LA CAGADA. (10).
La lluvia me puso un poco “pasado de rosca” y “pagó el pato” el gordito. Lo de Maxi en la casa de finde no estuvo nada mal..
Me desperté como a las siete de la tarde-noche y llovía a cántaros, no sé si había soñado o tenía despiertas todas las calenturas, pero me levanté con un “palo” tremendo, la erección era hasta dolorosa y debía ser cierto aquello que se decía: “A determinada edad, cuanto más lo usás, más lo querés usar”. Me tuve que sentar en una posición incómoda para miccionar porque si ya de por sí costaba mear cuando estaba “duro”, mucho menos podía estando parado frente al inodoro, lo pude hacer porque algo aflojó, pero con las últimas gotas, volvió a su posición original y si a eso le sumamos que se me cruzó por las dos cabezas el culito de Martín, se me “pelaron los cables”.
Ya no era cogerlo, se la quería “enterrar”, el problema era lograr que viniera a mi casa sin que se “colara” ninguno de los otros, aunque Maxi podría ser, a él le gustaba un poco rudo… Una posible solución me la dio una gotera en el techo de la cocina, eso solía pasar, allí había un sobre techo con un desagüe pluvial y las hojas del árbol del vecino solía tapar la rejilla inundando el techito. La excusa era válida y la llamé a Norma para decirle que lo necesitaba a Martín pues tenía que ayudarme a destapar esa rejilla, ella sabía que había una ventana chiquita con acceso a esa rejilla y el nene era especial por el tamaño.
Me contestó que enseguida me lo mandaba, “le viene bien, está un poco aburrido porque Maxi se fue con la madre a la casa, cuando terminen avisame que querés cenar”, -dijo-, “yo te llamo”, -fue mi respuesta-. El agua caía a baldes cuando Martín recorrió los cinco o seis metros hasta la puerta de mi casa, le abrí y entró apurado, aunque algo se mojó, cerré la puerta y la trabé, no querían que me interrumpieran. Él ni siquiera se dio cuenta que yo no tenía el bóxer puesto y no lo dejé dar vuelta, lo levanté tomándolo con un brazo que pasaba por su cintura, lo besé en el cuello y le apreté las tetitas de gordito con la otra mano. Me respondió con un gemido y apretó los muslos aprisionando el “garrote” cuando lo notó entre sus piernas.
- ¿Me vas a coger?, tengo ganas de sentirte, -expresó con voz suave-.
- Sí, mi cielo, tengo muchas ganas, te voy a coger la boca y te voy a romper el culo, estoy muy caliente.
- Dale Sergio, llevame a la cama y dame con todo, quiero sentirte, me encanta cuando tu pija me abre todo el culito.
Caímos los dos sobre la cama, lo desnudé con apuro y luego frente a frente nos comimos la boca con todas las ganas, quería responderme como siempre, pero era tal mi urgencia que mis labios aprisionaban sus labios y mi lengua parecía un estilete recorriendo su cavidad bucal, él gozaba la “comida de boca” retorciéndose y gimiendo, mi glande había quedado debajo de sus huevitos y mojaba toda la zona, aunque todavía no entraría por allí. Cuando dejé los labios me dediqué a sus tetitas, sus pezoncitos estaban durísimos y los mordía despacio para después tragarme sus “bultitos” por entero, esto le encantó y me pedía más mientras me apretaba la cabeza sobre su pecho. “Chupala Martín, chupámela como vos sabés que quiero llenarte la garganta de leche”, -le pedí-.
Sabía que no tenía que repetirlo, me acosté sobre la cama y el gordito se hizo dueño y señor de mi pija y mis huevos, me los tocaba suave con una mano y comenzó a tragar “su pedazo”, apenas un amago de arcada y enseguida se quedó mirándome con la nariz pegada a mi pubis, no sé cuántas veces más hizo lo mismo, entraba cómodo y la sacaba apretando y tragando su saliva. La saqué de su boca y me paré a un costado de la cama, “te dije que yo te iba a coger la boca, tragala de nuevo”, -ordené-.
