En los vestuarios estaba ya León desnudándose para pasar a la revisión que Santi tenía que hacerle, y el otro actor no había llegado. Le conocía de otro trabajo que habíamos hecho juntos, su nombre no tenía nada que ver con él, en realidad se le llamaba Leo entre nosotros y era más bajo que yo y delicado como un cristal, de cara alargada, poco agraciado pero tenía unos labios rojos y turgentes, abultados y deliciosos, su cuerpo parecía el de un niño pequeño, hasta yo parecía un viril macho a su lado.
-¿Conoces a nuestro hombre de hoy? -me acerqué mientras deslizaba el bóxer por sus piernas sacándoselos, su culito pequeño y grácil apuntaba hacía mi y le di un pequeño cachete.
-Primero se saluda, y no, no lo conozco, J.C., no me ha enseñado su foto y creo que es nuevo. -noté que se preocupaba, preferíamos trabajar con actores conocidos y experimentados que sabían como tratarnos, y que supieran utilizar la dureza y agresividad que requerían algunas actuaciones con prudencia.
Se encaminó moviendo la mano diciendo adiós de una forma infantil y graciosa, a la puerta donde le esperaba Santi.
-¡Hola Alonso! Enseguida termino con este chicazo, ve quitándote la ropa quiero verte. -terminaban de entrar en su despacho consulta cuando J.C. entró por la otra puerta con un hombre ya mayor.
Me encontraba ya con el pantalón en los pies e instintivamente pretendí volverlo a subir, aún sentía pudor al desnudarme delante de desconocidos, no así con los compañeros que ya había tratado en otros trabajos. Mi amigo se dio cuenta y se sonrió.
-Alonso, él es Turco, hará el papel de papi. -sonreía socarrón y no sabía si era por el extraño nombre del individuo o por su apariencia, imaginé que le darían la ropa adecuada para la representación.
El tal Turco, luego sabría que su verdadero nombre era Ihan de origen turco y por eso le llamaban así, le calculé sobre cuarenta y alguno más, resultaba un armario de grande, esperaba que su verga no fuera en proporción al corpachón, moreno con muchas entradas y el pelo aplastado en el cráneo, moreno como todo él, llevaba barba de perilla muy bien recortada, nariz chata y labios gruesos oscuros.
Me apretó la mano que pensé me la trituraría.
-Hazlo bien Ihan, y si quieres seguir con nosotros trata bien a tus compañeros. -adiviné que el bruto de enfrente no lo era tanto en realidad, y que J.C. se estaba burlando de mi.
No hablábamos una palabra y le veía nervioso mirándome ya totalmente desnudo ante él hasta que entró un operario con la ropa que se debía colocar el Turco. Escuchaba las voces de Leo y Santi por la puerta abierta de su despacho y entonces salió, miró incrédulo la mole de carne para pasar la mirada a mi pidiendo una explicación.
El Turco había comenzado a desvestirse y Santi me pidió que pasara, solo me dio tiempo de ver el abultado abdomen lleno de pelos de Ihan antes de entrar. No resultaría muy grande la verga del Turco cuando Santi solo me aplicó en el ano y el recto una crema inhibidora con alguna otra función.
Leo ya estaba vestido con un pantalón de chándal flojo, color granate en terciopelo y camiseta blanca con la apertura del cuello agrandado dejándole ver parte del huesudo pecho. Su vestimenta acentuaba su aspecto de indefensión y debilidad.
Ihan estaba desnudo, apretando los calzoncillos tapándose los genitales, Santi lo llamó y vimos su culo peludo y pequeño, también en algunas partes de la espalda tenía vello.
Me coloqué mi ropa mientras Leo me esperaba, llevaba lo mismo que traje puesto, en realidad yo hacía el papel de visitante de mi amigo y no desentonaba. Salimos al pasillo hacia el estudio, nosotros empezábamos la actuación antes que él Turco participara.
Estaba todo preparado y Guillermo daba las últimas indicaciones a los cámaras, pasamos al plató, recreaba una sala de estar decorada con mobiliario juvenil.
