LA CAGADA. (11). FINAL.
Penetrar lentamente fue un descubrimiento placentero para todos. Ubicada Elena en su nueva casa, conformo una “familia”..
Ya me había acostado cuando entró muy despacio, había dejado una pequeña luz encendida en el patio y me dejaba ver, un poco en penumbras, las formas del cuerpo desnudo de Norma, iba a destaparme para ponerse a chupar y no la dejé abrí las sábanas y le pedí que se acostara junto a mí, “abrazame, besame, acariciame, el culito te lo voy a romper en mil pedazos, pero quiero que primero me calientes con mimos”. No me contestó, pero estoy casi seguro que temblaba en un orgasmo silencioso pues, acostumbrada desde siempre a estar en una cama esperando que hicieran “uso” de ella, mi “libreto cariñoso” la desquiciaba.
Me besaba el pecho, el cuello, la boca, en la cual se entretenía jugando con la lengua y presta a que la mía entrara en la boca de ella para recorrerla, luego descendió a las tetillas, a las que chupó con ganas mientras las manos se movían nerviosas por toda la piel que podía encontrar. Bajó hasta mi entrepierna y acamó a mi erguido miembro en una de sus mejillas, lo mismo hizo con la otra mejilla, acariciándose la cara con él, hasta que, literalmente, lo absorbió, no hubo besitos, lamiditas ni nada que se le pareciera.
Fue ella la que bajó su cabeza, aunque a mí me pareció que, cuando apoyó los labios en el glande, lo aspiró como si fuera un fideo y se quedaba con el glande un poco más allá de su garganta y moviendo la lengua, era desquiciante. No había forma de mantener una fase de tranquilidad o de “polvo tranquilo” con ellos, me daba cuenta que cualquiera de los integrantes de esa familia me llevaba a querer sentirlos, pero, fundamentalmente, a hacer que me sintieran, nunca supe por qué era, ni me interesó saberlo, si antes me gustaba ver sus culos o culitos parados, cuando pude tocarlos, chuparlos o penetrarlos la cosa fue más allá y haría lo que fuera para mantenerlos a mi lado.
Ellos también parecían necesitarme y me lo hacían saber, el añadido de Maxi y la mamá era otro aliciente que me hacía sentir que, en lo sexual, estaba más que completo. Miraba la cabeza de cabellos cortos y oscuros de Norma que se movía en mi entrepierna y el tirón de pelo la hizo reptar por mi cuerpo para que pudiera besarla. Fue un sólo beso, profundo, apasionado y su gemido placentero de pura entrega hizo que la acostara y ya encima de ella me dedicara a “gastarle” las tetas y pezones con chupadas, besos y lamidas que alternaban suavidades con mordiscos. Norma se retorcía y yo ni siquiera escuchaba lo que decía o pedía.
Fui bajando hasta que la tomé por debajo de los muslos y llevé sus piernas a mis hombros, se mordió los labios cuando el glande quedó en la puerta de su vagina empapada y manoteó la almohada para que no se escuchara su grito cuando entré sin parar hasta que mis huevos se pegaron al agujero de su culito. Me gustaba sentir como se abría y rozaba todo su interior, “terminá, putita, terminá que ahora le toca a tu culo”, -le dije y no tuve que repetirlo-.
El orgasmo fue tremendo y todo el grito que ella no dejaba salir se trasladaba a sus temblores, contracciones y sacudidas de todo su cuerpo. El chorrito impulsado a presión me mojó los testículos y me sirvió de lubricante para cambiar el miembro de lugar, aquí fue sólo el glande el que penetró, esperó el pijazo con pequeños temblores, pero al darse cuenta que no la penetraría totalmente jugó con sus músculos, era como si las yemas de los cinco dedos de la mano se juntaran para apretarme.