Se arrodilló sobre la cama dejando las manos casi en el borde y acercó la cara para que me cogiera su boca, mis manos le taparon las orejas y entré y salí a gusto apretándolo contra mi piel. Las lágrimas le caían por el costado de los ojos y aguantaba pijazo tras pijazo que no fueron muchos, entonces la dejé en la mitad de su boca y se la llené de leche que tragó ahogándose, fueron dos veces a media boca y el tercer borbotón se lo dejé en lo profundo de la garganta, tuve que salir porque no podía respirar y lo miré cuando tosía un par de veces.
Seguí parado, pero le hice girar el cuerpo y le busqué el agujerito de ese culito adorado, con las dos manos abría sus nalgas y apoyé el glande, luego sólo quedó empujar, hasta la mitad fui despacio y se quejó, aun gozándolo se quejó, pero más se quejó y no aguanto el gritito cuando se la “enterré” hasta el fondo de sus tripas. Tardó segundos en comenzar a moverse con toda la carne en su recto. Ya parecía algo innato eso de acoplarse rápido a mis entradas y salidas, en ningún momento perdió el ritmo y lo mío parecía un pistoneo constante, lo quería hacer durar así que algunas veces fue suave y otras veces más duro y repetitivo.
“Me estás cogiendo como nunca Sergio, me dolió y me duele más que otras veces, pero me encanta, seguí, dale más, no termines todavía”, -dijo complacido- le hice caso y seguí machacando, el putito seguía aguantando a pesar de haber mojado la cama con su agüita hacía unos instantes. La saqué mirando el redondel de su culo abierto, lo hice poner boca abajo y allí lo volví a ensartar, en esta posición la sentía más y me gustaba rebotar contra sus nalgas duritas. Haber acabado antes me hacía durar más y me cansé de cogerlo a gusto, le apretaba las tetitas con las dos manos y sólo cuando lo escuché quejarse en otro tono, le llené las tripas con otra acabada importante.
Él había acabado de nuevo, a pesar de mis movimientos lo había notado temblar y la contracción de su cuerpo no me pasó desapercibida. Era raro, pero yo hubiera querido seguir, la corté porque su quejido fue de molestia y tuve temor de haberlo rajado, lo revisé enseguida, salvo la apertura no noté lastimaduras y le pregunté:
- ¿Qué te pasó mi vida, qué sentiste?…
- No nada, el culito me dolió normal, pero parecía que el “pijononón” me iba a salir por la panza, ya pasó. Me encanta que me cojas así, ¿querés que te la chupe de nuevo?
- No ahora no, lo que pasa es que cuando te veo el culito tengo ganas de meterla.
- Y cuando yo te veo a vos tengo ganas de que me la metas como ahora y me gusta tomarme toda tu leche, ¡ahh!, antes que me olvide, me dijo Cielo que mi mamá tiró el consolador de goma a la basura, igual no importa porque vos no querés que lo usemos.
- Lo que pasa es que ahora tu mamá no va a ir más a trabajar de noche y no pueden hacer nada, se van a tener que aguantar. Anda a lavarte, cambiate y si pregunta decile a tu mamá que me ayudaste a limpiar las hojas del desagüe y que yo te tenía la escalera.
El problema lo solucioné desde la ventanita corriendo las hojas con un escobillón. Cuando salió del baño, lavado y cambiado me preguntó si me podía decir algo, asentí y me preguntó si era cierto que Maxi se iría a vivir a otro lado con la mamá, le conté que sí, que la madre había conseguido un mejor trabajo, pero tenían que mudarse y alguna vez iríamos a visitarlos. “¿No te lo vas a coger más?”, -preguntó-, “ya te dije que no estén pensando siempre en eso, yo voy a hablar con Maxi, además es mejor para Cielo y para vos, “el “pijononón” va a ser todo para ustedes, pero mantengan la boca cerrada”, -le contesté-. Se quedó conforme y me prometió que no diría nada.