Leo se sentó en el sofá color turquesa, con una pierna bajo su trasero, dejando ver el pie desnudo y parte de la blanca pierna, y yo a su lado.
-¿Has conseguido verle la verga? -Leo hizo una mueca de negación.
-Se ha estado tapando todo el tiempo, puede resultar cualquier cosa. -tenía razón, ya que de por sí resultaba increíble y un esperpento que el Turco hiciera el papel de padre de Leo, una cosa tan delicada creada por un búfalo.
-¿Se le parece a tu padre? – se le puso la cara triste.
-No tengo padre, pero por las fotos que he visto no se le asemeja en absoluto. -me di cuenta de la metedura de pata que había tenido por mi torpeza y le abracé.
-Perdona Leo, no lo sabía.
-No deshagas el abrazo, sigue así, comenzamos. -escuchamos la palmada y sabíamos que habían empezado a grabar, no nos habíamos dado cuenta de los que nos rodeaban y a Guillermo le había gustado la escena tan natural.
Retomé lo que indicaba el guión y lo recosté sobre mí metiendo la mano debajo de su camiseta.
-Pensé que no ibas a llegar. -Leo me acariciaba la mano que mantenía en su pecho mirando mi cara elevando la cabeza.
-He venido lo más pronto que he podido, y además corriendo. -bajé la cabeza para besarle en la frente y él subió los brazos para sujetarme el cuello.
Después de unos besos donde Leo se elevaba curvando el cuerpo, retorciéndolo como si fuera una alambre, se dio la vuelta para colocarse sobre mi ya tumbado en el sofá y me desabotonó el pantalón bajando la cremallera, apoyó la cara y mordió con los labios el bulto de mi verga.
-¡Qué ganas tenía de ella! Mi culo la extraña cada segundo del día. -subí el culo para que me sacara el pantalón junto con el slip y pasó la mano por el abdomen hasta llegar a mi pubis, jugaba con el vello mirando lascivo mi polla aún sin despertar, retrajo el pellejo dejando el glande al descubierto, acercó sus bonitos labios y lo dio un beso largo hurgando con la punta de la lengua en el agujerito del pene.
Inevitablemente mi polla reaccionó con un respingo y creció al comenzar a rodearle la cabeza con la lengua empapada de saliva. Coloqué las manos sobre su nuca haciendo presión y metió la verga en la boca, sentía como crecía dentro de él mientras la batía con la golosa lengua.
Con una mano se bajaba el pantalón tirando de la cintura de goma hasta que dejó a mi vista su delgado, aunque redondo y blanco culito, se le veía el ano tostado alrededor y el centro rosa, resultaba un anito perfecto para follar, dispuesto desde el primer momento, sin tener que apartar la carne al tenerlo todo expuesto de lo delgado que era. Un culito que no me hubiera importado follar pero esa función estaba reservada para otro.
Chupaba la polla con ganas de sacarme la leche y yo metía dos dedos en su culito tragón, estaba flojo para acoger un buen pedazo de verga y parecía que no tuviera huesos.
-¡Mira lo que me encuentro! -sonó como un trueno la voz gruesa.
El Turco, vestido con traje oscuro que le estaba pequeño y corbata, portando un maletín de trabajo en la mano, estaba bajando el escalón del otro nivel de la sala.
Nos sorprendimos y Leo dejó de mamarme la polla, yo saque los dedos de su culo poniendo cara de susto y sorpresa.
-No es lo que parece papá, déjame que te explique. -Leo intentaba subirse el pantalón bajado del sofá y yo simplemente coloqué las manos para taparme el pene y los testículos.
-Sabía que te gustaba la verga pero no creía que utilizabas la casa para tus citas de puto. -tiró el maletín al suelo sujetando a Leo por los hombros.
-¡No, papá!, él es un amigo. ¡Perdóname, no volverá a ocurrir! -lo sacudía en el aire agitándole todo el cuerpo.