Al comenzar a desesperarse por el jueguito y el movimiento del glande se la saqué y la acomodé a Norma boca abajo, estirada a todo lo largo de la cama. Ese culo “familiar” de nalgas duras y paradas quedaba a mi total disposición. Me tiré a lo largo sobre ella y trabé el ariete entre sus piernas, al besarla en el cuello le pregunté si estaba dispuesta al pijazo, “si mi señor, sí, es todo suyo”, -me dijo- y le recalqué que no gritara. Me esperó tratando de aflojarse para recibirme con dureza y comencé a entrar centímetro a centímetro. Jamás esperé esa reacción y me encantó, entrar con tanta lentitud hizo que comenzara a moverse como una loca desatada, gritando que así no toleraba el placer, “¡por favor, señor, métalo rápido, por favor!”, -decía con un tono lloroso-.
El orgasmo le sobrevino de improviso cuando sólo la había penetrado en unas tres cuartas partes y ahora mojó sus muslos cerrados. No la castigué con ningún golpe, pero entré sin detenerme y luego de varias entradas y salidas profundas que la hicieron gemir fuerte, abrí más sus piernas y las entradas y salidas se repitieron en los dos agujeros. Me desaforé yo también y aunque lo pretendió, no pudo seguirme el ritmo, luego de un rato del meter y sacar placentero, el interior de su culo fue el depositario de la leche “calentita”. Se puso enseguida a limpiarme llevándose la pija a la boca chupándola y absorbiendo, pero yo no quería más. Maxi a la tarde y ella en ese momento me habían agotado por eso, para completar el momento de dicha de mi vecina, cuando regresó de lavarse le dije que me dejara abrazarla y durmiera conmigo haciendo “cucharita”, la felicidad la superaba y no tardamos en dormirnos.
En la mañana se fue temprano, no quise mimos y escuché cuando Elena trajo a los chicos antes de irse para la oficina, no irían al colegio, por lo tanto, estando todos en la casa no habría posibilidades de “culitos familiares” para mí. Por la cabeza me dio vueltas varias veces la idea de hacer una “cama compartida” con la madre y sus hijos, pero, aunque sabía que no habría problemas preferí mantener esa especie de “anonimato” y no mezclarlos, bastante era con que los chicos supieran lo de ellos.
Cerca del mediodía me fui para la oficina, los ojos de Elena se iluminaron cuando la saludé y la llamé a mi secretaria al privado, allí le pregunté como la veía a Elena para el trabajo en la sucursal y me dijo que era una buena elección, asimilaba enseguida y no le costaría ponerse al día con todo. Firmé unos papeles que tenía pendientes y tuve unas charlas con los tres vendedores que irían a la nueva sucursal. Me pasé dos horas con ellos en una especie de cursillo para hacer hincapié en todo lo que era lo agropecuario que tenían que encarar y quedé más que conforme.
Volví a casa a eso de las cuatro de la tarde, eso porque me había llevado más tiempo la conversación con el Presidente de la empresa, el cual me dijo que el local se estaba acondicionando y necesitaba los datos para confeccionar la tarjetería y la folletería del nuevo negocio. Le pasé los datos de todos y él se encargaría de apurar la tramitación para tenerlo listo y comenzar a funcionar el día martes. Estábamos a jueves y le dije a Elena que mañana mismo iríamos a ver la casa y el local porque había que apurar todo, estuvo conforme y me fui a avisarle a Norma.
Antes de entrar en casa toqué el timbre de su puerta y le pedí que viniera a verme, acudió solícita para ver que necesitaba, cuando entró en mi casa yo estaba sentado frente a la mesa del comedor y se paró a mi lado esperando por lo que le pudiera pedir. Las manos se fueron solas, pasaron por debajo de su pollera holgada apretaron la parte trasera de sus muslos y sus gemidos se dejaron oír, mejor fue cuando apreté sus nalgas desnudas pues que usara tanga ya era como algo tácito y me encantaba poder tocar su culo duro cuando a mí se me antojara.
- Mañana vamos a ir a llevarla a Elena para que vea su nuevo domicilio, si conseguimos un lugar para alojarnos nos quedamos hasta el otro día, sino pegamos la vuelta ese mismo día, ahora necesito que te vayas con Cielo a comprar un nuevo teléfono similar al de ella, que se queden los chicos conmigo, los voy a mandar a comprar galletitas y algo para el viaje.