Hacerle recordar a Martín lo de la madre me planteó un problema, al estar todo el día en la casa me cortaba la libertad de “jugar” con los chicos cuando quisiera, así que me vi obligado a retomar los arreglos de la casita de fin de semana que tenía casi abandonada. Era un chalecito que tenía un dormitorio, un comedor, cocina y baño, un garaje grande como para dos coches en la parte trasera de la casa, una pileta de forma de riñón de unos diez metros y un galpón donde guardaba herramientas varias.
El terreno era enorme casi media manzana, rodeado de árboles grandes, un gran parque y un gran muro perimetral de tres metros de altura que salía más caro que la casa, tenía alarmas y medidas de seguridad y la mantenía un matrimonio de gente mayor que vivía a más de cien metros. La había comprado antes de que fallecieran mis padres porque la zona “pintaba” para progresar, pero la instalación de unos complejos industriales rodeado de paredones en las adyacencias la dejaron solitaria. En ocasiones la había usado para alguna que otra reunión de amigos y amigas y también para algunas escapadas, pero, poco a poco dejé de aparecer.
Tendría que ir y ver como estaba todo, esa era una posibilidad para ir con los chicos, pues en un departamento quedaba muy expuesto, incluso, de vez en cuando podía ir con Norma, las paredes de la casa eran muy gruesas y desde adentro hacia afuera no se escuchaba nada. Esto lo había averiguado cuando en una reunión una de las chicas que se fue a cambiar quedó encerrada en la pieza y se pasó como veinte minutos gritando para que le fueran a abrir y sólo lo hizo una amiga porque se extrañó que no salía. El lugar quedaba como a unos veinte kilómetros y tenía un acceso rápido.
Esa noche cenamos tranquilos los cuatro, Norma me avisó que irían a la mañana a acompañar a Elena y luego cada cual se fue a su casa y antes de acostarme ya había decidido ir al otro día a ver la casa. A primera hora de la mañana sin avisarle a nadie salí de casa, retiré la camioneta y me fui para la casita. La recorrí y estaba en condiciones, el pasto cortado y la casa limpia, recorrí todo el muro al que era difícil acceder por la doble fila de rollo de alambres, no de púa, tenían una especie de hojitas de afeitar adheridas, ni loco uno se atrevería a trepar por allí, ni siquiera a espiar porque estaba pegada con material y todo el borde del muro tenía un alambre similar pero estirada, colgarse de allí era para cortarse todos los dedos.
Antes de irme pasé por la casa de la pareja que cuidaba la casa, le dejé unos pesos que les debía y algo más de propina, les avisé que posiblemente me pasaría un par de días en la casa y que les avisaría cuando me fuera. Asunto sellado, sabía que ellos no se arrimarían por allí. Volví para mi casa pensando en una excusa para venirme con Maxi, cuando llegué ya habían regresado de la funeraria y Elena se había ido para mi oficina a interiorizarse del trabajo que realizaría. Pasé por la casa de Norma para ver cómo estaban y al verlo un poco triste al nene me puse a hablar con él a solas en el cuarto de Martín, mi ego más que agradecido porque aparte de lo de la abuela, me dijo que estaba mal porque yo no iba a estar más con él, ya que se iba a mudar con la madre y le contesté:
- Si vos me prometés que nunca vas a decir nada y me vas cuidar el culito sólo para mí, yo voy a ir a tu nueva casa, dos o tres veces por mes, a cogerte a vos solito como a vos te gusta, me lo tenés que jurar y prometer.
- Te lo juro Sergio, nadie me va a tocar, ni chicos ni grandes y voy a esperar que vos vengas y nadie, nadie, nadie va a saber nada y vos tampoco digas nada, ni mostrés el video.
- Así me gusta, te creo y si vos no decís nada yo no muestro el video, ahora decime Maxi, ¿no te gustaría irte un rato conmigo?
- Sí, ¿vamos a tu casa?