-Lo volverás a hacer puto. Buscarás otro lugar más tranquilo para que te follen sin que tu padre se entere. -Leo intentaba agarrarse a Ihan pero este lo mantenía en el aire sin tocar el suelo.
-Señor le va a hacer daño a su hijo, suéltelo por favor. -supliqué al hombre con voz tímida.
-Yo hago con mi hijo lo que quiero, y tu es mejor que calles maricón, ¿quien eres tu para follarte a mi hijo? Sois unos putos los dos y ahora vais a saber lo que es una verga. -soltó a Leo pero para tirarle a mi lado sobre el sofá y rápidamente empezó a quitarse la ropa, lo hacía con rapidez sin dejar de insultarnos y decirnos palabras groseras.
-¡Hijo de mierda! Tu culo no va a olvidar este día, quitaros toda la ropa ahora mismo. -obedecimos sin rechistar ni oponernos, vimos por fin lo que tanta curiosidad nos despertaba.
La polla del Turco no era una boa, pero si una apetitosa verga de unos veinte centímetros dura y venosa de color negra, con el glande rojo para reventar de duro, descubierto de pellejo y gordo, la de Davy era mucho más larga pero esta le ganaba en grosor y la mantenía paralela al suelo, llamaban la atención los colores brillantes alrededor del capullo y los gordos testículos cubiertos de vello negro.
-¿No mamabas la de tu amiguito? Aquí tienes una mejor, empieza. -Leo se arrodillo y cogió la tranca con una de sus blancas manitas, no podía cerrarla del todo a su alrededor y me calentó verle besar aquel gordo y jugoso glande.
-Tú, ¿qué esperas? También hay para ti. -se agarró la bolsa de los testículos haciendo que se notaran y sobresalieran indicándome lo que quería que hiciera.
Me arrodillé junto a mi compañero y rodeé con el brazo izquierdo su fuerte muslo, para cogerle la bolsa testicular llena de vellos y comenzar a lamer, el sabor era bueno, a macho maduro y el olor que me llegaba de su culo fuerte y profundo me mareaba.
Un momento más tarde nos disputábamos el manjar que se nos ofrecía, comíamos y chupábamos sin detenernos, pasando del escroto al cuerpo de la polla y limpiábamos con la lengua los líquidos que salían de la punta gustosa, tiraba abundantes y olorosos surcos de precum. Deslicé la mano por la dureza de su abdomen, metiendo los dedos entre los abundantes pelos.
Roncaba el tipo gustando las boquitas de dos jóvenes putitos dedicadas a darle placer.
-Así, así cerdas putas, desde ahora vais a ser mías y hacer lo que os pida. -Leo enterró toda la verga en su boca, le miré un momento como movía la traquea para tragarla entera y luego ocupé su lugar para hacer lo mismo.
Nos estaba gustando a los dos aunque el que mejor lo pasaba era el semental dueño de aquella fabulosa estaca de carne, y Leo le abrió las piernas queriendo llegar con la lengua al oloroso ano.
-Eso está prohibido para ti putito vicioso, colocaros de rodillas en el asiento, nos apartó tirando de nuestro cabello para que hiciéramos lo que ordenaba.
Estábamos con los culos en pompa, el culito de León se abría palpitando y empezó a golpearnos las nalgas con la palma de la mano sin parar de decir obscenidades, mis nalgas ardían por los golpes sonoros acompañados de sus roncas risas.
-Os gusta que os castiguen, bien, bien tendréis lo que deseáis, escondía la cabeza en el asiento cubriéndome la cabeza con los brazos y temblé al escuchar el gemido de Leo al ser penetrado.
-Me haces daño papá, ten cuidado. -sacaba voz de niña y el hombre gruñía y reía. Leo a pesar de todo gozaba con la polla que lo destrozaba, gemía muy fuerte y suspiraba con la boca abierta por el placer.
-Eso quiero putito, para que respetes a tu padre, es el castigo que mereces. -escuchaba el murmullo de mi compañero en voz baja, sí, sí, sí, pidiendo más verga y el suspiro disgustado al sacarle de golpe la polla, y supe que ahora venía a por mi culo.