Después de que me dijo que así lo haría, llamé a la gente de la inmobiliaria que alquilaba la casa para avisarle que tuvieran todo listo, que pasaría mañana a firmar y retiraría las llaves. Con el dedo medio de la mano izquierda hurgando en el agujerito del culo de Norma y gozando con los temblores que esto le ocasionaba, corté la comunicación. Le pedí que se lo llevara también a Maxi para que fuera luego con él hasta la casa y apartara algunas cosas que ellos podrían necesitar, yo la llamaría a Elena para que se le uniera en la casa y vieran que llevaban.
Se fue rápido luego del chirlo amistoso en una nalga y unos quince minutos después los escuché cuando se iban, sabía que Martín no tardaría en golpear a mi puerta y pensando en que me lo cogería a gusto me calenté, el miembro se me puso al rojo vivo, pensar en el culito del gordito me ponía en un estado de excitación tremendo. Todos los demás me excitaban y también tenía ganas de tenerlos, pero el de Martín era especial, además tenía ganas de enseñarle algunas cosas que me calentarían más. Apenas entró le pedí que trabara la puerta y su sonrisa pícara me dio a entender que sabía para que le pedía lo de la puerta.
- Cuando me pedís que trabe la puerta se me pone el pitito duro porque me agarran muchas ganas de que me cojas metiéndola bien hasta el fondo o de chupártela para tomarme toda tu leche. ¿Me la vas a meter en la boca y en el culito? Ya vine preparado, no me puse el slip y me lavé bien…
- Vamos a ver, primero vas a tener que aprender a chuparla por partes y a jugar bien con la lengua y después tenés que saber apretar el culito para que sienta como entra, pero antes me tenés que besar y dejar que te chupe las tetitas.
- Bueno, enseñame, pero lo que pasa que cuando me coges con el “pijononón” no me puedo ni mover.
El escalofrío fue notorio y no dejaban de sorprenderme las calenturas y la excitación que sentía el nene cuando sabía que yo me lo cogería, eran llamativas las ganas que ponía en todo lo que podría hacerle. Por lo pronto, su mirada que interpreté como lasciva dejó entrever esas ganas de recibir y aprender a dar. Se acercó para besarme y me entregó toda la boca deleitándome con sus labios gordezuelos, su pantaloncito pronto quedó tirado a un costado junto con su remera y sus nalgas duras y dispuestas quedaron a disposición de mis manos y mis deseos. Él gemía y me abrazaba fuerte.
Le dije que se fuera para la cama y que pusiera el culito como a mí me gustaba, no tuve que repetirlo y pronto lo tuve llamándome con el culito parado apoyando los antebrazos en la cama. Le puse crema, pero de la humectante, no quise usar Xilocaína porque dormiría los músculos del esfínter y él tenía que aprender a apretarlos. Luego de ponerle crema y meter la punta de un par de dedos le pedí que empezara con la chupada y para eso le fui marcando como quería que me la apretara con los labios, como tenía que mover la lengua y como absorber el glande al entrar y salir. No podía usar las manos y la penetración bucal por etapas, aun cuando hubo un par de arcadas se produjo hasta el final y de acuerdo a las indicaciones. Por momentos movía la lengua por el glande y aunque se atoraba un poco en el intento volvía a insistir.
Lo mejor era cuando la sacaba de la boca aspirando con ganas y apretando los labios pues parecía que la hacía más fina y recorría con su boca todas las venas hinchadas. Casi me desespero en uno de esos intentos y le penetré la garganta con ganas, ni amago de quejarse, sólo me tocó la pierna cuando se quedó sin aire y al darle espacio respiró por la nariz sin sacársela de la boca. Martín tenía una condición innata de mamador y le encantaba hacerlo, tal que en medio de sus entradas y salidas lo había notado con sus temblores y no pudo evitar llevarse una mano a sus genitales para que el chorrito le mojara los dedos. El oral había sido espectacular, había que ver qué pasaba con el anal y si podía manejar sus músculos igual o mejor.