- No, como todavía no almorzaron le voy a decir a Norma que nosotros dos nos vamos a un Mac Donald porque vos estás triste. ¿Sí, te gustaría?
- Sí, dale, vamos.
La llamé aparte a Norma y le dije que lo iba a llevar a un Mac Donald para ver si se animaba un poco, estaba mal por lo de la abuela y por la mudanza, como era de esperar, no me puso ninguna traba y delante de ella la llamé a Elena para pedirle autorización, también me dijo que lo llevara, que ella volvería cuando cerrara la oficina, eso era después de la cinco de la tarde, tenía tiempo de sobra.
Mi camioneta tenía todos los vidrios polarizados, incluso los delanteros así que mal podía saberse quienes iban dentro de ella, subió contento y en el primer Mac que encontré le compré un par de hamburguesas en cajitas, papas fritas y gaseosa, después me fui para mi casita de finde. Pusimos todo en el asiento trasero y ya en el viaje comencé a excitarme pensando en las poses en que me lo iba a coger al pendejo. Le pregunté si estaba enojado porque iba muy serio y me contestó que no, que tenía ganas de hacer algo, pero no se animaba a pedírmelo.
Le dije que me pidiera lo que quería hacer, que yo no le iba a decir nada, la reacción del nene me sorprendió, apoyó la cabeza en mi muslo y con una de sus manos me comenzó a tocar el miembro que no tardó en responder, “tengo muchas ganas de chupártela, ¿me dejás que te la chupe mientras estás manejando?”. Comencé rápido a bajarme el cierre y saqué la verga con un poco de dificultad, le dije que mientras me la chupaba yo quería tocarle el culito. Ni problema que se hizo, se bajó el shorcito con el slip hasta los tobillos y se hizo un ovillo para meter la cabeza entre mis piernas.
Sentía como me lamía todo el glande y como aspiraba en la uretra para tomar el líquido pre eyaculatorio, después no paró parecía un desesperado chupando y absorbiendo, no podía tragarla toda, pero lo intentaba y me hacía el mismo trabajo que Martín, entraba hasta más de la mitad sin obstáculos y la sacaba comprimiendo todo el tronco con la lengua y los labios…
- ¿Te gusta que te la chupe así?, me dijo Martín que así es como te gusta más.
- Me encanta Maxi, lo hacés muy bien.
Casi le lleno la boca de leche cuando le acaricié las nalgas y comenzó a gemir de placer y a moverlas. Yo me aguanté y no acabé, pero él tuvo sus temblores cuando primero uno y después dos de mis dedos ingresaron en su ano que parecía palpitar, mucho no los pude meter, pero a él le alcanzó y me contó que había tenido las “cosquillas”. Al llegar entré abriendo el portón automático y luego de que cerró llevé la camioneta hasta el garaje, abrí también desde afuera y entramos a la casa por una puerta interior. Los shorcitos los llevaba en la mano y quiso que lo levantara para que lo llevara con las manos en sus nalgas.
Ningún empacho cuando me lo pidió, y no tardé en obedecerle, “llevame alzado y apretame el culito, los dedos no entraron mucho, pero me gustaron”, el muy turro gemía mientras lo apretaba y volví a meterle un dedo más profundamente. Yo caminaba con la pija afuera y a reventar porque las ganas de meterla en ese culito “calentón” parecían superarme. El comedor le gustó, giró la cabeza para mirar y tras cartón, luego de darme un beso en la mejilla me preguntó arrimándose a mi oído:
“Estoy calentito porque me imagino cuando tu pija me abre todo el culito al entrar. ¿Sergio, ¿me vas a coger en la cama o en otro lugar?, bueno, no importa cogeme dónde quieras, me encanta cuando me la metés, ¿a vos te gusta mucho cuando me hacés la colita?”. Sin dudas que estaba excitado y eso lo convertía en charlatán, aunque en él las preguntas que hacía sonaban como normales y yo quería treparme a las paredes de la calentura…
- Si por mí fuera te la iría metiendo desde aquí, pero te va a doler mucho porque no te puse crema, mejor vamos a la cama, te pongo un poco de crema, te cojo ahí y después te sigo cogiendo por toda la casa, ¿querés?”, -tuve que parar de andar porque me dijo, “¡síííííí!” y me “comió” la boca impidiendo ver por donde caminaba-.