Me apoyé con la mejilla en el tapizado y llevé las manos a mis glúteos para abrir el camino a la verga que me iba a romper. Me azotaba con ella en el ano.
-Prepárate puto maricón, vas a comerte la verga de un macho. -volvió a golpearme las nalgas antes de colocar la punta del pene en el ano, me relaje y de un empujón entró el gordo glande, eso dolió, luego el resto lo enterró sin que lo sintiera. Estuvo girando la polla para que mi culo se hiciera al tamaño y grosor y comenzó el bombeo.
Tengo que decir en su favor que el Turco follaba muy bien, y sabía racionar el dolor para que se fundiera haciendo más dulce el placer.
-¿Qué bien folla tu papi? Es una verga muy rica. -el macho reía escandalosamente.
-¿Te gusta verdad putito? Ahora seréis mis putas los dos cuando os quiera tener. -encontré la boca de Leo que me ofrecía girando la cabeza y nos besamos como pudimos por los vaivenes que imprimía el semental a mi cuerpo empujando con ganas.
-¡Ahh! Señor, sí, deme duro, lo hace muy bien, deme más. -y me quedé con las ganas, ahora volvía al culo de Leo y aumentaba la velocidad de la follada, nos intercambiaba muy rápido y sentía que me arrancaba el orgasmo empezando a eyacular sobre el tapizado del sofá,
Entró dos o tres veces más en mi para que terminara de correrme y el seguía con el pene duro para hacer que León se corriera, se la volvió a meter y Leo gritaba diciendo que le llegaba la leche, y le pasó lo que a mí, eyaculó también entre gritos de placer levantando el culo y moviéndolo en círculos.
Ihan ya no la volvió a sacar del culo de Leo hasta que apretó sus grandes y velludas manos en las caderas y la cinturita de Leo, enterrando toda la verga en el escuálido y flaco cuerpo para vaciarse los testículos jadeando pegado a su espalda.
Me senté en el sofá, encima de la leche que había eyaculado y metí la mano entre las piernas del Turco para cogerle los gordos testículos, sin salirse de Leo me miró y sonriéndole impúdico le hablé.
-¡Gracias señor! No se su hijo, pero yo quiero ser su putito para lo que usted deseé. -entonces se desacopló de León sacando el pene aun tieso y duro y al flaquito le abrazó besándole la boca.
-Sí papá, seremos tuyos para lo que quieras. -quedamos abrazados al gran macho, lamiendo la leche que tenía en la verga mientras nos metía las manos entre las nalgas sobándolas.
-Ya es suficiente. -respiré aliviado al escuchar la orden de Guillermo, nos dieron toallas para limpiarnos antes de ir a las duchas. Creo que Ihan había conseguido convencer al director y tendría trabajo a partir de ahora.
Mi padre nos invito a comer fuera de casa para celebrar nuestro cumpleaños, en una cervecera cerca del parque, entre árboles y voces de niños jugando, e invitó a J.C., a Noa y tres amigos de Óliver, no estaba Rulo, le pregunté por él y no se había atrevido a pedir permiso en el trabajo al faltar mi hermano.
El día quince vinieron a recoger a los mellizo, no quería estar presente por si venía mi madre a buscarlos y me despedí de ellos para subir al piso alto. No fue así, ella decían que deseaba verme y no hacía nada para ello. Llegó su compañero y bajó del coche para ayudarlos a meter las tablas y el equipaje, papá los despidió en la puerta, luego habló con el hombre un momento.
Era sencillo deducir que José y Rafael se encontraban bien en su compañía, de algún modo los tenía atrapados en sus redes. Admitía que resultaba fácil querer a dos chicos tan alegres, agradables y divertidos como eran ellos. Estuve mirando por la ventana de la habitación de papá que da a la calle, hasta que el coche se perdió cuesta arriba y vi como mi padre entraba en casa.
Pasé por su huerto para despedirme de él hasta la noche, tenía que comenzar a mirar el detalle de los chicos admitidos en el programa de Davy y hablar con los consulados de los países de donde venían.