Me paré detrás y apoyé el glande en el agujerito que parecía latir y dilatarse sólo con sus ganas, me moví un poco entre medio de sus hermosas nalgas y no me apuré, fui dejando que entrara como si me absorbiera y le pedí que apretara y soltara el músculo del esfínter como si fuera a defecar a la par que se moviera suavemente hacia atrás. No sabía que resultaría y a pesar de mis ganas de arremeter, me mantuve quieto.
Fue algo que no esperaba, parecía que el culito me absorbiera la pija cada vez que apretaba y se movía acercándose, yo lo mantenía aferrando sus dos nalgas que se me antojaban más deliciosas y apetecibles que nunca y a pesar de oír sus gemidos de satisfacción unidos un poco a los de dolor, me sorprendí con lo que pasó a continuación… Cuando había introducido sólo la mitad del miembro, los gemidos se convirtieron en sollozos y esto nunca se había dado así. Ya se la había “comido” muchas veces y cada vez la recibía con más agrado, ¿a qué obedecía ese cambio?… “¡Por favor Sergio, no puedo más metela toda, metela toda, mi pito está muy duro, me late y parece que se va a reventar!”, -pedía sollozando-.
Allí me di cuenta que era placer, al igual que me había sucedido con la madre, el nene no aguantaba la penetración lenta, el placer lo superaba y el deseo lo llevaba a pedir, casi rogar por sentir toda la carne rellenando su recto, descubrí que eso me encantaba, era una forma de tortura por medio del placer y haciendo una contorsión tomé su penecito con dos dedos y me bastaron un par de movimientos para que eyaculara y tuviera sus temblores.
Pareció que se aflojaba y un chirlo fuerte en una de sus nalgas junto con la orden, seguí mi putito, vos sólo te la tenés que comer con los movimientos del músculo”, lo obligó a seguir con sus apretones anales. También era una especie de tortura para mí, aguantar las ganas de meterme profundamente en su interior costaba bastante, eso hasta que mi cabeza hizo una especie de “click” y me di cuenta que seguí duro y excitado, pero sin ganas inmediatas de acabar y, a decir verdad, me vino bien.
El culito gordito seguía “tragando pija”, continué gozando pues él iba apretando y soltando a medida que ésta ingresaba cada vez con más profundidad, como si fuera absorbida y el contacto de mi pubis con la piel de sus nalgas derivó en un gritito de triunfo por haberlo logrado. Ya estaba lanzado y con el tronco rellenando hasta sus tripas siguió con los apretones y dándome un placer que no esperaba, me di cuenta que era una forma de masturbación propia porque volvieron los temblores y lo escuché decir, “ahora dale vos Sergio, llename hasta la panza, no puedo apretar más”.
Claro que le di, se escuchaban los golpes de mi pelvis contra las nalgas duras y me asaltaban ganas de perforarlo, mucho más cuando se dejó caer sobre las sábanas, allí entré como nunca hasta que le rebalsé el culito de leche y el gemido de satisfacción del gordito se hizo oír en toda la habitación. Yo estaba “pasado de rosca” y se la saqué dejando el hueco al aire, pero le puse una mano en la espalda y no lo dejé incorporarse. Me estiré todo lo que pude y saqué un consolador de los grandes de la mesa de luz, con éste, similar en tamaño y forma a mi miembro y usando la lubricación existente, lo volví a penetrar en su totalidad.
Me encantó notar sus movimientos y gemidos por el tamaño y por la vibración que experimentaba, luego me senté delante de su cara e hice que me la chupara y aquí ya no hubo contemplaciones ni esperas de apretones, el tope fue su nariz en mi pelvis. Mis dos manos en sus orejas subían y bajaban la cabeza, no me importaba si tenía arcadas o ahogos o si salivaba o sollozaba, él fue quien se tuvo que amoldar y lo hizo rápido a pesar de que la parte posterior de su cuerpo se movía como si fuera independiente.