Lo solté sobre la cama y tardé un segundo en desnudarme, estaba impaciente y se abalanzó sobre la pija endurecida, “estás re grande Sergio, ¿dónde tenés la crema?”, se metió el glande en la boca y torció la cabeza buscando la crema. Vio el pote que había dejado sobre la mesa de luz, lo tomó dejando de chupar y el mismo se llenó el culito de crema, después se puso en medio de la cama, primero en cuatro, luego apoyó los antebrazos y la cabeza en las sábanas y quedó con el culito parado mirándome de costado.
Hacer eso y decirme “rompeme el culo” fue más o menos lo mismo, me puse atrás de él arrodillándome y al mirar cuando apoyé el glande en el agujerito me dio algo de impresión, nunca antes lo había notado, “comer” ya se la había “comido” toda y varias veces, pero parecía muy chiquito para albergar la cabeza que quería entrar, de todos modos, ese pensamiento me pasó rápido y apoyándome firme, empujé…
La cabeza entró y Maxi no pudo evitar el quejido, sus manos se crisparon en la sábana, allí me quedé, esperando y de seguido le pregunté: “¿Estás listo?”, -no dudó al responder-, “si Sergio dale, metela hasta el fondo, pero no me hagas doler mucho”. Deslizarse despacio y sin parar hasta enterrarla toda en ese recto fue un verdadero placer, el grito contenido y los grititos posteriores más los bufidos que daba Maxi me incentivaban y el pistoneo no se hizo esperar.
La cogida era de antología, yo entraba y salía y él se movía gozando, pero poco porque mi físico lo apretaba. El peso de mi cuerpo sobre él lo aplicaba ex profeso porque quería que se le vencieran las rodillas, lo logré y cuando se dejó caer estirándose sobre la cama lo acompañé para ensartarlo hasta las muelas, allí si gritó más, pero retorcerle los pezoncitos y la orden para que se callara fue suficiente. La saqué mirando el agujero abierto del culito y lo puse al borde de la cama, ni llegó a acomodarse y aquí las entradas fueron más lentas, aunque más profundas y empezó a rogar para que parara…
- ¿Ahora querés que pare?, al final sos un cagón dijiste que querías que te cogiera por toda la casa y recién empezamos, -medio que tartamudeaba al contestar-,
- Es que hoy estás muy grande, me duele mucho, me gusta que me cojas, pero me está doliendo un montón… -Yo seguía en la mía y no paraba de bombear-.
- Si querés que vaya a cogerte a la nueva casa, anda sabiendo que tu culito es mío y lo cojo como quiero”, -le dije-…
- Sí Sergio, yo quiero que vayas para metérmela, a ver, dale más fuerte, dale, vas a ver que yo me aguanto”.
El que no me aguanté fui yo y luego de unas cuantas bombeadas con algo de ritmo, le llené el culo de leche, pero no estaba para parar ahí, así como la saqué, lo giré y se la metí en la boca para que la limpiara y que siguiera erecta. Me encantaba mirar la carita delicada del pendejo mientras entraba en su boca, después lo levanté estando de frente y él me abrazó, le abrí las nalgas con ambas manos y después caminé por la casa con un Maxi que se movía arriba y abajo del ariete como desesperado mientras tenía su culito lleno de carne en barra.