Estaba encorvado, arrancando las malas hierbas que habían vuelto a crecer en el terreno que días antes había preparado Óliver. Admiré una vez más su fuerte y varonil fisonomía, donde la masculinidad afloraba en cada movimiento que hacía tan resuelto y de macho, igual que mis tres hermanos. ¿Cómo podía haber salido yo tan diferente, delicado y suave, para algunos hasta afeminado? ¿El secreto de los genes al juntarse? ¿O por repartir en una familia los papeles donde abundaban los machos?
-Me marcho papá, espero que no te mates trabajando. -levantó la cabeza y a pesar de la sonrisa se adivinaba la tristeza tras ella.
-¿Te sucede algo papá? -me acerqué pisando la tierra caliente y húmeda recién movida y me abracé a él.
-No es nada pequeño, Óliver está en su trabajo, los mellizos se han ido de vacaciones y tu también tienes que irte… -se interrumpió sin llegar a decir la verdad, se sentía solo y la soledad aplasta.
-Volveré temprano para cenar y estar contigo papá. -me acobardaban los problemas que se presentaban y no podía darles solución, podía haberme quedado un rato a su lado, hacerle compañía, total porque llegara un poco más tarde no pasaría nada, y solo escapé sin mirar atrás, sabiendo que él me seguía con la mirada hasta que traspasé la puerta de la cocina.
En el jardín de la entrada había mucho ruido, unas pequeñas palas excavadoras alisaban el terreno que ocuparía la cancha donde los niños jugarían en sus ratos de ocio.
También dentro de la casa se movían los operarios en las obras de acondicionamiento de las dependencias para los chicos, pero estar allí era preferible al exterior donde el rugido de las máquinas ensordecía.
Eran cuidadosos y todo estaba cubierto de plásticos y telas, habían retirado las valiosas pinturas para evitarles cualquier daño y Juan dirigía con mano férrea que todo estuviera en orden y se ensuciara únicamente lo preciso.
Cuando se iba a marchar, después de preguntarme si deseaba el te frío o caliente le detuve.
-¿Tiene noticias de Davy? Hace días que no llama ni escribe y eso es raro en él. -se paró sin llegar a abrir la puerta y se volvió para mirarme curioso. Juan poco a poco dejaba su formalidad tan sería, y su pétreo y ajado rostro se suavizaba sonriendo, en este caso dejándome adivinar el hondo aprecio y cariño que sentía por su patrón.
-Ha llamado, pero solo para decirme que vendrá a presentarse la señora que se encargará del cuidado personal de sus pupilos. -sin más iba a darse la vuelta y volví a detenerle.
-Si vuelve a llamar dígale que necesito hablarle. -me habían comunicado del consulado de Bielorrusia, de donde procedía el pequeño Misha, que deseaban hablar con él directamente.
Continué trabajando, respondiendo a las numerosas solicitudes que Davy había rechazado, sobre todo al tener decidido los niños que se acogerían al programa, enviándoles la carta que él me había dejado preparada en inglés, agradeciéndoles sus ofrecimientos.
Mis oídos descansaron cuando los operarios pararon las máquinas al terminar su jornada, la pista de juegos daba exactamente enfrente de la ventana en que yo tenía mi lugar de trabajo.
Recordé la promesa que hice a mi padre de estar pronto en casa para la cena y recogí la mesa dispuesto a marchar. En la entrada de la casa, un poco apartado al lado de un parterre, estaba Juan con un chico que me pareció aquel que salía del salón de música y que creí conocido en la fugaz visión que tuve de la cara.
Atraído, más por la curiosidad que por otro motivo, me acerqué para despedirme de Juan, entonces el chico que me daba la espaldas se volvió. Sí, era el mismo joven, rubio el pelo y rizado.
Me era imposible dejar de mirarle los ojos, resultaban casi idénticos a los míos, de brillante y puro azul cielo, diáfanos y abiertos sorprendidos, como los que le miraban fijamente a él.
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