Finalmente volví a acabar en el fondo de su garganta y no desperdició ni una gota. Sacó la boca dejando que el ariete se “desinflara” solo y me puso el culito cerca de una de mis manos, “movelo Sergio, movelo, metelo y sacalo, no puedo parar de temblar”. Estaba desencajado y cuando terminó casi dos veces seguidas, le fui sacando despacio el vibrador. La cogida había sido monumental, Martín quedó sobre la cama boca abajo, temblaba y su culito parecía tener vida propia pidiendo más.
Lo abracé viendo que tenía los ojos llorosos, lo besé hasta que se calmó un poco y luego hice lo mismo con sus tetitas de gordito. Fueron dos o tres minutos así notando como se calmaba lentamente, ya recompuesto me abrazó apretando fuerte y me dijo que había sido maravilloso, así abrazado nos fuimos a bañar, yo estaba destruido, en cambio él parecía totalmente recuperado y me pidió enjabonarme para aprovechar y volver a “jugar”.
Me tuve que poner firme, una porque el tiempo nos corría, otra porque mis ganas renacían. Finalmente tuvimos tiempo para salir a comprar algunas galletitas y para tomar la leche antes de que los demás llegaran. Las mamás volvieron cargadas de bolsones y bolsas con todo lo necesario que debía llevar Elena, un par de horas después cenamos algo en la casa de Norma y les dije que veríamos de llevar algunas cosas más en la camioneta, pues sólo trataríamos de dejar los muebles más grandes, así que Elena volvió a la casa para empacar toda la ropa y la vajilla junto a otros implementos de uso diario.
Cada uno regresó a dormir a su casa y ya a las siete de la mañana estábamos cargando el televisor, la vajilla y toda la ropa, incluida la de cama. El viaje lo hicimos un poco apretados, pero fue de lo más normal, al llegar al lugar comprobamos que la casa era más linda que en las fotos y el barrio era más que tranquilo. Firmé la garantía y en la inmobiliaria nos dijeron que el inmueble tenía todos los servicios, hasta el Cable y el WiFi habilitado, además de estar totalmente amueblada para un uso inmediato.
Todos nos pusimos a la tarea de bajar lo que habíamos llevado y, lógicamente, Elena decidió que se quedarían allí, para eso le dio la llave de la casa anterior a Norma que era quien dirigiría la mudanza de sus muebles, todo lo cual se haría al día siguiente. Al local fuimos todos juntos y nos encantó, no sólo la ubicación, en pleno centro de la ciudad, sino también la distribución de las oficinas. La empresa había montado todo como para abrir las puertas y comenzar a recibir a los clientes.
Allí había un encargado que no bien preguntó mi nombre me hizo entrega de todas las llaves haciéndome saber que él se volvía a la capital y que el lunes ya estaría toda la papelería a nuestra disposición. Elena estaba anonadada, yo también pero no lo di a entender. Almorzamos en un restaurant de la zona e hicieron o hicimos los planes para lo inmediato. Dejé claro que yo regresaría a verlos unas tres veces al mes y después, en la tarde la ayudamos a Elena a acomodar todas las cosas de la casa y a instalarse, la despedida fue emotiva y nos volvimos contentos.
Lo de Maxi y la madre me ocupé de atenderlo en las sucesivas visitas y lo de nuestra casa en conjunto fue menos complicado de lo que me pareció en un principio. Se hicieron todos los arreglos necesarios para dejar un departamento rutilante y una puerta intermedia unió las dos propiedades y aunque cada uno siguió viviendo en su casa conformamos una familia en la que me tocó, con los recaudos del caso, gozar por partida triple.
Nunca lo pregunté ni nunca salió a colación, pero creo que cada uno de ellos sabía lo que el otro me daba y lo asumieron sin complicaciones. Hubo más, aunque eso da para otra historia, fui feliz, los chicos crecieron e hicieron su vida, siempre unidos a su madre y a mí y lo que comenzó con el rompimiento de un noviazgo y pareció convertirse en una gran “cagada” resultó bastante bien. No es aconsejable ni es para todos, pero A MÍ me dio resultado.
FIN.
Me quedé con ganas de más. Seguí La historia con el crecimiento de los chicos.
Brindo por esta cagadas y muchas mas👍 Espero continúes como comenzaron a comer afuera los críos y si los compartiste ?