“En el sofá, te falta cogerme en el sofá”, -me dijo- y en el sofá fue con sus piernas en mis hombros, en esa posición lo perforaba casi de parado, no aguantó, se quejó fuerte, pero siguió pidiendo, “dale, dale Sergio, cogeme así, metela con ganas, ¿viste como la aguanto?”, su boca me decía eso, pero sus ojos lagrimeaban del dolor porque yo entraba y salía sin pensar en él, estaba aceleradísimo. Me di cuenta al mirarlo y aminoré, le bajé las piernas y me moví despacio entrando y saliendo sin profundizar, le acaricié la cara y tenía que hacer unas contorsiones para besarlo, pero lo logré y él me respondió los besos abrazando mi cuello y completamente entregado…
- Disculpame belleza, tu culito me re calienta, me vuelvo loquito cuando estoy adentro tuyo y no me aguanto, -le dije para tranquilizarlo-, él me respondió sin dudar…
- No importa, me gusta que me lo metas entrando y saliendo fuerte, pero a veces no aguanto”.
Estuve un rato más así tratándolo con dulzura, hasta que dijo que le venían las “cosquillas” de nuevo, fue al unísono, él se contraía y yo le volví a inundar las tripas, aunque esta vez no tan adentro. Lo besé, lo apreté abrazándolo y no salí de él, él me tomaba de la cara para besarme moviendo la lengüita y el miembro que parecía que no quería más comenzó a crecer adentro de su recto. “Está creciendo de nuevo Sergio, me gusta, no te muevas, quiero sentir como crece adentro de mi culito”.
Me costó horrores mantenerme porque quería bombearlo a lo loco y no sé cómo lo logré, pero lo dejé que él hiciera las caras, los gestos y los sonidos por el placer que le ocasionaba esa carne que se reavivaba adentro de su cuerpo. Al hijo de mil… le encantaba sentirla y se movía despacito, ahora era él quien me cogía o se cogía con lo mío, “correte un poquito que me quiero sentar arriba”, -me pidió- y lo cogí sin salirme, pronto tuvo todo el tronco en el fondo de sus tripas y se movía poniendo los ojos en blanco y estirándose hacia adelante me daba piquitos y me pasaba la lengua por los labios.
Me desquiciaba la forma en que gozaba y la cara que ponía, ninguna mujer había gozado así cuando me recibía ni me lo había hecho saber con esos modos, era una especie de Ángel y Demonio, primero te inspiraba toda la ternura, pero con la pija en su culo parecía un Demonio que te sacaba a flote todas las perversidades. No subía ni bajaba por el tronco, se movía en vaivén y gemía con sonidos placenteros que te penetraban en la cabeza mientras con los cuatro dedos de su mano encerraba a su pitito y se pajeaba, “te siento todo, parece que la cabeza de tu pija me llegara a la panza y me vienen las cosquillas”.
Me afirmé en las caderas cuando tembló con su “acabada” e iba a comenzar a cogerlo con ganas y fuerza nuevamente, no eran ganas de terminar, quería “traspasarlo” pero el sentido común me dijo que podría lastimarlo y era para problemas, si se quejaba y lo llevaban a un médico se me venía la noche y lo levanté para irnos a bañar. En la bañera me abrazó y me dijo: “Las cogidas en el culito estuvieron buenísimas, pero todavía estás grande, ¿querés cogerme la boca?”.
Ni le contesté, se la tragó con ganas, aunque lo hice todo calmadamente hasta que unas siete, ocho o diez entradas y salidas después le acabé en el fondo de la garganta, pero en esta no tuve necesidad de hacer fuerza, fue él quien agarró mis nalgas y se la tragó toda. Me secó, el nene aprendiz de putito que hacía tres o cuatro días quería probar la pija de un “grande”, me sacó hasta la última gota, ninguno de los dos quería más.
Nos secamos y le dije que íbamos a comer algo y quería verlo caminar desnudo por la casa, ninguna historia, caminaba delante de mí moviendo el culito porque sabía que lo miraba. Fuimos a la cocina y calenté las hamburguesas en el microondas, se las devoró estando parado y mientras tomaba la gaseosa y se apoyaba en la mesa moviendo sus nalgas, me dijo sonriendo con cara de pícaro que se llevaría las cajitas para que supieran que habíamos ido al Mac Donald.
A mí se me antojó que la cara era de vicioso y jamás pensé que me pasaría eso, estaba de nuevo “al palo”, me levanté y me puse a su lado para acariciar, apretar y jugar con un dedo en su interior, él se movía gozando esto y hasta podría jurar que su mirada quería que se lo volviera a rellenar. No habló, no dijo nada, pero, masticando la hamburguesa, corrió el plato hacia un costado y se estiró sobre la mesa, tragó el bocado y habló, “metémela un poquito acá, en la mesa todavía no lo hicimos” …
La cara con que me miró torciendo la cabeza parecía tener un cartel luminoso en la frente que decía “quiero tu pija”. Se la metí utilizando nada más que saliva y aunque la sintió un poco más y se quejó, cuando la tenía por la mitad movía el culito como pidiendo guerra. Tuve que armarme de mucha fuerza de voluntad para no sucumbir al momento y reventarle el culo a pijazos y me moví hasta que lo sentí que se contraía, luego se la saqué sin terminar y sentándose en la silla, me la chupó queriendo extraer lo que me quedaba, que no fue mucho, aunque a él se lo notaba más que feliz.
Al final, fui con la idea de cogerme a voluntad a un nene putito y el rubiecito me había secado. Quedé sentado en la silla, completamente desinflado y lo mandé a lavarse con agua fría, caminó hacia el baño moviendo las caderas con gracia y no pude más que reírme de lo suelto que se demostraba. En el interín me cambié y le traje la ropa a la cocina para que lo hiciera allí y aprovechar a hablarle cuando se cambiaba.
Demás está decir todo lo que lo machaqué con el tema del silencio y de no decir nada, aparte agregué que no tenía que moverse como nena en la escuela porque los más grandes se lo querrían coger y su culito era sólo mío, me lo prometió y me dijo que nadie lo tocaría, sólo yo o Martín. Creo y me demostró a posteriori que él la tenía más clara que yo.
Al regresar paramos nuevamente en el mismo Mac Donald y llevé hamburguesas y gaseosas para todos, las recibieron con alegrías y Norma me apoyó disimuladamente sus nalgas, se las acaricié pero en ese momento no podría hacer nada, necesitaba un par de horas para que la “feúcha” pudiera ponerse contenta y le dije al oído que tenía cosas que hacer del trabajo, que me avisaran a eso de las nueve de la noche para cenar y que se preparara porque esa noche pensaba “comerme” el maravilloso culo de la vecina.
Le faltó poco para gemir y apretó fuerte el borde de la mesa con las dos manos. El traspié y abandono de mi “ex” activó el sexo vecinal y estábamos todos “desatados” y con ganas de responder a poco de insistir. Me fui a mi casa y fue dejarme caer sobre la cama para despertar como a las tres horas cuando golpeaban la puerta. Me dijeron de comer en la casa de Norma, fui, pasamos un momento agradable y Elena estaba eufórica, no le costaba asimilar los conocimientos que le traspasaba mi secretaria y había averiguado incluso por una casa de dos dormitorios, comedor, cocina, baño, terreno al fondo y jardín al frente que se alquilaba a cuatro cuadras del local, sobre asfalto, todos los servicios, Cable, Internet…
El alquiler oscilaba en la mitad de lo que pagaba en la capital y le dije que si le gustaba me dijera y en la mañana abonábamos el adelanto con la tarjeta y le salía de garante, el sábado cerraríamos trato presentando la escritura de garantía. Me pidió la portátil y junto con Norma vimos que era una casa hermosa y cómoda, Elena me abrazó pletórica de alegría, me dio un beso sonoro en la mejilla y le dije al oído que se llevara a los chicos a dormir a la casa, asintió con la cabeza y no preguntó nada. Luego me despedí y me fui a mí casa a esperar que apareciera mi vecina “feúcha”.
GUILLEOS1 – Continuará…
Me mato el pequeño putito, son geniales👍